Capítulo 13
El mini Cooper de Demelza aceleraba por la M6 bajo un sol de mayo que ya había despertado y que prometía un día cálido. La temperatura se sentía espesa y empalagosa como la miel, con los rayos colándose por las ventanillas. Se estaba convirtiendo en una gloriosa mañana de finales de primavera, con el cielo de un profundo color celeste y los campos bañados por el sol de un amarillo brillante a ambos lados de la carretera. Como desearía que se hubieran hecho realidad sus planes y en ese momento solo estuvieran ella y Caroline, cantando y riendo en la tibia mañana todo el camino hasta Aberdeen. Pero no. Sumado a los rayos del sol, estaba el calor humano de cinco personas en el pequeño espacio de su auto. Y la tensión, que parecía cernirse sobre ellos y envolverlos como una nube que no se disipaba y que cargaba dentro de sí una tormenta que podía estallar en cualquier momento. Aunque sabía que no emanaba de todos ellos. Principalmente era de ellos dos.
De Ross y de ella. Principalmente de ella, que de tanto en tanto se daba cuenta que estaba sujetando el volante con tanta fuerza que tenía entumecidos los dedos. Su espalda recta y hacia adelante sin apoyarse contra en respaldo, reclinada sobre un costado, inconscientemente alejándose del hombre sentado a su lado que la observaba en silencio y le ponía todos los pelos de punta. Y aun así, en lo profundo de sur ser, escondido en un rincón bajo dos años de separación y una tonelada de sentimientos, estaba el deseo de que en ese auto solo estuvieran ellos dos. Que fueran ellos cantando y riendo como antes... Ya deja de pensar tonterías.
"El chocolate se va a derretir a este ritmo." – Dijo para callar la voz en su cabeza, y encendió el aire acondicionado, bajando la temperatura tanto como fue posible. Con su sweater le estaba dando calor, además.
"¿Chocolate?" – Preguntó Ross animado.
"No es para ti." – Respondió Demelza, sin apartar la mirada de la carretera.
Ross se hundió un poco en su asiento. Pensó que habían progresado un poco. Un momento antes Demelza se había vuelto hacia él y le había ofrecido la pizca de una media sonrisa. Una pequeña muestra de algo dulce, y su corazón había dado un salto en su pecho. Una verdadera sonrisa de Demelza era algo con lo que solía soñar frecuentemente. Otorgadas con tanta despreocupación al principio de su relación, de un día para el otro se habían terminado por completo. Como si se hubiera quedado sin provisión de sonrisas. Y él se había dedicado, había hecho de su vida la misión de hacerla sonreír de nuevo, y lo había conseguido. Enamorándose de ella en el proceso. Y ahora, de una forma inquietante, esto se parecía mucho a aquel momento. ¿Podría hacerla sonreírle de nuevo como lo había hecho hace años?
Por el momento se había vuelto fría otra vez. Habían pasado treinta minutos desde que salieron de la estación de servicio y no le había hablado directamente desde entonces. No tenía derecho a quejarse, y no debería enojarse, pero no podía evitarlo. Se sentía como una mezquindad, y le gustaría pensar que ellos eran mejores que eso, a pesar de que no se habían visto en dos años. Ross se movió en su asiento y ella lo miró. Estirándose para subir el volumen de la radio y disimular. ¿Podría ser que ella estuviera tan afectada por su presencia como él?
En la radio sonaba una canción pop, algo animado y repetitivo, pero de hace algunos años. Un compromiso entre los gustos de Demelza y los de George.
"Están en el bolso de snacks de Caroline." – agregó mirándolo brevemente. Ross levantó las cejas.
A ese volumen Demelza no podía captar la conversación en el asiento trasero. Se suponía que Caroline debería estar durmiendo, pero en vez la escuchaba hablar con Hugh que le contaba los lugares adonde había tocado y donde había ido con su banda. Con el ocasional comentario impertinente de George por supuesto. Y al no poder escuchar y participar de la conversación que se desarrollaba atrás de ella, eso la dejaba en el grupo de adelante. Judas. ¿Podría volver a bajar el volumen de la música?... Si que eres cambiante, ya tranquilízate. Pero, ¿Cómo hacerlo con Ross moviéndose inquieto a su lado?
