Capítulo 4

"Dime como es." – Caroline susurró, pues Dwight dormía en su habitación y no quería despertarlo. Demelza bostezó con una taza de té en sus manos.

"¿Quién?" – dijo antes de cerrar la boca.

"El príncipe William. El primo de Verity, Demelza. ¿Quién más?"

"Ahhh…" – Demelza aun no se había despertado del todo. ¿Cuánto había bebido? Ni la mitad que todos los demás seguramente, pero en ella el efecto era el doble al día siguiente. – "Parecía… amable." Dijo, porque con el sueño que tenía no se le ocurría una mejor palabra para describirlo. Le había dado un buen susto al principio, un hombre salido de la oscuridad todo vestido de negro con barba y cabellos largos y oscuros no era para menos. Pero después del sobresalto inicial, ya no le había dado miedo, hasta le causó un poco de gracia. Y él también se había reído un poco. Primero, cuando escupió agua por la nariz – realmente eres una chica con clase Demelza -, luego contándole de su viaje, y al finalizar la noche cuando lo salvó de su ex. Demelza levantó los hombros sentada en la mesa de la cocina. Sentía algo de pena por el hombre. Había sido instinto, cuando Caroline le señaló a una pareja que entró al club y le dijo que ese era el hermano de Verity, ella miró a su primo y lo vio ponerse blanco como un fantasma. O eso notó en su frente que era la única parte de su cuerpo que no tenía cubierta por ropa o pelo, y Demelza lo encontró muy injusto. La primera noche de vuelta en casa y así lo reciben, acorralándolo, porque eso estaban haciendo. Así que inmediatamente fue a por su chaqueta y como si los demás no existieran, montó un acto para que los otros creyeran que estaba con él. Le tendría que dar explicaciones a su jefa. Y esa mujer, Demelza había notado como la miró cuando Ross se fue con ella. ¡Judas! ¿En qué estaba pensando?

Pero el pobre hombre necesitaba que lo rescataran. Él mismo se lo dijo mientras esperaban el auto que la llevaría de vuelta a casa. Lo consideraría como su buena acción del fin de semana. Y ahora sí, se quedaría todo el día en su pijama gris con corazoncitos y no saldría de su departamento ni aunque viniera la mismísima reina.

"¿Quieres venir conmigo y Dwight a dar una vuelta?"

¿Y ser la tercera rueda? No gracias. Así tendría la sala toda para ella sola.


Su amigo George era muy generoso en dejarlo quedarse en su casa, pero Ross ya no sabía cuánto tiempo más podría aguantar. No entiendan mal, conocía a George desde hacía años. Francis, George y él prácticamente se habían criado juntos, bueno él y Francis eran familia, inseparables desde que su primo había nacido. Pero George se había prendido a ellos en el momento que comenzaron el primer año de la secundaria. Aunque George prefería pasar más tiempo con Francis. Ross siempre había sido un joven taciturno y reservado. Mientras los otros salían de juerga, él prefería quedarse en casa compartiendo los ratos libres ayudando a su padre en el taller. Pero no por eso dejaba de ser su amigo. A pesar de que notaba la forma que lo miraba a veces, cuando Francis prefería estar con él o hacer lo que él quería, George siempre había sido algo celoso de ese vínculo que los primos compartían. Esto es, claro, hasta que ese vínculo se había roto completamente y entonces George se había convertido en su amigo más cercano por default. Y de nuevo, agradecía que le diera cobijo, pero Ross quería encontrar un lugar que fuera solo suyo pronto.

Técnicamente, ese lugar ya existía. Podría ir a quedarse allí cuando él quisiera, pero era como si estuviera físicamente impedido de hacerlo. No quería volver a pisar nunca el departamento que había compartido con Elizabeth. Estaba lleno de recuerdos. La mayoría eran buenos recuerdos del tiempo que habían compartido allí. O al menos él creyó que eran buenos momentos, evidentemente Elizabeth no. Pero lo que le imposibilitaba entrar en ese lugar era el último recuerdo que tenía de ella en ese lugar. De ella con Francis.

