Star trek no me pertenece. Es una creación original de
No suelo hacer aclaraciones al inicio de un capitulo, pero en esta ocasión me parece MUY IMPORTANTE recalcar algo del físico de los personajes.
Es extraño, pero este fic está por completo basado en las apariencias de los personajes de ST:2009, con Pine, Quinto y Cumberbatch. Chris me parece como una imagen que anda por internet de como se vería un hijo entre Pine y Quinto y James me parece idéntico a Pine. ¡PERO BONES..! El, dentro de esta idea del fic, es total y enteramente DeForest Kelley. ¡Así es!, particularmente en este capítulo, les aseguro que mientras lo escribía, usaba fotografías de Kelley cuando era joven como inspiración. Yo sé que es una nota rara para comenzar un capitulo, pero me parecía importante recalcarlo. Si piensan que cometo el peor error de todos, les sugiero que abran GOOGLE imágenes y escriban "DeForest Kelley Young" para que comprendan la dificultad de Chris—y la mía— para resistirnos a esta versión del doctor Bones.
Sin más… nos leemos al final de capítulo.
— Si alguna vez estamos verdaderamente solos… me gustaría preguntarte algo, George.
— ¿Eh?
La mirada del vulcano se tornó brillante, pero fue su rostro, con las mejillas y las puntas de las orejas en un verde intenso, lo que delató su inseguridad.
Leonard McCoy ya no era el doctor que él había conocido. Ni siquiera durante su infancia había lucido tan joven y ¡carajo!, era bastante apuesto. Su peinado dividido a un tercio de su cabeza, en una melena sedosa y radiante, con aquellos ojos pequeños, pero tan inquisitivos, labios finos y largos, con aquellas arrugas características apenas visibles en su frente y su voz, ¡esa condenada voz!, ¿alguna vez sonó más sureño? Porque no lo parecía.
Chris llevaba tiempo tragando saliva lastimosamente. Con solo ver a ese hombre, su cuerpo reaccionaba de acuerdo a su herencia humana y el calor se disparaba en su vientre.
Y en otras partes.
— So… ¿sobre qué, doctor?
McCoy alzó una ceja con curiosidad, no daba crédito a lo que estaba escuchando.
— ¿"Doctor"?, ¿ya no será "Leonard"?
Chris recordó como había sostenido frente a su padre, a Legión y al mismísimo doctor que ese hombre sería su esposo y que ya lo tuteaba.
— Claro, sí. — Carraspeó una última vez y se giró en dirección de la mirilla. Supo desde el principio que hospedarse en aquel edificio sería un problema, no solo por el tiempo que necesitaría para recobrar el viaje a Nuevo Vulcano, como el tiempo a solas que pasaría con el doctor.
Su hermano, James, solo les advirtió que necesitaría pisar tierra firme para poder comunicarse con su padre y Aley lo asistiría en el proceso — si su hermano no fuera tan… "él", pensaría que algo más pasaría entre su amigo y el difunto coronel—. Así terminaron hospedándose en lo más similar que tenía a un hotel aquella orilla del planeta romulano. Tendrían que esperar el regreso de James y lo que fuera que trajera consigo para regresar a Jim y a Spock a salvo.
Había buscado cualquier oportunidad para alejarse del doctor, sin una buena excusa en realidad.
Todos esos sentimientos humanos lo golpearon en el peor momento y la presencia de Jim en su vida no ayudó en lo absoluto. Quizá ya había terminado y podía volver a ser vulcano… y quizá eso no era lo que deseaba. Eran tantas cosas…
Y estaba "ese detalle". Él ya amaba a McCoy tal cual era. Lo amaba mayor, fastidiado, cansado, continuamente enfadado con el mundo. Era fascinante. Era lo que deseaba. Sin embargo, mentiría al negar que esa nueva imagen no lo hacía sentir aún más como un jovencillo torpe que el doctor al que ya conocía. Posiblemente era la imagen, el que fuera desconocido a lo habitual le hacía sentir que se trataba de alguien más y que estaba comenzando de cero con un hombre que era todo lo que él buscaba.
Estaba tan confundido.
— Nunca pensé que vería esta segunda oportunidad… es extraño. — El doctor se acercó hasta donde Chris aguardaba, haciendo que este retrocediera en un paso hacia la dirección opuesta. Fingió que no lo había notado. — Cuando moría, únicamente pensaba en una persona… y eso me trajo hasta esto.
Si antes lucía ligeramente verde, en ese momento, posiblemente era un tono bandera en todo su rostro. Chris parpadeó en medio de su océano de sentimientos y encontró la fuerza suficiente para aclarar su voz.
— ¿En quién?
— En Jim.
Esa no era una canción de amor. Posiblemente no era ni lo más remoto que habría esperado. Más parecía una puñalada a su orgullo, a su necesidad de amar y a su corazón. Recordó entonces aquel momento durante su pelea en el bar, cuando su padre llamó la atención de esas féminas en tan solo instantes y después el mismo James mantuvo un coqueteo indirecto con todas ellas. Era nato en esos dos. Jim tenía atractivo innegable y James heredó eso, más el carisma de Khan. Ambos tan lejos de su plano, tan lejos de ser como él. Incluso para el estándar vulcano era inferior. Su padre solo le heredó inteligencia, pero cargada de inestabilidad emocional. ¿Cómo se atrevió a ponerse en el nivel de aquel hombre? ¿Cómo…?
— No lo malinterpretes, duende. — McCoy leyó su rostro en menos de un segundo y cada palabra en su interior fue pesada con cuidado mientras Chris apenas lo sentía. — Es gracias a que lo conocí que me encuentro en este sitio. Ese bastardo llegó a mi vida cuando ya no tenía nada a que sostenerme y él… su vida no era mejor que la mía, con esas estúpidas peleas en bares y la reputación de chico malo. Ambos ascendimos a la cúspide y ambos perdimos todo de nuevo en tan solo un instante… — Chris sostuvo la mirada del doctor, pero este la desvió de nuevo para observar el exterior del lugar. Jamás había considerado a un planeta interesante, pero aquel sitio parecía el final del universo en ese preciso instante— Al menos, a diferencia de Jim, yo no lo perdí todo. Tuve a Spock, a nuestros amigos y a ti para llenar mi vida de motivos. A ti… creo que es lo mejor que James Tiberius Kirk ha hecho para mí en toda su vida. ¿Sabes que me resulta extraño?
El vulcano apenas y daba crédito a lo que escuchaba. El doctor jamás fue tan abierto frente a él o a nadie, según creía, pero en ese momento no paraba de decir lo que realmente sentía. Lo encontró maravilloso.
Solo preguntó "¿Qué?" con la mirada, esperando a que el otro hombre siguiera.
