Harry Potter y sus personajes no me pertenecen, hago esto sin fines de lucro.
Advertencias: Rated M, Slash (slow burn), Darkish!Harry, Time Travel, Teorías sobre el viaje en el tiempo, PTSD, temas maduros en general.
-"ABC..."-. Diálogo
-"ABC..."-. Pensamiento
ABC... Libro, carta o palabra/frase en otro idioma; depende del contexto
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Oportunidad
Capítulo 8, Eminencias
Las siguientes dos semanas fueron… un caos.
No el tipo de caos al que estaba acostumbrado, sin embargo.
El caos que conocía íntimamente involucraba, normalmente, a un psicópata o varios intentos de asesinato –al menos trece experiencias cercanas a la muerte, las había contado, no era divertido y no iba a serlo nunca–; y no… y no la locura que significaba formar parte de una familia sangrepura.
Jamás se habría imaginado que esa podría llegar a ser su vida –"Todo sea por el futuro"- se decía cada que se volvía demasiado para él.
Al menos, pensó, Sirius parecía no menos incómodo que él.
Es decir, no, su padrino estaba definitivamente más cómodo que él cuando se trataba de las comodidades que venían con la familia Black –notaba que se trataba de la única educación que había tenido–, pero… tampoco podía decir que estaba completamente en paz.
Jugar a ser parte de una familia no habría sido la manera en la que Harry habría deseado pasar su adolescencia –sin mencionar que sus planes a futuro jamás habían contemplado la magia, el Mundo Mágico o viajes en el tiempo–. No recordaba haber pertenecido apropiadamente a una familia, porque vivir con los Dursley simplemente había sido más una tortura personalizada.
Más interesado de lo que admitiría, Harry se dedicó a observar la dinámica que los Black mantenían con tanta naturalidad –a pesar de la evidente necesidad por conservarse dentro de ciertas reglas que no comprendía por completo–, adaptándose a ella con la mejor de sus habilidades, integrándose a un mundo dentro del Mundo Mágico al que jamás habría ingresado por su cuenta.
Suponía que debía ser normal para muchos con padres y eso, así que Harry había intentado.
Por las mañanas, Harry despertaba más temprano que cualquier otro en esa casa –o no dormía– y esperaba a ser despertado por Kreacher.
El elfo había sido más amable de lo que habría imaginado y atendía todas sus necesidades sin ningún problema –muy diferente del Kreacher que había conocido–. No era como si Harry tuviera mucho trabajo para él, simplemente ayudarle a preparar el baño por las mañanas –la magia era bastante conveniente– o a elegir un atuendo apropiado para cada día.
Se esforzaba por entender la lógica que usaba el elfo, pero era más complicado de lo que creía que debería ser, dadas las circunstancias –o quizá sólo estaba esperando regresar al colegio y usar el uniforme para olvidarse de su ineptitud para vestir apropiadamente–.
Después de vestirse, Harry bajaba a desayunar, siempre en compañía de Walburga –que le daba algunas lecciones sobre cómo comportarse a la mesa– y, algunas veces, de Sirius.
No le gustaba eso, verse separado de su padrino le había dado más pesadillas de las necesarias.
Aparentemente, su padrino había atraído la atención de Orión Black tanto como él había atraído la atención de Walburga.
Algunos días –no todos, afortunadamente–, era obligado a acompañar a lord Black en lo que sea que fueran los deberes que tuviera en el Ministerio o en algún sitio del que Harry no estaba enterado. Tenía una ligera sospecha de las razones del hombre, pero había decidido no decirle nada a Sirius porque, por primera vez desde que se conocían, no parecía tan a disgusto por ser un Black.
Había cierto aire de arrogancia que aparecía de vez en cuando, cuando su padrino estaba descuidado o discutiendo algo con Orión. Lucía tan natural en él, que Harry se preguntaba si era algo tan malo aceptar que disfrutaba pasar el tiempo con el hombre que había sido su padre.
Creía que debía tratarse de tanta atención, mayormente positiva, que no había recibido durante su infancia y que ahora aprovechaba.
Tal como Harry.
O quizá se trataba de algo que él no alcanzaba a entender.
Para ser honesto, nunca había visto a Sirius tan… tan en paz, ni siquiera cuando había pasado la Navidad con él.
Y Harry… y Harry no creía que fuera algo malo.
Estaba feliz por ver a su padrino en una relación medianamente cordial con el que había sido su padre y, si eso le traía un cierre o quizá satisfacción o algo más, entonces Harry iba a aceptarlo sin cuestionar nada.
Sin embargo, una parte de su mente le recordaba al otro Sirius.
Comenzaba a preocuparse por el Sirius más joven que, eventualmente, tendría que enfrentar una realidad donde su padre parecía favorecer a un perfecto desconocido sobre él y, quizá, Harry quería evitar eso.
Desayunaban mientras mantenían una conversación poco personal –hasta que dejaba de ser poco personal–. Walburga estaba especialmente interesada en hablar sobre las personas que Harry había conocido durante su vida y él, que no tenía idea de cómo explicarse, sólo daba respuestas vagas. No era nada importante, o eso esperaba.
Era justo después del desayuno que Harry se sumergía en la biblioteca, en los estudios que no había realizado antes, y se perdía en medio de libros e información.
Leer no era complicado, no como parecía serlo para Ron al menos. Tampoco era especialmente divertido, pero eso era quizá porque él jamás había usado su tiempo para hacerlo –culpaba a Dudley y a sus amigos por hacerle perder el tiempo o destruir todas sus cosas a la mínima oportunidad–. Las palabras en las hojas se deslizaban por su mente con la misma facilidad que los pijamas de seda que había sido obligado a usar y muchos de los libros que había elegido eran realmente interesantes.
Y, si era sincero, la magia jamás se le había presentado como una disciplina especialmente complicada.
Era sólo que Harry no tenía el tiempo suficiente para dedicárselo a sus estudios como Hermione –y tampoco tenía un giratiempo–. Pensar en la constante presencia de la muerte a su alrededor no hacía nada sencillo y sí, sabía muy bien que eso era sólo una excusa, pero no podía pensar en otra cosa cuando un loco con problemas decidía perseguirlo.
Ahora, por supuesto, decir que era bueno usando y estudiando su magia sería, probablemente, exagerar el alcance de sus propias habilidades.
Porque, de pronto, abrir un libro o practicar un hechizo se había convertido en una tarea extremadamente sencilla.
No, no.
No era sólo de acuerdo, esto es fácil y lo entiendo a la perfección, como solía sucederle en momentos de gran presión o situaciones de vida o muerte –jamás podría haberlo admitido frente a su mejor amiga, sabiendo que ella era mucho más inteligente que él y eso sólo la lastimaría–, no.
Era como si Harry… como si Harry hubiera estudiado ya todo lo que leía o, por lo menos, había escuchado suficiente sobre los conceptos elementales de algunas ramas de la magia –como Runas o Aritmancia– que, sabía, él no había estudiado a fondo.
Sí, había leído un par de cosas de los libros de Hermione –los había tomado prestados por un segundo solamente–, pero sólo eso… nada al nivel que ahora era capaz de leer.
Y tenía la ligera sospecha de saber de qué se trataba.
La misma sensación había tenido antes, cuando había respondido preguntas con información sin sentido, con cosas que él no podría saber… pero que alguien más debió haber sabido.
No era lo suficientemente estúpido como para no tener toda la intención de aprovecharse del nuevo conocimiento o la facilidad de acceder a él. Después de todo, había algo en su cabeza que le alertaba y le decía que hacía mucho que había excedido el límite de rareza, incluso en el Mundo Mágico.
¿Qué estaba sucediendo con él?
Tenía algunas teorías que podrían llegar a explicar esos momentos, pero todo le parecía tan ajeno que…
Bien, sí… de alguna manera, Harry había usurpado el lugar de Hadrian, el verdadero.
El mismo Hadrian que había vivido un ataque de mortífagos, con sus abuelos y otras cosas que no quería recordar.
Tanto él, como Sirius, habían regresado en el tiempo, no habían muerto y… y en realidad estaban ocupando la vida de dos personas que sí habían existido.
Su padrino estaba seguro que él había logrado inventar esos nombres y esa línea familiar –obviando el hecho de tener el tapiz de los Black actualizado, con sus nombres ahí, sin explicación alguna–, que Harry había sido extremadamente bueno mintiendo –bajo Veritaserum, por favor, eso no sucedía–, que las cosas habían sido arregladas por arte de magia y que, su paso por el Velo, explicaba la mayoría de las cosas inexplicables que habían sucedido hasta ahora.
Eso no era suficiente para él.
