Capítulo 11
"Mmmm..." - Demelza se desperezó bajo las mantas sin abrir los ojos, de seguro faltaban algunos minutos para que sonara la alarma. Tenía la preocupante y muy adulta costumbre de despertarse antes que sonara el celular. Hábito que venía con la madurez y la rutina. Lo que no era nada rutinario era que lo primero que se le venía a la mente al despertar era la imagen de Ross Poldark. Y sus labios en los suyos... ¡Judas! Ese beso... ¿Qué se le había cruzado por la cabeza? No dejaba de preguntárselo. Como tampoco dejaba de recordar su dulce sabor. Fue mala suerte que Caroline no estuviera en Londres ese fin de semana pues no tenía a quien contarle, no quería decirle por teléfono. Y tampoco se lo podía decir a Verity, él era su primo ¡Y su cliente! Había reglas contra eso. Bueno, más bien lineamientos sobre comportamiento profesional. Demelza se acurrucó bajo las sábanas. La mañana era fría como todas las mañanas últimamente y nadie había prendido la calefacción... ¿Podría perder su empleo? ¿Verity la despediría si se enteraba? Lo dudaba mucho, pues ella era la que quiso presentarle a su primo en primer lugar, lástima que se había olvidado del pequeñísimo detalle de que él todavía estaba enamorado de alguien más. Era tan obvio.
¡¿Y a ti que te importa?! Cierto. Cierto.
Ese no fue un beso de verdad. Fue solo una pantomima, otro show montado para que esa mujer creyera que Ross no andaba llorando por los rincones por ella. Para él no había sido nada. Ni para ella tampoco. No se había dormido pensando en él las últimas tres noches. No había apagado la luz, puesto música lenta en su celular y con auriculares no se había metido bajo las sábanas pensando él. Recordando como sus brazos la habían rodeado, como sentía sus dedos acariciar la parte baja de su espalda, como su lengua rozó la suya y como su pecho subía y bajaba contra el de ella. No, no había pretendido que sus dedos eran los suyos mientras se acariciaba en la soledad de su habitación.
Demelza pegó un salto y salió de la cama. Judas. La alarma empezó a sonar cuando se estaba colocando las pantuflas y se envolvió con una bata que había sido chaqueta en sus mejores tiempos, antes de apagarla. Lo primero que hizo fue encender la calefacción y poner agua en la pava eléctrica. Puso para dos, Caroline estaría por llegar de un momento a otro. La historia que tendría para contarle...
Aunque no era realmente una historia muy interesante, reflexionó mirándose al espejo. Es más, No había vuelto a saber de Ross durante todo el fin de semana. Eso no debía resultarle extraño, solo porque el fin de semana anterior lo habían pasado juntos no significaba que sería así de nuevo. Estaban trabajando, Demelza – se dijo. Limpiando su departamento, mudando sus cosas ¿recuerdas? Bueno, sí. Pero también habían ido a lo de Zacky, a ayudar con la cena para los indigentes... Él solo estaba siendo educado, Demelza. Eso fue todo.
Pero... si eso era todo, ¿por qué la había besado? O, mejor dicho, ¿Por qué la había besado así? Su ex no estaba lo suficientemente cerca para verlos bien. Él no solo se había dejado besar, con sus labios solo tocándose, no. Él la había abrazado y la había besado con ganas.
Ves demasiadas películas románticas.
Tal vez esa es su forma de besar. Tal vez todos los besos que te dieron en tu vida fueron mediocres y tú no lo sabías. Él dijo que eras su amiga ¿no es así? Sus textuales palabras, "Gracias, Demelza. Eres una gran amiga."
Amiga.
