Harry Potter y sus personajes no me pertenecen, hago esto sin fines de lucro.
Advertencias: Rated M, Slash (slow burn), Darkish!Harry, Time Travel, Teorías sobre el viaje en el tiempo, PTSD, temas maduros en general.
-"ABC..."-. Diálogo
-"ABC..."-. Pensamiento
ABC... Libro, carta o palabra/frase en otro idioma; depende del contexto
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Nancy: Espero poder mantenerte enganchada más tiempo! Gracias por tu comentario!
ADVERTENCIAS: Uso no consensual de drogas controladas (pociones), mención de abuso infantil, vagas descripciones de violencia, entre otras.
Oportunidad
Capítulo 5, Verdad
En algún momento, Kreacher apareció dentro de la habitación para recomendarles –recordarles la orden– que debían bajar con él para la cena que sus amos habían preparado en su honor.
Harry apenas pudo contener el gesto de desagrado al ver que, obviamente, el elfo no había tenido demasiada consideración por su privacidad. La sorpresa de la repentina aparición de Kreacher había sido molesta. Ninguno de los dos se había dado cuenta de cuánto tiempo habían estado encerrados, abrazados y hablando de nada importante porque no eran capaces de discutir algo sin la seguridad de no ser escuchados.
Sirius y Harry siguieron al elfo, y Harry aprovechó el momento para distraerse observando el viejo Grimmauld Place y comparándolo con el Grimmauld Place que había conocido.
El derroche y el lujo en el que vivían los Black habría impresionado a cualquiera.
Las paredes tenían ese mismo tono azulado que había notado abajo y el piso era de madera oscura, cubierto por una alfombra con bordados tan elaborados que simplemente era demasiado para él. Había pequeños detalles plateados que iluminaban de alguna forma –magia– la decoración. Los pasillos no estaban mohosos, como Harry los había conocido, y el olor a madera podrida no existía.
En casi todas las paredes estaban colgados algunos retratos y pinturas mágicas, moviéndose y haciendo que el lugar tuviera un poco más de vida.
Los techos altos tenían unas lámparas y candelabros sencillos, que contrastaban con la opulencia del lugar –"En realidad, son un buen toque"- pensó con gracia, aunque Harry no sabía mucho sobre decoración –"Pero definitivamente los Black sí"-.
Era difícil pensar que la casa de Grimmauld Place que había conocido era la misma en la que estaba ahora.
Llegaron a la planta principal y abrieron un par de puertas francesas que Harry jamás había visto abiertas. En otro tiempo, las puertas habían estado selladas con grandes tablas que no podían ser retiradas sin la ayuda de alguien como Bill Weasley.
Y era un comedor bastante grande.
No tan grande como el Gran Comedor en Hogwarts, obviamente, pero lo suficiente como para albergar al menos a veinte personas cómodamente.
En el extremo izquierdo de la mesa estaban dos sillas ocupadas, a la izquierda, lady Black y a su derecha, lord Black. Todo era tan rígido, ensayado, elegante y perfecto, que Harry no pudo evitar darse cuenta de su propia ropa y comparar su etiqueta en la mesa –inexistente– con la que vería ahí.
Era una formalidad que no podía ser imitada, no importaba cuánto se esforzara tía Petunia por parecer una familia de nobles…
-"Primo Adhara, Hadrian"- saludó Orión Black desde su asiento –"Siéntense, por favor"-.
Harry sintió la mano de su padrino en la parte baja de su espalda, empujándolo para avanzar hasta los asientos más cercanos a la entrada.
Lady Black fruncía el ceño y al ver que Sirius y Harry iban a sentarse –"A mi derecha, Hadrian"- le ordenó sin esperar una respuesta.
-"Sí, tía Walburga"- respondió casi en automático, como habría hecho con tía Petunia.
Harry rodeó la mesa hasta el lugar y Sirius tomó la silla donde se suponía que iba a sentarse, esperando que el menor tomara asiento antes de ir a su lugar. Harry dudó por un segundo demasiado largo, sorprendido por la acción, porque al ver la expresión de Walburga, sintió que había hecho algo mal.
-"Adhara, por favor, a mi derecha"- dijo Orión.
Si el arreglo de los asientos significaba algo, Harry no iba a aprenderlo en un tiempo, así que se obligó a restarle importancia –ignorando la urgencia de regresar con su padrino y sentarse a su lado–.
