Capítulo 18

"Así que… ¿la cita con el contador no terminó muy bien?" – Preguntó. Demelza estaba leyendo el revés del envase de una salsa con los lentes puestos y simuló no escucharlo.

Después del estrés de la mañana y las subsecuentes paces entre ellos, habían decidido ir al supermercado por provisiones así podrían preparar la comida para la semana como habían planeado originalmente. Él iba a ayudar también, ya que últimamente era quien pasaba más tiempo en la cocina y no quería perder territorio.

"¿Podrías buscar leche?" – Ross se alejó rumbo a la góndola de los lácteos sonriendo. Cuando volvió con un pack, Demelza había colocado la salsa en el carrito y estaba cargando distintas variedades de pastas.

"Tenemos que ir al sector de las verduras. ¿Te gusta la ensalada de pasta?"

"¿Ensalada de pasta? Nunca probé."

"¿De verdad? Te va a gustar. Necesito bastante harina también, y queso."

"Voy."

Siguieron así durante todo el rato, Demelza decía que necesitaba y él lo iba a buscar. Lo único que esquivó fue el pasillo de los aderezos. Demelza trató de esconder su sonrisa, pero él la vio igual. Si, ya sabía que era ridículo, pero no podía evitarlo. Había gente con fobias más raras aún, como a los botones. De verdad.

Ross no recordaba nunca haber hecho una compra tan grande en un supermercado. Cuando era pequeño, no tenía memoria de haber ido a hacer compras con su madre, apenas si se acordaba de ella. Y después, cuando se quedó solo con su padre, ninguno de los dos se encargaba de los quehaceres de la casa. Para eso tenían a los Paynter. Cuando vivió solo demás esta decir que no se preocupaba mucho por la comida, generalmente pedía delivery. Y no quería recordar su tiempo con Elizabeth, pero digamos que ella no era muy adepta a la cocina. Así que la escena de él caminando por el estacionamiento de un supermercado hacia su auto al lado de una mujer con un carro lleno de mercadería le parecía casi surrealista, como salido de una película. De esas que a uno lo obligan a ver, pero termina por gustarnos a pesar de nosotros mismos.

Entre los dos cargaron todo en el baúl del Mercedes, pero Demelza separó una bolsa que llevó al asiento delantero y cuando se sentaron para irse, de ella sacó y abrió un paquete de papas fritas que se comieron charlando antes de volver a casa.

"Me dejó por mensaje de texto." – Dijo mientras tomaba la última papa y él ponía en marcha el auto. – "El contador. Dijo que ya no quería verme."

"Entonces es un imbécil." – Dijo mientras ella mordía la papa y el crunch hacía eco dentro del Mercedes.

"No lo creo. Es listo. Yo también hubiera cortado conmigo después de cómo me comporte anoche. Tomé. Mucho."

"Me di cuenta de eso."

"Y yo odio beber. No me gusta. Me mareo con solo tomar medio vaso de vino… y bebí mucho más que eso anoche. Y encima le hice pagar la cuenta." - Ross rio.

"No debió dejarte tomar tanto."

"No. Yo no debí tomar tanto, él no es responsable de lo que yo haga. Es solo que…" – Demelza miró por la ventanilla. No era un viaje muy largo del super hasta el departamento y ya estaban cerca.

"¿Fue por lo de la otra noche? ¿Por Margareth?" - preguntó él. O eso creyó escuchar que dijo, porque Ross seguía mirando adelante como si nada.

"¿Qué? No. ¡No! Tú tienes derecho a invitar a quien quieras, es tu casa." – respondió ella. Y lo decía de verdad, o al menos quería que fuera verdad, aunque lo que ella sintiera fuese algo distinto. – "Ha habido tantos cambios últimamente. Sólo me quería divertir, olvidarme por un rato de que estoy sola… ¿Sabes qué? Si, fue un imbécil en cortarme así por mensaje, sabiendo que estaría durmiendo y no le iba a contestar."

"Es lo que digo, es un imbécil. Y, Demelza… no estás sola." - Demelza le sonrió y no dijo más nada. Estaban estacionando ya. El edificio no tenía cocheras, pero si un espacio para dejar al auto en la calle del costado. Y cuando Ross apagó el motor del Mercedes, Demelza se acercó y plantó un beso en su mejilla antes de bajarse que lo tomó por sorpresa y le hubiera gustado disfrutar un poco más. Pero al menos era bueno saber que había vuelto a la normalidad, a ser más ella. La dulce Demelza que él conocía.

No volvieron a mencionar al contador ni a Margareth. Al regresar al departamento con su botín, se la pasaron cocinando el resto de la tarde. Cocinando y comiendo, probando lo que hacían. Demelza era muy buena cocinera, y se le ocurrían platos que él jamás hubiera pensado hacer. Como falafel o tacos. Hasta hizo la masa para los rolls de carne. Él se comió dos cuando salieron del horno. Estaban exquisitos. Ross se encargaba de cortar los ingredientes de la forma en que ella le indicaba. Brunoise, juliana, nombres que había escuchado alguna vez, pero que no sabía que eran. Demelza se los enseñó. También se encargaba de guardar la comida en los contenedores una vez que estaba fría y de ponerlos en el freezer que poco a poco se fue llenando y les ahorraría tener que preparar la comida durante la semana. Pusieron música y conversaron durante todo el rato. Ella le contó que había aprendido a cocinar porque al morir su madre tenía que cocinar para sus hermanos. Él le contó acerca de Jud y Prudie, y como lo más complicado que la mujer sabía hacer era las pasties típicas de Cornwall.