— Jim se parece mucho a mi ex-esposa. —Aquello no lo veía venir. No pudo evitar sentirse triste al escuchar al doctor decir eso. — Ambos pueden llegar a ser cretinos muy egoístas, emocionales, imparables y tercos como nadie, pero… nada los detiene de obtener lo que desean. Quizá por ello me agradó cuando lo conocí, claro que, conociéndolo mejor, sé que no son tan parecidos, pero si lo resumo de esa forma… ¿estás llorando?, ¡carajo!, George…
— Lo lamento, es solo que… no lo controlo. Creí que podía… pero… — Justo ahí, que debería ser un momento hermoso porque al fin se encontraban solos los dos, su amado aprovechaba para decirle cuanto apreciaba a su padre y como su ex esposa formaba parte de su vida aun a esas alturas. — Realmente…
— ¡Ya te dije, duende, que no hagas conjeturas de la nada!
— ¡Pues me parece lógico pensar que…!
— ¿Tu que sabes un carajo sobre lógica?, amando a un anciano que tiene la edad de tus padres y retándolos a estos para que te dejen vivir a su lado, sin mayor promesa que la de verlo morir decrépito en una cama un día no muy lejano… ¡tú eres todo menos lógico! ¡Y eso se lo debo a Jim también! Es todo lo que deseo que comprendas…
— ¡EL QUÉ!, ¿Qué usted se siente atraído a mi padre porque le recuerda a su antigua mujer?, ¿quiere que acepte que todo ha cambiado ahora y usted correrá tras él para continuar lo que sea que tuvieran pendiente en la época en que se conocieron en la academia de la Flota?, ¿Qué me quede de manos cruzadas mientras usted y mi progenitor le rompen el corazón a mi padre vulcano?, ¿es eso lo que me pide?, ¡responda! — La histeria volvió al rostro del muchacho, pero el doctor lo sostenía de los hombros con un rostro que reflejaba tranquilidad absoluta, incluso algo de mofa.
— ¿Lo ves?, has dibujado todo un drama alrededor de tan poco…
— ¡USTED COMENZÓ!
— Y sin embargo, tú lo tuerces todo… como sueles… duende cabeza de alcornoque… esas orejas no parecen servir para escuchar, al menos para escuchar algo que no sea lo que quieres oír… — Jaloneo las puntas con ambas manos, pero el vulcano se mostró agresivo golpeando sus manos para cortar el agarre. Esto solo motivó más al doctor para tocarlo.
— ¡No me toques, no tienes derecho!
— Tengo todo el derecho del mundo, cretino, yo ya limpiaba esas cosas puntiagudas antes que pudieras hablar siquiera, ¿o ya se te olvidó?
— ¡Yo no olvido mis actos tan fácilmente como tú!, ¡dijiste que me querías, frente a mis padres, y ahora me vienes con este discurso!, ¡no me jodas, viejo!
— ¡Si, soy viejo, pero muchos otros lo son y tú también lo serás algún día! — Tomó el rostro del vulcano entre sus manos y lo obligó a verlo a los ojos. Esos ojos celestes… era momento de ellos para doblegarse. — Precisamente porque estoy divorciado es que puedo asegurar que no tengo compromisos de ningún tipo con otra persona, lo que me vuelve disponible. Si me fastidian los vulcanos no es tu problema, tu eres el vulcano menos vulcano de todo Nuevo Duende. Tus padres son mis mejores amigos y es por eso que necesito que comprendas que no será sencillo para ellos aceptarme como tu pareja, que habrá problemas con Spock y mucho drama con Jim, pero confío en que lo entenderán y llegaré a recuperar su confianza, que me importa más de lo que puedas creer. — Chris abrió sus ojos como platos. Era lo que el doctor intentaba decirle desde el principio. — Nuestro desempeño en la nave no se verá afectado, pues pienso pedir mi retiro y comenzar a vivir esta segunda oportunidad como si creyera, ¡porque, maldita sea, lo creo!, que existe una forma de sacarnos de aquí con vida, que todo esto terminará. ¡Tienes 19 años y yo 61, pero eso solo puede beneficiarme a mí y si estás por "echarte atrás", como decimos en la Tierra, necesitas hacerlo ahora, porque después de este momento no volverás a irte de mi lado!
El vulcano parpadeó, intentando procesar todo en el menor tiempo posible. Bajó la mirada por unos segundos, pero rápidamente recobró la postura típica de su especie, recta y determinado. Aun se encontraba bajo el agarre de Bones.
— En 20 años usted tendrá 81 años y yo 39.
— Conozco las matemáticas básicas, señor Kirk y cuando usted tenga 80, yo tendré 122.
— ¿Cree que llegue a tanto? — El muchacho dio un paso hacia atrás, abandonando el agarre del doctor, no sin esbozar una sonrisa enternecida, de esas que salían desde lo más profundo de su corazón y que solo le obsequiaba a ese hombre.
— Ahora puedo creerlo, pero le sugiero no mencionar conceptos irrelevantes en este momento.
Chris comenzó a reír abiertamente, mientras ocultaba su rostro con sus manos. Lo único que le ayudaría a consumar su felicidad seria contar con el apoyo y la presencia de sus padres en ese momento.
Mientras Bones contemplaba con dulzura al chico, una idea cruzó su mente y se giró en dirección de la puerta, pero esta seguía cerrada. Chris observó ese gesto, pero no alcanzó a preguntar algo, antes que el doctor lo tomara por la cadera de manera posesiva y juntara sus rostros en un beso que tomó todo el aire del vulcano en solo segundos.
¡Padre de toda la ciencia!, su cuerpo ni siquiera reaccionaba… ¿era eso real?
No lo negaba, había sido su fantasía desde que la pubertad terrestre llegó a él, pensar que el doctor podría tocarlo tan efectivamente, que lo acariciara e incluso que "algo más íntimo" se desarrollara con el correr del tiempo, pero eso era una fantasía, un sueño, una idea… aquello era real.
Bones agarró a Chris con ambas manos, primero por la cadera para tomarlo con mayor firmeza, después de tenerlo a su merced, comenzó a subirlas por los costados del vulcano, conociendo su espalda y su cintura mientras palpaba la tela que cubría su cuerpo, este se sentía tan bien, aun sobre toda esa cubierta se percibía su suavidad, su calor, los temblores que acompañaban sus caricias. Chris jadeó con sorpresa una vez que se encontró libre de aquel beso, tan húmedo y posesivo. El jamás había sido besado de aquella forma. Pensó que sería asqueroso tener la lengua de alguien más dentro de su cavidad bocal, pero ese órgano en el doctor conocía perfectamente su trabajo, enredándose con su propia lengua, acariciando la parte inferior de esta, después cada pequeña mordida sobre sus labios, porque lo estaba tomando con agresividad, pero una contenida, una que demandaba marcar cada pequeña zona dentro de aquel sitio húmedo. Y hablando de humedad… Chris ya se encontraba preocupado por su herencia ¾ humana… no solo su cuerpo temblaba, no solo su temperatura se disparó, pero además había una fuerte presión en su pene y aunque su cuerpo era vulcano, este reaccionaba como el de un terrícola, liberando pre seminal dentro de su ropa interior, que ya de por si se encontraba apretada ante la erección que el doctor le estaba ocasionando.
