Harry Potter y sus personajes no me pertenecen, hago esto sin fines de lucro.

Advertencias: Rated M, Slash (slow burn), Darkish!Harry, Time Travel, Teorías sobre el viaje en el tiempo, PTSD, temas maduros en general.

-"ABC..."-. Diálogo

-"ABC..."-. Pensamiento

ABC... Libro, carta o palabra/frase en otro idioma; depende del contexto


ADVERTENCIAS: Este capítulo contiene menciones vagas de un ataque de pánico, discusiones sobre ética ecológica convertidas en ética social (de alguna forma), negligencia infantil reprimida, escenas de violencia y tortura, signos de trauma por combate y síndrome de estrés postraumático, entre otras.


Oportunidad

Capítulo 11, Ataque

Aunque Sirius preguntó sobre su reacción y el miedo genuino que había demostrado –de una forma en la que sólo un niño acostumbrado a recibir respuestas a todo estaba acostumbrado–, Harry no ofreció ninguna respuesta.

No había podido.

-"Estoy bien"- había dicho en automático –"Lamento haberte molestado"- porque era verdad.

Habría deseado, ante todo lo que sabía que debía hacer, estar solo en un momento tan vulnerable del que nadie lograría entender la verdadera razón de su retirada estratégica. Pero, debía admitir, la ayuda de Sirius había sido… una suerte.

El adolescente que se habría podido convertir en su padrino lo había llevado hasta su habitación mostrando una saludable cantidad de sospecha hacia su padre y su invitado. Por una vez, quizá en esa extraña tregua que habían creado, Sirius se había comportado como un ser humano decente y lo había tratado como una persona más en vez de un enemigo invisible.

Sirius lo había mirado por un momento cuando lo había escuchado responder y Harry no había logrado hacer mucho más que regresarle la mirada, esperando algún comentario o quizá una burla, pero nada había llegado.

Sirius Black, el adolescente que no era su padrino, había suspirado y se había alejado de él para darle espacio una vez que habían alcanzado la puerta de su habitación.

-"Tu padre está con Regulus"- ah, eso explicaba su ausencia –"Y mi madre está con una de sus amigas"- había hecho una mueca graciosa –"Yo vendré por ti para la cena, ¿de acuerdo?"- Harry había asentido –"No salgas hasta que ese hombre se haya ido"- y con eso, lo había dejado solo.

-"Gracias"-.

No tenía idea de qué más decir.

Él mismo no sabía exactamente qué demonios había sucedido.

No habría podido responder a sus preguntas, de cualquier modo.

A solas, en su habitación, Harry quiso golpearse contra la pared por perder el control de todo su ser tan fácilmente. Quiso regresar por las escaleras, tocar la puerta del salón y lanzar un hechizo y, con suerte, terminar con la vida de Tom Riddle de una vez. Habría sido la reacción lógica, usar la oportunidad que se le presentaba y simplemente terminar con todo de una sola vez… pero no pudo hacer nada.

Nada.

Permaneció sentado en la cama, mirando al vacío, preguntándose cómo él, que era Harry Potter y había estado frente a frente con Voldemort más veces de las que cualquier persona que no apoyara sus metas hubiera estado –excepto, tal vez, Dumbledore–, se había congelado. No era posible que, con sólo verlo con otro rostro, Harry hubiera perdido todo rastro de valor en él.

Es decir, hacía más de un año que había dejado de tener pesadillas con el rostro de Tom Riddle, ¿por qué ahora?

¿Por qué ahora que tenía tanto en la cabeza y que tenía tanto que hacer?

No tenía tiempo para inseguridades infantiles sobre una pesadilla del pasado –o futuro, suponía–, y no podía permitirse perder el control de sí mismo frente a todos los Black cuando el peligro estaba cerca. Si Walburga se enteraba… no, no podía dejar que eso sucediera.

Nadie ahí lo sabía, por supuesto.

Nadie ahí sabía que Harry, en otro tiempo y otra vida, había conocido a Tom Marvolo Riddle bajo Hogwarts, había sido manipulado por sus mentiras y casi había muerto gracias a un estúpido diario.

No podrían adivinar que Harry reconocería el rostro del hombre en cualquier lugar y que incluso su voz había sido familiar…

¿Siquiera sería su rostro real? O quizá se trataría de algún tipo de hechizo para ocultar su verdadera apariencia, ¿o no?

Era posible.

No dudaba ni por un segundo que Walburga y Orión supieran exactamente a quién invitaban a Grimmauld Place cuando sus hijos estaban fuera del colegio. Probablemente estarían felices de tener al gran Lord Voldemort en su salón, compartiendo el té con ellos. Pero… ¿qué podía decir de Regulus y de Sirius?

No, Sirius había dejado en claro que no reconocía al hombre. Y, era obvio, Harry no tenía planeado decirle que sabía quién era el hombre que Orión Black había invitado a Grimmauld Place, a su hogar, con la esperanza de reclutar alguno de los talentos. Harry se encargaría de mantener esa información en secreto, al menos hasta que pudiera asegurarse que informar a su padrino no terminaría en una tragedia.

Harry quiso vomitar al darse cuenta que Orión –y Walburga– estaría dispuesto a entregar a alguno de sus hijos a Voldemort –un amigo de Orión, aparentemente–, pero se detuvo cuando logró respirar un poco y analizar la conversación que no debería haber escuchado.

Porque Orión se había negado… bien, no, no se había negado… pero había sido evidente que se había resistido a dar una respuesta directa. Orión sabía que sus hijos tenían el potencial de unirse a Voldemort –y Harry lo sabía también, porque había visto a su padrino en el Departamento de Misterios–, pero… pero se había negado… y Harry tenía que respetar eso.

Habría sido mucho más sencillo para él aceptar la oferta.

Recordaba cómo es que Hagrid le había hablado de las persuasiones de Voldemort, sabía muy bien que el hombre no se contendría si no obtenía lo que quería de Orión.

Esa noche bajó a la cena, pronosticando todo tipo de confrontaciones a la mesa –su imaginación trabajaba horas extra sólo por encontrar un futuro donde las cosas pudieran funcionar para él, donde pudiera tener una excusa en ese tiempo de asesinar a Tom Riddle durante una cena en Grimmauld Place–, llevándose la grata sorpresa de ver sólo a Orión a la mesa.

No había estado listo para ese encuentro y agradecía, internamente, no haber tenido que cruzarse con Tom Riddle tan pronto.

Podían llamarlo cobarde todo lo que quisieran, pero Harry… Harry no había estado listo para ver a Tom Riddle… Voldemort, como fuera, era un rostro conocido… Pero, ¿Tom Riddle? No, para nada.

Y nadie podría entenderlo.

Sirius, su primo, lo había visto los días siguientes –antes de los exámenes–, pero no había preguntado nada. Su padrino había preguntado, pero Harry no había podido decirle nada que pudiera no ser una mentira medianamente convincente… Orión había dejado toda la visita fuera de cualquier conversación –quizá porque Riddle podría haberlo visto y porque eso era algo que lady Black no quería que sucediera por alguna razón–… y Walburga lo sabía.

Regulus –adorable y dulce Regulus–, había notado fácilmente la tensión en Grimmauld Place y lo único que había atinado a hacer, había sido tomarse más tiempo para estar con su hermano y, sorprendentemente, incluir a Harry en sus visitas regulares.

Era el menor en esa casa y parecía ser el más prudente, ¿quién lo habría dicho?

-"¡Hadrian!"-.