Un segundo después, cuando todos estaban apropiadamente en su sitio, la comida apareció en sus platos –como había sucedido en el baile de Navidad, se dijo–, pero nadie hizo movimiento alguno para comenzar. Y Harry, obviamente, no iba a ser el primero.
Todavía recordaba la última vez que había intentado comer antes que tío Vernon en Privet Drive, no iba a cometer el mismo error ahí.
Pasó un momento de incómodo silencio, hasta que lady Black volvió a hablar, esta vez con cierta frialdad en la voz –"Primo, ¿acaso Hadrian no conoce la plegaria?"-.
¿La plegaria?
Por favor… Harry quería gritar.
-"¿Acaso los Black son fanáticos religiosos además de racistas?"- si era así, no culpaba a su padrino por querer escapar de ellos lo más pronto posible.
Contuvo el gesto de disgusto.
-"… No creí… prudente enseñarle"- respondió tensamente –"Vivió con muggles y… y al parecer eran cristianos, ¿no es así, Hadrian?"-.
Sí… aunque los Dursley serían anglicanos, en realidad.
Recordaba que tía Petunia había mantenido la tradición de ir, al menos dos veces al mes, a la iglesia. Evidentemente, Harry no había sido llevado tan frecuentemente, así que sólo podía suponer que tía Petunia había intentado mantener su estúpido papel de ser una ama de casa perfecta o la perfecta muggle… o algo similar.
-"Sí… padre"- respondió sin poder evitar salir su confusión.
Porque para él, la religión no tenía mucho sentido.
Primero porque cuando se había enterado de la idea sobre un dios o un ser todopoderoso, Harry había rezado… y rezado… cómo había rezado, hasta que se había dado cuenta que rogarle a la nada no serviría de nada y no lo salvaría de la vida en Privet Drive. Segundo, porque no veía el sentido a gastar tu tiempo buscando la aprobación divina cuando era evidente que si personas como los Dursley lo hacían, entonces no era muy sincero.
Que los magos tuvieran un sentido religioso era… extraño.
Lady Black miró a Harry con algo parecido a la lástima y su tono y expresión se suavizaron considerablemente –"Muy bien, Hadrian"- tomó su mano derecha con firmeza –"En cada comida, el miembro más joven es quien dirige la plegaria de agradecimiento"- Harry se esforzó por no encogerse en su sitio –"Coloca tu mano así"- llevó su mano justo encima del plato –"Y repite después de mí"-.
De reojo, notó que Sirius no parecía molesto y, de hecho, parecía ansioso por empezar.
Reprimió un gesto de fastidio –"Sí, tía Walburga"- era bastante bueno en eso.
No, no…
Bien, de acuerdo, tal vez no entendía las creencias de los Black y probablemente no las compartiría en cuanto las entendiera, pero… pero tampoco iba a faltarles el respeto de esa forma. No era justo, no para algo así. Entendía que había personas que creían en algo, otras en algo más y debía respetarlas, ¿verdad? Mucho más porque se trataba de los anfitriones de la casa, porque Harry realmente quería permanecer lejos de las calles… y porque, desgraciadamente, todavía no había recibido una razón para no hacerlo.
-"Nuestros alimentos son el aliento de la creación"- Harry repitió suavemente –"Su esencia nos preserva en salud"- sin pensarlo, Harry relajó los hombros –"Es el destino recibirla para seguir con el ciclo de la vida"- sintió un ligero cosquilleo en la palma de su mano, pero lo ignoró –"Ninguna enfermedad puede venir a quien come sabiendo esto"-.
Harry terminó de repetir las palabras que, extrañamente, tenían un tono tranquilizador que no había anticipado y abrió los ojos –no supo en qué momento los había cerrado–.
-"Gracias, tía Walburga"- dijo en automático.
La mujer se alejó en su asiento –"No hay nada que agradecer"- no, no lo había –"Pronto serás capaz de dirigir tus propias plegarias"- y Harry no estaba seguro de querer hacerlo.
-"¿Existe más de una, tía?"- se mordió el labio cuando se dio cuenta que había hablado sin permiso, pero nadie en la habitación parecía particularmente molesto con él.
-"Sí"- dijo –"Existe una gran variedad de oraciones de agradecimiento, cada una tiene una intención y pueden ayudarnos a conectar con la magia a nuestro alrededor, ayudarte a conectarte… quizá pronto seas capaz de sentirla"- hizo un gesto similar a una sonrisa y apuntó con la cabeza hacia su plato, para indicarle que debía comenzar a comer.