"¿Qué?" – resopló cuando ya no pudo aguantar más sus miradas pobremente disimuladas. "Lo que sea que quieras decir, solo dilo."
"¿Soy tan evidente?" - Respondió él, tan suave como puedo manejar.
"Sí." - Lo era para ella. - "Lo eres."
"Yo solo..." - Ross dirigió una rápida mirada al espejo retrovisor, para asegurarse que los de atrás estaban distraídos y no los escuchaban. - "Todavía me estás castigando."
En el momento en que lo dijo, instantáneamente deseó no haberlo hecho.
"¿Yo te estoy castigando?"
El aire acondicionado le daba directamente en la cara. Ross preferiría abrir las ventanas, pero cuando quiso hacerlo George se había quejado de que despeinaba su cabello, y no tenía ganas de volver a tener otra discusión sobre las condiciones ambientales en las que viajaban, ya sea música o clima. Así que se giró para que la corriente de aire golpeara su mejilla de lado, y de esa forma quedó mirándolo a Demelza que conducía con su espalda inclinada hacia adelante. Las puntas de sus orejas estaban rojas, y se confundían con el color de su cabello. Ahora llevaba lentes de sol, sus otros anteojos estaban apoyados en su cabeza, corriendo el pelo hacia atrás de su cara.
"Todavía no me hablas." - Se atrevió a decir.
"No hablar nunca fue para castigarte, Ross. En realidad... no se trataba de ti en absoluto. Necesitaba el espacio."
Él sabía eso. Su terapeuta se lo había hecho entender, pero no por eso dolía menos. "Solo pensé que eventualmente dejarías de necesitar espacio, supongo." - Dijo.
Demelza se volvió un segundo para mirarlo, pero sus ojos eran ilegibles detrás del filtro de los anteojos de sol. Sí pudo leer su pregunta en el movimiento de sus labios.
"¿Estabas esperando... todo este tiempo...?"
"No esperando, pero..."
Pero... esa sola palabra pareció oprimirle el corazón.
Un silencio pareció rodearlos, aunque la música continuaba sonando a un volumen alto, fue demasiado largo. Ross apartó su mirada de su perfil y se dirigió a un auto que iba paralelo a ellos en autopista. Vio a una mujer de mediana edad con sombrero, que iba sentada en el asiento del acompañante y que miraba con los ojos muy abiertos el Mini. Ross se imaginó lo que estaría viendo. Un grupo de veintitantos y treintañeros amontonados en un Mini turquesa a las once de la mañana de un sábado festivo. No tenía idea. Si uno pudiera convertir los secretos en energía, no necesitarían gasolina: tenían suficientes en ese vehículo para llegar hasta Escocia sin problemas.
Ross no terminó de decirle... nada en realidad. Esa pequeña palabrita quedó suspendida entre ellos. Y ahora él ya no la miraba. ¿Acaso estaba molesto con ella? ¿Él?
El sol está bien alto ahora, brillando sobre el parabrisas, le hacía entrecerrar los ojos incluso con los lentes oscuros puestos. Ross no había dicho una palabra durante más de veinte minutos. Estaban a quinientos kilómetros de Ettrick, que estaba en el límite entre Inglaterra y Escocia y tenerlo en ese auto hacía que fuera difícil respirar. ¿Por qué?
Todavía usaba la misma loción para después de afeitar. Y su aroma no quedaba ahogado con la música, su perfume no la ignoraba.
"… De hecho, soy un hombre muy moderno, muchas gracias" - George le decía a Caroline. Ella acaba de llamarlo un hombre de las cavernas por algo sexista que no llegó a escuchar, lo que probablemente era mejor.
"Ah, ¿sí?" - "¿Sabes lo que hice el otro día?"