Porque su padrino no parecía tener episodios como los que Harry había tenido.
¿Estaría poseyendo a alguien? Se preguntaba cuando lo dejaban a solas el tiempo suficiente.
¿Hadrian estaría intentando recuperar su vida?
Exactamente, ¿qué había sucedido con esa familia?
A pesar de sus dudas –y el miedo que significaba considerar la posibilidad de su nueva vida–, Harry intentaba ignorar el problema lo mejor que podía.
No quería pensar en eso porque, con seguridad, entraría en pánico y no podía darse ese lujo.
Tanto como no podía darse el lujo de hablar sobre su pasado con los Dursley; mucho menos discutirlo con Sirius o Walburga.
Era toda una fortuna que ambos hubieran decidido dejarlo en paz después de la tercera vez que Harry había logrado esquivar sus preguntas. Aunque, si lo pensaba bien, quizá la razón era la creciente tensión que llegaría en tren a esa casa.
De cualquier forma, Harry no tenía por qué darles información, necesitaba obtenerla.
Y, afortunadamente, sus tíos le daban la mejor oportunidad para hacerlo con esos pequeños momentos en los que era obligado a estar en su compañía.
¿Acaso eso no era una novedad?
Ahora tenía dos tíos que buscaban activamente pasar tiempo con él… dos personas que no eran realmente sus tíos preferían pasar tiempo con Harry que los dos tíos con los que había convivido toda su infancia.
Qué triste.
Después de pasar el día encerrado en la biblioteca o en su habitación –aunque Harry tenía el permiso para vagar por Grimmauld Place con relativa libertad, siempre que no tuvieran invitados–, estudiando y leyendo a una velocidad francamente impresionante, sin demasiado contacto con el exterior más allá de la presencia ocasional de su padrino, Kreacher o Walburga, Harry era llamado para asistir al almuerzo y, después, al té… y la cena.
No era que no deseara conocer todo el lugar, era sólo que Harry no podía perder su tiempo cuando ahora tenían más tiempo del que habrían tenido en 1996.
Además, a cambio de ser cuestionado por su pasado o sobre cuestiones demasiado personales, Harry tenía un beneficio que nadie ahí había notado y que no estaba deseoso de hacérselos notar –y no, no sólo se trataba de tener acceso a tres comidas saludables al día–.
Tomar el té con los Black era una experiencia más interesante de lo que alguien podría podido adivinar.
No era por el té o la comida apropiada que Kreacher traía para ellos mientras compartían el salón familiar –que era mejor de lo que esperaría–, tampoco era por la compañía en sí –porque, siendo honesto, los Black todavía le causaban cierto rechazo que no deseaba demostrar–. Se trataba más bien de un momento de iluminación que no habría podido tener mientras hubiera estado bajo la tutela de, digamos, la Orden del Fénix.
Lady Black seguía tratándolo como un niño –un niño especialmente delicado y no apto para ciertas actividades, aparentemente–, pero el acceso a la información no había sido algo que Harry había esperado de los Black –aunque, suponía, Sirius había intentado defenderlo frente a la señora Weasley cuando había buscado algo de información–.
El té era el momento del día en que Harry podía descansar brevemente de una rutina que había establecido y podía informarse de todo lo que había sucedido en el Mundo Mágico sin tener que emitir pregunta alguna que pusiera en tela de juicio su propio conocimiento de un tiempo en el que no había vivido y de una sociedad de la que no había conocido su existencia sino hasta hacía casi cinco años –cinco años en el futuro, por lo que no tenía idea de nada que tuviera que ver con la década de los setentas–.
En la cena también se enteraba de ciertas cosas, pero era más bien un momento de conversación ligera donde él sólo escuchaba los últimos rumores sobre las otras familias que no conocía ni tenía interés en conocer.
Orión –a veces acompañado de Sirius– regresaba a Grimmauld Place justo a tiempo para el té, con media sonrisa dirigida a su esposa y, últimamente, un brazo en los hombros de su padrino. El hombre era extraño, pero con él llevaba información que necesitaba.
Así era como se había enterado de la crisis política que se vivía en el Mundo Mágico desde hacía diez años, así era como Harry había comprendido que, quizá –sólo quizá–, había cierta razón de los sangrepura para mostrar disgusto por las nuevas políticas de integración muggle para frenar la discriminación.
Y así era como Harry se había enterado de la fecha.
Faltaba poco para comenzar a presentar sus exámenes en el Ministerio –en una sala especial, si acaso eso era importante– y la sensación de náusea había permanecido en él desde hacía un par de días.
No, no era normal en él dejarse dominar a tal grado por sus reacciones físicas –hacía tiempo que Harry había aprendido a controlarlas–, tampoco era normal en él sentirse nervioso por unos estúpidos exámenes que ya había hecho.
-"Hadrian, presta atención"-.
Parpadeó un par de veces antes de sonreír ligeramente a la mujer y tomar un pequeño sorbo de su té sin azúcar –"¿Quién demonios toma té sin azúcar?"- pensó sin fuerza –"Lo siento, tía Walburga"-.
La mujer negó con la cabeza –"Algo sucede, Hadrian"- y luego le lanzó una mirada que significaba un evidente ¿qué?
Sólo porque realmente no tenía nada que perder, Harry suspiró –"Sólo pensaba en… los exámenes"- no era totalmente cierto, pero nada para alarmar a nadie.
Ella arqueó una ceja –"¿Oh? ¿Así que nada tiene que ver con mis hijos y su llegada del colegio?"- supo que había fallado para esconder la pequeña presión que hizo en su taza cuando Walburga Black sonrió un poco –"Regulus es un buen muchacho y Sirius es… es… tiene tu edad, y algunas opiniones fuertes, pero te aseguro que se comportarán con el decoro necesario"-.
Sí, porque eso era precisamente lo que le preocupaba.
Era tan evidente.
A Harry le preocupaba ser tratado con el decoro y la amabilidad por un primo, por supuesto; se alegraba al saber que alguien lo entendía…
Qué estupidez.
Le preocupaba la reacción que tendría él al ver, de nuevo, el rostro de un Sirius tan joven; estaba nervioso porque la última vez que se habían visto, las cosas no habían resultado tan bien como se esperarían. Tener a un primo esperando fastidiarle el verano no era algo que desearía tener ahora mismo –y, estaba seguro, Sirius no sería como Dudley–.
Pero, por encima de todo eso, le preocupaba ver la reacción de su padrino a esos dos nuevos habitantes de Grimmauld Place.
No era lo suficientemente ingenuo como para pensar que Sirius no se vería afectado por todo lo que sucedía y sucedería. Convivir con los que habían sido sus padres con una relación completamente distinta a la que habían tenido –todo porque deseaba mantener a Harry seguro–, ser obligado a habitar la misma casa que había odiado por toda su vida y ver a las personas que deberían ser sólo recuerdos o fantasmas para él…
Era por eso que Harry no creía tener el derecho a sentirse nervioso.
-"Sólo… sólo haré todo lo posible por…"- por evitarle más problemas a su padrino, haría lo posible por acompañarlo y evitar que tuviera que lidiar con todo por su cuenta.
Llegarían en menos de una hora, o eso había dicho Orión.
Y su padrino no había bajado de su habitación desde que le habían informado.
Lo entendía, en verdad lo hacía… sólo desearía poder hacer algo por él que no fuera distraer a Walburga.
-"Con el interés que has tomado por las Artes Oscuras y tu habilidad, creo que Regulus estaría feliz de tener alguien con quien conversar"- porque Harry tenía tal suerte y era una ironía –"Y Sirius tiene una especial facilidad para Defensa Contra las Artes Oscuras"- Harry podía ver eso.
Podía verlo… en su padrino, un hombre que había sido Auror antes de ser encerrado injustamente, pero no podía verlo en el niño que había conocido en Hogwarts.
Harry giró ligeramente la cabeza, para verla –"Ah, ¿sí?"- se mordió el interior de la mejilla para no sonreír –"Mis primos deben ser talentosos"-.
No era que no apreciara saber cómo es que sus dos primos eran buenos con ciertas ramas de la magia –es decir, Harry apreciaba a las personas como Hermione o los gemelos Weasley– o que no fuera divertido escuchar a la mujer intentar impresionarlo con eso por cualesquiera que fueran sus razones para hacerlo, era más bien… no entendía qué tan importante debería ser para ellos hablar sobre los logros que tenían sin estar los involucrados presentes.
Eventualmente, Sirius entró al salón con una expresión compuesta y una sonrisa neutral.
Su ahijado sólo podía sentirse enfermo por verlo así.
-"Ve con tu padre, Hadrian"- dijo la mujer en un susurro –"Creo que él también está nervioso por los exámenes"-.
