La Venganza del Heredero y la Traición de la Marquesa

Valmont Riddle

Capítulo 8: La Visita de Hannah

El Profeta Vespertino decía que el Wizengamot aún no tenía al ministro provisional. Al parecer, nadie quería asumir el cargo por el miedo que les parecía que Voldemort ya hubiera regresado al poder. Pero eso no era lo más preocupante, decía que la prisión de Azkaban estaba prácticamente vacía. Con la huida de los dementores, los mortífagos y otros criminales habían tardado poco en escapar. Ahora sí podían temer todos. Como bien habían dicho ya, la segunda guerra estaba empezando. Ya habían repartido los folletos de defensa básica, pero muchos habían dicho que de nada serviría si aparecían diez mortífagos en la puerta de la casa. Y tenían razón.

Hermione Granger se sentía abrumada. Vivía en un mundo muggle que no tenía idea de la amenaza que existía, y lo por los que más temía era por sus padres. Apenas les había dicho unas pocas cosas; que había un mago malo suelto, q ue ella debía de estar adentro de la casa por su seguridad… cosas muy vagas. Al menos hasta que llegó la carta de Dumbledore… Esa carta… Desde ese día sus padres estaban nerviosos. Se suponía que les había dado una fecha para recoger a Hermione, nada más, pero la reacción de los dos dentistas no había sido como para eso. Salían temerosos y regresaban igual, si no es que peor.

Llevaban ya más de tres horas que habían salido. Hermione estaba sentada en la sala de su casa. Tenía entre sus manos el pergamino de la Orden, esperando recibir llamado de alguien, de quien fuera. Alguien le dio señales de vida, sí, pero fue tocando a la puerta.

Hermione, con la varita afuera, se acercó a la puerta, decidida a enfrentar a lo que fuera a fuera. Pero afuera no había alguien con quien enfrentarse. Nada de eso. Cuando Hermione abrió la puerta, se topó de frente con Hannah Abbot. El rosado rostro de la alumna de Hufflepuff le sonrió. Hermione sintió que el aire le volvía al cuepo.

– ¡Hannah!–

– ¡Hola, Hermione! –

Se hizo a un lado para dejarle el paso libre.

– Pasa, no te quedes ahí afuera. –

Después de agradecerle, Hannah pasó. Era quizá la primera vez que ella entraba a una casa de muggles. Era bastante raro: tenían artefactos que ella sólo había visto en las ilustraciones del libro de Estudios Muggles de Ernie. Si no se equivocaba, e ran televisión, stéreo, teléfono…

– Siéntate. – le dijo Hermione señalándole un sillón. – ¿Quieres algo de tomar? –

Hannah negó con la cabeza. Estaba maravillada viendo cada rincón de la casa de Hermione.

– Y bien… ¿Qué tal? – preguntó ésta al sentarse frente a Hannah.

La verdad es que Hermione no sabía qué hacer. Nunca había sido muy cercana de Hannah y se le hacía difícil que la fuera a visitar así porque sí, seguramente habría algún motivo que…

– Imperius. – murmuró Hermione.

– ¿Qué? – pregunto Hannah quien, perdida en sus descubrimientos, no había alcanzado a escuchar qué había dicho la anfitriona.

– Nada. – se apresuró a decir Hermione, al mismo tiempo que agarraba sigilosamente su varita.

– Vine a ver a unos parientes que viven por aquí, una semana me estoy quedando. Y ayer te vi entrar aquí, así que dije "Ojalá y viva ahí, pues tengo ganas de hablar con alguien del colegio"... Y pues sí, aquí vives. – terminó con una amplia sonrisa.

– Sí, aquí vivo. – dijo Hermione, también con una sonrisa, pero forzada.

– Y a qué no sabes qué averigüé… –

Dejó el silencio esperando a que Hermione pusiera cara de suspenso, y cuando ella lo hizo, continuó.

– ¡Ya sé quiénes son los prefectos! – dijo en un susurro casi inaudible.

Hermione no supo qué responder. Acababa de notar que Hannah era el ejemplo perfecto de una chismosa sin remedio. Pero disimuló a la perfección y siguió escuchando.

– Sí, lo averigüé por Ernie. Ya ves que él también es. Y pues él me dijo… me imagino que primero quieres saber los de Gryffindor¿no es así? –

Hermione asintió, aunque se imaginaba quiénes serían los nombrados prefectos en quinto.

