La Venganza del Heredero y La Traición de la Marquesa.

Valmont Riddle

Capítulo 4: Una foto del Señor

La brisa soplaba suavemente. Siete personas caminaban por la costa ya anochecida. Todos con largas túnicas negras, mirando a su alrededor con desconfianza reflejada en los ojos. Seis hombres y una mujer.

Desde la maleza lejana, un hombre con unos binoculares los observaba fijamente. Tenía la certeza de quiénes eran, sólo necesitaba una prueba para comprobarlo.

Las siete personas se detuvieron, y su líder miró hacia el frente. No se alcanzaba a ver su rostro, pero se distinguía un tenue resplandor rojo en sus brillantes ojos.

Era Lord Voldemort.

Su porte tranquilo no lo denotaba, pero estaba furibundo. Acababa de tener una derrota justo cuando acariciaba ya la victoria. Y todo se lo debía a Albus Dumbledore y a Harry Potter. Ellos dos habían echado todo a perder…, pero más el chico.

Llevó sus manos hasta la capucha y se la quitó de la cabeza. Aspiró el aire, aquel aire tan limpio y puro, sin reflejar miedo…

– Amo, no me parece que sea buena idea que… – empezó a decirle la única mujer que había en el grupo.

– No me estaría descubriendo la cabeza si supiera que existe algún riesgo al hacerlo, Bella. –

– Pero amo… usted jamás ha estado aquí… –

– Una vez sí, Bella, una vez sí. – dijo Voldemort y lanzó una mirada severa a Bella.

La mortífaga sabía cuánta suerte tenía de que su amo no la hubiera atacado o algo así. Así que, silenciosamente, esperó mientras su amo contempló el cielo.

Era todo lo que Charles Magthe necesitaba ver. Sacó una pequeña cámara de apariencia corriente, y tomó una foto al hombre que dirigía al grupo de personas en la arena. Después de guardar la cámara, volteó hacia los prados que anteriormente tenía a su espalda. La ruta de escape estaba perfectamente planeada y, a no ser porque hiciera algo mal, Lord Voldemort no tendría que saber que alguien lo había estado espiando. Empezó a caminar por el bosque, sigilosa y rápidamente, repasando a cada momento el camino ya aprendido y esperando que el transporte estuviera en su sitio.

– ¿Y dices que Maka está aquí? – preguntó Voldemort.

– Sí, amo. – le contestó Bella. Rudolph me lo dijo, él la vio y él me lo aseguró. –

– Por el bien de ustedes dos, más les vale que esté aquí. Sería otro fracaso, y eso ya no lo puedo tolerar. –

– Pero amo, nadie sabe que estamos aquí, no Dumbledore, ni el chico, ni los del Ministerio… –

– Eso espero, si no, ustedes seis la pagarán muy caro. –

Los mortífagos y Bella quedaron un segundo petrificados.

– Sí, así es. Los seleccioné a ustedes para venir conmigo pues confío en su discreción. Saben bien que si yo vengo solo, nadie me nota, pero necesito a mis leales mortífagos. – tomó aire antes de proseguir – Sin embargo, si, por alguna razón, alguien se llega a enterar de que estamos aquí y es culpa de alguno de ustedes, el castigo será tal que habrán deseado jamás nacer. – los mortífagos guardaron silencio un instante – Ocultémonos en el bosque, rápido. – ordenó Voldemort – Y ni pienses en desaparecerte, Avery; no podemos usar mucha magia, nos delataríamos al instante.–

Apresuradamente, casi corriendo, Voldemort, Bella y los otros seis mortífagos entraron a la espesura del bosque que había cerca de la costa.

Charles Magthe corría casi sin aliento por un tenuemente marcado sendero en la espesura del bosque. Hubiera deseado extender las manos para darse equilibrio, pero necesitaba sujetar fuertemente tanto la cámara como su varita.

Lord Voldemort olfateó el aire.

– Parece que alguien recientemente estuvo aquí. –

Bellatrix se acercó a Voldemort.

– ¿Alguien? Lo podríamos escuchar si así lo desea, no creo que deba estar muy lejos. –

Pero Voldemort estaba concentrado.

– ¿Quién es tu prima? – le preguntó a Bella.

Bella miró sorprendida a su amo. Ella consideraba que podía cerrar su mente ante cualquiera, pero nuevamente su amo le demostró que ante él no.

– Claro que no, Bella, mi habilidad en Legeremancia es mayor de la que te puedas imaginar. Pero háblame de tu prima a la que temes tanto encontrar. –

Bella suspiró furiosa.

– Se llama Clarissa y, cuando la dejé de ver, no estaba casada..., pero como de eso hace veinte años, cualquier cosa habría ya podido suceder. O se casó, o murió… –

– Sin embargo no crees que esté muerta, Bella. Pero, cuéntame¿por qué le temes? –

Bella maldijo por lo bajo.

– Porque es más poderosa que yo. – murmuró con rabia.

– Era más poderosa, Bella. Tus poderes se han incrementado desde entonces. A mi servicio, has hecho cosas que jamás hubieras podido imaginar. –

– Eso sí. – dijo Bella, un poco airada.

– Así que no te preocupes, si tu prima se aparece, podrás hacer con ella lo que te plazca, tu señor Lord Voldemort te da ese placer. –

Bella se arrojó a los pies de Voldemort, a besarle la túnica.

Charles Magthe llegó hasta un árbol de un grueso irreal. Cuarenta hombres hubieran podido darle la vuelta agarrados de las manos. Todas las esperanzas de Charles Magthe de sobrevivir se hallaban en ese sitio. De pronto, detrás de él escuchó un silbido. Volteó con la varita alzada, pero inmediatamente la bajó. Frente a él había un hombre montado a caballo que lo miraba inquisitivamente.

– No sabía que vendrías, Charles Magthe. – le dijo con aire de superioridad.

– Pero yo sí sabía que estarías aquí, Ross. Necesito tu ayuda. – Ross miró a Charles Magthe. Hizo un ademán para desmontar del caballo, pero Charles lo detuvo – No podemos perder tiempo. Necesito que me lleves con Finch ahora mismo. Tengo una foto del Señor Tenebroso… está aquí. –


Continuará...