Sabía que su comentario era más bien una mofa hacia él, que su padrino ni siquiera había hecho algo que ameritara que Walburga considerara algo así, era como si la mujer intentara hacerlo sentir bien por estar preocupado de agradarle a sus hijos. Si sólo supiera exactamente cómo conocía a su Sirius y cómo no podía importarle menos sus opiniones en ese momento.
Como fuera, Harry asintió, porque francamente toda su atención había estado en Sirius desde hacía unos días atrás y comenzaba a sentirse enfermo de no poder concentrarse en él porque debían mantener una máscara y evitar represalias por mentir, ¿qué podía importarle unos estúpidos exámenes cuando su padrino estaba sufriendo?
Dejó la taza en la mesa y se levantó, ignorando la incomodidad que su ropa le ocasionaba, acercándose a Sirius.
Casi prefería que Lucius Malfoy regresara y tomara el lugar de los hermanos Black, si con eso lograba hacer que su padrino se sintiera mejor.
Sirius parpadeó un par de veces al verlo acercarse, como si no lo viera realmente ahí –"Eh… ¿qué…?"- pero no pudo continuar.
Intentó sonreír –"Ven, siéntate conmigo"- y tomó su brazo con ambas manos.
Fue fácil hacer que el hombre lo siguiera y tomara asiento junto a él, sin dejar ningún espacio a su lado izquierdo. Y, si tuvo que ignorar la mirada que Walburga les mandaba, Harry lo hizo. Ninguno de los dos necesitaba esas miradas ahora mismo.
Walburga se encargó de hacer una conversación que girara en torno a sus dos herederos, sorprendiendo a Sirius todo el tiempo porque, aparentemente, la mujer tenía una idea extraña de lo que significaba el refuerzo positivo en la educación de los hijos. Ella… ella estaba orgullosa de Sirius y Regulus, sólo que… que había ciertas cosas que no aprobaba en ninguno de ellos… la mujer, de hecho, parecía feliz de hablar particularmente sobre Sirius y sus avances académicos, aunque no tanto sobre su actitud ante la autoridad –no Dumbledore, sino ellos–.
Y Regulus era… era el hermano menor de Sirius, todo lo que su hermano hacía, él lo repetía o lo adaptaba a su vida.
Se preguntaba cómo era que Sirius estaba lidiando con esa nueva perspectiva de su familia. La edad, después de todo, podía brindarte otra manera de ver e interactuar con todo y todos, ¿o no?
-"Mi señora"- llamó Kreacher desde la entrada, cuarenta y cinco minutos después que Sirius se sentara a su lado –"Los amos Regulus y Sirius llegaron junto al amo Orión"- la mujer asintió.
Había sonado más bien como una pequeña sentencia a Azkaban, por la forma en la que su padrino permaneció ligeramente más rígido en su sitio y su mano comenzó a sudar entre las manos de Harrry.
-"Tráelos al salón, Kreacher"-.
Kreacher desapareció y el silencio de la habitación se volvió tan incómodo como había sido cada que sucedía con los Black. Harry no hizo ningún movimiento o sonido para interrumpirlo, porque debía admitir que la ansiedad podía congelarte.
El primero que cruzó el umbral fue Lord Black, pero casi de inmediato siguieron dos figuras, ambas más altas que Harry y una de ellas con un rostro tan familiar como el hombre que estaba a su lado.
Sirius recordaba ese día a la perfección.
Habían sido las últimas semanas que había pasado con sus padres y su hermano antes de huir y refugiarse con James, lo recordaba muy bien, de hecho, lo recordaba perfectamente.
El día había sido un día soleado, demasiado sol y poca gente en la estación. Su padre había estado esperándolos en el andén, evitando que Sirius pudiera huir con los señores Potter desde el principio, con una mano en el bolsillo del pantalón y una actitud que había logrado adoptar a pesar de sus esfuerzos. Regulus lo había tomado del brazo y le había rogado por caminar con él y regresar a casa. Sirius había accedido, sólo por su hermanito y esa patética expresión que sólo él podía hacer y salirse con la suya.
Recordaba las pequeñas lágrimas que habían permanecido en las pestañas de Regulus y el suspiro de alivio que había soltado en cuanto Sirius había accedido.
James le había dado esa sonrisa estúpida que le daba y que lo hacía sentirse mejor –justo después, su mejor amigo le había dado un pedazo de pergamino doblado a la mitad–, Remus lo había abrazado y Peter… él había desaparecido con su madre mucho antes que su padre hubiera siquiera aparecido.
Había sido arrastrado por Regulus hasta su padre y los tres habían salido de la estación hasta el punto seguro para aparecerse en Grimmauld Place.
Recordaba a la perfección ese día, porque había sido recibido por un castigo ejemplar de su madre por haber deshonrado a la familia, de nuevo, gracias a alguna tontería que había hecho durante el colegio –nada importante, estaba seguro–. Porque Regulus había permanecido en su habitación hasta que Sirius había salido, dos días después.
Podía apostar a que todo eso había ocurrido…
Excepto que algo había cambiado.
Regulus sonreía y su yo del pasado… también.
Su padre sonreía.
Y así no había sucedido. Sirius jamás había compartido algo más con su padre que no fueran palabras de cortesía, siempre ocupando su mente en prestarle atención a su madre y sus exigencias, sólo para evitarse un castigo mucho peor de lo que ya tendría.
No sonrisas, no contacto… sólo un silencio tenso en el que Sirius se había criado.
Algo normal… eso no era normal.
Sólo las manos de Harry en su brazo y el calor constante que emanaba del cuerpo de su ahijado lo mantenían presente en esa realidad tan extraña. Harry hizo que se levantaran del sofá, para saludar a los integrantes de esa enferma familia a la que pertenecía… o a la que pertenecía dos veces al mismo tiempo –y, si dejó escapar una risa, Harry no se lo hizo notar a nadie–.
Frente a él estaba un fantasma.
Regulus siempre había sido un niño delicado –o quizá era la mente de un hermano mayor hablando por él–. Suave al tacto y normalmente con la redondez infantil que seguía a muchos durante la adolescencia, sin embargo, su expresión siempre distó de la ingenuidad que muchos podrían tener a su edad. No lo culpaba, vivir en esa casa de infierno te obligaba a crecer de una forma que no le recomendaría a nadie.
Pero sonriendo… sonriendo su hermano lucía distinto, ¿hacía cuántos años que no veía la sonrisa de su hermanito? ¿Casi treinta años? Por Merlín, y ese ni siquiera era su Regulus.
La presencia de Harry a su lado era un apoyo que jamás podría agradecer como se debía; su ahijado estaba ahí, ofreciéndole la compañía que debería estar ofreciéndole él…
Verse a sí mismo no era, ni por un segundo, tan complicado como ver a Regulus.
Reconocía su rostro a la perfección, reconocía la expresión de suficiencia que solía usar y, ¿siempre había sido tan desagradable? No había una nota agradable en él al verse, porque simplemente no podía sentirse menos que asqueado al ver a alguien que odiaba. Le daba asco sólo de pensar en todo lo que había hecho y lo que haría, en lo que se convertiría pasados los años.
-"Sirius, Regulus"- saludó su no madre –"Vengan, rápido"- su orden era más bien una sugerencia, notó con una enfermiza fascinación.
Desde que Harry y él habían llegado a ese lugar, Walburga Black no se había comportado como la mujer que conocía. Las atenciones que tenía por Harry eran apreciadas y la constante comunicación con ambos era algo que no había esperado –hablar con sus no padres como adultos seguía siendo extraño–, no existía la misma tensión que había visto en los últimos momentos que había pasado con ellos. Había tensión, sólo que… la canalizaban de otra manera, hacia Harry.
Y se sentía mal, porque Harry no debería estar ahí, pero prefería que su no-madre volcara atenciones positivas en su ahijado a tener que soportar el constante abuso que podría fácilmente existir –"Como pensé"- se dijo con humor –"Harry se ganó la confianza de ambos"- no esperaba nada menos del hijo de Lily.
A pesar de ello, Sirius no podía evitar asustarse cada que veía a sus no-padres sonreír.
Tal vez, pensó una parte de su mente –la parte que estaba cansada de todo lo que sucedía–, tal vez debería entenderlo de una vez: esos no eran sus padres, y mientras más rápido lo asimilara, sería mucho mejor.