Más bien, eres una gran arquitecta. Tus servicios incluyen limpieza, remodelación, puesta a punto, venta, compra, diseño de interiores y pretender ser su novia cuando tu cliente lo necesita. Judas, Demelza, ¡sí que eres melodramática! Tú lo ofreciste, y él aceptó. Ahora olvídalo ya. Vuelve a ser la profesional que tú eres, y recuerda que él es tu cliente y una vez que compre su nuevo departamento ya no tendrás que saber más de él. Excepto por la parte esa de que ahora eran "amigos". Bueno, su amigo no había dado señales de vida después de que se despidieron el viernes y estaba bien así, era lo más sensato. "Ahora, concéntrate en tu trabajo." - le dijo a su reflejo, apuntándola con un dedo.
Cuando Caroline llegó al departamento que compartían, Demelza ya estaba desayunando en la isla de la cocina. Que era isla y mesa y división del living, todo en uno. La vio entrar y dejar su bolso junto a la puerta, colgó su tapado grueso en el ropero y se acercó con una sonrisa y mordiéndose el labio, y con una de sus manos detrás de su espalda.
Antes de que pudiera decir nada, su amiga dio un pequeño brinco y gritó: "¡Estoy comprometida!" y estiró el brazo que tenía escondido mostrando su anillo que ella no llegaba a ver bien por como saltaba y aplaudía en el aire.
"¡Judas, Caroline!" - Demelza apoyó la taza en la isla volcando un poco de su contenido y se acercó a abrazar a su amiga, envuelta también en la felicidad del momento. "¡Felicitaciones! A ver, déjame ver... WOW. Es precioso. Caroline... estoy tan feliz por ti... pero ¿cómo...?... dime cómo lo hizo."
Aun sonriendo, y sin dejar de tocarse el anillo, Caroline le contó que Dwight había hecho una reserva en un elegante restaurant de Truro. "Se arrodilló y todo. Todos nos aplaudieron, y él invito champagne para todo el mundo..."
Demelza se tomó las mejillas, era tan romántico. Pero así era Dwight, dulce como la miel.
"Y él solo ¿te lo preguntó? ¿No habían hablado de esto antes?"
"Bueno..." - Caroline se calmó un poco - "no fue tan así." - se sentó en la isla y le hizo señas para que ella se sentara también, Demelza primero le sirvió una taza de té. "Gracias, Demi. Estuvimos hablando este fin de semana. Esta no es la única novedad."
Demelza frunció el entrecejo, pues su amiga había pasado de la euforia a una calma que no le daba buena espina.
"Le ofrecieron otro trabajo. Una suplencia." - continuó. - "En... Chicago."
Demelza pestañó.
"¿Chicago?... Chicago... ¿Chicago?" - repitió una y otra vez como si se le hubiera rayado el disco.
"Sí. Chicago en América... Me pidió que fuera con él." - dijo. Un silencio rodeándolas de repente. Su amiga la miraba con sus enormes ojos celestes abiertos como platos sin pestañar. - "No será para siempre. Es durante un semestre. Uno de los profesores allí se tomará licencia por enfermedad y como las Universidades tienen convenio, pensaron que sería una buena idea llevar a un profesor joven de aquí para que los ayude y él pueda aprender también y continuar con sus pruebas de laboratorio. Es una gran oportunidad."
Por supuesto, por supuesto que era una gran oportunidad para Dwight, otra buena noticia. Pero...
"¿Irás?"
Caroline pareció vacilar al mirarla. Demelza no se había dado cuenta de que había dejado de sonreír por completo.
"Bueno, nunca vivimos juntos. Y... será... será una aventura antes de... casarnos."
Demelza se quedó quieta y muda por un segundo. Pero solo fue un momento, cuando algo hizo clic todo su cuerpo se puso en movimiento, incluso los músculos de su cara.
"¡Oh, Caroline! Por supuesto que debes ir con él... estoy tan feliz por ustedes." - dijo sinceramente y abrazando con fuerza a su amiga. Sentía sus ojos arder, y cuando se despegó de Caroline vio que ella sí estaba llorando. - "Pero debes prometerme que vas a volver para casarte aquí." - le ordenó tomándola de los hombros.