Bones sonrió ante la imagen que Christophé le obsequiaba. Estaba hecho una masa de temblores y jadeos. Ese pequeño vulcano que juró que lo amaba y que era capaz de todo, se desmoronaba tan fácilmente por un beso. ¿Qué más podría hacerle? De pronto se sintió malvado, pero no lo molestó en lo absoluto. Corromper a ese muchacho ya no lo hacía sentir culpable… era extraño, posiblemente se encontraba reaccionando con la materia. Quizá sabiéndose joven de nuevo sentía que podía volver a cometer todos los errores que le fueran posibles. ¿Era descaro?, ¿se estaba volviendo en cínico?
Siempre lo fue… solo desapareció la madurez emocional que había tenido hasta ese momento.
Ya no era un anciano, ya no era un adulto mayor que tendría dificultad en complacer a un muchachito de sangre ardiente. Se sentía aún más joven que cuando ingresó a la academia y todo eso se reflejaba en su deseo de tomar a aquel vulcano emocional y hacer con él lo que le pareciera bien.
— Leonard… — Jadeó Chris, limpiando torpemente la saliva que derramó desde la comisura de sus labios una vez que el doctor lo liberó de su agarre. Sus ojos cristalinos se encontraban semi nublados en tantas emociones, así que no pudo objetar demasiado una vez que él lo tomó por la muñeca y lo guió a la que, se había decidido, sería su cama.
Tumbó a Chris sobre las sabanas y en un movimiento aún más rápido, se deshizo de su propia chaqueta de cuero café y la playera que llevaba bajo esta. Fue momento de Chris para chillar de emoción. De asombro. Con miedo, mucho, mucho miedo.
¿Qué le había dicho Jim sobre esas situaciones?, ¡como deseaba no haber interrumpido a su padre cuando intentó darle la charla!, al menos sabría qué hacer en ese momento. El doctor lucía mucho, muy seguro de su proceder, casi podía ver fuego en aquellos ojos que antes o miraron enternecidos y él no tenía la más remota idea de que hacer, quería salir corriendo, pero también quería permanecer. Tenía tantas preguntas y aun cuando conocía a la perfección la teoría de aquel momento, la falta de práctica lo aterrorizaba.
El doctor se puso de rodillas sobre la cama y gateó de manera felina hasta el vulcano, colocándose justo sobre él, acariciando su pecho. ¡Tenía al doctor encima, tenía al doctor encima!
Intentó cooperar un poco, poniendo sus manos contra su pecho, pero el miedo en su interior hizo su parte y más que una caricia, aquello pareció un empuje de rechazo. ¡Tocó el pecho desnudo de McCoy!, solo con eso podía correrse…
— ¿Estás bien, George? — Hasta su voz sonaba más amable. Era su doctor, pero también era la parte más profunda y secreta de este.
— Ajá. — Ni siquiera podía articular palabras entendibles. Solo estaba ahí, sujeto al pecho del hombre que quería comenzar un encuentro intimo con su persona y para el cual no tenía preparación alguna. Jamás había sentido tanto miedo.
Bones parpadeó en completo silencio, sin mayor expresión que la de la calma absoluta.
Recapituló.
Chris era joven e inexperto, era medio vulcano y aun no controlaba su lado irracional terrícola, estaban en una de las peores situaciones posibles para llevar eso acabo y después de consumar su amor con el vulcano, no habría manera de volver a atrás. "Me dejará en los huesos"— Se dijo, con una minúscula duda creciendo en su pecho, pero antes de permitirle crecer, Christophé bajó su propia mano, alejándola de su pecho y sosteniendo sus bíceps con firmeza. Carraspeó con dificultad y agachó la mirada. Aun con el miedo que tenía, sabía que deseaba continuar y una mirada fue todo lo que necesitó para hacérselo saber al doctor.
Como él lo hacía antes, Chris vestía una chaqueta y una camisa ligera bajo esta de algún material fresco. Bones bajó lentamente su zíper, mientras el sonido de este torturaba las finas orejas de Chris, deseando que el doctor no demorara demasiado en su labor. Leonard acarició con su mano derecha el pecho de Chris y con su mano izquierda hizo presión en sus pantalones, justo donde sentía su erección palpitar deseosa. Lo tomó con fuerza, cerró su agarre alrededor de esta y comenzó a masajear sin pudor todo lo que alcanzó a tomar. Era médico, no podía sorprenderlo menos la anatomía vulcana. Sabía que acariciaba un falo de mayor tamaño al terrícola, con dos coronas escondidas en un prepucio fino que ya debía estar por completo retraído, sin escroto o testículos visibles, pero aun ante una vista médica de su joven vulcano, no podía dejar de antojarse una visión más directa de ese objetivo en particular.
Chris se revolcaba bajo él, mientras Bones comenzaba a masajear su pezón derecho sin piedad, e intentaba controlar los jadeos que salían uno tras otro de sus labios. ¿Qué estaba bien hacer?, ¿Qué no lo estaba?, ¿debía mostrar tanta generosidad con Bones o ponérselo más difícil?, porque en ese momento lo único que deseaba era seguir siendo acariciado de aquella forma.
Sin poder soportarlo más, Leonard alzó a Chris para despojarlo de su chaqueta y playera, dejando su fino pecho al descubierto. Justo entonces le pareció aún más menudo, tan frágil, tan esbelto bajo su figura. Aun en tonos verdes, su piel lucía tan fina, lechosa e inmaculada, que no podía concebirla más apetitosa, se dio a la tarea de marcar toda la extensión de su cuello con mordidas de todo tipo: húmedas, secas, ligeras, fuertes, juguetonas o posesivas. Sabía tan bien, ese condenado vulcano sabía a gloria… ¿Cómo pudo contenerse por 19 años?, obviamente no le habría hecho daño cuando era niño, pero… ¡maldición!, esos pensamientos no ayudaban. Chris ya era un hombre… un hombre que estaba en edad de "merecer".
Cuando pudo alcanzar su pezón izquierdo, comenzó con ligeros besos húmedos, sintiendo el cuerpo de Chris estremecerse y empujarlo fuera de él, como si aquel toque lo desarmara, pero no cedería y no podía encontrarse más complacido ante la imagen del vulcano oponiendo resistencia. De pronto quiso dejar claro quién era el que estaba a cargo en esa situación, ¡claro!, fueran tantas las veces en que Chris lo desarmó, con aquellos ojos celestes, con ese brillo cautivador y esa vocecita molesta: "Doctor", "Doctor". Al fin podría vengarse y hacerle sentir todo lo que en él despertaba. Todo lo que había tenido que contener en los últimos meses.