Fue Orión quien tomó el mando de la conversación, como era debido, justo cuando sus dos hijos dieron algunos pasos hacia el frente –"Sirius, Regulus…"- notó con simpatía que su yo joven miraba a Harry, su simpatía se desvaneció cuando se dio cuenta que la mirada que le lanzaba era cualquier cosa, menos algo bueno –"Estos son Adhara Black, su tío"- Sirius se obligó a hacer una pequeña reverencia hacia sí mismo –"Y Hadrian Black, su primo"- Harry, sin embargo, no siguió su ejemplo, sólo inclinó ligeramente la cabeza, lo suficiente para pasar el gesto por una vaga amabilidad.
-"Bien… tal vez James tenía razón"- pensó en cuanto vio que su yo más joven abría y cerraba la boca, intentando decir algo –"Esa no es una expresión muy agradable"- quiso encogerse al ver su rostro contorsionarse en una expresión poco atractiva de sorpresa y algo más que evidentemente no era amable.
Nunca se había molestado en analizar sus propias expresiones, no tanto como Regulus o su padre, de cualquier modo.
-"Es un placer conocer a los herederos Black"- dijo Harry en voz baja.
Pero detrás de su aparente buena actitud y expresión afable, Sirius veía claramente cómo su ahijado ocultaba esa sonrisa reprimida, llena de lo que sería, esperaba, los recuerdos del momento en que había logrado humillar a su versión estúpida –"¿Debería ofenderme?"- tendría que hacerlo, básicamente se burlaba de él, con una expresión que realmente no podía pertenecer a ninguno de sus padres, que era sólo suya –"Es un verdadero placer"- dijo con una media sonrisa.
¿Cómo podría? ¿Cómo podría si Harry se divertía con la reacción del pequeño Sirius? Bien, él no era nadie para impedírselo.
Orión observaba curioso la reacción de su hijo, notó –"No…"- conocía esa mirada.
Oh, conocía esa mirada…
-"El placer es nuestro… tío Adhara… primo Hadrian"- la sorpresa en la voz de Regulus era evidente –"¿Se quedarán a cenar?"-.
-"Regulus siempre fue más inteligente que yo"- la mejor manera de obtener información gratis, era hacer las preguntas incorrectas, qué buena idea era hacerlo, una pena que jamás hubiera aprendido a hacerlo tan bien como él…
Bien, eso era una mentira, Sirius era bastante bueno haciéndolo, era sólo que nunca se había molestado en hacerlo sólo porque requería tiempo y paciencia que no tenía.
Walburga sonrió hacia el menor, una sonrisa extraña que no pudo leer –"Vivirán con nosotros a partir de ahora"- y no dijo más.
Era política de los Black no regalar más información de la estrictamente necesaria, principalmente cuando se trataba de información sensible que involucraba a otro miembro de la familia y podría afectar… bien, no afectar, pero sí ocasionar una reacción no particularmente buena, había consecuencias que no podías controlar cuando información sensible tocaba oídos ajenos. Era costumbre también no volver a preguntar, pero a veces la curiosidad en ellos era demasiada.
-"Madre…"- esta vez, la voz de su yo más joven sonaba muy similar a su propia voz, áspera y grave, ciertamente era la sorpresa, porque recordaba muy bien que su voz no cambiaría sino hasta que comenzara a fumar –"¿Qué…?"- y, sin mucho tacto, apuntó a Harry con un dedo.
Su no-madre suspiró –"Ahora no, Sirius"- advirtió.
Y vaya que había escuchado ese tono lo suficiente para saber que debía morderse la lengua.
-"Es mejor que vayan a cambiarse"- interrumpió Orión, antes de crear un conflicto mayor, afortunadamente –"Cenaremos dentro de poco y podremos discutir la situación a detalle…"- cuando ninguno de los dos se movió, el hombre frunció el ceño –"Vayan, ahora"-.
No fue sino hasta que Regulus suspiró, que los dos menores salieron de la habitación.
-"Eso fue… mejor de lo que pensaba"- habría esperado una reacción más violenta de su yo más joven, sabiendo lo que había sucedido en Hogwarts entre Harry y los Merodeadores.
Estaba aliviado, sin embargo, porque recordaba el primer día en Grimmauld Place después de su quinto año en el colegio. Su presencia y la de Harry ya había cambiado demasiado y ahora no sabía lo que podría ocurrir.
En algunas semanas, Sirius dejaría la casa –aquella vez, había tenido la excusa perfecta para hacerlo sin parecer un imbécil frente a su hermano–.
Había sido… algo extraño, porque su madre había enloquecido. Les había prohibido salir de casa, nada de correspondencia, ningún contacto… había tomado a Sirius por los hombros, para hablar sobre algo bastante serio. Su urgencia por no dejarlo fuera del alcance de sus garras había sido más que suficiente como para reaccionar… Sirius había reaccionado… y su madre también…
El tiempo que había vivido con los Potter había sido… el mejor de su vida. Despertar muy tarde con James sobre su cama y con la media sonrisa de la señora Potter desde la puerta… pasar el día hablando con la familia sin tener que cuidar sus palabras en medio de una estúpida conversación.
Sentir qué era ser apreciado por primera vez en mucho tiempo…
Los Potter habían salvado su vida, de muchas maneras que jamás comprenderían y Sirius realmente quería que esa versión de él aprendiera de ellos.
Quería que aprendiera la suavidad con la que se trataba a aquellos que querías, que aprendiera que sus bromas eran crueles –no con los castigos que Walburga le daría, sino con palabras, incluso con miradas de decepción, porque eran mucho mejores que la tortura–. Si tenía la oportunidad, quería que ese Sirius pudiera agradecerles como él jamás había sido capaz.
Suponía que, si Harry estaba ahí, él podría ser una buena compañía para su hermano… Regulus podría haber sido un mortífago, pero sabía muy bien que su decisión por aceptar tal condena tendría que haber llegado cuando él había desaparecido de casa.
-"Parecen agradables…"- respondió Harry a algo que Sirius no escuchó.
Sin necesidad de mirar a Harry, podía decir exactamente lo que querría haber dicho –"Va a ser divertido"- o algo así.
Sin embargo, cuando lo miró, su sonrisa no lucía como la sonrisa de James.
-"Lo hice de nuevo"- pensó avergonzado.
Comparar a Harry con James le traía el doloroso recuerdo de Molly, justo cuando la mujer había dicho algo sobre su actitud. Juraba que no estaba reemplazando a James con su hijo, no quería ver a Harry sólo como un sustituto de su mejor amigo porque… porque ellos eran diferentes. Pero a veces…
A veces no podía evitarlo…
Y juraría que Harry lo sabía… y no decía nada.
¿Qué tan idiota tenía que ser para que su propio ahijado fuera quien se hiciera cargo de su bienestar?
-"Estarán cansados del viaje, Hadrian"- respondió Walburga, mintiendo fácilmente –"Viajar en tren desde el colegio es… agotador"- excusar a sus hijos, qué amable –"Seguramente estarán en mejor disposición para hablar en cuanto cenemos como corresponde"- como si la comida fuera a hacer algún cambio en el comportamiento de esos dos, bufó Sirius desde su sitio.
Ahora, si pudiera saber exactamente cómo reaccionarían con Harry, sabría qué tendría que hacer para mantenerlos alejados de su ahijado por el mayor tiempo posible. Porque podía adorar a su hermano, y podía entender a ese otro Sirius, pero de ninguna manera los dejaría acercarse a Harry a menos que no tuviera otra opción.
Claro que, si pudiera, intentaría convencer a Harry de mantener su distancia por un tiempo prudente, pero conociéndolo…
-"¿Todo bien, Adhara?"-.
Sirius parpadeó y miró a Orión fijamente –"Ah, sí… sólo…"- luego sonrió –"Pensaba en algunas cosas"-.
Harry suspiró al escuchar su respuesta, evitando por poco rodar los ojos. Para ser un hombre que podía actuar tan bien, esa había sido la peor excusa que había dado hasta ahora. Suponía que no valía la pena soportar las preguntas de Walburga y Orión si acaso decía algo.
Al menos, pensó mientras tomaban asiento de nuevo, su padrino estaba relativamente bien después de ver a su hermano y a su versión joven. No podía imaginarse cómo sería pasar el resto de las vacaciones conviviendo con una versión más joven de ti mismo, un hermano que había muerto y dos padres a los que odiaste en su momento. Suprimió un temblor; definitivamente, no desearía estar en los zapatos de Sirius.
Harry escuchó sin prestar mucha atención a la conversación que le siguió.
Si Orión y Walburga decidían hablar de sus hijos, al menos deberían hacerlo mientras ambos estuvieran presentes, pero Harry no iba a decir nada del tema, así como no lo había hecho antes. Comenzaba a fastidiarle la actitud que tomaban, la forma en que esa familia manejaba las cosas más simples de la vida –cosas que los Dursley harían fácilmente, al menos–, cómo todo significaba etiqueta y buenas costumbres.