"¿Qué?"
"Me puse crema humectante." - Eso la hizo sonreír. Había olvidado eso de George. Cuan encantador era cuando quería serlo. - "¿Y sabes de qué me convenció Ross?"
"¿De qué te ha convencido Ross?" - preguntó Hugh cuando Caroline no respondió. Su amiga estaba mirando su teléfono, lo que probablemente le molestaría a George, al que siempre le gustaba ser el centro de atención.
"Me arregló una cita con su terapeuta." - dijo, en un susurro exagerado.
Demelza parpadeó, procesando la información. ¿Qué? ¿Ross iba a terapia? Eso era tan extraño. Como si hubiera empezado a tomar clases de ballet o algo así. Sin embargo, de seguro su terapeuta tenía bastante trabajo. Años de material.
"¿Vas a terapia?" - No pudo más que preguntarle, tratando de mantener la voz baja para que los demás no escucharan. Por un instante captó el movimiento de su garganta, tragando.
"Sí." - Ross respondió, con la voz igual de baja.
Correcto. Bien entonces. Eso no se lo esperaba.
Volvió a conducir en silencio durante un rato. Demelza se moría por preguntar más. ¿Cuándo empezó? ¿Fue por su culpa?... Eso era muy egocéntrico. Ella había intentado empezar terapia en un par de ocasiones también, pero las dos veces había cancelado la primera cita antes de ir.
"Me di cuenta de que estaba un poco, eh... atascado. Y que algunas de las relaciones en mi vida no fueron del todo sanas y que... cometí errores. Errores que lastimaron a gente que me importaba." - Tragó saliva de nuevo. Pero no la miró.
Todos en la parte trasera del auto estaban muy, muy callados.
"Pensé que me vendría bien un poco de ayuda con eso. De un profesional."
Sus mejillas estaban calientes otra vez. Eso le enseñaría a no ser egocéntrica.
"Juguemos a algo." - dijo George, sus palabras resonando como un trueno en medio del campo. - "Estoy aburrido."
"Solo la gente aburrida se aburre" - le respondió Caroline.
"Solo la gente aburrida dice eso." - le retrucó George. - "Cinco preguntas. Yo iré primero. Pregúntenme lo que sea." - Continuó.
"Bien, ¿Qué es lo peor que has hecho?" - su amiga preguntó rápidamente.
"¿En qué sentido? ¿En los negocios, en términos éticos...? No me suscribo a un sistema estándar de moralidad."
"Qué emocionante de tu parte" - acotó Caroline. Ella continuaba mirándolo a Ross de reojo.
"Una vez atrapé y cociné uno de los patos de nuestro vecino." - dijo George después de un momento. - "¿A eso te refieres?" - Hubo un jadeo colectivo.
"¡Eso es… es horrible!" - exclamó Hugh.
"¿Por qué?" - George se encogió de hombros. -"Vivía junto a una granja. No había comida, estaba por llover."
"¿Te lo comiste?" - preguntó Hugh de nuevo, y Demelza pudo oír el reproche y repugnancia en su tono de voz.
"Con salsa de naranja. ¿Siguiente pregunta?"
"¿Alguna vez has estado enamorado?" - preguntó Caroline otra vez, aparentemente divertida con la oportunidad de averiguar algo que no supiera de George - "¿O eso no encaja en tu sistema de moralidad no estándar?"
El silencio pareció estirarse demasiado. Y Ross no había vuelto a mirarla.
"Me he enamorado mil veces." - Respondió George. Mientras la música se detuvo y volvió a empezar con una nueva canción. Era U2, I still haven't found what I'm looking for.
"Nadie se puede enamorar mil veces." - Demelza dijo antes de que pudiera detenerse. - "No puedes. Te mataría."
George resopló tan bajo que Demelza no lo escuchó de adelante, pero Ross sí y se giró un momento para mirarlo.
