I'm back again (por qué me da por poner cosas en inglés?..) tras desesperarme por intentar poner este capítulo ayer por la noche y no poder TT.
En fin ya las cosas se han calmado un poco y CHAN-CHAN en este capítulo, que vuelve a estar centrado en Zoro el chico ya lo pasa mejor, ya no me he quemado tanto con él.
Bueno y ay empiezan los capítulos a aumentar de tamaño otra vez, los anteriores eran de 8 páginas, este ya es de 9 y según se acerca el final de la historia me emociono yo sola y los capítulos siguen aumentando su número de páginas, de hecho en el último capítulo tuve que controlarme porque me emocionaba yo sola y casi tuve que dividirlo en dos capítulos así que acabé optando por eliminar algunas cosas que no eran imprescindibles.
Bueno dejo aquí las respuestas a los anónimos y a un no-anónimo pero es que internet me está tocando las narices y no me dejaba responder el review.
-Venica-chan: Malditos exámenes, yo estoy estresadísima porque mañana tengo uno y pasado mañana otro, luego por suerte tengo una semanita de de descanso hasta el siguiente. Muchas gracias por el review y más aún por leerte el fic nada más llegar del examen, me alegra muchísimo que te guste. Suerte en los demás exámenes ¡nos vemos! Muacks!
-Angel nemesis: Internet y Fanfiction conspiran contra mí y no me dejaron contestar tu review así que te contesto aquí.Y no te preocupes que Luffy no es "fan" de Nami, pero todos sabemos cómo es el capitán con sus nakama, ne?Pero bueno como ya dice la descripción del fanfic esto es un Zoronami, así que antes o después (más bien después que antes) le daré a la pareja el protagonismo que se merece. Un besotes y muchas gracias por el review!
P.D: debido a que empiezo los exámenes mañana esta tarde me voy para León y allí no tengo ordenador así que hasta el miércoles (que es cuando vuelvo) no puedo colgar el siguiente capítulo. Lo siento de verdad, en compensación el miércoles intentaré subir dos, aunque como siempre todo depende de que mi conexión no se vaya al garete de nuevo.
P.D.2: vaya parrafada que os he soltado U.
CAPÍTULO 11: 10 RAZONES PARA ODIARTE
Nami y Arashi fueron recibidas en el barco con vítores, abrazos y una celebración por todo lo alto. Sanji preparó una gran cena llena de deliciosos manjares y suculentos postres de todo tipo, Luffy reía contento y proclamaba a los cuatro vientos que ya podría convertirse en el rey de los Piratas, Ussopp utilizó varias de las bombas que había hecho organizando un modesto, pero aún así bonito, espectáculo de fuegos artificiales.
Robin, normalmente fría e inexpresiva, recibió a Nami con un sencillo abrazo, no se dijeron nada entre ellas, llevaban compartiendo habitación mucho tiempo y eran capaces de entenderse sólo a base de miradas y gestos. El cocinero estaba más empalagoso que nunca, no se despegaba de Nami e incluso llegó a darle la comida él mismo, alegando que "Nami-san estaría cansada y no hacía falta que hiciese el esfuerzo de llevarse el tenedor a la boca si él estaba allí".
Chopper insistía en hacerle una revisión a ambas, para ver si estaban bien, ofrecimiento que fue rechazado amablemente por Nami varias veces. La navegante no pudo evitar sentirse feliz de volver, para ella, el Going Merry se había convertido en su hogar, y la tripulación en su familia, aunque eso es algo que nunca les diría a sus camaradas, claro está.
La pelirroja, por su parte, se dejó mimar por sus compañeros, incluso dio un beso en la mejilla a Sanji como agradecimiento, lo que hizo que el chico tuviese que recibir primeros auxilios del médico puesto que se desmayó de la impresión.
Luffy no tardó en ponerse a jugar con Arashi, la cual levaba uno de los vestidos nuevos que Nami le había comprado, y que reía estrepitosamente acompañando las sonoras carcajadas del capitán.
