Capítulo 14

Ross ya tenía departamento. Había hecho una oferta por el lugar en Chelsea, el primero que habían visto, apenas recibió la transferencia por su antiguo piso y lo habían aprobado. También tenía trabajo. Tan pronto como le dieron el pase de prensa sus días se vieron ocupados. Lo enviaron al Parlamento, a Downing Street, a cubrir un par de eventos con la familia real, al puerto a fotografiar como se mecían los barcos en medio de una tormenta. Ya hasta habían publicado algunas de sus fotos en el portal de un par de periódicos. Además, había comenzado a trabajar en el taller, y no solo es su escritorio. Mágicamente – Demelza tenía algo que ver en ello – habían aparecido otros muebles para restaurar. No por él en particular, si no por los jóvenes a los que Zacky quería ayudar y había convencido de que fueran al galpón donde funcionaba el comedor durante el día a aprender un nuevo oficio que podría ayudarlos a salir de su precaria situación. Ross se sintió un poco abrumado al principio, después de todo, ¿qué sabía él de enseñar? Apenas sabía algo de carpintería él mismo. ¿Y que sabía de tratar con esa clase de gente? Se había sentido un poco avergonzado por ese pensamiento después, tenía que reconocer. Los jóvenes eran prácticamente niños, el más chico tenía catorce. Al principio sólo eran dos, y habían ido sin muchas ganas. Pero ahora tenían una buena concurrencia de seis, y todos trabajaban con empeño, pues Demelza había hecho un acuerdo con un vendedor que tenía un puesto en el mercado de pulgas y acordaron que él vendería los muebles y les daría las ganancias que se repartirían entre todos. Así que, en realidad estaba haciendo una buena acción que jamás se había imaginado que haría. Además, le gustaba. Ayudar a esos chicos, y a Zacky, y el trabajo manual. Se estaba esmerando con el escritorio de su padre, y pensando mucho en él también. Pues recordaba como él le había enseñado a trabajar la madera para enseñar de la misma forma a los chicos. Así que ahora estaba bastante ocupado con todo eso.

Pero no solo su vida profesional había sufrido un cambio, su vida personal también se había transformado desde que regresó a Londres. Empezando por lo menos significativo, y sí, era un idiota por pensar de esa forma, pero no había otra forma de llamarlo: Tenía una amante. Esa era la palabra que usaba en su cabeza para describir a Margareth. Porque eso es lo que era, solo sexo. Y antes que lo juzguen, ella estaba perfectamente de acuerdo con eso. La había visto tres veces en las últimas dos semanas. Todas las veces él pasó la noche en su departamento y ninguna vez habían salido a cenar. Una vez habían ido a tomar unos tragos al pub en donde se habían conocido, pero nada más. Y ella no aparentaba querer nada más tampoco, y para él era... cómodo. Hey, Margareth era una mujer muy atractiva que quería tener sexo con él. Y él podría tener el corazón roto, pero era un hombre de casi treinta años con necesidades como cualquiera. Frustrado, solitario y que sabía lo que hacía. Palabras de Margareth, no suyas. Toda su relación consistía en unos escuetos mensajes de texto que siempre se parecían mucho a esto: "¿Estás libre esta noche?", enviados por ambas partes. Él le había dicho que no buscaba nada serio, no era un monstruo, y ella le había respondido que tampoco buscaba nada formal, solo un poco de diversión. Y eso era todo.

Lo más significante en su nueva vida, aunque ustedes no lo consideren así, es que también se había hecho de nuevos amigos. Demelza siendo la primera de ellos, y la más importante en realidad. Ahora ya no cenaba todas las noches solo o con la fastidiosa compañía de George - ¿eso lo hacía un mal amigo? Desagradecido como poco -. Ahora, cuando no tenía que trabajar, iba a cenar al departamento de las chicas o salían a comer los cuatro por ahí. Dwight se había quedado en Londres esas semanas hasta que llegara el momento de irse, para ayudarlas a empacar todas las cosas del departamento y hacer los trámites para su partida a América. Y el doctor y él habían tenido una química casi instantánea. No que debiera llamarlo así en frente de Caroline, pues ya había bromeado en un par de ocasiones de que Dwight se llevaba demasiado bien con él y temía que la dejara. Exageraba, por supuesto. Dwight le respondía a su prometida que era agradable hablar de futbol con alguien a quien le interesara algo más que quienes eran los jugadores más guapos. A Ross, Dwight le pareció un buen tipo y también le había contado su historia con Elizabeth, principalmente porque al principio lo había encarado con una actitud sobreprotectora hacia Demelza. Lo que le pareció muy honorable de su parte, cuidar a su amiga y eso. Pero ni a Dwight ni a Caroline pareció importarle toda esa historia, ninguno preguntó mucho más. Y en vez de eso solían charlar sobre cómo se habían conocido, su vida creciendo en Cornwall, sus familias, viajes, quienes eran sus participantes favoritos de Bake Off, trabajo, y más que nada de su nuevo departamento, y el hecho que Demelza se mudaría allí con él.