"¿Quieres que haga algunas?" – Le preguntó tiernamente. Se había relajado por completo ya. La tensión entre ellos olvidada. Ahora tarareaba bajito al compás de la música, más fuerte cuando la canción le gustaba. Volvieron a bromear, y ella volvió a su dulce y generoso ser que Ross descubrió escondía y no mostraba a todo el mundo. Incluso lo escondía de él en ciertas circunstancias. Era una mujer compleja, su nueva amiga. No complicada, sino llena de matices que la hacían cautivante. Porque era cautivadora también, sexy. Aunque ahora estuviera cubierta de ropa, no podía quitarle los ojos de encima.

Pero…

Pero es tu compañera de piso. Se decía. Y tú no puedes ofrecerle lo que ella quiere, su historia de amor…

"No es necesario. Ya tenemos bastante comida para esta semana."

"No sería mucho trabajo, y te recordarían a tu infancia. Queda algo de carne, y todavía hay cebollas… y yo hago las mejores Cornish Pasties que encontrarás en todo Londres."

Y era algo descarada también.

"¿De verdad? Ahora tendrás que probarlo. Pero déjalo para la semana que viene, ya tenemos suficiente por ahora."

"Está bien, solo debo terminar esto. ¿Podrías picar un poco de cilantro por favor?"

¿Cuál era el cilantro? Demelza puso un ramo de hojas verdes frente a él. Ahh.

Fue un segundo de distracción. Solo un momento. Levantó la cabeza para mirarla porque estaba intentando quitarse el pelo de la cara y tenía ambas manos ocupadas. Cuando volvió a bajar su mirada a la tabla donde estaba trabajando se dio cuenta que además de el cilantro también se había cortado un dedo. Y la sangre salió a chorros.

"Uhmmm… ¿Demelza?"

Cuando Demelza lo miró su piel estaba de un color verdoso que la hizo asustarse por un momento. Luego bajó la vista adonde estaban posados sus ojos, a la tabla y al corte en su dedo gordo que estaba rojo, cubierto de sangre.

"¡Judas!"

Con movimientos rápidos abrió la canilla para lavarse las manos. Ross quiso acercar su mano bajo el agua también, pero ella lo detuvo. El agua haría que corriera más sangre. Se secó rápido y cortó varias servilletas de papel que presionó sobre su dedo. "Mantenlo apretado ahí." Ross no respondió, pero le hizo caso. No estaba bromeando cuando le dijo que le bajaba la presión al ver sangre, parecía descompuesto. Demelza corrió a su habitación por su botiquín de primeros auxilios. Cuando volvió, Ross estaba apoyado contra la mesada mirando al techo, apartando la vista de la herida. Ella no pudo más que sonreír. Quitó los papeles, tenían sangre, pero no tanta. Lo peor había sido el corte inicial. La herida no era profunda, solo que era en el pulgar y este tendía a sangrar más.

"Vas a estar bien, Ross. El corte no es profundo." - Dijo, pero él seguía mirando para otro lado. - "Puedes mirarme a mí si quieres. Esto va a arder un poco."

Él la miró, pero no se quejó cuando pasó un algodón con agua oxigenada por la herida.

"Lo sostendremos un momento más así…" – Dijo envolviendo su mano para sostener el algodón contra el pulgar, y manteniendo su mano arriba para cortar el flujo de sangre y poder vendar la herida. O sea, ponerle una tirita adhesiva.

Se quedaron así por unos minutos. Ross aún se veía algo pálido.

"Sí entran a robar, tú serás capaz de defenderme, ¿verdad?" – Preguntó para distraerlo. Aunque era una preocupación válida, visto y considerando como casi se desmaya por un simple corte en el dedo gordo. Él sonrió.

"Siempre y cuando no haya sangre."

"Ni ketchup. ¿Y qué hubieras hecho si yo no estaba aquí? Viviste años solo, ¿jamás te lastimaste?"

Ross levantó los hombros. "No. Y no me hubiera cortado si no estabas aquí. Tú me distrajiste."

"¿Yo? Yo no estaba haciendo nada."

"Estabas ahí, toda encantadora mientras cocinabas..."

"Judas. ¿Te cortaste el dedo o tienes una contusión en la cabeza?"

"Eres muy linda, Demelza." - ¡¿Qué diablos estaba diciendo?! No había perdido tanta sangre como para estar hablando incoherencias.

Demelza sintió las mejillas arder. Y las de él ya habían recuperado un poco de color también. Siguió apretándole el dedo por un momento más sin decir nada. Luego quitó el algodón y chequeó que ya no salía más sangre antes de limpiar de nuevo el pequeño corte y cubrirlo con una bandita adhesiva.

"Sobrevivirás." – Pronosticó cuando terminó. De repente el aire se sentía denso entre ellos. ¿Por qué el aire estaba denso? ¿Era por la forma en que la estaba mirando? ¿O por cómo lo miraba ella?

"¿Dónde aprendiste a hacer eso?" – Preguntó el sin moverse, su dedo pulgar aún en el aire entre ellos.

"Es solo un pequeño corte… tengo seis hermanos menores. No pasaba un día sin que alguno se lastimara." - Hubo un silencio. Ninguno de los dos apartaba la mirada.

"Seguro te extrañan…"

"¿Te duele?"

"Un poco." – Él curvó los labios en una pequeña sonrisa. De repente Demelza fue consciente de su propia respiración, de su pecho subiendo y bajando de forma marcada, del calor que la invadía que no tenía nada que ver con la cocina. A la mente se le vino la imagen de esa mañana, el contorno de su cuerpo desnudo, mojado. Imagen que había tratado de evitar durante todo el día. Porque él era su amigo, estaba saliendo con alguien, y enamorado de alguien más, además. Pero ahora estaba allí, mirándola de esa forma. Y le había dicho que era linda…

"¿Quieres que lo bese? Mis hermanos pequeños siempre me pedían que bese sus heridas, decían que así dejaba de doler."