Succionó aquel pezón hasta saber que ya no podría acariciarlo sin hacerlo sentir ese roce ardiente, después se alzó sobre el vulcano, colocándose justo entre sus piernas y abriéndolas sin pudor. En un gesto casi salvaje, jaloneó el pantalón de Chris hasta que pudo sacarlo por una de sus piernas y después la otra. Instintivamente, el vulcano se cubrió con vergüenza, intentando alejar la vista del doctor de su casi desnudo cuerpo, pero Bones sonrió con aquella malicia que solo podía dibujar para el hombre al que amaba, apartando sus manos de su sexo y conduciéndolas fuera de su tortuosa —en pensamientos del vulcano— y altamente satisfactoria— en pensamiento de ambos— tarea. Era magnifico, cada trozo de piel, su brillo verde y esos tonos radiantes de juventud, la firmeza de sus muslos y la suavidad de su vientre, aquel pecho contraído por una respiración dificultosa, aquellos brazos delgados, pero bien definidos. Nunca tuvo intención de comprender el arte, pero aquello debía ser lo más cercano a ello que tendría en su vida. Y se lo diría… con acciones.
— Leonard… ngh… — Su nombre dentro de un jadeo no sonaba tan mal, ni siquiera recordó haberse sentido tan seducido por alguien llamándolo de aquella forma, pero verlo ahí, a ese vulcano, cubriéndose la mitad del rostro con una mano, mientras con la otra sostenía con fuerza su muñeca izquierda, aquella con la que seguía acariciando su hombría por encima de aquel bóxer ya húmedo con el contacto descarado de su palma.
— Te di la oportunidad de huir y te quedaste, se un hombrecito y asume tu responsabilidad.
Pero ya no hubo respuesta, Chris solo golpeaba la cama con su nuca, revolcando su cabeza de un lado a otro, mientras intentaba ocultar sus ojos de la mirada del otro hombre. Este pudo haber arrancado su mano de un solo movimiento, pero lo pensó mejor. Mucho mejor.
Metió los dedos —mega sensibles— de la mano libre que tenía Chris, en su boca y lamió con fuerza toda su extensión. Índice, corazón y anular, succionándolos como si intentara sacar leche de estos, adentro, fuera, fuerte, suave, con la lengua o solo los labios, humedeciéndolos y arrancándole la humedad con una succión demandante.
En algún punto, los jadeos de Christophé se volvieron gemidos cercanos a gritos. A veces era el nombre del doctor, a veces eran silabas sin significado. Quizá maldijo en vulcano también, McCoy no estaba seguro. Si podía hacer eso solo con sus dedos, tocar su ingle lo pondría fuera de su cabeza.
Entonces Bones sintió, no sin una sorpresa cercana a la decepción, como el vulcano se corrió dentro de su ropa interior. ¿Era en serio? Quiso hacer una broma al respecto, pero la dejó ahogarse dentro de su cabeza. Conocía de antemano los antecedentes de Chris y eso de ser virgen, medio vulcano, medio terrícola y encima estar experimentando una fantasía hecha realidad, debía golpearlo más fuerte de lo que jamás habría creído. De pronto se sintió un maldito por siquiera pensar en burlarse. No, ese era su vulcano, él podía ser un anciano cínico y pesimista, pero aquel hombre le estaba obsequiando un momento privado maravilloso y único en su vida. Debía corresponderle volviéndolo inolvidable para él.
El mestizo intentó ocultar su rostro de nuevo, por completo lleno de pena. Tenía suficiente información técnica del asunto para saber que, incluso dentro del estándar terrícola, se había corrido demasiado rápido. Era humillante y vergonzoso, pero simplemente lo golpeó el placer, no pudo resistir por mucho tiempo, además no era experimentado en el área, ni siquiera sabía cómo se sentiría aquello hasta que pasó. Por un instante se preguntó si eso era lo que llamaban "orgasmo", ¿lo había sentido?, ¿eso era?
McCoy sonrió enternecido, aun en medio de todo eso, Christophé conseguía hacerlo sentir tan vulnerable, ¡a él!, que hacía solo segundos tenía el control de todo… ese duende…
— Doctor, yo… si desea parar…
— ¿"Doctor"?, ¿crees que te tendré piedad por esto?, no puedes distraerme más con esa voz que, sé bien, nada tiene de inocente, Christophé Kirk. —Se alzó orgulloso hasta quedar arrodillado sobre la cama, justo entre las piernas del mestizo. — Haz hecho de mí tu esclavo por semanas y voy a dejarte en claro qué pasa con los hombres que se atreven a hacer eso… — El vulcano volvió a separar sus piernas para abrir paso al trabajo del otro hombre, aun cuando sentía vergüenza dentro de su pecho. — Maldición, soy un doctor, George, no tu marioneta.
El joven parpadeó confundido por solo segundos antes de comprender lo que ese hombre intentaba transmitir. Estaba siendo tan gentil. Cerró sus ojos con alegría y volvió a descansar la cabeza contra las sábanas, pero toda esa calma se disipó como si hubiera recibido un disparo inesperado una vez que sintió las manos del doctor despojándolo de la única prenda de ropa que aún conservaba.
— ¡No! — Fue una respuesta espontánea, libre de todo control. ¡Era vergonzoso!, ni siquiera se sentía a gusto viéndose desnudo a sí mismo, que el doctor lo observara así… era…
Forcejeó solo un poco, pues McCoy sacó habilidad, de sabía el espacio donde, hasta quitarle esa prenda del camino y quedarse contemplando con lujuria el cuerpo que tenía debajo suyo.
Chris sabía que no era bello o atractivo, posiblemente ni siquiera podía considerarse "bien parecido", pero en ese momento el doctor lo inspeccionaba como si la vida se le escapara en ello, como si su sentido del gusto dependiera de la mirada y lo estuviera probando por completo tan solo con mirarlo. De pronto se sintió la criatura más atractiva de todas. Solo por un instante, dejó de sentir pena de ser observado así. En tan solo un instante, se sintió un ser sexual, alguien que podría retener la atención de un hombre y explotar su deseo con él.
Permanecieron así por un largo instante, con Bones observándolo embelesado, acariciando sus caderas de manera persistente, pero tierna, mientras Chris observaba al hombre, por completo complacido de su mirada hambrienta, de la que se sentía orgulloso de ser culpable.
— Te amo, Christophé.
¡ESO NO LO VEÍA VENIR!
¿Cómo se contestaba a eso?, ¿el doctor había…? ¡¿QUÉ?!
Chris se recorrió todo lo que pudo hasta la cabecera de la cama, dobló sus rodillas hasta que estas tocaron su pecho y se cubrió como si un miedo terrible lo intentara alcanzar. Bones no creyó que lo asustaría de aquella forma, pero en lugar de su típica reacción mezquina, soltó una carcajada. Don "Lo que siento está bien porque lo siento y voy a expresarlo porque así me place" no estaba preparado, después de todo, para tanta honestidad.
— Le… Leo… Leonard… esto… — Claro que también lo amaba, pero eso era demasiada presión para su vulcano corazón. Eran demasiadas emociones para un solo día.
— ¡TSSS, respuesta equivocada!, ahora tendrás que pagar por ello.