"¿Quieres que salgamos a buscar algo de diversión? Tengo unas amigas, podríamos llamarlas…"

"No, George. Creo que me quedaré trabajando en mis fotografías."

"Eres muy aburrido desde que regresaste, ¿sabes? Incluso Francis se divierte más tú."

¿Qué rayos quería decir con eso?... No quería ni preguntar.

"Bien. Iré yo solo. Tal vez incluso llame a Francis para que venga conmigo."

Y por eso necesitaba mudarse. No a su viejo departamento, por supuesto. Y aquí era donde entraba su queridísima prima Verity y su estudio que tenía una oficina inmobiliaria que podía ayudarlo a vender su viejo apartamento y encontrar uno nuevo.


"… Then only for a minute
I want to change my mind
'Cause this just don't feel right to me
I wanna raise your spirits
I want to see you smile but
Know that means I'll have to leave

Know that means I'll have to leave
Lately, I've been, I've been thinking
I want you to be happier, I want you to be happier…"

Demelza tarareaba la canción de Bastille que sonaba en sus auriculares. Le gustaba escuchar música mientras dibujaba un nuevo proyecto. Generalmente, lo hacía basado en los diseños de Verity o de Caroline, pero esta vez fue ella quien había estado en la reunión con los clientes. Ellos le habían contado lo que querían y ella dibujó los primeros bosquejos. Aún le faltaba tanto por aprender, pero Verity se encargaba de que tanto Caroline como ella hicieran un poco de todo. Claro que, con la facilidad para la gente de su mejor amiga, Demelza siempre era la que terminaba en la oficina dibujando mientras sus amigas tenían reuniones con potenciales compradores, pero todo era cuestión de práctica.

Movía la cabeza de un lado a otro al compás de la música sin prestar atención a lo que ocurría a su alrededor cuando alguien apoyó una caja frente a ella sobre el escritorio. Demelza levantó los ojos al hombre desconocido de pie del otro lado de la mesa que llevó las manos a los bolsillos de sus gastados jeans negros. Era alto, los músculos de su pecho y sus brazos se marcaban bajo una remera de algodón blanca. Tenía el pelo sujeto detrás de la nuca y podía oler el dulce perfume de su crema de afeitar.

"Son brownies. En agradecimiento por lo de la otra noche."

"Ohhh... ¡Hola! No te reconocí." Menos mal que no estaba bebiendo nada o se lo habría derramado encima de nuevo. Es que se veía completamente diferente sin la barba, y el pelo parecía estar más corto también. Se parecía más a una persona y no tanto al hombre de las cavernas. Ahora cuando Ross hizo la mueca de una sonrisa, se notó en todas las líneas de su rostro.

"Tenías razón acerca de la barba."

"Ah…" - Demelza sonrió cuando se dio cuenta de que lo estaba mirando fijamente, es que el cambio era asombroso. Como el día y la noche. Desvió su mirada a la caja que había puesto en frente de ella. Era de una pastelería muy elegante. "Gra-gracias. No tenías que molestarte."

"No fue ninguna molestia. ¿Te gusta el chocolate?"

"Sí. Me encanta."

Eso había pensado. Elizabeth no comía chocolate. ¿Porqué rayos había venido eso a su mente? No tenía idea.

"¿Has venido a ver a Verity?"

"¿Qué? Uhm, si. Si. Me dijo que pasara hoy, que tendría un momento para verme."

Demelza se puso de pie de prisa, y en su torpeza se llevó por delante la esquina del escritorio que se clavó en su pierna. Maldijo internamente.

"Le avisaré que estas aquí." – Intentando no renguear, le hizo un ademán para que la siguiera.