"Por supuesto que sí. Y tú serás mi dama de honor, me ayudarás a elegir mi vestido y a organizar la fiesta y todo." - su amiga dijo entre sollozos. Y ella no pudo evitar derramar las lágrimas que bailaban en el precipicio de sus parpados también. Pero eran lágrimas de alegría. Bueno, de alegría con una pizca de tristeza porque su amiga se iría. Tal vez ochenta por ciento alegría y veinte por ciento tristeza. O setenta – treinta. Definitivamente más alegría que tristeza.
"¿Y cuándo se irán?"
"En tres semanas."
"¡¿Tres semanas?!"
"Sí, es una locura, pero todo sucedió muy rápido. A él le avisaron la semana pasada, por eso no me dijo antes. Dios, tengo que hablar con Verity, ¿crees que se enojará mucho?"
"Tendrá que volver a entrevistar gente para ocupar tu lugar."
"Tú puedes ocupar mi lugar. Estás trabajando muy duro, Demi. Se lo diré a Verity."
"No le digas nada, no la pongas en un compromiso." - más después de lo que había hecho. - "Ay, Judas. Yo tendré que entrevistar gente también... tendré que buscar a alguien con quien compartir el departamento ¿verdad? No puedo mantenerlo yo sola." - No si pretendía ahorrar.
"Yo puedo ayudarte..."
"De ninguna manera, no lo decía por eso. Y ¿hoy no teníamos que hablar con el dueño?"
"Oh, sí. Lo olvidé por completo. Le diré que nos vemos en el café que está cerca de la oficina. ¿Tú vas a estar allí?"
"Uhmmm..." - Demelza repasó su agenda del día mentalmente. Tenía que encontrase con Ross para ir a ver un departamento – y sería la primera vez que lo vería después de lo del beso – y luego tenía una cita para mostrar el departamento de él. - "Estaré en la oficina a eso de las tres."
"Le enviaré un mensaje. Dios, tengo que bañarme antes de salir. Y tú ¿qué hiciste el fin de semana, Demelza?"
Pues ahora las dos ya estaban con prisa. Más vale dejar lo suyo para otro momento. Además, no era nada en comparación de las noticias de su amiga.
"Nadie me propuso matrimonio, si eso quieres saber." - Caroline se rio, y la volvió a abrazar.
"Te voy a extrañar, Demi. ¿No querrías venir con nosotros?" – Su amiga bromeó con lágrimas aun resbalándose por sus mejillas.
Ross miró la hora otra vez, quizás así captara la indirecta. Faltaban quince para las diez, hora en que habían quedado con Demelza. De seguro llegaría de un momento a otro, y Margareth no se iba. La había llamado la noche anterior, cuando no se podía quitar de la cabeza el beso con Demelza y que Elizabeth los había visto. Sabía que no debía importarle lo que ella quisiera, pero no podía dejar de sentir curiosidad por saber por qué quería hablar con él con tanta insistencia. Lo había llamado, había ido al pub a buscarlo. A esa conclusión llegó después de que George le confesara que fue él quien le había dicho dónde estaba. "Pensé que no sería gran cosa. Me preguntó adónde iríamos y yo le dije." - George todavía no entendía muy bien eso de que su relación estaba completamente rota. Él era amigo de ambos bandos, es decir, se seguía viendo con Francis y Elizabeth, y continuaba siendo su amigo también. Le parecía que a George le gustaría que todo fuera como antes, aunque eso fuera imposible. Pero ¿qué quería ella? Y, ¿qué pensaría de él y Demelza? Era la segunda vez que los veía juntos, y esta vez no le habrían quedado dudas acerca de la naturaleza de su relación, aunque fuera todo un acto.
Y encima de todo esto, estaba Demelza en sí. No lo iba a negar, se había sentido muy bien besarla. Y puede que quizás él se haya aprovechado un poco. ¿Cómo es la frase? Te ofrecen una mano y se toman del codo. Era muy linda, eso estaba claro. Y era una buena amiga, sino ¿por qué lo ayudaría? Había estado tentado de llamarla todo el fin de semana, quería hablar con alguien. Pero no tenía excusa en realidad. No tenían que visitar ningún departamento durante el sábado ni el domingo, y de seguro ella tenía cosas que hacer. No podía invadir su vida de esa forma solo porque él se sentía solo. Y George era divertido en pequeñas dosis, no durante tanto tiempo seguido. Así que el domingo por la noche decidió que necesitaba una distracción y se acordó de esa chica que había conocido la otra vez y ella estuvo muy, muy contenta de que la llamara.