Vio como sus fosas nasales se dilataron, y como levantó más su dedo para ofrecerlo a sus labios.

Ella se acercó lentamente, y con mucho cuidado posó sus labios en la bandita que acababa de colocar. No se alejó cuando se enderezó.

"Ahí. ¿Está mejor?" - Ross seguía sin mover sus ojos de los suyos. Respiró profundo, podía oler su perfume estando tan cerca. Era una locura, lo sabía. Pero… ¿Qué pero había?

"Sí. Mucho mejor. Tal vez deberías hacerlo de nuevo, para asegurarnos de que se curará por completo."

Vio la pícara sonrisa bailar en sus labios cuando llevó su pulgar herido sobre su boca. Lo apretó contra sus labios. Algo brilló en sus ojos verdes, parecían ojos pintados por algún caricaturista que había colocado una chispa en ellos. Como en esas viejas películas animadas de princesas. Demelza se acercó de nuevo.

Besó la punta de su pulgar con mucho cuidado de no rozar sus labios. Luego presionó un poco más, y su boca apenas rozó la suya a los costados de su dedo. Demelza se separó para observarlo un momento. Y Ross no supo lo que vio, pero a continuación ella tomó su antebrazo, besó el pulgar de nuevo rápido, una, dos veces, y corrió su mano de entre sus labios. Se mantuvo ahí, a tan solo milímetros de él, y Ross sonrió antes de eliminar todo espacio entre ellos.

Primero, solo fue un ligero contacto. Uno apoyado contra el otro sin moverse. Ella aun agarrando suavemente de su brazo. Ross esperó, allí quieto, a que ella hiciera algún movimiento. Él era un poco más alto, así que ella tenía que levantar apenas su rostro para besarlo, en un ángulo perfecto. El primer movimiento que hizo fue soltar una pequeña risilla contra su boca.

¿De qué se estaba riendo? Pero a él le causó gracia también y sonrió, y volvió a apoyar sus labios en los de ella con algo más de presión está vez.

Ella se seguía riendo, sorprendida y a causa de los nervios de seguro, pero el sonido musical de su risa solo hacía que él quisiera besarla más. Una vez, y otra. Pequeños besos castos hasta que sus risas se calmaron poco a poco y comenzó a cerrar la boca y responder a cada beso que le daba intentando absorber esa alegría que emanaba. Pronto la presión cada vez que sus bocas se unían era más fuerte. Ella se sujetó de sus hombros y él apoyó sus manos en su cintura, por sobre su sweater de algodón negro. Ross empujó sus labios contra ella y Demelza dio un paso hacia atrás, arrastrándolo por los hombros. Hasta que fue ella la que terminó apoyada contra la otra encimera, sin más espacio adónde ir.

Esta era una pésima idea. Ella es tu amiga, vives con ella… Pero Ross no escuchó a su propia conciencia. En vez de eso, asomó su lengua para probar sus labios. Y Demelza apretó sus manos, llevándolas más arriba, más atrás, hasta que lo rodeó completamente con sus brazos. Ella abrió la boca y él no perdió un segundo.

¿Qué estaba sucediendo? Él la estaba besando en su cocina donde nadie podía verlos. Este no era un show montado para su ex, este era Ross besándola de en serio. Besándola porque quería hacerlo. Y ella quería besarlo a él, como había querido hacerlo prácticamente desde que lo había conocido. Y lo había hecho, pero no así. No de esta forma. Nadie la había besado de esta forma. Jamás.

Besaba tan bien, su lengua la invadía por momentos y luego para darle aire daba pequeños besos dulces sobre sus labios que le generaban pequeños escalofríos, hasta que ella abría la boca y él atacaba de nuevo. Y ella se esmeraba por estar a la altura de ese beso, que no era uno, eran cientos. Sabía que no deberían, pero en ese momento en que él hacía un sonido apreciativo en el fondo de su garganta, Demelza hizo callar a sus propios pensamientos. Se sentía tan bien, ser besada de esa forma. Hacía burbujear algo dentro, la hacía sonreír. Reírse como si alguien le estuviera haciendo cosquillas y él sonreía también. Y volvía a apoyar sus labios en los de ella para hacerla callar y empezar de nuevo.

¿Cuánto duro ese beso?

Si sumara el tiempo de todas las veces que la habían besado durante su vida, este beso probablemente duraría más.

"Es como si alguien sacudiera una lata de refresco y la abriera dentro de mi pecho." – Susurró cuando Ross abandonó su boca y se hizo camino hacia su cuello.

"¿Supongo que eso es algo agradable?" - Sonaba doloroso. Ross se enderezó un momento para mirarla. Estaba sonrojada, sus labios algo hinchados y estaba medio despeinada. Se veía hermosa. Le sonrió.

"Lo es. Es muy agradable." - Ross besó rápidamente sus labios, ella ya había aprendido a estar preparada y cerró los labios para recibirlo. Ross volvió a esconderse en su cuello. Preguntando "¿Qué es agradable, exactamente?" – cerca de su oído.

Oh, Judas.

Tú. Tus besos. Demelza frotó su mejilla sobre su barba con la palma de su mano, torciendo un poco la cabeza para que él tuviera mejor acceso a lo que sea que estaba haciendo en el hueco de su cuello.

"Esto." – Dijo en un exhalo, pues había sentido su lengua rozar su piel. – "Pero digamos que de haber sabido que sucedería, hubiera usado un mejor atuendo." - Hasta para su cita con el contador estaba mejor vestida. Pero a Ross eso no pareció importarle. Pues se volvió a enderezar sobre ella y pasó el pulgar por la línea de su mandíbula, observando su rostro.

