Capítulo 2
"¿Pasamos por casa a cambiarnos?"
"Nah, solo seremos nosotros. No será necesario."
Tampoco es que le hiciera falta, Caroline siempre se veía espectacular. Vestida para la oficina, para salir o en pijama. Peinada o sin peinar. Maquillada o al natural. Era la clase de chica que cuando entraba a una habitación llena de gente, todos se daban vuelta para mirarla. Ella era la que venía atrás. Pero no entiendan mal, no era una crítica. Demelza adoraba a su amiga, y prefería que fuera el centro de atención mientras ella pasaba desapercibida. Bueno, no completamente desapercibida, era pelirroja después de todo. Generalmente cuando alguien las buscaba, las ubicaban por su cabeza colorada, había sido así toda su vida. Desde que era una niña sus compañeros de escuela o se burlaban de ella o la miraban raro. Pero afortunadamente los años atribulados de la adolescencia ya habían quedado atrás y ahora Demelza era una joven y resuelta profesional. Y también había aprendido a valorar su cabello, Caroline siempre decía que era su mayor atributo. Y no solo Caroline.
La niña tímida que fue de pequeña se fue transformando poco a poco, y Demelza se había descubierto realmente en la Universidad. Allí había conocido a su amiga también, y juntas se habían mudado a Londres después de recibirse. Caroline tenía una oferta de trabajo en el Estudio de Arquitectura Poldark, pues su tío era amigo de esa familia que era originaria de Cornwall también, y unos meses después de que comenzara a trabajar allí le había conseguido una entrevista cuando necesitaban a otra arquitecta. De verdad, era la mejor.
Hacía más de un año que trabajaba allí, y desde esa semana ya no era más la nueva, pues se había incorporado otro arquitecto, y ese día todos estaban invitados a festejar el cumpleaños de su jefa Verity a la salida del trabajo. Irían a un pub que estaba a la vuelta de la oficina, nada porque arreglarse demasiado.
"¿Vendrás esta noche?... Oh, primo, grandioso. Me muero por verte… me tendrías que haber avisado que ya estabas en Londres… Si, por supuesto que te ayudaré… está bien, nos vemos esta noche." – La voz de Verity Poldark se escapaba a través de la puerta de su oficina. Cuando se asomó a través de ella, tenía una gran sonrisa en su pequeños y delicados labios.
"¿Buenas noticias?" – le preguntó Caroline.
"Oh, sí. Mi primo ha vuelto al fin. Ross, les he hablado de él, ¿verdad, Demelza?"
Ah, sí. El famoso primo Ross. Verity no había hecho más que hablar de él cada vez que el tema de la soltería de Demelza era el tópico de conversación. Ella asintió educadamente.
"Y vendrá esta noche. Así que, cambio de planes. En vez de ir al pub, ¿qué tal si vamos a The Angry Bear?... sí, será mucho más divertido y nos podremos quedar hasta más tarde. ¡Jinny! Ven a ayudarme a hacer la reserva y a avisar a todos del cambio de lugar… ¿ya tienen los renders de los Connors listos? Se los iremos a mostrar el lunes."
"Están corriendo en mi computadora, estarán listos en un rato." – respondió Demelza.
"Genial. ¡¿Jinny?!"
Caroline y Demelza se sonrieron cuando su jefa volvió a su oficina. Generalmente era una mujer dulce y amable, pero cuando se ponía ansiosa por algo parecía esos muñequitos de peluche de las publicidades de baterías, moviéndose sin parar de aquí para allá.
"Definitivamente iremos a cambiarnos ahora. Mmm… tal vez Dwight pueda llegar, le voy a avisar." – Caroline tomó su teléfono y empezó a escribir un mensaje a su novio. Dwight vivía en Cornwall, unos meses atrás le habían ofrecido un puesto como docente en la Universidad de Medicina de Truro que no había podido rechazar, siempre había querido dar clases. Él y su amiga salían hace milenios, y cuando ella se quiso mudar a Londres, él la había seguido pero pronto tuvo que regresar a su ciudad natal mientras Caroline comenzaba con su nuevo trabajo. Se les daba bien lo de la relación a distancia, se amaban de verdad, y se pasaban horas hablando por video llamada cada noche. Caroline iba algunos fines de semana a Cornwall y Dwight venía a verla a Londres los restantes, eran la pareja perfecta.
