La Venganza del Heredero y La Traición de la Marquesa

Valmont Riddle

Capítulo 1: El Crepúsculo

Caminando por la orilla de la playa, iluminada por un crepúsculo casi en su fin, se hallaba caminando la criatura más bella vista por el hombre. Era un hipogrifo robusto, tanto de pelaje como de plumaje dorado, los ojos negros reflejaban su extrema profundidad de pensamiento. Sus alas plegadas y su cabeza alzada imponían respeto al verlo. Más bella era la chica que montaba en él. De piel blanca, ojos azules como el cielo, cabello castaño oscuro y porte de una reina. El hipogrifo caminaba despacio por la arena, mientras su jinete miraba el mar.

- Es hora de regresar, Sterpeack. – dijo.

Al instante, el hipogrifo se dio la vuelta y empezó a trotar hacia el bosque que iniciaba al terminar la arena. Al llegar al límite de la playa, Sterpeack extendió sus enormes alas y se elevó sobre los árboles. El bosque no era muy grande, así que pronto llegó Sterpeack descendió el vuelo hasta llegar a un enorme prado, en cuyo centro había una casa de tres pisos. La casa era tan hermosa como todo el paisaje alrededor. Sus colores, amarillo y azul, daban una sensación cálida. El hipogrifo llegó al portón de la casa y al detenerse, la chica descendió de él. Sus pies descalzos caminaron por la madera del portón, y fue iluminada entonces por las velas que junto a la puerta había. Era realmente hermosa. Sus ojos reflejaban bondad, su cabello, que recibía los golpes del viento, la hacía lucir como de otro mundo.

No hubo necesidad de tocar la puerta, pues esta se abrió ante ella por si sola. Entró a un recibidor muy amplio, iluminado por cientos de velas flotando en las paredes. Por completo vacío estaba, así que ella continuó su camino, llegando a unas escaleras las cuales subió si hacer el más leve ruido. Al terminar las escaleras, pasó por una puerta que llevaba a una habitación de gran tamaño, adornada como una adolescente de 16 años lo haría. Se sentó en la cama que a la esquina del cuarto se hallaba y cerró los ojos. Realmente no daba mucha diferencia, pues la habitación estaba en total penumbra.

Agudizó el oído. Su casa debería de estar vacía, sin embargo ella estaba segura de que no era así. Podía sentir que alguien más estaba adentro, alguien que ella no reconocía por su aura.

Escuchó un ruido de vidrio rompiéndose en la planta baja, quizá en la cocina. Armándose de valor, sacó su varita y bajó las escaleras con el mismo sigilo con el que las subió. Entró a la cocina muy despacio para no ser notada, y se sintió patética. El aura desconocida no era más que de la elfina doméstica de la casa, Fely.

- Fely ¿qué haces despierta a estas horas? – le preguntó.

- Nada, ama. – contestó la elfina. – Estaba buscando algo, un cepillo para Sterpeack. ¿Dónde han estado, ama? El hipogrifo está lleno de arena.

La chica le sonrió a su elfina.

- Estábamos en la playa, yo estuve nadando un rato y Sterpeack estuvo revolcándose en la arena, jugando con las aves y así.

La elfina la miró suspicaz.

- ¿Sabe, ama? El hipo confía mucho en usted, la quiere con devoción de elfo doméstico… -

- Sterpeack es el hipogrifo de la familia, nos quiere a todos por igual. – le respondió.

Fely negó con la cabeza.

- Ese hipogrifo no es de la familia, es de usted, ama. Ya no obedece a nadie más que a usted.

La chica miró a Fely pensativa.

- ¿Qué dice mi madre de ello?

- Nada, su madre no dice nada. Pero a su padre no le hace mucha gracia que usted ande todo el tiempo sola por los terrenos de la casa.

- No es mi culpa eso. – contestó la chica dulcemente. – Las cosas, según ellos, están tan duras que me dejaron aquí, ya no me permitieron ir al colegio.

- Para su protección, ama, para su protección. – contestó Fely en el tono que lo haría una madre.

- No debe de haber problema entonces en que pasee por los terrenos.

- Su padre teme por…

- Mi padre me trajo aquí porque aquí estaría más protegida que en el colegio ¿no crees? – interrumpió cortésmente.

Fely estuvo a punto de replicar, pero en lugar de eso rió con alegría.

- No hay duda de que usted va a ser mejor maga que sus padres, tiene menos de la mitad de la edad de ellos y es notablemente más inteligente de lo que son ahora…

La chica sonrió apenada.

- No digas eso de mis padres, Fely. Ellos son lo que son y los quiero.

La elfina miró a su ama suspicaz.

- Si usted lo dice… ¿gusta algo de cenar?

Hasta ese momento la chica recordó que desde el almuerzo no había comido nada.

- Pues sí, lo que puedas hacer ahorita.

- Usted sabe que puedo hacer todo, así que dígame que…

Un ruido de cristal al romperse interrumpió a la elfina. La chica miró sorprendida a Fely y le preguntó:

- ¿Qué fue eso, Fely?

- No lo sé, ama, el anterior pensé que había sido usted.

Por un instante, la chica sintió que la casa se desvanecía…

- Yo pensé que el anterior habías sido tú, Fely.