Harry sonrió un poco, porque no creía que alguna vez fuera capaz de sentir mucho más de lo que hacía normalmente, así que, en vez de callarse, tomó un poco de valor e intentó restarle importancia al comentario –"Sólo fue un hormigueo en la mano, tía, mi magia seguramente no es tan fuerte"-.
Mientras se llevaba el primer bocado de crema a la boca, Harry no vio cómo los tres adultos lo miraban genuinamente sorprendidos.
Fue un momento en silencio que nadie quiso romper, al menos hasta que Harry comenzaba a terminar su primer plato. Entonces, cuando Harry comenzaba a bajar la guardia, Orión dejó la cuchara en su plato.
-"Dime, Hadrian, ¿cuál es tu nombre?"-.
-"¿Cuál es mi nombre? Soy Harry James Potter"- pensó sin entender –"Hadrian Ankaa Black… Scordia"- respondió al instante, sin siquiera detenerse a pensarlo y abrió los ojos por completo, pero sin ser capaz de hacer algo más –"¡Hijos de puta!"- cómo quería borrar la pequeña sonrisa que se asomaba en el hombre –"Están usando Veritaserum"- era un imbécil.
Estúpido.
Y, a pesar de todo, estaba ligeramente impresionado.
Por supuesto, los Black no iban a creer tan fácilmente en sus mentiras, no cuando un par de desconocidos llegaban a su hogar alegando ser parte de su familia sin ningún tipo de documento o algo que pudiera comprobarlo. Su sorpresa y su admiración abrieron paso al pánico; ahora, si preguntaban algo que no debían… Harry estaría obligado a decir la verdad y… pero… tendría que decir la verdad y eso sería un desastre… porque Harry no sabía cómo resistirse a la poción… no sabía… y su nombre no era Hadrian…
-"¿Cuál es tu fecha de nacimiento?"-.
Harry intentó detener su lengua, mordiéndose, pero era más bien como tenerla adormecida, sin respuesta, como si toda la boca hubiera dejado de responder a su voluntad –"Es… treinta y uno de julio… de… de… 1960…"- la poción no era igual a pelear contra un Imperius y eso era todavía más preocupante.
Pensó en la forma que Snape le había obligado a pensar en la Oclumencia, pero tampoco pudo decir que fuera similar…
-"No luches contra la poción, Hadrian"- aconsejó la mujer, acariciando su mejilla con una suavidad que, sabía al ver a su padrino, no era característica en ella –"Será mejor que respondas para terminar con todo esto tan pronto como sea posible"- y quería llorar.
Quería llorar y gritar porque odiaba que lo tocaran… porque no quería ninguna pregunta, ni poción, no… le daban asco.
-"¿Cuál es el nombre de tu padre?"-.
-"Mi padre es James Fleamont Potter"- miró fijamente a la mujer –"Sirius Adhara Black"-.
-"¿Cuál es el nombre de los muggles con los que viviste?"-.
-"Petunia Dursley, Vernon Dursley y Dudley Dursley"- respondió casi aliviado.
En realidad, esa había sido sencilla de responder; daba igual que diera sus nombres. Dudley todavía no existía, Petunia todavía no tomaba el apellido de su futuro esposo –quizá ni se conocían todavía– y Vernon… le daba igual lo que sucediera con él.
-"Hadrian, ¿cómo fue el trato que recibiste ahí?"-.
-"Malo"- y se forzó a cerrar la boca tan fuerza como fue capaz.
No había nada más que decir.
-"Hadrian"- el tono de reprobación sólo le hizo fijar la vista en el hombre y negarse a abrir la boca de nuevo cuando suspiró –"¿Cuáles eran tus castigos?"-.
Sintió el calor en las mejillas subir, pero no pudo no responder –"Ser encerrado en mi alacena sin comer por días o semanas, ser golpeado con el cinturón de Vernon o la sartén de Petunia, insultos sobre mi magia, hacer más deberes…"- bien, al menos no había tenido que decir todo.
-"¿Alacena?"- el tono de sorpresa en la mujer no fue suficiente para hacerlo sentirse mejor o menos ofendido –"¿Dónde…? ¿Dónde dormías?"-.
-"En mi alacena, en la segunda habitación de Dudley"-.