"No crees que Verity intentará presentarme a su primo, ¿verdad?"
"Oh… sí que lo hará. Lo viene planeando desde que comenzaste a trabajar aquí…"
"¡Judas! Pero él… tiene novia, por eso se fue… ¿Cómo era la historia?" – estaba segura de que su jefa la había contado varias veces, pero ella no se había molestado en prestar mucha atención. ¿Para qué querría saber los detalles de la vida amorosa de un extraño?
"Tenía novia. Salieron por años, hasta que un día ella lo engañó con su primo, el hermano de Verity."
Demelza abrió mucho los ojos, mientras daba un mordisco a una galleta. "Pobre…" - dijo con la boca llena.
"Pero él estaba tan enamorado de ella que aun así, le dio una segunda oportunidad. Pero ella lo hizo de nuevo, y al final lo dejó por su primo y se casó con él. Por eso se fue de viaje…"
"Que horrible…" – era una historia triste de verdad. Y esa mujer, haberlo engañado así… - "Su sobrino, la foto que Verity tiene de su sobrino en su escritorio, ¿son ellos sus padres?"
"Creo que sí."
Demelza no preguntó nada más, no es que estuviera interesada ni nada. Pero mientras editaba el video con el render de la casa de los Connors su mente vagó a esa historia de amor y traición. Debería ser muy doloroso si eso había llevado a ese hombre a irse del país por… años. Verity contaba esa historia desde antes que hubiera llegado Caroline. ¿Cómo sería? Pensó, amar tanto a alguien que no puedes tolerar siquiera estar en la misma ciudad que esa persona. No se lo imaginaba. Demelza no creía haber amado nunca en su vida. Había tenido novios, sí. Citas y enamoramientos adolescentes, aún seguía perdidamente enamorada de Robbie Williams. Lo estaba desde que tenía doce años. Pero amor, de esos que le quitan a uno el aliento y no lo dejan dormir, esos que duelen cuando se pierden o se terminan, de esos Demelza nunca había tenido. Y probablemente nunca lo tendría, ella simplemente no era la clase de chica a la que le sucedían cosas extraordinarias.
The Angry Bear era un pub y boliche exclusivo y los viernes por la noche desbordaba de gente. Caroline tuvo razón en ir a cambiarse a juzgar por cómo se veía la gente que hacía fila afuera esperando para entrar. Ellas caminaron tomadas del brazo directo hacia la puerta. "Somos invitadas de Verity Poldark." - fue todo lo que dijo su amiga, aleteando sus pestañas al musculoso morocho de seguridad. Ni siquiera les pidieron identificación. Dejaron sus abrigos en el guardarropa. Las noches de octubre se estaban volviendo cada vez más frescas y adentro se le puso la piel de gallina en los brazos pues el aire acondicionado estaba encendido y al ser temprano no había mucha gente todavía, faltaba el calor humano. Caroline se había puesto un vestido negro ajustado corto, pero sin escote. Ella en cambio había ido por lo opuesto. Pantalones negros de seda y un top sin mangas, con una transparencia desde el cuello hasta el escote que daba la ilusión de ser sexy pero que en realidad no mostraba nada.
"Vayamos por un trago para entrar en calor." - Tomadas de la mano se abrieron paso entre la gente. Algunos hombres las miraban al pasar, pero ellas no prestaban atención. La música ya estaba fuerte y las luces de colores brillaban y daban vueltas sobre las paredes, pero nadie estaba en la pista de baile todavía. El lugar no era su estilo, si fuera por ella preferiría ir a cenar o a ver alguna película en el cine, o simplemente quedarse en el departamento bebiendo una copa de vino y leyendo algún libro, pero Demelza no se rehusaba cuando Caroline quería salir. Después de todo, era una joven mujer en Londres y se suponía que tenía que divertirse y siempre la pasaba bien con su amiga y sus compañeros de trabajo. Esa noche era para festejar el cumpleaños de Verity y pensaba divertirse, ya llegaría el fin de semana que Caroline iba a Cornwall y ella tendría el departamento para ella sola para procrastinar cuarenta y ocho horas seguidas.