Mientras acercaba sus bocas, vio que sus pestañas se cerraban.

"Te ves perfecta, Demelza. Pero si quieres, puedo ayudarte a quitarte este atuendo." - Dijo antes de besarla de nuevo. Dios. Ahora que ya la había besado, dudaba que pudiera dejar de hacerlo. Sabía tan dulce. El aroma de su pelo floral, tan familiarmente tentador, lo rodeaba. Trayendo recuerdos de ella cargados de lujuria: esa mañana, su cuerpo, sus curvas. La rodeó con sus brazos, y tenerla allí, respondiendo de esa forma a sus caricias era mejor de lo que había imaginado. Todo su cuerpo cobró vida bajo la tensión de su delicioso beso.

Y él trató de responder con dulzura también, controlar sus instintos. Exigió a su cuerpo que fuera lento. La noche era joven aún, y él tenía toda intención de disfrutar cada minuto. No tenía la certeza si se iba a volver a repetir.

Los dedos de Demelza se enredaron en sus largos rizos y él se estremeció cuando ella le pasó las uñas por el cuero cabelludo. Su boca se movía sin reparos contra la suya, no había ningún tipo de acto aquí, ella lo deseaba. No había nada de falso en la urgencia que impulsaba ese momento. La intensidad del deseo que lo invadía era como un tren a toda marcha que lo golpeó con fuerza y él no vio venir. ¿De verdad intentó tapar ese deseo con Margareth? Había sido tan estúpido…

Ross atrapó su labio inferior entre los dientes, mordisqueando la tierna piel hasta que ella jadeó. Caroline tenía razón. Estaba loca por él. Como borracha, era mejor que estar borracha. Sentía cobrar vida cada uno de sus sentidos. Ella le devolvió la gentileza, y mordisqueó su labio también y Ross perdió todas sus defensas, si es que le quedaba alguna en pie.

¿Cómo podría algo que se sentía tan bien estar mal? Tiró de ella para que lo siguiera con algo de torpeza fuera de la cocina. Llegaron al pasillo, quería tener acceso a más de ella, pero Demelza había comenzado a besarlo de nuevo. Sus bocas volviéndose más frenéticas, hasta que besarla ya no era una opción en absoluto. Besarla, tocarla, se sentía tan crucial como el oxígeno.

Fue ella quien pasó las yemas de los dedos por debajo de su remera, haciendo que los músculos de su estómago se contrajeran. ¿Por qué estaba sorprendido de que ella también quisiera estar con él? ¿También lo había deseado todo este tiempo? Ross atrapó sus muñecas en sus manos.

"Espera. Estoy tratando de saborearte." - Ross no estaba seguro si iba a tener otra oportunidad como esta, y no tenía la intención de desperdiciarla simplemente en gratificación instantánea.

Demelza dejó escapar un pequeño gemido y el sonido fue a parar directamente a su polla. La arrastró un poco más. De golpe estaban frente a la puerta de su cuarto, pero ella dio otro paso camino al suyo. No quería hacerlo en su habitación, no cuando hacía dos noches otra mujer había estado allí. Ross no dijo nada, solo la siguió. Ella se apoyó contra la pared, y él volvió a cernirse sobre ella. Judas, esto era asombroso. Demelza nunca había hecho algo así, nunca se había sentido de esa manera. Tan deseada.

"Creo que ya estoy bastante saboreada." – Dijo cuando él le dio un respiro. Lo vio levantar una ceja, era tan condenadamente atractivo.

"No, no lo estás." – susurró, pero apenas pudo oírlo. Había deslizado una de sus piernas entre las de ella. Y ella aprovechó la oportunidad para mecerse contra su muslo mientras él le quitaba el sweater por sobre la cabeza. Si su polla había estado medio dura antes, podría clavar clavos ahora. Cuando ella bajó la boca hasta su cuello y aplicó presión, él movió las caderas sin poder hacer nada. Con su cuerpo, Demelza lo impulsó hacia la puerta de su habitación.

"Sabes, esos sweaters de algodón tuyos son engañosos. Te hacen parecer una buena chica, pero no estoy seguro de que lo seas después de todo."

Ella soltó una risilla. Ross siguió derramando besos ligeros como plumas por su mandíbula y por su clavícula mientras su espalda golpeaba contra la pared.

"No puedo creer que esto realmente esté sucediendo." – jadeó. Demelza se sostenía de sus hombros, atrapada contra la pared como en una de esas películas románticas en la que las parejas no pueden contenerse y no llegan a la cama. No sabía que eso podía suceder en la vida real.

Ross arrastró la yema de sus dedos sobre su abdomen y hacia su espalda, y terminaron en su trasero por encima de sus leggins de lycra. Tenía la intención de seguirla besando, no creería ser capaz de dejar de hacerlo, pero sus piernas ya le estaban fallando. Él también tuvo que apoyar una mano contra la pared para sostenerse. Y Demelza enganchó su pierna hacia arriba y alrededor de su cintura, presionándose contra él descaradamente hasta que él soltó una maldición.

Ross separó su rostro, pero ella siguió besándolo. Sus labios, sus mejillas, su frente. Sus manos ahora a cada lado de su cabeza. Estaba más arriba que él, trepada a su cuerpo y contra la pared. Trató de recordar cuando fue la última vez que se había sentido así, pero se dijo que era mejor no hacerlo. No en ese momento. No cuando las rodillas comenzaban a temblarle.