– Son Ginny Weasley y Colin Creevy. Es imposible de creerse. Según lo que Ernie dijo, seguramente nombraron a Ginny por lo del año pasado en el Ministerio… –

A Hermione le dio un salto el estómago. Recordaba que ahí casi moría y, sin duda, Harry tendría más recuerdos de aquel lugar…

– Y a Colin porque es popular, entonces es lógico que le harán caso… –

Algo de cierto había en ello: Colin era popular entre los de primero y segundo (ahora tercero y cuarto) así que era una excelente idea ponerlo de Prefecto a él; en cuanto a Ginny… seguramente era por lo que había dicho Ernie, por haber estado en el Ministerio aquel día…

– De Hufflepuff – prosiguió Hannah con emoción – son dos chicos que dudo que conozcas: él se llama Howard Murray y ella es Alexandra Mirren. –

Hermione negó con la cabeza. Jamás los había oído mencionar, así que dudaba seriamente si los habría reconocido.

– De Ravenclaw… No me lo vas a creer: es Lunática Lovegood y un tipo llamado Keneth Goothness. Es un insoportable, así que no sé cómo le harán él y Lunática… Ernie dijo que no había razón para que ella fuera prefecta, que, aunque también hubiera ido al Ministerio, no era suficiente… Dumbledore hace cosas raras a veces… –

Hermione sabía qué tan raro podía ser Dumbledore y, comparado con las cosas que luego le daba por hacer, nombrar a Luna prefecta parecía de pronto ser algo razonable y dentro de toda lógica.

– Y bueno, de Slytherin no supe porque Ernie no se molestó en averiguar. –

Hermione quedó pensativa, al igual que Hannah.

– Es raro. – empezó la visitante. – Comúnmente, anuncian a los prefectos casi al final de las vacaciones, no antes. –

Hermione ya lo había notado… sólo que Hannah parecía ser de entendimiento retrasado, pero no se podía negar que absolutamente bondadosa.

Entonces, cuando Hermione pensaba en las bondades de Hannah, fue que nuevamente alguien tocó el timbre de su casa. Se levantó más relajada, sobre todo porque Hannah le dijo que serían seguramente sus padres.

Hermione abrió la puerta. Hannah había tenido razón en algo: eran sus padres. Pero el asunto no radicaba en quiénes eran, sino en cómo estaban. Hermione pudo ver como en una foto el cuerpo de la madre de Hannah en el suelo, mientras el señor Abbot caía a sus pies después de tocar el timbre. Hannah lanzó un grito que hubiera perforado cualquier tímpano, pero Hermione no la oyó. Sólo miraba a alguien de pie tras el cadáver de la señora Abbot. Tenía el cabello largo y platino, el rostro afilado y los ojos grises. Su mirada expresaba gozo. Tenía su varita negra en la mano y miró a Hermione, un instante antes de apuntarle.

Era Lucius Malfoy.

– Es hora de limpiar el mundo de los sangre sucia. – dijo en voz baja.

Hermione lo miró. Lucius inició el conjuro.

Probablemente de haber empezado un segundo antes, Malfoy habría matado a Hermione. Sin embargo, alguien lo detuvo.

Kingsley Shackebolt aturdió a Lucius Malfoy un instante antes de que pudiera cometer un tercer asesinato. Malfoy soltó la varita y cayó de bruces al suelo. Hermione no pudo gritar, se desplomó sobre sus rodillas. Hannah seguía gritando como loca.

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– No puedo creer que Lucius haya salido así como así a atacar. – dijo Minerva McGonagall.

– Yo tampoco. Se me hace increíble que Voldemort mandara a uno de sus mortífagos a matar a Granger así, a plena luz del día y en un lugar donde había magos. – respondió Kingsley Shackebolt.

Minerva movió la cabeza de un lado al otro.

– No lo creo, no lo creo. –

Kingsley midió antes de lanzar su comentario.

– ¿Y no sería posible que Lucius Malfoy actuara por cuenta propia? –

Minerva miró incrédula a Kingsley.

– Debes de estar bromeando. Es imposible que un mortífago actúe por cuenta propia. –

Kingsley miró a Minerva con expresión grave en el rostro.

– No estoy tan seguro de eso. Yo creo que Voldemort no ha ordenado ni el ataque a Granger ni el asesinato de Umbridge. –

– Pero Kingsley… Eso no... – dijo Minerva con un ligero temblor en la voz.

– Yo sí lo creo así, Minerva. Y no sé que diría Dumbledore si me oyera. –

Minerva pensó.

– Creo que diría que tienes razón… No comprendo por qué matarían a Dolores y a los Abott… No tiene lógica ni sentido.–

– No, Minerva, no la tiene. Pero tú sabes lo que sí tiene lógica. Mucha lógica. –

Minerva miró espantada a Kingsley.

– Pero Kingsley… –

– Minerva: si Voldemort fue a Francia, tanto tú como yo sabemos por qué. Ahora sólo podemos poner nuestras esperanzas en quienes lo esperen allá, y en que ella no vaya a ceder. –

Continuará...