Harry parpadeó un par de veces antes de recordar que debían referirse a él y que Regulus lo llamaba; sonrió hacia el menor –"¿Cómo estás, Regulus?"- preguntó mientras se acercaba a los tres Black que lo esperaban fuera de la sala de prácticas de la que acababa de salir.

Su último examen práctico había terminado antes del mediodía y ahora, oficialmente, podía esperar los resultados de los exámenes –que ya había hecho en el futuro–.

El menor sonrió con él –"Bien"-.

Sabía, por lo que había aprendido durante su estancia con los Black, que el entusiasmo que el menor mostraba no era el apropiado para un lugar público –vamos, se trataba de un niño–, pero Harry no estaba dispuesto a corregir algo que, francamente, no creía que fuera importante. A Walburga no le interesaba en hacerlo, así que a él le importaría mucho menos.

-"¿Terminaste con tu examen? ¿Fue difícil?"- Regulus le ofreció el brazo y Harry, porque Walburga lo había ordenado, lo tomó –"Sirius dice que…"-.

Por supuesto que Sirius diría algo sobre el tema, ¿cuándo no lo hacía?

Sirius era su ídolo.

No había una sola conversación que Harry hubiera tenido con el menor que no hubiera terminado, invariablemente, en un comentario sobre la opinión de Sirius y, aunque era gracioso, comenzaba a ser molesto.

Pero era un niño, no podía simplemente ignorarlo –no era Colin, que tenía esa horrible obsesión con él que le daba miedo–.

-"Fue el último examen"- prometió –"Al menos hice todo lo que me pidieron"- no era como si pudiera decirle que había sido el examen más sencillo, porque no lo había sido.

Pero Harry se sentía confiado en sus habilidades, a pesar de todo.

Ignoró el bufido de Sirius al lado de su hermano y saludó a Walburga mientras los llevaba hasta el punto de aparición –Harry necesitaba aprender a aparecerse– y Regulus seguía hablando sobre los exámenes y lo que su hermano decía.

-"Me parece que tendremos tiempo de discutir sus exámenes en cuanto lleguemos al Callejón, Regulus"- le recordó Walburga.

Aunque Harry comenzaba a acostumbrarse a la actitud de la mujer, sólo necesitaba ver el rostro de sus hijos para saber que no era algo tan normal. La mujer normalmente estaba de buen humor, o tanto como podía estarlo… y Harry creía que era mucho mejor así.

Para ser honesto, ese había sido el verano más… más agradable que había pasado en mucho, mucho, tiempo –la falta de insultos, comentarios negativos o castigos era, francamente, un respiro de lo que había sido su tiempo con los Dursley– y, sabía, era patético.

Mucho más si incluía la visita de Tom Riddle.

Walburga Black era una mujer difícil de complacer –y Harry lo había aprendido durante las primeras semanas en Grimmauld Place–, sabía que Sirius y Regulus podrían haber estado en su lugar de no ser por un casual viaje en el tiempo que él y su padrino habían hecho, así que podría entender la sorpresa e incomodidad de los dos adolescentes cuando la mujer, de pronto, parecía estar de buen humor y dispuesta a pasar todo el día en el Callejón Diagon.

Pero Harry se lo había prometido, ¿o no?

Había prometido pasar un día en el Callejón con ella y, ahora que habían agregado a sus dos hijos, también con Sirius y Regulus.

Apostaba la Saeta de Fuego que ya no tenía a que Sirius no estaba complacido por pasar el tiempo con él –sin importar su repentina amabilidad, Harry no tenía ninguna duda de la opinión que el adolescente tendría de él–.

Pero no importaba, Harry estaba de relativo buen humor porque, por fin, podría salir de Grimmauld Place como una persona normal y olvidarse por un momento de Voldemort…

-"Hadrian, no me hagas esperar"- esa era una orden.

-"Lo siento, tía Walburga"-.

Aunque aparecerse no era una sensación agradable, Harry debía admitir la utilidad de poder hacerlo a voluntad. Cuando era pequeño, Harry había logrado escapar de su primo y sus amigos apareciéndose en el techo de la escuela; se había llevado un castigo ejemplar por eso y jamás había logrado replicar el suceso, sin importar qué tanto lo deseara.

Ahora sabía que no era algo sencillo y que requería más que sólo su desesperación como para hacerlo a voluntad. Walburga le había explicado que existía un examen para obtener la licencia –la burocracia mágica lo sorprendía, realmente lo sorprendía–, así que esperaba poder presentar ese examen también.

Lo primero que Harry notó cuando salieron del Ministerio, fue el jardín que había visto la última vez que habían aparecido en el Callejón.

Seguía siendo un jardín increíble que Harry quería seguir viendo por bastante tiempo, pero no creía que a Walburga le gustaría verlo distraerse de nuevo –"Hay un bistró frente al restaurante que conociste la última vez, Hadrian"- Harry asintió –"Creí que sería un buen sitio para celebrar"-.

Oh…

Sonrió incómodo hacia la mujer –"No era necesario, tía Walburga"-.

Principalmente porque no sabía exactamente qué estarían celebrando.

Walburga agitó una mano para restarle importancia a sus palabras –"Tonterías, Hadrian, tú y mi hijo terminaron con los exámenes de grado, creo que es justo tener una pequeña celebración"-.

De acuerdo, entendía que quisiera celebrar que su hijo hubiese terminado sus exámenes, suponía que debía ser algún evento importante para los padres, pero Harry… Harry sólo era un agregado en su hogar y, por supuesto, ella no tenía ninguna razón de celebrar a Harry –vamos, su padrino estaba ocupado con Orión haciendo algo con su padre, no creía que el hombre recordara exactamente la agenda de Harry–.

Harry no pudo decir mucho más porque Walburga extendió la mano hacia Sirius para que el menor le ofreciera el brazo y entonces comenzó a caminar hasta el bistró.

Sonrió un poco más cuando el adolescente sólo atinó a lanzarle una mirada por encima del hombro antes de ser obligado a caminar junto a su madre.

-"¿Vamos, Hadrian?"- Regulus extendió el brazo para que Harry lo tomara.

¿Qué problema tenían todos los Black con el contacto físico?

Harry aceptó el brazo –"Gracias, Regulus"-.

Un bistró, supuso, debía tratarse de una versión informal del restaurante que habían visitado la última vez que habían estado en el Callejón Diagon.

La decoración monocromática no parecía darle esa impresión, pero en cuanto fueron dirigidos a la terraza –con una excelente vista de la calle y una parte del jardín que Harry había visto la primera vez–, Harry entendió que no existía un protocolo tan estricto que seguir ahí. Porque Walburga mantenía una pequeña y casi imperceptible sonrisa mientras hablaba hacia su hijo mayor sobre –oh, sorpresa, sorpresa– sus logros académicos.

Estaba bien –mucho mejor de lo que habría esperado–, porque Harry no se creía capaz de seguir esa farsa de los buenos modales y perfectas formas cuando comía por mucho tiempo… y estaba llegando a su límite. Era suficiente con tener que hacerlo en Grimmauld Place –donde se suponía que vivía– como para fingir disfrutar todo el tiempo –ansiaba por estar en Hogwarts, sólo para dejar de pretender con tanto ahínco–.

Un mesero los llevó hasta una mesa privada, separada del resto por una pantalla alta decorada con negro y rojo sobre blanco, y los dejó a solas para decidir qué ordenar.

Si era honesto, a Harry no le importaba demasiado lo que ordenaran o decidieran comer ahí. Últimamente la comida sólo sabía a ceniza y el agua pasaba por su garganta como si se tratara de la crecehuesos y no podía esforzarse lo suficiente como para disfrutarla tanto como la disfrutaría, digamos, Ron.