"¡Hey! ¿Cómo están?" - Las dos se dieron vuelta para ver a su nuevo compañero de trabajo Malcolm, que las saludó con un beso en la mejilla. Malcolm había comenzado a trabajar esa semana en el estudio. Era arquitecto también y se dedicaba a la parte de cómputos y presupuestos, y por supuesto que estaba invitado, todo el staff del estudio iría esa noche. Nadie correría el riesgo de ofender a la jefa con su ausencia. - "¿Estaban por ordenar? ¿Qué quieren tomar?"
Caroline pidió un Margarita y ella un Spritz. Malcolm ordenó un whisky. "¿Ya llegó alguien? ¿Dónde están?" - le preguntó ella.
"Tienen un lugar por ahí." - Malcolm les señaló un rincón del club, y luego les indicó el camino con su mano libre apoyada ligeramente en la espalda de Demelza. Ella trató de apurar el paso, no tenía nada contra Malcolm, pero no lo conocía ni quería que se tomara más confianza que la de solo un compañero de trabajo. Por fortuna encontraron al grupo rápidamente.
"¡Verity! ¡Feliz Cumpleaños!" - Exclamaron las dos al unísono y abrazaron a su amiga, aunque ya la habían saludado en la oficina. También le entregaron una pequeña bolsita con un regalo que le compraron, a pesar de que también habían colaborado para el regalo conjunto con sus compañeros de trabajo. Era un delicado pinche para sombrero de plata con perlas en la punta que Caroline y Demelza habían encontrado en una casa de antigüedades y sabían que le gustaría. Y le encantó de verdad. Verity tenía una manía por los sobreros y sabía cómo lucirlos, tanto en el invierno como en verano. Demelza le tenía una pizca de envidia por su seguridad y por la confianza que le permitía llevar adelante una empresa, aunque pequeña, a su joven edad. Caroline a veces le recordaba que Verity era mayor que ellas y que su familia tenía una pequeña fortuna que le había permitido montar la empresa y los contactos que luego se habían convertido en sus clientes. Pero Demelza sabía que era más que eso. Era como llevaba adelante su rol, con reserva y dulzura, pero a su vez imponiendo respeto. Había aprendido muchísimo de ella en ese último año y de su trabajo en general y soñaba con tener su propio Estudio algún día. Con Caroline, por supuesto.
El rinconcito que tenían reservado pronto se llenó de gente. Con una mesa larga, banquetas altas, cositas para picar, bebidas y muchos vasos, charlaban como si no se hubieran visto en meses, aunque habían estado trabajando juntos hasta hace tres horas. Además de ellas, Verity y Malcolm, Jinny y su ahora novio, el cadete Jim ya estaban allí. Y Kitty y Cecily, que eran de contaduría. Mark, el encargado del área de compras, y Paul uno de los directores de obra, los dos habían llevado a sus novias. Y también estaban los de soporte técnico. Además, había otros invitados que ella no conocía y que Verity les presentó. Demelza temió que el infame primo estuviera allí y su jefa dijera algo que la avergonzara, pero por fortuna el hombre al parecer no había llegado.
Quien sí había llegado era su novio, Andrew. Nuevo novio, mejor dicho. Recién estaban comenzando a salir, pero su jefa les había contado que le gustaba mucho. Y como el pobre Andrew no conocía a nadie y Verity tenía que hacer de anfitriona, Demelza se quedó conversando con él para que no se sintiera solo. Parecía un buen hombre, entre el ruido de la música le contó que era divorciado y que había conocido a Verity cuando la contactó para que remodelara su nueva casa de soltero. Verity no había tomado el trabajo, porque había una regla acerca de las relaciones con los clientes y ella lideraba con el ejemplo. Era una historia muy dulce, nacida de la tristeza de una separación, pero en ese momento supo que eran perfectos el uno para el otro, así como Dwight y Caroline.
La noche pasó entre risas y tragos. Caroline, Kitty, Cecily y ella salieron a la pista de baile. Eso sí que le gustaba, bailar. Y las cuatro se reían a carcajadas intentando coordinar sus pasos con la coreografía de las canciones. Le hicieron señas a Verity, gritaron su nombre con todas sus fuerzas, y pronto ella se les unió también. Y Jinny y Jim, y todos los demás. No sabía cómo, pero de repente se había encontrado con Malcolm bailando a su lado. No quería ser descortés, pero se suponía que estaban bailando en grupo y él la estaba apartando de los demás, así que puso la excusa que tenía que ir al baño para ir a tomar un poco de aire.