Verity se puso igual de contenta de verlo que en el día de su cumpleaños. Lo volvió a abrazar y le volvió a pedir disculpas por la presencia de su hermano y su cuñada. Al parecer, le habían dicho que tenían otro compromiso y no irían a su cumpleaños, por eso ella lo había invitado a él. Estaba mortificada que pudiera pensar que le había tendido una trampa. Ella quería que la familia estuviera unida, por supuesto, pero lo entendía si era pronto para él.

Toda la eternidad sería pronto. Ross suspiró, tal vez debería dejar de ser tan melodramático.

En el momento en que Demelza salió de la oficina de Verity, se vio rodeada de todo el staff femenino del Estudio haciéndole preguntas acerca del hombre increíblemente guapo que acababa de llegar. Hasta Jinny, la recepcionista, había abandonado su puesto y se había acercado. "¿Quién es, Demelza?" "¿Lo conoces?" "¿Acaso te trajo un regalo?"

"Es el primo de Verity, vino porque quiere vender su departamento. Estaba el otro día en la fiesta. Y eso es todo lo que sé."

"¿Y esto?" – preguntó Cecily, señalando la caja de brownies sobre su escritorio.

"Lo trajo… para todos."

Cuando Ross y Verity salieron de la oficina, Ross observó que varias de las otras empleadas estaban comiendo los brownies que él había traído a la chica pelirroja. Al menos Demelza también, que le puso cara de '¿Qué puedo hacer?', mientras mordía un bocado de pastel de chocolate.

"Están deliciosos. Te guardé uno, Ver." - masculló con la boca llena.

"Demelza, ya conoces a mi primo Ross. Pensé que tu podrías ayudarlo con el tema de su departamento."

"¿Con la venta?" – preguntó algo sorprendida tragando el bocado de brownie.

"Y a buscar uno nuevo, sí. Ross todavía tiene algunas pertenencias en el piso, hay que coordinar con los de mudanzas para que las retiren y ver en qué condiciones esta para fotografiarlo y publicarlo en la página."

"Uhmm…" – por lo general ese era el trabajo del área de ventas, o a veces de la misma Verity o Caroline, porque implicaba tratar con los clientes.

"Será una buena práctica, Demelza. Además, Ross no será muy exigente contigo. ¿Verdad, primo? No después de lo que hiciste por él el otro día." - Agregó. Dios, Verity. ¿Acaso no podía ser más obvia?

"Confío estar en buenas manos." - Las mejillas de Demelza ardían.

"Bueno, los dejo para que organicen todo entre ustedes. Yo tengo una reunión en unos minutos…"

Y así fue como Demelza terminó esperando por Ross Poldark una fría mañana de Octubre en la vereda de su antiguo departamento. Era un barrio moderno y refinado, de gente rica por supuesto. Ya había estado mirando los valores de las propiedades en esa zona y de seguro se vendería a un muy buen precio. Verity le había comentado como era el departamento también, ese día iban a verlo para acomodar las cosas y determinar que tipo de flete debían contratar. Judas, ¿Adonde estaba?

Demelza se acomodó su tapado, cerrándolo sobre su pecho para protegerse del frío. Habían confirmado la hora la noche anterior. ¿Debía enviarle un mensaje? ¿Dónde estás? ¿Te falta mucho? ¿Era eso poco profesional?

Cuando estaba a punto de sacar su celular de su cartera, lo vio doblar la esquina. Traía dos vasos de café en sus manos.

"Lo siento, lo siento. Pase a buscar un café para combatir el frío y estaba lleno de gente y tardaron un montón en atenderme." - dijo cuando estuvo a pasos de ella.

"Esta bien, no hay problema." Solo que mi nariz está congelada, pero no hay problema.

"¿Café cortado o capuchino? No sabía cuál preferirías, a mi me da igual."

"Cortado. Gracias." – Dijo tomando uno de los vasos. – "Té chai la próxima vez."

"Entendido."

