Disclaimer: Esta historia no me pertenece, los personajes son de Stephenie Meyer y la autora es iambeagle, yo sólo traduzco sus maravillosas palabras.
Disclaimer: This story doesn't belong to me, the characters are property of Stephenie Meyer and the author is iambeagle, I'm just translating her amazing words.
Thank you Meg for giving me the chance to share your story in another language!
Gracias a Yani por ser mi beta en esta historia.
Capítulo 30
POV Edward
—¿Vendrás esta noche después de tu reunión?
—No sé —bufo, agachándome y ladeando la cabeza para evitar el gancho derecho de Em.
Él respira con tranquilidad mientras giramos uno en torno al otro.
—Sí vas a venir, ¿verdad?
—No sé. —Intento respirar, pero es difícil a pesar de que he estado bajándole al cigarro.
A inicios de esta semana dije que iría al festejo por su cumpleaños. Pero luego empecé a dudar. Se siente muy precipitado. Estar cerca de otros. Responder sus preguntas sobre rehabilitación. O peor, soportar sus miradas y preguntas que piensan, pero no hacen en voz alta. Incluso si Em dice que se asegurará de que sea un evento estrictamente sin alcohol, no sé. Se siente raro. Todos sabrán que no hay alcohol por mí, y no quiero eso.
—No tienes que venir —dice Emmett con facilidad, no está batallando por respirar como yo. Siempre ha sido más atlético que yo. Siempre ha sido mejor—. Pero queremos que estés ahí.
Hago el intento, lanzo un puñetazo y él retrocede. Nos lo tomamos con calma, en realidad nunca golpeamos con fuerza. Pero me frustra saber que de todas formas habría fallado. Así que vuelvo a intentar una y otra y otra vez. Hasta que me agoto. Hasta que me estoy quitando los guantes y me levanto la camiseta para limpiarme el sudor de la cara.
—¿Estás bien? —pregunta Em, tomando agua de su botella con la cara roja.
—Carajo. —Me apoyo con las manos en las rodillas y dejo caer la cabeza—. Sí. Dame un minuto.
Me paro erguido. Damos vueltas caminando. Nos hidratamos. Me limpio de nuevo la cara, esta vez con la palma.
Y luego volvemos a hacerlo.
No me gustaba el ejercicio. No al principio. Pero después de un mes de boxear o correr y hacer pesas, ya estoy entrando en la rutina. Me encuentro anhelando las endorfinas. A veces siento esa sensación de euforia cuando corro distancias muy largas. No soy rápido, pero puedo correr por millas. Si hace cuatro meses me hubieran dicho que el único viaje que estaría persiguiendo sería de correr, me habría reído. Pero es ahí donde me encuentro ahora y se siente jodidamente bien el poder sudar.
Después del ejercicio, nos bañamos rápidamente en el gimnasio, luego caminamos al final de la calle por un café. La chica detrás del mostrador me sonríe como cada vez que vengo aquí. Es linda. Coquetea. Tal vez incluso se pregunta por qué no la he invitado a salir. Pago por nuestra cafeína y le ofrezco una sonrisa amistosa en respuesta. Eso es todo lo que obtendrá de mí.
—Bella no vendrá esta noche, si eso es lo que te preocupa —supone Em.
Caminamos lado a lado durante unas calles, el aire helado de febrero nos penetra. Pero no me molesta. Me hace sentir alerta.
—¿No? —pregunto con curiosidad.
—Está fuera de la ciudad —dice Em, dejándolo así.
—Oh.
Me pregunto dónde está. Con quién está. Me pregunto si me extraña y desea que habláramos más. Sé que yo sí lo deseo.
Llevo un mes en casa y todavía no la he visto, pero hablamos una vez por teléfono. Fue breve y amistoso, justo después de que salí de rehabilitación. Sigo intentando reunir el valor para pedirle disculpas. Después de lo incómodo que fue con Jasper y Pete, decidí no apresurar el proceso.
Aunque casi siento que lo estoy retrasando.
Necesito ser un hombre y confesarle todo. Necesito encontrar humildad en mis errores y ofrecerle muchas disculpas por cosas que ella ni siquiera sabe que existen. Aunque es difícil encontrar las palabras adecuadas.