Durante casi dos horas –el tiempo aceptable para terminar con el té y esperar la cena pacientemente–, Harry se forzó a sonreír al escuchar cosas que tendrán que haberse dicho en otro tiempo y a otras personas.
Tuvo que escuchar cómo Orión estaba impresionado con la forma en que la mente de su hijo mayor funcionaba, cómo Sirius era un natural prodigio para los negocios y cómo el hombre deseaba verlo tomar su lugar una vez que tuviera la edad suficiente y la experiencia necesaria. Escuchó cómo es que Regulus tenía la oportunidad de explorar otras disciplinas y cómo parecía tener un excelente futuro por delante.
Y su Sirius también escuchó eso.
Harry no conocía a sus padres y, después de su último año en Hogwarts –y lo que había visto no hacía mucho–, no sabía qué pensar de ellos. Casados tan jóvenes, Harry ni siquiera sabía si, habiendo sobrevivido, hubieran logrado mantener su matrimonio. Sin embargo, algo que siempre deseó, y secretamente esperó tener, fue saber que sus padres estarían orgullosos de él.
Ahora jamás podría saberlo y, aunque Sirius pudiera jurarlo, Harry realmente no creía en las palabras de terceros.
No era lo mismo.
No era lo mismo escuchar a la señora Weasley felicitarlo por algo que haberlo escuchado de una madre que no recordaba. Quizá era sólo su imaginación, pero Harry podría haber jurado que la señora Weasley cambiaba ligeramente el tono cuando hablaba con sus hijos y no era precisamente el mismo que usaba cuando hablaba con él…
Pero estaba bien, porque él no había tenido a sus padres para saber la diferencia… pero Sirius…
Sirius había tenido a ambos padres ahí y ellos no habían hecho su trabajo esa última vez. Probablemente su padrino jamás había escuchado a sus padres hablar positivamente de él o su hermano y…
-"Lo digo en serio, Adhara"- respondió Orión con media sonrisa –"Sirius sólo tuvo que ver los documentos en mi escritorio una sola vez para decidir que sería una mejor inversión de tiempo entrenar crups que intentar contratar a esos hombres para…"-.
-"¿Padre? ¿Madre?"- llamó Sirius desde la puerta, acompañado de su hermano.
No podía haber ninguna duda, nadie podría confundir el tono del hombre.
Orión estaba orgulloso de su hijo –su Sirius y el otro Sirius–.
Harry giró ligeramente la cabeza para verlos. Tenía ambos brazos en el brazo de su padrino, esperando que eso fuera suficiente para evitar algún problema en el futuro cercano.
Su mirada se encontró directamente con la de Sirius, el adolescente abría ligeramente la boca, como si no pudiera articular apropiadamente. Notó que quería desviar la mirada hacia su padre, pero por alguna razón, no lo hizo.
Harry le sonrió.
Recordaba que ese niño no era su padrino, recordaba que no hacía mucho tiempo había decidido involucrarse en una pequeña pelea que habría dejado marcado al que habría sido su profesor de Pociones. Ese Sirius era el amigo de James Potter y no el hombre que había sido falsamente encarcelado por doce años…
Su padrino estaba sentado a su lado, dejándose abrazar por él, pretendiendo estar relajado al ver a esos dos niños. Debía recordarlo porque, de otro modo, Harry comenzaría a complicar las cosas cuando no existía ninguna necesidad.
No tenía opción.
Sin duda –porque Harry no era un legeremente, pero tampoco era estúpido–, el niño estaría recordando exactamente la forma en que se habían conocido. Quizá estaba determinando qué decir o cómo actuar ahora que sabía que Harry era su primo.
-"Me pregunto… ¿acaso podrá cumplir con sus amenazas?"- estaba genuinamente interesado en saberlo, después de todo, su Sirius jamás había demostrado no ser capaz de llevar a cabo sus amenazas, ¿cierto?
Por otro lado, si Sirius le extendía una disculpa y prometía dejar sus tonterías…
Sí, de alguna manera dudaba que eso pudiera suceder en un futuro cercano –"Tal vez si me disculpo primero…"- por favor, eso era todavía más improbable.
Ah, qué deseos tenía de saludar a Sirius… sólo para divertirse por un momento.
El adolescente terminó por desviar la mirada hacia sus padres, incapaz de mantenerla hacia Harry, probablemente esperando algún tipo de respuesta a las preguntas que no había hecho todavía –y que no iba a hacer en presencia de Harry–.
Fue la voz de Orión que logró despertarlo –"Sirius, Regulus, no se queden ahí, siéntense"-.
En ese punto, Harry regresó su atención al hombre a su lado mientras los dos adolescentes tomaban asiento junto a sus padres –"Sentimos la tardanza, madre"- Regulus no dejaba de mirar a Harry, notó.
-"Está bien"- la mujer agitó una mano y sonrió ante la evidente sorpresa en Sirius, su hijo –"¿Por qué no nos cuentan cómo estuvo el colegio?"- luego abrió los ojos ligeramente –"Hadrian va a entrar al colegio el siguiente año y estoy segura que ustedes podrían hablarle un poco sobre la vida en Hogwarts"-.
Sí… no era como si Harry no conociera el colegio como la palma de su mano y hubiera pasado ahí cinco años de su vida, ¿cierto?
El Sirius más joven abrió la boca un par de veces, antes que su hermano tomara la palabra y lanzara una mirada de confusión al mayor; claramente no sabía exactamente lo que sucedía ahí y, si Harry pudiera apostar, no lo sabría por boca de su hermano.
-"Ah… primo Hadrian…"- carraspeó –"¿Cuarto año?"- preguntó amablemente.
Y aunque era un gran cambio a la actitud que podría haber recibido fácilmente, Harry tuvo que esforzarse por no fruncir el ceño y responder mordazmente –"No… entraré a sexto grado, me parece"- y si decidió que debía apretar con más fuerza el brazo de su padrino para evitar que riera, Harry simplemente lo hizo.
¿Qué sucedía con esa familia?
Sonrió con suficiencia al notar el color en el rostro de ambos hermanos, probablemente por razones muy diferentes –"Lo… lo siento, primo"- se disculpó el menor.
-"Está bien"- en realidad, no era un problema muy grave, sólo un fastidio –"Primo…"- antes de poder terminar y, como se daría cuenta después, cometer un error al saber diferenciarlos sin haber sido presentados formalmente, Regulus abrió los ojos, tal como su madre había hecho y se levantó de su asiento.
Sirius lo siguió, aunque no con la misma velocidad.
-"Lo siento mucho, primo Hadrian"- sin su consentimiento, Regulus tomó su mano izquierda y se inclinó para besar el dorso en un gesto que le pareció terriblemente familiar a un rubio que había tomado esas libertades –"Regulus Black, segundo heredero Black"-.
Harry correspondió asintiendo con la cabeza y forzándose a no quitar su mano del agarre y sonreírle al mismo tiempo –"Hadrian Black, un placer"-.
Eso era una ridiculez, pensó.
¿Acaso no habían sido presentados ya? Bien, a juzgar por la expresión de aprobación en Walburga, las acciones de esos dos eran exactamente lo que se esperaba de ellos.
Mordiéndose la parte interna de la mejilla, Harry dejó que Regulus se apartara de él para darle espacio a su hermano mayor.
Con movimientos fluidos y algo más violentos que los de su hermano –y, por supuesto, entendía que ambos eran diferentes, incluso si compartían bastantes cosas entre ellos–, Sirius se acercó a él con una dolorosa expresión en el rostro. Y si Harry no fuera una persona madura y perfectamente capaz de ser paciente hasta estar en la privacidad de su nueva habitación para reír, Harry habría hecho algunos comentarios sobre su primer encuentro, sólo para fastidiarlo.
-"Sirius Black, heredero Black"- masculló mientras tomaba su mano con algo más de fuerza y lo alzaba ligeramente más para no inclinarse más de lo necesario.
-"Hadrian Black… un placer"-.
Como había dicho, ridículo.
Sirius lo soltó tan pronto como pudo –regresando a su asiento junto a su hermano–, como si sólo tocarlo lo quemara y Harry sabía que poco faltaba para que algo así sucediera.
¿Cómo sería vivir con esos dos?
A juzgar por las conversaciones que había tenido con Walburga, no sería tan complicado como podría llegar a pensar. Sirius no salía de su habitación a menos que se tratara de asistir a las comidas, y su hermano prefería mantenerse fuera de cualquier problema. Harry no tendría que preocuparse por visitas extrañas a su habitación. Y dudaba que Grimmauld Place pudiera tener la misma energía que La Madriguera.