Durante los últimos dos años, había drenado el sexo de cualquier componente emocional. No permitía que los sentimientos se mezclaran con sus relaciones. Pero ahora que pasaba los dedos por entre el cabello de Demelza, Ross no estaba del todo desprovisto de sentimientos. Ella era su amiga y no quería lastimarla. Y el miedo se juntó con el deseo que cantaba en sus venas. Podía follar, sí, pero ahora no se trataba solo de eso. Quitarse la ropa esa noche pondría a prueba su habilidad para abrir no solo sus pantalones, sino también otra parte de su ser que estaba completamente cerrada hacía años.

Ross pasó las manos suavemente por los costados y la ayudó a apoyar los pies en el piso. La acarició de vuelta hacia arriba, y llevó las manos sobre sus hombros, ignorando sus senos de forma tan deliberada que ella dejó escapar un gemido de frustración. Pero no se hecho atrás, y estiró sus dedos hacia el cierre de sus pantalones.

"Jesús." - Siseó cuando sintió sus pequeñas manos a través de sus jeans. - "Eres muy hermosa. ¿Lo sabías?" – y no se resistió más, si es que en algún momento hubiera pensado en resistirse. Moldeó sus manos a sus pechos, dándoles a cada uno exactamente lo que querían.

Ross aspiró por la nariz, una respiración profunda y entrecortada. "Mierda."

Demelza se arqueó ante el contacto de sus manos que apretaban ligeramente sus pechos sobre su sostén. - "¿Ross?" - Él mantuvo su posición, pero hizo contacto visual con ella. De repente todo pareció silenciarse a su alrededor, como si el mundo entero estuviera conteniendo la respiración. - "Estamos a punto de tener sexo, ¿verdad?" - Preguntó y se mordió el labio inferior.

Ross se rio, acercando su frente a la de ella. "Sí, Demelza." - Ella sonrió también, y él presionó un pequeño beso entre sus cejas. Estaban a punto de tener sexo. Así dicho simplemente sonaba como algo normal, como si dijera 'estamos a punto de cenar' o 'vamos a ver una película'. Pero era mucho más que eso. No era algo normal, no era algo cotidiano. Y Ross se sintió nervioso, la idea de no estar a la altura de sus expectativas lo aterrorizaba. Lo que no era nada común, él era bueno en eso. Pero sus nervios pasaron pronto cuando observó sus mejillas sonrojadas y sus labios casi rojos por sus besos. Sí, estaban a punto de hacerlo...

"¿Estás cómoda dejando la luz encendida?" - preguntó cuando ella dio un paso hacia su cama. Ross se quedó junto a la puerta con el pelo revuelto por sus dedos y los labios hinchados por su boca. El corazón de Demelza latía con fuerza contra su pecho.

"Sí." - Respondió ella, sí porque ella quería mirar también. Había habido muchos cambios en su vida en las últimas semanas, cambios que no fueron generados por ella ni que ella hubiera elegido. Pero si iba a hacer esto, y ella quería hacerlo, entonces no se quería perder nada. Y Ross recompensó su respuesta con ojos que prometían admirar también. Pero aun así, Demelza se congeló bajo su mirada.

Se conocía a sí misma, sabía que nunca antes había logrado separar el sexo del amor. Y si bien no había estado perdidamente enamorada antes, ella había querido a los chicos con quien se había acostado. Con los dos salió durante meses, los dos eran sus novios. Ella iba a citas, sí, quizás había besado a otros hombres, pero sexo, eso era muy íntimo y solo lo había hecho con personas de quienes en su momento creyó estar enamorada y que decían estar enamorados de ella. Y con Ross sabía que no iba a ser así. Le gustaba, no iba a negarlo, era su amigo, probablemente su mejor amigo en ese momento, incluso sabía que podían cohabitar con éxito. Enamorarse de él sería muy fácil, por lo que dormir con él representaba un gran riesgo. Por el mero hecho que ella sabía que él estaba enamorado de alguien más, y por lo tanto no podía estar enamorado de ella. Ni siquiera podía intentar mentirle, porque ella no le creería. Ojalá no intentara hacerlo. Así que ella sabía adonde se estaba metiendo, cuáles eran las condiciones. Tal vez esas paredes de verdad serían suficientes para protegerla. Tal vez podrían tener un sexo increíble, alucinante y devastador y, de alguna manera, estar a salvo de un corazón roto. La situación era clara. Él no le había pedido una cita o que fuera su novia. Parecía simple. Por una vez, toma lo que se ofrece sin esperar más. Una noche con un hombre como Ross era lo que muchas mujeres desearían. Ya deja de darle tantas vueltas.

"Estás nerviosa." - Ross cruzó la habitación y tomó su mano.

"No, no lo estoy." - mintió, manteniendo la mirada fija en su hombro. De seguro ella no era la clase de mujer con la que él solía estar. Su ex era una supermodelo, y ella no era como Margareth. Incluso su habitación, así con las luces encendidas, parecía un lugar demasiado corriente para un hombre como él. ¿Y lo que tenía puesto? Ya había perdido el sweater, pero ¿debería escabullirse al baño y ponerse algo de encaje? ¿Estaría ella a la altura de las amantes europeas y desinhibidas que seguramente se habría encontrado durante su viaje?

La novedad y la proximidad eran las únicas cosas que realmente tenía a su favor. ¿Debería simular y jugar a ser una mujer inocente? ¿Le gustaría eso? ¿Pretender que se sentía tímida en lugar de llena de deseo?

"Hey." - Él inclinó su barbilla. - "No tenemos que hacer esto esta noche si tú no quieres." - Ross la atrajo hacia él y le acarició el pelo con su mano libre antes de besarle la coronilla. - "Podemos volver a solo besarnos en la cocina."

