Viaje 10
Resulta que no hubo una estación de servicio durante años. Cuando finalmente llegaron a una gasolinera, ella también necesitaba utilizar el toilette. Y algo de aire. De repente se sentía como el auto más pequeño de todo el maldito mundo.
"¿De verdad vamos a dejar a ese hombre aquí?" - le preguntó una voz preocupada desde atrás.
Demelza caminaba de prisa a través de la explanada de la estación del servicio hacia el negocio, mientras Caroline iba a paso lento hacia el baño. Ella iba a buscar las llaves. El objetivo era moverse lo suficientemente rápido como para que Ross no pudiera alcanzarla para hablar. Hasta ahora había logrado evitar el contacto visual directo después de la discusión por la música. Ese era su plan, perfectamente sostenible durante los próximos seiscientos kilómetros.
Con lo alto que era y sus piernas largas, Hugh le podía seguir el paso sin ninguna dificultad. Lo miró por encima del hombro.
"Probablemente no." - dijo. - "George es propenso al dramatismo. Lo mejor es frenarlo desde el principio o molestará todo el día."
"¿Cómo lo sabes?"
Hugh corrió delante de ella para abrirle la puerta cuando llegaron al autoservicio. Demelza le sonrió en agradecimiento, él parpadeó. Era algo torpe y tenía ojitos soñadores. Había algo de adolescente en él, pero creía que tenía por lo menos su misma edad.
"Los conozco. George es amigo de Ross, él y yo solíamos salir"
"Oh. ¡Oh! ¡Qué increíblemente incómodo!" —dijo Hugh, llevando una mano a su mejilla en asombro.
Ella se rio, sorprendiéndose a sí misma. "Sí, algo así."
Mientras le pedía las llaves a la señora que estaba en la caja del autoservicio, la vio a Caroline a través del vidrio que se acercaba lentamente y le hizo señas que iba en dirección al baño. También los vio a Ross y a George cerca del auto que parecían estar discutiendo. Demelza suspiró.
"¿Quieres que te compre algo?" - le preguntó el chico cuando ella estaba por salir con las llaves.
"No, gracias. Tenemos suficiente comida en el auto." - le respondió y se apresuró a ir con su amiga. Caroline había empacado suficientes bocadillos para el viaje en carretera para ellas dos, pero Ross solía comer como un elefante. Tal vez no era mala idea que compraran algo más para comer… No, que él se encargara si tenía hambre. Así que lo dejó a Hugh en la surtida tienda para que comprara su desayuno y ella se apresuró a ir con Caroline que tenía algo de prisa.
"¿Segura que podrás aguantar las próximas horas en su presencia?" – Le preguntó su amiga mientras se lavaba las manos.
Demelza suspiró. "No es tanto Ross como George el que me saca de quicio. ¿Qué hace con él de todas formas?"
"¿No se lo preguntaste?"
"No." – no le había preguntado nada en realidad. Todo su plan, la idea de mantenerse calma, parecía haber volado por la ventanilla en el choque. – "¿Crees que es cierto… lo que dijo de que no tiene novia?"
"¿Por qué mentiría?"
"¿Por qué mentiría George?"
"Porque es George, tu misma lo acabas de decir…"
"Lo sé. Es solo que…" – solo que le dolía pensar que Ross hubiera rehecho su vida. Era egoísta de su parte, sí. Pero cuando Caroline le dijo que tenía novia una extraña sensación se había apoderado de su pecho, algo muy parecido a celos. Y no es que ella quisiera volver con él, solo que sumaba a la sorpresa de habérselo encontrado esa mañana. – "Nada. Él puede hacer lo que quiera."
"Igual que tú."
"Exacto." – No que su vida amorosa hubiera avanzado mucho en esos años. No, ella se había enfocado en el trabajo, en poner en marcha su propio Estudio de Arquitectura y Diseño junto Caroline y no tenía tiempo para mucho más. Por supuesto, eso no era enteramente cierto.