Además…

Había algo extraño que Harry no podría señalar o explicar al resto de los Black.

A pesar de haber terminado con sus exámenes y estar celebrando, Harry no podía quitarse de la cabeza que algo había sucedido o iba a suceder.

Esa esa misma sensación que tenía cada que algo sucedía e involucraba, de alguna manera, a Voldemort y sabía que no tenía manera de comprobarlo, pero… pero debía ser su culpa. Se trataba de una ansiedad que, creía, debía venir de la calma a la que no estaba acostumbrado desde que había entrado al Mundo Mágico.

Ya había bajado la guardia demasiado y, recordando su crisis, Harry había pagado un precio bastante bajo para lo que habría podido ser una tragedia en Grimmauld Place.

Y lo odiaba.

Porque no era justo que Voldemort tuviera ese poder sobre él.

Casi deseaba poder encontrarlo a solas y simplemente… terminar el trabajo que no pudo hacer antes, si con eso lograba terminar con esa horrible sensación que lo comía desde el interior.

Sentía un escozor bajo la piel que nada tenía que ver con la calidad de su ropa, alguna reacción alérgica o algo similar, la comida le daba asco y sabía a polvo, no podía dormir apropiadamente porque todas las noches soñaba o tenía alguna pesadilla que tenía que ver con el hombre… y ni siquiera podía sentirse seguro dentro de Grimmauld Place porque, aparentemente –lo había esperado, ya lo sabía–, Orión y Voldemort eran muy buenos amigos y Harry no podía confiar en que lord Black no decidiera invitarlo de nuevo.

Salir de Grimmauld Place para presentar sus exámenes había sido su único escape y lo había apreciado el tiempo que había durado –casi siempre–, pero ahora… ahora no podría hacerlo más.

Regresar a la jaula no era algo que deseara hacer.

Miró de reojo a los Black y no pudo evitar pensar que estaba casi tan fuera de lugar como lo había estado cuando los Dursley no tenían otra opción que llevarlo con ellos a sus paseos familiares… sólo que ahora, Harry parecía intentar esforzarse por pertenecer.

No era como si tuviera muchas opciones, ¿verdad?

Por el bien de su padrino y del suyo, Harry se había convertido en una especie de mascota glorificada para los Black –incluyendo el entusiasmo de Regulus y el cuasi abuso de Sirius–. No entendía qué sucedía con esa familia o qué se suponía que debía pensar sobre el repentino interés de su familia sobre su seguridad –o lo que ellos consideraban su seguridad, no lo sabía con certeza– a un grado obsesivo; por un lado, no podía negar que la atención constante, las sutiles muestras de cariño –que no merecía– y el acceso a comida era algo que apreciaba, por el otro lado… Harry se estaba sofocando, sentía que perdía su autonomía…

No debería sentirse así… sabía que no debería sentirse así… de hecho, no podía mirar a los ojos a Walburga o a Orión cada vez que sentía la frustración acumularse.

El tiempo que gastaban en él era innecesario, el dinero y el esfuerzo también. Harry no era Hadrian y simplemente estaba ocupando el lugar de un chico que, en otras circunstancias, habría estado ahí, acompañado de su familia, apreciando los esfuerzos que esas personas hacían por él. Era difícil llevar una vida que no le pertenecía.

-"… la teoría de Monsieur Delacour es que la introducción temprana de nuevas especies puede salvar a un sistema completo, incluyendo los árboles que usan los fabricantes de varitas"-.

Al escuchar un nombre que le sonaba familiar, Harry decidió que debía prestar atención a esa conversación –"Es sólo una teoría, Reg"- bufó Sirius –"No puedes simplemente dejar libre a un grupo de bowtruckles y esperar que no hagan ningún desastre"-.

Regulus frunció el ceño cuando vio que su hermano sonreía sin esperar una respuesta –"Pero… ¡es fascinante!"- luego se giró hacia la mujer –"¿No es así, madre?"-.

-"Supongo que tiene mérito"- la mujer, incapaz de dejar a Harry fuera de una conversación en la que Harry no tenía idea del tema, quizá buscando humillarlo, preguntó –"¿Qué piensas, Hadrian?"-.

¿Qué pensaba?

Nada.

No sabía de qué demonios hablaban.

¿De qué demonios se trataba esa teoría? ¿Era siquiera importante para él? Dios… Harry apenas sabía cómo dibujar un estúpido bowtruckle y ahora querían que hablara sobre sus excelentes cualidades…

-"Es imprudente"- dijo al final, con media sonrisa, recordando las veces en que Harry había visto a Neville trabajar y experimentar con sus plantas en Herbología, en los invernaderos, esperando encontrar algún tipo de combinación de flores o algo que no entendía por completo –"Sirius tiene razón"- terminó por aceptar –"Introducir una especie en un entorno distinto podría causar…"- se detuvo cuando se dio cuenta de lo que estaba diciendo –"Es… podría causar un desequilibrio"-.

Romper el balance de algo que funcionaba casi a la perfección, como la naturaleza, era jugar… era jugar a ser Dios… y podría funcionar, no lo descartaba, pero, ¿a qué precio? Introducir una especie que no pertenecía a un entorno ajeno –como Harry en Grimmauld Place– era cortejar el caos, eventualmente habría repercusiones y… y las personas no estaban dispuestas a lidiar con eso.

Las especies podrían adaptarse, como él, pero al final… al final, no pertenecían y no iban a pertenecer… ¿o sí?

Era casi como cuando se introducían nuevas tradiciones para acomodar a los nacidos de muggles en una sociedad hermética como lo era el Mundo Mágico… o como cuando un extranjero decidía que el nuevo país donde vivía debía adaptarse a sus… a sus costumbres y no al revés.

Oh.

-"¿Pero no es una teoría que valdría la pena probar?"- presionó Regulus, feliz por tener un tema de discusión que no tuviera que ver con, sabía, los exámenes –"Es decir, Monsieur Delacour está seguro que su hijo podría comprobarlo si recibe la aprobación del Consejo de Ministros… tiene un par de meses en la mesa de discusión"-.

Harry lo pensó por un segundo –"Valdría la pena… pero… supongo que son muchos factores que deben considerarse"- era complicado y algo que Harry no entendía bien.

Regulus hizo un mohín casi imperceptible y Harry le sonrió, compartiendo el gesto con los otros sin darse cuenta –"¿Por qué?"-.

Al menos, se dijo, Regulus estaba relativamente abierto a otras opiniones –"O quizá…"- pensó sin mucho humor –"Quizá Regulus simplemente no quiere provocar una pelea"- que era mucho más probable –"Bien"- miró a Walburga y ella asintió –"Eh… pongamos un ejemplo… para acomodar a las expectativas sobre lo que significa magia para los nacidos de muggles, el Ministerio de Magia tuvo que hacer algunas concesiones, ¿sí?"-.

Eso sólo lo sabía por las conversaciones que había tenido con su padrino y las veces que había hablado con Orión sobre su trabajo.

La integración de los nacidos de muggles era una de las tareas más importantes de los gobiernos; primero porque no era posible simplemente dejarlos fuera de la sociedad –no cuando significaban un número importante de la población mágica–, segundo, era importante no dejar escapar un grupo que se convertiría en productor de recursos en el futuro al Mundo Muggle… Harry creía que la economía podía sufrir bastante si acaso todos los nacidos de muggles decidían regresar con sus familias en cuanto se graduaran –y no lo veía como algo imposible–.

-"¿Hablas de los nacidos muggles como si fueran animales entrando al Mundo Mágico?"- preguntó Sirius con genuino asco y resentimiento mal disimulados –"¡Son personas!"-.