Zoro, era el único que no se había unido a la fiesta. El espadachín reposaba al otro lado de la cubierta, recapacitando sobre todo lo que le había dicho a Sanji esa tarde. Realmente la quería, no se había dado cuenta hasta que por su propia culpa la había perdido, y ahora que había vuelto al barco, no sabía si la podría volver a recuperar.
Desde que la habían encontrado, la chica ni se había dirigido a él. No le había dicho ni una sola palabra, sólo le lanzaba alguna furtiva mirada de reproche de vez en cuando
No sólo era Nami la que se comportaba así, el resto de sus camaradas también le evitaban. Chopper y Ussopp no habían hablado con él desde que había vuelto, Sanji evidentemente no quería ni acercársele, e incluso el capitán, de quien esperaba una calurosa bienvenida por haber traído de vuelta a la navegante, sólo le había dirigido la palabra para saludarle y decirle que ahora ya podían proseguir con su aventura.
Nadie se había acercado a él para invitarle a la fiesta, y de hecho cuando se acercó a la zona donde sus camaradas reían, bebían y comían, el ambiente enmudeció y todo fueron miradas acusadoras y murmullos a su respecto. El chico, sintiendo la tensión, cogió un vaso y se alejó, dejando a sus compañeros proseguir con su diversión.
Se sentó solo, en la cubierta, a unos metros de sus compañeros, observándolos con atención. Viendo las sonrisas en sus rostros y oyendo sus voces cantar canciones de piratas y de amistad.
La niña, que jugaba con una pelota alrededor de la mesa donde todos estaban reunidos, se cansó del juguete y lo lanzó contra la pared. La pequeña vio a Zoro y empezó a acercarse a él, primero, lo intentó a pie, pero viéndose incapaz de dar más de dos pasos seguidos sin caerse, la pequeña optó por ir a gatas. Ni Zoro, ni el resto de la tripulación se dieron cuenta, pues los unos estaban demasiado inmersos divirtiéndose y el otro demasiado concentrado en sus propios pensamientos.
Fue cuando la niña se agarró del pantalón del chico para ponerse en pie, cuando éste se dio cuenta de que había ido con él.
-Arashi- la niña sonrió al oír su nombre, y lo balbuceó a duras penas riendo después sin control.
El espadachín no pudo evitar mirar a la pequeña con ternura, esos enormes ojos azules, esos tirabuzones pelirrojos y el vestido verde que llevaba puesto la hacían realmente encantadora.
-¿Tú no me odias?- preguntó desesperanzado el espadachín aún sabiendo que no iba a obtener respuesta alguna.
La niña, por su parte, dio un par de vacilantes pasos, aún agarrada a su pantalón y se subió sobre el regazo del chico, donde se sentó para posteriormente abrazarle con sus pequeños brazos agarrando la camiseta de éste con sus manitas. Zoro notó con se formaba un nudo en su garganta, y correspondió a la pequeña cogiéndola y abrazándola con fuerza contra sí mismo, en busca de algo de consuelo por nimio que éste fuese.
-Zod-do- la niña balbuceó algo incomprensible para el espadachín, que la miró confuso y acabó por no hacerle caso "Sólo tiene cerca de un año, no creo me esté diciendo nada" pensó el espadachín. Pero el chico cambió de opinión cuando la pequeña, tras repetirlo varias veces se echó hacia atrás apoyándose en las piernas de Zoro y señalándose a sí misma dijo.
-Adashi- después de decir esto, señaló al espadachín y con una sonrisa le dijo- Zodo- la niña repitió la operación señalando al resto de la tripulación desde donde se encontraban.- Duffy, Ussó, Sanwi, Dobin, Choppe- finalmente, la pequeña señaló a la navegante, y tras unos segundos, en los que parecía estar resolviendo un complicado dilema en su cabeza dijo- Mamá Nami-
Zoro la miró estupefacto, no se podía creer que la niña ya se supiese los nombres de todos. Pero lo que más le sorprendió era que considerase a Nami su madre, aunque dado que la navegante pasaba con ella casi las 24 horas del día y que la cuidaba constantemente no era de extrañar. El espadachín se preguntó si habría sido la pelirroja la que le había enseñado eso a la niña, se lo tendría que preguntar, si es que algún día conseguían hacer las paces claro.
