Harry Potter y sus personajes no me pertenecen, hago esto sin fines de lucro.

Advertencias: Rated M, Slash (slow burn), Darkish!Harry, Time Travel, Teorías sobre el viaje en el tiempo, PTSD, temas maduros en general.

-"ABC..."-. Diálogo

-"ABC..."-. Pensamiento

ABC... Libro, carta o palabra/frase en otro idioma; depende del contexto


ADVERTENCIAS: Vaga descripción de paradojas temporales, acoso familiar, menciones vagas de un ataque de pánico, entre otras.


Oportunidad

Capítulo 10, Jaula

Para su sorpresa, presentar los TIMOS por segunda ocasión no había sido –al momento– tan complicado como habría podido creer.

Su primer día de exámenes había ido, de hecho, mucho mejor de lo imaginado.

A pesar de todos los problemas de la noche anterior, Harry había despertado temprano, con la sensación de haber descansado por primera vez en meses –no, no era cierto, sólo había logrado dormir tres horas intermitentes, si tenía suerte–. Había tenido el tiempo suficiente para darse una ducha y prepararse por su cuenta para enfrentarse a los Black –en realidad, se había despertado después de una pesadilla, temblando y con la urgencia de pasar al menos una hora debajo del agua hirviendo para intentar fingir que todo estaba bien–.

Se sentía bastante orgulloso de sí mismo… casi.

Es decir, había logrado coordinar su ropa lo suficientemente bien como para que Walburga no tuviera nada que comentar sobre eso –y Harry no era muy bueno haciéndolo–. Aunque, para ser sincero, no sabía si su silencio había sido porque Sirius había estado ahí antes que él o no.

Su padrino había despertado y arreglado temprano, todo para desearle buena suerte en persona, así como Orión y Regulus, para su sorpresa –había sido agradable, porque no recordaba una ocasión en que alguien hubiera hecho algo así por él y que no tuviera que ver con una citación para el Ministerio de Magia sobre el uso indebido de sus habilidades–. El hombre había intentado tranquilizar los nervios que no sentía y Walburga le había sonreído cuando Harry no había reaccionado demasiado.

Regulus había hablado con los adultos con más calma de la que en realidad sentía y, afortunadamente, el niño no había hecho mención de la noche anterior.

Cuando el otro Sirius bajó las escaleras y se reunió con ellos, nadie tuvo la oportunidad de hacer algo que pudiera provocar un problema, así que toda la tensión que Harry pudo acumular, lo dejó.

Los primeros en irse habían sido Orión y sus hijos –los tres, pensó con cierto humor que le amargaba la boca– y Walburga se había quedado con él porque… porque Harry necesitaba la compañía.

En realidad, la mujer sólo quería hablar con él y esa había parecido ser la mejor excusa –"Confío en que mis hijos se comportaran con decoro"- había preguntado en algún momento, justo antes de dirigirse a la chimenea para viajar al Ministerio.

¿Decoro?

-"Eh, por supuesto"- al menos uno de ellos, suponía –"Fueron muy amables"- y, sólo porque había despertado de mejor humor, Harry fingió una sonrisa –"No voy a mentirte, tía Walburga… ya conocía a Sirius"- se encogió de hombros y pretendió no ver la desaprobación en la mujer –"Nos conocimos brevemente en Hogwarts, cuando visitaba los terrenos… con mi padre"-.

Y si la mujer había estado preocupada por eso o no, no hizo nada por demostrarlo –"Oh, no lo sabía"-.

-"Yo tampoco"- mintió con facilidad –"Es decir, no sabía que había sido mi primo"- amplió su sonrisa –"Fue toda una coincidencia"-.

Bien, no había sido una coincidencia en ese sentido… sólo había sido un terrible momento de mala suerte –o buena, todavía no decidía– haber llegado a un pasado al que no pertenecía, justo cuando una versión joven de su padrino y su padre habían estado abusando de alguien –de alguien que él conocía y que había hecho su vida escolar algo más miserable de lo que había sido, justo como una memoria se lo había mostrado–.

Walburga no pareció molesta con su comentario y, después de algunas palabras más sobre lo amables y educados que habían sido sus hijos, se fueron al Ministerio.

Tal vez su calma se había debido a que Cuidado de Criaturas Mágicas y Herbología no eran sus peores asignaturas –pero, de alguna manera, lo dudaba–. Quizá debería haberse sentido intimidado por presentar dos exámenes frente a dos examinadoras sin ningún descanso, en solitario y sentado en una habitación con un espejo falso detrás… pero Harry creía que ya había pasado por un poco más que la mayoría –Voldemort, se refería a Voldemort– como para asustarse sólo porque esas dos mujeres habían resultado ser mucho más estrictas que los examinadores de su tiempo.

La cuestión era que, cuatro horas después de exámenes sin descanso, Harry se había sentido… bien.

En perfecto estado, tranquilo, con las manos secas y sólo un par de preguntas sin responder en cada examen.

No era normal.

Se preguntó seriamente si Hermione se habría sentido así, pero de inmediato supo su respuesta. Porque era evidente que la ansiedad la había consumido en más de una ocasión cuando intentó repasar cada una de las preguntas, de cada uno de los exámenes, con dudas.

Walburga lo había llevado a almorzar y, para su sorpresa, la mujer había estado dispuesta a escucharlo mientras hacía el recuento de las preguntas y sus respuestas. Había sido especialmente paciente con él, a pesar de no ser necesario, y le había prometido llevarlo al Callejón Diagon en cuanto terminara con todos sus exámenes.

El examen práctico de Herbología tuvo el mismo resultado.

Y Harry comenzó a sentirse confundido.

Creyó que sólo sería un momento, porque normalmente Harry no solía tener tanta suerte para cosas tan banales. Sin embargo, en realidad había sido una racha de excepcional buena suerte que lo había llevado a tener una semana de relativa paz con los Black, con excelentes resultados en el ámbito académico –en el que nunca había destacado–.

Durante esa semana, Harry había dedicado todo su tiempo a sus estudios, en la biblioteca o el laboratorio, y sólo había sido interrumpido por Kreacher cuando le llevaba comida o con las ocasionales cenas que debía compartir con el resto de los Black.