Harry asintió, porque ya lo sabía, no necesitaba a un niño diciéndole algo así –"Lo son… y, como tal, son los causantes de peores desastres que simples animales"- no era ninguna mentira –"Los seres humanos causan los problemas que tenemos, primo, no las criaturas mágicas, no las plantas… por eso estoy usándolo como ejemplo"- se cruzó de brazos.

-"Es cierto… desde la administración anterior ha sido una de las promesas de campaña"- añadió Walburga.

-"Pero Hadrian dijo que habían hecho concesiones, madre, ¿qué significa eso?"- Regulus no era ningún idiota y Harry no apreciaba el acto que hacía cada que quería evitarse un problema, pero no podía decir que no lo entendía –"¿Qué tipo de concesiones?"- presionó.

-"Esto es mi vida ahora"-.

Jamás, en su corta vida, Harry habría predicho que ese tipo de discusiones serían parte de su día a día –para ser honesto, jamás había esperado demasiado de su vida–. Era ridículo pensar que Harry estaría sentado en una terraza, esperando el servicio de una comida mucho más costosa de lo que Vernon y Petunia habrían gastado en él nunca, discutiendo sobre biología y ecología mágica con una familia en el extremo opuesto de sus principios con una analogía política para intentar darse a entender… después de presentar por segunda vez sus TIMOS en el pasado donde sus padres y padrino tenían la misma edad que él y se comportaban como idiotas sin sentido común…

Dios…

¿Sería que Walburga le permitiría tomar algo de alcohol ahí con la excusa de estar celebrando?

-"Concesiones sobre las diferencias en nuestra forma de pensar"- respondió con una suavidad de la que no sabía que era capaz –"Verás, los muggles crían a sus hijos con historias sobre príncipes y princesas, donde los malos normalmente son brujas"- haciendo énfasis en brujas, no magos, aunque eso Harry lo sabía por los niños con los que había compartido clases antes de ir a Hogwarts, no de los Dursley –"Llamarle a una niña bruja es un insulto… los dragones son malos… los duendes son malos… la magia negra es mala… cosas de ese tipo"-.

La ofensa era clara en el rostro de Regulus y, en menor medida, en Sirius, Walburga, sin embargo, lo sorprendió.

La mujer lucía tranquila, como esperara tener esa discusión justo ahí, en público. Miraba atenta las reacciones de sus hijos, pero no hacía nada por encaminar la conversación a algo más neutral. Ella analizaba la situación… y quería aprovecharla.

-"Va a tener que esforzarse un poco más"-.

-"¿Malos? ¿Creen que somos malos?"- preguntó Sirius después de un rato –"Pero no… no lo somos"- no lo soy, agregó Harry cuando vio su confusión.

Se encogió de hombros, ignorando la evidente desaprobación de Walburga –"No"- admitió –"Sólo somos personas con una habilidad que ellos no tienen… pero los muggles ven el mundo en blanco y negro…"- recordaba muy bien que los Dursley sólo sabían expresar sobre lo correcto y lo incorrecto, sobre lo bueno y lo malo, y cómo nada era lo suficientemente bueno para su hijo y sus expectativas, pero que Dudley era el mesías encarnado –"Creen en la moral… y todo lo clasifican en bueno y malo… y, si no lo entienden"- como con la magia, como con Harry –"Si no lo entienden, entonces debe ser malo"-.

-"¿Cuáles concesiones, primo?"-.

No pudo evitar reír un poco –"Dejar de enseñar Artes Oscuras en Hogwarts porque las consideran malas, por ejemplo…"- era difícil imaginar una vida como la que Regulus había llevado hasta ese momento, donde no podías imaginar que algo o alguien pudiera quitarte los privilegios con los que habías vivido toda tu vida –"Introducir fiestas como Halloween…"- y cosas sobre tradiciones de las que no tenía ni idea.

Regulus miró a su hermano y después a su madre, confundido –"¿Qué es… Halloween?"-.

Casi podía decir que había olvidado la mala sensación que lo había acompañado durante todo el día, al intentar encontrar las palabras adecuadas para explicar lo que sabía sobre Halloween a una familia sangrepura cuyo único contacto con los muggles era de tercera mano. Había algo terapéutico –y quizá una especie de venganza personal– en educar a una familia con tantos prejuicios simplemente haciéndolos cuestionarse si realmente conocían el Mundo Muggle tan bien como creían.

Sin embargo, antes de poder responder, Harry desvió su atención a la calle.

Había algo… algo no estaba…

El olor no estaba bien.

Esa calle en particular olía a flores frescas y pasto recién cortado… a pan y quizá algo de perfume…

No a humo y… y tampoco podía decir que en esa calle hubiera escuchado gritos antes.

-"Tía Walburga"- llamó, al tiempo que se levantaba de la mesa con más cuidado del que había tenido al sentarse –"Tenemos que irnos de aquí"- dijo con la misma urgencia que había sentido la primera vez que había sido testigo de uno de los ataques de los mortífagos.

Podía verlo, podía ver la calle siendo sólo iluminada por las fogatas todavía encendidas, escuchar los gritos de terror sustituyendo las voces cantando y las carcajadas… Las figuras de magos y brujas caminar en medio de la noche, con las varitas en alto, el sonido de algo similar a los disparos de un arma de fuego y los destellos ocasionales de color verde.

Casi de inmediato, sacó la varita del bolsillo.

-"¡Hadrian…!"- Walburga no parecía muy feliz con él, pero Harry no prestó demasiada atención como para comprobarlo.

-"Tenemos que ir al punto de aparición, ahora"- quería gritarles, tal como el señor Weasley había hecho cuando el campamento había sido atacado por mortífagos, pero dudaba que los Black, viviendo en su torre de marfil, pudieran reaccionar tan rápido como habían reaccionado los Weasley aquella noche.

Fue, sorpresivamente, Sirius quien lo siguió –"¿Qué sucede?"- su expresión firme y al borde del pánico le resultó muy familiar, tuvo que tomarse un par de segundos para darse cuenta que esa era la expresión que su padrino había usado cuando Harry había regresado del cementerio con el cuerpo de Cedric.

Pero no tenía tiempo para eso.

Negando con la cabeza, Harry tomó el brazo de Regulus y lo obligó a levantarse –"Toma a tía Walburga, tenemos que irnos de aquí"- y casi como si alguien estuviera intentando demostrar su punto, el piso de la terraza comenzó a vibrar y un segundo después pudo escuchar el estallido de algo detrás de ellos, en el Callejón Diagon.

Era… Merlín.

-"No de nuevo"-.

Quería irse de ahí, ya.

Respiró profundamente y miró de nuevo a Sirius –"Están atacando…"- se dijo en un susurro que nadie alcanzó a escuchar –"Mortífagos, son ellos"- tenían que ser ellos, no podía ser alguien más y se negaba a creer que alguna otra persona pudiera ser capaz de coincidir con tal exactitud con el instinto de Harry, Voldemort podría estar ahí y él… él no estaba en condiciones de enfrentársele.

Estaba bien, estaba bien porque sabía dónde estaba el punto de aparición más cercano… Walburga los había ayudado a llegar no hacía mucho, algo menos de una hora o… o una eternidad atrás. Sabía dónde estaba y sabía cómo protegerse mientras llegaban hasta él.

Observó a Sirius tomar la mano de su madre mientras que la mujer se abría paso entre las personas desesperadas que habían logrado entender lo que sucedía y lo que sucedería si acaso permanecían ahí más tiempo del necesario.

