El suelo crujía con cada paso que daba sobre aquel camino de piedra roto. La reja estaba oxidada y llena de enredaderas. Escuchó el maullido de un gato, seguido de un siseo por la cercanía mientras la brisa revolvía su cabello. La puerta estaba entre abierta y notó que había vidrio roto esparcido por todo el suelo e imágenes rotas en este.
—Lumos.—Murmulló, de su varita emergió una luz que iluminó la oscura sala. Pudo observar con mayor claridad el lugar abandonado.
Los cuadros estaban rotos y rasgados, algunos de ellos tirados en el suelo entre el montón de vidrio roto. El tapiz de las paredes estaba mohoso y despegado y pudo jurar que vio un animal muerto. Sintió movimiento detrás de sí, por lo que se giró rápidamente.
—Ha venido.—Dijo una voz entre la oscuridad proveniente de la cocina. Era una voz temblorosa y aguda.—¿Qué tiene que decir?—Cuestionó.
—Purus sanguis.—Contestó, suavemente.
—Muy bien.—Felicitó la voz, escuchó un chasquido de dedos y una elfina doméstica se apareció donde se encontraba.—Sígame, ella le espera.
No respondió, se mantuvo en silencio mientras caminaban juntos por la casa abandonada, hasta llegar al sótano. Las escaleras de madera crujían y pensó que se romperían mientras bajaba, observó cómo la elfina buscaba algo entre el montón de baratijas y no pudo evitar hacer una mueca de asco, de allí, sacó un juguete de metal en forma de serpiente y se acercó nuevamente hasta donde se encontraba. Supo que era un traslador, y al tocarlo, sintió como una fuerza arrastraba su cuerpo, generándole náuseas. Entornó los ojos, observando un pasillo el cuál era iluminado por muchas velas que emitían una luz verdosa, se sentía tremendamente frío. La elfina siguió caminando, guiándole hasta la gran puerta de piedra que estaba perfectamente tallada con relieves elegantes, en dónde se detuvo y al colocar su mano sobre la piedra, esta tembló y se abrió, revelando una sala.
En la sala había una gran mesa en el medio y sintió los ojos de todos observándole. Habían lámparas de pared de color rojo y a pesar de ello, la iluminación seguía siendo verdosa debido a los ventanales de color verde, que reflejaban la luz nocturna.
—Le he traído, mi señora.—Dijo la elfina, inclinándose para hacer una reverencia a su ama.
—Retírate.—Espetó la mujer a la que la elfina se dirigía. El elfina doméstica obedeció, saliendo de la sala cerrando la puerta de piedra tras ella.
La mujer que había hablado, era tremendamente hermosa, tenía el cabello de color negro ondulado y ojos marrones, delineados y coloreados con sombra negra, su tez era pálida y sus labios resaltaban debido al pintalabios negro que usaba, parecía la copia exacta de Tom Riddle sí fuese mujer. Aunque, después de todo, ella era su hija.
—Mi señora.—Saludó, haciendo una reverencia leve. Ella sonrió complacida, mientras sus dedos tocaban la superficie de la mesa.
—Siéntate.—Le ordenó, sabiendo quién era tras esa máscara que cubría su rostro, no hacía falta decir nombres.—Estábamos apunto de comenzar.
Se sentó en un extremo de la mesa, viendo cómo Rodolphus Lestrange le observaba fijamente.
—El objeto del que requerimos se encuentra en Hogwarts, mi señora, resguardado por Draco Malfoy.—Habló un hombre a quién no reconoció.
—Oh, mí terco y necio primo.—Exclamó ella,—¿No han podido quitárselo todavía?—Dijo ahora, sonando gravemente molesta.
—No, mi señora.—Dijo rápidamente el hombre, nervioso,—Es por Harry Potter y los demás aurores del ministerio, no se despegan de él desde que Lestrange lo atacó.—Explicó, sudando frío ante la gélida mirada de la mujer.