Tenía tanto frío que bebió un sorbo de café allí en la vereda. El líquido caliente reconfortando su interior. Oh, Judas. ¿Acaso le había dicho que la próxima vez que se encontrarán tenía que llevarle té? Eso sí que era muy poco profesional.

"Quise decir, no es necesario que me traigas nada. Si nos vemos… otra vez. Supongo que si nos vamos a ver, bueno, definitivamente si nos vamos a ver. Tenemos que hacer la mudanza y buscar un nuevo departamento. Nos vamos a ver varias veces."

"Y yo traeré te chai." - Dijo el hombre mientras le abría la puerta de un moderno edificio. Será mejor que te calles, Demelza. Lo estás empeorando.

"Y yo te traeré un capuchino."

Genial.

La temperatura dentro de las puertas vidriadas aumentó considerablemente. Ella continuó bebiendo de su café, pero ya no se sostuvo el saco sobre su pecho con tanta fuerza. Demelza había tenido que tomar dos subtes para llegar allí desde su casa. El edificio estaba en la zona moderna de Londres, entre lo que ella siempre había asumido eran todos edificios de oficinas. Este podría haber pasado por uno también, seguro tenía unas vistas increíbles. Cuando entraron fueron recibidos por el portero, un hombre entrado en años con un uniforme impecable que al parecer trabaja allí hace mucho pues se acordaba de Ross y lo recibió con una gran sonrisa.

"¿Ha vuelto, joven Poldark?"

"Sí y no. Volví, pero voy a mudarme."

"Oh, eso es una pena."

"Ella es la arquitecta Demelza…?" - Ross se giró hacia ella, no recordaba si le había dicho su apellido.

"Carne."

"Demelza Carne. Me ayudará con la venta del departamento y con la mudanza."

"Mucho gusto. Saben que solo se puede realizar los sábados."

Por suouesto que Demelza ya lo sabía. Esa era la regla común en Londres, sábados por la mañana. Ese día era miércoles, quizás podrían organizarlo para ese mismo fin de semana. Pero primero debía revisar el departamento, no sabía cuántas cosas tenía allí Ross Poldark todavía.

"¿Vamos?" – Le dijo ella y dio un paso en dirección a los ascensores. Pero Ross no la siguió. En su lugar, buscó las llaves que tenía en el bolsillo de su chaqueta de cuero y estiró la mano para que ella las tomara.

"Es el quinto B."

Sin comprender, Demelza tomó las llaves.

"¿No vienes?"

"Preferiría no hacerlo si no es necesario."

Eso era raro. Demelza sabía que no vivía allí actualmente, sino ¿porque la había citado en la vereda en vez de esperarla directamente en el departamento? Pero asumió que querría arreglar sus cosas y ver en qué condiciones estaba el lugar.

La chica lo miraba sin comprender. ¿Cómo podía hacerlo? Tomó las llaves de su mano pero no se movió de dónde estaba.

"¿Hay un fantasma o algo?" – Preguntó frunciendo el ceño. Ross sonrió ante su broma, aunque no estaba muy lejos de la verdad. No, sus fantasmas no estaban en ese departamento, los llevaba consigo a todas partes, pero allí eran adonde habían nacido.

"No. Al menos, no lo creo." Él intentó bromear también. De repente se había puesto nervioso, las manos le sudaban. La chica lo seguía mirando fijo.

"¿Malos recuerdos?"- Ross asintió.

"Bien. Creo que puedo ir a echar un vistazo yo sola." - Ross agradeció internamente que no hubiera hecho más preguntas. Parecía entender, como había parecido en el cumpleaños de Verity, cuanto le afectaba lo que había sucedido años atrás, aunque no creía que supiera todo. Su prima no sería tan chismosa.

No fue necesario temer en fantasmas. El aspecto lúgubre y oscuro de una vivienda que estuvo vacía durante dos años no fue lo que Demelza se encontró. Apenas entornó la puerta la luz se coló desde el otro lado. Era la claridad del día que entraba por los grandes ventanales que iban del piso al techo. Luego de pasar por un pequeño recibidor, Demelza se encontró en una gran sala, más grande que todo el departamento que ella compartía con Caroline. Nada tenebroso por aquí.

