CXXXII
Hacia el planeta Tyros

Órbita de Marte, 17 de septiembre de 2992, 11:08a.m. Hora terrestre

Las Outer Senshi, las Sailor Gems, Saori y un sujeto con una venda en un ojo miraban por las ventanillas del transporte, sentadas en banquillos que eran muy incómodos, todas con el trasero cuadrado ya a causa de lo mismo. Ellas iban en compañía de otros diez refugiados, provenientes de otros planetas atacados por los Galthazar. Saori se preguntaba por qué había refugiados de lugares donde se sabía que habían estado ellos, porque, hasta donde ella sabía, ello no eran asesinos. Para salir de dudas, Saori se acercó a uno de ellos, y le hizo la pregunta para la que ella necesitaba una respuesta.

—Tienes razón —dijo el refugiado, un humanoide con cara de reptil, con una piel hecha de escamas óseas—. Esos Galthazar no son asesinos, pero si están atacando a nuestras defensoras, igualmente son enemigos. Las Sailor Senshi de nuestro sistema solar hacían muy bien su trabajo, y eran queridas por nosotros. Por eso decidí irme de mi planeta natal. Actúan como si fuesen los buenos, pero estoy seguro que traman algo malo.

—No estoy segura de si intentan hacer algo malo —dijo Saori, llevándose una mano al mentón—. A juzgar por lo que oído de ellos, solamente piensan que pueden hacer un mejor trabajo que las Sailor Senshi. No hay nada más peligroso que una ideología. Lo sé por experiencia propia.

Saori recordó sus numerosos encontrones con Herbert Dixon apenas terminó de hablar.

—¿Qué hay de ti? —preguntó el hombre reptil, mirando fijamente a los ojos de Saori—. ¿Por qué huyes de tu planeta natal?

—Por las mismas razones que tú, las mismas razones que el resto de los pasajeros de este transporte —repuso Saori en un tono cansino—. Los Galthazar se apoderaron de Tokio de Cristal, y no tengo idea de lo que harán después.

—Pero si crees que ellos solamente piensan que pueden hacerlo mejor que las Sailor Senshi, no tendrías ninguna razón para temerles.

—No dije que fuesen las únicas razones —dijo Saori, pero se quedó callada después. No tenía ninguna intención de revelar cuál era la razón principal por la que había decidido irse del planeta. No podía arriesgarse a que alguien ajeno a la misión supiera que ella y sus compañeras eran Sailor Senshi. Uno de los refugiados bien podría ser un espía, pasando información a los Galthazar. Si ellos se enteraban de que algunas Sailor Senshi habían salido de la Tierra, ellos irían a la caza de ellas sin dudarlo. Por fortuna, el hombre reptil no hizo más preguntas, pensando que Saori se encontraba muy cansada para seguir conversando, aunque sí se preguntó por cuál otra razón un terrícola abandonaría su propio planeta.

Saori volvió a tomar asiento junto a sus compañeras, pensando en lo que había pasado en Tokio de Cristal. Si habían derrotado a las Inner Senshi, la Neo Reina sería la siguiente, junto con su rey. Si eso era cierto, entonces los Galthazar habían, esencialmente, orquestado un golpe de estado, lo que venía a significar que iban a instalar a una nueva reina en el trono. Se preguntó qué había sido de la Pequeña Dama, si había conseguido escapar de los Galthazar, aunque no creía que ella fuese muy importante para ellos. En todo caso, era muy importante para ella pasar desapercibida, porque llevaba solamente un año desempeñando el rol de Sailor Senshi. Instintivamente, miró a Hotaru y, como ella sabía, la veía mirar por la ventanilla con un aire taciturno. Hotaru y la Pequeña Dama se habían hecho muy buenas amigas, tal como en los noventas, aunque no sabía si la cosa iba para una relación más allá de la amistad. Pero aquello no era importante. Acababa de recordar que tanto ella como la Pequeña Dama eran hermanas, pero ella, Saori, había nacido de un parto natural, mientras que la Pequeña Dama lo había hecho sin que interviniera Darien. Amy había detectado un pico inusual de radiación sigma, dos días antes que Serena quedara embarazada, por lo que Saori pensó que aquello, en efecto, había sido obra del Cristal de Plata.