"No." - dijo Demelza con firmeza, llevando su mano libre hasta su cuello y sosteniéndolo contra ella por sus rizos. Lo besó, dejándole bien en claro que no se echaría atrás, probablemente más bruscamente a causa de su ansiedad. - "Quiero decir," - agregó contra sus labios - "es muy caballeroso de tu parte. Pero no, gracias." - Su cuerpo zumbaba con demandas.

Ross la besó como un hombre que regresa a casa después de la guerra. Como si pensar en ella lo hubiera mantenido cálido durante mil noches solitarias. Se besaron hasta que ella se aferró a su cuello para mantenerse en pie. Hasta que sus preocupaciones se disolvieron en su cerebro.

"Es solo que…" – Ella volvió a titubear.

"Lo sé." – Lo sabía, porque a él le pasaba lo mismo. – "Pero no se siente extraño."

"No. Para nada."

Ross la llevó de espaldas a la cama, ella pateando sus zapatillas fuera de sus pies y él arrastrando sus leggins por sus piernas mientras cubría su cuerpo con el suyo. Gracias a Dios. La ropa se había convertido en una carga insoportable. Ross consideró que cada segundo que no pasaba tocando su piel desnuda era un segundo desperdiciado. Su boca se movía caliente y dulce contra el pulso detrás de su oreja mientras le quitaba el sostén de sobre los senos. Todo lo que él hacía la enviaba en una caída en picada hacia la lujuria. Hasta que ella arañó su espalda con las uñas a través del algodón de su remera y él se arrodilló sobre la cama.

"No tengo ningún movimiento. No sé cómo montar ningún show." - le advirtió entre respiraciones pesadas mientras él se despojaba de su remera y su calzado. Ross se recostó a su lado para mirarla. Su cabello negro caía sobre su frente, proyectando una sombra sobre sus ojos ardientes.

"Estás dando un muy buen espectáculo ahora." - dijo y se acercó para besarla de nuevo. - "Yo te puedo mostrar algunos movimientos, si me dejas." - Y tan solo decirlo y ver el brillo en sus ojos hizo que toda su sangre viajara directo a su entrepierna.

Ross se sentó sobre la cama y la atrajo hacia su regazo para que ella se sentara a horcajadas sobre él y le tomó el lóbulo de la oreja entre los dientes de una manera que se disparó directamente hasta su sexo. Demelza se sujetó de sus fuertes hombros ahora desnudos. Mientras él volvía a distraerla con sus atenciones en su cuello, ella bajó su mirada hacia su pecho. Vio el tatuaje sobre su corazón, pero decidió no prestarle atención en ese momento. No cuando todo lo que quería era probarlo por todas partes. Lo deseaba como nunca había deseado a nadie: con una pasión frenética y completamente fuera de control. Ross le acarició los pechos desnudos, atormentándola hasta que la hizo retorcerse sobre sus piernas.

"Oh, Judas. Por favor..." - gimió, pero no tenía palabras para pedir las cosas que quería. Él bajó su boca para reemplazar sus dedos, usando sus dientes para aplicar una presión enloquecedora. Cada movimiento de su lengua era perfecto. Demelza nunca había considerado su cuerpo especialmente carnal, pero ahora se sentía hecha para el sexo, diseñada para el placer de pies a cabeza.

"¿Por favor qué?" - Ross chupó con fuerza uno de sus pezones. Y Demelza se alejó de él a gatas, para quitarle a tirones nada sensuales sus pantalones y los boxers, hasta que Ross se tendió riéndose con ganas sobre las almohadas mientras ella se quitaba lo que quedaba de su ropa interior. Luego volvió a trepar sobre sus piernas y se sentó con muslos abiertos sobre los suyos. Él se seguía riendo.

"Oh, cállate." - Con una sonrisa en su rostro, Ross gimió y se inclinó hacia adelante, poniendo su mano entre sus piernas, lo que pareció sorprenderla a saber por el pequeño gritito que dio.

"¿Quién hubiera pensado que serías así?" - Su voz grave la hizo temblar. - "Tan seductora. Muy lista. ¿Has pensado en nosotros alguna vez?" - Ross hizo círculos con las puntas de dos dedos contra su clítoris. Demelza estaba lo suficientemente mojada como para que ambos pudieran escuchar el sonido de la fricción mientras él la tocaba. - "¿Sobre lo que haríamos si alguna vez estábamos juntos?"

Ella movió las caderas y gimió. - "Sí. Oh, Judas. Te he besado tres veces." - He pensado en ti cada noche durante semanas. - "Sí. He pensado en esto."

Ross cerró los ojos por un momento como si quisiera saborear su confesión. Inclinándose, volteándola sobre la cama y colocándose de rodillas cerca de sus piernas levantó sus caderas hacia su boca, trazando su carne resbaladiza con sus labios, dientes y lengua.

Todas las cosas que Demelza sabía que eran ciertas, incluidos los límites del espacio y del tiempo, dejaron de existir. Ross la deseaba. Cada caricia, cada sonido áspero que escapaba de su garganta lo confirmaba. La lamió entera, mordisqueando, besándola en sus partes prohibidas como nunca antes lo había hecho nadie. Demelza se retorció sobre las mantas, tuvo un ataque de risa que solo hizo que él procurara con más empeño complacerla. Hasta que sus risas se mezclaron con jadeos de placer a la vez que se corría y gemía, sintiéndose más animal que humana mientras le clavaba las uñas en la carne de los brazos.

Ross la bajó suavemente. Con tiernas caricias que prolongaron su placer y preparaban su cuerpo para más.

"Ves que puedes montar un gran show." - susurró cuando se acercó a su rostro de nuevo, sus labios brillaban con la evidencia de su éxtasis y ella le dio una pequeña palmada de advertencia sobre su brazo que lo hizo reír mientras la besaba. Le encantaban sus besos. Sí, ahora podía reconocerlo.