—… así que no te sientas raro, ¿de acuerdo?
Capto lo último de lo que está diciendo Em.
—Perdón —murmuro—, ¿qué?
—Estoy diciendo que no te sientas raro porque no vamos a tener alcohol en mi fiesta. Si la gente no quiere ir porque no pueden beber, que se jodan. Mi brillante personalidad debería ser entretenimiento suficiente.
Sonríe y suelto una carcajada.
—Estoy muy seguro de que se necesita del alcohol para lidiar contigo, cabrón.
—Oye. Eso me ofende. —Se ríe—. Incluso si tuviéramos alcohol, no serías el único sin beber.
No entiendo a dónde va con esto.
—¿A qué te refieres?
—Quiero decir que… Rose tampoco puede beber.
Frunzo el ceño.
—¿Por qué no?
—Porque la embaracé.
—No es cierto. ¿En serio?
No puede contener su sonrisa. Nunca antes lo había visto tan feliz.
—En serio. Pero a ella no le gusta cuando digo que la embaracé. Piensa que suena a que ella no tuvo ninguna participación. Así que no le digas que dije eso.
—Hermano. Vaya. —No sé qué decir. Así que solo sonrío, genuinamente feliz por él—. Vaya —digo otra vez.
—Lo sé. Todavía es muy pronto, nos enteramos en diciembre. Estamos emocionados. Pero aterrados —lo dice con honestidad. Algunos adolescentes pasan patinando en la banqueta junto a nosotros, gritando y riéndose, y nos apartamos de su camino—. Ya que ya hicimos el depósito para el salón, vamos a mover la boda de septiembre al último sábado de mayo. Ella no quiere tener nueve meses de embarazo al caminar por el altar.
—Vas a ser papá —digo, todavía estoy en shock.
Yo voy a ser tío.
—Tendré una boda penalti*. —Se ríe entre dientes—. Rose también detesta cuando digo eso. Así que tampoco le digas que lo dije.
Le pego en la cabeza, pero me estoy riendo.
—Eres un idiota.
Se pasa una mano por el cabello mojado.
—Mamá y papá están encantados, claro. Mamá ya está comprando cosas y ni siquiera sabemos si es niño o niña.
—Apuesto a que está vuelta loca. —Sacudo la cabeza, sonriéndole al piso.
—Oye. Estaba pensando…
Lo miro y le da un sorbo grande a su café.
—¿Sí?
—Ya que probablemente no me compraste un regalo de cumpleaños por tacaño…
—Jódete. —Me río.
Pero él no se ríe, y ralentiza su paso. El repentino cambio en su comportamiento me pone nervioso.
—Tal vez mi regalo podría ser que aceptaras ser mi padrino —sugiere de forma casual.
Dejo de caminar por completo.
—¿Qué?
Se encoge como si no fuera para tanto.
—¿Quieres ser mi padrino o qué?
Siento raro el pecho.
—¿Por qué?
—Siempre quise que fueras tú —dice con seriedad—. Pero… ya sabes.
—Pero no soy la mejor opción.
Em me sostiene la mirada, sin inmutarse por mi declaración.
—Eres mi hermano. Y serás el tío de mi bebé. Así que sí, quiero que seas mi padrino.
Se me cierra la garganta y empiezo a caminar otra vez para tener algo que hacer.
—¿Estás seguro?
—Claro que sí.
—¿Rose está de acuerdo? —pregunto.
—Sí. Ella te quiere.
—¿No estás preocupado? —Las palabras que no digo cuelgan en el aire: ¿no te preocupa que tenga una recaída?
—No. Puedes con esto. —Hace una pausa—. Podemos con esto. Y si metes la pata, te daré una paliza.
Esbozo una sonrisa.
—Bien, sí —acepto—. Seré tu padrino. Gracias.
La sonrisa de Em es genuina.
—Bien. Porque ya se lo pedí a Jasper y dijo que no —bromea.
—Qué gracioso —digo secamente, pero mi pecho se hincha con un orgullo que no he sentido en muchísimo tiempo.
