La Venganza del Heredero y la Traición de la Marquesa.

Valmont Riddle

Capítulo 2: Sino que en realidad se llama…

Emily entró al negro umbral y tras caminar en la oscuridad, salió a un enorme recibidor, tan grande como una plaza muggle. Del alto techo colgaban enormes candelabros, y el flujo de gente era increíble.

- Por aquí, Emily. – dijo su madre.

La siguió a través del mar de magos que habían encontrado. En una de las esquinas de la estancia había una escalera por la cual subieron rápidamente. La escalera los llevó a un despacho vacío. Parecía ser de algún mago aficionado a la jardinería, pues parecía un invernadero con un escritorio al centro. Sólo una puerta detrás de este indicaba un segundo acceso al lugar. Y de esa puerta salió un hombre de edad avanzada, con una barba muy poblada que le llegaba apenas a la mitad del pecho. Un cabello largo, negro al igual que su barba. Su rostro apenas presentaba arrugas, por lo cual de no ser porque caminaba encorvado, Emily hubiera pensado que era un hombre joven.

- Doctor Finch, hemos venido…

Finch levantó la mano para silenciarla.

Sé por qué has venido, Clarissa. Sé porqué está tu hija aquí, y sé porqué el hipogrifo de tu marido está en nuestro cobertizo junto con las otras criaturas.

Clarissa lo miró fijamente, y cuando estaba a punto de hablar, nuevamente él la interrumpió.

- Y sé qué es lo que está pasando. Pero siéntate, por favor. – le señaló una tercia de sillas que habían aparecido súbitamente tras ella.

Clarissa, Emily y Fely se sentaron y escucharon atentas al doctor Finch.

- Aún no me han llegado las noticias de cómo o por qué, pero es muy claro que Tom Riddle se mostró ante los ojos de magos en Londres, concretamente en el Ministerio de Magia. Es cierto también que desapareció antes de que lo pudieran capturar, y lo más trágico para nosotros, es cierto que ha cruzado el mar y ha llegado aquí.

Emily miró atónita a Finch.

- Sé que te cuesta creerlo, Emily. – le dijo. – Pero es necesario que afrontemos la verdad. Me alegra en cierto aspecto, pues Albus ya le demostró al mundo que tiene razón. Lo que me preocupa es qué tanto el mundo quiere saber la razón. La gente es tonta cuando se junta sin un fin, y la mayoría de los magos en el mundo no saben por qué deben de estar juntos. Creerán o no creerán de acuerdo a lo que más les convenga. Y eso será una desgracia, pues morirán más de los que deberían.

Finch se levantó y se acercó a una maceta que contenía una rosa púrpura.

- Sólo falta Charles, y todos estaremos reunidos.

- ¿Cómo¿Charles no está aquí? – saltó Clarissa.

- Él lo vio en el norte, y sabemos que Tom no lo vio a él. Naturalmente no ha podido venir usando magia ni nada por el estilo para evitar ser detectado, porque, según lo que decía el mensaje que alcanzó a enviar, no venía solo.

- ¿Sus mortífagos? – interrumpió Clarissa.

- No todos, si le entendí bien, unos cuantos. Pero parece que venía con una mujer, pienso yo que con Bella.

Clarissa miró a Finch profundamente.

- Sólo te pido, Clarissa, que no intentes hacer nada descabellado. Tu primera prioridad ahora es cuidar a tu hija, que si no me equivoco tiene ya dieciséis, la edad suficiente.

Clarissa se puso de pie.

- No voy a permitirle que entre, no Finch, eso no.

Finch miró comprensivamente a Clarissa.

- Antes de marcharse, Charles me dijo que eso iba a hacer él en cuanto regresara, iba a dejarla unirse.

- ¡Pero aún es muy chica! – gritó ella.

- No olvides, Clarissa, que ella ha mostrado tener más habilidades que tú y tu esposo juntos. – contestó Finch amablemente.

- ¡Pero nunca ha estado en ninguna situación de riesgo!

- No, nunca, pero quieras o no, pronto va a estar. – sentenció.

La última frase dejó helada a Clarissa, que no pudo negar la verdad que se escondía en esas palabras.