Había amanecido en su departamento otra vez, esta vez sí se acordaba de su nombre y de lo que habían hecho la noche anterior. Y le caía bien, pero le gustaría que se fuera ya y lo dejara solo. Cuando le dijo que se iba porque tenía que ir a ver un departamento en Chelsea, Margareth prácticamente se invitó a acompañarlo porque trabajaba por allí – daba clases de spinning en un gimnasio – y como era temprano decidió acompañarlo mientras esperaba por su 'agente inmobiliario'. Mira Margareth, muchas gracias por el sexo, pero ya vete. Repetía una y otra vez en su cabeza, buscando el coraje para decirlo en voz alta. Pero ya era demasiado tarde.
Vio su tapado color mostaza abrir la puerta del café, Ross le había enviado un mensaje con el lugar en donde se encontrarían. Se veía pensativa, pero sonrió cuando lo vio sentado al fondo del local y comenzó a caminar hacia él. Margareth también se giró cuando lo vio que hacía señas.
No podría describir el rostro de Demelza cuando al llegar a su lado vio a la otra mujer en su mesa. Y Ross vio lo que ella veía, una mujer morocha despampanante con el pelo rizado y voluminoso, vestida con calzas y top de gimnasia de lycra que no llegaba a cubrir del todo su marcado abdomen, recostada sobre su mesa un lunes por la mañana. Sintió la sangre subir a sus mejillas. Quiso decir "No es lo que piensas." Pero seguramente era exactamente lo que ella pensaba. De todas formas, no tuvo oportunidad de decir nada porque luego de que ella dijera "Buen día", Margareth comenzó a hablar.
"¡Oh, Dios! ¿Tú eres la agente inmobiliaria? Por alguna razón esperaba a un hombre obeso y calvo de mediana edad. Soy Margareth, mucho gusto." – se presentó y estiró la mano. Demelza sonrió, porque no sabía que más hacer, y la estrechó. – "Le estaba haciendo compañía a Ross mientras te esperaba."
"Encantada. No soy agente inmobiliaria, soy arquitecta… Demelza. Me llamo Demelza."
Sí Demelza, ese es tu nombre en caso de que lo olvidaras. ¿Quién rayos era esa mujer? Ah, se lo podía imaginar por la forma en que Ross parecía hundirse cada vez más en su silla.
"¡Wow, arquitecta! Que interesante, y eres tan joven. De seguro eres muy lista…" No, Margareth, la mayoría del tiempo me siento como una idiota. Completamente incapaz de funcionar en la vida real como una persona normal. Aunque tal vez eso le pasaba a todo el mundo.
"Lo es." – Dijo Ross, que al parecer había recuperado el habla.
"Yo soy profesora de gimnasia. ¿Vives por aquí? Si estás en la zona estás invitada a una de mis clases, te vas a super divertir."
"Oh – gracias." - Al menos era simpática.
"Puedes pedirle mi número a Ross cuando quieras venir."
"Gracias." – Dijo de nuevo y se aclaró la garganta. – "Voy a ir un momento al baño. ¿Ross? Tenemos la visita en quince minutos." Por favor, deshazte de tu novia. Intentó decirle con la mirada.
Judas. ¿Qué diablos había estado pensando durante todo el fin de semana? Se sentía como una tonta. Él es tu cliente y tú no sabes nada sobre él, ya deja de pensar tonterías. Se dijo otra vez mirándose en el espejo del baño del café. Se estaba secando las manos cuando alguien abrió la puerta. Era esa mujer, Margareth ¿quién más? Demelza le sonrió cortésmente.
"Disculpa que me metí en su cita."
