Capítulo 16
¿Qué significa cuando el auto se va hacia la izquierda? Lo primero que pensó Demelza fue en una pista de hielo por la forma que lo sentía deslizarse, pero hacía tanto calor y el sol brillaba sobre la ruta. Definitivamente no era hielo. Presa del pánico, sujetó el volante con todas sus fuerzas. Se movió al carril izquierdo casi contra su voluntad, tirando del volante hacia la derecha para compensar, cruzando las líneas blancas. Intentó reducir la velocidad poco a poco. Por un segundo, creyó que su pie estaba en el pedal equivocado. El coche no reaccionaba correctamente al intentar frenar. Era como si intentara gritar pero no emitiera ningún sonido. Y Demelza quería gritar con todas sus fuerzas. Empujó hacia abajo con más fuerza y el auto redujo la velocidad un poco, todavía arrastrándolos hacia la izquierda. Demelza dejó escapar un sonido, un "¡Uhgg!" frustrado y asustado.
"Hay una banquina, Demelza, súbete." – Ross dijo a su lado. Su voz sonó firme y tranquilizadora. Todos los demás estaban muy callados, casi que podía oírlos respirar. Bajó los cambios, tercera, segunda, primera. Ojalá que el asfalto no se terminara. Había un zumbido en sus oídos, como si el mundo estuviera amortiguado. Percibió un dolor en el cuello por el latigazo que no había sentido antes, notó distraídamente, de la última vez que chocaron.
"Muy bien, eso es." – Ross le dijo. Por primera vez se dio cuenta que tenía una mano sobre el volante ayudándola a sujetarlo. Estaba reclinado sobre ella. Ahora se movían muy lento y ella siguió apretando el freno hasta que su Minino se detuvo con mucha suavidad. El auto pareció gemir cuando se detuvieron y todos quedaron sentados en silencio hasta que ella, muy lentamente, bajó la frente contra el volante.
Mientras esperaba a que su corazón bajara de su garganta, Ross se estiró para apagar el motor. Ausente, colocó la palma de su mano en su espalda confortándola y vaya que lo hacía. Cuando abrió los ojos para mirarlo él estaba mirando hacia atrás. Todos se descongelaron.
"Mierda."- Dijo George detrás suyo.
"¿Todos están bien? ¿Caroline?"
¡Oh, Judas! Caroline…
Pero la voz de su amiga sonó firme desde el asiento trasero.
"Estamos bien. Otro susto nada más. Sabes, creo que esta niña va a salir con el rostro distorsionado de horror." – Bromeó. Lo que era una buena señal, pero su corazón no se calmaba.
Ross volvió su atención hacia ella, que seguía con la mejilla apoyada en el volante. Su mano continuaba frotando su espalda. Su rostro estaba pálido por la conmoción. Y por un segundo le recordó su expresión cuando estaba de pie en la puerta de aquel departamento mientras golpeaba su pecho con sus puños y le decía que no, que no era verdad.
"Todos están bien, Demelza. Hiciste un gran trabajo. Estuviste fantástica."
Demelza quiso sonreír, pero con su rostro apoyado apenas fue una mueca. Él trató de calmarla con una sonrisa también. No se había movido desde que se habían detenido, y Ross subió la palma de su mano hacia su hombro. Como le gustaría que estuvieran solos. Atrás todo era movimiento. Caroline abrió la puerta y giraba su cuerpo con dificultad. Hugh miraba hacia atrás, a por donde habían venido y las marcas en el asfalto. George soltó una risa estridente desde el asiento trasero.
"Mierda, Demelza Carne, acabas de salvarnos la vida."
Si. Si. Que alegría que él estuviera bien. De verdad. Por más que George le cayera mal, tampoco le deseaba la muerte. Demelza se enderezó al escucharlo, la mano de Ross la soltó. Su respiración todavía no era del todo normal. ¿Acaso uno se acostumbra a las experiencias cercanas a la muerte? ¿Debería estar más tranquila porque ya tuve un accidente ese mismo día? ¿O entrar más en pánico, porque todavía su sistema estaba cargado del susto?