No le molestaba demasiado. Aunque había disfrutado la convivencia con los Weasley, Harry no era una persona que naturalmente buscara tanto ruido o interacción. Por supuesto, tampoco preferiría regresar a Privet Drive.
-"¿Qué más da?"- se dijo –"Mañana comienzo con los exámenes, ¿o no?"-.
Era cierto.
Gracias a la grandiosa capacidad del Ministerio por organizar la examinación, Harry presentaría dos semanas de exámenes en sólo una porque, aparentemente, las personas tenían el tiempo y el dinero para perderlo así. Malditos imbéciles que ni siquiera podían hacer su trabajo medianamente bien…
No era como si Harry pudiera cambiarlo, no ahora, por lo menos
Ahora entendía por qué los TIMOS eran tan importantes, cuando muchas personas no podían presentarlos; la exigencia de la examinación, tanto en materia como en tiempo y estrés, era demasiada, mucho más si tomaba en cuenta que quien intentaba presentar los exámenes directamente en el Ministerio probablemente trabajarían o tendrían otras cosas que hacer. Sólo los privilegiados, como él, podían tener el tiempo suficiente para estudiar por su cuenta y perder toda una semana de su vida en exámenes.
¿No se suponía que la educación debía ser un derecho y no un privilegio? ¿Por qué Hogwarts no abría sus puertas para las personas que deseaban presentar sus exámenes? Sería mucho más fácil para todos así, ¿o no?
¿Acaso nadie recordaba que las personas debían comer para sobrevivir? ¿Por qué no podían dar más facilidades a aquellos que presentaban los TIMOS? Estaba seguro que muchas personas harían todo lo posible por presentarlos si sólo les daban el tiempo y el espacio…
Como fuera, Harry no podía hacer nada; perdería una semana de su vida dentro del Ministerio, presentando exámenes que ya había hecho en su propio tiempo, todo para mantener una farsa que no estaba muy seguro de saber aprovechar como había pensado en un principio. Su padrino, por supuesto, estaría ocupado siendo el asistente personal de Orión y una nueva influencia en el otro Sirius. No tendría tiempo para interactuar con ninguno de los Black más de lo estrictamente necesario hasta que terminara con los exámenes.
Y si eso no era un alivio, no sabía qué podía serlo.
-"La cena está servida"- llamó Kreacher desde la puerta, interrumpiendo cualquier conversación que pudiera empezar.
Salvado por el elfo doméstico, qué conveniente.
-"Dime, primo Hadrian"- o tal vez no –"¿Por qué no te habíamos visto por Hogwarts?"- comenzó Sirius mientras comenzaban a caminar hacia el comedor.
Entrecerró los ojos y sonrió un poco hacia el adolescente –"Oh, ya sabes… quizá porque vengo de un futuro relativamente lejano donde tú te graduaste y yo soy tu ahijado"- pensó, antes de tomar el brazo que su padrino le ofrecía.
En cualquier otro momento, Harry habría creído en ese tono de falsa curiosidad inocente. Habría aceptado su pregunta como un genuino interés en lo que sucedía con él y su vida, sin embargo, Harry no tenía cinco años y hacía mucho que estaba acostumbrado a ese tono de voz.
Debía aplaudirle, porque Sirius era bastante bueno actuando –aunque todavía no el nivel que su padrino parecía haber adquirido con el tiempo–. La forma en que se movía hacia él, con la cabeza ladeada y el movimiento de sus hombros, los ojos ligeramente más abiertos, la sonrisa amable, todo era casi perfecto. Una verdadera pena, porque Harry no era idiota; todavía recordaba claramente la advertencia que le había dado Sirius la última vez que se habían visto.
-"Sirius"- llamó Walburga al caminar a su lado, tomándolo del hombro –"Se trata de un asunto… personal"- respondió por Harry.
Si el adolescente no esperaba esa intervención, no lo demostró, simplemente asintió con la cabeza y decidió mantener el silencio hasta que todo el mundo estuviera sentado a la mesa.
Como había esperado desde que le advirtieran, Walburga y Orión tomaron los asientos que habían usado desde que Harry y su padrino habían entrado a Grimmauld Place –eran la cabeza de la familia, era normal, suponía–. No era una situación que fuera interesante, pero cuando Regulus dejó escapar un jadeo casi imperceptible, Harry se preguntó si haber tomado el lugar a la izquierda de la única mujer presente era algo revelador o importante.
Para su fortuna, no tuvo que prestarle atención demasiado tiempo porque la comida apareció frente a ellos.
Quiché de espinacas y algún tipo de vino que Harry no tenía permitido probar –no era como si fuera importante–, después de eso tendrían… bien, no tenía idea, pero suponía que debía ser algo que los Dursley habrían deseado comer.
Tal vez si hablaba con Kreacher, podría obtener las recetas.
Estaba a punto de voltear a ver a Regulus, esperando que pudiera hacer la plegaria para comer de una vez e irse a dormir temprano, cuando Orión carraspeó –"Hadrian"- llamó mientras observaba a sus herederos sentarse apropiadamente –"¿Por qué no dices la plegaria esta noche?"- cuando notó la duda en su rostro, añadió –"Como una bienvenida para mis herederos"-.
¿Cómo es que había llegado a creer que se salvaría de hacer esas tonterías?
La suerte de los Potter lo había seguido, ¿qué había esperado?
-"Claro, tío Orión"- sonrió un poco y pretendió pensar en lo que debía decir.
Durante esas dos semanas, incluso si Harry estaba ocupado con cosas relativamente más importantes –como estudiar para unos exámenes que ya había hecho–, Walburga se había tomado el tiempo para obligarlo a aprender todo tipo de plegarias para la mesa. No era como si pudiera negarse, así que simplemente había aceptado a aprender de memoria las palabras que debería decir antes de la cena, siendo observado por todos.
No era tan molesto, era sólo… no entendía.
Querían la bendición de la magia a su alrededor para comenzar a comer, por supuesto, pero Harry no los entendía, ¿acaso no sentían la magia a su alrededor acompañándolos siempre? ¿Para qué necesitarían llamarle? Obviamente podía aceptar que agradecieran por los alimentos y esas cosas, pero Harry no era… bien, las creencias religiosas simplemente eran ajenas a él.
-"¿Hadrian?"- fue Walburga la que notó la pequeña pausa que Harry hizo.
-"Lo siento, tía Walburga"- apresuró a responder, luego colocó una mano sobre su plato, en una versión más cómoda de las primeras posiciones que la mujer le había enseñado –"Hay un lugar en esta mesa para la magia"- comenzó –"Y le pido que nos acompañe esta noche…"- y, si la habitación se sintió ligeramente más caliente, Harry decidió no hacerlo notar –"Nuestro hogar está siempre abierto para ella… y mi corazón también"-.
No había sido su intención cerrar los ojos y tampoco había esperado que alguien más lo siguiera, pero no se sorprendió demasiado al ver que casi todos mantenían los ojos cerrados. No era la primera vez que sucedía y comenzaba a pensar que era algo normal.
El único que no parecía haber caído en la pequeña ilusión de calidez y tranquilidad fue –sorpresa, sorpresa– Sirius. El adolescente lo miraba fijamente, esforzándose por no cerrar los ojos como el resto, buscando algo en el rostro de Harry que, probablemente, no encontraría.
La voz de Regulus sacudió a su hermano y logró que los adultos abrieran los ojos –"Gracias… primo"- una pequeña sonrisa apareció en su rostro y, de pronto, Harry recordó que no sólo Sirius había heredado la belleza de su familia.
Claro, Regulus todavía tenía la redondez infantil en su rostro y probablemente tardaría algo más que Sirius en adquirir las líneas fuertes que Sirius adquiriría con los años, pero definitivamente podía ver el atractivo del menor. Si tan sólo hubiera vivido algunos años más, seguramente habría estado a la par que su padrino –y no quería recordar al hombre y la bruja del Ministerio, pero era un ejemplo claro de lo que alguien como ellos podía lograr–.
Correspondió el gesto del menor y, antes que pudiera decir algo más, Orión interrumpió –"Muchas gracias, Hadrian"- y, casi de inmediato, todo el mundo comenzó a comer.
-"La gente es extraña…"-.
Su padrino no hizo ningún gesto negativo y tampoco intentó agregar nada más, así que Harry suspiró y comenzó a comer con el resto. Por supuesto, eso habría hecho, sino fuera por las miradas insistentes de los dos adolescentes frente a él.