—Potter, siempre tan noble, sirviendo de perro guardián de mi primo.—Se burló ella con malicia, generando que todos los presentes en esa reunión se rieran.—Veamos por cuanto tiempo el perro puede ladrar.
Y sus ojos marrones se posaron sobre la última persona en entrar a la sala. Le generó escalofríos ver aquellos ojos, que eran opacos y fríos y le recordaban tanto a quién no debe ser nombrado.
—Ya que tenemos a los dementores de nuestro lado, usarlos e infiltrarnos en Hogwarts es lo más sensato.—Dijo, después de un rato, todavía sin apartar la mirada.—Y tú, eres la persona ideal para ese trabajo.
Las miradas nuevamente se dirigieron hacía su dirección.
—Infiltrate cómo sea.—Le ordenó.—Y consigue el giratiempo, no toleraré más incompetencias.
Recordó como ella había desfigurado el rostro de un difunto miembro cuando esté falló al asesinar a un nacido de Muggles, cosiendole la boca y ojos. Apretó los labios.
—Sí, mi señora.
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Una semana antes del primer partido de Quidditch del año escolar, Scorpius, Albus y Rose se encontraban reunidos en la biblioteca. El rubio buscaba entre las estanterías un libro en específico, Rose bufaba aburrida mientras ojeaba la portada del El Quisquilloso y Albus practicaba transfiguraciones, tratando de convertir una tetera en una tortuga.
—¿Qué buscas Scorpius?—Cuestionó Weasley, aburrida.
—¡Ajá!—Exclamó el nombrado, sin responder la pregunta, de la estantería sacó un libro de pasta gruesa. En la portada se leía "Grandes sucesos del mundo mágico del siglo XX." Abrió el libro, revisando el índice.
—¿Otra vez? ¿De verdad no te aburren las clases del profesor Binns?—Dijo Rose, haciendo una mueca.—Me muero de aburrimiento siempre en sus clases.
—Tú siempre te mueres de aburrimiento, Rose.—Intervino Albus, rodando los ojos. Ella lo miró indignada.
—A mí me encantan sus clases.—Defendió Scorpius,—Pero esta vez no estoy estudiando para su clase.—Confesó, sin apartar la mirada del libro, su dedo se deslizaba por el índice hasta que se detuvo en un título, vió que página era y la buscó rápidamente.
—¿Entonces que buscas, Scorp?—Preguntó esta vez Albus, quién al fin había logrado transfigurar a la tetera. Rose tocaba con su dedo el caparazón de la pequeña tortuga.
—A mi abuelo.—Dijo por lo bajo, Albus y Rose compartieron una mirada.
—¿El mortífago?—Preguntó Rose, susurrando para que no la escucharán los demás estudiantes que estaban cerca.
Scorpius no comentó nada al respecto, mientras sus amigos se acercaban a él para ver el libro mejor. La página tenía por título "Mortifagos y aliados del Señor Tenebroso". Habían varios rostros conocidos; amigos de su padre, como lo eran Pansy Parkinson, Blaise Zabini, Theodore Nott, la mayoría de los miembros de la familia Black, como su abuela Narcissa. Había rostros y nombres que no conocía en lo absoluto, pero parecían muy intimidantes y le daban mala espina. Vió la imagen en movimiento de su padre, y al lado de él, vió a un hombre idéntico pero con cabello rubio largo y ojos grises fríos como el metal, lucía serio y de porte muy elegante en la imagen. Debajo de la foto, podía leerse claramente "Lucius Abraxas Malfoy"
—Es él.—Dijo, sorprendido. Lucía casi como siempre lo había imaginado. Se preguntó cómo era su personalidad.
—Mira esto.—Albus señaló más abajo de la imagen.
"Lucius Abraxas Malfoy, 25 de octubre de 1954-????"
—No tiene fecha de muerte.—Dijo ahora Rose, arqueando una ceja.—¿Tú padre no te había dicho que había muerto en 1998?
—Sí, lo dijo.—Respondió Scorpius, con un hilo de voz, sintiéndose de repente mal.—¿Creen que mintió?