Sin embargo, lo que le molestaba era que si la Pequeña Dama había nacido como todas la antecesoras de ella, sin la necesidad de un padre, por qué ella, Saori, había nacido de la misma forma en que todos los humanos nacían, a través de un encuentro sexual. Algo extraño había en esa concepción, porque, si Serena estaba en lo cierto, ella no podía quedar embarazada por métodos normales. Entonces, ¿cómo explicaba su propia existencia? En teoría, su nacimiento era una imposibilidad lógica, pero luego recordó que había nacido en la década de los cuarentas, del vientre de una Serena que no era la misma Serena que conoció en los noventas. Ella nunca pudo despertar como la princesa de la luna, porque el Reino Oscuro había encontrado el Cristal de Plata antes que las Sailor Senshi. ¿Era su nacimiento una violación al orden natural de las cosas? Saori desechó la idea. Sin ella, Serena jamás habría existido, y, desde luego, no habrían ocurrido todas las cosas que ocurrieron entre 1992 y 2992. Sin embargo, a Saori le daba la impresión que ella era un producto de la ausencia de Sailor Moon, una Sailor Moon en total posesión del Cristal de Plata. Si eso era cierto, en teoría, ella no debería haber renacido, pero lo hizo. Aquello significaba que tenía un rol más que cumplir, pero, cuando se puso a pensar en ello, no pudo hallar una respuesta convincente. No sabía en qué más podía aportar, pese a que ella era indispensable en la misión que iba a tener lugar en Tyros.

No obstante, pensar en todo eso le hizo reflexionar en algo que, hasta ese momento, no le había dado importancia, pero que cobró gran relevancia después de hacerse todas esas preguntas. Saori podía transformarse en Sailor Silver Moon cada vez que quisiera con la ayuda de su medallón, pero eso no bastaba. Sin un Sailor Cristal, era imposible que una chica se pudiera convertir en una Sailor Senshi. La pregunta del millón era, ¿cuál era el Sailor Cristal de Sailor Silver Moon? No era el Cristal de Plata, de eso estaba segura. Podía usarlo hasta cierto punto, pero no era la fuente de su poder. Entonces, ¿cuál era? ¿De qué naturaleza era el Sailor Cristal en el interior de Saori?

La otra que lucía bastante pensativa era Setsuna, pero, a diferencia de Saori, le costaba mucho más concentrarse en sus pensamientos, sobre todo cuando a su lado iba la persona de la que estaba perdidamente enamorada.

—Gracias por rescatarme —dijo Darien, quien sabía a la perfección quiénes eran las chicas con las que viajaba, pues lo único que había borrado el suero que le dio Anorus era que alguna vez fue rey de Tokio de Cristal y que tuvo una reina—, aunque debí pagar un precio por ello—, añadió, señalando la venda en su ojo izquierdo. Por cierto, ¿qué esperan encontrar en Tyros?

—Algo que nos diga de dónde provienen los Galthazar, y si tienen algún punto débil que podamos aprovechar —dijo Setsuna, quien evitaba la mirada de Darien, aunque no tenía idea de por qué lo hacía, si él sabía cuáles eran sus sentimientos. Pero el hecho que Darien no recordara que alguna vez tuvo una esposa, hacía todo horriblemente complicado, porque Setsuna, de forma instintiva, ansiaba aprovechar la oportunidad de oro que tenía por delante para cumplir con su mayor sueño. Aquello se oponía a lo que había visto en el Circo de la Luna Muerta, eso de que todo iba a ocurrir nuevamente si seguía el camino que se le había puesto por delante. Pero, ¿qué iba a ocurrir nuevamente? ¿Algo malo, o algo catastrófico? Debía ser algo relevante, de otro modo, no habría visto aquella visión mientras era prisionera del espejo en el Circo de la Luna Muerta.

—Ah, los nuevos dueños del trono —dijo Darien, quien había consultado un periódico virtual para saber sobre el tema—. Supe que echaron a los anteriores reyes por mala gestión. No sé si ese habrá sido el real motivo, porque Tokio de Cristal no ha hecho más que prosperar en los últimos diez años.

—Ellos son extremadamente poderosos —dijo Setsuna tristemente, mirando su cetro de transformación como si éste le hiciera sentirse mal—. Ninguna Sailor Senshi puede derrotarlos. Es como si fuesen creados para ser más fuertes que nosotras. No podemos vencerles en un ataque frontal. Debemos hallar otra forma de sacarlos del medio.

—Estamos por llegar al agujero de gusano —anunció el piloto del transporte a través de los altavoces diseminados por la nave—. Vamos a iniciar la carga de energía negativa en dos minutos. Para los que jamás han viajado a través de un agujero de gusano, les advierto que la carga de energía negativa puede generar mucha estática. Esto no es en absoluto peligroso, pero puede llegar a ser molesto.