Ese no era el tipo de lugar en el que imaginaba a su prima, pero no era la primera vez que él iba allí. Llegaba tarde, no se había dado cuenta de la hora. Después de meses de viajar sin tener que preocuparse por llegar a horario a ningún lado, definitivamente le tomaría tiempo acostumbrarse. Sí es que lo hacía. La verdad es que por si él fuera agarraría las maletas que aún no había desempacado y tomaría el primer vuelo a cualquier parte del mundo. Pero Ross tenía un lado prudente también. Pequeño, pero prudente. Y gastarse todo el dinero de su herencia en un viaje de más de dos años alrededor del mundo ya era cuota suficiente de aventura. Por un tiempo al menos. Su idea era conseguir a alguien que le financiara sus viajes, y para eso necesitaba estar un tiempo en Londres. Pero tampoco podía negar la añoranza que había nacido en su estómago cuando el avión que lo traía de regreso comenzó a sobrevolar la ciudad. El Big Ben, The Eye, el Palacio de Buckingham, todo se veía tan pequeño desde arriba. Como si fuera un tablero gigante de un juego de historia y arquitectura, y él no podía evitar sentir que estaba llegando a casa.
La buscó a Verity entre la gente, le había dicho que tenía una reserva. Preguntó al barman que le señaló un rincón del club en donde solo había un par de personas que no conocía, así que dirigió su mirada a la pista de baile ¿Adónde más podía estar? En un claro que se abrió en un momento entre la gente la vio. Le hizo señas. Verity parpadeó un instante intentando reconocer a ese extraño, Ross se veía muy distinto a aquel hombre que se marchó años atrás.
"¡Ross!" – la escuchó exclamar aún sobre la música a todo volumen, o tal vez leyó su nombre en sus labios. Abriéndose paso entre la gente, lo abrazo con fuerza antes de que él pudiera decir nada más. Su cariño era genuino. Había llegado a creer que el cariño de su prima era el único verdadero, pero eso era solo él siendo melancólico. Su tía Agatha, el tío Charles, George, ellos también habían intentado ponerse en contacto con él después de su partida. Incluso Francis… pero Ross solo había mantenido un contacto esporádico con su prima, que para ser tan pequeña sí que abrazaba fuerte.
"Feliz Cumpleaños, Ver."
"Ross…" – suspiró, sus ojos recorriendo su rostro, separándose ligeramente como para asegurarse de que aún tenía todas sus extremidades. – "Estoy tan contenta de que estés aquí. Te ves… diferente."
Ross sonrió. Dios, su mandíbula no reconocía el movimiento, hacía mucho que no sonreía.
"Y tú te ves exactamente igual, como si no hubiera pasado un día desde la última vez que nos vimos."
"Pero han pasado años… ven, sentémonos aquí." – Verity lo arrastró tirando de su mano hasta el rincón del club, la música no se escuchaba tan fuerte allí y podrían hablar más cómodos. Solo que él no quería hablar mucho. – "¿Cómo estás, Ross?" - Su prima le preguntó con toda la preocupación del mundo.
Ross se había preparado para esa pregunta, sabría que vendría en el momento en que pisara Londres y se encontrara con algún conocido. Por eso había decidido irse, afuera nadie la preguntaba cómo estaba con cara de lástima. Como si sus heridas fueran visibles, tan obvias como si le hubieran cortado un brazo. En el extranjero, él era un inglés más, mirado solo de reojo por pertenecer a un imperio que se había robado todas las riquezas del mundo.
"Estoy bien." – respondió intentando aparentar seguridad y una sonrisa que de seguro había quedado perdida entre su abundante barba. – "Estuve por todos lados, saqué unas fotos increíbles. Tienes que verlas."
"Me encantaría." – Dijo ella aun estudiando su rostro, sus ojos para descifrar si estaba siendo sincero. Pero ella podía leer perfectamente a través de su mentira, siempre había sido así, desde que eran pequeños.
"¿Y tú? ¿Cómo están tus cosas, el Estudio? Vi la página, tienen unos proyectos muy interesantes…"
"Uhm, sí. Estamos creciendo. El último año ha sido fantástico, tengo un grupo de gente muy talentosa que trabaja conmigo y nuestros antiguos clientes nos recomiendan y así se corre la voz…"
"Eso es grandioso, Ver. Estoy muy feliz por ti."