Zoro sonrió y recostó a Arashi contra él, acariciando la cabeza de la pequeña suavemente, consiguiendo que ésta se durmiese profundamente al cabo de unos minutos. Sin duda, estos últimos dos días también habían sido muy ajetreados para ella, pues si para la tripulación, que ya eran, supuestamente, adultos, resultaba difícil de entender, para una niña de su edad debía ser incomprensible.
El espadachín, observó atentamente a la niña, que respiraba profunda y pausadamente y se agarraba de él como si en ello le fuese la vida. El chico, acarició cariñosamente la cabeza de Arashi por última vez, y se recostó, intentando encontrar una postura más cómoda para dormir un poco. Cerró los ojos e intentó dejar la mente en blanco, pero había demasiadas cosas en su cabeza y le resultaba imposible, además el ruido de las risas de sus compañeros le estaba sacando de sus casillas y estaba luchando consigo mismo por no acercarse a ellos y gritarle cuatro cosas, pero ya había metido la pata demasiado estos días por culpa de su bocaza.
Cansado de la situación y sintiéndose cada vez más fuera de lugar, optó por ir a acostar a la niña, que seguía profundamente dormida. Se levantó con cuidado para no despertarla y fue hasta el camarote de Nami, donde la tumbó en el sofá y la cubrió con una suave manta. Zoro se estiró lentamente y bostezó, se estaba muriendo de sueño pero era incapaz de dormir, cómo odiaba esa sensación. Se sentó en el suelo, junto al sofá, y hundió la cara entre sus manos, intentando relajarse. Cerró los ojos y probó de nuevo a vaciar su mente, sin resultado alguno, cada vez que lo hacía le parecía sentir las acusadoras miradas de sus camaradas sobre su nuca.
-Esta noche tengo que hablar con Nami, aunque sólo sea para sentirme mejor y no comerme la cabeza- Zoro se habló a sí mismo para animarse a cumplirlo, y se levantó, dispuesto a ir a la cocina para picar algo. No había comido nada desde la hora del desayuno y le llevaban sonando las tripas desde el mediodía.
El chico cruzó la cubierta, siendo otra vez presa de las miradas de la tripulación. Todos enmudecieron ante la aparición del espadachín y le siguieron con la vista hasta que desapareció dentro de la cocina cerrando la puerta tras de sí de un portazo. Una vez dentro, se acercó a la nevera y descubrió con estupor que no había nada hecho, y el no tenía ni idea pajolera de cocinar. "Genial" pensó para él a la vez que cerraba de un golpe la nevera y bufaba contrariado. Se dio una vuelta por la estancia y descubrió el maravilloso frutero, sin pensárselo dos veces cogió un par de manzanas, se sirvió un tazón de leche y se aventuró coger de la despensa unas galletas que seguramente el cocinero había hecho para las chicas, pero eso a él no le importaba en esos momentos, le podía la gula.
Se sentó tranquilamente en una de las sillas de la cocina y apoyó los pies sobre la mesa, al fin y al cabo nadie le diría nada, pues todos estaban demasiado entretenidos divirtiéndose fuera como para venir a sermonearle por poner sus botas sobre el lugar donde comían habitualmente. Dio un gran mordisco a una de las manzanas, que le supo a gloria, no sabe si por el hambre que tenía o porque realmente eran tan buenas como parecía. Acabó con las dos piezas de fruta en un momento, y se dispuso a tomar la lecha acompañada con las galletas, aunque menos, la sensación de vacío aún seguía haciendo que le doliese el estómago.