No era que le interesara realmente el resultado de sus TIMOS, pero gracias a las buenas impresiones que le había dado a Walburga, Harry había tenido la oportunidad de pasar la mayor parte de su tiempo a solas, y no se había dado cuenta de cuánto había necesitado eso hasta que había obtenido el silencio.

Para el –no tan– secreto placer de su padrino, Orión había seguido requiriéndolo como su mano derecha, mientras que los dos adolescentes debían dividir su tiempo entre los viajes que realizaban para ver a los compañeros de trabajo de su padre o a las visitas al Ministerio, el tiempo que le dedicaban a los deberes del colegio y el tiempo que debían pasar junto a sus padres para aprender la noble misión de los Black.

Realmente no sabía si acaso disfrutaban el tiempo con su padre o no –y, francamente, no le importaba tanto como debería–, pero sólo necesitaba ver la pequeña sonrisa genuina en el rostro de su padrino para saber lo único que necesitaba saber; su padrino estaba disfrutando el tiempo de calidad que pasaba con el hombre que había sido su padre…

Un tiempo que jamás había logrado obtener en su propio pasado y que, ahora, gracias a su pequeño viaje en el tiempo, el Sirius más joven también iba a poder disfrutar.

Sirius lo visitaba todas las noches en su habitación, después de las cenas, para hablar del día que habían pasado separados. Le contaba de las últimas noticias en el Mundo Mágico y cómo Voldemort tenía una presencia invisible en casi cada decisión –era… impresionante, incluso si no quería aceptarlo–. Hablaban de los exámenes y algunos consejos que podía darle su padrino que habrían servido la primera vez… pero también hablaban sobre Sirius y si el adolescente había intentado hacer algo.

No sabía qué responderle, porque simplemente nada había sucedido.

Pasaba horas hablando con su padrino antes de obligarse a dormir, así que su versión más joven no tenía ninguna oportunidad de fastidiar a Harry de ninguna manera –y vaya que lo había intentado–.

A diferencia de Regulus, que había decidido que era más fácil acosar a Harry durante el poco tiempo que podía pasar haciendo sus deberes y podía coincidir con Harry estudiando para los exámenes… casualmente compartiendo espacio en la biblioteca o en el laboratorio, de vez en cuando.

El niño era adorable cuando se lo proponía.

Cada que Harry comenzaba a estudiar y Regulus estaba presente, el menor hacía algunas preguntas estrictamente relacionadas con lo que estudiaba en el momento. Era inteligente y tenía ingenio para encontrar las respuestas por su cuenta, pero era renuente a abrirse a nuevas perspectivas y casi siempre parecía reacio a aceptar las respuestas que Harry daba cuando sus ejemplos se desviaban a temas que los muggles habían estudiado ya.

En otras ocasiones, Regulus era simplemente un niño.

Su entusiasmo y curiosidad eran agradables. Hablaba sobre su hermano, la mayor parte del tiempo, siempre dándolo como ejemplo para explicar una cosa u otra. Intentaba –con una terrible sutileza que, estaba seguro, perfeccionaría en poco tiempo– justificar las acciones de su hermano y pedir disculpas por él.

Otras veces, le contaba sobre algunas de las bromas más inocentes que Sirius había hecho y reía de todo eso. Dejaba que hablara, porque Regulus parecía necesitarlo.

Jamás se habría imaginado que el mortífago del que había hablado su padrino podría ser un niño… sólo un niño.

El asco que sentía por Voldemort se había multiplicado al averiguarlo.

¿Cómo era posible que Voldemort pudiera destruir…?

Bien, no le parecía tan descabellado, para ser honesto.

¿Acaso no había sido Voldemort la misma persona que le había destruido su vida cuando él era apenas un bebé? ¿Qué iba a importarle la vida de un adolescente que apenas conocía el mundo fuera de su hogar? ¿Qué podía importarle que un niño con una obsesión por su hermano pudiera destruir su vida sólo por seguirlo en una mala decisión?

Esperaba que, con su presencia y con la de su padrino, pudiera cambiar al menos el destino de ese niño.

Voldemort ya había arruinado suficiente sin la ayuda de nadie y no quería ser el causante de más problemas. Su padrino estaba de acuerdo con él, pero sabía que el hombre estaba disfrutando demasiado esos pequeños momentos que estaba viviendo y no tenía el corazón para pedirle alejarse o distraerse para cuidar de algo que no era realmente su responsabilidad.

A la fecha, con tres semanas en Grimmauld Place, rodeado de libros sobre Artes Oscuras y otro tipo de disciplinas, Harry no podía entender cómo es que esas personas podían creer en la palabra de un psicópata como Voldemort. Es decir, no eran estúpidos… no demasiado… eh, parecían entender fácilmente el juego de la política y muchas cosas sobre la situación del Mundo Mágico, pero… pero llegaba un idiota como Tom Riddle –un mestizo, como él, criado entre muggles, como él– y todo pensamiento razonable salía de su cabeza, como si…

Incluso si los Black no estaban completamente bajo la influencia de Voldemort, Harry creía que era demasiado.

Era ridículo.

Y, a pesar de todo… en contra de sus principios y todo aquello que quería defender, Harry se encontraba fascinado por el imbécil.

Porque ni siquiera parecía esforzarse por manipular a las masas. No tenía conocimiento si hacía acto de presencia en las estúpidas fiestas de los sangrepura, o si acaso los visitaba en privado o algo así, pero le parecía que no era suficiente… y, aun así, lo era.

No había nada claro en lo que proponía, no había una ideología concreta… sólo rumores… o quizá los sangrepura rellenaban los vacíos de las vagas promesas de Voldemort con sus propios deseos.

¿Cómo es que lograba generar el pánico que generaba sólo con existir?

¿O era que alguien más hacía el trabajo por él? No lo creía, porque las veces que había interactuado con el hombre… monstruo, Harry lo había visto inconforme con el trabajo de sus mortífagos, ¿o no?

Harry se sentía abrumado por lo que Voldemort era.

Era increíble…

Impresionante.