-"Walburga, querida…"- Orión, notó, no era un hombre feliz –"¿Qué tipo de insultos, Hadrian?"-.
-"Fenómeno, engendro, bastardo"- guardó silencio por un momento, hasta que no pudo seguir conteniéndose –"Bueno para nada, aborto, imbécil, retrasado mental, estúpido, idiota, torpe, vago, delincuente…"- suspiró, al menos no habían sido los peores, suponía.
Walburga lo silenció con un movimiento de la mano –"¿Cómo era un día con esos muggles?"-.
Harry negó con la cabeza, pero su boca comenzó a moverse –"Mi habitación era la alacena bajo las escaleras, me despertaba cada día a las cinco de la mañana para preparar lo que Petunia me ordenara hacer, mientras ellos comían yo hacía mis deberes, lavar, limpiar, cocinar… y si no terminaba a tiempo, no podía comer las sobras"- oh, y Dudley se había encargado muchas veces de eso –"Tenía permiso de entrar al baño dos veces al día, para no ensuciar los pisos… cuando tenía… cuando tenía…"- cerró la boca.
-"Continúa, Hadrian"- ordenó.
-"Cuando tenía algún castigo, debía limpiar la sangre para no manchar el azulejo o las paredes…"-.
Harry siguió relatando a detalle algunas de las cosas que había vivido con los Dursley, de vez en cuando logrando contenerse lo suficiente y, afortunadamente, sin decir nada realmente grave.
Cuando intentó buscar la ayuda de su padrino, no pudo evitar sentirse decepcionado; Sirius permaneció en su asiento, sin moverse y sin mirarlo, cada vez más pálido –en algún punto, pensó sintiéndose culpable, su padrino podría sufrir algún tipo de ataque y no le gustaba verlo tan alterado sólo porque los Black habían decidido usar Veritaserumen él–.
No se atrevió a mirar el rostro de los otros dos, pero sabía que sus respuestas no estarían ayudando a crear alguna apología de los muggles o los nacidos muggles.
No podía hacer gran cosa, cuando intentaba luchar contra la poción, el impulso por responder era simplemente demasiado para no seguirlo. No era como un imperius, no era algo sobre su voluntad, tampoco había una señal, una sensación o algo que le dijera que seguir las órdenes y responder era malo.
-"¿Qué sucedió durante el ataque a la casa de Seginus Black, Hadrian?"-.
¿Qué podía responder a eso?
Harry no tenía idea de lo que podría haber sucedido, Harry no había estado ahí… y… y Orión no estaba ayudando mirándolo con lástima y hablándole como si se sintiera culpable por preguntarlo. El tono de voz de Orión era distintivamente más suave. La voz grave era muy parecida al tono que Sirius usaba normalmente con él, amable, paciente… Harry lo odiaba.
Su boca volvió a abrirse –"No lo sé"- con la mandíbula dormida, como si, de pronto, alguien más estuviera hablando por él, Harry comenzó a responder sin considerarlo –"Mi padre había salido por algunas flores que no estaban en el invernadero de mi abuela… mi abuelo y abuela estaban conmigo… discutíamos el uso de la plata para crear barreras mágicas y…"- Harry se obligó a respirar profundamente –"Mi bisabuelo estaba en el piso de arriba, peleaba con un retrato sobre una apuesta y tres… tres personas con máscaras entraron por la Red Flu"-.
Tomó aire de nuevo y con el pánico creciendo, volteó a ver a Sirius –"Continúa, Hadrian"-.
Parpadeó y miró a un punto de la puerta –"Mi abuela Ophelia usó un encantamiento desilusionador y luego intentaron aparecerse, pero no podíamos"-.
Era… era como si estuviera narrando un libro… una película particularmente perturbadora y que jamás habría visto por su cuenta, excepto que Harry no había visto esa película y la intensa sensación de asco y terror sólo la había experimentado tres veces en su vida… y ninguna de ellas incluía a los miembros de la familia Black.
-"Ninguna de las personas con máscaras me vieron, preguntaban por una reliquia de la familia o algo así… mis abuelos no respondieron"-.
-"Orión, Arcturus no heredó ninguna reliquia… no eran importantes, al menos"- vio al hombre asentir, pero Harry ya no prestaba atención a ellos.
Ya no estaba en Grimmauld Place.
-"Saqué mi varita para defenderlos y darnos tiempo para escapar"-.
Algo sucedía ahí.
No podía ser normal.