Cuando salieron del baño, Caroline decidió que era un buen momento para llamar a su esposo. Demelza volvió a caminar sobre la explanada, Hugh estaba sentado en un banco tomando un café y comiendo la mitad de un sándwich de pastrami y queso, los demás no se veían por ningún lado. Luego de devolver rápidamente las llaves se sentó junto a él.
"Lamento que hayas quedado en medio de todo esto. Literalmente. ¿Vas muy incómodo ahí atrás?" – le preguntó.
"Estoy más preocupado por mi guitarra que por mí. No me gusta que vaya en el techo. Y… estoy algo preocupado por ti y ese tipo."
Demelza le sonrió. Hugh le ofreció la otra mitad de su sándwich que todavía estaba en el paquetito de plástico, pero ella negó con la cabeza.
"Fue solo la sorpresa, eso es todo. Sabía que iba a estar en la boda… Pero no te preocupes, Ross y yo podemos ser civilizados durante unas horas."
"Oh, así que todo terminó, ya sabes, ¿amistosamente entre ustedes?" - Preguntó interesado Hugh, que terminó de comer su mitad de sándwich y sacó una barra de cereal del bolsillo y volvió a ofrecerle.
"No, gracias. Uhm, ¿amistosamente?"
La noche en que rompieron, le había gritado. No en la forma en que la gente grita por lo general, sino con un sonido que había arañado su garganta. Ella estaba llorando, por lo que había pasado y por sus acusaciones. Por lo que él había hecho y porque él creía que ella podía hacer algo igual. Había golpeado su pecho con sus puños, y luego había llorado hasta que todo su cuerpo pareció quedar destrozado. Después, no comió durante tres días y jamás había vuelto a probar una gota de alcohol.
"Algo así... Algo así."
Cuando volvían al auto para acomodar la guitarra, se percató de Ross apoyado contra un costado. La había estado observando, con los brazos cruzados, el sol levantándose detrás de él. Podría haber estado posando para una publicidad o algo. Para una marca de jeans o una colonia cara. Se veía ligeramente desaliñado y con la expresión ceñuda, pero ahora que lo observaba con más detenimiento también le parecía más adulto, los ángulos de su rostro con un corte más limpio.
Demelza mantuvo sus ojos en él demasiado tiempo, y él atrapo su mirada por solo un momento. Ella bajó sus ojos al piso inmediatamente.
"Demelza." – Dijo cuando se acercaron, y él también se aproximó al auto interponiéndose en su camino. Ella lo rodeó, pasando junto a él para ir al maletero del coche.
"Demelza, por favor." - dijo, más bajo ahora. – "Deberíamos hablar. Vamos a estar atrapados en el auto juntos durante la mayor parte del día. No quieres… no crees que deberíamos tratar de hacerlo menos… ¿incómodo?"
Demelza cerró de un golpe el maletero. No había nada, ni un centímetro de espacio para que la guitarra cupiera allí. Hugh estaba inspeccionando el nudo de la soga que sujetaba en el techo la estúpida maleta de George y su instrumento.
"Lo siento, Hugh. No hay espacio en el baúl. Podrías llevarla contigo atrás, George carga su estúpido regalo así que tu podrías llevar tu guitarra." – y si no entraban lo podrían dejar a George de verdad.
"Nah, molestaría a los demás. Parece que va bien ahí arriba, mientras no llueva estará bien. Voy a dar una vuelta, a estirar un poco las piernas antes de seguir." – Dijo Hugh. - "Vuelvo en cinco."
No debería haber dicho 'algo así'. Él no la habría dejado sola con Ross si le hubiera dicho que su ruptura había sido todo menos amistosa.
"Di… ¿Ni siquiera puedes mirarme?"
Sinceramente, no estaba segura de poder hacerlo. Cada vez que lo miraba a Ross dolía. Se sentía como si fueran dos imanes con el mismo polo repeliéndose uno del otro. En cambio, Demelza miró al parque junto a la estación de servicio. Estaban en las afueras de Birmingham y había algunas personas haciendo ejercicio o paseando a sus perros. Vio un pequeño caniche dando vueltas en círculo alrededor de su dueño, un perro salchicha con un sombrero rosa ridículamente adorable. El sol avanzaba poco a poco detrás de ellos, dibujando largas sombras en el césped. Lo vio a George salir de la tienda y acercarse al borde del parque también, con el celular al oído. No quería que lo mordieran, pero quizás uno de los perritos podría gruñirle un poco.