Antes de darse cuenta, en apenas 15 minutos, había acabado con la caja de galletas, dejándola totalmente vacía, y se había bebido un litro de leche. Por fin había conseguido saciarse, aunque le iba a costar caro, entre dudas, finalmente escondió la prueba del delito, tiró la caja de cartón por la ventanilla, no quedándose tranquilo hasta oír el cartón chocando contra el agua. Por otra parte, cogió la botella de leche que había dejado vacía y la puso junto a otros recipientes de cristal que tenía Sanji guardados por si hiciesen falta algún día.
El chico limpió el tazón que había usado, intentando dejar el menor rastro posible de su presencia, si se le hubiese ocurrido dejar el tazón sucio para que lo limpiase Sanji como hacía habitualmente, probablemente al día siguientes dormiría debajo de un puente porque ya le habrían echado del barco. Bostezó de nuevo, cada vez tenía más sueño y cada vez se veía más incapaz de quedarse dormido. Salió de la cocina y tras enfrentarse de nuevo a las miradas de sus camaradas fue hasta el camarote masculino a coger unas pesas y se puso a entrenar en la cubierta de popa, esperando así cansarse y poder dormirse de una maldita vez.
A los pocos minutos, Zoro pudo oír como el jaleo de la cubierta de proa iba disminuyendo considerablemente. El espadachín, curioso, se ocultó en la profunda oscuridad de la noche para indagar en lo que pasaba. Tal y como pensaba sus camaradas se iban retirando, Luffy, Chopper y Ussopp fueron los primeros en acostarse, dejando a Nami, Robin y Sanji con todo el embolado de recoger todos los platos, bandejas, vasos cubiertos y demás que habías usado en su pequeña siesta.
La navegante se quejaba continuamente por hacer lo que ella consideraba, el trabajo de los otros, que habían manchado mucho y ella no. Robin llevaba cosas a la cocina tranquilamente, sin queja alguna y de vez en cuando miraba a Nami indicándole que se calmase, pero la pelirroja estaba demasiado ocupada descargando su ira sobre Sanji como para hacer caso a su compañera.
Pese a las discusiones, las quejas y demás contratiempos, los tres consiguieron recoger y colocar todo en un momento, en el fondo, hacían un buen equipo. Una vez todo estuvo más o menos limpio, Robin anunció que se iba a dormir ya que estaba muy cansada.
-Bueno chicos, yo me voy a la cama que estoy cansada-
-Quédate un rato anda, que sino me aburro-
-Lo siento navegante, pero estoy que me caigo-
-Robin-chwan, yo te llevaré hasta tu habitación-
-Eres todo un caballero cocinero, pero no necesito ayuda. Además, creo que aquí hay alguien que te necesita más que yo- añadió la morena mirando suspicazmente a Nami, la cual respondió con un gesto malhumorado y poniendo los brazos en jarras-
-¡Yo no necesito nada!- se sulfuró la navegante.
Robin sonrió para sí y sin mediar palabra se despidió de ellos haciendo un gesto con la mano y desapareció de la cubierta dejando un gran silencio tras de sí.
-Nami-swan-
-¿Hai?-
-¿Dónde está Arashi-chan?- preguntó el cocinero inocentemente mientras encendía un cigarrillo
Nami se sobresaltó en cuanto oyó la pregunta, un escalofrío recorrió todo su cuerpo y sintió sus piernas flaquear. Abrió los ojos de par en par y se tuvo que agarrar a la barandilla para no caerse, se acaba de dar cuenta de que Arashi había desaparecido de su vista hace unas tres horas y que suponiendo que estaba jugando no la había prestado atención.
-¿Nami-san? ¿Estás bien?- el rubio se acercó a ella con una expresión preocupada y la ayudó a recuperarse.
-Sanji-kun……no lo sé- la chica lo miró con una expresión desesperada en el rostro, y soltándose de él violentamente empezó a recorrer la cubierta a zancadas, mirando nerviosa en todas direcciones.
-Tranquila Nami, vamos a buscarla-
-¿Y si se ha caído por la borda? No sabe nadar, es culpa mía, tenía que haberla vigilado-
Nami, nerviosa, daba vueltas y movía las manos sin saber que haber con ellas, Sanji se acercó a ella y la detuvo sujetándola por los hombros con fuerza, mirándola frente a frente. La chica se detuvo al instante y miró desconsolada al chico.