Cosas terribles han sucedido cuando los magos se han inmiscuido con el tiempo, Harry.
Más bien, cosas extrañas pasan cuando lo hacen.
A pesar del momento tenso, de sentirse enfermo, a punto de vomitar y de estar diciendo cosas que no tenían sentido para él, Harry se sintió casi tan entusiasmado como cuando había viajado algunas horas en el tiempo en compañía de Hermione.
Era lo más raro que le había sucedido hasta ahora.
Era fascinante.
-"Tuve un duelo con los tres, el más bajo lanzó fuego maldito… no pude controlarlo"- su voz seguía sin emoción, pero Harry creía que podía llorar si tenía la oportunidad, a pesar de eso, se forzó a analizar lo que decía –"Pude esquivarla, pero mis abuelos no se movieron como pensé y…"-.
-"Walburga…"-.
-"No, Orión"-.
-"Los dejé abajo y corrí para buscar a mi bisabuelo, pero cuando llegué, el fuego había seguido por el techo y estaba… estaba…"-.
No necesitaba continuar para saber exactamente lo que había encontrado…
-"Hadrian Black… ¿habrá sido real?"- quiso llevarse una mano a la cabeza, para intentar calmar el dolor que crecía poco a poco –"Mi bisabuelo ordenó que me escondiera en el vestidor… y después un hombre distinto entró"- cerró los ojos –"No escuché lo que dijeron, el calor de la pared y el suelo era demasiado…"- bajó la voz contra su voluntad, le ardía la garganta –"Mi bisabuelo hizo algo y… y después de eso… dijo que corriera"-.
-"Lady Black… por favor"- esa era la voz de su padre… padrino, más preocupado por él de lo que Harry estaba.
La mujer asintió y le extendió un vaso con agua, Harry lo tomó, pero no se atrevió a beber nada, las náuseas y el olor a quemado habían aparecido de pronto –"Bébelo, Hadrian"-.
Movió el brazo lentamente, tomando el agua –que no era agua porque el sabor amargo delataba lo que era–, hasta dejar el vaso vacío.
Cuando Harry sintió una tensión invisible levantarse de su cabeza y cuando la sensación de quemarse la garganta desapareció, bajó la mirada al plato frente a él.
Había un filete… o algo… para ser honesto, ya no tenía hambre y sus deseos por escapar eran casi demasiado como para contenerse. Se tomó del borde de la silla para evitar levantarse o moverse cuando sabía que no debía. Se sentía temblar, pero no tenía frío, la habitación seguía teniendo una temperatura agradable.
Se mordió el labio inferior para no dejar salir ninguna otra palabra que pudiera incriminarlo o incriminar a su padrino aún más de lo que ya había hecho.
Y, mientras los adultos decidían qué hacer con él o con la información que habían obtenido –no le importaba demasiado–, Harry se concentró en considerar que la situación en la que se había metido con su padrino era, probablemente, mucho más compleja de lo que habría imaginado.
Desde el primer momento en que se había lanzado detrás de Sirius, Harry no había esperado sobrevivir al Velo –esa era la verdad–, pero ahí estaba.
No tenía sentido.
Ahora se encontraban en un pasado… en el pasado… en una versión del pasado de su padrino. O tal vez ellos se habían convertido en alguna prueba de la teoría de las diferentes líneas temporales o multiversos dentro de la física, donde su pasado –el futuro– era… y… y… y Harry no entendía, y estaba temblando por emociones que, definitivamente, no podían ser las suyas, conteniendo lágrimas que hacía mucho que no tenía.
¿Qué más daba si esos dos habían decidido drogarlo con Veritaserum? Francamente, se habría decepcionado que no tuvieran más cuidado con dos desconocidos como ellos.
Harry los entendía, tal vez hasta habría hecho lo mismo en su lugar.
Comprendía lo que significaba no arriesgar su vida o la vida de alguien importante… o simplemente no dejar que un par de extraños decidieran atacar su orgullo fingiendo ser parte de su familia.
Comprendía todo perfectamente.
Entonces, ¿por qué demonios se sentía así de traicionado, decepcionado?
Bien, no… de acuerdo, no… no era buena idea pensar en esas estupideces ahora mismo.
Al parecer, de alguna manera, Harry y Sirius habían sobrevivido a un artefacto que había sido llamado el Velo de la Muerte por un a razón, y había conocido a sus padres –a los reales, no a los que había visto detrás del Espejo de Oesed–. Le habían ofrecido una nueva oportunidad y Harry la había tomado, con su padrino siguiéndolo.