"Estuviste increíble, Demelza." - Hugh le palmeó el hombro desde atrás. Y ella tomó una gran bocanada de aire que recién entonces pareció llegar a sus pulmones. Torció su cuerpo, quedando frente a frente con Ross que aún seguía inclinado hacia su lado, todo el reproche que había en sus ojos hasta hace unos minutos ahora simplemente no estaba allí. En ese momento la miraba como antes, con ese brillo especial en sus ojos que centelleaba antes de abrazarla. Y allí sentada con los pelos de punta pensó cuanto quería que lo hiciera.
"Reventamos una goma." - Escucharon que Caroline decía.
"Por supuesto que reventamos una goma, eso no es ninguna novedad." - dijo George, dando pequeños empujones en la espalda de Hugh para que este se bajara del auto también. Su puerta no abría. - "El tema es como está el motor."
Ross y Demelza se miraron por un instante más, pero no se dijeron nada y también salieron del auto.
Unos minutos después y los cinco contemplaban el interior del capó abierto de su Mini. De verdad, era como un mal chiste. De esos que se repiten y tampoco causan gracia la segunda vez.
"Tres hombres, y ninguno sabe nada de mecánica. Saben que son un fracaso para su sexo." - comentó Caroline con esa dulce voz que utilizaba cuando quería decir cosas hirientes. A propósito, ella estaba bien. De vuelta, el estrés físico no había sido lo mas impactante sino el verse a la deriva en medio de la ruta. Por suerte los otros autos estaban bastante alejados. Hugh había dicho que fue buena suerte, ella no consideraba tener a Ross y a George cerca implicara suerte alguna. Ross dijo que no había sido suerte, sino que Demelza había hecho una gran maniobra. Bueno, él lo sabría. Ross fue quien le había enseñado a manejar.
"Eso es muy sexista de tu parte, Caroline." - dijo George. - "Es como si nosotros pretendiéramos que todas las mujeres supieran cocinar."
"Yo solo hablaba de probabilidades, cariño. Aquí Demelza y yo sabemos cocinar."
"¿Qué tal planchar o bordar?"
"Llamaré al auxilio mecánico." - dijo ella con un suspiro. Si, Caroline se encontraba en perfectas condiciones. - "¿Puede alguien caminar hasta el poste más cercano para ver dónde estamos?"
"Yo voy." - Se ofreció Ross. Su voz salió algo chillona, y se aclaró la garganta. De repente sintió una leve sensación de agradecimiento de que él estuviera allí, pero la desestimó con un rápido movimiento de cabeza al recordar que todo esto era su culpa.
Él no tiene la culpa de que hayas pinchado una goma, Demelza. Shhhh...
Mientras Caroline buscaba del auto su bolso con provisiones, Demelza cerró los ojos por un momento. Así no es como se suponía que iba a ser ese fin de semana. ¿Por qué no estaba acelerando por la ruta cantando Robbie Williams a todo pulmón, con Caroline comiendo sus snacks en el asiento de al lado? Ese era el plan. Y era un plan grandioso. Lo que no daría por transportarse a esa realidad paralela... Ross le dijo el número mientras caminaba de regreso al auto. Sus rulos ondeaban con la ligera brisa y tenía las manos metidas en los bolsillos. Se veía tan bien que dolía. Él había sido el hombre más guapo con el que jamás había salido, pero había sido tanto más que eso. La atracción estuvo desde el comienzo, cuando era algo prohibido y una especie de broma, solo que no era una broma en lo absoluto. Todo se tornó serio muy, muy de golpe. Pero después, cuando la tormenta pasó y pareció arrasar con todo, él seguía allí. Guapísimo, sí. Pero también atento, dulce, cariñoso. Apasionado y tierno a la vez. Hasta que uno de los tantos días que amaneció en sus brazos, Demelza se dio cuenta de que ya no podía vivir sin él.
Eso no era cierto. Demelza había vivido sin verlo ni saber nada de Ross durante meses. Pero ¿en verdad lo había hecho?
