Capítulo 3

Ross se mantuvo estoico mientras Demelza le soltaba una tremenda cantidad de insultos que jamás habría pensado escucharía salir de su boca. Las manos le temblaban. Era el primer accidente automovilístico que tenía y había sido absolutamente su culpa.

Unos minutos atrás, había tomado la estúpida decisión de querer sobrepasar al auto y al camión que iban adelante. Lo había hecho para hacerlo callar a George...

"A esta velocidad no llegaremos nunca, Ross. Hazle luces para que lo sobrepase."

Tal vez llevar a George no había sido la mejor de las ideas, y ni siquiera había pasado una hora de viaje todavía.

"Creo que es una mujer manejando, sobrepásalo tú, ella no se animará." – Ross había puesto los ojos en blanco y como ya no lo quería escuchar más, volvió a hacerle luces al mini Cooper turquesa de adelante para indicarle que lo iba a sobrepasar y aceleró. Todo iba bien hasta que de la nada apareció una camioneta blanca por el carril contrario. Sin espacio para maniobrar, la única alternativa era volver detrás del mini, solo que calculó mal y con la trompa de su viejo Mercedes golpeó el costado del auto celeste en la parte de atrás.

"Mierda."

Apenas chocó supo que algo estaba mal con su auto. Sintió el motor hacer un ruido extraño y desacelerar, el volante vibró entre sus dedos. Con lo justo, se ubicó detrás del mini y aparcó tras él en la banquina.

"Mierda, Ross. ¿Qué haces?" – Exclamó George a su lado. Él lo miró por un instante para asegurarse de que estuviera bien y un momento después se bajó de su auto para ir a ver como estaban los ocupantes del mini Cooper sin decirle una palabra.

Al acercarse, notó que había tres personas y que estaban hablando así que eso lo tranquilizó un poco. Pero solo fue un segundo. Dos pasos más y su corazón se detuvo.

La vio por el reflejo del espejo delantero. En realidad, sólo vio un mechón de pelo colorado, pero sabía que era ella. La reconocería en cualquier lado. Aunque vendaran sus ojos y lo metieran en una habitación llena de mujeres, él la podría encontrar guiándose solo por su perfume. Así de bien la conocía, o la había conocido, mejor dicho.

Demelza hablaba con la persona sentada en el asiento del acompañante cuando se paró junto a ella y golpeó la ventanilla. Lo ignoró por completo la primera vez y esto le dio algo de tiempo para estudiarla. Llevaba el cabello recogido en un rodete desordenado sobre su cabeza, con mechones cayendo sobre su cara, con un sweater canguro de algodón gris con capucha y unos lentes redondos, como los de Harry Potter pero más grandes, distintos a los que tenía antes y a través de los cuales sus ojos se posaron en él cuando volvió a golpear el vidrio.

Iba a preguntar ¿Están bien?, pero como ya sabrán, ella no le dio tiempo.

Demelza no usaba malas palabras. No era capaz de insultar, al menos no con un vocabulario florido. En vez de decir 'Mierda' decía 'Judas'. Una vez le había contado que su mamá decía así cuando ella era pequeña, era una de las pocas cosas que recordaba de ella y Demelza le daba toda clases de usos. Cuando algo le causaba gracia, o cuando algo se caía de sus manos y golpeaba el piso, cuando se asustaba, o cuando estaba por llegar al pico del placer mientras hacían el amor… pero nunca la había escuchado decir la clase de palabras que estaba utilizando ahora. Podría hasta haberle causado gracia si no fuera porque por la ventana del auto la vio a su amiga Caroline sentada junto a ella con una enorme barriga. Nadie le había contado que estaba embarazada.

Ross se puso pálido cuando sus ojos se posaron en Caroline. Ella se calló en mitad de un insulto cuando lo vio ponerse blanco.

"¿Están bien?" – fue lo primero que salió de sus labios cuando ella detuvo la parva de insultos que no sabía de dónde habían salido.

"Estoy bien. Caroline, ¿Segura que estás bien?" - Demelza se volvió hacia su amiga de nuevo.

"¿Deberíamos llevarla a un hospital?"

"Sin hospitales para , todavía no. Estamos bien, solo necesito…" – Caroline suspiró y abrió la puerta. – "… estirar las piernas."

Esto puso a Demelza en movimiento también, que se bajó por su lado del auto y vaciló un instante cuando se encontró con Ross en medio del camino. Lo miró rápidamente. Lo primero que notó fue que llevaba el pelo corto. Lo segundo, que seguía igual de apuesto como siempre. Su corazón comenzó a latir rápido en su pecho... es por el shock. Seguro era por el shock – se dijo mientas pasaba a su lado y rodeaba el auto por adelante para ayudar a Caroline.