"¿Has venido a quedarte?" – Preguntó directo al grano.
"No lo sé. Por ahora, hasta que consiga más dinero para viajar o alguna agencia me contrate para sacar fotos en el exterior…"
"¿Tienes problemas de dinero?"
"Bueno…"
"¿Qué sucedió con la herencia de tu padre?" – Dos años viajando por Europa, Asia y Oceanía, eso es lo que había sucedido. – "Oh, Ross…"
"No te preocupes por mi Ver. Aún tengo algo para mantenerme por ahora y pienso vender algunas de las fotografías que saqué. Además, todavía tengo el departamento. En realidad, quería pedirte ayuda con eso…"
"Por supuesto. ¿Qué es lo que necesitas?"
"Venderlo. Y comprar otro."
"Oh… Te estas quedando allí ¿verdad?"
Ross sacudió la cabeza. No. Jamás quería volver a poner un pie en ese departamento.
"Me estoy quedando en el sillón de George. Pero necesito espacio para mis cosas…"
"Sí, Ross. Por supuesto, no te preocupes. Yo me encargaré de todo. Cualquier cosa con tal de que estés aquí."
Él volvió a sonreír.
"¿Has hablado con Francis?"
La sonrisa desapareció.
"Ross… él quiere enmendar las cosas."
"No hay nada que enmendar. Lo roto, seguirá roto por siempre."
"Pero..."
"¡No, Verity!" - Su tono fue más áspero que lo necesario. ¿Acaso los años alejados de ellos no habían servido para nada? ¿Nada había mejorado? ¿No podía, como todos seguro pretendían, dejarlo atrás? - "Lo siento, Ver. No es eso por lo que volví. Las cosas... siguen igual."
"Para ti, tal vez. Pero Francis y... y Elizabeth, ellos continuaron con su vida y les gustaría que tú formaras parte de la familia..."
"Que amable de su parte." - No podía evitarlo. La tensión en su mandíbula, el solo hecho de escuchar su nombre hacía acelerar su estúpido corazón. ¿Qué era lo que ese maldito órgano no entendía? ¡Te engañó con tu primo! Él la embarazó y se casó con ella, ¿podrías por favor dejar de sentirte así y tener un poco de dignidad? ¿Uh?. Ross suspiró ante la mirada desconcertada de su prima. - "¿Cómo está el bebé?" Preguntó para que no pensara que era un desalmado total. El rostro de Verity se iluminó de repente.
"¡Oh! Es hermoso, regordete, se ríe todo el tiempo y ya dice tía ¿Puedes creerlo? Geoffrey Charles es el alma de la casa..."
"¿Geoffrey Charles?"
"Si, como papá. Mira..." - Como si quisiera torturarlo, Verity sacó su teléfono y buscó entre las fotos una del pequeño. Rubio y de ojos claros, sonreía mientras ella lo tenía en brazos. No era un bebé exactamente, más bien era un niño pequeño que tenía la sonrisa juguetona de Francis, la misma que ponía cuando acababa de hacer una travesura. Era como si le estuviera clavando un puñal en el pecho. Pasando las fotos con el dedo, mientras él pretendía asentir interesado, en una apareció Elizabeth. El corazón casi le da un vuelco. - "Oh, lo siento." Dijo su prima apagando el teléfono de inmediato, porque él había temblado visiblemente.
"¿Cómo... cómo está ella? ¿Cómo estuvo con el parto?" ¿Cómo mierda se preguntaban esas cosas?
"Fue duro al principio. Estaba muy... estresada. Pero está bien ahora. Geoffrey Charles es... su vida."
Como caída del cielo, una chica comenzó a llamar a Verity desde la pista de baile. De seguro se preguntarían adonde se había metido la cumpleañera.
"Uhm…"
"Ve, Verity. Ve. Yo me iré a pedir algo de tomar. Tengo la garganta seca." – Bromeó para aliviar la tensión que de repente lo había atrapado. Pero su prima todavía dudaba si dejarlo solo o no.
"Me da cosa dejarte solo…"
"Ver, estuve viajando solo por casi dos años, creo que me las arreglaré."
"Puedes venir a bailar."
"¡Ja! Ve con tus invitados, prima. No te preocupes por mí, estaré bien."