-Lo primero, tranquilízate. Lo segundo, tú no tienes la culpa de nada. Y lo tercero, vamos a mirar a tu camarote, a lo mejor Luffy o alguien la ha llevado allí.¿Vale Nami-san?-
Ella respiró profundamente y soltándose del chico asintió con la cabeza, para posteriormente dirigirse a su habitación, rogando por que lo que el cocinero había dicho fuese cierto. Nami corrió en dirección a su habitación y abrió la puerta de golpe, entró apresuradamente en la estancia, con la respiración entrecortada, y al ver a la niña en el sofá plácidamente dormida, se dejó caer de rodillas en el suelo.
Sanji entró en la habitación segundos después, y sonrió al ver a la niña, ayudando a Nami a incorporarse tras dejar que ésta descansase un poco.
-¿Ves Nami-san? No tenías que haberte preocupado tanto-
-Sanji-kun-
-¿Hai Nami-san?-
-Eres un encanto-
-Nami-swaaaaaaaaaaaaaaaaaan cuánto me halaga qué me digas esto. Pero tú eres muchísimo más encantadora que yo, hermosa sirena de los mares que iluminas mi alma con el resplandor de tu dulce voz-
-Déjalo ya Sanji-kun, vas a despertarla-
El chico enmudeció al instante y ofreció su brazo a la navegante, la cual no lo rechazó y ambos salieron de nuevo a la cubierta, dispuestos a tomar un poco el fresco antes de irse a dormir.
-Nami-san…¿me dejarías ir a dormir a tu camarote esta noche?- preguntó Sanji inocentemente a la pelirroja mirándola con ojos tiernos.
-¡Sanji-kun!- se exaltó ella y le dirigió una expresión amenazante al rubio, que se cubrió instintivamente esperando un capón.
-Eh, eh, eh, para una vez que no lo digo con ESA intención. Es que te he echado mucho de menos, y me gustaría estar allí para poder echarte una mano con Arashi-chan si se despierta-
-Está bien Sanji-kun, ¿pero no intentes nada raro eh?-
-Te lo prometo Nami-san. Bueno, yo me voy ya, que tengo que preparar mi Hamaca y luego ya me acostaré.¿te vienes? –
-No, me quedo un ratito más-
-Entonces, hasta mañana preciosa-
-Buenas noches Sanji-kun-
Cuando el rubio ya se había ido, Nami se sentó en la cubierta, sacando las piernas por los huecos de la barandilla del barco, dejando los pies colgando por encima del agua y tumbándose en el suelo, mirando las estrellas fijamente. Localizó unas cuantas constelaciones conocidas para ella, como buena navegante que era debía tener ciertas nociones de astronomía para poder guiarse en el mar de noche. Cerró los ojos un instante para descansar la vista, y cuando volvió a abrirlos en vez del cielo, se encontró con la cara de Zoro, que estaba de pie a su lado y la mirada curioso rascándose la cabeza.
-Oi Nami-
Ella lo ignoró, y se incorporó rápidamente con la única intención de darle la espalda al espadachín, para ver si así se daba por aludido y la dejaba en paz. Zoro, que entre otras muchas cosas, era conocido por su cabezonería y perseverancia, no cesó en su empeñó y se acercó a ella, agarrándola desde atrás del hombro, intentando que se diese la vuelta.
-Oi Nami…¡NAMI!-
-Déjame en paz imbécil- dijo ella sin levantar la voz y muy lentamente, sílaba por sílaba y con una voz que indicaba claramente que esta MUY enfadada, de hecho, si fuese un gato en vez de una persona, muy probablemente se habría erizado y le estaría bufando.
-Nami, por favor-
-QUE ME DEJES-
Zoro respiró profundamente, luchando consigo mismo por no enfadarse y gritarle a la navegante, eso empeoraría aún más las cosas, y era lo que menos necesitaba en ese momento. Se masajeó las sienes intentando tranquilizarse y cogió aire de nuevo. Se puso junto a ella apoyado en la barandilla y se dispuso a soltar su discursito.