-"¿Hadrian…?"- Harry giró un poco la cabeza para ver al menor, temblando ligeramente y con los ojos abiertos como si hubiera visto algo que no debería ver.

-"Bien… no está equivocado"- se encogió en su sitio imperceptiblemente, porque Harry sabía, recordaba a la perfección lo que había sentido esa noche y, admitía, Regulus no necesitaba ver la violencia que podrían ver si se quedaban ahí –"Todo está bien, Reg"- dijo usando el mismo tono que había intentado usar para explicarle cualquier tontería –"Todo va a estar bien"- prometió, le juró –"Vamos… tenemos que irnos"-.

El agarre húmedo de la mano del menor se convirtió en algo casi doloroso, pero Harry lo ignoró tan bien como pudo hacerlo –"Sí"- murmuró.

-"No me sueltes"-.

Harry se llevó a Regulus con él y, pronto, todos los Black habían salido del pequeño bistró en medio del pánico.

El punto de aparición estaba, literalmente, a unos pasos frente a ellos, junto al jardín que tanto Harry había deseado examinar. No tendrían que encontrar ningún problema porque, en cuanto llegaran a él, Walburga se haría cargo y no tendría que pasar nada con Sirius, con Regulus o con su tía…

Negó con la cabeza y siguió caminando, llevándose a Regulus con él sin mucha ceremonia.

Supo que no sería posible salir de ahí tan fácilmente cuando escuchó a una mujer gritar y observó el enfermizo color verde iluminar la zona. Casi por instinto –un instinto que no reconocía en él, que quizá no era suyo–, Harry llevó su mano libre a cubrir los ojos de Regulus justo a tiempo.

Una muñeca de porcelana estaba rota cerca de la puerta del bistró.

La luz fue suficiente para poner un alto al movimiento casi de inmediato. Los magos y brujas retrocedieron y la multitud guardó un silencio de terror, esperando algo que Harry no quería esperar sin hacer algo. Harry tuvo tiempo para alcanzar a Walburga antes que la mujer intentara acercarse al mago o magos que se habían atrevido…

-"Sirius"- llamó.

El adolescente se giró y sus piernas casi fallaron al ver que Regulus estaba ahí. No necesitó ordenarle tomar a su hermano, porque Sirius de inmediato se hizo cargo del menor –"¿Q-Qué…? ¿Qué vamos…?"- tragó en seco –"¡¿Qué vamos a hacer?!"- susurró.

-"Alguien colocó barreras alrededor del punto de aparición"- respondió Walburga con la varita en lo alto –"Tal vez si me ven…"-.

Harry negó con la cabeza –"No están negociando"- dijo –"Están disfrutándolo…"- quería vomitar ahí mismo –"¿Podrías…?"- se mordió el labio –"¿Podrías intentar quitar las barreras, tía?"- necesitaba a su padrino con él.

Quería tener a su padrino, a la Orden… ¿dónde demonios estaba Dumbledore cuando era necesario? ¿Por qué no estaban haciendo nada?

Giró hacia todos lados, intentando ver algo más que personas con túnicas negras y máscaras blancas, pero lo único que podía ver era un grupo de personas tan aterradas como lo estaba él, con mucho que perder.

-"¡Hadrian!"-.

El golpe de Sirius llegó con más velocidad de lo que Dudley podría haber sido capaz, pero no con la misma fuerza que lo habría llevado al suelo. Era el ardor familiar en la mejilla y… y… y lo que necesitaba para despertar.

Miró a Sirius y luego cerró los ojos y respiró profundamente, la mano que tenía la varita dejó de temblar y Harry se sintió, de pronto, en completo control de sí mismo.

Tal vez no podía hacer gran cosa por las estúpidas barreras y era evidente que había sido una tontería sugerir que Walburga hiciera algo así, por lo que sólo quedaba la siguiente opción más lógica –"¡Protego!"-.

Agitó la varita tan alto como pudo, haciendo un círculo amplio, más amplio de lo que había hecho antes. Un escudo transparente comenzó a caer rápidamente cubriendo a todos los que se habían convertido en rehenes de una negociación que no terminaría bien. Era como si su magia estuviera respondiendo a su desesperación porque un escudo de ese tamaño no podría haber sido conjurado tan rápido, pero Harry no lo cuestionó.

-"¡Cave inimicum!"- gritó Walburga casi de inmediato.

Internamente –en una parte que ahora mismo no le interesaba en lo más mínimo–, Harry sabía que debía estar actuando como un lunático, pero no pudo evitar reír cuando escuchó la voz de la mujer alzarse con tal fuerza, sólo con la intención de proteger… de protegerlos.

-"¡¿Quién se atreve?!"-.

No tan lejos de él, Harry escuchó al hombre acercarse a los escudos –"¡Protego horribilis!"- era un escudo decente, se dijo cuando se dio cuenta que la maldición que el hombre había querido usar, cualquiera que fuera, no había logrado tocar al mago que estaba hasta el frente –"¡Protego totalum!"-.

Harry conocía algunos escudos más, pero no sabía si usarlos sería prudente.

Jamás había tenido oportunidad de usarlos en una situación real, sólo había conseguido enseñarlos durante las reuniones del ED, pero no quería poner en riesgo a nadie si acaso fallaban.

Sólo… sólo debían esperar.

Su magia estaba ahí, respondía bien, se sentía capaz de aguantar esos escudos tanto como fuera necesario para esperar la ayuda… sólo debían esperar. Mientras nadie quisiera hacerse el héroe… todo estaría bien. Eventualmente alguien vendría… ¿verdad? Alguien tenía que llegar…

De reojo, pudo notar a dos mujeres y un hombre conjurar sus propios escudos sobre los que Harry y Walburga habían puesto ya.

Podían hacerlo.

-"¡Que salga el asqueroso sangresucia que se atrevió a…!"-.

Apretó con fuerza la varita, pero se concentró en permanecer con los Black. No tenía caso dejarse llevar por algunas palabras cuando podía mantenerse con la ventaja de no ser reconocido.

Poco después, los hechizos comenzaron a golpear la primera capa de escudos con insistencia.

Con su mano libre, Harry tomó de nuevo la mano de Regulus y Sirius tomó ese momento para acercarse. Abrió la boca un par de veces, pero no dijo nada. Harry suspiró –"Estamos bien"- repitió hacia el menor –"Vamos a estar bien"-.

-"Los aurores deberían llegar pronto"- respondió Walburga, aunque no parecía convencida –"Un ataque al Callejón Diagon no es algo que pueda pasar desapercibido"- la desaprobación era obvia, pero Harry se sorprendió al escuchar el miedo en su voz.

-"¿No eran acaso tus amigos?"- se mofó internamente –"¿Qué sucedió con todo ese apoyo?"-.

Gracioso, cómo quedar en el peligro que significaban los mortífagos terminaba podía hacerte sentir involucrado con el problema que eran, ¿verdad?

Eso sucedía con las personas como ella, si le quitabas un privilegio –el privilegio de la aparente seguridad–, entonces querrían recobrarlo… o cobrar venganza. Era una pena que la mujer, y su esposo, no hubiera hecho algo antes, cuando sus dos hijos se habían visto involucrados en una guerra que podría haber terminado antes de empezar.

Desde su sitio, Harry podía contar cinco mortífagos, pero fácilmente podría haber más del otro lado de la calle y podía escuchar los gritos no tan lejos, así que tendrían que haber muchos más que correrían para ayudar a sus compañeros…

-"Excepto que son mortífagos… no son la Orden"- y era cierto, no podía decir que los mortífagos eran leales entre ellos y, si se movía rápido, probablemente no tendría espacio suficiente para…

No.