"Oh, no. No te preocupes, aún tenemos tiempo." – Dijo, intentando sonar amistosa y haciendo un gesto con la mano como si no tuviera importancia.
"Uhmm… un poco le impuse mi presencia a Ross… ¿él y tú?" – Preguntó con mucha curiosidad. Demelza cerró un poco los ojos.
"¿Qué? No, él es solo un cliente del Estudio adonde trabajo. Lo estoy ayudando con lo de su departamento, nada más."
Si, nada más, Demelza. Escúchate.
"Ahhh…" – la mujer sonrió satisfecha. – "Que alivio. Y… ¿Sabes si él está saliendo con alguien? Disculpa que te lo pregunte tan directamente. Pero seguro entiendes, no te cruzas con un hombre como él todos los días." – ronroneó. Judas. No quería ni pensarlo.
"Uhmm… creo que esta soltero, sí. Pero viene de una relación muy seria…"
"¿Con Elizabeth?"
¿Cómo sabía ella eso? ¿Se lo había dicho? ¿Acaso le contaba su historia a todo el mundo? Y ella que pensó que era especial…
"¿Cómo lo sabes?"
"Tiene un tatuaje." – Dijo con una sonrisa lasciva y señalándose el pecho, sobre el corazón.
¡Judas!
La chica sonrió y le guiñó un ojo con complicidad. Pues ella no quería conocer detalles, gracias Margareth. No quería pensar en su pecho desnudo, en los músculos que se marcaban a través de su remera que ella había contemplado más de una vez mientras trabajaban. Maldición.
Demelza le sonrió, esas sonrisas pequeñas y de compromiso que significan que no sabía que más decir. Se secó las manos y salió del baño, con Margareth tras ella. Aparentemente no quería usar el toilette, solo hablar con ella de Ross.
"Bueno, yo ya me voy. Los dejo para que sigan sus asuntos tranquilos." – anunció cuando llegó junto a la mesa de Ross, que seguía allí, sin saber muy bien qué hacer. Margareth se colocó la chaqueta deportiva y se cruzó el bolso sobre su hombro, y después se agachó para darle un beso que aterrizó cerca de la comisura de sus labios. Demelza apartó la mirada, pero llegó a escuchar el "Llámame." Después la mujer se dio vuelta hacia ella y también le dio un beso en la mejilla, abrazándola. Era muy amistosa, no lo iba a negar. Seguro le había levantado el ánimo, y no solo con su simpatía. – "Adiós, Demelza. Un gusto conocerte. Ven a mis clases, en serio."
"Gra-gracias. Lo haré."
¿Lo harás?
Pues la mujer tenía un cuerpo escultural, de seguro era una excelente profesora de gimnasia.
Se quedó allí parada mientras se alejaba hacia la salida, y fue ella quien levantó la mano cuando Margareth se giró en la puerta para darles un último saludo. Seguro lo saludaba a Ross, pero él no se movió.
"Nosotros deberíamos irnos también, no quiero llegar tarde. Tengo un día bastante agitado."
"S-sí. Claro. Vamos… ¿no quieres llevar algo para tomar en el camino?"
"No, gracias. Ya desayuné."
¿Acaso era hora del desayuno todavía? Pues, que día más largo.
No había ni una nube en el cielo celeste de Chelsea mientras caminaban por sus calles. El departamento que visitarían no estaba muy lejos del café. Demelza caminaba con prisa, de pronto algo había cambiado. Judas. Nada tenía que cambiar, él solo era su cliente, dile algo.
"Margareth es muy simpática." – "Siento lo de Margareth." – los dos dijeron al mismo tiempo. Y se miraron y se sonrieron por primera vez esa mañana.
"Tonterías." – continuó Demelza. – "Ella es super linda." ¿Super linda? Ay, Dios, Demelza… - "¿Hace mucho que se salen? Si quieres ella puede acompañarnos a mirar los departamentos también."
"No estamos saliendo." – no, solo fue un encuentro casual de una noche. Bueno, dos técnicamente. – "Ella…" eso no iba a sonar mucho mejor… fue solo sexo.