De tan solo un movimiento, Bones puso sus manos sobre las rodillas del medio vulcano y separó con firmeza sus piernas, completamente seguro de sí mismo y en un ademán tan dominante que hasta Chris dudó en ponerle un alto a su agarre. Se acercó tanto que sus cuerpos quedaron juntos, pecho contra pecho, sus piernas clavadas alrededor de las caderas del menor, sus brazos sobre esa cintura de tono verde y su rostro soplando justo sobre la nariz del otro. Chris cerró los ojos con fuerza y agachó su mirada, aun cuando sentía el cálido aliento de McCoy sobre su cara, descendiendo por su cuello y bajando… bajando… y bajando… no se detenía realmente. En un movimiento de inercia, el vulcano intentó cerrar sus piernas, pero McCoy ya lo había predicho, así que sujetó desde la muñeca hasta cubrir con toda sus palmas los muslos internos del vulcano y escondió su rostro entre ellas. Sin reparo alguno, introdujo el falo humedecido del menor dentro de su boca y comenzó a lamer, cual si fuera un dulce, toda su gruesa extensión.
— ¡No!, ¡AGH, ESO ES...! ¡NO, AHHH! — Suplicaba Christophé sin recibir mayor respuesta que ligeras succiones sobre la primera corona de su pene., después sobre la segunda y un tortuoso camino de besos desde la base hasta a punta.
El doctor ponía particular atención en las partes que conocía más sensibles en los vulcanos, como lo era el pequeño espacio entre las coronas de la cabeza y el inicio del meato, donde solo lamía con tanta pasión porque era parte de su vulcano y sabía que era una debilidad que tenía que explotar, aun si naturalmente no lo hubiese pensado tan satisfactorio.
— ¡Leeeooonard…! ¡Aaaahh, Leonaaaard! — Suplicaba el vulcano. En tan solo segundos sus ojos se llenaban de un llanto distinto al del dolor, más bien parecido a un sudor interno que lo obligaba a expulsar el calor de alguna forma.
Sus caderas comenzaron a moverse instintivamente en forma de embestidas, como si intentara penetrar la boca que lo asaltaba y ciertamente así lo hacía. McCoy tuvo que hacer esfuerzo extra y contener mucho, mucho orgullo para no dar arcadas por sentirse ahogado ante la penetración de esa hombría vulcana que era más grande que cualquier espécimen terrícola.
George gemía a gritos, giraba la cabeza de izquierda a derecha sin control, mientras jaloneaba las sabanas bajo el con una mano y con la otra tomaba salvajemente la cabellera oscura del doctor, revolviéndola y tomando mechones de todos los grosores entre sus dedos.
Duró al menos un poco más antes de correrse una segunda vez. No creyó encontrar mayor placer para eso. Sus ojos observaron todo su alrededor, la ventana donde antes estuvo observando el planeta cuyo nombre ya ni siquiera recordaba, los muebles sencillos que lo decoraban todo, el tono oscuro, lleno de sombras, que la habitación tenía, y aun así no podía enfocarse en algo. Aquella explosión dentro de él fue demasiado, fue una tormenta en su interior que se destruyó a sí misma en un golpe precipitado. De pronto había tantos sonidos húmedos, el solo removerse para acomodarse en una posición más cómoda lo hizo sonar acuoso. El doctor había hecho bien su trabajo, pero no fue capaz de devorar toda su semilla, demasiada para que cualquiera la bebiera así sin más. Había chorros de ese líquido blanquecino saliendo de la comisura de su boca y cayendo sobre las sabanas que se encontraban bajo ambos. También había semen sobre su pecho. Algo que, de solo haberlo escuchado, le habría parecido lo más insalubre y asqueroso que pudiese oír describirse, se le dibujó erótico, aquel doctor era la pieza más sensual de un cuadro pasional. Ya no podía sorprenderlo… ¿cierto?
Sin pensar demasiado en el otro hombre, Christophé dejó caer su cuerpo por entero relajado sobre la cama y comenzó a estabilizar su respiración. La sangre seguía lejos de su cerebro, pero la lógica comenzaba a regresar a él. ¿Era eso lo que su mente, mayormente terrestre, tanto buscaba?
El cuerpo humano era tan problemático. Él tendría el pon farr algún día y estaba feliz ahora que se sabía unido al doctor lo suficiente como para pedirle que fuera su pareja en aquella difícil situación, pero eso era completamente distinto. Los humanos buscaban ese contacto mucho más y no se diga los machos de la especie, de los cuales, sabía por lo que ya había leído sobre ello, tenían reputación de dedicar un tercio de su vida en aparearse. No que lo molestara la idea, pero… parecía un poco distinto a lo que imaginó que su vida sería y le gustaba bastante. Se preguntó por un instante a que parte de su biología estaba traicionando.
Bones se puso de pie, fuera de la cama, para sorpresa del vulcano, quien estaba tan metido en su concentración que apenas lo notó hasta que ya no se encontraba más a su lado. Aun en la oscuridad que reinaba, gracias a la luz de las lunas que poseía ese planeta, podía ver el cuerpo de su querido, mientras se ponía de pie y se sacudía la cabellera, empapada de sudor por el calor que le proporcionó su trabajo y las caricias salvajes del vulcano mientras lo realizaba. George no pudo evitar un gesto de intranquilidad, Bones no hablaba más, no lo estaba viendo y parecía distraído en un asunto que resultaba más importante en ese momento que el poseerlo. Le estaba entregando su alma a ese hombre, ¿Qué podía ser más importante?, ¿Qué podía alejar sus pensamientos de su cuerpo? ¡Oh no, la charla!, ¡ahora si recordaba a la maldita!, ¿por qué en ese preciso instante?, ¿Por qué entonces recordaba lo que Jim le había dicho sobre los hombres que no buscaban compromiso y al obtener lo que querían salían corriendo? ¡Pero McCoy no era así!, ni siquiera su nuevo ser… no podía serlo…
Bones se sentó en el borde de la cama y se giró para ver a George, entonces contempló el miedo en su mirada, ¡claro!, seguro ya se encontraba maquinando su propia historia de drama en esa cabeza vulcana. Torpe duende cabeza dura.
Acarició su oreja derecha, tomando su rostro con solo una mano y la acercó hasta sus labios, besándolo así de una forma amable y sincera que decía "te amo" con todas sus fuerzas. Aquella separación fue momentánea para preparar lo que necesitaba. Aunque había desnudado por completo a Chris, el seguía trayendo encima su pantalón y el bóxer bajo él, así que se sacó el primero y lo arrojó sobre el suelo adyacente a la cama. George se tiñó de verde al contemplar esa acción y jaloneó las sabanas hasta encontrarse bajo estas, acto que le ganó un ataque de risa por parte del doctor. "Como si hubiera algo que no haya visto aun"— Se burló internamente. Era adorable como el vulcano aún conservaba pudor después de lo que habían hecho.