Apuesto a que creyeron que eso sería lo primero que mencionaría, ¿verdad? Pues la verdad era que sí era lo más importante, aunque ambos trataran de restarle relevancia. "¿Vas a vivir con una chica que apenas conoces?" - George lo había cuestionado levantando las cejas asombrado y diciendo 'Es una locura' al mismo tiempo. Y varias veces él pensó lo mismo también. Iba a vivir con una chica a la que había besado tres veces - o ella él - ¿entienden el punto? - Pero era una decisión tomada ya. Y no había sido tomada a la ligera.

En resumen, todo comenzó como una idea de Verity.

Y él se había quedado boquiabierto, ¿cómo que Demelza estaba buscando un lugar donde vivir? No se lo había dicho. Él sabía que su amiga se iba, eso sí se lo había contado, pero nada más. Y tenía que admitir que se sintió algo dolido por ello, porque ella no hubiera tenido la confianza de contarle que su arrendatario iba a vender el departamento. Luego, ella le dijo que no quería molestarlo con sus problemas, y él la había mirado con el ceño fruncido. Demelza se había mordido el labio al ver su expresión.

"¿No se supone que somos amigos? Puedes confiar en mí." - había dicho él, y ella se ruborizó y había tartamudeado otra excusa sin sentido.

"Igual, no tienes que preocuparte. Ya estoy averiguando por otros departamentos en los que buscan compañera de piso." – Solo que los que había encontrado hasta el momento estaban demasiado lejos de la oficina, o eran muy pequeños, o eran muy caros, o la persona con quien viviría le ponía los pelos de punta.

Ross dejó pasar el tema durante una semana, pero no hubo ningún progreso. Mientras tanto, habían cerrado el trato por el departamento de Chelsea, el primero que habían visto. El que tenía una sala amplia, terraza y el baño que no era en-suite. Le gustaba de verdad, y le gustaba quedarse con un millón de libras en la cuenta bancaria. Tal vez no necesitaba un compañero de piso.

Pero una tarde en que se encontraron en su nuevo apartamento para conversar acerca de muebles y que era lo que Ross quería en cuanto a diseño, cosa que ya habían hablado en varias oportunidades, la notó nerviosa y le preguntó. Caroline se iría pronto, y ella aún no había conseguido nada.

"Quizás tenga que volver a Cornwall."

"Tonterías." – Dijo el inmediatamente. – "¿Qué hay de tu trabajo? Te quedarás aquí."

"No, Ross. No puedo pedirte eso."

"Tú no me lo estas pidiendo. Mira, tú buscas un lugar donde vivir y yo quiero alquilar una habitación. Es tan simple como eso."

"Tú no estabas seguro de querer alquilar una habitación."

"Pues lo estoy ahora." - ¿De verdad, Ross? - "Sí. Me puedes pagar de renta lo mismo que pagabas en el piso que compartías con Caroline. Me ayudará a cubrir los gastos… Es una gran idea, en realidad. Así no tendré que preocuparme por los servicios…"

Uhm. Quizás sí sea una buena idea después de todo.

Demelza se lo quedó mirando por un largo rato. Desviando su mirada alrededor, a la bonita sala, a su cuaderno donde había hecho algunos sketches de la distribución de los muebles que aún no había comprado, y volviendo a posar los ojos en él.

Judas. ¿De verdad lo estaba considerando?

En su cabeza hizo una lista rápida de todos los lugares que había visto hasta ese momento. Más de una hora de viaje en transporte público versus poder caminar a la oficina. Una habitación de dos por dos versus un amplio departamento con una bonita habitación con grandes ventanas que podría decorar a su gusto. Vivir con un extraño versus vivir con Ross Poldark. Su amigo. No había mucho que pensar ¿no es así?