—A lo mejor no revisaron bien el libro antes de publicarlo.—Dijo Rose, evitando la pregunta. Ella le dió una mirada rápida a Albus, quién parecía confundido.
—¿Y sí le preguntamos a mi papá? Ya que cuando le preguntas al señor Malfoy nunca contesta.—Propuso Albus, luego de un rato de silencio.
—Tal vez mi tío sepa algo.—Concordó Rose, pensativa.—Claro, sólo sí quieres Scorpius.—Agregó, al notar lo callado que estaba el rubio.
Cerró el libro y lo dejó donde lo había encontrado anteriormente. Susurró un "Vamos", Rose tomó entre sus manos a la tortuga que había transfigurado Albus, y el trío salió de la biblioteca. Era de noche, por lo cuál los pasillos estaban ligeramente vacíos, la mayoría de los estudiantes o estaban en el Gran Comedor, o se encontraban en sus salas comunes.
—Sigo pensando que es un error.—Dijo Rose, para hacer sentir mejor al rubio, quién estaba muy callado y lucía desanimado.
—Debe haber una explicación.—Albus dijo, mientras bajaban juntos por las escaleras.
Al girar a la derecha, vieron a lo lejos la oficina de Harry Potter y se acercaron, al tocar la puerta, nadie respondió del otro lado. El picaporte estaba cerrado.
—Parece que no está.—Susurró Scorpius, todavía con su mano en el picaporte.
Albus hizo una mueca, sacó su varita y susurró "Alohomora" pero no funcionó, tal vez su padre había aplicado un encantamiento antialohomora para los curiosos, cómo ellos.
—¿Qué hacen niños?—Preguntó una voz detrás de ellos.
Los tres dieron un salto sorprendidos al ser descubiertos, se dieron la vuelta rápidamente, viendo a Harry frente a ellos con los brazos cruzados.
—Señor Potter.—Dijo Scorpius,—Necesito preguntarle algo.
—Dime, Scorpius.
—¿Mi abuelo... Está vivo? ¿No murió en la guerra?—Ante la pregunta, Harry abrió los ojos de par en par, siendo tomado desprevenido. El auror miró a ambos lados del pasillo, cerciorándose que no había nadie más aparte de ellos.
—¿Dónde escuchaste que estaba vivo?—Preguntó.
—Lo leímos en la biblioteca, tío.—Intervino Rose, cruzándose de brazos.
—No tenía fecha de fallecimiento.—Agregó Albus, y Harry se sintió acorralado por la intensa mirada de los tres jóvenes sobre él.
—Deberías hablar con tu padre al respecto.—Dijo, sin querer mentirle al rubio, aparte, no quería ser quien diese la noticia. Scorpius suspiró pesadamente, decepcionado por la respuesta.
—¿En serio papá?—Dijo Albus indignado y un poco molesto.—¿Por qué tanto secretismo?
—Hablen con Draco.—Respondió seco, no queriendo discutir.—Lo siento Scorpius, de verdad, sí pudiese te lo diría.—Y miró al rubio con cierta tristeza, lo cuál hizo sentir mal al auror.—No te sientas mal, te aseguro que en algún momento lo sabrás.—Dijo, acercándose al joven, puso su mano en su hombro y le regaló una sonrisa para confortarlo.—Debe haber una buena razón por la que Draco no te ha dicho nada todavía.
—Gracias, señor Potter.—Dijo Scorpius. Sintiéndose un poco mejor, sonrió débilmente.
—Ahora vayan a sus salas comunes, ya es muy tarde para que anden por ahí.
Harry observó a los jóvenes marcharse por los pasillos, y pensó para sí mismo cuánto tiempo más Draco podría mantener esa mentira. Mientras que Scorpius, se cuestionó a sí mismo por qué su padre se negaba a decirle la verdad sobre su abuelo.