Se dio la vuelta, mirando el tráfico mientras llamaba al auxilio mecánico. Eso es peligroso. No los problemas con el auto, sino Ross. Por una fracción de segundo allí, mientras lo veía caminar hacia ella y pasarse los dedos por su pelo, no le importó perderse a Robbie, ni los dulces con su amiga. De repente quería estar allí. Con él.
Dos horas. ¡Dos horas!
"¿No se supone que deben garantizarte asistencia en menos de treinta minutos?" – preguntó George mientras Hugh y ella extendían una manta en un claro de césped al costado de la ruta. Judas, no lo soportaba. Todavía la inquietaba a pesar de todo el tiempo que había transcurrido. Lo que había dicho antes de que el auto se averiara, todo eso de cómo había roto con Ross, hubiera sido capaz de dejarlo a la orilla de la carretera. Y esta vez de en serio. A Caroline no le importaría, menos a Hugh. Pero a Ross... Tú no eres nada de Ross, ya no tienes que soportarlo por él, Demelza. Judas, él sacaba lo peor de ella en casi todos los sentidos.
"Sí, bueno" - dijo ella, tratando de mantener su voz firme. - "Con mi plan ese es el tiempo de espera."
"Ese es tu error, tienes lo que pagas."
Pues era la primera vez que lo usaba. Y no habría tenido que hacerlo de no haberse chocado con ellos.
El lugar adonde se habían quedado varados no estaba tan mal. Hasta tenía árboles y todo y habría sido un excelente espacio para acampar a no ser por el ruido de los vehículos pasando a tan solo unos metros. Estaban sentados en un círculo alrededor de un montón de bocadillos. Con Hugh, habían ayudado a sentar a Caroline en el piso y le habían hecho un respaldo con los bolsos y su almohadón para la espalda. Se la veía muy cómoda, aunque dudaba que fuera capaz de levantarse si la dejaban sola. Hugh había recuperado su guitarra y raspaba notas con sus largos dedos que la ayudaron a tranquilizarse un poco. El sol estaba lo suficientemente alto como para quemar su piel así que buscó la crema protectora que siempre llevaba en la guantera del auto y comenzó a untársela por los brazos. Se había quitado el sweater.
"Llevamos casi dos horas de retraso." - comentó Caroline, entrecerrando los ojos mientras revisaba la pantalla de su teléfono. Judas, cuando Dwight se enterara que habían tenido otro percance la mataría. Ahora sí. Y todavía no lo había llamado después del primero. - "Nunca llegaremos a tiempo para ayudar a Verity a preparar el drunch. Todavía estamos en... ¿dónde estamos?"
"Acabamos de pasar Stoke-on-Tent" - informó Ross, bebiendo un trago de la gran botella de limonada que él y Caroline se habían estado pasando de un lado a otro. Al parecer Caroline le tenía cierta compasión.
"Maldita sea." - exclamó su amiga acomodándose de nuevo. - "¡No hemos llegado a ninguna parte! ¿No deberíamos llamar a Verity para avisarle?"
Ross y Demelza intercambiaron miradas. ¿Qué va a decir Verity cuando le dijera que iba con su primo? Primo a quien estuvo intentado evitar por años.
"Verity no va a estar nada feliz si llegamos tarde al inicio de las celebraciones de la boda."
"Esperemos un poco." - dijo ella. - "Tal vez los del auxilio no se demoren tanto. Dijeron dos horas en el peor de los casos. Además, veníamos con tiempo extra para las paradas, Caroline."
Efectivamente, treinta y cinco minutos después, toma eso George, el camión del auxilio frenó atrás de su auto. Demelza corrió a recibirlos como si hubiera sido el mismísimo Santa Claus, dejándola a Caroline como una tortuga dada vuelta luchando por levantarse. Hugh la ayudaría.
El muchacho del auxilio la miró exhaustivamente cuando ella llegó a su lado. Era joven, más o menos de su edad, tenía el overol atado a la cintura y el pecho cubierto con una camiseta sin mangas. Parecía una quinta parte de los Village People, ¡hasta tenía grasa en sus musculosos brazos!