Cómo lo odiaba.

Tres semanas con los Black y Harry ya estaba pensando así de Voldemort, todo era un desastre, nada tenía sentido.

Odiaba verse interesado por el asesino de sus padres, pero odiaba todavía más encontrarse encerrado en una jaula de oro cuando podría estar haciendo algo mucho más productivo, con su padrino, enterándose de lo que sucedía en el mundo real con sus propios ojos y no con las conversaciones que alcanzaba a escuchar, las que tenía con su padrino o los debates diarios con Orión Black y sus dos hijos.

Quería salir… quería… quería hacer algo.

-"Sólo… sólo un poco más"- no sabía si estar en Hogwarts le traería algún alivio, pero esperaba que lograra moverlo del estado en el que estaba.

Aunque presentar los exámenes había sido increíblemente sencillo, hasta el momento, Harry realmente no quería seguir con todo eso.

Estaba cansado y normalmente no tenía mucho tiempo para pensar en algo más que no fueran datos irrelevantes de una u otra asignatura. Tenía tiempo a solas, sí, un poco de aire limpio… sí, hasta ahora había evitado a Sirius, sí… pero…

¿Quizá tenía algún problema mental por desear que algo sucediera ya? ¿Sería que, después de vivir tantos intentos de asesinato y aventuras sin sentido, Harry comenzaba a sentir la necesidad de la adrenalina?

¿Eso era posible?

¿Podía volverse una adicción? Porque, si así era, Harry tendría serios problemas… no creía que existiera una forma de encontrar el tipo de adrenalina que necesitaba en esa jaula de oro y Hogwarts, hasta donde sabía, no había tenido ningún tipo de ataque mientras sus padres asistían al colegio.

Bien, mientras no fuera una necesidad de buscar a Voldemort en medio del Callejón Diagon para ser atacado por el hombre, no creía que fuera un gran problema que no pudiera controlar.

Gracioso… muy gracioso.

Harry gimió en su lugar y se llevó el rostro entre sus manos.

Todo sería mucho más sencillo si Voldemort, por una vez, se consiguiera un estúpido pasatiempo que no tuviera nada que ver con cometer genocidio o matarlo a él… pero entonces Harry estaría demasiado aburrido, ¿verdad?

¿Qué era su vida sin un poco de emoción?

En realidad, responder algo así terminaría siendo bastante deprimente, así que…

-"Hola, primo"-.

Genial.

Porque eso era lo que necesitaba, una visita de su no-primo para alegrarle el resto del día cuando, evidentemente, había pedido por el otro Sirius –el que tenía un poco de cerebro y había madurado a base del acoso sexual de los dementores en Azkaban–.

¿Por qué? ¿Acaso Harry tendría algún tipo de maleficio en él que hacía que los idiotas se le acercaran en los peores momentos posibles?

Era en momentos como ese que deseaba que esa estúpida regla implícita de Walburga –la que obligaba a Harry a estar acompañado en todo momento– siguiera en pie.

-"Primo"- saludó Harry desde su sitio, respirando profundamente y arrastrando el saludo –"¿Alguna razón en particular para visitarme? ¿O es que acaso disfrutas tanto de mi presencia?"- sonrió a pesar de todo, sabiendo que Sirius simplemente no lo soportaba.

No estaba de humor y sabía que, si lograba hacer que el poco temperamento de Sirius explotara, entonces lo dejaría solo –o, en el peor de los casos, le daría una excusa para desahogar la frustración que había contenido por tres semanas–. Confiaba en la volatilidad de los adolescentes porque, hacía no mucho, Harry había estado a punto de explotar cada uno o dos días –por situaciones completamente excusables, por supuesto–.

Cuando se giró, Sirius estaba apoyado en uno de los estantes, mirándolo con el ceño fruncido y los brazos cruzados en un gesto que, si no fuera por la expresión de su rostro, luciría elegante sin ningún esfuerzo. Era una verdadera pena que ese Sirius decidiera siempre poner una expresión tan desagradable cuando no había motivo razonable para hacerlo –y no, a menos que Harry fuera Voldemort, no creía que sus razones fueran buenas justificaciones–.

-"Hablaste con mi madre"-.

Harry arqueó una ceja –"Hablo con tía Walburga todos los días, primo"- luego extendió la sonrisa y comenzó a cerrar todos los libros –"Creo que tendrás que ser un poco más específico"- no tenía caso intentar estudiar cuando alguien ahí iba a comenzar a interrumpir todo, y no con el encanto que tenía su hermano menor, eso era seguro.

Cuando iba a tomar los libros, Sirius azotó una mano frente a él, deteniendo sus cosas con bastante más fuerza de la que Harry habría creído que tendría –quizá, pensó, debería ser un poco más prudente, porque ese Sirius sería mucho más rápido que Dudley y no tan estúpido–. La otra mano la dejó en el respaldo de su silla y Harry se preguntó exactamente qué era lo que querría hacer ahora y si era realmente necesario invadir su espacio personal de esa manera.

Su instinto le pedía alejarse del rostro de Sirius, que no estaría a más de tres o cuatro centímetros del suyo, pero Harry lo reprimió para mirarlo directamente a los ojos.

-"Vamos a dejar de jugar a esto, Hadrian"- dijo en un susurro, suavemente –"¿Qué le dijiste a mi querida madre?"-.

Incluso si Sirius parecía algo más experimentado de lo que parecía en ese tipo de amenazas veladas, Harry notó claramente cómo se incomodaba cuando Harry se rehusaba a dejar de mirarlo.

Por favor, como si Harry no conociera ese tipo de intimidaciones.

Es decir, Dudley sólo había usado sus puños, por supuesto, y la fuerza bruta –simple, pero bastante efectivo, sorprendentemente–; y Malfoy era no mucho mejor que su verdadero primo –aunque, admitía, sus insultos podían llegar a ser creativos–, pero Voldemort… vamos… Harry sabía admitir que el hombre sabía intimidar a cualquiera.

Cruzar la mirada con Voldemort era, literalmente, retar a la muerte.

-"¿Por qué no le preguntas a ella?"-.