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El olor a incienso era hasta cierto punto agradable, el ligero sonido de la brisa y las campanas de viento que estaban colgadas a lo largo del aula de Adivinación eran tan relajantes que Albus pensó que se podría quedar dormido ahí mismo. La profesora Trelawney hablaba sobre el arte de la adivinación, mientras los estudiantes la observaban, algunos con escepticismo y otros emocionados.
—¡Oh!—Exclamó la mujer, llevando ambas manos a su pecho de forma dramática.—Qué ansias de saber el futuro que deparará a mis estudiantes.—Hizo una pausa, mirando a todos a través de sus enormes anteojos que hacían ver sus ojos más grandes de lo que eran.—Su viaje a la materia de Adivinación comenzará con el arte de leer hojas de té. A esta se le conoce como Tesomancia.
Scorpius observó las tazas de té vacías que habían en la mesa, mientras abría su libro "Disipar las Nieblas del Futuro". La profesora les indicó la manera en que debían realizar la lectura y con un movimiento de varita, varias teteras salieron volando hasta los asientos de cada pareja de estudiantes. Albus tomó la tetera, bostezando un poco y sirvió en ambas tazas. Ambos jóvenes tomaron de esta, y abajo quedó el sedimento de las hojas del té. Malfoy, siguiendo las indicaciones de la profesora Trelawney, tomó la taza de su mejor amigo, mientras ojeaba su libro.
—Hmm..—Murmurró el rubio, acercando un poco más la taza a su rostro para verlo mejor.
—¿Qué dice?—Preguntó el contrario, con cierta curiosidad. Mientras sostenía también la taza del rubio, tratando de darle algún tipo de sentido.
—Veo una antorcha, pero también parece una ventana.—Respondió Scorpius, mirando el libro nuevamente.—Dice que habrán cambios y transformaciones en tú vida e indica que como la ventana está cerrada, tendrás mala suerte.—Suspiró.—Lo siento Al.
—No pasa nada, probablemente no pase eso.—Dijo Potter, desvío la mirada, leyendo el libro.
—¿Qué dice el mío?—Cuestionó esta vez Scorpius.
—Veo muchas cosas, no lo comprendo.—Albus tenía el entrecejo fruncido, mientras seguía viendo la taza.—Veo una calavera, una chimenea ¿Es esto un sol?
—Permíteme la taza, Potter.—Dijo la profesora Trelawney, quién se encontraba frente a ellos. Albus le dió la taza.
La profesora le dió un vistazo, y al ver lo que reflejaba, soltó un jadeo sonoro sorprendida y la taza se deslizó de sus manos, rompiéndose en pedazos.
—Niño Malfoy.—Dijo la profesora Trelawney con un hilo de voz y los ojos tan abiertos que parecía que se le iban a salir. La taza permanecía rota en el suelo, mientras los estudiantes los observaban perplejos.—¿Tienes alguna idea...?—Dijo para sí misma, llevó sus manos a la frente del adolescente, apartando algunos mechones de cabello que cubrían su rostro, lo observó con atención y luego miró de reojo a Albus.—Tus ojos, se me hacen conocidos, no son los del profesor Malfoy, ni los de Astoria temo decirte.—Ella lucía cómo en una especie de trance, mirándolo cómo sí hubiese descubierto una rareza única, Scorpius se apartó incómodo, haciendo una mueca.—Corres gran peligro muchacho y pronto la verdad saldrá a la luz.
—¿A qué se refiere profesora Trelawney?—Cuestionó él, atónito.
—Pronto lo sabrás.—Y luego de decir aquello, pareció volver a la normalidad, apartándose del joven.—Oh, mis más sinceras disculpas.—Dijo, y con un movimiento de varita recogió la taza rota,—Continúen con sus lecturas jóvenes.
Y se alejó de la mesa, como sí nada hubiera pasado. Los estudiantes comenzaron a susurrar entre sí.
—¿Qué fue eso?—Preguntó Albus, impresionado por lo que había escuchado.