Estaba acostumbrado a ser observado y, muy a su pesar, ser el centro de una atención no deseada. Desde su primer día en Hogwarts –en su tiempo–, Harry tuvo que soportar las miradas curiosas de niños y adolescentes sobre él. Se dijo para su segundo año en el colegio que tendría que aprender a ignorarlos por completo si quería sobrevivir ahí, pero… bien, no era tan sencillo como parecía.
Aunque su problema ahí era que estaba en un lugar donde no se suponía que eso pasaría, ¿cierto?
Podía soportar las miradas –ya no era un niño y, francamente, después del último año en Hogwarts, simplemente estaba cansado de darle tanta importancia–, pero no creía que a ninguno de los presentes pudiera gustarles la reacción que podría tener si acaso presionaban demasiado. Sí, preferiría no tener que practicar con la paciencia que no tenía si podía evitarlo.
No fue sino hasta que el postre fue servido a todos, que el ambiente pareció aligerarse un poco.
-"Es agradable tenerlos de vuelta"- comentó Orión hacia sus dos hijos –"Hadrian, aquí, debió sentirse incómodo rodeado de tantos adultos y nadie de su edad"-.
Realmente no sabía cómo responder a eso apropiadamente, ¿por qué tenían que mencionarlo? ¿Por qué no simplemente lo ignoraban como habrían hecho los Dursley? Él no servía para eso.
Y, a juzgar por la mirada de su padrino y la media sonrisa, no iba a recibir ninguna ayuda, ¿por qué no estaba sorprendido?
-"Imbécil"- Harry soltó una risa y negó con la cabeza –"Para nada, tío"- era como caminar sobre una capa muy delgada de hielo y esperar que no fuera a colapsar por el peso –"Estaba acostumbrado a…"- miró ligeramente hacia su derecha, donde Walburga parecía casi tan tensa como él –"Estaba acostumbrado a estar con mis abuelos"- no era cierto –"Nunca… no suelo hablar con muchas personas de mi edad"- bien, eso era más… no era una mentira.
Harry no era Hadrian… y parecía que debía repetírselo cada tanto para no abrir la boca y decir demasiadas tonterías, porque Harry no era Hadrian.
Por Merlín…
-"¿Ningún amigo?"- preguntó Orión, mitad divertido, mitad curioso.
Bien, técnicamente no tenía por qué mentir, ¿verdad? No era como si pudieran saber si mentía o no, no había nadie que pudiera comprobar sus palabras.
-"Dos… dos amigos"- sin poder evitarlo, sonrió –"Ron y Hermione"-.
Walburga asintió como si aprobara algo –"De buenas familias, espero"- si Sirius se tensó a su lado, Harry no le prestó atención.
Mirar su comida era mucho mejor que pretender estar feliz con esa conversación –"Sí"- era lo mejor que podía decir.
Sí, ambos provenían de lo que él consideraba buenas familias. El señor y la señora Weasley eran los adultos que habían aceptado a Harry cuando ni siquiera lo había esperado, y sus hermanos –tal vez tenía ciertos problemas con Percy– no eran muy diferentes. Siempre había sentido que podía ser aceptado en la Madriguera. Y no conocía mucho sobre los padres de Hermione, salvo que eran dentistas y no confiaban en la magia para hacer su trabajo, pero sabía que debían ser personas decentes si Hermione era como había sido.
Y no quería hablar de ellos con los Black.
No merecían escuchar sobre ellos.
Por supuesto, no podía decir eso, no cuando era evidente que todo el mundo intentaba mantener una conversación civilizada entre una familia que, básicamente, no se conocía –y cuando uno de sus miembros no era siquiera parte de ella–. Era mejor… pretender.
Orión carraspeó para llamar la atención de todos, evidentemente incómodo con lo que había provocado –"Bien"- se dijo Harry, complacido.
A veces los adultos simplemente no entendían; lo que sucedía en su vida era privado.
-"Nos alegra saberlo, Hadrian"- respondió Walburga, sin pretender disculparse por su actitud, pero dejando el tema –"Regulus tiene un par de amigos en el colegio, ¿cierto?"- aunque la pregunta realmente no era pregunta, el adolescente asintió –"Y Sirius tiene tres amigos en su casa"- la pequeña sonrisa de la mujer sorprendió a sus hijos.
Harry tenía dos opciones: podía continuar esa conversación haciendo algún comentario sobre su pequeño encuentro con Sirius –haciendo de sus vacaciones una estadía algo más que incómoda y arriesgando una confrontación como su padrino había dicho que sucedió antes– o podía hacer algo diferente.
Algo que podía traerle una pequeña deuda.
Sonrió –"¿Sí?"- miró a los dos, decantándose por hablar sin mostrar interés en alguno en particular, manteniendo la –"Deben ser bastante… interesantes"- ofreció.
En realidad, Harry creía que Sirius debería agradecerle. Si fuera por él, probablemente habría hecho el recuento de los hechos frente a sus padres y lo habría metido en problemas como solía hacer con Dudley –que fuera imposible meter en problemas a su primo con sus padres era un asunto independiente–. Cuando vio la tensión en la forma en que Sirius tomaba la cuchara, Harry no pudo resistir sonreír un poco más.
-"Lo son"- dijo cortamente, sin mirarlo.
-"Idiota"-.
Regulus inclinó la cabeza ligeramente hacia su hermano y luego miró a Harry –"¿No tenías mucho tiempo para los amigos?"- ofreció.
-"Pasaba más tiempo con mis abuelos y mi padre… estudiando"- o eso le parecía lo más lógico que tendría que haber sucedido –"A veces salía a volar"-.
Le parecía que Hadrian, el chico al que le había robado la vida, tendría que haber sido un alma especialmente solitaria, viviendo sólo con la compañía de unos pocos miembros de su familia. Claro, Harry no podía sentirse tan mal, porque él habría deseado tener una familia como la que a veces deseaba describir.
Tener a los Dursley como única familia no era… divertido.
El menor abrió los ojos un poco –"¿Juegas quidditch?"-.
¿Así sonaba para Hermione cuando los escuchaba discutir sobre quidditch? Bien, porque comenzaba a entender su hastío y frustración.
-"Eh… sé volar"- dijo –"Pero nunca he jugado con nadie"-.
Acto seguido, Regulus giró la cabeza hacia su padre –"Tal vez podríamos ir al campo de práctica, ¿verdad, padre?"- Harry arqueó una ceja y miró al hombre, sin saber cómo le respondería –"Y sería un momento ideal para conocernos, ¿verdad, primo Hadrian?"- volteó a verlo –"Yo soy buscador del equipo de Slytherin… y mi hermano normalmente es cazador…"-.
-"Pero podría jugar como golpeador, si lo quieren"-.
-"Oh, te encantaría hacerlo, ¿verdad?"- Harry sonrió –"Sería divertido"- lo dudaba, pero no podía simplemente negarse a una invitación así.
Walburga miró discretamente a su esposo –"Veremos si es posible, quizá en cuanto recibamos los resultados de tus TIMOS, Sirius"- el adolescente se encogió en su sitio antes de poder controlarse, pero la sorpresa fue de todos cuando Walburga sólo sonrió –"Por favor, como si tú fueras a obtener algo menos que perfección"-.
Vaya…
Incómodo.
Su padrino y el adolescente Sirius se mantuvieron en silencio más del tiempo que podría ser prudente.
Harry se giró hacia el menor, incapaz de contenerse, no quería soportar otra noche de incómodas conversaciones sobre nada en particular –"¿Los TIMOS son muy complicados?"- vio con humor la reacción de Sirius y su sorpresa cuando Harry decidió dirigirse directamente a él, pero no respondió de inmediato.
Regulus, tan sutil como puede ser un adolescente interesado, giró la cabeza para escuchar su respuesta.
Él no necesitaba una respuesta, conocía muy bien lo que vendría en la mayoría de los exámenes, pero era un buen tema de conversación y aparentemente inocente a ojos de Walburga y Orión. Su Sirius, por otro lado…
Su padrino entendería.
-"Eh…"- el adolescente miró a sus padres de reojo –"Son… ¿nunca habías presentado algún examen?"- terminó preguntando, curiosidad en la mirada a pesar de querer evitarlo.
Negó con la cabeza –"Estudié en casa"-.
Regulus se acercó –"Por lo que sé, los TIMOS son bastante exigentes"- dijo con emoción controlada, sonriendo hacia su hermano –"Pero Sirius no cree que los exámenes sean muy difíciles, nunca"- añadió al final.
-"No es para tanto, Reg"- interrumpió el adolescente mirando de reojo a Harry a su padrino, llevándose una mano al cabello.
Pero el menor no escuchó eso –"Eso fue lo que dijiste"-.