Ross la miró como si fuera algo precioso mientras se volvía a tirar de espaldas sobre la cama. Ella se permitió mirar, fascinada por la forma en que sus músculos se movían bajo su piel dorada. Se humedeció los labios. No podía decidir qué le gustaba más, los ángulos de su mandíbula escondida bajo su barba, la curvatura de sus bíceps, los planos de su estómago, el vello oscuro sobre su pecho, la esbeltez de sus caderas, - su boca se secó - su gruesa polla. Demelza inhaló y dejó salir el aire lentamente. Sus muslos estaban empapados por lo mucho que lo deseaba. Su piel estaba caliente y resbaladiza por el sudor cuando Demelza se inclinó hacia adelante para pasar las manos por todos los lugares que había consumido con los ojos.

"Tu cuerpo es irreal. Es obvio que lo sabes." — los músculos abdominales se contrajeron bajo las yemas de sus dedos y a raíz de la risa que le ocasionó. Le encantaba que fuera tan directa, no solo aquí. Y pensó que debería ser honesto con ella también.

"Tú eres hermosa también, aunque te cueste creerlo." - Ella metió los pulgares en la curva entre su pierna y su ingle. "Como una princesa de dibujos animados." Demelza lo miró a los ojos de nuevo, y volvió a bajar su mirada por su cuerpo. Ross resistió su evaluación, dejó que se tomara su tiempo, hasta que captó su mirada otra vez y ella se pasó la lengua por el labio inferior. - "Y si sigues mirándome así, todo esto terminará antes de tiempo."

Su voz se había convertido en una mezcla de humo y llamas. Inclinándose, capturó su boca de nuevo, deslizando sus manos en su cabello. Entre cada uno de sus besos, la respiración de Demelza se hacía más irregular. No quería reírse, sabía que no debía reírse de un hombre despojado de sus pantalones, pero no podía evitarlo. Dejó escapar una pequeña risita nerviosa contra sus labios a pesar de sí misma. Él se volvió a echar hacia atrás.

"¿Qué ocurre?" - Demelza se cubrió la cara con las manos, para ocultar su sonrisa.

"Sabes que a veces tengo reacciones inapropiadas al estrés." - Esta vez la risa salió de él, y parte de la tensión abandonó sus hombros.

"¿Mi pene te está estresando?" - Demelza curvó los labios en su boca y asintió levemente.

"El pequeño Mister Ross..."

"¡¿Pequeño?!" - Ross hizo una mueca y fingió estar ofendido.

"¡No! No te ofendas Mister Ross, solo que estás tú, y después está él."

¿A cuál de los dos le estaba hablando exactamente?

"¿A cuál de los dos quieres más en este momento?"

Demelza comenzó a reírse. Levantó las cejas, no en forma provocativa, pero a él le pareció la mujer más sexy, con sus mejillas coloradas y sus labios llenos, y su mirada que no dejaba de desviarse a su entrepierna. Y Mister Ross, como sabiendo que lo estaban observando, se levantó en atención. Y ella se lamió los labios.

Las cejas de Demelza se juntaron. ¿Acaso se había movido? Parecía que se había hecho más grande frente a sus ojos. Tal vez debería tratar con Mister Ross directamente. Se colocó un mechón de cabello suelto detrás de la oreja y se inclinó hacia adelante. La forma más rápida de mostrarle a Ross a quien quería más.

"¿Qué estás - Oh, Dios..." - Ross suspiró cuando ella tomó la punta de su erección entre sus labios. Sus dedos temblaron cuando los deslizó por su cabello, y ella levantó una mano, envolviéndola alrededor de la base. Gimió cuando ella pasó la lengua por la cabeza. Demelza levantó los ojos, solo para que su corazón diera un vuelco cuando Ross la miró con una lujuria despojada de cualquier pretensión. Ella no tenía mucha experiencia en esta materia, pero era curiosa y generalmente no tenía con quien practicar. Pero ahora se trataba de mostrarle a Ross cuanto lo deseaba. Y a juzgar por la forma en que él se hinchó contra la parte posterior de su garganta mientras sostenía su mirada, a Ross no le importaba su falta de habilidad.

"Mierda..." - Cada expresión y respuesta la recompensaba por sus esfuerzos. Él apartó el cabello de su cara sosteniéndola en una cola sobre su cabeza, pero no aplicó presión. En cambio, pasó las yemas de los dedos con dulzura por la base de su cuero cabelludo, haciéndola suspirar alrededor de su longitud.

"Me estás volviendo loco, princesa. Oh... mierda. Demelza…" - Sus feroces ojos color avellanas tenían una intensidad que jamás había visto, y cuando ella no pudo resistir su intensidad y bajó la mirada, él guio su rostro suavemente hacia atrás con el pulgar sobre su mejilla. Observó la tensión en su mandíbula mientras se movía, la forma en que sus ojos se habían vuelto intensos y borrosos, cómo su cuello se tensaba. Ross, por lo general tan en control, parecía casi desesperado intentando no moverse bruscamente. Demelza mantuvo los ojos fijos en su rostro mientras llevaba las manos hacia sus testículos. Cuando apretó ligeramente, él echó la cabeza hacia atrás. El pulso en su garganta saltó. Envalentonada, Demelza pasó su lengua masajeando el miembro que invadía su boca y el agarre en su cabello se hizo más fuerte y Ross siseó entre dientes. "Demelza."

Su nombre salió más aliento que palabra. Ross se hundió sobre el colchón, levantándola de él con poca delicadeza. Sus ojos torturados, frenéticos, mientras los levantaba a los dos de rodillas sobre el colchón para que su espalda descansara al ras contra su frente.