La elfina miró con terror a su ama.

- ¡Nos atacan entonces, ama!

La chica sacó su varita y miró con atención cada detalle a su alrededor mientras la elfina corría a abrazar sus piernas.

- Suéltame, Fely, necesitamos no hacer ruido.

La elfina se separó con cuidado de su ama y se fue a refugiar bajo la mesa de la cocina.

- No te muevas de ahí, Fely, ahorita vuelvo.

Agitó su varita y todas las velas de la cocina y el recibidor se apagaron, dejando todo en la mayor penumbra.

- Ahora sólo usted ve, ama. – susurró Fely.

La chica empezó a caminar. Veía todo en blanco y negro, cada movimiento, por más ligero que fuera, no pasaba desapercibido ante sus ojos. Empezó a cruzar el recibidor cuando un ruido parecido a un trueno la hizo saltar en su lugar. Al instante, velas se encendieron por toda la casa.

Detrás de ella, apareció una mujer. Tenía ya casi cuarenta años, y era extraordinariamente parecida a la chica que tenía enfrente.

- ¿Madre? – le dijo la joven.

- De prisa, Emily, trae a Fely y vámonos de aquí.

Emily miró a su madre sorprendida.

- ¿Qué sucede? – le preguntó sorprendida.

- No lo sé, un llamado, algo dijo tu padre. Ya no estamos seguros aquí, parece que ha venido.

Emily sintió nuevamente que todo le daba vueltas… ¿él, ahí, en Francia?

- No… no puede. – musitó.

Su madre la tomó con energía del brazo y la jaló.

- ¡Fely¡Nos vamos!

La elfina salió de la cocina corriendo y se acercó a Emily. Pero Emily parecía haber perdido conciencia de la situación.

- ¡Ama¡Su madre dijo que nos vamos!

Emily reaccionó y miró a su alrededor. Todo parecía estar normal, todo tranquilo. Su madre la tenía sujeta por el brazo y su elfina estaba junto a ella. Nada parecía estar mal.

De no ser porque las luces se empezaron a apagar…

La madre de Emily miró aterrorizada cómo las velas se apagaban, sintiendo que el alma se le iba a los pies.

- Vámonos, vámonos ya. – susurró.

La puerta se abrió, dejando paso a que las dos mujeres y la elfina la cruzaran. La noche era tranquila, el cielo estaba completamente despejado.

- Es una noche hermosa. – murmuró Emily.

Nadie hizo caso. La elfina miró nerviosa a todos los lados, mientras la madre de Emily miraba a su alrededor.

- Ya se están tardando. – murmuró por lo bajo.

Emily miró a su alrededor también. Sintió un frío que le empezó a recorrer el cuerpo desde los dedos de los pies. A lo lejos, casi en la orilla del prado, una figura negraempezó a aparecer. El cielo se tornaba más oscuro y el frío cada vez calaba más a Emily.

Entonces, la figura a lo lejos tomó forma visible para ella. Era alta, negra, encapuchada…

- ¡Es un dementor! – gritó Fely.

La madre de Emily alzó la varita, dispuesta a entregar la vida por su hija.

El dementor aceleró su paso. Emily empezó a ver momentos terribles de su vida, cuando se perdió en la cueva, cuando casi muere su padre…

Escuchó a lo lejos unos golpes en la madera, y al mismo tiempo que desaparecieron las visiones de su mente, miró al dementor siendo golpeado por algo dorado. Miró a su madre, tenía alzada la varita y su expresión era de profunda sorpresa.

Los golpes en la madera se volvieron a escuchar, y mientras las luces de las velas se volvían a encender, frente a ellas se apareció la impresionante figura de Sterpeack.

- Esos malditos han destruido nuestro transporte… ya no sé que haremos.

Sterpeack no hablaba, pero con la mirada parecía decirles algo. Tanto Emily como su madre se acercaron a la bestia.

- Montemos en él, madre, aquí tenemos a nuestro transporte.

Con poca confianza, la madre de Emily montó al hipogrifo después de su hija. Fely subió a los brazos de Emily.

- ¿A dónde vamos, madre?

- A Paris, al Karusero.

Sterpeack extendió las alas y alzó el vuelo. Emily creyó haber caído dormida en el viaje. Finalmente, llegaron a una zona tranquila en París. Ella y su madre bajaron del hipogrifo, trayendo a la elfina que estaba profundamente dormida.

Emily vio a su madre caminar a la puerta de una ferretería y murmurar unas palabras, ante lo cual se abrió una puerta en el vidrio del mostrador.

- Entremos, hija. – le dijo a Emily.

Emily corrió hacia su madre.

- Antes de entrar, madre, quiero saber una cosa¿qué forma tiene tu patronus?

La madre de Emily sonrió vagamente.

- Una codorniz, pero no hice ningún patronus… vamos, entra.

Emily miró a su madre entrar por el umbral, tremendamente confundida por lo que acababa de oír…

Recordó… algo dorado golpeó al dementor… dorado… dorado…

Volteó la cabeza violentamente y vio una imponente figura dorada iluminada por la luna… la misma que había golpeado al dementor.

Era su hipogrifo, Sterpeack.


Continuará...