"¿Estás segura de que estás bien? Tal vez deba llamar a Dwight..." - dijo mientras tomaba su mano para que girara su cuerpo y sacara las piernas afuera.

Ross había seguido a Demelza, sostuvo la puerta mientras ella asistía a su amiga. Notó como la mirada de Demelza recorrió todo su cuerpo, como tomó fuerte una mano y con la otra acarició su enorme barriga. A Ross se le hizo un nudo en la garganta.

"¿Y qué puede hacer Dwight desde España? No, estoy bien, cariño. No te preocupes. Solo fue un susto. No lo sentí, solo me asusté cuando tú gritaste."

Caroline se puso de pie, con la mano que tenía libre se sujetó de la puerta y sin querer rozó sus dedos. Recién entonces lo miró.

"Ah, eres tú." - Dijo en su dirección, pero sin prestarle la más mínima atención. Vio los ojos de Demelza posarse de nuevo sobre él.

"¿Cómo te sientes, Caroline? ¿De verdad no quieres que llamemos a una ambulancia?" - le preguntó él. A Caroline tampoco la había visto en años, no desde aquella noche que fue a su departamento a gritarle...

"Si alguien más me pregunta como estoy o como me siento, creo que voy a gritar." - Dijo entre dientes apretados.

"Pero..."

Caroline apuntó con un dedo a su amiga. "Eso va para ti también, Demelza. Estoy perfectamente. La bebé está perfectamente, mira, la siento moverse..." Demelza volvió a apoyar su mano sobre su panza, él no podía quitarle la mirada de encima. A la panza y al rostro de Demelza. - "¿Alguien ha visto como está Hugh?"

"¿Quién?"

"¡Estoy bien!" - Dijo una voz desde el asiento trasero del mini. Mientras Caroline caminaba unos pasos, Demelza abrió la puerta trasera. Hugh parecía estar acariciando la guitarra entre sus manos, concentrado revisándola. - "Estaba apoyada donde dio el golpe." - explicó levantando el rostro hacia ella.

Bien, todos estaban vivos. Que alegría. Demelza puso los ojos en blanco cuando escuchó a Ross hablar con Caroline. De verdad. De los cientos y cientos de kilómetros que tenían que recorrer, ¿justo él tenía que chocarlos? Era una broma del destino, y no le causaba ninguna gracia. No es que no supiera que vería a Ross ese fin de semana, ya se había hecho la idea. Pero pensó que cuando lo viera por primera vez después de su ruptura sería en otras circunstancias. Siendo esas circunstancias estar vestida en un hermoso vestido de fiesta, peinada y maquillada y del brazo de su cita. No tirada como un animal atropellado en el costado del camino que era como se sentía. ¡Judas! Respira. Solo respira.

"¿Felicitaciones?" - dijo Ross cuando Caroline levantó la vista hacia él. Había estado caminando lentamente al costado de la carretera – a una distancia mas que prudencial del pavimento – tomando su panza entre sus manos, como hablando con su bebé, aunque no llegó a escuchar lo que decía.

"Gracias." - dijo cortante y sin dejar de acariciar su barriga.

"Siento lo del..." - Ross hizo un movimiento con el brazo hacia la carretera.

"¿Casi matarnos?"

Dios. Podría haberlos matado, o podrían haberse lastimado. Caroline y su bebé, Demelza... Ross llevó sus manos a la cabeza, las pasó por su pelo.

"Estamos bien." - Caroline suavizó un poco su tono. - "¿Por qué ibas con tanta prisa?"

"¿Alguna posibilidad de que nos vayamos hoy?... Ah." - George se detuvo en seco cuando se dio cuenta de quienes eran. Demelza levantó la cabeza de la puerta trasera. Ross no veía su rostro, pero el '¡Judas!' sonó fuerte y claro. Ross no pudo evitar que sus labios se curvaran imperceptiblemente. - "Hola... qué... qué pequeño es este país." - dijo él. No tendría que haberlo escuchado.