"Te he deseado durante semanas." - dijo contra su oreja. Y pasó su mano a lo largo de su caja abdominal y sus caderas antes de moverse entre sus piernas, insertando uno y luego dos dedos mientras su otra mano la sostenía en su lugar por la cintura. Ella jadeó, apretándose alrededor de él, sin aliento y temblando ante sus palabras. Todo el oxígeno de la habitación se evaporó. Demelza tuvo que trabajar el doble para dar cada respiración. La sangre latía en sus oídos tan fuerte que le preocupaba que estuviera afectando su visión. Cada célula de su cuerpo exigía más.

"¿Condón?" - Fue todo lo que tuvo fuerzas de decir. Y Ross se desenredó de ella el tiempo suficiente para buscar un paquetito metálico de su billetera que estaba en el bolsillo trasero de sus pantalones tirados en el piso y enrollarlo.

Demelza se volvió a recostar sobre la cama, sintiéndose lánguida y excitada al mismo tiempo.

"¿Estás segura de esto?" - Ross regresó a la cama para verter su cuerpo sobre el de ella. La adoración en sus ojos, tanto vulnerable como posesiva, hizo que su corazón se encogiera. En respuesta, Demelza envolvió sus piernas alrededor de su cintura. Y vio como los músculos de su garganta se tensaban mientras ubicaba sus caderas. Demelza aspiró aire como si alguien lo hubiera apagado cuando la penetró. Hacía tanto que nadie la invadía de esta forma y el estiramiento era tan profundo que casi podía sentirlo entre los dientes. Tuvo que respirar por la nariz durante unos segundos. Cada vez que exhalaba, el pequeño movimiento se sentía como si presionara la lengua contra un cable de corriente. Ross besó su sien.

"¿Estás bien, princesa?" - Su voz tembló mientras mantenía su cuerpo inmóvil.

"Sí." - Demelza jadeó su nombre, seguido con un por favor que sonó como un ruego. Ross la torturó con besos y caricias, hasta que ella le clavó los talones en la espalda. Y él bajó la mano hasta donde se unían sus cuerpos, aplicando una presión constante como un maestro en ese arte mientras comenzaba a empujar. Los sonidos húmedos cuando sus caderas se encontraban resonaban en sus oídos. Se movía lento y con fuerza, luego rápido y aplastándola hasta que ella gemía y él se detenía de nuevo.

Su pico estaba tan cerca, tan cerca, tan... "Oh, Judas. Voy a..."

"¿Sí?" - Sus paredes se apretaron alrededor de él mientras gemía. Ross la acercó más con las dos manos en su trasero y se enterró dentro de ella, manteniendo esa posición celestial. Cada célula de su cuerpo estalló y se rehízo de nuevo. Cuando volvió a entrar en la realidad, las pupilas de Ross estaban tan oscuras como su cabello y sus antebrazos estaban tensos apoyados junto a su cabeza.

Estaba temblando, se dio cuenta al mirar su rostro. "¿Ross?"

"Dame un segundo." - dijo él entre dientes. Pero fiel a su estilo, ella no escuchó.

Pasó las uñas por la piel húmeda de su espalda, lo suficientemente fuerte como para dejar marcas. Ross les dio la vuelta para que ella quedara arriba con tanta rapidez que Demelza dio un gritito. El cambio de posición pareció liberar cualquier reserva que hubiera mantenido porque llevó sus manos hacia su pecho y aplastando su cuerpo contra el suyo comenzó a moverse vigorosamente sobre él. El nuevo ángulo la hizo ver las estrellas. La tocaba en partes que ella ni siquiera sabía que existían. La intensidad con la que Ross empujaba la hacía volverse loca, la transformaba en otra Demelza.

"Eres tan bella. Tan hermosa, Demelza." - Ella levantó las manos y tomó sus pechos, pellizcando sus pezones entre sus dedos e imitando sus atenciones anteriores. Los ojos de Ross recorrieron el camino desde su cara hasta sus pechos, y más abajo, donde sus cuerpos se juntaban. Hasta que finalmente gimió con un grito bajo que no pudo contener, y sacudió sus caderas en los movimientos finales.

Demelza sonrió, como una sirena, contra su hombro. Sus cabellos desparramados sobre los rostros de ambos. Ross llevó sus manos a su espalda, trazando suaves círculos sobre sus hombros hasta que ella se sentó y se apartó el cabello de los ojos. Y él levantó la mano para acariciar su mejilla, dejando que su mano se detuviera al costado de su mandíbula.

Ella sonrió, cansada y satisfecha. Aun respirando con dificultad. Él también estaba respirando con dificultad.

"Eso fue..." - comenzó a decir, pero lo interrumpió un gemido que escapó su garganta cuando ella se bajó de él y se recostó a su lado. Ninguno de los dos podía recuperar el aliento.

"Sí." - Se volvieron hacia él otro, Ross le pasó la mano por la columna. Mientras yacía de costado junto a él, Demelza estiró y flexionó los dedos de los pies para asegurarse de que su cuerpo todavía le pertenecía.

"Fue un gusto conocerlo, a Mister Ross." - Ross soltó una carcajada y comenzó a besarla de nuevo. Mister Ross estaba muy complacido de haberla conocido también pero antes, Ross grande necesitaba reponer energía.

"¿Tienes hambre?" - Ross se incorporó y juguetonamente hundió los dientes en la piel donde su cuello se encontraba con su hombro. "Porque yo sí."

"Sí, yo también. Y dejamos la cocina hecha un desorden."

Y también acababan de hacer un desorden de su amistad.