XXX
Después de mi reunión de NA, paso a la tienda de camino a la fiesta de Em.
Siento que debería llevar algo, pero no sé qué. Recorro los pasillos con una canasta, plenamente consciente de que estoy retrasándolo. Mi ansiedad ha empeorado últimamente. Sin la muleta que era la cocaína o el alcohol, me siento fuera de mi elemento en situaciones sociales.
Agarro unas botellas de la salsa favorita de Em. Unos cupcakes red velvet de la panadería. También elijo un globo que dice "Feliz cumpleaños" y decido llevarle un ramo de rosas a Rose. Porque voy a ser tío y siento que es algo lindo que puedo hacer.
Estoy intentando decidir cuáles flores exclaman "Estás embarazada" cuando escucho mi nombre.
Sé que es ella incluso antes de darme la vuelta.
Bella está parada ahí con su propia canasta en la mano. Lleva el cabello suelto. Lo tiene más corto y ondulado. Hace que se vea mayor, creo. En el buen sentido. Está vestida de forma casual bajo su abrigo de lana abierto. Tiene las mejillas rosas, probablemente por el clima frío, pero una parte de mí desearía que fuera debido a mi presencia.
No la he visto desde aquel día en el ferry. No la he visto desde que se portó tan linda y buena conmigo y anotó su jodido número en mi escayola porque quería que la llamara.
—No estás fuera de la ciudad —exclamo de golpe.
Se ve un poco sorprendida.
—No, ya no. Regresé hoy.
—¿Irás a la fiesta de Em? —Me siento jodidamente nervioso. Estoy hablando con ella como si esto fuera normal, y no lo es.
—No. No voy a ir. —Sus ojos se alzan hacia el globo que flota sobre mí—. Asumo que tú sí.
Asiento, me siento incómodo por sostener este estúpido globo. De repente me siento caliente y desearía poder quitarme el abrigo o el gorro, pero me los dejo puestos porque tengo las manos ocupadas.
—¿Por qué no vas a ir? —pregunto, aunque no estoy seguro de que merezco saberlo.
—Es que… —Ahora se ve nerviosa—. Sabía que estarías ahí, y no estaba segura de si querrías verme o hablar conmigo, entonces…
—Oh. —No va a ir por mí. Porque está pensando en mí. Sigue siendo demasiado buena, y no sé qué más decir. Por suerte no tengo que llenar el silencio porque ella lo hace.
—¿Esas flores son para Em? —pregunta, sonríe como si fuera gracioso.
Sé que está bromeando, y me siento desesperado por hacer un chiste o decir algo para mantener el ambiente ligero, pero las palabras me fallan.
—No. Son para Rose —digo de forma tensa. Aunque los ojos de Bella se suavizan—. ¿Asumo que supiste la noticia?
—Sí. Hace un par de días. —Cambia su peso de un pie a otro—. Qué dulce de tu parte.
—Sí. No sé. —Carraspeo—. Si quieres ir a la fiesta, deberías ir. No hay problema si yo estoy ahí. O como quieras. Quiero que vayas. O sea, no me sentiría raro ni nada así. Así que sí.
Me siento como un jodido preadolescente incoherente y perdedor que no sabe cómo hablar con las chicas.
—En realidad me siento algo cansada, entonces… —se queda callada. Su canasta está vacía. Le estoy impidiendo seguir con sus compras.
—Bien. Sí. Debería dejarte ir. —Aunque ninguno de los dos se mueve ni se despide—. Te iba a llamar. Para hablar.
Su expresión se torna curiosa.
—¿Sobre qué?
—Es uh… o sea, es parte de mi recuperación —murmuro.
—Oh. Esa clase de charla —dice en voz baja.
—Sí. —El corazón me late jodidamente rápido—. Así que, tal vez podamos vernos pronto cuando estés libre.
Ladea la cabeza.
—Estoy libre ahora.
Su disposición para hablar justo ahora desata mi ansiedad. No hago las cosas de improvisto. Necesito tiempo para prepararme.
—¿No estás cansada?
Se encoge de hombros.