"Ah, ya." – Demelza lo miró de reojo, entendiendo todo aunque él no lo dijera. Sexo casual… y ella que sentía pena por él porque estaba solo. Los hombres nunca están solos, Demelza. – "Al menos ya no tendré que simular que soy tu novia, ella estará feliz de hacerlo. Ah, creo que es aquí." - Fue lo último que dijo antes de abrir la puerta de entrada de un antiguo pero pintoresco edificio con la llave de un manojo que sacó de su cartera.
Ross la miró desconcertado. ¿Estaba enojada con él? A primera vista no lo parecía, no a decir por la sonrisa que le dedicaba cada vez que lo miraba para indicarle el camino. En el pasillo, al abrir la puerta del elevador, que era bastante antiguo. Preferiría ir por las escaleras si eran solo tres pisos. Pero no era su sonrisa habitual, le parecía algo acartonada. Educada, pero no natural.
"¿Estás bien, Demelza?" – le preguntó mientras ella buscaba la llave correcta en la puerta de tercero A. – "Sobre lo del otro día… gracias de nuevo. De verdad. Fue…"
"No fue nada, ni lo menciones. Aunque ahora me siento algo culpable, no lo habría hecho si sabía que estabas saliendo con alguien."
"No lo estoy…"
Pero entonces Demelza logró abrir la puerta. Por un segundo le pareció que a ella le molestaba la idea de que se estuviera viendo con alguien. Acaso ¿le importaba? Ese beso, ¿Había significado algo más para ella? ¿Significaba algo más para él?
Algo confundido, la observó buscar la perilla de la luz, pues adentro todo se veía a oscuras. Esperaba no haberla lastimado de alguna forma, parecía que estaba bien el viernes por la noche. Después de que Elizabeth se fuera, se habían quedado un rato más en el pub riéndose como un par de tontos, y se habían despedido como cualquier otro día. ¿Había hecho mal en no llamarla durante el fin de semana?
Cuando al fin se encendió la luz, se encontraron en una espaciosa sala. Sin esperar a que él dijera nada más, Demelza dejó sus cosas sobre una pequeña mesa que estaba cerca de la puerta y fue directo a abrir las ventanas. La luz matinal iluminó la sala como en un cuento de hadas, el polvo volando alrededor de ellos parecía brillar reflejado por los rayos del sol. Los pisos de madera necesitaban lustrarse, pero parecían en buen estado, las paredes blancas con molduras eran altas y los techos eran blancos también, de seguro lo habían pintado recientemente, así como él había pintado el suyo.
"Creo que este es el comedor y la sala. ¿Qué te parece? Es bastante amplio. Se podría poner un gran mueble aquí, una biblioteca. Y aquí el escritorio de tu padre. Un sofá acá, la mesa ratona. Mmm… creo que se podría colocar la televisión de este lado, no me gusta arriba de la chimenea. Vas a poner una tele ¿verdad?"
Por supuesto que iba a poner una tele. La iba a comprar con el dinero que recuperó de vender el anillo de compromiso de Elizabeth. Actualmente, ese era todo el dinero que tenía.
Demelza se movía de un lugar a otro inspeccionando cada rincón y moviendo los brazos indicando adonde iría cada mueble y que podía hacer aquí y allá. Era el primer departamento que visitaban, y la primera vez que la veía así, llena de ideas. Le gustaba más que como estaba hacía cinco minutos.
"Sí voy a poner una tele. Aquí y en mi habitación. Y un computador, impresoras. Necesito espacio para mis cosas de fotografía." – eso ella ya lo sabía, se lo había dicho antes. – "No estoy saliendo con Margareth, ella es solo… una amiga." Dijo él en un abrupto cambio de tema, o volviendo al tema anterior, mejor dicho. Amiga sonaba mejor que polvo de una noche. Aunque Demelza hubiera preferido escuchar que era un polvo.
"Tienes muchas amigas…"- murmuró para sí misma. Y ella que pensó que era especial, resulta que podía conseguir amigas así de fácil.
