Capítulo 6

"¡Ahhh!"

"Lo siento, lo siento. Solo soy yo, no quise asustarte."

"¡Judas! Por el amor de Dios."

Demelza se tomó el pecho. Había pegado un salto y dado un alarido que retumbó en la pequeña habitación en donde Ross solía revelar sus fotografías.

"¡Tienes que dejar de hacer eso!" - exclamó. Ese hombre la mataría de un susto.

Demelza había salido a la sala mientras intentaba recuperar el aliento, él la había seguido. Ross la miraba apenado, no había querido asustarla. Se había quedado abajo, sintiéndose mal por lo cobarde que era. Era su departamento, su hogar. Había vivido años allí, ahí había sido feliz... Y sí, su vida se había destruido allí también, pero nada pasaría por entrar allí de nuevo a echar un vistazo. Después de todo el daño ya estaba hecho. Así que había juntado coraje y llamado el ascensor. Demelza había dejado la puerta entreabierta y la encontró en su antigua oficina que ahora parecía un basurero, con la cabeza metida en la sala de revelado.

"¿Quieres un vaso de agua?"

"No tienes vasos... o deben estar metidos por ahí." - hizo señas a la puerta de la oficina. - "Estoy bien. Pero de verdad, la próxima vez avisa que estas cerca."

Supuso que sí era muy sigiloso. No solo a Demelza la había sorprendido porque no lo había escuchado, así había sucedido aquella noche también.

"Me queda algo de café, aunque ya debe estar frío." - le ofreció mostrándole el vaso de papel que aun sostenía en su mano.

"Creo que sobreviviré. Pero ¿qué haces aquí? Creí que no querías volver a pisar este lugar." - le preguntó la chica. Sí que le había dado un buen susto, otro buen susto.

"No quiero, pero..." - Ross llevó los hombros a las orejas - "Es solo un departamento ¿no es así?..."

Demelza quería darle la razón, aunque solo fuera para mostrar algo de solidaridad. Ella no sabía que historia tenía él con ese lugar, pero sí sabía que todas las personas se encariñaban con el lugar en donde vivían. Con su hogar. La casa adonde crecimos o la de nuestros amigos donde solemos reír, la de nuestros abuelos inundada de aromas deliciosos, o nuestro primer departamento lejos de casa. Cada lugar tenía una historia, solo que era la primera vez que Demelza se encontraba con alguien que odiaba un lugar adonde había vivido.

"... y pensé que quizás habría que mover cosas, y no es justo que lo hagas tu sola."

"No hay problema si no quieres estar aquí, puedo pedir a alguien que me venga a ayudar a empacar todo y lo haremos con mucho cuidado. Pero son tus pertenencias... y hay un montón de cosas que creo que deberías clasificar y decidir si las quieres llevar a tu nuevo departamento o si son para tirar. O incluso puedes donar lo que ya no uses y esté en buenas condiciones."

"¿Ustedes se encargan de eso también?"

"Uhm, no. No lo creo. Pero conozco un refugio que está cerca de mi casa que acepta donaciones de todo tipo y ellos se encargan de repartirlo a quien lo necesite. Yo voy algunos fines de semana..."

"¿A comer?"

"¡No! Como voluntaria." - La chica sonrió. No solo la había asustado, sino que ahora la había tratado de desamparada. Clásico, Ross. Pero por suerte ella creyó que era una broma y no que su cerebro iba a dos por hora en ese departamento. ¿Cuántos años había vivido allí? Tres con Elizabeth, más tres años solo, se había mudado allí después de que falleciera su padre. Parecía que hubieran sido siglos...

"Si no tendrás que seleccionar las cosas cuando consigas un nuevo departamento..." - Demelza decía.

"No. Más vale que lo haga ahora. No quiero todo esto en mi nuevo lugar."

"Genial. Entonces mañana me encargaré de traer cajas y creo que podemos tener todo listo para el fin de semana, así que hablaré con los de mudanzas para que vengan el sábado. El departamento en sí está en buenas condiciones. Una vez que esté vacío lo limpiaremos bien, quizás pintemos algunas paredes, y ya podríamos sacar las fotos. Con algo de suerte podremos subir la publicación los primeros días de la semana que viene... ¿Ross?" - Demelza se había distraído tomando nota de todo lo que tenía que hacer para no olvidarse nada. Era su primera incursión en el mundo inmobiliario y quería que todo saliera perfecto. Además, no quería defraudar a su jefa que la había puesto al frente de la tarea con nada menos que su primo como cliente. Ross había comenzado a caminar por la sala, se había acercado al ventanal a contemplar el paisaje, y cuando Demelza se volvió a percatar de él estaba congelado como una estatua frente a la cajita que contenía el anillo.