"Está bien, enseguida vuelvo. Te quiero presentar a alguien." – Cuando Verity se alejó puso los ojos en blanco. Lo último que quería era que su prima le 'presentara a alguien'.
Ahora sí, el lugar estaba lleno. Demelza había tenido que esperar casi veinte minutos para entrar al baño. Cuando volvió a asomarse a la pista, vio que sus compañeros seguían bailando. Desde lejos la vio a Verity bailando con su novio, también a Malcolm bailando con una de las de las chicas de contaduría. La buscó a Caroline entre la gente, y la encontró abrazada a Dwight que había llegado mientras ella estaba en el baño. Levantó una mano para saludarlo y él la saludó también, con una gran sonrisa en su rostro. Compró una botella de agua en la barra, ya basta de alcohol por esa noche, no pensaba hacer esa fila de nuevo, y se acercó al rincón que tenían reservado. Alguien debía cuidar las carteras después de todo.
Así era ella, el alma de la fiesta. Pero a pesar de ello sonrió, se sentía orgullosa por el mero hecho de estar allí nada más y no pedir un Uber y volver a casa a ponerse su pijama y a leer un libro enterrada entre las sábanas. Mmm… era tentador.
"¿Estás con el grupo de Verity?"
"¡JUDAS!" -Demelza casi se cae de la banqueta en la que se había sentado. No había visto al hombre que estaba parado allí, apoyado contra la pared. Bueno, ahora que sí lo veía todavía le asustaba. Todo vestido de negro. Zapatillas, jeans, remera, campera de cuero, pelo largo y una barba digna del yeti. Había derramado un poco del agua que acababa de beber, el resto le había salido por la nariz.
"Lo siento, no quise asustarte." – Le dijo el hombre acercándose.
"No… Si." Grandioso. Ahora literalmente había escupido el agua que todavía estaba en su boca. El extraño pareció sonreír. Ella tragó antes de volver a hablar.
"Sí, estoy con Verity. Y, bueno, iba a decir que no me asustaste, pero…" - Demelza movió las manos indicando el agua que corría por su barbilla e intentó secarse.
"Lo siento de nuevo." - Dijo él, y le alcanzó unas servilletas de papel que estaban en la punta de la mesa.
"Gracias." – Demelza se tomó un momento para secarse su barbilla y también el brazo por donde sentía caer una gota de agua. El hombre de negro se había sentado en el lado opuesto de la mesa.
"Empecemos de nuevo. Hola, mucho gusto, soy Ross." – Dijo seriamente estirando la mano hacia ella. Ella la estrechó vacilante, no quería ser descortés con uno de los invitados de Verity.
"Demelza."
"Te di un buen susto ¿eh?"
"Fue la barba." - Judas. Tampoco había bebido tanto.
"¿Qué? Oh… sí." – Ross se acarició la barba, a veces se olvidaba que la tenía tan crecida. Iba a tener que afeitarse si quería conseguir un nuevo empleo. – "Me olvido de que la tengo tan larga."
Demelza parpadeó.
"¡La barba!" – aclaró inmediatamente. Mierda, Ross. Tampoco es que hayas perdido todos los modales. – "Mierda." Murmuró. – "¿Empezamos otra vez?"
Demelza no pudo evitar reírse.
"No hace falta… ¿Verity sabe que estás aquí? ¿Quieres que vaya a buscarla?"
"Ella ya me vio. Sus amigos la llamaron. Tu… ¿trabajas con ella?"
"Sí, soy una de las arquitectas del Estudio. Y tú… ¿Cómo la conoces?"
"Soy su primo."
"Oh."
¡OHHH! Su mente pareció hacer clic, clic, clic. Ross, había dicho que era su nombre. Su primo, el que había estado de viaje, al que le habían roto el corazón.
"Tú eres el que…" – las palabras se escaparon de los labios.
"¿Yo soy... quién?" – Preguntó él. Oh, Judas, Demelza. Sus mejillas se pusieron coloradas. Bebió un sorbo de agua, ojalá hubiera pedido un trago en su lugar. – "¿Me conoces?"
"No, solo que… Verity nos contó tu historia."
Maldita sea. ¿Acaso toda esa gente sabía lo que había ocurrido entre él, su novia y su primo?