"¿Cómo?"
"Las habitaciones. Son dos, creo que están por aquí."
A diferencia de la sala, el corredor que llevaba a las habitaciones tenía las paredes con ladrillos a la vista. Le daba un toque moderno, pero rústico al mismo tiempo. No le desagradaba. Había tres puertas.
"Creo que esta es la habitación más grande."
Y era grande en verdad. Tenía dos ventanas también, aunque Demelza no las abrió. Un vestidor bastante amplio, que de seguro había sido un baño originalmente.
"¿No tiene en suite?" – Le preguntó. Demelza miró en su celular.
"No. Dos baños. Uno al final del pasillo y otro en el lavadero."
Bueno, eso le restaba puntos.
"Es solo el primero que ves, habrá otros. Anotaré que la habitación tiene que tener baño como requisito."
"No, no es necesario. No lo descarto todavía. Veamos la otra habitación."
La otra habitación era bastante grande también. "Puede ser tu estudio." – Dijo Demelza, pero él no estaba seguro. Últimamente había pensado que quizás podría alquilar una habitación si el departamento era lo suficientemente amplio, así tendría un ingreso asegurado. Ross le sonrió cuando paso junto a ella. Demelza se había quedado con la espalda apoyada en el marco de la puerta mientras él inspeccionaba las habitaciones. Ella apenas si lo miró. No, algo definitivamente no estaba bien, pero no estaba seguro si tenía que ver con él.
Última puerta, el baño principal. Estaba hecho a nuevo. Ducha y bañera detrás de una mampara, un gran espejo y una pileta amplia, esas que tienen mesada en las que uno puede sentarse. Compensaba el hecho que no estaba en la habitación.
"Esto es elegante, ¿no crees?" - Queriendo hacerse el gracioso, Ross corrió la mampara de vidrio, se metió dentro de la bañadera y la volvió a cerrar. Giró su rostro hacia la regadera y levantó un brazo, pretendiendo enjabonarse la axila con la otra mano. Demelza se rio de sus tonterías. Y él se relajó un poco también al verla reír.
"Se te ve bien ahí dentro." La escuchó decir.
Y era bastante espacioso también, con facilidad entraría alguien más.
"Vayamos a ver la cocina y algo más que no te dije."
"¿Qué no me dijiste?" - Ross se apresuró a salir de la ducha para ir tras ella.
La cocina había sido remodelada también. Las encimeras eran bastante grandes, la cocina clásica y con luz natural.
"Se podría abrir esta pared para que tenga vista al comedor."
"Sí, sería una buena idea."
"Y por aquí está el otro baño y el lavadero y… ¡voila! ¡Una terraza!"
Demelza volvió a buscar en el manojo de llaves la que abría la puerta de vidrio. Del otro lado se veían unos escalones de madera desgastados por el clima de Londres y muy angostos, pero cuando lograron salir se encontró con una pequeña terraza pegada al techo de antiguas lajas negras. Era bastante estrecho y con algunos desniveles, pero tenía una vista espectacular. Como no estaban muy lejos de la orilla del río y la mayoría eran edificios bajos hasta la ribera, en ciertos lugares llegaba a ver el reflejo del agua. Había unos bancos hechos de la misma madera que el piso, también oscuros y desgastados, pero que le daban personalidad. Demelza se sentó en ellos, escribió algo en su celular y comenzó a tomar fotografías. Él contemplaba el paisaje de la ciudad, tanto tiempo lejos de casa… Si había extrañado alguna vez algo, era esto, el viento de la ciudad en su cabello.
"Parece que no se escucha el ruido del tráfico."
Recién entonces Ross se percató de los sonidos de la ciudad, amortiguados por los árboles que rodeaban al edificio. No molestaban para nada.
"¿Crees que haya que cambiar toda esta madera?" – Preguntó.
"Pensé que eras carpintero."
"Mi padre lo era."
"No creo que sea necesario. Tal vez darle una mano de barniz de protección…"
"Y lijarla aquí. Si, con una pátina de barniz estará bien."