No podía arriesgarse así de fácil.

No podía asumir que las personas que estaban ahí no correrían en medio del pánico si acaso lograba deshacerse de los mortífagos. Tampoco podía asumir que tendría la ayuda de los Black si acaso decidía correr a salvar el día. No confiaba en ellos, no eran Ron y Hermione, no eran su padrino o el profesor Lupin. Necesitaba…

Tenían que esperar…

Eso debían hacer.

A su derecha, pudo escuchar los sollozos de alguien –"¡M-Mamá…!"-.

Si tan sólo pudiera dejar de escuchar.

Al menos, se dijo, la mano de Regulus lo lastimaba lo suficiente como para no permitirle perderse en sus pensamientos. No podía darse el lujo de distraerse con estupideces cuando debía cuidar de todas esas personas…

Pero, ¿por qué tenía que ser él quien…?

Harry no se permitió terminar esa pregunta y tampoco se permitió pensar en nada más que no se tratara de mantener en pie sus escudos.

Alguno de los mortífagos –el menos estúpido, pensó– deshizo su primer escudo con el contrahechizo más rápido de lo que habría funcionado seguir usando maldiciones contra ellos con la esperanza de romperlos.

Se llevó la mano de la varita a la cabeza y cerró los ojos con fuerza.

-"Ni siquiera pueden tener un poco de clase"- pensó tragándose el dolor que lo recorrió hasta el pecho.

Eso lo confirmaba.

Los mortífagos no estaban esperando tener rehenes para negociar algo con… con quien quiera que tuvieran que negociar para obtener cosas… los mortífagos estaban ahí porque… porque disfrutaban del dolor que pretendían causar.

Si los escudos caían…

Harry se mordió el labio antes de alzar la varita de nuevo –"Signabat"- una ligera capa de humo blanco recorrió la segunda capa de sus escudos y, cuando el humo pareció volverse más sólido, Harry supo que había tenido éxito y, con un poco más de malicia de la que querría haber demostrado, decidió intentar otro hechizo –"Salvio hexia"-.

Esperaba que algún idiota intentara lanzar algo especialmente doloroso, si con eso lograba verlos sufrir. Quería escucharlos gritar…

Vagamente se preguntó si acaso Bellatrix o Lucius estarían ahí, divirtiéndose con el resto de sus amigos mientras tres miembros de su familia estaban ahí con Harry, esperando ser rescatados.

Casi deseaba encontrarse a la mujer, pero realmente no sabía de qué sería capaz si la veía. Bellatrix había sido la responsable directa de lo que podría haber sido la muerte de su padrino y Harry no creía poder controlarse. Había aprendido un par de nuevos hechizos y estaba ansioso por probarlos con un blanco en movimiento.

Sólo esperaba con todo su ser que las cadenas de líneas doradas regresaran a los mortífagos cualquier maleficio que decidieran usar, porque quería verlos sufrir.

Los oídos le zumbaban y las amenazas poco creativas de los mortífagos comenzaban a generar más pánico del que Harry podría haber predicho. En casa, no recordaba que amenazas tan moderadas como insultos sobre la sangre pudieran causar tal reacción; no se había dado cuenta de cuántos nacidos de muggles los habían estado rodeando.

-"Tía…"- miró a la mujer por encima de su hombro –"¿Cuánto…? ¿Cuánto pueden tardar?"- el nuevo golpe de hechizos le hizo encogerse en su sitio.

Walburga no supo responderle.

Pero no había esperado que lo hiciera, porque Harry ya sabía la respuesta… internamente.

En su tiempo, el Ministerio de Magia ya lo había decepcionado más de una vez, el Departamento de Aurores jamás había respondido a la amenaza de Voldemort a tiempo y, cuando habían estado en el Departamento de Misterios, la Orden del Fénix había respondido… aunque demasiado tarde para su gusto.

¿Quién le decía que ahora no sería exactamente lo mismo?

Nada le garantizaba que llegarían a tiempo, que no sucedería una tragedia mientras los aurores o la estúpida Orden del Fénix se decidían a aparecer.

¿Qué pasaría si sus escudos comenzaban a fallar? Era sólo su magia lo que los sostenía, no tenía ningún ancla, una cadena de runas o algo así; incluso si creía que estaba en buenas condiciones para soportarlo, en cuanto Harry comenzara a sentir el desgaste, o en cuanto alguien más capacitado para romper escudos apareciera cerca…

No se atrevió a conjurar ningún tipo de magia, aun cuando estaba buscando alguna solución para… no para enfrentarlos, porque no creía que pudieran salir sanos y salvos si lo intentaba, pero sí para huir o buscar una forma de salir de ahí.

Walburga no había intentado aparecerse y Harry sólo podía concluir que no era posible.

Los puntos de aparición existían por una razón, eso le había dicho la mujer… aunque estaba seguro que ahora mismo nadie podía creer que una restricción por seguridad fuera realmente una razón por la seguridad ahora.

Harry recibió la respuesta a su pregunta no mucho después, cuando una persona más se acercó hasta el límite de sus escudos, observando con una calma que nadie más parecía tener en ese momento.

Apenas podía ver al mortífago por encima de la cabeza de otros a su alrededor, pero no tuvo que esforzarse demasiado por buscar ver su rostro o intentar identificarlo porque lo siguiente que notó fue una mano pálida justo encima del escudo que Walburga había colocado y, al instante, un jadeo de la mujer.

-"¡MADRE!"-.

Sirius se arrodilló al lado de su madre y Regulus la siguió, como todo el mundo, que se arrodilló en cuanto vieron la amenaza que realmente significaba.

-"¡Madre!"-.

Harry sólo le dedicó a la mujer una mirada rápida –lo suficiente para verla tomar aire y detenerse con la mano que Sirius le extendía, tanto como para saber que seguía consciente y que podría estar mucho peor– antes de enfocarse en el peligro frente a todos ellos.

No sabía qué había sucedido, pero… pero podía imaginar que había sido doloroso y que…

-"Voy a deshacerme de estos escudos uno por uno"- llamó el hombre –"Así que les sugiero hacerlo por su cuenta para evitar… bueno, no quisiera derramar sangre mágica sin necesidad"- la mofa estaba ahí, pero también la amenaza, una amenaza que era obvio que podría cumplir sin esfuerzo.

Seis escudos cayeron rápidamente, por voluntad propia porque Harry no vio a nadie más tener la misma reacción que Walburga había tenido –"Cobardes"- casi deseaba quitar sus propios escudos para dejarlos recibir exactamente lo que merecían.

-"Buena elección"-.

Su atención estaba, por supuesto, en la figura que había logrado eso sin inmutarse.

Oh, conocía esa voz.

Incluso si antes no lo había hecho, ahora era fácil.

No era un mortífago cualquiera, ni un seguidor… aunque usaba una máscara y la túnica negra ocultaba por completo su cuerpo, Harry reconocía la voz del hombre que había protagonizado todas sus pesadillas.

Y no era la misma voz que había escuchado en Grimmauld Place, no exactamente.

Era mucho más parecida a la voz que él reconocía; tenía la suavidad sibilante que sólo caracterizaría a las serpientes y apenas podía ser más que un susurro –a pesar de eso, su voz podía ser escuchada claramente, la voz de alguien que comanda–, era evidente que Voldemort estaba ocultándose bajo una máscara que no era precisamente la máscara blanca… ¿sería que no quería ser descubierto?

Harry, por supuesto, reconocía la voz del monstruo y asesino porque esa misma voz lo había dejado temblando encima de una tumba hacía una eternidad atrás.