A Demelza le llamó la atención la forma de sus cejas. El ceño fruncido, de verdad podría asustar a cualquiera que se lo cruzara desprevenido.
"Es que soy su amiga." – aclaró. No fuera cosa que pensara que su prima había desparramado su historia por toda la oficina. – "Y ella estaba tan preocupada por ti. Seguro se alegró mucho de verte." - Ross bebió lo último que quedaba de su cerveza y se relajó un poco. – "Pienso que es horrible, por cierto. Lo que esa mujer te hizo." ¡Judas, Demelza! Ya deja de torturar al pobre hombre. – "Lo siento, no quise ser entrometida."
"No… está bien." – Dijo él.
"Ahora sí deberíamos empezar esta conversación de nuevo." - Demelza vio al hombre sonreír tímidamente. Era la primera vez que veía sus dientes blancos en medio de la maleza de su barba.
"No será necesario. Fue horrible, de hecho. Todavía lo es."
"Verity dijo que estabas de viaje, ¿Adónde fuiste?" – viajes, siempre era seguro hablar de viajes.
"Comencé por Europa. Francia, Portugal, España, Italia…" – Dijo mientras enumeradas con sus dedos intentando recordar todos los lugares en donde había estado. Uso sus dos manos para los países de la UE nada más, luego empezó con los países asiáticos. – "Y termine en Australia y Nueva Zelanda."
"¡Wow! Eso es increíble." – Demelza exclamó impresionada. De repente ya no le tenía tanta pena. Ross volvió a reír cuando le dijo eso. Continuaron hablando por un rato. Acerca de su viaje, Demelza haciendo preguntas, pidiendo consejos para un viaje que haría algún día, y compartiendo anécdotas también de sus dos vacaciones en el continente. Cuando Verity se acercó, ellos se estaban riendo pues Ross le contaba de la vez que perdió el último tren en Roma y se quedó a dormir en la estación y la gente lo confundió con un vagabundo y le dejaban limosnas.
"Es la barba." – Dijo ella. – "¡Verity!"
"Veo que ya conociste a mi primo." – su jefa tenía una pícara sonrisa en su rostro. "Ross, ella es Demelza. Es arquitecta, una pieza fundamental en el Estudio, y es una de mis mejores amigas." Demelza sintió arder de nuevo sus mejillas.
"Llegas tarde, ya sabía todo eso."
Demelza, viéndose el centro de atención y queriendo salir de él, buscó una vía de escape. Y la encontró en Andrew, que estaba de pie detrás de su amiga.
"Y él es Andrew." – Dijo, con la voz un poco más aguda que lo normal. Verity le dirigió una mirada de "sé lo que estás haciendo, Demelza." Pues ella había empezado.
Verity le presentó a su novio. Y lo presentó como tal, tal vez esa relación era más seria de lo que ella había pensado si ya lo presentaba a su familia de esa forma. Los hombres se estrecharon las manos. Andrew le preguntó sobre su viaje también, lo que parecía un tópico de conversación asegurado. Demelza se enteró de que Andrew trabajaba en un barco mercante, y los cuatro continuaron conversando mientras los demás seguían en la pista de baile. Cuando la conversación se volcó hacia la familia de Verity, Demelza no quería parecer entrometida así que se excusó diciendo que iría a ver a sus amigos. No se dio cuenta que Ross la siguió con la mirada mientras ella se alejaba.
"Entonces… ¿Qué piensas de ella?"
"Verity…" - Ross puso los ojos en blanco. "Es una chica simpática… y muy linda," – agregó – "pero no te hagas ilusiones. Sé lo que tramas, Ver. Pero tus maquinaciones no funcionan conmigo." – el novio de su prima se rio entre dientes. De seguro funcionaban con él. – "Lo último que quiero es una relación." – Dijo para que le quedara bien claro. No es que hubiera vivido como un monje en los últimos tres años, pero la vida nómada propiciaba los encuentros casuales. Lo más que había hecho fue pasar un fin de semana con una mujer. Además, ¿cómo podría empezar otra relación, cuando su última relación había sido con Elizabeth? ¿Quién podría estar jamás a su altura?...
Fue como si la hubiera invocado con sus pensamientos, porque en ese instante en que pensaba en ella creyó verla aparecer entre la gente. Ross tragó saliva, su prima lo vio ponerse blanco, como si hubiera visto un fantasma. Su mirada fija, perdida entre la gente. Verity se volvió para ver lo que miraba.