—Hablar contigo e ir a una fiesta son dos cosas completamente diferentes. Pero sé que planeabas ir al evento de Em, así que podemos hablar otro día.
Incluso si es de último momento, en realidad no necesito tiempo para preparar lo que quiero decirle a Bella. He estado pensando en eso durante muchísimo tiempo, desde que empecé a considerar la idea de pedir disculpas. Solo estoy nervioso. Ella debe sentir mi vacilación porque me sonríe con gentileza.
—No te presiones. Otro día —dice.
—Está bien. Podemos hacerlo ahora —respondo, sorprendiéndome—. De todas formas ya voy tarde a la fiesta de Em. No hay problema.
—¿Sí?
—Sí. Déjame solo, uh… pagar. Puedo verte en la entrada. O puedes terminar de comprar. O…
—Te veré en la entrada —dice despreocupada y nos separamos.
Voy a las cajas de autoservicio, los huesos me zumban con anticipación y nervios. Me rechazan la tarjeta porque meto el PIN equivocado al estar tan nervioso.
Unos minutos después me encuentro caminando hacia Bella que está parada en el frío, esperándome. Nos dirigimos a mi carro en silencio para poder guardar las bolsas y el globo. Este se queda flotando en el asiento del copiloto.
—Entonces… ¿a dónde deberíamos ir? —pregunta, su aliento aparece al hablar—. Nunca antes he hecho esto.
Me quito el gorro y me paso una mano por el cabello antes de volver a ponérmelo sobre la cabeza.
—Podríamos ir a una cafetería —sugiero, pensando en la cafetería a la que solía ir cuando vivía en esta parte de la ciudad. Cuando solía vivir con ella. Se siente que fue hace una puta eternidad.
Se abrocha el abrigo.
—Es un tanto tarde para tomar café, ¿no?
—Bien, nada de café. —Meto las manos en los bolsillos de mi chaqueta, meciéndome de atrás hacia adelante sobre los talones—. ¿Tienes hambre?
—No en realidad. ¿Tú?
—No. —Una sensación conocida de aprensión empieza a crecer en mi pecho—. Yo, uh, no bebo alcohol —confieso—. Tal vez ya lo sabías. O tal vez no. No solo dejé las drogas. Dejé todo.
—Eso supuse. —Suaviza sus facciones, atrapa su labio inferior entre sus dientes—. No iba a sugerir que fuéramos a un bar ni nada así, entonces…
—Perdón. Lo sé. —Estoy haciendo esto más incómodo de lo que debe ser.
—¿Podemos…? —Hace una pausa—. ¿Te parece bien si vamos a mi casa? ¿Sería raro?
—No raro. —Quería sugerir eso, pero no estaba seguro de si sería apropiado—. ¿Te sentirías cómoda con eso?
—Creo que me siento más cómoda con eso que con sentarnos en una cafetería —explica, encogiéndose de hombros—. Me preocupa que voy a llorar.
—Oh.
Solo he hecho esto con Pete y Jasper hasta ahora, y ninguno se puso sentimental. Pero es diferente con Bella. Por supuesto que lo es. Las emociones entre nosotros van más profundo. El dolor es más palpable porque a ella fue a quien más lastimé.
—Sí, vayamos a tu casa —acepto.
—¿Sí recuerdas cómo llegar ahí?
Es una broma, supongo, pero duele.
—Por supuesto que sí —respondo con demasiada sequedad.
Su sonrisa decae un poco, y empieza a caminar de espaldas.
—Bien. Te veré allá.
La miro alejarse, luego me subo a mi carro y empujo el globo al asiento trasero. Espero hasta que la veo salir del estacionamiento, luego manejo detrás de ella. A medio camino enciendo un cigarro, dándome este vicio para calmar mis nervios. El globo flota de regreso a la parte de enfrente del carro, y requiero de todo mi esfuerzo para no reventarlo con el calor de mi cigarro.
Bella se mete a su camino de entrada y yo me paro en la calle.
No pasé el viaje hasta aquí repasando lo que voy a decirle porque ya lo sé.
Empezaré con la verdad. Y le contaré todo.
*Casarse debido a que la mujer resultó embarazada.