¿Acaso no era eso adorable? Regulus idolatraba a su hermano mayor.
Oh, Sirius no iba a librarse de eso, se aseguraría que su padrino no pudiera olvidarlo.
-"Está bien"- interrumpió Harry antes de seguir con la conversación –"Supongo que lo sabré pronto"- Orión rió de buena gana y su padrino lo siguió, forzado.
Orión tocó el hombro de su hijo por un segundo –"Mi hijo está siendo inusualmente tímido, Hadrian… pero no es nada de lo que tengas que preocuparte"- aseguró sonriendo hacia el adolescente.
-"Quizá es prudente que lo haga, Orión"- apuntó Walburga –"Con trece TIMOS…"- sólo escuchó cómo alguien frente a él se atragantaba, pero decidió mantener su mirada en la mujer –"¿Por qué no debería ser prudente?"-.
Harry le sonrió.
A pesar de todo, era gracioso ver que no podían creer lo que había hecho Harry –bien, él tampoco lo creía, de hecho… creía que había cometido una estupidez, pero era una decisión y ya la había aceptado–.
¿Debería ser prudente? Probablemente.
¿Iba a serlo?
-"¿… le cuentan a su primo cómo es la vida en el colegio?"-.
Regulus saltó ligeramente en su asiento –"Por supuesto, madre"- sonreía.
-"¿Y ahora?"- Harry inclinó la cabeza hacia el menor, esperando escuchar algo interesante o, por lo menos, algo que lograra entretenerlo.
Regulus se llevó una mano al rostro y, por un segundo, no dijo nada, hasta que Sirius lo movió ligeramente –"Ah… eh… sí"- se aclaró la garganta –"Pues… no sé qué tanto puedas saber sobre Hogwarts, primo"-.
Harry respondió lentamente –"Sólo que existen cuatro casas, ¿sí? Y que Hogwarts es un castillo"-.
-"Bien… pues… cada casa tiene un equipo de quidditch y todos los años se juega por ganar la Copa"- asintió con la cabeza –"Es muy importante, principalmente para los que quieren dedicarse profesionalmente al quidditch porque siempre nos visitan algunos agentes"-.
Vaya, eso no lo sabía.
Explicaba perfectamente cómo es que Oliver había estado obsesionado con ganar la Copa en su último año, ¿verdad?
-"También existen otros clubes"- apuntó Sirius, su padrino giró la cabeza tan rápido que Harry se preguntó si se habría lastimado –"Como el Coro… o el Club de Arte"-.
Regulus asintió –"También tenemos la Orquesta… aunque ellos trabajan mucho con el Coro"- rió un poco –"O, si te interesa, está el Club de Gobstones… o el Club de Ajedrez"-.
Harry hizo un gesto de desagrado –"No… no soy muy bueno en ninguno de los dos"- admitió.
Regulus se encogió de hombros, pero de inmediato se arrepintió, a juzgar por la mirada que le lanzó a su madre –"Hay otras opciones… está el Club de Lectura… o el de Duelo"- eso era interesante, mucho más que un club de gobstones.
Luego, Sirius agregó mientras se apoyaba en la mesa con los codos –"O el Club de las Eminencias"- rodó los ojos.
Regulus, para sorpresa de Harry, se sonrojó y desvió la mirada –"Ni siquiera es un club oficial, Sirius, ¿por qué sigues mencionándolo?"-.
El mayor sonrió de lado –"Bueno, nuestro primo quería saber algo sobre Hogwarts"- y, sin esperar respuesta continuó –"El profesor de Pociones dirige el Club de las Eminencias, sólo sus estudiantes favoritos pueden entrar, ¿no es así, Reg?"-.
Walburga tomó ese momento para dirigirse a su padrino –"Horace Slughorn es un hombre… con una idea peculiar sobre sus estudiantes"- explicó –"Por supuesto, no podemos negar que sus reuniones pueden llegar a ser productivas"-.
Su padrino les sonrió –"¿Reuniones?"-.
-"Son reuniones con otros miembros del club, de otras generaciones…"- Regulus miró a su padre y, cuando el hombre asintió, continuó en voz baja –"Personas importantes…"- suspiró y frunció el ceño hacia su hermano –"El profesor Slughorn tiene contactos en distintos círculos… y ayuda a los estudiantes que le parecen más prometedores a contactar a algunos de ellos"-.
Oh.
Oh…
-"Eso… eso podría ser útil"- no dudaba que pudieran existir ese tipo de reuniones.
Pero esa era una oportunidad de oro que ni siquiera habría podido contemplar.
¿Un profesor con conexiones? ¿Con la suficiente influencia en sus antiguos estudiantes como para ayudar a otros a prosperar? Sí, estaba consciente de lo poco ético que era, pero al mismo tiempo, no estaba sorprendido.
Y, si así era, no dudaba que el hombre pudiera tener contacto con personas algo más… importantes. Quizá uno o dos magos o brujas de familias grandes… o sangrepura con relación con mortífagos… o quizá mortífagos en sí, no lo descartaba. Podría intentar informarse y saber la situación de la guerra sin necesidad de depender de Sirius, podría hacer algo útil mientras estuviera en Hogwarts perdiendo, aparentemente, el tiempo. Su padrino no podría decir nada porque no lo sabría…
Era ideal.
Definitivamente debía tratarse de un antiguo slytherin, con ambición por el poder, un poder diferente, pero poder al final.
Sólo debía averiguar cómo entrar a ese club y podría saber exactamente qué buscar.
Y, por lo que decía Sirius, el hombre –Horace Slughorn– sólo aceptaba a estudiantes prometedores o a sus estudiantes favoritos.
Mientras el hombre no fuera otro Snape, Harry se sentía capaz de ganárselo –sino con su habilidad para pociones, sí con alguna otra cosa–. Nunca lo había intentado, pero sabía que no era tan malo para ganarse a las personas.
Quizá estaba siendo demasiado positivo, pero era una oportunidad.
-"¡Pero sus reuniones no son divertidas!"- se apresuró a añadir el menor cuando creyó que se estaban desviando a un tema del que no quería hablar –"Es aburrido, es…"-.
-"La política puede no ser muy divertida"- consintió Harry con media sonrisa, luego, porque se sentía con suerte, agregó –"¿Demasiado formal para ti?"-.
El menor no pudo más que asentir –"Tiene buena comida, pero sólo uno de mis amigos es invitado… y casi siempre tiene una excusa para faltar"- bufó –"Tengo que estar en esas fies… reuniones, reuniones por horas"-.
Arqueó una ceja –"Debe ser horrible"- intentó sonreírle amablemente.
Sirius interrumpió –"Oh, sí… horrible, tanto que pasas los siguientes días hablando de tus reuniones, ¿verdad, Reg?"- se encogió de hombros –"En lo personal me parece una buena oportunidad para conocer a otras personas, ¿saben? Slughorn suele invitar grandes personalidades para Yule, como Frederick Stein, ya saben… el director de la industria de… de…"- su voz fue disminuyendo hasta que se dio cuenta que sus padres lo observaban fijamente –"Eh… ¿lo siento?"-.
Harry desvió la mirada hacia los adultos, sólo para ver exactamente qué había sucedido.
Orión miraba a su heredero fijamente, con una expresión que había visto muchas veces en su tío cuando veía a su hijo decir o hacer algo correcto –y no le parecía una expresión agradable en Vernon Dursley, pero en Orión Black… era… le agradaba–. Walburga lo miraba con una expresión similar, aunque podía notar una pequeña sonrisa que suavizaba por completo su rostro.
Los Black estaban orgullosos de su hijo mayor y Sirius, el menor, acababa de demostrar sus verdaderas aptitudes.
A su lado, su padrino respiraba lentamente, como si cuidara no quedarse sin aire. Por debajo de la mesa, Harry tomó la mano de su padrino y comenzó a masajear el dorso en círculos.
-"Tenemos un heredero que tiene el don para los negocios y que, además, disfruta del juego"- el hombre comenzó a sonreír –"Un segundo heredero con la habilidad mágica para los estudios mágicos…"- Harry se congeló cuando vio que el hombre miraba hacia su padrino y hacia él, con la misma sonrisa –"Tenemos a nuestro primo, con la misma habilidad nata para los negocios… y al primer efebo en tres generaciones que, además, tiene facilidad para los estudios avanzados, ¿cuántas otras sorpresas nos esperan?"-.
Llevó una mano al hombro del joven Sirius.
La euforia en su voz hizo que sus dos hijos se removieran en sus asientos, incómodos con tanta atención positiva. Walburga comenzó a explicar algo, pero Harry no escuchaba.
¿Efebo?
¿Qué mierda era eso?