"Dios, ¿Qué hacen aquí?" – la escuchó decir y se puso de pie de prisa, interceptándolos antes de que terminaran de acercarse adonde ellos estaban porque claro, detrás de Elizabeth, venía Francis.
Ross vio cómo los tres hablaban, o más bien, Francis y Verity hablaban, Elizabeth miraba disimuladamente por sobre la cabeza de su prima intentando descifrar seguramente si el hombre sentado en el rincón oscuro de ese club era él o no. Hasta que un momento después Verity se dio vuelta, y los tres lo miraron. No eran para nada disimulados. Dios, y él no había bebido lo suficiente. Lo único que había era la botella de agua que la chica había dejado sobre la mesa. Tomó un trago mientras se acercaban, Verity claramente intentando evitar que lo hicieran.
"Este no es el momento, Francis." – escuchó que Verity le decía a su hermano.
"Ross… has vuelto." - Dijo Francis cuando llegó frente a él. Ross se había puesto de pie, como preparándose para una batalla. Pero todas sus defensas se desarmaron cuando estuvo frente a Elizabeth y su mirada bajó a su mano que sujetaba la de esposo. Su esposo. Era como si nunca se hubiera ido.
El dolor era el mismo que hace dos años. Podría haber aprendido a vivir con él, a enterrarlo en lo profundo, a ignorarlo. Pero todavía estaba ahí. Ni un viaje a otro planeta podría hacerlo olvidar de Elizabeth… y se sentía tan estúpido. Porque él se sentía así, pero ella había seguido con su vida. Ella no se había quedado llorando por él. Ella te engañó, te traicionó nada menos que con quien tú considerabas tu hermano. Así que ¿Por qué aún sigues pensando en ella? Eso era lo que más bronca le daba, su propia idiotez. Y ahora seguro ella veía lo patético que era. Mejor ni siquiera mirarla, aunque era tan difícil.
"Ross… te extrañamos, primo." – Francis insistió cuando él no dijo nada. – "Seguro, después de todo este tiempo llegó la hora de dejar atrás el pasado. Somos familia… tenemos un hijo…"
Ross quería estrangularlo.
"Las cosas no han cambiado…" – Dijo él entre dientes apretados. No habían cambiado para él y eso lo hacía patético. – "… y nunca lo harán."
"Pero Ross… somos familia…" - repitió, como si eso hubiera evitado que se acostara con su prometida en primer lugar. Estuvo a punto de tomarlo por la solapa de su chaqueta, lo hubiera golpeado aún después de todos esos años, si no fuera porque una voz extrañamente familiar los interrumpió.
"¿Ross? Ya estoy lista." – Ross se giró para ver a la chica pelirroja con su chaqueta puesta y la cartera cruzada sobre su pecho. Sonriendo dulcemente, colocó una mano sobre su hombro acercándose a él. "¿Vamos?"
Automáticamente, él colocó una mano sobre su cintura.
"Sí. Vamos." - Y con una última mirada a Francis y a Elizabeth, se alejaron en dirección a la salida.
Ross recién la soltó cuando estuvieron en la vereda.
"Eso… fue… increíble. Gracias… ¡Gracias!" – Exclamó.
"Parecía que necesitabas un rescate. ¿Ellos eran…?"
"Sí."
"¡Judas!"
Ross se rio con ganas. De verdad, lo había rescatado de esa emboscada. Y si hasta hace un momento estaba envuelto en el mismo espiral de dolor, bronca y autocompasión que lo habían perseguido en el último tiempo, ahora que se había vuelto a enfrentar a sus demonios entendió que no podía seguir así. Él no era así. No podía seguir huyendo.
"No sé cómo agradecerte." – Le dijo a la joven que estaba cerca suyo, ahora mirando su celular.
"No tienes nada que agradecer, no fue nada."
"Te perderás la fiesta con tus compañeros."
"Ya tenía ganas de irme de todos modos."
"¿Te acompaño hasta tu casa?"
Demelza le mostró su celular. "Ya llamé a un Uber." – y le había enviado un mensaje a Caroline también, avisándole que se volvía a casa.
"Al menos, te hago compañía hasta que venga el auto."
"Esta bien."