Mierda. Mierda. Mierda. ¿Qué demonios hacía George aquí? ¿Acaso Ross se había negado a llevar a Hugh para llevar a George? ¿no era su Mercedes lo suficientemente grande para tres personas? De seguro era más grande que su Minino, que ahora tenía una abolladura en el borde de la puerta trasera. Hugh, Dios lo bendiga, era el único que estaba inspeccionando el auto con ella. Aún seguía adentro, pero al menos había bajado la ventanilla y asomaba su cabeza para ver el golpe también. George se había acercado adonde estaban Ross y Caroline y hablaba con su amiga y su... ex. Aunque Caroline no parecía muy contenta, todavía estaba preocupada por ella, pero sabía que no haría nada que pusiera en riesgo a su bebé. Si sentía algo raro se lo diría, eso le había prometido a Dwight. Además, el golpe había sido de su lado y su pequeño auto era bastante nuevo, no tenía más de cinco meses de vida, y tenía excelentes amortiguadores. Solo había sido una pequeña sacudida, como dijo, de seguro ella ni lo habría sentido. La única víctima era la guitarra de Hugh a la que se le había salido una clavija, y al parecer, su auto.

"La puerta no abre." - dijo Hugh intentando abrir desde adentro. Demelza probó desde afuera. Mierda, no abría. - "Le debe haber dado justo en el mecanismo de cierre, vas a tener que llevarlo a un taller."

"Maldición. Pero no ahora, tenemos que seguir en viaje. Al menos quedó cerrada." - Estaba tan frustrada que en su distracción dio un paso hacia atrás, sin darse cuenta lo cerca que estaba del pavimento de la carretera.

"¡Demelza!"

Una voz familiar resonó sobre el ruido de los autos que pasaban en una y otra dirección. ¡Judas! Demelza volvió a la seguridad de la banquina y para cuando se dio cuenta, Ross ya estaba a su lado.

"Vas a tener que pagar por eso." - dijo antes de que él abriera la boca, apoyándose contra su auto y señalando la chapa turquesa abollada. Ross la había estado observando inspeccionar el golpe cuando notó que retrocedió, acercándose peligrosamente a la carretera. Gritó su nombre por instinto y ahora estaba de pie junto a ella de nuevo. - "Tu seguro, digo. Tenemos que intercambiar los datos de los seguros." - Él sonrió a pesar de la incomodidad del momento. No es que la hubiera olvidado, Dios sabía que había pensado en ella cada día de cada mes durante esos dos años. Sonreía porque la Demelza que veía, aunque enojada, era la mujer llena de energía y valerosa que él había conocido hace años, de la que se había enamorado, y no la mujer quebrada que había dejado al final de su relación. Sonreía porque la veía entera, y eso era un alivio.

Demelza se quedó en silencio mirando esa pequeña mueca en los labios de Ross que no comprendía. ¿Se estaba burlando? ¿Le parecía gracioso lo que había sucedido? ¿Acaso estaba dando un espectáculo? Lo odiaba... no. No lo odiaba, ese había sido el gran problema. Odiaba lo que hizo... lo que le hizo hacer.

"Lo siento. Fui un estúpido..." - dijo él después de un momento, y Demelza no estuvo muy segura a qué se refería. - "No debí intentar sobrepasarte. El camión era obvio que iba a salir en la 355..."

"Si." Demelza cruzó los brazos sobre su pecho.

"¿Cómo estás, Di?" - Escuchar su apodo hizo que un escalofrío recorriera todo su cuerpo, tanto que creyó que sus hombros temblaron visiblemente. 'Di', sólo él la llamaba así.

"Bien." - respondió monosílabamente de nuevo.

"¿Van al casamiento de Verity?"

"¿Ustedes dos se conocen?" - Ross se sorprendió al ver la cabeza del muchacho que se asomaba por la ventanilla trasera del mini, había estado escuchando toda su conversación. O las pocas palabras que había dicho Demelza.

"Si, el mundo es ridículamente pequeño ¿no es así?" - respondió ella, y luego le preguntó a él: "¿Qué hace George aquí?"

"Está invitado a la boda también."

"Ajá..." - No soportaba a George Warleggan. Ross y George y Francis habían sido amigos desde que iban al colegio, y después de que Ross y Francis se distanciaran, George era el único amigo que le quedó, pero ella nunca había podido llevarse del todo bien con él. Lo había intentado, por el bien de Ross, pero era muy difícil. Siempre con esa mirada altanera, los comentarios desubicados, siempre remarcando cada uno de sus defectos, haciéndola sentir menos... lo soportaba por Ross cuando estaban juntos, pero era la única cosa de él que no había extrañado en todo este tiempo. Cuanto antes se terminara esta serie de encuentros desafortunados, mejor. - "Buscaré los papeles del seguro."

Ross hizo lo mismo. Caroline se había sentado en una pared de contención de la carretera, por suerte era temprano aún, el sol de abril se asomaba tímido por detrás de los campos y la temperatura era agradable, aunque el humo de los caños de escape contaminase el paisaje rural de las afueras de Londres. Su amiga le hizo una seña de que todo estaba bien mientras ella esperaba a Ross, George escribía algo en su celular y Hugh buscaba la clavija de su guitarra bajo los asientos. ¿Por qué tardaba? Demelza se acercó al Mercedes. Como él había hecho antes, golpeó su ventanilla, aunque su puerta estaba abierta.