La furia apareció en su rostro con tal claridad, que Harry pudo ver por un segundo la locura que parecía correr por las venas de los Black… podía ver al hombre en el que se convertiría si acaso ponía un pie en Azkaban… y eso lo asustó.

Sabía que ese Sirius era un imbécil y que, probablemente, no se arrepentiría de nada de lo que hacía, pero… pero era un niño… y habría sido su padrino…

-"Hadrian, no estoy de humor"-.

Sí, podía notarlo.

Debajo de su pequeño acto de intimidación, Harry notó la mueca de fastidio y también las marcas bajo sus ojos.

Pero, por supuesto, Harry tampoco estaba de humor, ¿verdad?

-"Le dije que nos habíamos conocido en Hogwarts"- dijo con media sonrisa.

No estaba mintiendo, eso había dicho.

Pero cuando vio la confusión en el adolescente, Harry se preguntó exactamente qué había sucedido como para que Sirius tuviera la urgencia de confrontarlo después de una semana completa, de pronto y sin ningún tipo de advertencia –"¿Cómo puedo creerte?"- preguntó al final.

Tendría que haber estado buscándolo desde… desde hacía algunos días, ¿o no? Buscar la forma de hablar con él a solas –algo que ni su Sirius ni nadie en esa casa parecían dispuestos a brindarle porque, evidentemente, lo conocían lo suficiente para saber que no sería completamente honorable, como esperaba Walburga–.

¿Sería que Harry simplemente no lo había notado?

A veces pasaba, algunas veces no notaba cosas que sucedían a su alrededor porque se distraía fácilmente –no era su culpa– o porque había algo realmente importante que no podía dejar de hacer o investigar –como intentar sobrevivir–.

Harry bufó –"Bien, primo… ese…"- bajó el tono de voz y se inclinó hacia Sirius, viendo con satisfacción cómo el adolescente se alejaba un poco –"Ese es tu problema"-.

Se levantó antes de ser detenido de nuevo y tomó su varita –gracias a Merlín por la laxitud de las leyes para los sangrepura– para regresar todos los libros que había tomado a su sitio. No tenía ningún sentido permanecer ahí si la única compañía que tendría sería Sirius –tendría suficiente de él en cuanto no tuviera la excusa de los exámenes para mantenerlo aislado–.

Si quería resolver sus problemas, tendría que comportarse como el gryffindor que era, porque Harry no lo haría por él.

-"Mi madre quiere que los acompañe al Callejón Diagon"- dijo para detenerlo –"En cuanto termines tus exámenes, primo"- oh, podía escuchar su sonrisa, era fácil escucharla, de hecho comenzaba a ser genuinamente molesta –"De alguna manera… ella cree que es una buena forma de…"- Harry volteó a ver a tiempo para notar la mueca de asco del adolescente, algo más graciosa de lo que debería, más normal –"Cree que es una buena forma de celebrarnos"-.

De hecho, eso ya lo sabía.

Walburga parecía ansiosa por hacer que sus hijos convivieran con él.

No sabía si era porque ellos podrían ser una buena influencia o si él sería la buena influencia… por eso no quería perder su tiempo con Sirius cuando sabía que tendría que soportarlo por el resto de las vacaciones.

Harry rió –"Quizá porque cree que sus dos hijos son todos unos caballeros"- rodó los ojos –"Si te preocupa lo que ella piense de ti…"-.

Sirius hizo una mueca, burlándose –"No me preocupa lo que piense de mí"- esa era una mentira, si acaso había visto alguna –"Pero Regulus está entusiasmado por todo esto, no quiero que lo arruines, Hadrian"-.

No era todos los días que escuchaba eso, ¿verdad?

-"Descuida…"- le guiñó un ojo –"Regulus no tiene nada de qué preocuparse, tía Walburga no se enterará de lo que hiciste en el colegio"- rió un poco cuando vio que el color en el rostro del adolescente subió hasta sus orejas.

-"Pareces feliz por la compañía"-.

No, no realmente –"Regulus es una excelente compañía"-.

-"Demasiado cómodo viviendo en mi hogar, Hadrian, no deberías… realmente no deberías"-.

Harry arqueó la ceja –"Ah, ¿no?"- se encogió de hombros –"Tal vez eso deberías discutirlo con tía Walburga y con mi padre"- si estuviera en su poder, Sirius y él ya se habrían largado de un lugar que lastimaba tanto a su padrino –"Si tuviéramos un poco de dinero…"-.

Sirius, en un gesto de una inteligencia que no había mostrado desde que habían cruzado palabra en Hogwarts, sonrió un poco –"¿Esperas que mi madre te proteja?"-.

-"No"- jamás esperaría que alguien lo protegiera –"Simplemente esperaría que tu vida en este lugar tampoco fuera muy cómoda"-.

Era bajo de su parte, usar el conocimiento que tenía de su padrino contra un niño que no podía defenderse apropiadamente, pero era eso… o recibir lo que fuera que Sirius estuviera planeando… y no pretendía pasar un verano escondiéndose.

Tal vez, para desviar la atención, o porque realmente estaba intentando comportarse como un caballero –definitivamente le contaría a su padrino de todo esto en cuanto tuviera oportunidad, lo juraba– Sirius miró sus apuntes y frunció el ceño –"¿Artes Oscuras?"-.

Asintió con la cabeza, sin mirarlo.

¿Estaba sorprendido por su selección de material o estaba asqueado que uno más en su familia decidiera aprender sobre las Artes Oscuras?

Porque Harry sabía la expresión que obtendría si acaso lo volteaba a ver y, aunque no se trataba de su padrino, Harry no creía ser capaz de dejar correr el disgusto en un rostro tan similar.

-"Sí"- respondió –"Estoy estudiando algunos hechizos para curar heridas abiertas"-.

Cuando había encontrado el hechizo, Harry no había podido evitar leer todo lo que tenía por leer para aprender a usarlo. La teoría era sencilla, pero Harry creía que no sería tan sencillo una vez que comenzara a practicarlo –por supuesto, no había nada en lo que pudiera usarlo porque el hechizo sólo funcionaba en heridas abiertas de seres vivos de la familia de los animales y no estaba dispuesto a lastimar a alguien o lastimarse para practicarlo–. Explicarle a Sirius, sin embargo, no entraba dentro de sus planes.