Ross puso los ojos en blanco. ¿De verdad estaba coqueteando con ella? Había tres hombres en ese auto, ¡ella podría haber estado con cualquiera de ellos! Pero al mecánico no pareció importarle y continuó flirteando con Demelza mientras cambiaba la rueda del mini. Cuando comenzó a revisar el motor, Caroline había llegado también pues no quería perderse conversar con 'semejante espécimen' - así lo había llamado más tarde. Y George, se había acercado también pues no quería darle la oportunidad a Demelza de que lo abandonara.
"¿Cuál es su historia entonces, con todos ustedes?" - preguntó mientras revisaba el agua y el aceite. Él también podría haber hecho eso, pensó Ross. - "Parece mucha gente para viajar en un Mini."
George tosió. Un camión pasó a toda velocidad por el carril izquierdo y desarregló todo el pelo de Caroline.
"¿No debería preguntar?" - le dijo el mecánico a Demelza con una voz melosa que le daba arcadas.
George como siempre se metió adonde no lo llamaban. "Aquí Demelza le rompió el corazón a Ross." - dijo girándose para señalarlo.
"George..."
"Hace dos años aproximadamente, y luego destrozó su auto esta mañana. Se siente culpable por arruinarle la vida, así que nos lleva a todos porque vamos a la boda de Verity, la única persona en el mundo a la que se le puede haber ocurrido que ellos harían una buena pareja."
El corazón de Demelza comenzó a latir rápido en su pecho, la rabia burbujeando de nuevo. ¿Demelza rompió el corazón de Ross? ¡Como si él no hubiera eviscerado el de ella! Luchó por contener su rabia, no debía responder a su provocación. Pero Caroline ya había tenido suficiente.
"¡Eso es una mierda!" - exclamó su amiga. - "Mejor versión: Ross abandonó a Demelza hace dos años. El mayor error de su vida, obviamente, y él lo sabe." Ross había hecho dos grandes pasos hacia donde estaba George, pero se detuvo al escuchar a Caroline. "Dijimos que los llevaríamos a la boda de Verity como las muy buenas personas que somos, deberías agradecernos. Y yo también creía que ellos hacían una excelente pareja." - añadió. - "Por un tiempo."
El mecánico miraba de uno a otro sin entender demasiado. De seguro ya no estaría interesado en ella. No que a Demelza le importara, ella solo estaba tratando de... de hacer una pequeña escena delante de Ross. Que estupidez.
"¿Y él?" - Preguntó señalando a Hugh. George puso los ojos en blanco. Ross seguía plantado sin saber muy bien que hacer del otro lado del auto. Desearía poder ver su rostro correctamente.
"¿No vas a decirle?" - le demandó George, apuntando hacia Caroline. - "Ross, por Dios Santo, ten pelotas. Dile que no fue así." - La autopista parecía rugir junto a ellos. "¡Por el amor de Dios!" - Exclamó una vez más - "Yo estaba allí."
"George." - Ross dijo en voz baja. - "Solo déjalo, ¿de acuerdo? Olvídalo."
"¿Déjalo? ¿Déjalo?"
"¡George!"- Ross gritó esta vez. Hugh miraba de un lado a otro entre Ross y George como si estuviera viendo un partido de tenis.
Demelza apretó los puños, clavando las uñas en la palma de sus manos. Quería irse. Sus músculos estaban tensos.
"¿Qué hay de ese tipo Malcolm, Ross? ¿Acaso te olvidaste de él?"
Sus uñas cortaron su palma. Su ritmo cardíaco iba a mil por hora. Realmente no creyó que George fuera capaz de decirlo.
"No hables de lo que no entiendes" - lo cortó Caroline.
El mecánico los miraba a todos como si estuvieran locos. "Esto se parece la trama de Juego de Tronos." - dijo
"¿Qué hay que entender?" - Preguntó George. Sonaba genuinamente exasperado, y ella no podía ni mirarlo. No podía quedarse allí por más tiempo. El cuerpo le dolía por la tensión, parecía que se estaba por romper en mil pedazos.
Salió corriendo con tanta prisa que derramó la botella de limonada sobre la manta. Se alejó, atravesando el claro y dejando el árbol atrás. El corazón le latía con fuerza. La escuchó a Caroline llamarla, pero no se volvió.