"No quiero que sea una imposición para ti. Sé que fue Verity quien te dijo…"

"Eso es porque tú no me lo dijiste. Nunca hago cosas que no quiero hacer… pero esta, bien. Si no quieres…"

"No. Quiero decir, sí. Me gustaría vivir aquí. Gracias."

Y así fue como pasó. Además del hecho que los dos se habían quedado mirándose como dos tontos, hasta que él sonrió y ella dio un salto y fue a abrazarlo.

En esos días, Ross había descubierto también que Demelza era muy cariñosa, demostrativa. No con todo el mundo, pero con Caroline, por ejemplo. Siempre estaban tomadas del brazo, o se abrazaban al despedirse por más que pasarán todo el día juntas. Con Dwight también, se trataban con mucha confianza. Parecían hermanos. Y así comenzó a tratarlo a él también. A prenderse de su brazo mientras caminaban, ofrecer su mejilla cuando se veían. A regalarle sonrisas, o apoyar su mano en su hombro cuando miraban algún diseño en la pantalla de su notebook. Una noche hasta se había quedado dormida sobre su hombro mientras los cuatro miraban una película en su living. Caroline y Dwight no le prestaron atención a esa altura, ya era un amigo más. Pero era algo extraño para él. Extraño y reconfortante. Lo hacía sentir, bueno, menos solo. Ella era dulce y… y era su amiga. Es tu amiga, Ross. Y sus pensamientos debían frenar allí.


"¿Ese es el departamento de Ross?" – Preguntó Verity espiando sobre su hombro una imagen en la que Demelza estaba trabajando.

"Sí. Lo estoy armando como un collage con un nuevo software ¿te gusta?"

"Se ve muy realista."

"Eso es porque estoy utilizando fotografías. Pero mira estos muebles, son renders. Estoy jugando un poco, probando."

"¿Qué hay del sofá? ¿Tienes que cambiarle el color?"

"Mmm… no."

El tema era, que con Caroline yéndose a Chicago, a Demelza le quedarían todos los muebles. Algunos eran de Caroline, y algunos irían al depósito del estudio a esperar a que ella volviera. Otras de sus cosas irían a la casa de su tío en Cornwall, pero muchas otras se las quedaría Demelza. Ambas se habían esmerado en hacer de su departamento un verdadero hogar, y un gran protagonista había sido el sofá. Grande y cómodo. Y de un muy femenino color rosa viejo. Ross estuvo de acuerdo en que ella llevara algunos muebles y electrodomésticos, su habitación ya estaba empacada y lista para mudarse, solo le quedaba desarmar la cama. Pero el sillón había sido motivo de debate. "Podemos enviarlo al depósito también." – había ofrecido ella, pero era un sofá de calidad, les había costado sus buenas libras. Y Ross lo sabía, había dormido allí varias veces. – "No. Llévalo por ahora, y vemos como queda."

"Es mi sofá. Lo voy a llevar. Ross dice que no le molesta que sea de ese color."

"Que seguro en su masculinidad." – Verity se rio. – "¿Tienes un momento? Ven a mi oficina."

Conversar con Verity en su oficina no era nada fuera de lo ordinario, lo que si era extraño fue que cerrara la puerta tras ella. Demelza se tomó los dedos y comenzó a juguetear con ellos inmediatamente. ¿Por qué siempre tendía a esperar lo peor?

"Toma asiento, querida."

Se tuvo que morder el interior de la mejilla para que sus labios no temblaran. Judas, tranquilízate. Es solo Verity…

"No puedo creer que haya llegado la última semana de Caroline, no tuve tiempo de organizar nada. ¿Cómo lo estás llevando, Demelza? Sé que Caroline es como una hermana para ti."

"Lo es… Bueno, va a ser difícil acostumbrarse a que ella no esté aquí todos los días, pero estoy feliz por ella y por Dwight. Nos vamos a mantener en contacto, y seis meses no es mucho tiempo. Estará de vuelta en un parpadeo." – sonó mucho más optimista de lo que se sentía en realidad.

"Todavía me tienes a mí, sabes que cuentas conmigo, ¿verdad?"

"¡Por supuesto que sí!" - Claro que lo sabía. Ella quería mucho a Verity, era su amiga también. Pero también era su jefa, y aunque no le gustara eso ponía cierta distancia. Aunque solo fuera por el hecho de que estaba siempre ocupada. Pero era lindo de su parte recordárselo, le gustaría salir a tomar algo con ella después de la oficina a charlar de Andrew. Tenían que hacer un plan.