Había sido una completa sorpresa cuando las Artes Oscuras –una disciplina que había elegido por la ventaja que significaría y por un impulso que no había podido detener– no habían resultado ser tan complicadas como habría esperado.

Era tan sencillo como cuando estudiaba cualquier cosa para Defensa… simplemente… simplemente no tenía problemas. Le venía natural, como cuando había aprendido a usar su Patronus a la perfección, como cuando debía usar un Expelliarmus.

Porque las Artes Oscuras respondían a las emociones, a los instintos… y Harry sabía que eso era algo que lo caracterizaba. Era suyo y, por una vez en su vida, Harry no tenía la fuerza suficiente como para cuestionar sus principios al usar algo que había sido considerado malo, al menos no cuando las cosas tenían sentido por fin… cuando la magia por fin tenía un sentido lógico.

Además, ¿cómo algo que podía curar heridas podría ser considerado negativo? ¿Sólo porque usabas tus emociones para hacer que tu magia respondiera?

Había sido un momento de iluminación –o algo más, pero no sabía cómo explicarlo–, porque su magia siempre había sido una respuesta a su entorno. Harry no era bueno en la escuela porque a veces era complicado acercarse a una teoría que no tenía sentido con sus propias experiencias, pero… pero cuando marcaban las grandes diferencias entre los dos tipos de magia –magia negra y magia blanca–, Harry entendía que había estado equivocado al acercarse con la misma mentalidad a ambas, cuando debería haber sido muy diferente –y cuántos dolores de cabeza le habrían evitado–.

Instintivamente, porque no podía saberlo por completo, Harry creía que su extraña afinidad y aptitud era sólo suya y no otro robo al verdadero Hadrian y se sentía…

Bien.

Sirius había estado –comprensiblemente– preocupado por esa afinidad cuando se había enterado, pero Walburga había estado verdaderamente en las nubes el resto del día. Cuando Sirius había hablado con él en privado sobre el tema, sus preocupaciones habían sonado como un temor mal fundamentado.

¿Adicción?

¿Adicción a las Artes Oscuras?

¿Él?

Por favor, habría esperado que su padrino tuviera un poco más de fe en él y eso le había dicho, porque Harry podía ser muchas cosas, pero definitivamente no alguien propenso a caer en la desgracia de una adicción –o no una adicción de ese tipo–.

Es decir, estaba preocupado también, pero no entendía cómo podría convertirse en una adicción si ahora Harry tendría la comprensión necesaria para practicar el resto de la magia que no había podido practicar como sus amigos –la facilidad de Hermione para la magia blanca, de pronto, tenía mucho sentido–.

Además, como Walburga había dicho, no muchas personas tenían el control que Harry demostraba tener al trabajar con ese tipo de magia.

Su Sirius no había estado particularmente molesto por ver a su ahijado practicar las Artes Oscuras, sólo preocupado y eso… eso podía aceptarlo.

-"…"- el adolescente permaneció en su sitio –"¿Qué?"-.

-"¿Qué?"- luego recordó que había tenido compañía todo ese tiempo –"Ah, sí… Sirius"-.

Qué elocuente.

Harry bajó sus apuntes y habló lentamente –"Estoy estudiando algunos hechizos para…"-.

-"¡Lo sé!"- gritó –"¡T-Te escuché la primera vez!"- bufó, incómodo –"¿Cómo es que estudias un hechizo de sanación con Artes Oscuras?"- agregó de prisa.

Oh…

Eso era.

El prejuicio de su Sirius había sido reafirmado muchas veces por experiencias previas, ¿cómo lo habría olvidado? Probablemente su padrino habría evitado tomar cualquier libro sobre el tema por temor a esa adicción de la que hablaba o quizá no había estudiado sobre el tema porque quería agraviar a su familia, distanciándose más.

¿No eran los Black famosos por su temperamento?

A sus ojos, incluso si su padrino era emocionalmente inestable debido al trauma que lo había enviado a Azkaban, todos los Black ahí parecían –de alguna manera– cómodos con la forma en la que Sirius, el menor, parecía analizar su entorno.

Tener una conversación sobre el tema iba a ser difícil, especialmente porque sabía que Sirius no querría escuchar sus explicaciones.

Pero… tendría que intentarlo algún día, ¿o no?

Si quería salvarlo, tendría que intentarlo… eventualmente.

-"No hay mejor momento que el presente… creo…"- Harry se sentó en la silla que había desocupado con un suspiro y apuntó a la otra silla frente a él para que el adolescente se sentara, tardó más de lo normal, pero al final aceptó la tregua que le había brindado –"¿Qué tanto sabes sobre los tipos de magia?"-.

Él, que no sabía mucho y que había pensado que Sirius sabría mucho más que él –dadas las circunstancias de la educación en ambos–, creía que la comprensión de la magia debía ser algo instintivo, casi como cuando sentías la magia a tu alrededor susurrarte o moverse a un compás desconocido. Sin embargo, creía que una pequeña clase de Teoría Mágica habría sido lo mejor, ¿o no?

No podía culparlo por su ignorancia, no realmente.

No podía hacerlo cuando sabía que había sufrido estando en esa casa y sintiéndose… rechazado, relegado, quizá una desgracia o una decepción –lo entendía, lo entendía mejor que nadie–.

Podía sentir la frustración saliendo de Sirius, quizá algo de vergüenza, y Harry sólo pudo simpatizar con eso… porque, por mucho tiempo, él había estado en ese lugar.

Ignoró como pudo la expresión ofendida del adolescente –"Si supieras algo sobre los tipos de magia, no habrías preguntado sobre un hechizo de sanación con magia negra"- apuntó cuando el niño no hizo nada por responderle.

-"No lo enseñan en Hogwarts"- admitió mordiéndose el labio –"Supongo que son muchas"-.

Harry asintió –"Pero hay dos grandes tipos de magia, magia blanca y magia negra"- no era Lupin para intentar explicarse y no tenía su paciencia –"O Artes de la Luz y Artes Oscuras"- rodó los ojos sin poder evitarlo –"Y responden básicamente a dos principios muy diferentes para funcionar"-.