Le tomó un tiempo darse cuenta de que alguien la estaba siguiendo, y otros pocos segundos darse cuenta de que era Ross.
"Vuelve con los demás." - Le dijo mirándolo por encima del hombro.
"No." - Respondió él.
"Ross, solo vete. Déjame sola."
Esta vez no dijo nada, pero aún podía oír sus pasos por encima del ruido del tráfico. Demelza caminó más rápido sin dirección hasta que dio con un sendero, lo suficientemente angosto para que una persona camine. A ambos lados había campos separados de la carretera por bancos de hierba salpicados de flores blancas. Si no fuera por el rugido de los autos a lo lejos, se sentiría como si hubiera vuelto a casa.
"Demelza, por favor. Espera." - Ross trotó para alcanzarla. - "¿Estás bien?"
Demelza se detuvo de golpe, girando sobre sus talones "¡¿Que si estoy bien?!"
"Disculpa, sabes cómo es..." Estaba tan cerca que tuvo que apartar la mirada. "Es un idiota. Lo sé. Hablaré con él." – Otra vez.
"No, no lo hagas. ¿Para qué? Sólo... Dame un minuto."
"Sé que es difícil, pero lo mejor es simplemente ignorarlo."
"Oh, y eso es lo que estás haciendo tú, ¿verdad? ¿Trayéndolo aquí para que me diga esas cosas?"
"No es así, yo no sabía que iba a suceder todo esto. No sabía que íbamos a tener que pasar contigo todo este tiempo." - No. Él solo pensaba hacerle el favor de llevarlo y lo dejaría en la fiesta, no pensaba que se saldría con todo esto.
Excusas. Eso era tan familiar. Era como ponerse un par de zapatos viejos. Estaba enojada porque le daba vergüenza, todavía.
"Él todavía es tu amigo, aún después de lo que hizo. Me parece que tú le sigues creyendo a él." - Ross abrió la boca para responderle y luego la volvió a cerrar. Buscó su mirada. Su corazón dolía. Y ella recordaba bien esa sensación. Tal vez esos zapatos viejos ya no le quedaban bien.
"Yo sé lo que pasó. Sólo fue mi culpa." - dijo él al fin.
La ira se fue tan rápido como llegó.
"No, no lo fue…" – susurró tan bajo que él no llegó a escucharla.
"Lo siento."- Se disculpó de nuevo. - "Traerlo fue una estúpida idea. No tendría que haberlo hecho. Se suponía que él está tratando de cambiar…"
Ugh. No. Ella apartó la mirada y se giró para seguir alejándose de la autopista. No ha cambiado nada.
"No puedes cambiar a un hombre como George."
"Yo estoy intentando cambiar… seguir adelante. Mi terapeuta dice que debo perdonarme, lo que es muy difícil. Y para eso necesito perdonar también…" - Dijo sin moverse y fue ella la que se detuvo y se volvió lentamente. No podía evitar la curiosidad.
"¿Estás yendo al psicólogo?"
"Bueno… fui algunas veces." – No era su actividad favorita, no cuando tenía que decir en voz alta todo lo que había ocurrido, él ya conocía sus errores.
"¿Porqué?"
Ross dio un paso hacia ella y Demelza se quitó de su camino de inmediato. Fue muy obvio de su parte, que no quería estar cerca suyo. Que le dolía. Y él se dio cuenta. Pero Ross solo quería comenzar a caminar de nuevo. Ahora era él quien se sentía aturdido.
"¿Por qué crees?" – Le preguntó.
Y a Demelza se le vinieron varias razones a la cabeza. La principal, ella.
Ross caminaba a su lado ahora, el camino los había acercado al borde de la carretera sin que ellos se dieran cuenta. Su brazo rozó el de ella, resbalándose un poco contra la pegajosa crema solar en su piel. Por un momento pudo olerlo de nuevo. Y el olor la mareaba, como si el mundo estuviera dando vueltas en sentido opuesto, como cuando alguien retrocede en el tiempo en las películas.