"¡Bien! Me alegra escucharlo. Ahora, Demelza, como te decía no he tenido tiempo de entrevistar a nadie para ocupar el lugar de Caroline, pero si estuve pensando. Si bien las dos tienen una función similar, siempre se dio por sobreentendido que Caroline era la arquitecta senior, por una cuestión de antigüedad." – y de sueldo también. Caroline ganaba más que ella, pero también tenía más responsabilidades. – "Bien, como es natural, ahora tú pasarás a ser la arquitecta de mayor experiencia. Te encargarás de sus proyectos, y tendrás sus responsabilidades. Siento no habértelo dicho antes, hubiera sido mejor si ella te pusiera al tanto de todo, pero aún tienen un par de días. Por supuesto que esto también estará acompañado por el correspondiente ajuste de salario. Incluso un poco más de lo que Caroline cobraba. Porque mi idea es contratar a uno o dos arquitectos jóvenes, recién graduados, para poder capacitarlos. Y ellos estarían bajo tu mando, para ayudarte en lo que necesites. ¿Qué opinas?"

¿Qué que opinaba? Se sentía un poco mareada, quería decir, ¡Wow!


"¡Wow! Felicitaciones… te lo mereces, Demelza." – Ross le dijo esa tarde.

"Oh, no sé si me lo merezco. Es porque Caroline se va, lo que me hace no querer celebrarlo demasiado."

"Tonterías, es un merecido ascenso. Trabajas muy duro, y Verity lo sabe."

Demelza frunció los labios, pero no podía ocultar lo contenta que estaba. Y era cierto, trabajaba duro, y sus nuevas responsabilidades le generaban algo de ansiedad, pero también emoción por empezar algo nuevo. No que su trabajo en sí fuera a cambiar demasiado, solo tendría más volumen y debería aprender a delegar y confiar en el trabajo de otras personas. Verity le había dicho que ella debería estar presente en las entrevistas también, que juntas elegirían a los candidatos. Y eso sería cuanto antes pues estaban tapados de trabajo. Lo que la traía a su visita a Ross, que se había mudado apenas le entregaron las llaves del departamento. Aunque por el momento lo único que tenía como mobiliario era un colchón, pero se lo veía contento con solo eso.

"Te traje algunas ideas para la sala." – Dijo, abriendo la notebook en la única superficie disponible, la mesada de la cocina.

"Creo que deberíamos dejar lo de unir la cocina con el comedor para más adelante." – comentó él mientras se encendía la computadora. – "No quiero lidiar con escombros, romper la pared, obreros y todo eso ahora. Además, no tenemos tiempo. La cocina no se ve tan mal así como está."

"Si te gusta así, así puede quedar. Es bastante amplia y tiene buen espacio de guardado."

"Para todas tus cosas." – esa era otra ventaja de que ella se mudara con él. No tenía que preocuparse por conseguir vajilla, cubiertos, ollas y los demás e infinitos utensilios de cocina, Demelza traería todo lo que ella tenía. – "No eres de pasar mucho tiempo en la cocina, ¿verdad?"

"¿Acaso te doy esa impresión?" – Preguntó levantando una ceja. Era frecuente que Ross se hiciera el simpático con ella, pero no creía que jamás pudiera acostumbrarse. Judas. ¿Y vas a vivir con este hombre? De verdad, no tenía idea de adonde se metía. – "¿Te olvidas de que viví dos años solo viajando por ahí?"

"¿Te olvidas de que me contaste que te gustaba probar la comida típica de cada lugar? ¿La cocinabas tú?"

Touché.

"Me las arreglo en la cocina. No soy un chef, pero tampoco un completo inútil."

"Mmm…" – Demelza lo observó con ojos entrecerrados, la notebook ya había encendido. – "Deberíamos tener una especie de regla… organizarnos. Para ver quien cocina cada día. Yo suelo preparar mucha comida el fin de semana y guardarla en el freezer, puedo hacer para ti también. Pero tú deberás ayudar en algo también."

Ross le sonrió. Vivir con una mujer otra vez. La idea le aterraba, pero lo intrigaba también.

"Aunque es tu casa. Judas. Olvida lo que dije, tú puedes hacer lo que quieras en tu casa."