En verdad, muchos problemas se evitarían si alguien en Hogwarts decidiera enseñar algo sobre teoría a todos los estudiantes. Por supuesto, Sirius no sabía que Harry sabía que, en el futuro, Hogwarts ni siquiera tenía dentro del currículum algo que tuviera que ver con las Artes Oscuras –y no iba a informarle–.

Sirius tardó un poco, pero al final negó con la cabeza –"No sé a qué te refieres"- y vaya que parecía morir al admitir algo así.

Y por ese tipo de cosas era que Harry jamás habría sido un buen profesor.

-"La forma en la que logras un hechizo o un encantamiento"- dijo de inmediato –"Cómo te acercas a esa magia"-.

El niño ahora lucía más confundido, al menos, se dijo, no parecía estar demasiado molesto o lo había olvidado.

-"Creo que tienes problemas, Hadrian"-.

Gracioso –"Y tú tienes desafíos académicos"- dijo en un tono que le recordó a Snape, y se sintió orgulloso porque sonaba tan condescendiente como había deseado, a juzgar por la amenazante mirada que recibía –"Me refiero a que cada tipo de magia usa un centro, una forma de enfocarse, para ser usada"- resopló –"¿Nunca lees?"-.

Casi de inmediato, se sintió avergonzado porque, por mucho tiempo, Harry había estado en esa misma posición y había creído con tal convicción que la magia negra significaba maldad sólo porque eso decían los cuentos muggles y personas como Hagrid o Ron. Adoraba a su mejor amigo y a Hagrid, pero… vamos.

Claro que, decía una parte de su mente que sonaba demasiado sospechosa, Harry no había tenido la ventaja de tener toda una infancia en paz, rodeado de magia y padres mágicos que pudieran enseñarle algo, sino en la casa de unos muggles que lo odiaron por ser diferente. En casa de los Dursley, Harry simplemente no podía saber nada sobre magia; lo poco que habría podido saber había venido de libros infantiles y cuentos de la escuela.

¿Cuál era la excusa de Sirius?

-"Lamento no estar interesado en matar cada tercer paso que doy, primo"-.

Adoraría que Hermione pudiera estar ahí justo en ese momento, si con eso lograba callar a Sirius y hacerlo entender, ¿cómo es que Hermione jamás lo había golpeado? Porque Harry estaba intentando contenerse.

-"Con la compañía que mantienes en el colegio, no me sorprende demasiado que tu nivel intelectual no sea… estándar"- alzó las manos cuando Sirius se levantó de su sitio, como si estuviera dispuesto a lanzarse sobre la mesa para golpearlo –"Tranquilo… sólo estoy diciendo que eres especial"- se mordió la lengua para evitar reírse ahí mismo –"Tal vez sí está esperando golpearme"- se planteó seriamente.

Pero poco después, Sirius se sentó, respirando profundamente varias veces hasta que logró un semblante de indiferencia –"Dijiste que un hechizo de magia negra puede sanar una herida abierta, quiero saber cómo es eso posible"-.

-"Lee un libro"- dijo como reflejo.

-"Hadrian"- y Harry sonrió.

Pero si quería saber sobre ese tipo de magia, Harry no era nadie para negarle un poco de información… sólo un poco.

-"¿Conoces el encantamiento Patronus?"- preguntó.

Sirius respiraba con tal intensidad, que Harry se preguntó si tendría algún problema respiratorio o si acaso pretendía oler sus mentiras –"Claro que lo conozco"- respondió alzando ligeramente el mentón, en una actitud muy parecida a la que había visto a Malfoy tomar durante sus discusiones en el colegio –"Encantamiento de nivel 12, convoca a un protector personal contra dementores"-.

-"Hermione, esta fue una respuesta tuya"- quería reír, pero sólo logró convocar una mueca que era más dolorosa de lo que admitiría –"Es magia negra"- ni siquiera intentó ser amable.

Al principio, Sirius no reaccionó –y no lo esperaba–. Permaneció en su lugar, sentado, parpadeando por instinto, pero cuando abrió la boca, Harry tuvo que llevarse las manos a los oídos para cubrirse del grito –"¡¿Q-Qué…?!"-.

Sí, lo entendía.

Él jamás habría podido imaginar usar un Patronus y pensar que se trataría de magia oscura.

Es decir, ¿cómo podría serlo? ¿Verdad?

Sin embargo, cuando lo veía… tenía completo sentido, tenía perfecto sentido para él, porque explicaba tanto.

-"Para ser efectiva, la magia negra usa las emociones"- comentó –"Responde a intenciones primarias"- a los instintos, como el instinto de sobrevivir a cien dementores o a un psicópata que quería matarte, por ejemplo –"Y la magia blanca se trata del control y el estudio teórico, responde a las intenciones mentales…"- o eso decían los libros –"Es decir que un tipo de magia depende de tu conexión con tus emociones y el otro tipo de magia…"-.

-"Depende de tu intelecto… no…"- ahora Sirius parecía en otro mundo, confundido, así que Harry tomó el control.

-"Depende de la racionalidad"- luego miró a Harry como si viera a otra persona –"Como ese debate muggle de las pasiones contra la razón"-.

Esa era la situación con la magia.

Explicaba cómo es que Harry había tenido algunos problemas con los hechizos y encantamientos que requerían usar métodos exactos o la memorización de movimientos complejos de varita; porque Harry siempre había sido una persona más… temperamental. Su magia accidental había respondido en momentos donde simplemente no había podido controlar sus emociones. No era que no fuera capaz de realizar magia blanca o que alguien con la afinidad para la magia blanca no pudiera usar magia negra –Hermione sería la prueba de eso–, era más bien la facilidad con la que podías acercarte…

Y la forma en la que te acercaras a estudiar la magia, por supuesto.