"No estuve en contacto con él todo este tiempo ¿sabes? Solo que la psicóloga me había dicho eso y justo George llamó para preguntar si iría a la boda de Verity… me pareció una buena oportunidad para… no sé. Perdonar. Y él está intentando mejorar también…"
"No parece estar muy distinto."
"Sabes que él no conoce toda la historia." – Ross dijo en voz baja aun cuando estaban completamente apartados de los demás.
"Lo sé. Pero sigue siendo un imbécil."
Ross no lo discutió.
Caminaron un rato en silencio. Se sentía extraño, como si de repente estuvieran improvisando una escena que habían visto miles de veces antes.
Su expresión era seria. Y ella parecía no poder recuperar su enojo. De repente, todo lo que quería era hacerlo sonreír. Era una sensación tan fuerte que volvió a cerrar sus puños para detenerla.
"Ya que estamos aquí solos, quiero decirte que lamento lo que dije sobre tu decisión de dejar de hablarme." – Dijo Ross en medio del silencio. - "Entiendo porque lo hiciste. Porque fue esa tu decisión."
Para ser justos, él siempre había respetado esa decisión. A pesar de que mil veces ella estuvo a punto de cambiar de opinión.
"Pensé que lo haría más fácil…" – mascullo ella.
"Sí. ¿Lo hizo?"
No. Nada lo hizo más fácil. Estaba deshecha cuando Ross la dejó, y no había una manera simple de reconstruirse. No estaba segura de haberlo hecho.
"No han sido los dos años más sencillos." – Dijo ella al final.
"No, no lo han sido."
Su brazo rozó el de Demelza de nuevo, pero esta vez creyó que lo había hecho a propósito.
"Desearía haber podido..."
"No hagas eso." – Su voz salió ahogada. – "No desees cosas."
"Lo siento. George, él está aquí por más que ninguno de los dos quiera. Pero solo serán unas horas. ¿Puedes soportarlo? Por favor… por mí."
"No hagas eso tampoco. No digas 'por mí' como..."
Como antes. 'Demelza, come un poco. Por mí.'
"Lo lamento. Pero quiero que sepas que no estaría en un auto con George si no fuera porque estoy intentando seguir adelante."
Demelza lo miró. ¿Estaba intentando seguir adelante después de ella? ¿Quería olvidarla? ¿No lo había hecho en todo este tiempo?
Demelza volvió a jugar a buscar las diferencias: el pelo más corto, algunas líneas más al costado de sus ojos. El ceño constantemente fruncido, sus ademanes, la barba al ras de sus mejillas. Se lo veía ¿perseguido? ¿Era por ella esta vez?
"Probablemente deberíamos…" – Ross suspiró y miró hacia atrás.
Judas, sí. Caroline. De seguro debía estar muy preocupada y no quería que se pusiera nerviosa y le subiera la presión o algo.
"Oh, demonios. Si, tienes razón." - Ross sonrió, una sonrisa que vistió sus ojos y bailó en sus labios por un momento. – "¿Qué?" - Preguntó y no pudo evitar que sus labios se curvaran también.
"Insultas mucho. Antes jamás hubieras dicho semejantes palabrotas."
"Oh… ¿de verdad?" – no se había dado cuenta. Pero supuso que si ella lo encontraba distinto a él, pues él se debía de dar cuenta de cómo ella cambió, aunque ella misma no lo notara. – "Es que paso mucho tiempo con mis hermanos… ¿Crees que el mecánico los habrá asesinado a todos?"
"Hugh. Siempre son los más callados." - Se sonrieron el uno al otro. Demelza se dio la vuelta primero, y su brazo rozó el suyo de nuevo.
"Me equivoqué." – dijo por impulso. – "Sobre el no hablar. Fue peor. Ojalá... ojalá no te hubiera pedido que me dejaras en paz."
Demelza observó cómo se levantaban las comisuras de su boca. Y ella sonrió tímidamente también. Hubo un tiempo en el que habría hecho cualquier cosa para que sonriera así.
"Gracias por decírmelo." – Dijo él nada más. Y caminaron de regreso hacia el Mini en silencio. Era difícil pensar qué decir después de eso. Aunque había mil cosas más que tenían que decirse.