Tal cual, vestido únicamente con sus boxers, el doctor terminó por ponerse de pie y entrar en el baño de la habitación, solo estuvo adentro unos segundos, pero a Christophé le parecieron horas de miedo. ¿Iban a seguir hasta el final?, ¿iban a consumarlo en ese momento?, ¿Qué estaba pasando con el doctor?, ¿acaso el esperaba que se estuviera… "preparando" mientras regresaba? ¡ya quería verlo salir de aquel maldito sitio! Entonces el sonido que venía desde el baño lo sacó de sus pensamientos.
— ¡Ven aquí, George!
¡Esa voz!, sí que lo ponía nervioso. No supo si ponerse la ropa o al menos los boxers, ¿Qué había en el baño que lo necesitaba forzosamente a él?, ¿por qué no podía seguir bajo la protección de las sábanas? De pronto los escalofríos recorrieron su espina dorsal y su cuerpo tembló, pero el doctor no volvió a llamarlo, así que supuso que le estaba dando su tiempo. Se puso de pie, arrastrando la sábana con él, pero cuando notó lo infantil que debía lucir, optó por dejarla sobre la cama y dirigirse sin mayor protección que su orgullo hasta el umbral del susodicho lugar.
— ¿Si? — Se asomó apenas lo suficiente para ser visto, pero cuando se topó con la imagen de Bones desnudo, retrocedió de inmediato, apartando sus ojos color cielo del lugar que más llamaba su atención en todo el interior del baño. McCoy sonrió ante el gesto y se acercó hasta el vulcano, invitándolo a entrar con su mano extendida. Era raro, por un momento creyó que llegaría abrazado de las sábanas, pero al parecer era más valiente de lo que le daba crédito.
— Eres hermoso — Susurró a su oído, teniéndolo una vez más entre sus brazos. En ese momento ambos estaban de pie y era obvio que el joven era más bajito que él, y aún más pequeño se veía en esa situación. Era evidente que se moría de pena, sus puntiagudas orejas verde pino lo delataban y el cómo ocultaba su mirada posándola donde fuera que no se tratara del doctor, pero aun así había asistido a su llamado y eso ya era demasiado coraje de su parte, tendría que reconocer el doctor. — Eres lo mejor que me ha pasado, George. — Siguió, mientras sus manos descendían dulces y cálidas por su espalda. — Te deseo tanto…
Aquello era música para su corazón, un himno completo de amor. Christophé no podía imaginar un momento igual en su vida, ni un sitio en el que tuviera más ganas de estar. La voz del doctor estaba más remarcada en su acento sureño, pero eso solo cautivaba más al vulcano, hacía que todo sonara más directo, más honesto y más cálido. Sus labios lo decían, sus manos lo decían, su respiración lo decía. Era cierto. Era la verdad.
Ni siquiera había prestado atención a algo cayendo tras él, pero un momento de lucidez momentánea le permitió escuchar un sonido similar al del agua terrestre, pero lucía diferente. Aquel debía ser el líquido que equivalía al agua en ese planeta, saliendo de lo que parecía ser una regadera. No pudo preguntar nada y tampoco lo esperaba, Bones tomó su mano con suavidad y lo introdujo junto a él en lo que parecía una bañera y que posiblemente estaba diseñado con el tamaño adecuado para una persona. Habría pensado toda clase de cosas, si su mente no estuviera más ocupada en sentir la erección de Bones acariciando sus muslos una vez que estuvieron ambos dentro del objeto. El líquido no era del color del agua, era de un tono verdoso más pálido, como si se tratara de leche teñida con el color de la menta, despedía un aroma que era difícil de descifrar, pero que lo tenía sin cuidado en ese momento, pues solo podía concentrarse en no desmoronarse frente al doctor de sus sueños, que acariciaba su espalda y sus glúteos constantemente. Ya no tenía tanto miedo, de hecho no sentía más que un ligero cosquilleo de nervios en su interior, como en el momento antes de presentar un examen difícil para el que no estudiaste.
— Si este fuera un hotel de la Tierra, podríamos haber continuado en la cama, pero en este planeta parece que solo usan estos establecimientos para… bueno, para lo que fueron diseñados, los bastardos…
La inocencia del vulcano le tomó tiempo para que comprendiera a que se refería su querido con eso último, pero como había aprendido a hacer con el correr de las semanas para mejorar su entendimiento de los humanos, se preguntó: "Si mi padre lo hubiese dicho, ¿a qué se referiría?", cuando se encontró con la vergonzosa imagen de su amado doctor esperando encontrar lubricante en un hotel romulano. McCoy captó el instante exacto de su iluminación, pues soltó una carcajada y beso aquellas orejas que no hacían más que delatar una y otra vez a su querido duende, mientras se apenaba del descaro humano y lo promiscuos que podían llegar a ser.
— Es ilógico creer que un sitio diseñado para albergar viajeros del tipo…
— ¡Y ahí está de nuevo!, ese es el duende que estuve buscando toda la noche, ¡me tenía asustado, teniente Kirk! — Bromeó el mayor, terminando de acariciar el cuello del vulcano con la mano izquierda, mientras que con la derecha descendía hasta uno de los glúteos perfectamente redondos del más joven para atraparlo en un agarre posesivo y poco amistoso.
— Me obliga a señalar su continua falta del mas mínimo sentido común, doctor. — Señaló sin perder más de su dignidad. De pronto su postura se volvió recta y su mirada volvió a ser aquella controlada y calculadora de los suyos.
— Y usted me obliga a besarlo para cerrar esa voz lógica y molesta que me recuerda a alguien en quien no debería pensar en estos momentos.
— Eso me parece coherente.
— ¿Puedo proceder? — Bones esbozó una sonrisa sincera cuando tomó las caderas del vulcano y lo arrejuntó contra su cuerpo. El agua seguía empapándolos y ya no había parte de su piel que no estuviera por completo mojada y resbalosa por la consistencia del líquido verde.
— Sería razonable.