Si intentabas estudiar magia blanca con el esquema con el que comprendías la magia negra, bajo el uso de tus emociones, probablemente tendrías resultados, pero sería complicado –y muchas veces podría resultar peligroso, quizá, como teorizaba, lo que había sucedido con las constantes explosiones de Seamus–. Por otro lado, si intentabas estudiar la magia negra con la metodología tan cuadrada de la magia blanca, los resultados serían vagos… abstractos…

Era como estudiar las artes y las ciencias… simplemente eran diferentes.

Si en Hogwarts –en su Hogwarts– se esforzaran por enseñar algo como Teoría Mágica, quizá personas como él o Neville podrían… no lo sabía, tal vez podrían haber hecho más… tenido más opciones. No lo entendía.

Muchos de los hechizos en Defensa eran magia oscura, se trataban de hechizos y maleficios que respondían a los instintos o intenciones del momento, por ese tipo de cosas Harry era bastante bueno en la materia, por eso su magia respondía fácilmente.

Harry asintió, casi satisfecho por lo que había logrado, excepto que Sirius parecía seguir perdido en su mundo.

-"¿Cómo…?"-.

Harry, a pesar de todo lo que le advertía que debía alejarse de Sirius, sentía cierta pena por el adolescente –"Escucha…"- de pronto, se sentía cansado –"Está bien si no lo entiendes todavía, pero la magia es… magia"- se encogió de hombros.

Tomó sus cosas y salió de la biblioteca.

Sirius no necesitaba que Harry le creara algún tipo de crisis de identidad y, francamente, no creía que pudiera lidiar con algo así –ya tenía demasiados problemas por su cuenta–.

Harry iba a cerrar la puerta para irse directamente a su habitación, pero antes de poder hacerlo, escuchó algo del otro lado del pasillo.

Caminó hasta la puerta del salón familiar y se detuvo.

No podía reconocer lo que decían, pero era obvio que Orión estaba ahí, discutiendo con algún otro hombre en la habitación sobre algo que, admitía, debía ser realmente importante y delicado como para comenzar a gritar –no gritaban, no realmente, pero sus voces estaban en el límite de lo que sería educado–.

El sonido amortiguado tenía el mismo tono que una conversación de la Orden en otro tiempo y en otro lugar… y Harry quería saber de qué podrían estar hablando.

Justo en ese momento, Harry tenía la oportunidad de obtener la información que había esperado desde que habían llegado a ese tiempo… podía sentirlo. Algo importante debían discutir ahí dentro como para encerrarse y Harry tenía suerte.

Mucha suerte.

Excepto que no conocía ningún hechizo para espiar detrás de las puertas y no tenía ninguna oreja extensible a la mano.

Suspiró y se concentró en los murmullos.

En Privet Drive, Harry estaba acostumbrado a escuchar las discusiones de sus tíos, se había convertido en un método de supervivencia, así que no fue demasiado complicado concentrarse en lo que podía escuchar. Aunque no estaba muy seguro que fuera a funcionar en un hogar mágico, Harry lo hizo de todos modos.

-"… sólo lo digo, Orión"- dijo una voz masculina, grave y, extrañamente, familiar.

Estaba seguro que no había escuchado a alguien con esa voz en su vida, ¿o sí? Al menos no en ese tiempo, suponía… o quizá se trataría de Lucius o su padre, ¿no? Sería lógico… pero la voz de Lord Malfoy era mucho más grave, con ese color que sólo la edad podía conceder.

Debía ser otra persona y Harry simplemente estaba intentando relacionar la voz con alguien más, aunque no sabía con quién. Hacía eso muy seguido y Harry se confundía a sí mismo con ese tipo de tonterías.

-"Me hablas de una situación… no, no creo que sea prudente… todavía"-.

Había algo ahí, ¿una proposición de algo? Oh… quizá algo que tuviera que ver con la guerra… o con los Black y dinero…

Una risa –"¿Cuándo lo será?"-.

No, definitivamente la voz de ese hombre no podía ser la de Lord Malfoy, era demasiado… era como ver una copa de vino a contraluz o quizá…

Harry sintió un calor en todo el cuerpo, pero decidió ignorarlo.

¿Escuchaba una voz medianamente atractiva y Harry se distraía?

-"¿Qué haces?"-.

Harry giró la cabeza rápidamente para regresar toda su atención a la puerta casi de inmediato.

Sirius estaba ahí, de pie y a plena vista de los cuadros si acaso alguno en los retratos decidía voltear a verlos –"Perfecto"-.

¿No tendría que haberse ido ya? ¿Qué había pasado con su crisis?

Bufó y lo tomó del brazo con fuerza para llevarlo a su lado y cubrir su boca. Sirius era uno de los Merodeadores, ¿o no? Esperaba que entendiera la importancia de escuchar una conversación que no debería escuchar a escondidas y en silencio. Apuntó a la puerta y luego se llevó ese dedo a los labios.

Afortunadamente para él, Sirius pareció no tomar esa oportunidad para arruinar la buena imagen que Harry, de alguna manera, había conseguido.

-"Idiota"- pensó –"¿No se suponía que ibas a arruinar mi estancia en tu casa?"- pero no dijo nada.

-"Es sólo… posibilidad, Orión"- una pausa –"Tus dos… tienen el talento"- sus dos… sus dos hijos, evidentemente –"Y sólo… no basta"-.

-"Lo pensaré…"-.

-"¿Qué necesitas… aceptarlo?"-.

Harry tuvo que esforzarse un poco para poder escuchar la respuesta después de un silencio que, supo, debía ser tenso –"Algunas… garantías"-.

Si hubo sorpresa o no por el comentario, nadie dijo nada –"¿Qué clase de…?"-.

Necesitaba prestar más atención.

Cerró los ojos con fuerza y, por un momento, se imaginó a sí mismo del otro lado de la puerta, escuchando claramente la conversación –"Tengo dos miembros de mi familia aquí, mi amigo"- dijo Orión con evidente preocupación –"No puedo permitirme perderlos…"- y Harry estaba, de hecho, algo conmovido por sus palabras, porque sería la primera vez que un tío lo incluiría en su familia de esa forma –"Pasaron por un ataque, y mis hijos se adaptan al cambio"-.