Estaban en 1976.
Se trataba de una versión alterna del pasado de Sirius, porque Harry ya se había entrometido en un punto de la historia y, seguramente, había creado algún tipo de efecto mariposa con su sola presencia y simples intervenciones en el flujo natural que habría sido sin ellos.
Ahora, al llegar a ese Mundo Mágico del pasado, Sirius y él habían estado registrados, es decir, el Ministerio de Magia y el Mundo Mágico reconocía que dos viajeros en el tiempo existían ahí… sin necesidad de esforzarse por falsificar papeles o engañar más allá de la simple explicación de su presencia.
Un registro que no debería existir.
Dos personas que no deberían existir –porque Harry aún no había nacido… y porque Sirius ya tenía una versión adolescente de sí mismo rondando por ese lugar–.
Sirius había creado de la nada una historia sobre un padre, que había tenido un hijo a la edad de quince o dieciséis y, por alguna razón, la historia había encajado convenientemente fácil dentro de la historia de una rama distante de la familia Black.
¿Cuáles eran las posibilidades de algo así?
Y ahora, Harry había logrado relatar un ataque –de evidentes mortífagos– a esa familia bajo la influencia de una poción que no sabía combatir; un ataque donde todos habían muerto por un incendio, algo que no podía haber ocurrido…
¿O sí?
¿Y si las cosas como las contaba sí habían sucedido?
¿Qué tal si Hadrian Black sí había existido? ¿Qué tal si Sirius Adhara también?
En ese caso, ¿qué tanto habían cambiado la historia con su simple presencia? ¿Cuánto más de lo que ya había hecho?
Cosas terribles han sucedido cuando los magos se han inmiscuido con el tiempo, Harry.
-"Sí… cosas extrañas le suceden a los que se entrometen con el tiempo"- pensó.
-"Hadrian"- Harry alzó la mirada en automático al escuchar su nuevo nombre, Orión Black lo miraba con genuina preocupación –"Lamento mucho esto"-.
¿Lamentaba haberlo drogado o lamentaba no haber obtenido la información que buscaban?
Antes de intentar responder, sin embargo, Walburga tomó la palabra –"Era necesario, Hadrian, ¿lo entiendes?"- Harry asintió, sin saber qué decirle, demasiado ocupado pensando en algo mucho más importante que la estúpida discusión moral sobre drogar menores de edad contra su voluntad o conocimiento –"Vivimos en tiempos peligrosos, donde todo el mundo está en constante amenaza"-.
-"Lo entiendo"- asintió –"Lo entiendo, tía Walburga"- por suerte, su voz apenas tembló, a diferencia del resto de su cuerpo.
Entendía.
Harry lo entendía porque sabía el miedo de ser atacado por un psicópata sin razón aparente.
Lo entendía.
Intentó no voltear a ver a Sirius, porque sabía que el hombre querría tener una conversación con él sobre lo que había sucedido. Quizá para disculparse por algo que no estaba dentro de su control y probablemente para cuestionar a Harry por su cuenta. Sólo esperaba que su padrino no quisiera hablar justo en ese momento, porque no se sentía muy bien como para hacerlo.
La comida continuó con la misma lentitud, y ahora con un ambiente más incómodo que al principio, pero a Harry no le importó.
No tenía cabeza para pensar en tener buenos modales a la mesa, o mantener una conversación sin sentido, mentir o fingir que estaba dispuesto a soportar a los Black; lo único que le importaba era permanecer callado, comer sin ensuciarse y pretender no existir.
A ninguno de los adultos le importaba lo suficiente, notó, porque no habían dicho nada y, cuando llegó el último plato –algún tipo de pastel con frutas–, Harry pudo tranquilizarse un poco.
No era que le encantara ser drogado o que deseara llamar la atención haciendo dramas innecesarios; simplemente… no creía saber cómo reaccionar a todo lo que había vivido esos últimos días.
En su cabeza, lo único que alcanzaba a hacer era pensar en lo que había sido su vida antes del Velo y en lo que podría llegar a ser después. Quería un abrazo, de la señora Weasley porque ella lo habría defendido, incluso si significaba sacrificar la única oportunidad que tendrían para sobrevivir en ese nuevo mundo.
Definitivamente no culpaba a Sirius, su padrino –dentro de lo imprudente que podía ser– entendía que no podían permitirse algo así.