"Ahhh..." - Ross gruñó exasperado. - "No arranca."

"¿Qué?"

"El auto no arranca." - Ella rio irónicamente porque pensaba que le estaba tomando el pelo, pero pronto se dio cuenta de que hablaba en serio.

"Pero fue solo un pequeño golpe." – comentó George, mientras él, Ross y ella contemplaban el motor del Mercedes con el capó levantado. Su auto estaba bien, Demelza lo había probado por las dudas, lo había acomodado, alejándolo más de la ruta. El único problema era la puerta trasera que no se abría.

"¿Sabes algo de mecánica?" – Le había preguntado a Hugh, que dormitaba en el asiento trasero, no había otra cosa que hacer.

"No, soy músico. Mis manos sirven solo para tocar la guitarra." - le había respondido él.

"A ver, intenta arrancarlo cuando te diga."

Demelza los dejó intentando reparar el auto y se fue a sentar junto a Caroline.

"Estoy bien, te lo digo antes de que me lo preguntes. Aunque toda esta peripecia ya me dio algo de hambre."

"Eso es una buena señal…"

"¿Cómo estás tú, cariño? De todos los autos que circulan por esta carretera…"

"Ni me lo digas." Demelza puso los ojos en blanco. La ironía era demasiado cruel para que le causara gracia. Todavía sentía su cuerpo extraño, como con un cosquilleo, todo parecía surrealista. Ella sentada a la orilla del camino, Ross unos metros más allá con George en ese auto que ella conocía tan bien.

"Aún se ve… guapo."

"Se ve cansado." – Dijo ella inmediatamente. Se daba cuenta, al parecer en el tiempo que había transcurrido no había perdido su habilidad para leerlo, siempre había sido así. Judas. Quería salir de esa banquina cuanto antes y retomar su viaje hacia Aberdeen. Aunque allí tuviera que verlo de nuevo, al menos habría más gente y podría escabullirse y evitarlo.

Demelza suspiró. Se había prometido comportarse como la mujer adulta que era, no hacer berrinches, ser amable cuando lo viera. Hasta había pensado lo que le diría cuando se cruzaran por primera vez. Le iba a preguntar cómo estaba, en que estaba trabajando, quizás hasta conversar sobre lo que había sucedido ahora que ya estaba en el pasado. Y en su imaginación, Demelza tenía una tranquilidad que era todo lo contrario a lo que sentía en la realidad.

"¿George te dijo algo? ¿Qué hace aquí?"

"No mucho. Dijo que Verity lo invitó y Ross se ofreció a llevarlo cuando… cuando su novia no pudo venir." - ¿Cómo pudo pensar que podía estar tranquila? – "Lo siento." Susurró su amiga y apoyó su mano sobre la suya.

Ella fingió una sonrisa. "Está bien. Ya pasaron dos años, claro que él tiene novia. ¿Por qué no iba a ser así?" – Y estaba bien. No es que ella mantuviera alguna esperanza sobre ellos… no, jamás se los imaginaba juntos. No se dormía recordando las incontables noches que habían compartido en la misma cama. No. No pretendía sentir el peso de su brazo rodeando su cintura cada vez que se despertaba. No lo hacía, eso sería patético. – "Ya deberíamos volver a ponernos en marcha si no queremos retrasarnos."

Pero bien podría haber tirado al aire su itinerario en ese preciso momento. Ross se volvió a acercar, se había arremangado las mangas cortas de la remera sobre sus hombros y sus bíceps se veían en todo su esplendor. Hasta un auto que pasaba tocó bocina.

"No hay caso, tuve que llamar una grúa."

Era ridículo. Solo había sido un golpecito, pero su Mercedes no quería arrancar. El pequeño auto de Demelza parecía estar perfecto y ¡su Merecedes no quería arrancar!

"Oh… uhmm…" – genial, ahora había perdido la capacidad del habla. - "¿Van a volver a Londres?"

"El próximo tren que podríamos tomar sale a las… 14:30 por… ochocientas cincuenta libras?! Yo no voy a pagar tanto para llegar tarde. Tenemos la despedida de soltero de Andrew esta noche." – Dijo George.

"De seguro Andrew lo espera ansioso." – murmuró ella solo para que Caroline la escuchara.

"Supongo que podríamos... erhm... ¿ir con ustedes?"

"¡¿Qué?!" - Ay Dios, por favor ¡no!