"¿Dónde está Caroline?" - Preguntó él, determinando que tal vez era mejor empezar por otro lado.
"Está hablando con Dwight. De seguro le está haciendo mil preguntas sobre cómo se siente y me va a llamar a mi después para corroborar que le dijo la verdad." - dijo ella, sin levantar la cabeza.
"No sabía que estaba embarazada, nadie me dijo..."
"¿Ya no hablas con Dwight?" - preguntó con curiosidad pues sabía que al principio, cuando recién se separaron, Ross se mantenía en contacto con el marido de su amiga. Pero después ella no preguntó más sobre él y no sabía...
"No. Hace casi un año que no hablamos. Debe estar feliz..." - su voz era suave, cauta, y Demelza se atajó internamente para la pregunta que sabía vendría a continuación. - "¿Y tú? ¿Cómo te sientes con... con su embarazo?"
Ross tragó saliva y ella no pudo más que levantar la vista hacia su mirada llena de preocupación.
"Estoy bien." - dijo con un nudo en la garganta y su voz tan baja que se perdió entre el ruido de los vehículos que pasaban más allá en la carretera. - "Estoy feliz por ellos, de verdad. Será mi ahijada."
Ross la contempló por un momento. Todo lo que quería era rodearla con sus brazos como lo había hecho tanto tiempo atrás. El dolor aun crudo, todavía tan enorme que llevaba lágrimas a sus ojos. Pero las detuvo, así como ella también luchó con éxito para contener las suyas.
"¿Se lo dijiste a Caroline?" - murmuró él.
Demelza sacudió la cabeza. No. Eso había quedado solo entre él y ella, solo ellos llevaban esa marca en el corazón que jamás se borraría.
Antes de que se diera cuenta, Ross apoyó su mano sobre su brazo y apretó ligeramente. Era la primera vez que la tocaba en, bueno, en años. Y el calor que emanaba de su contacto era como un bálsamo que la inundaba, reconfortándola. No se había dado cuenta cuanto lo necesitaba. Hacía unos meses, cuando Caroline le había contado que estaba embarazada, ella se sintió feliz por su amiga, de verdad. Pero también había traído a flote recuerdos de un momento en su vida que la habían marcado para siempre. Pero no podía mostrarlos, no podía decirle a Caroline, no era ese el momento, arruinaría su felicidad. Y Demelza había querido más que nunca llamarlo, contarle, solo escuchar su voz como la había escuchado durante esas tristes semanas.
A ahora estaba allí. Cualquier cosa que hubiera dicho estaría de más. Solo el roce de su mano y su triste sonrisa y ella sabía que él era la única persona en el mundo que podía entenderla. ¿Cómo... cómo es que habían terminado así?
"Serás una excelente madrina, la niña te va a adorar." - dijo con toda sinceridad. - "Me hubiera gustado que me avisaras. Estar allí para ti..."
Fue ella la que rompió la conexión, él por supuesto no lo haría.
"Dijimos que no habría contacto."
"Tu dijiste. Yo no."
Demelza alzó las cejas. De repente todo era muy íntimo, muy... familiar.
"Lo siento." - dijo Ross al darse cuenta de que ella estaba incómoda. Estaba jugueteando con sus pulseras, cerrando las manos, hundiendo sus pequeñas uñas rosas en la palma de sus manos. "Estoy muy feliz por Caroline y Dwight también." - agregó cuando ella no respondió.
"Dwight la vigila como un halcón, no para de comer."
Él sonrió y ella comenzó a sonreír también.
"Me imagino que Dwight debe estar caminando por las paredes... ¿Cuánto le falta?"
La sonrisa creció a pesar de sus mejores esfuerzos.