Pero… pero.
-"Adhara"- llamó Walburga cuando Harry comenzó a comer su pastel –"Tenemos que compensar esta situación"- Harry no alzó la cabeza, pero escuchó claramente la confusión en Sirius.
-"¿Compensar?"-.
La mujer suspiró –"Creo… que rebasamos los límites con Hadrian"- ofreció –"Necesitamos reparar la situación"- Harry alzó la vista.
Por favor, no era como si en verdad fuera importante. Bufó por lo bajo, ¿querían compensar a alguien que habían interrogado bajo los efectos de una poción en contra de su voluntad? Buena suerte con eso.
-"Kreacher les entregará algo de ropa"- dijo Orión –"Mañana van a visitar San Mungo"- Harry hizo una mueca de disgusto, pero nadie pareció notarlo –"Así que sería buena idea que usaran algo más… apropiado"- suponía que era una forma de decirlo.
Walburga lo miró y esperó a que Harry la mirara a los ojos –"Después vamos a visitar D&S' Couture, para comprar un guardarropa completo… para ambos"-.
-"Comprarme con ropa, qué… original…"-.
Harry no era Dudley por el amor a Dios.
-"Tal vez después quieras visitar alguna tienda en especial"- le sugirió.
Inclinó la cabeza hacia un lado, casi divertido con eso –"Gracias, tía Walburga"- y después añadió con cuidado –"¿Podríamos…? ¿Podríamos ver alguna librería?"- el alivio fue apenas visible, pero Harry notó el ligero movimiento en los hombros de la mujer –"Interesante"-.
Walburga le sonrió un poco –"Por supuesto"- y luego añadió –"Quizá tengamos tiempo para hacer una visita a la Plaza Noctua antes de eso"-.
-"Me temo que no podré acompañarlos en esta ocasión"- se apresuró a decir Orión, en verdad parecía lamentarlo, si no fuera porque el hombre usaba la misma expresión que Sirius usaba cuando estaba feliz de no tener que lidiar con Snape más de lo necesario –"Ha surgido… un negocio de último momento, así que será mejor que lo resuelva de inmediato"-.
Harry observó con cierta fascinación morbosa cómo su padrino apenas lograba ocultar una mueca de incredulidad y Walburga Black lanzaba una mirada a su esposo que no podía presagiar nada bueno.
Pasaron alrededor de veinte minutos para que Sirius y Harry fueran despedidos amablemente para ir a dormir, preguntándoles si sabían el camino hacia su habitación o si necesitaban la ayuda de Kreacher. Sirius, por supuesto, se adelantó a responder y aceptó la confianza que estaban brindándoles –Harry no creía, ni por un segundo, que los Black hubieran decidido confiar en ellos sólo por haberlo interrogado–.
Caminaron en completo silencio y, cuando llegaron hasta su habitación y cerraron la puerta, Sirius lo sorprendió tomándolo de los hombros con manos temblorosas.
-"Lo siento… muchísimo"- susurró, y luego se acercó poco a poco, como si temiera que Harry fuera a rechazarlo o quizá golpearlo –"Lo siento tanto"- repitió, respirando profundamente cuando logró abrazarlo y dejar el rostro en el espacio entre el cuello de Harry y su hombro.
Su padrino temblaba de pies a cabeza y Harry sabía que él no estaba mucho mejor.
Entendía sobre los sacrificios que debían hacerse para sobrevivir, pero incluso si entendía por completo a los Black… Harry no se había sentido tan indefenso como en esa comida desde que Voldemort lo había atado a la tumba de su padre…
Y lo odiaba.
¿Qué se suponía que debía hacer?
Su padrino no tenía la culpa de nada; las acciones de los Black no eran su responsabilidad, ellos no eran sus padres. E incluso si hubiera tenido algún tipo de responsabilidad, Harry en verdad entendía las razones de los otros dos para hacer lo que habían hecho.
Lo que sintiera o no era irrelevante porque, al final, las cosas habían salido a su favor.
Mucho más de lo que había esperado.
Internamente, Harry se alegraba de su pequeña buena suerte.
Al menos –pensó mientras acariciaba el cabello del hombre y le susurraba que todo estaría bien en un vano intento por calmarlo– no tendría que explicarle a su padrino por qué había decidido presentar un TIMO de una asignatura que ni siquiera era impartida en el Hogwarts de su tiempo, y tampoco tendría que explicarle –no aún– qué demonios había sucedido durante la cena, mientras era interrogado con una poción de por medio.