A pesar del miedo que comenzaba a clamarlo, Harry no pudo evitar bufar y tomar su varita con más fuerza –"Así que tuvieron que llamar a su jefe"- hizo un gesto de asco –"Patético"-.

Voldemort se paseaba por los escudos de Harry, posando su mano casi para tocarlos a la menor provocación, con todos abajo, Harry tenía una vista privilegiada de sus movimientos y no iba a desaprovecharla ahora.

-"Así que tenemos a un héroe… o quizá un rebelde"- escuchó la risa del hombre por encima de las carcajadas de sus seguidores –"Me gustan los rebeldes, ¿por qué no sales y me enfrentas?"- Harry no se movió de su sitio –"¿No? Es una pena"- dijo suspirando.

Era muy diferente encontrarse con Voldemort, indefenso y sin previo aviso en un sitio que había llegado a considerar seguro… a encontrarse con Voldemort cuando sus instintos parecían responderle como se debía.

Hacía rato que Regulus lo había soltado y estaba al lado de su madre, con Sirius cuidándolos, así que llevó la mano libre al bolsillo de su capa, sintiendo la suavidad de su capa de invisibilidad.

La usaría si era necesario, no importaba que Sirius pudiera reconocerla.

Cuando la mano de Voldemort tocó la primera capa de sus escudos, Harry apretó la varita –"Sólo… Sólo inténtalo"- por un segundo, no sintió nada fuera de lo normal, sus escudos funcionaban y su magia seguía alimentándolos fácilmente.

Voldemort presionó la mano con más fuerza y quizá algo similar a una leve frustración, pero nada al nivel que Harry estaba acostumbrado a obtener del hombre.

Lo siguiente que pudo notar fue una corriente de electricidad recorriéndolo de pies a cabeza, como cuando había tocado estúpidamente el contacto para el ordenador de Dudley, pero cien veces más fuerte. Era desagradable, le hacía querer soltar su varita y encogerse en su sitio, el dolor llegaba casi hasta sus huesos, quería gritar.

Harry se dejó caer de rodillas, concentrándose en su respiración y negándose a ceder cuando sabía que había pasado por cosas mucho peores de la mano del mismo hombre que intentaba intimidarlos o lo que fuera que buscara.

Su primer y segundo escudo temblaron visiblemente, pero se mantuvieron en su sitio.

-"¡Hadrian!"- la voz de Walburga se alzó por encima del zumbido que comenzaba a escuchar dentro de su cabeza –"Hadrian…"- parpadeó un par de veces –"¿… bien?"-.

Agitó la cabeza para intentar despejarse y luego enfocó la vista en Voldemort, y sonrió al notar con genuino placer cómo el hombre no estaba feliz por ver que su escudo permanecía donde debería estar –"Estoy bien, tía Walburga"- se sorprendió a sí mismo cuando su voz no tembló.

Sirius, que todavía no soltaba a Regulus, se inclinó hacia él –"Deja de…"- antes de poder terminar, Harry le lanzó una mirada.

-"Estoy bien"-.

Estaba bien, no necesitaba que nadie ahí se preocupara por él, deberían estar más preocupados por escapar que ver si Harry se podía sostener en pie. Que Walburga hubiera terminado cediendo había sido tal vez por el ataque sorpresivo, quizá porque era mayor que Harry y su cuerpo no había soportado la descarga… Harry simplemente había estado preparado.

-"Impresionante"- dijo Voldemort a lo lejos –"Pero esto sólo es un aviso, mi rebelde… ¿por qué no simplemente nos dejas hacer nuestro trabajo?"- Harry bufó –"En cuanto termine con estos escudos, va a ser mucho peor para ti"-.

Vamos, Voldemort podía hacer algo mejor que eso, ¿verdad?

¿Intentar convencer al viento? Ese tipo de actos sólo le funcionaban a Dumbledore y solamente la mitad de las veces.

No, eso no iba a funcionar.

Los golpes de los siguientes ataques fueron cada vez más fuertes, pero –aunque el dolor que lo recorría comenzaba a volverse una constante– nada podía compararse a aquella vez en que el Voldemort de su tiempo había usado la maldición Cruciatus. Era un juego de niños comparado con lo que ya había pasado.

El tiempo pasó lentamente, hasta que Harry se cansó.

Se levantó de su sitio y respiró profundamente –"Puedo con esto"- ignoró las miradas de asombro y probablemente miedo de todos los que estaban ahí –"Tía Walburga… nadie va a ayudarnos, ¿verdad?"- no había querido preguntarlo, tampoco había querido sonar como si realmente estuviera esperando algo, pero… pero no pudo evitar dejar salir esa parte que rogaba por un poco de ayuda que no recibiría.

-"Hadrian… debes soltar los escudos"-.

Cerró los ojos.

La desesperación no era la mejor reacción que podría tener en ese momento, pero, ¿qué sucedería con Regulus y Sirius? Esos dos no tenían idea de cómo protegerse y los mortífagos no iban a perdonarlos sólo porque fueran menores… quizá si decían quiénes eran y lo que su sangre significaba, pero Harry no confiaba en algo tan estúpido. Conocía a Voldemort lo suficiente como para saber que lo usaría de alguna forma.

Pero si Harry jugaba bien sus cartas, quizá podría… tal vez podría ganar un poco de tiempo.

-"¿Por qué te resistes tanto, mi rebelde?"- la burla en la voz de Voldemort era familiar, lo había escuchado antes –"No voy a hacerle daño a nadie… los dejaré ir… incluso podría retirar las barreras que colocamos en el Callejón"-.

No escuchó ninguna risa y tampoco podía ver algo que se lo indicara, pero Harry podía sentir que Voldemort estaba disfrutando ese momento.

Se sorprendió cuando pudo entenderlo tan fácilmente, pero no se sintió impresionado por conocer tan bien a Voldemort. Y sus piernas temblaron casi tanto como sabía que habían temblado después de esa noche en el cementerio, y su corazón comenzó a latir tan fuerte que podía sentirlo en sus oídos, preguntándose si Voldemort podría escucharlo.

A Voldemort… A Voldemort le gustaba jugar a eso… a lo que fuera ese juego enfermo… ¿acaso no había una razón por la que el hombre decidiera crear un caos en un lugar como el Callejón? ¿Por qué lo hacía?

Se divertía viendo los esfuerzos de Harry por proteger a unos desconocidos y a una familia que se convertiría en un problema en otra vida.

No podía soportarlo.

En medio de su sorpresa, Harry no logró anticipar lo que Voldemort hizo después.

Una a una, las barreras que Harry había colocado, fueron retiradas.

No sintió dolor y la mano de Voldemort había dejado de pasear por sus escudos; con la varita en alto, el hombre había conseguido lo que sus estúpidos seguidores habían sido incapaces de hacer desde hacía unas horas –quitar algunos encantamientos de un adolescente que apenas sabía cómo defenderse–.

El caos fue inmediato.

Y… y ninguno de los mortífagos intentó atacar a los magos y brujas que corrían hacia cualquier dirección, pero… pero no le parecía que fuera una buena noticia porque, ¿en qué universo los mortífagos dejarían ir a sus presas así de fácil? ¿En qué universo Voldemort permitiría que escaparan, así como así?

Harry, decidió, no se quedaría para averiguarlo.

Tomó con fuerza la mano de Walburga y, junto a Sirius, lograron ayudarla a levantarse y comenzar a caminar tan rápido como pudieran hacia cualquier lugar –el Caldero Chorreante sonaba como la puerta al Paraíso en ese momento–.