—No tengo ni idea.—Respondió Scorpius con un hilo de voz, consternado.—¿Yo, en peligro?—Susurró para sí mismo, cerrando su libro con un mal sabor en la boca.
—Claro, no tiene los ojos de ninguno de sus padres porque es hijo de Voldemort.—Escuchó que decía una de sus compañeras de año de Ravenclaw en una mesa cercana y al mirarle ella desvío la mirada, de repente muy pálida y con miedo, como sí Scorpius fuese a emplear una maldición imperdonable sobre ella o se fuese a transformar en el Señor Tenebroso. Su compañera de mesa también desvío la mirada.
—No les hagas caso Scorp.—Trató de animarlo su mejor amigo.
Scorpius quería salir corriendo de allí. Este año escolar, sentía que todos estaban aún más en su contra que los anteriores y ahora sumarle el hecho de que le tenían miedo, lo hacía sentirse mal consigo mismo.
Y lo que le había dicho la profesora Trelawney le generaba ansiedad, al terminar la clase, se apartó casi corriendo de Albus y Rose a pesar de los llamados de ambos, porque sí era verdad que corría peligro, no quería arrastrar a sus amigos con él en su propia tragedia.
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Draco después de su sexto año en Hogwarts, tomó la costumbre de ir a la torre de astronomía en las noches para pensar y torturarse a sí mismo con sus recuerdos. Era como una especie de penitencia y castigo. Esa noche no era la excepción. La brisa era fría, pero le restó importancia, mientras observaba los terrenos de Hogwarts con cierta melancolía.
Recordó como todo había estado en ruinas y en llamas y cerró los ojos por el recuerdo. Recordó a su padrino, Severus, y apretó sus puños molesto, luchando contra las lágrimas. Recordó todas las veces que lloró en el baño junto a Myrtle la Llorona, y se sintió débil. Respiró hondo, inclinándose en la barandilla para algo de soporte, mientras mordía sus labios con tanta fuerza que un poco de sangre brotó de estas.
Sintió movimiento detrás de él y sintió una aura mágica conocida.
—No creas que no sé que estás aquí, Potter.—Dijo, sin darse la vuelta. Miró por el rabillo del ojo al moreno, quién se había sonrosado al ser descubierto.
—Pensé que no había nadie aquí.—Respondió Harry con sinceridad, rascando su nuca.—Sí quieres puedo marcharme.
Draco lo observó por unos segundos, antes de negar.
—No... Quédate.
Harry pareció no esperar esa respuesta, pues se quedó ahí parado viéndolo, hasta que finalmente se acercó hasta él, parándose a su lado y apoyándose le la barandilla de la torre también.
—¿Ocurre algo?—Le preguntó Harry, al notar la mirada que tenía el contrario. Al notar como sus labios estaban teñidos de carmesí.
—Sólo... Recuerdo.—Draco, suspiró evitando la mirada del contrario,—He cometido muchos errores de los que me arrepiento,—Hizo una pausa.—A veces, me preguntó que hubiera sido de mí sí hubiese crecido con otros modelos a seguir, sí hubiese sido una buena persona.—Dijo, cuando en otra ocasión nunca le diría eso a nadie, mucho menos a Harry Potter.
—Bueno, nadie es perfecto,—Harry habló,—Hemos cometido errores sí, pero todavía podemos aprender de ellos Draco, y eso es algo que has demostrado, o por lo menos eso es lo que he notado durante este tiempo que volvimos a reunirnos.—¿Acaso... Harry estaba tratando de consolarlo? Porque estaba funcionando.
—¿Y sí vuelvo a cometer los mismos errores?—Cuestionó, mirando al auror.
—Entonces recojamos las piezas y comencemos de nuevo.—Le respondió Harry sonriendo ligeramente.
Se mantuvieron en silencio durante unos segundos, Draco podía escuchar la respiración de Harry por la cercanía e inconscientemente apretó un poco la barandilla, por la creciente necesidad de estar aún más cerca del más bajo. Su sentido común le decía que era imposible, y su cuerpo, rogaba por algún tipo de contacto físico, el que fuese.