- ¿Entrar a dónde? – preguntó Emily.

- Un grupo de magos, de toda la Unión Europea. Es una sociedad que ninguno de los gobiernos aprueba, no ven bien que magos tan viejos ya nos juntemos tanto, creen que queremos robarles el poder… como si conspirar contra ellos fuera algo importante. Tenemos otras ocupaciones, otros intereses.

- ¿Y como qué hacen? – preguntó tímidamente.

- Cuidamos la seguridad de Europa, procuramos que la oscuridad se mantenga a raya, velamos el sueño tuyo y de todos los habitantes, magos o muggles.

- Pero… ¿Qué no se supone que nuestros gobiernos no se preocupan por los muggles?

- Es por eso que no están de acuerdo con nuestra sociedad. Verás, Emily: en el mundo hay gente de todos los colores que te puedas imaginar, y el problema de algunos es que creen tener el color correcto y causan muchos problemas. Tom, por ejemplo, es de ideas muy conservadoras. Albus, por el contrario, es liberal hasta la médula. Algunos son mitad y mitad, otros son uno en ciertas ocasiones y otro en otras… Muchos magos dejan que se pierda su identidad y adoptan la de otro.

Finch dejó de acariciar sus flores y se sentó en la silla de su escritorio.

- Y usted… ¿qué color tiene? – musitó Emily, esperando que no fuera demasiado atrevida la pregunta.

- Ésa, Emily, es una pregunta muy personal; cada uno tiene su identidad, y eso un tesoro.

Emily miró a sus rodillas dubitativa.

- Finch, si no le molesta, Emily y yo iremos a dormirnos.

- Claro, Clarissa. Les conviene. Mañana iniciaremos a Emily y tú empezarás a actuar como tu deber lo exige. ¿Quedó claro? – preguntó con un todo de voz tremendamente duro.

- Muy claro, doctor. Buenas noches. – contestó ella de forma sumisa.

Clarissa abrió la puerta y una vez Emily y Fely salieron, ella la cruzó y cerró.

Finch miró la puerta por unos segundos, antes de levantarse y salir por su puerta. Cruzó un pasillo iluminado por luciérnagas y llegó a una salita de estar, en la cual habían dos sillones y una chimenea. Uno de los sillones estaba ocupado por una mujer de casi treinta años. Sus ojos reflejaban poder y serenidad.

- ¿Llegó? – le preguntó a Finch.

Este primero se sentó, suspiró en el sillón y habló:

- Casi acertaste, Miranda. En la mitad.

Miranda se enderezó y miró fijamente a Finch a los ojos.

-¿Estás hablando en serio? – preguntó seriamente.

- Hace mucho que no hablaba tan en serio, Miranda. Ya está ella aquí.

Miranda miró el fuego de la chimenea… por fin ella había llegado.

- ¿Dónde está ahora? – dijo violentamente.

- ¿Ahora? La mandé a descansar con Clarissa, es lo más justo. No me lo dijo nadie, pero en los ojos de su elfina noté algo.

- ¿Qué fue lo que viste?

- Me parece que un dementor las atacó.

- Si las hubieran atacado, me hubiera dado cuenta, así como tú, de que Clarissa estaba invocando su patronus, pero no fue así.

- Y es eso lo que más me intriga… Verás, la niña ya tiene 16, y es precisamente la edad…

Miranda sacó la varita y dibujó en el aire unas líneas al azar. Exactamente 16.

- Entonces no es coincidencia que se vaya apareciendo por estas épocas.

- No, no si tomas en cuenta la edad. Verás, hay otro aspecto muy interesante…

- ¿Cuál es? – interrumpió impaciente Miranda.

- El medio de transporte en el que llegaron.

- ¿No usaron el carruaje que fue enviado por Clarissa?

- No, claro que no. El dementor lo ha de haber destruido. Llegaron en un hipogrifo.

Miranda abrió la boca de un tajo, apenas creyendo lo que oía.

- Así que si querías una prueba de que es ella, ya la tienes, Miranda.

Miranda miró a su alrededor, con un gesto de preocupación.

- ¿Y él lo sabrá?

- Casi imposible. La línea ha estado perdida por años, por muchos años.

- ¿Hay alguna posibilidad de error?