-Oi Nami, no me hables sino quieres, ni me mires sino te apetece, pero por lo menos escucha lo que tengo que decirte. Luego, si quieres haz como que no has oído nada, pero por lo menos déjame desahogarme. Si no lo hago me va a estallar la cabeza-
-Está bien, te escucho. Pero sólo para que me dejes en paz de una vez-
-Mira Nami, me cuesta mucho decirte esto y tú lo sabes mejor que nadie. Lo siento muchísimo, realmente no pienso nada de lo que dije, no creo que seas un estorbo y no me arrepiento de haberte conocido. Estaba enfadado, en parte porque no me hacías caso, y reaccioné como no debía, ya sabes que a mi se me va la fuerza por la boca.- Zoro miró a la chica, y descubrió que ella lo observaba atentamente, realmente dispuesta a oír todo lo que tenía que decirle.
-Continúa- ordenó ella tajante y cruzada de brazos mientras miraba a Zoro con curiosidad
- El expresarme con palabras no es muy fuerte, así que iré al grano. Me tenías preocupado, no creo que te lo hayan dicho pero he estado buscándote durante estos dos días, de hecho hoy ni comí por poder buscarte durante más tiempo, y sino te hubiésemos encontrado no habría vuelto al barco. Se que me porté fatal contigo, y realmente estoy arrepentido, pero creo que ya me estáis castigando bastante. Comprendo que tú o Sanji no me queráis ni ver, pero es que ni siquiera Luffy me dirige la palabra- el espadachín hizo una pausa, y cogió aire, dispuesto a proseguir con su discursito de nuevo.
-No me digas que no te lo mereces-
-Sí, me lo merezco. Por favor, con todo esto te estoy pidiendo que me perdones, no te pido que te lleves bien conmigo ni anda de eso, con tu perdón me basta, aunque me sigas odiando y evitando por el resto de travesía que nos quede juntos-
-Me has hecho mucho daño Zoro, aunque ahora te dijese que te perdono, en mi interior dudo que lo consiguiera alguna vez- dijo ella apartando su vista por fin del chico y mirando fijamente al suelo mientras se mordía el labio inferior.
La chica se sentó en el suelo de nuevo, esta vez apoyando su espalda en la barandilla, el espadachín la imitó y se sentó a escasos centímetros de ella. Nami le miró de nuevo, esperando que el chico dijese algo más que eso, pues con el discurso que le había dado no iba a conseguir nada.
-¿Llevaste tú antes a Arashi-chan a mi habitación?- preguntó ella más por curiosidad que por otra cosa.
-Sí, es que se vino conmigo y se me durmió encima-
Nami no contestó nada, sólo se estiró y dirigió su vida de nuevo al cielo. Zoro la miró fijamente durante unos segundos y tras aclararse la garganta decidió proseguir con todo lo que tenía que decir.
-Mira, realmente lo siento, de verdad. Yo…yo….me he sentido fatal conmigo mismo estos días..y si no te digo esto reviento. Puede que seas avariciosa, egoísta, interesada, quejica, déspota, mandona, agresiva, irritante, un poco prepotente y que estés casi siempre de mal humor, tengo estas 10 razones o incluso más para odiarte, pero aún así no puedo. Soy incapaz de odiarte y no sé por qué, por eso me duele tanto haberte dicho todo eso, porque realmente no lo siento.- el chico se acarició la cabeza y miró a Nami, con una mueca entre la vergüenza, el arrepentimiento y la desesperación que le hacían parecer adorable.
-Me tienes en un altar- dijo ella sarcástica y sonriendo tristemente, realmente era todo lo que Zoro había dicho, aunque es algo que nunca reconocería claro está
-No te lo tomes a mal, no iba con esa intención-
-Mira Zoro, puestos a sacar verdades tu a mí me resultas cargante, prepotente, descerebrado, engreído, seco, borde, insensible, insociable, hiriente y además un chulito de tres al cuarto, pero aún así yo tampoco puedo odiarte, el problema es que me has hecho tanto daño que aunque no te odie no me siento capaz de perdonarte-
-Me alegra oír eso-
-¿El qué?-
-Que no me odias- Zoro sonrió levemente y miró a Nami suplicante, pidiéndole perdón sin palabras.