—¿Y tú?—Cuestionó, rompiendo el pacifico silencio.—¿Por qué andas merodeando en la torre de astronomía tan tarde?
—Quería pensar,—Respondió en un suspiro, ojos verdes y grises se encontraron mutuamente en la noche estrellada.—Me separé de Ginny.—Confesó Harry, desviando la mirada de Draco para fijarla en su mano en dónde antes estaba su anillo de bodas.—Bueno, por lo menos por un tiempo.
—Vaya,—Dijo Draco, sintiéndose sin aliento ante lo que había escuchado.—Lo siento.
—No te disculpes, sólo nos estábamos lastimando mutuamente.—Le contó el moreno,—A veces, sentía que me estaba obligando a mi mismo a amarla.—Confesó, avergonzado consigo mismo, apartando la mirada.—Supongo que en algún momento sí lo hice, pero siempre se sintió...
—¿Cómo sí faltará algo?—Dijo Draco, mirándolo fijamente, sintiendo como sus latidos comenzaban a acelerarse en contra de su voluntad, y se culpó a sí mismo por ser tan ingenuo, por creer...
—Sí, exacto.—Respondió Harry, como sí Draco le hubiese robado las palabras de la boca.—Incluso, a veces siento que olvidé algo importante o no sé diferenciar si de verdad pasó o fue solo un sueño. No sé, es extraño. Últimamente, lo veo con más claridad, pero todavía no sé quién es, o sí siquiera es real.
—¿Un sueño?—Preguntó Draco, con cierta curiosidad.—¿De qué?—Y al ver la forma en como Harry se ruborizaba y tragaba saliva, haciendo que su nuez de Adán se moviese, lo hizo sospechar de qué se trataba.—No sabía que eras de ese tipo, Potty.—Hizo énfasis en el apodo, entornando los ojos con cierta burla.
—No es lo que crees.—Se defendió vagamente el más bajo desviando la mirada, avergonzado.
Draco observó al contrario con más detalle y descubrió a Harry mirándole de reojo. Notó como este le observaba y como su mirada bajo hacía sus labios. Draco se había dado cuenta que el contrario últimamente tenía esa costumbre cada vez que hablaban, y trató de convencerse a sí mismo de qué no era nada, que no significaba nada, pero otra parte de él le hacía creer que tal vez él moreno sentía el mismo deseo que Draco sintió siempre. Se percató, segundos después que estaban aún más cerca que antes y sí no se detenían, sus respiraciones podían rozarse y sus labios, inevitablemente terminarían uniéndose.
—¡Tengo que irme!—Exclamó Harry de repente alejándose como sí Draco emitiera un calor insoportable, abriendo los ojos aterrado.—Recordé que hay algo que debo hacer.
—Oh,—Balbuceó Draco, dándose cuenta de lo que estaban apunto de hacer, sintiendo sus orejas arder.
Observó cómo Harry se marchaba apurado de ahí, sin dirigirle la mirada. Recordó aquella vez en Malfoy Manor en que el moreno huyó de una manera similar, y pensó que tal vez en realidad Harry no lo veía de esa manera. Apretó sus labios, llevando sus manos a su rostro y cubriéndolo con ambas palmas, luchando consigo mismo para no llorar. Para Draco todo parecía tener más sentido ahora, la forma en como Harry no volvió a hablarle desde aquella noche en que estuvieron juntos hace más de doce años, y cómo había actuado está noche, sólo le hizo confirmar lo que temía. Que Harry Potter solo pensó en él como una pasión de una sola noche, nada más.
Se sintió un completo tonto, pero sabía que por más que lo intentase olvidar, Harry siempre sería su primer amor.
Y Harry, mientras se dirigía rápidamente hasta sus aposentos sintiendo su corazón en la garganta, se gritaba mentalmente que esa no era la manera en que debía pensar sobre un amigo, ni sentir lo que había sentido en ese momento.
