La policía acudió unos minutos después, tras el aviso del cochero al sereno del pueblo él esperó en la puerta principal de su hogar, los mismos policías que lo informaron del asesinato de su hija acudieron aquella noche para retirar el cuerpo, unos meses después la autopsia confirmó que la causa de la muerte de Valentina fue su ahorcamiento, la forma que había elegido su mujer para suicidarse. El cochero no pudo seguir allí tras lo ocurrido, vendió su casa al banco y dejó su trabajo como conductor de carruajes en la comarca, se despidió de sus amigos una noche en la taberna y el pueblo no volvería a verlo por esa zona nunca más.
Caminó sin rumbo concreto durante unos días, recorriendo la comarca sin una función concreta hasta llegar a los barrios bajos, el dinero comenzaba a escasear para él y sabía perfectamente que sin dinero no duraría mucho en un lugar como ese, no convenía tener deudas con quienes vivían y trabajaban allí, si no conseguía alguna forma de ganar dinero se quedaría sin el lugar en el que ahora residía, una habitación en un motel de mala muerte en medio de la nada desde donde se oía de vez en cuando algún tiroteo en la calle provocado por algún ajuste de cuentas entre criminales y mafias. Consiguió un trabajo como transportista para los traficantes de la zona, drogas, armas, objetos robados... Transportaba de un lugar a otro cajas y sacos de material por encargo, él no hacía preguntas y recibía un buen dinero por apenas un par de horas de trabajo, lo suficiente para comprar comida y pagar un mes entero de residencia en el motel donde vivía desde que se mudó. No volvió al pueblo durante meses, los vecinos a menudo se preguntaban que había ocurrido con él, pero poco a poco la interrogante perdió interés y simplemente asumieron que se había ido lejos y no volvería.
Una noche, tras el trabajo, se encontraba bebiendo en la Langosta Roja, acababa de entregar un paquete en una dirección cercana y había recibido un pequeño saco de monedas por ese encargo. Dejó el dinero encima de la mesa y se dispuso a marcharse de allí hasta la mañana siguiente. Estaba caminando por las calles oscuras y poco iluminadas, desiertas completamente, algo extraño en ese lugar pues siempre había alguien con negocios poco honrados rondando por algún lugar. La noche era oscura y no se veía ninguna estrella en el cielo, aunque la luna estaba en su tamaño completo con una redondez casi perfecta, su luz apenas podía iluminar las oscuras y siniestras calles, en esos barrios no había farolas que iluminaran las calzadas, pues a quienes pasaban por allí les convenía esconderse en las sombras. El cochero entonces oyó un ruido proveniente de un callejón, un grito, el grito de una mujer, o eso le pareció, nunca supo por qué no se lo cuestionó entonces y no encontró respuesta después, pero acudió al grito para intentar ayudar a la persona que parecía necesitar ayuda, cuál fue su sorpresa que al llegar al lugar del que procedía el sonido al ver que el callejón resultó estar vacío. El cochero bufó molesto, lo único que le falta ahora era volverse loco.
-No han sido imaginaciones tuyas. - dijo la voz autoritaria de una mujer tras él que hizo que casi se le saliera el corazón de pecho debido al susto.
-¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí? - demandó el hombre, dándose la vuelta para ver a una misteriosa mujer cubierta por una capa raída y polvorienta que ocultaba su rostro.
-Tranquilo cochero, no voy a hacerte daño. - dijo sorprendiendo al hombre que tenía frente a ella.¿La misteriosa extraña sabía quién era? Desde que llegó a esos barrios no había dicho nada sobre quien era, nadie podía saberlo.
-¿Cómo sabes...? - intentó preguntar siendo interrumpido de nuevo por la mujer.
-Te he estado observando, desde hace bastante tiempo. - eso inquietó bastante al cochero. - Creo que tú y yo podríamos hablar de un negocio interesante. -
El cochero, que sospechaba de la mujer, pues solo las prostitutas rondaban calles de tan baja calaña, intentó zafarse de la situación.
-Mira no estoy interesado... - dijo apartándose de ella y empezando a caminar de regreso a la posada donde dormía con la intención de dar esquinazo a la desconocida, pues no tenía interés en hablar más de lo necesario con nadie de aquel lugar. -... y si no te importa... -
El cochero estaba a unos pasos de ella, dispuesto a salir del callejón cuando las palabras de la misteriosa mujer lo frenaron.
- Sé quién mató a tu hija Emma. -