Ninguno de los dos estaba preparado para hablar de eso.
Eventualmente, cuando Sirius y Harry lograron tranquilizarse medianamente, alguien tocó la puerta de la habitación.
Fue Harry quien se levantó para abrir la puerta, sabiendo que no tenía caso insultar a los anfitriones antes de tiempo.
Kreacher estaba ahí, sosteniendo un gran paquete rectangular gracias a su magia, definitivamente.
-"Mi ama envía a Kreacher a entregarles esto"- le extendió a Harry la caja y cuando la tomó por instinto, hizo una pequeña reverencia –"Quiere darle esto a los invitados de la familia Black"- una mueca similar a una sonrisa apareció en el rostro del elfo.
-"Eh… muchas gracias, Kreacher"- le sonrió forzadamente.
Dios, odiaba al elfo, sentía la acidez de la bilis en su garganta y se esforzó por no demostrar cuánto le molestaba estar siquiera en su presencia.
No era el Kreacher que había conocido y le había mentido, tuvo que recordarse, era otro, completamente diferente… tanto como habían sido Sirius y James en Hogwarts.
El elfo pareció un poco sorprendido, pero igual profundizó la reverencia y desapareció.
Cerró la puerta, encogiéndose de hombros.
Dejó el paquete en la cama y lo miró fijamente hasta que decidió abrirlo por ambos. La caja había resultado tener la ropa que Walburga les había prometido y Harry, admitió, estaba aliviado.
Usar la misma ropa por más de tres días habría sido una pequeña tortura que no quería pasar; su ropa olía a sudor y sangre si era cuidadoso –aunque los hechizos que Sirius había usado en él habían sido bastante buenos como para permanecer en su ropa durante todo el día–, podía sentir la suciedad en el cuello y Harry… no, prefería no.
A Sirius, notó, le habían dado ropa básica que era evidentemente propiedad de lord Black, pero Harry decidió no hacer mención alguna de eso. Una camisa blanca y un pantalón de vestir negro que, a pesar de la época –era la década de 1970, por el amor a Dios–, era ropa normal… clásica y elegante.
Dentro de la caja encontró algo de ropa para él y no supo por qué se sorprendió. Era una camisa blanca y un pantalón de vestir gris. Suponía que eso era más que suficiente si la mujer planeaba llevarlo a comprar ropa mañana.
-"Siri…"- llamó cuando terminó de poner toda la ropa en una silla –"¿Por qué tenemos que ir a San Mungo?"-.
San Mungo era el hospital mágico que había conocido gracias a los Weasley y, hasta donde sabía, ahí recibían emergencias –como el señor Weasley después del ataque de Nagini, obviamente–. No creía entender por qué tenían que ir ahora. Ninguno de los dos estaba enfermo… ¿verdad?
-"No es el mismo San Mungo que visitaste"- dijo –"Es una filial dentro del hospital… las familias sangrepura tienen sanadores privados, con consultorios y alas fuera de la vista"- explicó encogiéndose un poco –"Es necesario tener un registro médico de cada miembro de la familia, lady Black es responsable de administrar estas visitas"- bufó por lo bajo.
Harry asintió, pero eso no hizo que disminuyera el nudo en su estómago –"Como una revisión médica, entonces"-.
Sirius se encogió de hombros, sin responder, y lo miró con la misma preocupación que había intentado esconderle –"¿Quieres…? ¿Quieres hablar de lo que sucedió abajo?"-.
Abrió la boca un par de veces, pero al final negó con la cabeza.
No era sólo lo que lady y lord Black habían hecho, era… ¿por qué Harry sentía como si en verdad hubiera perdido una familia? ¿Por qué sentía como si alguien le hubiera arrancado un brazo o una pierna?
Sí, era cierto, Harry había perdido una familia en su tiempo… pero, de alguna manera, no era lo mismo. Porque la familia que había perdido habían sido amigos y la familia de sus amigos, no… no una familia suya. Ahora que recordaba cosas que no había vivido, Harry sentía que…
El viaje en el tiempo comenzaba a darle dolores de cabeza, no quería nada de eso.
No notó el momento en que su padrino lo abrazó y lo llevó consigo hasta la cama.
Y Harry no supo más.
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Hasta el siguiente capítulo!