Había dejado su anillo. El anillo de oro con un diamante que él le había regalado para marcar su tercer aniversario y su compromiso. No había nada más que eso. De repente, Ross se vio con la pequeña joya entre sus dedos, como si ese objeto inanimado estuviera mofándose de él. ¿Acaso había dejado todos los otros regalos que le había hecho? La sala estaba vacía ahora, pero no estaba así cuando él se fue y dudaba que todo estuviera guardado en su oficina ¿qué había hecho con todo lo demás? ¿Lo había tirado a la basura? ¿O todo lo que había decorado su departamento estaría ahora en la casa que compartía con Francis? - "Ross..."

Fue directo al baño que estaba junto a la cocina. Demelza lo siguió, se veía casi descompuesto, y llegó a tiempo para verlo arrojar el anillo al inodoro y tirar la cadena.

"¡No!" - jadeó ella sorprendida mientras él volvía a insistir con la cadena. Todo era ridículo de verdad. Ese extraño y ella en el pequeño toilette - que no había visto y tenía que agregar a su lista de cualidades – ella arrodillada mirando el agua en el retrete que daba vueltas y vueltas y al anillo que por supuesto se negaba a irse. Bueno, hacía dos años que nadie iba al baño allí ¿verdad?

Demelza metió la mano al agua y sacó el anillo. "¿Acaso estás loco? ¡Este anillo debe costar una fortuna!" – exclamó y se mordió la lengua inmediatamente pues prácticamente había insultado a su cliente, y primo de su jefa. ¡Judas!

Demelza se puso de pie y volvió a seguirlo cuando Ross salió de prisa de vuelta a la sala.

"Discúlpame, no quise decirte así solo que…"

"No. Tu discúlpame. No quise volver a asustarte." - Ross dijo con voz grave y sacudiendo la cabeza.

"No lo hiciste. No otra vez." Cuando Ross se volteó, la joven buscaba algo en su cartera con una mano y con la otra sostenía el anillo con la palma hacia arriba. Sacó un paquete de pañuelos descartables. Colocó uno sobre el respaldo del sillón y sobre él apoyó el anillo. Con otro pañuelo se secó las manos y volvió a buscar en su cartera de dónde sacó una botellita de alcohol en gel y se limpió bien las manos.

"No puedo ni ver esa cosa…"

"¿Fantasmas?" – Ross asintió.

Una hora más tarde, ambos estaban sentados en el piso de la sala con la espalda apoyada contra el ventanal. No sabía por qué, pero Ross le había contado toda su historia con Elizabeth. Tal vez para que no pensara que estaba desquiciado, aunque lo más probable era que si lo estuviera. Demelza lo miraba con sus grandes ojos verdes, se habían ido agrandando a medida que hablaba. No había notado su color antes, ni lo profundos que eran. Le recordaban al color del mar de Cornwall.

"Te dejé sin habla."

"Ehm, no. Solo que… es toda una historia."

"¿Verity no te había dicho nada?"

"Algo. Pero no le presté mucha atención para ser honesta… Debes odiarla de verdad. A tu ex."

Si, deberías odiarla.

"Es extraño. Se que debería hacerlo. Pero es como si mi mente todavía se negara a aceptar que la mujer que está casada con mi primo sea la misma Elizabeth que yo conocí. Y pensé… pensé que después de todo este tiempo había quedado todo atrás, que ya no me sentiría así ¿sabes? Pero volver a Londres, verla el otro día, venir aquí… revolvió todo."

"Huir no es nunca la solución. Tal vez comenzar de nuevo te ayude. Buscar tu propio lugar, un lugar sin recuerdos y empezar de cero. Ella rehízo su vida ¿no es así? Tu debes rehacer la tuya también."

"Es un buen consejo."

"Puedo tirarte las cartas también si quieres, y ver tu aura." – Lo dijo con tanta naturalidad que Ross pensó que hablaba en serio.

"¡Estoy bromeando!"

"Oh. Debo acostumbrarme a que las mujeres no siempre dicen la verdad." - Cómo cuando dicen que te aman y después se acuestan con tu pariente más cercano.

"Ouch."

"Sin ofender."

"No me ofendo, pero tampoco creo que es justo que generalices."

"Lo sé. Siento haberme descargado contigo con todo esto, vaya a saber lo que debes pensar de mí."

"Nada malo, te lo aseguro. Así es la vida, cada uno tiene su historia."

"¿Cuál es la tuya?"

Bueno, todos menos ella. Pero como él le había contado algo tan privado e importante de su vida, sintió que era justo que ella también le dijera algo, por más aburrido que fuera.

"Uhm… soy la mayor de siete hermanos…" – Ross silbó sorprendido – "… . Mi mamá falleció cuando yo tenía trece. Mi papá hizo lo que pudo, pero jamás se recuperó de la muerte de mi madre. Yo me encargué de cuidarlos mientras él trabajaba. Y comencé a trabajar también desde que tenía dieciséis para ayudarlo. Pero él siempre quiso que terminara el colegio y luego me dieron una beca en la universidad de Truro. Allí conocí a Caroline…"

"¿Caroline?"