-"Ayuda a tu hermano, Sirius"-.

-"Estoy bien…"-.

-"¡Reg! ¡Regulus! No te quedes atrás, ven… ¡Vamos!"- la mano libre de Sirius tomó a su hermano y Harry creyó, por un momento de estupidez, que Voldemort en verdad dejaría que todo el mundo se fuera.

Había sido relativamente sencillo creerlo, principalmente porque ninguno de sus mortífagos había hecho movimiento alguno para atacar a nadie y Voldemort ni siquiera miraba hacia el grupo que huía.

El momento se fue tan rápido como como llegó y Harry ni siquiera tuvo tiempo para sentirse como el idiota que era por confiar.

Quizá habían sido los buenos reflejos de Harry, o tal vez había sido simplemente imposible no reaccionar ante los evidentes intentos para lastimar a su nueva familia… probablemente había sido gracias a esa estúpida conexión que tenía con Voldemort –que no había desaparecido aún después de un viaje en el tiempo–…

Al final, había sido el silencio anormal detrás de todos ellos, cuando el Mundo Mágico contenía un constante zumbido y tintineo de magia al que Harry se había acostumbrado desde Hogwarts, lo que había llamado su atención y lo había obligado a reaccionar.

Porque el silencio momentáneo sólo pasaba cuando alguien o algo comenzaba a acumular su propia magia o la magia a su alrededor… y no podía ser bueno.

Había sido la magia detrás de ellos, la magia de Voldemort, intentando hacerle daño a un niño inocente que ni siquiera habría podido esquivar su hechizo.

Harry no lo pensó.

En el momento en que silencio anormal comenzó a disiparse, cuando tuvieron que dar la espalda a los mortífagos para salir corriendo de ahí, Harry reaccionó.

Regulus, que había permanecido atrás a pesar de los esfuerzos de Sirius y Harry por llevárselo, fue atacado por alguno de los mortífagos a la derecha de Voldemort. Harry tomó la mano del menor con tanta fuerza como fue capaz y tiró de él hacia ellos, tirándolo en el proceso.

Al mismo tiempo que Regulus golpeaba el suelo esquivando por nada una luz roja, Harry se giró en su lugar y apuntó al mortífago sin nombre –"¡Impedimenta!"-.

Por instinto, se interpuso tan rápido como pudo entre los Black y los mortífagos.

-"¡Incendio!"-.

Harry hizo un arco con la varita –"¡Aqua eructo!"- un torrente considerable de agua salió de su varita y envolvió, afortunadamente, todo el fuego del mortífago, hasta empujarlo directamente contra una de las rejas del jardín detrás de ellos –"¡Glacius!"- gritó de inmediato, una vez que el mortífago golpeó el suelo junto a su maestro.

El mortífago se congeló en su sitio y Harry sintió una pequeña sonrisa escapársele.

Voldemort alzó la varita hacia ellos y de su varita salió una luz azulada que Harry no tenía intenciones de averiguar de qué se trataba.

Alzó un escudo automáticamente, sin mirar demasiado sus propios movimientos y miró fijamente a Voldemort, quizá esperando alguna de sus declaraciones a las que estaba acostumbrado, o tal vez un discurso sobre algo que no le interesaba escuchar.

Y, a pesar del miedo y la urgencia que había de salir de ahí de inmediato, Harry no pudo evitar sentirse… vivo.

La magia corría fácilmente por su cuerpo, como de costumbre, pero parecía querer responder a lo que fuera que Harry le pidiera que hiciera. Palpitaba con fuerza y había una calidez a su alrededor que no estaba completamente seguro que se tratara de su propia magia.

A su alrededor, todo le parecía rápido, colorido, como si Harry estuviera usando unas gafas especialmente para él, más vívido, rodeado de su propia magia y la magia que… y la magia que Voldemort había convocado.

Después de semanas enjaulado, jugando a ser el buen hijo de su padrino, pretendiendo pertenecer a una vida de sangrepura que no era suya y que jamás habría tenido que vivir, sonriendo y asintiendo a casi todo lo que le dijeran u ordenaran, Harry se sentía –irónicamente– él mismo, ahí… enfrentándose a Voldemort directamente, algo que jamás habría buscado por su cuenta. Y ahora tenía la posibilidad de usar su magia, realmente usar su magia, iba a descargar todas sus frustraciones con el principal responsable de todo lo que había sucedido con su vida…

O el que habría sido el principal responsable… o que sería el responsable…

El hombre alzó la mano libre y todos sus mortífagos, sorprendentemente, se alinearon detrás de él como buenos soldados.

-"Oh…"- casi podía escuchar su sonrisa –"Me parece que encontré a nuestro rebelde…"- dio algunos pasos hacia Harry.

Cuando el hombre habló, dirigiéndose directamente a él, sonó particularmente divertido, algo que… algo que Harry no habría esperado obtener jamás. Y, como no confiaba que esa diversión pudiera significar algo bueno para él o los Black, Harry respiró profundamente y esperó con la varita en alto el siguiente ataque.

-"Sólo inténtalo"- pensó mirándolo fijamente.

-"Qué alegría encon…"- la voz de Voldemort se detuvo en seco, al igual que sus movimientos.

La máscara que tenía puesta no le permitía ver su expresión, pero Harry no la necesitaba para saber que el hombre estaba sorprendido de verlo… sorprendido…

Gracias a la máscara, Harry no notó el color que abandonaba el rostro de Voldemort.

Estaba sorprendido por algo que había visto y Harry no entendía completamente, pero que iba a aprovechar porque se trataba de Voldemort y necesitaba sacar a los Black de ahí tan rápido como pudiera –"Por supuesto"- frunció el ceño –"Es más fácil decirlo que hacerlo"-.

En apenas un susurro, Voldemort habló directamente hacia él –"Eres tú…"-.

No creía que el hombre deseara ser escuchado, mucho menos cuando había algo en su tono de voz que le recordaba vagamente a un terror… un pánico que había visto en el rostro del monstruo del cementerio, justo cuando sus varitas se habían conectado…

-"¡Desmaius!"- esperaba que su hechizo lograra conectar con su objetivo, pero Voldemort reaccionó de inmediato.

-"Defodio"- movió la varita hacia la derecha y Harry sólo pudo ver su propio hechizo desviarse hacia el cielo –"Eres… interesante"- luego se giró hacia todos sus mortífagos, que esperaban más órdenes o quizá… Harry no sabía nada –"¿Por qué no hablamos un poco?"- Harry no vio el momento en que alzó de nuevo la varita –"¡Legeremens!"-.

Las lecciones de Snape llegaron a su mente –"¡Protego!"- Harry bufó, le apuntó con la varita y, en un ataque de genialidad y estupidez en partes iguales, se inclinó hacia el hombre con una media sonrisa y susurró –"¿Por qué querría hablar contigo, Voldemort?"- a pesar de querer quedarse a ver la reacción del hombre, Harry decidió que no iba a esperar más sólo para recibir algún maleficio o una imperdonable del hombre –"¡Fumum!"- una capa de humo comenzó a levantarse entre Harry y Voldemort.

Harry se giró hacia los Black –"¡Hadrian! ¡¿Ese era…?!"-.

Oh, por el amor a Dios… no tenía tiempo para eso.

-"Nos vamos"- nadie se movió –"¡Ahora!"-.

Sólo fue cuando Walburga tomó a Sirius y Harry tomó la mano de Regulus, que escuchó la respuesta de Voldemort –"No… déjalos ir"-.


¿Reviews? ¿Qué les pareció? Comentarios y críticas son muy bienvenidos.

Hasta el siguiente capítulo!