CAPIÍTULO 1: SHAYAN

Aysha se encontraba sentada en una de las carcomidas banquetas de la posada de Morroc. Contemplaba con aspecto indiferente cómo la posadera le daba la comida y el agua que ella había pedido.

-Ay, chica-dijo la posadera-no entiendo cómo puedes venir aquí cada dos días y que todavía no me hayas dirigido la palabra.

-¿Cuánto tengo que pagarle?-preguntó Aysha, con su tono indiferente. La asesina miraba fijamente a la posadera con sus ojos verdes. Su cabello negro y liso caía hasta su cintura ondulándose levemente sobre la capa negra que llevaba cubriendo su atuendo de asesina, también de un tenue negro combinado con gris, que intentaba no llamar la atención.

-2000 zeny, querida-le contestó la posadera, de mala gana.

Aysha extrajo el dinero de su bolsillo y lo depositó sobre la barra, al mismo tiempo que un asesino irrumpía en la posada, que en ese momento se encontraba llena de ladrones que hacían allí su alterne. Aysha se dio cuenta de que el asesino se acercaba hacia donde ella estaba. Sabía muy bien lo que quería decirle, pero aún así esperó, quizás quería algo más.

-Buenos días, Aysha-saludó él.

-Hasta luego Shayan-contestó Aysha. No le había conocido hasta que estuvo más cerca. Vivía en el gremio de los asesinos, así que la sabía a qué había venido.

-Tan fría como siempre-replicó Shayan.

-Sólo me conoces de vista-contestó Aysha.

Acto seguido, cogió la bolsa con las cosas y se levantó, dispuesta a marcharse.

Sintió que un brazo la agarraba para retenerla. Aunque podría haberse zafado fácilmente de él, en un impulso se dio la vuelta.

-Dime lo que quieras y piérdete-le soltó ella.

Por un momento los dos se miraron fijamente. Aysha contempló los ojos fríos, de un verde grisáceo, y el cabello moreno y corto del chico. No sabía por qué, pero le ponía nerviosa

Y ella no quería ponerse nerviosa.

Se dio cuenta de que Shayan aún la agarraba del brazo, pero al ver su mirada desafiante la soltó.

-Se planea que en una semana empezarán los ataques y, con ellos, la guerra-explicó Shayan, sin dejar de mirarla.

-No pienso volver al gremio de los asesinos-dijo Aysha, tajante.

-Ya te han pedido perdón-le dijo Shayan, más sosegado.

-Si algún día te hacen sufrir la humillación que me hicieron sufrir a mí…

-Son capaces de darte todo lo que les pidas-la cortó Shayan.

-Si algún día-continuó Aysha, ignorándole-te tiran al desierto sin agua, sin armas y lo más lejos posible de cualquier lugar habitable, lo más cerca de cualquier monstruo, me entenderás.

-Pareces difícil de convencer-siguió Shayan.

-NO me vas a convencer-replicó ella, dándose de nuevo la vuelta y yendo hacia la salida. Esta vez nadie la retuvo, así que salió a la calle y el sol abrasador le cegó los ojos por un momento. Acto seguido continuó con su camino. Mientras caminaba por el suelo arenoso de Morroc, recordó la humillación que la hicieron sufrir años atrás, cuando tenía dieciséis y acababa de hacerse asesina. En aquellos tiempos, los pícaros luchaban contra asesinos intentando acaparar su poder. Algunos asesinos, convencidos por las ideas de los pícaros, se unían a ellos dejando atrás a los de su gremio. Pero un día, uno de los mejores del gremio mató silenciosamente a la mitad de los que se encontraban allí, sin que nadie le detuviera ni lograse ver su apariencia. Recordó cómo, después de varias investigaciones la culparon a ella, pues decían que tenían pruebas suficientes. La culparon de traidora al gremio y la inflingieron el debido castigo. Ya ni siquiera sentía rabia por ello. Después de sobrevivir a duras penas en el desierto durante tres días, consiguió llegar a un oasis. Habiendo recobrado nuevos bríos, reunió dinero para comprarse unas armas y comida. Encontró unas ruinas en el desierto y decidió quedarse a vivir allí, aislada de la sociedad. Perfeccionó su manera de luchar y aprendió a hacerlo también mediante los puños y las piernas. Después de tantos años en el desierto, su corazón se había vuelto más frío que antaño y la barrera creada en torno a él parecía ahora irrompible.

Shayan se encaminó ala puerta sur. Sabía que iba a ser difícil convencerla, pero no se había imaginado que fuera así la situación. Sólo conocía de vista a Aysha, pues en el gremio de los asesinos todos se habían visto alguna vez. Pensaba que al menos le daría tiempo a proponerla el reclutamiento de Prontera, pero se dio cuenta de que no era muy posible. La guerra empezaría en una semana y todo por culpa de una disputa política. Por un lado, los que defendían el poder real, y por otra parte, los que preferían el poder del pueblo sin que nadie les "manejara". Una anarquía.

Todos los gremios estaban de parte del rey, pero los incontables guerreros desertores de los gremios, incluso algunos caballeros y lord caballeros estaban en el otro bando. La única manera que habían encontrado para arreglarlo era la guerra. Y habían tenido que mandarlo a él. El patoso del gremio. Además, esa chica…La mirada que le había lanzado fue como un frío cuchillo en el calor de Morroc. Jamás le había costado tanto mantener la mirada con alguien.

Mientras se encontraba inmerso en sus pensamientos, se acercó a la plaza. No se dio cuenta de que un pícaro le apuntaba a la cabeza con un arco, desde una distancia considerable, hasta que le gritó:

-¡Eh, tú, asesino! ¡Deja todos los objetos que tengas en el suelo, y los katares también!

-¿Y qué pasaría si no te las doy, imbécil?-replicó Shayan, sólo le faltaba un pícaro insoportable en aquel día.

-No estás en posición de decir eso-replicó el pícaro-.Te mataré por orgulloso.