El otro hombre pareció contemplar sus palabras, para luego hablar lentamente, como quien habla con un niño especialmente delicado –"No puedo decir que lo entiendo"- hubo un ligero suspiro en su forma de hablar, como si… como si fingiera, se dio cuenta –"¿Qué clase de ataque?"-.

Pero Orión no respondió –"Me pides talentos, yo te pido tiempo"- terminó Orión con más seguridad en su voz, como su padrino solía hablar cuando sabía lo que hacía, como aquella vez con la señora Weasley.

-"Es…"-.

-"Espera"-.

Y luego unos pasos, el tacón de los zapatos de Orión se acercaba a la puerta, así que Harry tomó el brazo de Sirius de nuevo y comenzó a tirar de él para llegar, al menos, hasta la puerta de la biblioteca –si lo veían cerca de la puerta, cualquier excusa no serviría, si lo veían cerca de las escaleras o la biblioteca, lo que dijera podría ser creíble–.

Caminó sobre la parte externa de los pies para reducir el sonido, haciendo el menor ruido posible con esos zapatos que resonaban no importaba el lugar donde caminara; Sirius caminó –corrió– detrás de él sobre la punta de sus pies hasta que ambos lograron llegar a la puerta de la Biblioteca justo a tiempo para ver a Orión abrir la puerta.

El hombre arqueó una ceja al verlos ahí –"Sirius, Hadrian, ¿qué hacen ahí?"-.

A pesar de saber que Orión tendía a ser más tranquilo que Walburga, eso no quería decir que el hombre no fuera estricto en sí. Harry, por fortuna, tenía experiencia con ese tipo de preguntas, así que se apresuró a tomar el control.

-"Eh…"- Sirius no supo qué decir.

La mano de Harry seguía en su brazo y Harry no se había movido demasiado hacia las escaleras para escapar –"Estábamos en la biblioteca"- dijo.

Lo mejor que se podía hacer para mentir era dejarlo en mentiras sencillas, simples… difíciles de olvidar. Entre más explicaciones diera –sabía–, más sospechoso resultaría. Mentir significaba usar todo lo que pudiera usarse de la verdad y mantenerse simple.

Ignoró la mirada que Sirius le mandaba.

-"Muy bien"- el hombre dejó la puerta entreabierta mientras daba algunos pasos hacia ellos –"Pero ahora mismo tengo un invitado, Hadrian"- suave, como si hablara con un animal asustado, Harry odiaba ese tono –"¿Por qué no llevas a Hadrian a su habitación, Sirius?"- esa era una orden, no una sugerencia, notó.

-"Bien…"- entonces su invitado no era ninguna persona que debiera saber de la existencia física de Harry, curioso.

Una persona de interés… y alguien de peligro para el trofeo en que se había convertido Harry para esa familia. Es decir, debía ser un hombre importante y alguien que Harry tenía que conocer, ¿verdad?

-"Por supuesto, padre"-.

¿Qué? Por favor, ahora que necesitaba su nulo respeto por la autoridad, ¿Sirius decidía dejarlo solo? Cobarde, patético.

-"Orión, ¿sucede algo?"- y la puerta detrás de Orión Black se abrió.

Qué conveniente, Harry casi podía escuchar la diversión en la voz del hombre… estaba claro que quería saber lo que sucedía detrás de la puerta y no era tan cobarde como Sirius.

Al menos, se dijo sosteniendo la sonrisa que había mantenido desde que Orión había salido, podría ponerle un rostro a esa voz que…

-"No sucede nada, Tom"-.

De pronto, todo pareció moverse lentamente frente a él y el piso desaparecer bajo sus pies.

La puerta se habría abierto apenas lo suficiente para dejarle ver la figura de un hombre dentro del salón, perfectamente iluminado y sin posibilidad de ocultar al visitante, pero incluso si hubiera estado en completa oscuridad, Harry habría podido ver perfectamente quién estaba dentro.

No era alguien que conociera, no en ese tiempo y no así.

Porque encontrarse con Tom Marvolo Riddle no… no había sido parte del plan.

Era exactamente como el Tom Riddle que había conocido en su segundo año; el mismo adolescente psicópata que habría matado a Ginny y media población del colegio si se lo hubieran permitido. Era Tom Riddle, porque con esa apariencia… no podía ser nadie más.

Por supuesto, no era el mismo Tom Riddle de dieciséis años con el que se había cruzado, era una versión madura de Tom Riddle.

Mucho más alto de lo que recordaba, con el cabello tal como lo había visto antes, limpio y perfectamente peinado.

No era Voldemort, no era la figura pálida y blanca que lo había torturado en el cementerio. Su piel tenía el color saludable que se suponía que las personas normales tenían, no era pálido o completamente blanco como la tiza, más bien era ligeramente bronceado…

Llevaba algún traje negro que parecía más muggle que mágico.

Harry se imaginó conectar la mirada con el hombre detrás de Orión y se congeló.

Sabía, instintivamente, que el hombre que estaba ahí no era el mismo monstruo con el que había tenido un duelo en un cementerio o con el que había hablado mientras era torturado. No era el mismo y… y era el mismo… y quizá era mucho peor.

Lucía tranquilo, divertido por la conmoción, en perfecto control de la situación. No era el mismo que había preferido perder su tiempo contándole sobre su triste vida, era… era un hombre peligroso, y Harry sintió genuinamente, por primera vez, el terror que Voldemort causaba.

-"Primo"- susurró cerca del oído de Sirius, recordando su voz –"P-Por… Por favor, ¿podrías llevarme a mi habitación?"- no estaba seguro ahí –"Por favor"- imploró.

Sirius no reaccionó de inmediato, pero Harry se negaba a mirar al hombre de nuevo. Después de lo que le pareció una eternidad, sorprendentemente, Sirius lo tomó por los hombros y comenzó a caminar hasta las escaleras con pasos deliberadamente lentos. Habría sido agradable saber que Sirius, dentro de su odio o lo que fuera que fuera, intentaba genuinamente cuidar de él, que se trataba un chico con la misma naturaleza protectora que su padrino proyectaba, pero Harry simplemente no podía pensar en nada.

Excepto en esos ojos rojos que, seguramente, podrían haberlo visto.


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