"Mi amiga. Creo que no la has visto aún, trabaja en el Estudio también, estaba el otro día en la fiesta. En fin, cuando nos graduamos nos vinimos a vivir aquí, ella empezó a trabajar con Verity y yo entré un año después. Lo que fue hace poco más de un año… y eso es todo." – concluyó, haciendo un ademán.

"Espera, te salteaste las partes divertidas. ¿Qué hay de tus novios?"

"¿Novios?"

"Sí."

"No todos tenemos una historia tan emocionante como la tuya." – Dijo, lo que le pareció causarle gracia.

"No fue muy divertida para ."

"No quise decir eso. Lo que digo es, tu estuviste enamorado. Te entregaste con todo tu corazón. Sufres por ese amor, sangras por ese amor. Estas vivo por él. Yo, jamás sentí algo así. Sí, tuve un novio en el colegio y otro en la Universidad, y… tengo citas"mayoritariamente arregladas por Caroline"...pero nada que valga la pena remarcar. En algún punto te envidio, no el sufrimiento, pero… haber amado."

Ross la observó por un momento.

"Ten cuidado con lo que deseas… Llegará ¿sabes? Tienes toda tu vida por delante, ya conocerás a alguien de quien te enamoraras perdidamente, y él se enamorará perdidamente de ti. Estoy seguro."

Al menos uno de los dos estaba seguro.

" tienes tu vida por delante también. Empieza por ordenar tus pertenencias."


"¿Qué es eso?"

Caroline preguntó, señalando la pequeña cajita de terciopelo negra que estaba sobre la mesa de la cocina. Demelza estaba sentada frente a su notebook, pasando en blanco sus anotaciones y buscando teléfonos de joyerías.

"Oh. Es un anillo que Ross me dio para que venda."

"¿Qué? ¿Te dio un anillo?"- Su amiga abrió la cajita inmediatamente, los ojos le brillaron cuando vio su contenido.

"Era el anillo de compromiso que le había dado a su novia. Estaba en el departamento. Lo quiso tirar al excusado, pero lo convencí de que lo vendiera si ya no lo quiere."

"Pues claro que ya no lo quiere, Demelza. Entonces… ¿Qué tal es?" – Preguntó su amiga con un interés pobremente disimulado.

"Parece amable." – respondió sin quitar la vista de la pantalla. Su amiga se había sentado frente a ella, había sacado el anillo de la cajita y se lo estaba probando.

"¿Amable como 'el cajero del supermercado es amable'? Ya habías dicho eso, Demelza. Ahora pasaste todo el día con él ¿y no tiene algo más interesante que decir?" – Demelza puso los ojos en blanco.

"Tiene un pasado importante."

"Lo sé, Verity nos lo contó."

"Sí, pero no nos dijo que él seguía enamorado de su cuñada… ese anillo estuvo en el retrete ¿sabes?" Caroline estaba contemplando como quedaba en su dedo anular, la miró con horror cuándo le dijo eso y un segundo después intentó sacárselo.

"¡No sale!"

"¿Cómo que no sale?"

Eso desvió la conversación lejos de Ross Poldark. Demelza aún no acababa de comprender porque le había contado todo aquello a ella, una desconocida. Supuso que quería sacárselo de adentro, a veces hacía bien solo hablar de nuestros problemas, contar nuestra versión a alguien completamente ajeno a la situación. Ella era imparcial, bueno, ahora que sabía todo no podía dejar de juzgarla a ella. A Elizabeth. La había visto en algunas fotos que Verity les había mostrado con su sobrino, la vio la noche de la fiesta. Era hermosa de verdad, tenía que serlo para ser modelo. Así dijo él que la había conocido, en una sesión de fotos. Pero Demelza, que siempre tendía a ser generosa, se dijo internamente que no debía ser tan dura con alguien a quien no conocía. Después de todo, toda historia tiene dos versiones. Y a ella no tenía por qué interesarle. Solo le importaba vender ese departamento y conseguir uno nuevo para su cliente. Todo absolutamente profesional.

"Caroline, más vale que intentes con agua y jabón. ¡Tiene que salir!"

"¡La bruja tenía los dedos muy delegados!"

El día siguiente fue toda una odisea llegar al departamento con todo lo que cargaba. Ross ya estaba allí, esperándola apoyado contra la pared. Esa mañana tenía el pelo suelto, los rulos oscuros le llegaban a cubrir las orejas. Tenía una chaqueta de jean con corderito blanco adentro, zapatillas y pantalones de jogging cómodos para la tarea que deparaba el día. Se veía pecaminosamente apuesto, y Demelza sintió arder sus mejillas cuando él la vio y en su rostro se dibujó una sonrisa.

Se apresuró a acercarse y ayudarla con una de las bolsas que traía.

"¿Qué es todo esto?"

"Las cajas para que vayamos guardando las cosas. Papeles de embalar, marcadores, cinta adhesiva, cosas para limpiar, más bolsas. También traje un termo con café y una botella con agua. Y algunos snacks por si nos da hambre." – Dijo mientras él le sostenía la puerta de entrada.

"Yo te traje té chai."