"Es un manojo de nervios. Le falta menos de un mes." - le respondió ella como si nada pasara, de repente estar hablando con Ross de sus amigos le parecía lo más normal del mundo. Volvió a la realidad cuando él se peinó el cabello hacia atrás con los dedos, como si todavía lo tuviera lo suficientemente largo. Un viejo tic. Uno que a Demelza particularmente le encantaba. Judas.
"¡Es hora de ponernos en marcha!" - alguien dijo. George pasó junto a ellos dirigiéndoles una mirada mordaz y sin decir nada más abrió la única puerta de atrás que funcionaba y se ubicó en su lugar. Hugh comenzó a regresar del parque y Caroline se acercaba también.
"Siento lo de George. Se comportará a partir de ahora. Ya hablé con él." - dijo Ross apresuradamente antes de que los otros llegaran.
"Aun no entiendo qué hace aquí contigo." - dijo ella, justo cuando Caroline apareció a su lado.
"Bien, me alegro de que ya se estén hablando aunque sea, porque yo iré atrás en tu lugar Ross."
"¿Qué? ¿Porqué?" - Demelza exclamó como si su amiga se hubiera vuelto loca.
"Órdenes del Doctor Enys." - dijo mostrándole el teléfono. - "Dice que debo descansar y tratar de dormir un poco. Y no puedo hacer ninguna de las dos cosas si voy de copiloto y tengo que estar mirando el camino." - sentenció, tan molesta como se sentía ella. Porque Caroline podía ser una mujer audaz, pero respetaba los consejos médicos de su marido a rajatabla. En todo menos en la comida.
Demelza casi que entra en pánico. "¿Eso significa que Ross va a ir adelante conmigo?" - le preguntó a su amiga entre dientes y llevándola a un lado.
"No creo que lo quieras a George a tu lado. Y Hugh es más delgado, voy a estar más cómoda con él si va atrás... ¿Qué está haciendo?"
Demelza miró por encima de su hombro hacia el parque. Hugh corría hacia ellos sacudiendo las piernas y los brazos en el aire y con sus rulos castaños al viento. Detrás de él lo perseguía un gran perro bóxer arrastrando a su dueño por la correa.
"¿Qué rayos...?" - murmuró ella. Hugh se trepó a la parte trasera del mini, empujando a George, y Caroline subió a su lado. Ella se subió al auto también, las puertas se cerraron justo cuando el enorme perro los alcanzó y arañó la ventanilla trasera, intentando llegar a su presa mientras ella intentaba a tientas de encender el motor.
Hugh pegó un gritito. "¿Qué es lo que quiere?" - preguntó George y Hugh le enseñó la otra mitad de su sándwich.
"Por el amor de Dios, dame eso."
George bajó un poco el vidrio y a través de el arrojó la mitad del sándwich de Hugh, que decía "¡Lo siento! ¡Lo siento!" Mientras ella lograba poner en marcha el Mini y el perro movía la cola saboreando su bocadillo.
"Ufff... Este viaje no deja de ser entretenido." - resopló Caroline desde el asiento trasero.
"Oh, Dios mío, lo siento mucho" - dijo de nuevo Hugh, mortificado y sin aliento.
"No pasa nada, querido. A todos nos ha perseguido un perro alguna vez."
George se rio. "Olvidé lo bien que me caías, Caroline." - dijo.
"¿En serio? Porque tú nunca me agradaste en absoluto."- aclaró su amiga.
Demelza maniobró para salir de la estación de servicio. No lo pudo resistir, por un segundo su mirada se desvió hacia Ross en el asiento del pasajero que estaba intentando atrapar su mirada de nuevo.
"Solo seiscientos kilómetros para llegar" - dijo, lo suficientemente bajo para que solo Demelza lo escuchara.
George le estaba explicando a Caroline y a Hugh que "a menudo lo malinterpretaban" y que él estaba "en un proceso de cambio, intentando tomar las riendas de su vida. Así como un libertino en una novela romántica mal escrita." - ella puso los ojos en blanco y la vio a su amiga acomodarse para dormir a través del espejo retrovisor.
"Seiscientos cuarenta kilómetros. Estoy segura de que se pasarán volando."