Violet, quien iba en silencio, se puso a consultar uno de sus aparatos, y vio que la carga de energía negativa era precedida por la transmisión de un código de seguridad de 2.048 bits, un disparate para una computadora de la Tierra, así como para sus propios artilugios. La computadora de bolsillo de Sailor Mercury, por otro lado, era capaz de decodificar claves de hasta 2.097.152 bits. Por fortuna, Violet había estudiado bastante sobre mecánica cuántica mientras hacía sus experimentos para revivir a Cristalia, y había diseñado un aparato que podía decodificar claves de hasta 1.048.576 bits, suficiente para romper cualquier seguridad existente en la galaxia. Sin embargo, esos 2.097.152 bits eran solamente en caso que la computadora de Sailor Mercury realizara un ataque por fuerza bruta. Ella poseía el algoritmo Alfombra Roja, una obra maestra de software que podía poner de rodillas a cualquier cortafuegos conocido. Sailor Mercury poseía un arma digital bastante competente, aunque dudaba que funcionara en computadoras de civilizaciones más avanzadas que la humana. No obstante, Violet no tenía ninguna intención de romper ningún código. Simplemente quería ver cuál era el protocolo estándar para el viaje interestelar entre los ciudadanos comunes de la galaxia.

A la mitad de los pasajeros se les erizó el cabello, incluyendo a Haruka. Cuando la carga de energía negativa hubo acabado, a Saori le daba la impresión que Haruka poseyera una melena en lugar de cabello, y se rio largo y tendido, apuntando con el dedo en su dirección. Haruka se limitó a gruñir y cruzarse de brazos, con los ojos entornados, sabiendo que no podía hacer nada para impedir que Saori siguiera riéndose sin recibir una paliza. Michiru se llevó los dedos a la boca, suprimiendo las risitas, mientras que Hotaru y Setsuna permanecían serias, cada una perdidas en su propio mundo. Setsuna se encontraba dividida entre sus sentimientos por Darien y la visión que no la dejaba tranquila. Poco podía anticipar que la respuesta a la premonición que había tenido en el Circo de la Luna Muerta se encontraba al otro lado del agujero de gusano.

Hotaru, por otro lado, sabía que la misión era importante para el futuro de la galaxia entera, pero aquella no era la única razón por la que había acompañado a las demás. Había un motivo personal, algo que venía desarrollándose desde hace un año atrás.

Cuando la edad de hielo hubo llegado a su fin, Hotaru estaba interesada en ver a la Pequeña Dama crecer, y la Neo Reina Serena le había permitido juntarse con ella. Fue como por arte de magia, porque Rini, como Hotaru estaba acostumbrada a llamar a la Pequeña Dama, se encariñó casi de inmediato con ella. Jugaban juntas, se reían juntas e incluso había ocasiones en las que Hotaru cuidaba de ella cuando los reyes se encontraban ausentes. Ella fue como una segunda figura maternal para Rini, y, a medida que esta última fue creciendo, Hotaru fue cada vez más consciente de que la Pequeña Dama había madurado, incluso durante los casi mil años que estuvo congelada, porque fue cobrando conciencia de sus responsabilidades como la heredera del trono de Tokio de Cristal cuando tenía ocho años de edad. Así, cuando cumplió diez, era como si ella tuviera cinco o seis años más. En ese momento, Hotaru pasó de ser una figura maternal a ser una amiga y confidente.

No sabía si era el destino actuando o alguna otra fuerza invisible, pero, solamente un mes antes de que los Galthazar atacaran Tokio de Cristal, Hotaru descubrió que, una vez más, estaba cayendo enamorada de la Pequeña Dama. No sabía si estaba confundiendo las cosas o si su amor era correspondido o no, pero aquellos latidos apresurados en su presencia, aquel brillo en sus ojos cada vez que miraba a la Pequeña Dama, no habían sido meras ilusiones. Como muchos deben saber, Hotaru compartía una característica básica con Amy, y aquella era la extrema inseguridad con la que siempre actuaba. Solamente cuando actuaba como Sailor Saturn era capaz de dejar de lado aquel defecto, pero, desde el momento en que regresaba a ser una chica normal, comenzaba a actuar con tiento nuevamente. No obstante, a diferencia de Amy, quien estaba superando aquel defecto, y se le veía normalmente con más confianza, Hotaru no había tenido tiempo para solucionar sus problemas de confianza. Era por eso que tenía esas dudas. Y sus miedos no eran infundados, porque la Rini del presente no era la misma que la había conocido mientras enfrentaba a los Cazadores de la Muerte, y bien podría tener sentimientos distintos. La única forma de salir de dudas era, como siempre, siendo honesta con lo que sentía. La primera vez había tenido suerte, porque había pillado a Rini con la guardia baja, y ella había aceptado por su aprecio hacia Hotaru y por curiosidad. No sabía si la historia se iba a repetir o si, en esa ocasión, le tocaría la pajilla más corta.