"Tienes razón, Demelza. Solo existe un único amor, lo demás solo es entretenimiento." - Se corrigió para su sorpresa. Demelza sentía los ojos de George clavados en la nuca. Apartaría la mirada si se encontrara con sus ojos en el espejo retrovisor, solo para indicarle que no lo soportaba a él ni a sus patéticos preceptos sobre la vida. Pero prefirió seguir con sus ojos fijos en el camino. Además, ya tenía bastante intentado ver de reojo qué hacía Ross, que se tocó los labios y miró por la ventanilla. De seguro no estaba de acuerdo con la afirmación de su amigo. O tal vez sí. De igual forma, era peor.
"¿Qué es lo más amable que has hecho por otra persona?" - preguntó Hugh para llenar el vacío momentáneo. Todos lo miraron sorprendidos.
"¿Es una pregunta aceptable?" - Preguntó, encogiéndose un poco. Todos lo miraban porque evidentemente no conocía a George Warleggan.
"Dios, hombre, eres una disculpa ambulante, ¿no es así?" - George le dijo con una risa sobradora.
"Él solo es cortes." - dijo Demelza. - "Y buena persona. Cualidades que la mayoría de la gente aprecia."
George levantó las cejas cuando sus miradas al fin se encontraron en el espejo. ¿Qué demonios hacía George en su auto?
"Ten cuidado, Ross. Tienes algo de competencia." - dijo.
"¡Cállate, George!" - exclamó ella. - "Sabes que no es así."
"Vamos, ya es suficiente." - Ross intervino, estirando la mano para bajar el volumen de la radio. - "Ya termínala con eso, por favor."
"Que no es así, ¿no?" - George contiuó. - "¿Adónde escuché eso antes?"
Demelza sintió la rabia nacer desde su estómago y enrojecer sus mejillas. ¿Qué rayos hacía él allí? Lo odiaba, y ¡Judas! ¿Por qué todavía no tenía la suficiente valentía para decirle que se vaya a la mierda?
"¡George!" - La voz de Ross se volvió grave y resonó sobre la música. - "No digas algo de lo que te vas a arrepentir."
El auto pareció como si se estuviera encogiendo, las ventanas inclinándose hacia adentro.
"Esa mujer te quebró, Ross. Pensé que ya te habías dado cuenta de eso. Sería mejor que saltes de este auto a la ruta a que dejes que ella se meta debajo de tu piel otra vez."
¿Qué demonios? Demelza se sentía arder, el corazón acelerado, estaba furiosa. Abrió la boca para gritarle, pero Caroline ya lo estaba haciendo por ella.
"¡¿Cómo te atreves a hablar así, como si tú supieras algo de mi amiga?!"
"Oh, conozco bien a tu amiga."
"¡George, cierra tu maldita boca!"- Ross gritó, y Demelza dio un salto a su lado. Estaba sosteniendo el volante con tanta fuerza que le dolían los brazos.
"¡No me callaré! Estoy harto de que me trates como a un pobre estúpido con el que te sientes obligado a estar porque no tienes otros amigos..."
"¡Eso no es cierto! Quería hacerte un favor, George…"
"¿Uhmm, Demelza?" - interrumpió Hugh en voz baja.
"Tienes suerte de tener a Ross." - Caroline dijo también. - "Tienes suerte de tener a alguien, francamente."
"¿Y cuál es tu problema?" - le gritó George.
"Demelza" – repitió Hugh, con creciente urgencia. - "Dem..."
"Ya sé, ya sé..." - respondió ella, aunque no sabía lo que quería.
"¡Oh, por Dios! ¿Cuál es mi problema?" - exclamó Caroline sujetándose la panza, mientras Ross decía: "George, dijiste que lo intentarías, dijiste..." - Y Hugh seguía diciendo su nombre, cada vez más fuerte, una y otra vez hasta que ella pegó un grito.
El coche estaba a la deriva. Al principio pensó que era ella, mareada porque su cabeza estaba por todas partes, aturdida. Pero se dio cuenta que no, no era ella. Definitivamente era el auto.