"No no no. Demelza, será tu casa también, y no espero que cocines ni nada de eso. Pero lo que dices es una buena idea. Nos podemos organizar para ayudarnos. Lo iremos viendo… sobre la marcha."

"Bien. Ehmm… aquí están. Te traje algunas opciones para mostrarte lo que podemos hacer con la sala…" - Ross se acercó a ella para ver la pantalla, en cada una de las imágenes montadas, estaba su sillón rosa.


¿Se acuerdan de ese episodio de Friends, cuando Chandler va a vivir al departamento de Mónica, y las chicas piensan que es el fin de una era porque ya no iban a vivir más juntas? Bueno, a Ross no se le ocurría nada mejor para explicar lo que Caroline y Demelza sintieron en esos últimos días antes de la partida de sus amigos a Chicago más que eso. El pequeño departamento era un laberinto de cajas y maletas. De verdad, uno no entendería como todo eso cabía en su pequeña cocina o en la sala. Había cajas llenas de libros que estaban listos para llevarlos al nuevo departamento. Bolsas con ropa para donar también. Y en medio de todo el lío, dos amigas que recién se daban cuenta que al día siguiente estarían a kilómetros de distancia con un océano de por medio.

Ross tuvo la idea de invitar a Dwight a tomar unas cervezas la última noche, y ellas se quedaron solas en el departamento, acurrucadas en el sofá supuestamente mirando una película que ya habían visto mil veces, pero a la que no prestaban atención. Se la pasaron hablando, sobre Dwight y como Caroline quería apoyarlo y hacer esto por él, pero no quería renunciar a su vida entera. Seis meses, y estaría de vuelta para continuar con su carrera. Le aseguró que su sueño de tener un Estudio propio todavía seguía en pie, y su prometido lo sabía. También hablaron de Ross. Demelza le confesó a su amiga que sí, le gustaba. ¿A quién no? Pero que lo consideraba su amigo, y además él todavía seguía enamorado de la mujer de su primo. "No soy tan tonta como para meterme en medio de esa historia."

"Creo que ya estás en el medio." – había dicho su amiga.

"¡No lo estoy! Es atractivo, sí. Pero eso es todo. Además, si vamos a vivir juntos cualquier otra cosa solo traería problemas."

"Mhmmm… siempre eres tan estricta. Prométeme que te divertirás ¿sí?"

"Caroline…"

"Y si vas a salir con alguien, envíame su foto o su perfil. Yo puedo hacer la investigación desde Chicago."

"Oh, Caroline… te voy a extrañar."

Habían llorado un poco también. Bastante. Cuando Dwight regresó las encontró con las mejillas rojas y empapadas de lágrimas.

Ross se había ofrecido a llevarlos a Heathrow en el Señor Mercedes. Salieron temprano el sábado a la mañana, las maletas grises y todas iguales apenas entraron en el amplio baúl. Su amiga se iba por seis meses...

Demelza se había prometido no llorar. No se lo quería hacer más difícil a Caroline de lo que ya era. Tampoco quería que se preocupara por ella, este era un momento feliz. El comienzo de una aventura. Así que se contuvo durante todo el trayecto. Durante el atascamiento de tránsito se entretuvo buscando una ruta alternativa que indicó a Ross. Y cuando llegaron lo ayudó a buscar un lugar donde estacionar. Había tanta gente. Cada uno arrastró una maleta mientras se dirigían a la terminal, y mantuvo las lágrimas a raya cuando su amiga le tomó la mano mientras caminaba. Compró un café para Ross y un té para ella mientras ellos hacían la fila para despachar el equipaje. Y por más que su corazón parecía quebrarse, sonrió cuando la abrazó por última vez antes de que subieran a la zona de embarque. Incluso la saludó mientras subían por las escaleras mecánicas.

Pero no pudo contenerlas más cuando Dwight y su mejor amiga desaparecieron tras un control de seguridad. Las lágrimas caían como en una catarata, y Demelza sintió que algo tibio la rodeaba.

"Shhh…" – susurró. Y ella se dejó guiar contra su pecho. Mojó su remera con sus lágrimas mientras Ross la abrazaba y la apretaba fuerte contra él. Sintió sus labios besar su frente, y el llanto disminuyó un poco hasta que se calmó por completo. Pero él la seguía abrazando y meciéndola lentamente de un lado al otro en medio de la terminal del aeropuerto.

Caroline se había ido. ¿Y ahora?

Ahora, al igual que Mónica, ¡ella tendría que vivir con un chico!