- Claro que la hay, y por eso voy a hablar con alguien que debe de saber mucho del tema. Miranda¿gustas acompañarme a los dormitorios de los elfos domésticos?

Emily seguía a su madre por unos pasillos largos, como de hotel. Fely ya no las seguía, la habían dejado en los dormitorios de los elfos domésticos, después de que ella insistiera en que estaría bien ahí. Clarissa se detuvo frente a un cuarto que en la puerta tenía las iniciales CM. Charles Magthe, como Emily supuso. Clarissa abrió la puerta poniendo su varita sobre la madera. El interior parecía el cuarto que Clarissa tenía en casa. Emily notó que evidentemente no estaba pensado que ella durmiera ahí, pues no había otra cama, ni nada para ella.

- No te preocupes. – dijo Clarissa como oyendo sus pensamientos. – Ahorita mismo te acondiciono un espacio para que puedas…

Unos golpes en la puerta interrumpieron.

- Adelante. – dijo Clarissa, con lo cual la puerta se abrió.

Un hombre de piel clara se hallaba de pie en el umbral. Tenía aspecto cansado y mirada profunda. Sus rasgos tenían cierto parecido a los de Emily.

Era Charles Magthe.

Inmediatamente Emily corrió a abrazarlo; mientras ella lo abrazaba, Clarissa lo miró con dureza. Charles soltó a Emily y enfrentó a su mujer.

- ¿Qué es lo que sucede¿No te da gusto ver que volví?

- Por supuesto que me da, y eso no necesito decírtelo Charles.

- Pero yo necesito oírlo, se siente reconfortante cuando tu mujer te da la bienvenida después de un viaje que casi te cuesta la vida.

- Me alegro mucho de verte, Charles, estaba muy preocupada por ti, pero hay cosas ahorita que no pueden dejarse de lado.

Charles no contestó, sino que dirigió la mirada hacia su hija.

- Emily¿podrías dejarnos solos a tu madre y a mí?

Ella asintió y salió de la recámara.

Charles miró con dureza a su mujer.

- Es sobre ella que me quieres hablar¿no?

- Así es, Charles, es sobre ella. Finch me comunicó tu deseo de que se una al Consejo.

- Así es, decidí, antes de irme, que es necesario. Está en la edad, y el peligro es más inminente que nunca.

- Eso se oye lógico… tomaste la decisión… ¿Y qué¿Yo no cuento¿Que mi opinión no es válida aquí?

- Pensaba decírtelo yo, no me imaginé que Finch te lo diría primero.

- ¿Y pensabas acaso pedir mi opinión?

- Si quieres la verdad, no. Sabía que te ibas a oponer, pero ya no puedes esconder el mundo de Emily por más tiempo. Mañana es la ceremonia de iniciación de Emily y no hay más.

Charles se volteó hacia la puerta, pero Clarissa no estaba dispuesta a ser vencida tan fácilmente.

- Mañana nadie se va a iniciar, no por lo menos mi hija, yo también tengo derecho sobre ella.

Charles dio la vuelta muy despacio.

- Si lo que quieres es seguir manteniendo a Emily escondida en tus faldas, es hora de que alguien te lo impida. Aguanté dieciséis años que la trataras como sólo tu hija, pero eso hoy se acabó. A partir de ahora, es mi hija, y no va a haber nada que puedas hacer ya. Desde ahora, yo tomaré las decisiones que afecten a su vida. Y si no estás de acuerdo con ello, piensa en el mal que ya le has hecho.

- ¡Yo no le he hecho ningún mal!

-¿QUE NO¡¡¡Es por ti que tiene dieciséis años y no sabe defenderse¡¡¡Es por ti que no tiene idea de lo duro que es el mundo¡¡¡Le has hecho mucho más mal que bien!

Clarissa lo miró impresionada. Jamás había visto a Charles irradiar tanta fuerza. No dijo nada más y se sentó en la cama.

- Haz con Emily lo que se te de la gana. – le dijo con desprecio.

Charles la miró con frialdad.

- Que así sea. – dijo antes de salir.

Finch y Miranda abrieron una puerta de un metro de alto. Se encorvaron bastante para pasar, y frente a ellos aparecieron camas y camas por todo el piso con elfos domésticos acostados en ellas.