Bones cayó en un estado de demencia por la felicidad, besando en repetidas ocasiones los labios del menor sin siquiera abrir su boca, solo dándole beso tras beso tras beso sobre los labios, con los ojos completamente cerrados y una sonrisa enorme dibujada en ellos. Chris sonrió en repuesta a eso, cerrando sus ojos en un gesto de felicidad, mientras se dejaba acariciar con mayor fuerza por el doctor. Aquellas caricias los llevaron hasta la pared que sostenía aquella salida de agua, bajo la cual se pararon, con Chris dando la espalda a esta y Bones acorralándolo con los brazos apoyados sobre la superficie lisa que la recubría. Con la mano izquierda, Bones alzó la pierna de Chris hasta su cadera y la mantuvo ahí hasta que acorraló el cuerpo del menor tanto como pudo y deslizó esa mano hasta su trasero y después separó sus nalgas solo con los dedos. Abrió sus ojos solo para comprobar en el rostro del vulcano alguna señal de rechazo, más se encontró con un rostro cubierto en tono esmeralda que lo esperaba ansioso, ardiente, apasionado. Posiblemente nada pueda encender más la pasión de un hombre que el sentirse deseado y justo en ese momento, Bones sentía que la mirada de Christophé le suplicaba aquel contacto. Deslizó su dedo índice hasta la entrada del vulcano, primero con lentitud, palmando ligeramente su interior, feliz de conocer cada rincón de aquel sitio gracias a la medicina que dominaba tan bien y por el hecho de conocer el punto preciso donde la próstata vulcana haría a Chris retorcerse de placer. Su dedo exploró aquel sitio, conociendo su estrechez, abriéndose paso lentamente en un lugar prohibido para cualquier otro hombre, moviéndose en círculos para prepararlo a algo que lo llenaría más que ese roce. Chris ya jadeaba de nuevo y su erección se encontraba despierta como en su primera ocasión, más se contenía, solo porque sospechaba que el placer seria infinitamente mayor si lo sostenía todo hasta el final. La erección de McCoy no necesitaba la capacidad de hablar para gritar cuanto deseaba irrumpir en el interior de Chris en embestidas que lo marcaran de por vida, pero este lo soportaba lo mejor que podía… ya había llegado hasta ahí, podría soportarlo un poco más. Su vulcano lo merecía, debía volverlo maravilloso para él.
— Hazlo, Leonard… lo necesito… — Ahí estaba esa voz ronca que le había arrancado el sueño en otras ocasiones. Ese vulcano podía provocarlo en tal nivel… — Te necesito adentro…
— George… — Gimió el doctor justo en su oreja derecha. Un segundo dedo llegó a ayudar al primero y juntos entraban y salían en un baile tortuoso de estocadas ligeras y una calidez que no terminaba de satisfacer a ninguno de los dos. — Maldición…
Bones sintió que debía penetrarlo pronto si quería terminar dentro de él, pero sus dedos le decían que Chris aún era demasiado estrecho y sin importar cuan relajado se encontraba en ese momento, aun podía hacer más por él.
Comenzó a besar su cuello y morder cuanta piel tuvo frente a él, cuando un tercer dedo se enterró entre los glúteos del vulcano y este soltó un gemido en forma de grito, no tan alto, pero lo suficientemente sensual como para terminar con la calma de McCoy.
— ¡Leonard!, ¡Ah, Leonard!, ¡Así, ah, ah, dámelo, ah! — Chris comenzó un vaivén con sus caderas tan pronto sintió los dedos del doctor empalándolo ligeramente. Su miembro no lo soportaría por mucho, pues ya daba indicios de estar por eyacular una tercera ocasión.
Con desesperación, Bones alzó las piernas de Christophé—no sin sorprenderse en el acto por su propia fuerza rejuvenecida— lo presionó contra la pared para que no fuera a caerse y con toda la agilidad que estuvo en su haber, introdujo su virilidad en la entrada del vulcano hasta la mitad de su extensión. Sabía que debía haber ido lento, primero la cabeza y después esperar a que se acoplara, pero el calor lo estaba matando por dentro y necesitaba sentir aquella estrechez lo antes posible.
Para Chris, aquel momento fue suficiente para recapitular su posición y usar la lógica.
Bien… eso no era como lo pintaban las historias… EN LO ABSOLUTO. DOLÍA LOS MIL DEMONIOS, MILLONES, MILES DE BILLONES. No era tierno. No era suave. No era un delicioso baile entre dos figuras enamoradas. Y el doctor era enorme, mucho más de lo que pensó al comparar el falo de ambos… no quería ni imaginar cómo habría sido si el doctor fuera vulcano. Posiblemente ahí habría terminado el romance. Aquella intromisión no se sentía como la había imaginado, no había comparación entre los dedos y un miembro palpitando en su interior. Aquello era doloroso e incómodo, mucho, muy incómodo.
— ¿Estás bien? — McCoy notó como todas las expresiones eróticas en el rostro de Chris desaparecieron en tan solo un instante y se asustó. Quizá si debió ir con calma al final de cuentas. ¡Carajo, lo había jodido! — ¿Chris?
La voz nerviosa del doctor lo preocupó más, ¡jamás se perdonaría si mataba el romance justo en ese momento!
— Si, yo… bueno, es que… — Su voz no encontraba manera de decir algo que, sabía, era mentira. Comenzó a jadear con dificultad.
— ¿Quieres que lo…? — No podía dejar de cargar a Chris, pero sabía que algo estaba yendo mal y que posiblemente eso se estaba terminando en ese preciso instante.
— ¡No, no, no, no!... es solo… creo que necesito… ahm… — El vulcano apoyó sus manos en los hombros del doctor, después en la pared detrás de él y al final lo empujó para separar su agarre.
— ¿"Apoyo"?, ¿quieres que te baje?, ¿o yo…?
De pronto toda esa posición se volvió estorbosa y el calor dejó de ser por el sexo y más por lo bochornoso que se estaba volviendo el explicar que eso de ser desflorado por la brava no era tan erótico como lo hacía ver el porno terrestre.
Bones salió lentamente de Chris y lo dejó tocar el suelo de nuevo con sus propios pies. El menor se encontraba completamente apenado, ni siquiera deseaba mirar el rostro de Bones, que seguramente estaría molesto con él por arruinar el momento habiendo llegado tan lejos.
— Tranquilo, ven aquí. — Pero el hombre no tuvo más que dulzura para su vulcano, abrazándolo con fuerza contra su pecho y acariciando su espalda con ternura. — No te preocupes, iremos con calma. No tienes por qué presionarte… ya pasará.
Los ojos celestes del vulcano se abrieron con asombro. ¿Podía ese hombre ser más perfecto?, ¡Cuánto lo amaba!
— Ven. — Fue todo lo que necesitó decir. Tomó la mano del doctor y lo guió fuera del baño, hasta estar de nuevo juntos en la cama, acariciándose y dedicándose miradas de amor.
No hubo palabras ni voces más allá de sus gemidos y los sonidos húmedos de sus cuerpos frotándose. Una vez que Chris puso su mano en el rostro de Bones, este sintió la fusión mental dentro de su cabeza, percibiendo todo el placer que el obsequiaba al cuerpo de Chris, como propio. De pronto supo donde tocar más efectivamente, que áreas lo hacían estremecerse, que partes de su cuerpo ardían en deseo. De igual manera, Christophé sintió el deseo ardiente de su amado doctor, vio como lo sentía a él, como parte de una obra de arte y todo el amor que le profesaba. Entonces el miedo se disipó por completo.