-Lo siento Zoro, pero no puedo-
Sin mediar más palabras Zoro se levantó y se dirigió hasta los mandarineros de Nami, sin pensárselo dos veces y bajo la mirada acusadora de la joven, cogió una de las frutas y se la lanzó a la navegante, al cual la cogió al vuelo. Luego cogió otra para él y volvió a su sitio junto a la chica.
Ella lo miró curiosa, y tras pelar la mandarina y comerse un apud e gajos se atrevió a preguntar.
-¿Y eso?-
-Tengo hambre, y pensé que te apetecería una a ti también-
-Gracias-
-¿Me ha parecido oír un "gracias"?-
-Si, y déjate de tonterías que no está el horno para bollos-
- Lo siento, sólo pretendía calmar un poco el ambiente, esto está demasiado tenso-
-¿Gracias a quién?- añadió ella irónica y mirando suspicazmente a su compañero
-Lo siento-
-Fíjate por donde, nunca te había oído pedir perdón y esta noche te lo estoy oyendo muchas veces seguidas- siguió ella metiendo cizaña.
-Por favor déjalo, no me hagas sentir aún peor de lo que ya me siento-
-Está bien-
-Nami, hay algo más que tengo que decirte, pero esto me va a costar aún más que pedir perdón-
-¿El qué?-
-Yo…yo necesito que me perdones porque. Sin ti estoy perdido.-
-Eso ya lo sabía, eres incapaz de dar un paso en un pueblo sin perderte sino te acompaño-
-No es eso. Quiero decir que sino hubiese sido porque te conocí seguramente ya estaría muerto o vete tú a saber haciendo qué y dónde. Tú eres la que me lleva por el buen camino, la que me hace seguir, el tener alguien a quien proteger.. es lo que me da fuerzas muchas veces.-
-¿Y?-
-Que ese alguien eres tú.. yo..te necesito Nami-
Ante estas últimas palabras del espadachín y la tierna expresión de niño necesitado que tenía su rostro, Nami no pudo evitar sorprenderse y a la vez enternecerse. De Sanji se esperaba algo así, pero no de él. Zoro no necesitaba a nadie, Zoro era un luchador solitario. El ermitaño y abandonado espadachín, que perseguía un sueño que sólo le incumbía a él. Qué sólo levantaba la espada por él mismo y por nadie más. No, definitivamente no parecía la misma persona que yacía ahora ante ella, con una expresión de desarraigo en su rostro, que parecía ahora el de un niño abandonado suplicando algo de cariño.
Nami se acercó a él a gatas y poco a poco fue aproximando su mano a la cara del chico, hasta tocar su mejilla y acariciarla con suavidad, la navegante no podía creerse que fuese real, podría jurar que estaba soñando, o delirando, pero nunca que eso estaba ocurriendo de verdad.
El espadachín enrojeció con el roce de la chica, lo que hizo que su expresión resultase aún más infantil y que Nami sonriese ante la cara de susto que puso su camarada.
-Estás perdonado- dijo ella finalmente sentándose de nuevo en el suelo junto al espadachín, que aún estaba nervioso por la reacción que había tenido Nami segundos antes.
-¿Eh?-
-Puede decirse que lo que me acabas de decir, ha conseguido que me olvide de todo lo que me dolía lo que me dijiste ayer- Nami apoyó su cabeza en el musculoso hombro de Zoro, y cerró los ojos buscando algo de descanso.
Él, por su parte, enrojeció hasta las raíces del pelo, y su primer impulso fue apartarla, pero la dejó estar y cerró los ojos intentando descansar. Finalmente, bajo la luz de la luna y balanceados por el barco, se quedaron profundamente dormidos acompañados por la suave brisa marina.
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