Se quitó el tapado y lo dejo en el respaldo del sillón junto a su cartera, de ella sacó un anotador. Calefacción central, escribió, pues la temperatura era agradable. Pisos de porcelanato, muy luminoso… giró sobre sus talones intentando observar cada detalle, aunque no había mucho que ver allí. La sala estaba vacía salvo por el sillón, una mesa ratona y un mueble biblioteca en el que solo había una pequeña cajita. Con algo de curiosidad, se acercó. Al abrir la caja la luz de la mañana se reflejó en un hermoso anillo de ¿diamantes? ¿Era un diamante? ¡Judas! Demelza cerró de inmediato la cajita y la dejó adonde estaba. No debería estar revisando ese departamento sola si había cosas de valor. Fue a la cocina. Amplia y moderna, anotó. Abrió las puertitas del bajo mesada y del aparador. Solo encontró una cafetera. Después se dirigió a las que supuso eran las habitaciones. Dio primero con la master. Estaba igual de iluminada que la sala, con el mismo tipo de ventanal con una hermosa vista de la ciudad, con el ayuntamiento en primera plana y la Torre de Londres cruzando el río. Hermosas vistas, sumó a la lista en su anotador.

El paisaje la había distraído por un momento de la habitación, pero cuando Demelza dejó de mirar por la ventana, que estaban muy limpias remarcó en su mente, y miró hacia adentro, notó la diferencia con la sala. Aquí sí había muebles. Una amplia cama tamaño king, dos muebles altos embutidos en la pared, veladores que hacían juego con una peculiar lámpara que colgaba del techo. Un espejo, un pie de cama, un vestidor... wow, el tamaño del vestidor. Eso lo resaltaría en el anuncio. Aun había algo de ropa colgada en los roperos, y en los cajones también. Ropa de cama y ropa de hombre. Supuso que Ross no se había llevado toda su vestimenta a su viaje. Habría que empacar todo eso.

Pensando en como organizarían la mudanza, Demelza revisó el baño en suite. Agregaría la palabra 'elegante'. Todo era muy lujoso. Tendrían que hacer un retoque de pintura en las paredes y lustrar el piso de la sala y el piso flotante de la habitación, pero no les tomaría mucho tiempo. Aunque...

¡Yikes!

Demelza se detuvo cuando abrió la puerta a la última habitación que le faltaba por ver. Si tuviera que describirla con una palabra, sería 'caos'.

¿Qué era lo que estaba mirando? ¿Era una oficina? Eso parecía de acuerdo al escritorio en la pared opuesta, que estaba cubierto por cajas y pilas de papeles y carpetas. Había dos bibliotecas llenas de libros y cds... bueno, esos sí que irían a parar a la basura ¿Quién escucha cds hoy en día?... ¡¿Acaso esos eran discos de vinilo?! Y si había discos... Demelza miró alrededor buscando un tocadiscos. Podría estar en cualquiera de las docenas de cajas y bolsas que había desparramadas por el piso. Había un computador, impresoras, los electrodomésticos que faltaban en la cocina estaban allí también. Mas carpetas, una puerta... ¿adónde llevaba esa puerta?

Le costó abrirla. No estaba cerrada con llave, solo trabada. Tuvo que hacer fuerza con su hombro y su cuerpo y cuando logró abrirla no pudo ver nada hacia adentro. Era la única habitación que no tenía luz natural, estaba completamente a oscuras.

¿Qué habría allí? Si había algún fantasma definitivamente estaría en esa habitación.

Tanteando la pared juntó a la puerta buscó la perilla de la luz, creyó encontrarla y la apretó. Y justo cuando se encendió una luz lúgubre y roja, sintió una presencia detrás de ella.

"¡AHHH!" - Gritó.