—Tienes que decírselo —dijo Michiru de repente, haciendo que Hotaru saltara en su banquillo—. Como dicen por ahí, no hay peor diligencia que la que no se hace.

—Lo sé —repuso Hotaru, suspirando—, pero… es que… ya tuve la experiencia de estar con ella hasta que se fue a su futuro. Me gustaría que volviera a pasar lo mismo. Ella es maravillosa. Es un calco de su madre.

—Bueno, eso ocurrió con la Neo Reina y el rey —dijo Michiru, sonriendo—. En los tiempos del Milenio de Plata, ambos tuvieron un romance. Miles de años después, ellos volvieron a estar juntos. La misma sangre de la Neo Reina corre por sus venas. Tienes al destino de tu parte. Ya verás que todo saldrá bien. Lo único que tienes que hacer es creer, con toda la fuerza de tu corazón.

—No le des demasiadas esperanzas —le dijo Haruka a Michiru, a lo cual ella respondió frunciendo el ceño—. Hotaru, no está mal que quieras estar con la Pequeña Dama, pero debes también considerar la alternativa. Puede que ella, simplemente, no esté interesada en otras chicas. No te estoy diciendo que pierdas las esperanzas. Solamente quiero decirte que estés preparada en caso que las cosas no salgan como quieres. Vas a salir muy herida si tienes tus esperanzas por el cielo, y no hay nada más triste que un corazón roto.

—No puedes evitar que su corazón se rompa en algún momento —intervino Saori, para indignación de Haruka. Puede que no haya tanta animadversión entre ellas, pero Haruka consideraba que Saori no era la indicada para dar consejos amorosos—. Hotaru, si crees que vale la pena, debes tomar el riesgo. Puede que te vaya bien, puede que te vaya horrible, puede que termines con el corazón lleno de felicidad, puede que se te rompa en mil pedazos, pero, sea cual sea el desenlace, vas a aprender algo. Vas a estar preparada para la próxima vez, de forma que el siguiente rechazo ya no sea tan doloroso. No llegué a ser así de fuerte porque la hubiera tenido fácil. Es precisamente por las dificultades que debí afrontar que tengo esta fortaleza mental. En lo que llevo de existencia, mi corazón se me ha roto en tres ocasiones; una justo antes de morir en el Milenio de Plata, otras dos en la década de los sesentas, y las tres fueron por la misma mujer—. Saori indicó con la cabeza a Violet, quien seguía mirando sus aparatos con la misma concentración que un caballo de carreras, y Hotaru la vio, considerando que Violet era muy afortunada de tener a una chica como Saori a su lado—. Pude haber evitado todas esas tragedias, pero, a cambio, sería una mujer más débil. Así que, te aconsejo que le hagas caso a tu corazón. Solamente él sabe la respuesta a tus problemas.

Hotaru se quedó en silencio, masticando lo que tanto Haruka, como Michiru y Saori le habían dicho, pero, por desgracia, no tuvo mucho tiempo para masticar nada, porque la nave había salido del agujero de gusano demasiado pronto. Y, de la nada, se escuchó la voz del piloto, sonando preocupado.

—Señores pasajeros, por razones de fuerza mayor, nos vimos en la necesidad de alterar el trayecto hacia Tyros. Tomaremos un desvío hacia Fala, en cuya luna podremos recargar energía negativa para el siguiente salto. Hay ruinas interesantes en el planeta, las que se pueden visitar en cualquier momento, siempre y cuando se mantengan dentro del perímetro de las ruinas. Afuera de éste, es un campo de batalla entre diversas bandas criminales, que luchan por el control del planeta y de sus recursos.

—No haría mal un poco de turismo —opinó Saori, y la mayoría estuvo de acuerdo, a excepción de Haruka y Michiru, quienes pensaban que la misión era más importante, y que no podían perder tiempo en banalidades.

—Me gustaría ver esas ruinas —dijo Violet, luciendo emocionada—. Ojalá que la seguridad sea bastante estricta.

—Y si no lo es, podremos cuidarnos por nuestra cuenta —añadió Nicole, igual de fascinada por las ruinas que Violet, pues esperaba ver esculturas de otras civilizaciones, cosa que siempre hallaba interesante.

—Supongo que hay lanzaderas desde el puerto en la luna de Fala —dijo Sophie, viendo por la ventanilla el puerto estelar, una estructura en forma de pentágono, en cuyos extremos aterrizaban las naves para recargar energía negativa y realizar mantenimiento a los motores—. Ah, ahí la veo.

Ninguna de ellas sabía que iban camino a descubrir algo que lo cambiaría todo.