"¿Te gusta?" – Ross se fue a sentar a su lado.
"Me gusta, sí. Al principio no parecía la gran cosa, pero tiene algo… Dame eso." – Dijo, y le quitó el celular de las manos, Demelza estaba enfocando la cámara hacia el skyline de la ciudad. – "Yo soy un profesional." Y empezó a enfocar el celular de Demelza en diferentes direcciones y a tomar fotografías. – "¿Cuánto piden?" continuó como si nada.
"Dos millones y medio." – Ross se giró un momento hacia ella y volvió rápido a la cámara.
"Quedaría un millón de libras de sobra."
"Tienes que tener en cuentas los gastos, impuestos, muebles y arreglos que hay que hacer. Podríamos pedir un descuento por el estado de esta madera, o pedir que la arreglen. Pero no debes elegir lo primero que ves, aún tenemos tres departamentos más para visitar esta semana. Y no puedes comprar nada hasta que no tengas…"
"Dinero. Es cierto, ahora no puedo comprar ni el picaporte. Estoy enteramente en tus manos…"
"¿Qué haces?" – Ross se había vuelto hacia ella y le había tomado una foto. Y otra. Seria al principio, pero se comenzó a sonrojar y él siguió enfocando hacia ella que se comenzó a reír. – "Ya basta."
"Eres muy fotogénica." - Dijo porque era cierto, sus ojos brillaban en la pantalla del teléfono. Intentó hacer zoom, pero el teléfono no era una cámara así que hizo un zoom manual y acercó el celular hacia ella. Lo que le dio la oportunidad de sacárselo de sus manos.
"Dame eso acá."
Ross soltó una carcajada, y la hizo reír también. Él se volvió a sentar junto a ella, y esperó a que dejara de reírse para preguntarle de nuevo: "¿Estás segura de que estás bien? Sabes que puedes contarme si quieres, te ves un poco… triste."
Judas. ¿Acaso era tan obvio?
"No, estoy bien..." Dijo, aún renuente de contarle. ¿Por qué habría de contarle?
Ross asintió, algo decepcionado de que no confiara en él. Y ella se dio cuenta.
"… es solo que, mi mejor amiga se va a ir un tiempo afuera. ¡Judas! Es una estupidez, se supone que estoy feliz por ella. Lo estoy. Se comprometió, a su novio le ofrecieron un puesto en la Universidad de Chicago."
"Oh…" – Ross se acercó un poco más a ella, pasó un brazo por detrás de su espalda. Demelza pensó que la iba abrazar, pero solo lo dejó apoyado en el respaldo. – "Claro que estas feliz por ella, pero también es lógico que te sientas un poco triste porque se va. ¿Hace mucho que se conocen?"
"Desde el primer año de la universidad. Y vivimos juntas…" – Demelza levantó sus ojos hacia él, y de verdad no tenía que decirle nada. Solo su mirada, su posición atenta y comprensiva, solo eso pareció reconfortarla. – "En fin. Es una tontería."
"No es una tontería si te pone triste."
"No… lo sé. Lo sé. Judas, que pesada soy. Olvídalo. Volvamos adentro. ¿Quieres volver a ver alguna habitación o ya está bien?"
"No eres una pesada, Demelza. Solo estás triste porque tu mejor amiga se va y eso es perfectamente entendible." – Dijo con esa voz grave y acogedora. Y ahora sí apoyó su mano en su hombro. Ella no sabía qué hacer. Pestañó un par de veces y su mirada se enfocó en su boca sin querer.
Ross se lamió los labios. Judas.
"Sí… supongo que sí. Ay, Dios, mira la hora. Tengo que ir hasta Tower Bridge para mostrar tu departamento."
"¿Quieres que te lleve? Tengo mi auto cerca."
"Ehmm… no. Gracias. Tengo que pasar por la oficina a dejar las llaves antes, y llegaré más rápido caminando. No está muy lejos."
"Mmm… Ok… ¿Crees que podríamos meter un jacuzzi aquí?"