- ¿Cómo dijiste se llama?

- Se llama Fely, Miranda. Fely. Es de las pocas elfinas que ha de haber por aquí. Y debe de estar en una de las camas de elfos visitantes, es decir… aquí. Ven, Miranda, ésta es.

- No empieces, por favor, a usar tus métodos muggles para despertarla, Finch.

Miranda y Finch se hallaron frente a Fely. Finch, pese a lo que Miranda le había pedido, la despertó con una palmada en el hombro y, después de pedirle silencio, la sacaron y la llevaron hasta la sala pequeña tras el despacho de Finch.

- Cuéntanos, Fely, acerca de tu ama.

Fely miró nerviosa a Miranda, su presencia la intimidaba.

- Pero, señor Finch, no puedo revelar los secretos de mis amos…

- No te pedimos, Fely, que reveles secretos, sino que nos cuentes sobre ella. Sobre la señorita Emily.

La voz de Finch, casi mágica, hizo a Fely entrar en una especie de estado anímico.

- Bueno, qué les puedo decir además de que es hermosa.

- Háblanos sobre cómo es contigo. – dijo Miranda.

Conmigo es siempre muy amable, me trata como a un humano. Siempre es cortés, muy correcta, muy generosa.

- Y creo que tiene un hipogrifo¿no? – dijo Finch.

- Sí, Sterpeack. El animal es hermoso, es dorado del pelaje como del plumaje. Y tiene una veneración rara por la ama Emily. Parece un elfo doméstico, siempre está pendiente de ella, va a todas partes con ella, hace lo que ella le pide… es un hipogrifo muy raro. Tales cosas no ve uno hoy en día.

Miranda y Finh se miraron uno al otro. Ya habían muchas cosas confirmadas.

- Ahora, Fely – prosiguió Finch –, háblanos de tu amo, de Charles Magthe.

- Él no es tan amable como mi ama Emily, pero es muy bondadoso.

- Y sobre su pasado…

De pronto Fely calló. Miró horrorizada a Finch y a Miranda y, después de taparse los oídos, empezó a gritar.

- No puedo más, no puedo más, hablé de más, hablé demasiado, no puedo, no puedo, no puedo…

Inmediatamente Finch sacó su varita y aturdió a Fely. Miranda sacó un frasco con Veritaserum y, abriéndole la boca a Fely, dejó caer unas gotas en su lengua.

- ¡Enérvate! – fue el conjuro que Finch lanzó.

Fely abrió los ojos y miró a Fich fijamente.

- Ahora sí, Fely, cuéntanos sobre el pasado de tu amo Charles Magthe.

- El amo Charles proviene de una familia muy extensa de magos, de gran abolengo. Su sangre es pura y sus antepasados conocidos se remontan a más allá de la Edad Media, quizá en los primeros años de nuestra era. Siempre de Francia la familia, jamás han salido de estas tierras, aunque muchas propiedades se han perdido. El apellidoha ido modificándose a través del tiempo, adaptándose a las nuevas épocas o por cuestiones morales, políticas. Pero él aún sabe cuál es originalmente. Tiene varias pruebas materiales de su autenticidad familiar: escudos, emblemas, escritos, suficientes para demostrar quien en verdad es. Tiene mucho que no ha visto a su padre ni a su abuelo, pero él sabe la carga que tiene su hija, y está decidido a que ella cumpla con lo que el destino le manda. Su mujer, Clarissa, no está de acuerdo, pero él ha decidido que se haga como se debe de hacer.

- ¿Y qué sabe su hija? – preguntó Miranda.

- No mucho, realmente, su madre no le ha dejado enterarse de mucho. Tiene una ligera noción de que su familia es muy antigua, sabe que hay algo que su padre quiere que haga y su madre no.

- Y… ¿Sabe quién es? – preguntó Finch muy lentamente.

- No lo creo. Piensa que sólo es una muchacha hija única que vive en una familia adinerada de magos. Pero si entendí bien su pregunta, no lo sabe. No sabe que su nombre no es Emily Magthe, sino que en realidad se llama Emily Myriam de Mertuil.


Continuará...