Christophé separó sus piernas con generosidad para que el doctor se posara entre ellas. Bones besó los labios del vulcano, después acarició sus dedos índice y corazón en un beso vulcano, mientras con su otra mano guiaba su hombría dentro del cuerpo del menor, con mayor tacto que la vez anterior. Al principio fue difícil forzarse a entrar en un sitio tan pequeño e inexplorado. La respiración de Chris se aceleró y su mano libre se aferró a las sabanas como su único escape al dolor. Bones notó esto y comenzó a masturbar su pene, desde la base en su vientre bajo, hasta la punta humedecida, dando toques ligeros sobre esta para distraer con placer la mente de aquel vulcano deseoso. Gracias a todo ese empeño, lentamente Bones se introdujo por completo en el cuerpo del vulcano… y si, era muy machista y estúpido de su parte sentirlo, pero una pequeña, ¡muy pequeña!, parte de su interior se regocijaba con la idea de ser el primer hombre en la vida de Christophé. Tener ese dulce privilegio de desflorarlo y ser quien se enterrara por primera ocasión en esa dulce piel vulcana tan estrecha y cálida. Sabía que estaba mal disfrutándolo, pero no era capaz de borrar la idea por completo de su cabeza.
El joven vulcano aguardó hasta que su cuerpo se sintió adaptado a esa intromisión y con un golpe ligero de talón sobre la espalda del doctor, finalmente le indicó que estaba listo para su vaivén de intromisiones continuas.
Bones se irguió lo suficiente para salir casi por completo de Chris, para poder volver a entrar. Al principio un movimiento lento, después un segundo, un tercero y entonces las embestidas comenzaron a seguir un ritmo. Chris jadeaba, se retorcía, cerraba los ojos con fuerza y jaloneaba las sábanas bajo él. Seguía siendo extraño, seguía siendo incomodo, pero el dolor comenzaba a acoplarse más y más hasta que las estocadas pasaron a rozar ese punto dentro de él que lo humedecía más de lo que lo hería. Entonces supo que estaría bien. Mucho mejor.
Bones jadeó con una voz gruesa, hasta que esos jadeos se transformaron en gemidos que contenían el segundo nombre de Chris, aquel que solo el pronunciaba y de manera muy efectiva. Decir "George" una y otra vez contra su oreja, satisfacía una parte muy subconsciente del vulcano que lo obligaba a desear ser el único pensamiento en la mente de su amante mientras se apareaban.
Las embestidas llenaron la habitación del sonido inconfundible del sexo, mientras Bones entraba y salía ya más seguro de Chris y este se separaba en el momento preciso para hacer que aquel encuentro entre estocadas fuera más profundo y más certero. Cada vez que golpeaba su interior, el vulcano se estremecía y Bones gritaba más fuerte su nombre. Las penetraciones fueron tan profundas que Bones se sintió obligado a aumentar el ritmo y la intensidad, penetrando una y otra y otra vez, cada vez más fuerte, cada vez más profundo. Los golpeteos hacían eco en todo el lugar y Chris no pudo soportar más el gritar el nombre de Bones una vez que este golpeó su próstata con aun más fuerza.
— ¡LEONARD! — Arañó al hombre mientras lo decía y dejó caer su cuerpo cansado sobre las sabanas después de esto.
Bones cabalgó solo un poco más dentro del vulcano antes de liberar su orgasmo dentro de él, corriéndose en su interior y sintiendo ese ligero calambre que aturdía su cuerpo siempre que tenía esa maravillosa experiencia de placer que jamás había vivido a tal magnitud hasta ese momento. Una parte de él seguía siendo irracionalmente pasional y no quiso salir de Christophé hasta que sintió que había liberado realmente toda su semilla en él, como si algo en ese acto fuese a impedir a Christophé pensar en cualquier otro hombre.
Sus respiraciones se encontraban agitadas, pero juntas fueron regresando a un ritmo normal, mientras el corazón del doctor se escuchaba perfectamente en el oído que el vulcano tenía recargado contra su pecho.
—Te amo, Leonard.
— Ya me escuchaste decírtelo, no te lo voy a repetir, duende.
Christophé sonrió divertido y hundió su cabeza en el cuello de aquel hombre tan irracional que lo hacía inmensamente feliz. Se felicitó internamente… el sueño de un niño vulcano al que su planeta rechazaba y que no tenía apoyo de sus padres se volvió realidad. Aquel doctor cascarrabias e ilógico lo llevó a su lado a los confines del universo. Finalmente lo notó. Finalmente fue suyo.
Bones observó la luz intensa que venía desde afuera de la ventana y volvió por un momento a sus pensamientos antes de comenzar su momento de pasión con su vulcano.
Tan pronto James volviera, debían encontrar a Jim. Ahora más que nunca lo necesitaría para apaciguar la ira de aquel celoso vulcano una vez que descubriera que su compañero de casi toda la vida, amigo y jefe de medicina iba a ser su yerno. El mismo Jim sería difícil también.
Sintió entonces, sin tener la menor idea, que era afortunado que Jim no pudiera leer sus pensamientos ni entrar en su cabeza. Quien sabe que horrores le esperarían con ese cretino histérico creador de problemas si llegaba a ver lo que le había hecho a su pequeño vulcano en aquel momento.
…
Bones no tiene idea xD
En fin… fue extraño recibir respuesta tan rápido de la última actualización. Agradezco mucho su comprensión (pues como alguien que también lee fics, ODIO cuando hacen lo que yo hice), e intentaré compensar un poco con los capítulos que vienen.
Dicho más, dicho menos, este capitulo no avanza la historia, pero tenía tiempo deseando escribirlo y tengo que decirlo: NUNCA HE ENTENDIDO TODOS ESOS FICS SOBRE PERDER LA VIRGINIDAD. Ja,ja,ja lo juro! Es tan… irreal. Me encanta porque muchas veces leo fics donde el pasivo es lo mas pasivo de lo pasivo y aun asi se compromete con esto como si fuera estrella porno. No estoy diciendo que este escribiendo algo extraordinario, pero me gusta describir sus dudas, el miedo, la negociación y más cuando se trata de un chico con un hombre de mayor experiencia. ¿Quién espera a un cretino que te viola inmisericorde desde tu primera vez? Ja, ja, ja creo que nunca lo entenderé (eso incluye al yaoi en general, donde casi siempre, la primera vez representa un ataque hacia el uke). Era todo lo que quería sacar de mi pecho.
Y no lo olviden, Kelley es super sexy en el estilo de la old school :p
Gracias, alexpotter(gracias por amar a Chris, el te ama a ti—no tanto como a Bones, pero ya sabes—) , kukumomo (no serán 1000, pero según los antecedentes, uno o dos si podrían ser :p), Maria Leon (es el infierno escribir después de no hacerlo en mucho tiempo… estoy escribiendo por 5 minutos y de pronto… ¡oh, es una mosca!, además este aparato no tiene la letra L—no es broma jaja debo escribirla en todas las faltas a final de escribir un capitulo como parte de una revisión— pero prometo que lo terminaré), Midorifanic (me tienes por completo en tu poder desde que dijiste "paciente" xD y ciertamente, esto cada vez se vuelve más Kirk que Jim) por el apoyo, pensaré en una manera de compensar su espera. Este lemmon va para ustedes (salud! xD)
Nos leemos pronto!
By: R:15
