Capítulo 19
No dijeron más nada camino de vuelta al auto. Había sido suficiente por un rato, le había dado bastante en que pensar, y eso que ella no quería pensar en todo lo que había sucedido. En él, especialmente. Había hecho de no recordarlo todo un arte. Un deporte olímpico, en el que se merecía una medalla dorada.
Demelza suspiró cuando el auto y sus acompañantes entraron en su campo de visión. Lo sintió a Ross sonreír a su lado. No lo veía, simplemente lo sentía sonreír. Se daría cuenta aunque estuviera con los ojos cerrados.
"Parece que el Minino ya está listo. Me gusta. Es muy… tú." – dijo. Demelza se mordió el interior de la mejilla para no sonreír también al escucharlo llamar a su auto así. Ross siempre le seguía el juego con el nombre tonto que le daba a las cosas. Judas.
No te darían una medalla de oro, Demelza, ni una de plata o de bronce. Ni siquiera entrarías en la clasificación.
"Alguien alguna vez me dijo que no podía vivir en Cornwall sin un auto…" – Respondió ella.
"Sabias palabras." - Y no pudo evitarlo. Le sonrió, y él a ella. Aunque se corrigió en dos segundos, pero ya estaba hecho.
"Tuve otro antes. Uno usado que Sam me ayudó a arreglar. Pero tengo este desde hace unos meses..."
"Qué bien... ¿Cómo están tus hermanos?" - Demelza abrió la boca para contestar. Hablar con Ross de pronto se le hacía tan normal, pero la interrumpieron.
"¡Ah! ¡Ahí están, por fin! Porque no estamos apurados en lo absoluto..." - George dijo al verlos, recordándole lo molesta que se sentía cuando los dejó con el hombre de la asistencia mecánica hacía unos cuantos minutos.
Demelza se apuró en adelantarse, dejándolo a Ross y acercándose a Caroline y al mecánico.
"Demi, ¿Todo está bien?" - le susurró su amiga para que nadie escuchara. Ella volvió a suspirar.
"Sí. Todo está... como está. No puedo hacer nada para cambiarlo ¿no es así? Pero estoy más tranquila. Cómo Ross dice, solo serán unas horas, sobreviviré."
Su amiga la abrazó, y por un instante el gesto la hizo temer que fuera a ponerse a llorar, pero no lo hizo.
"Aquí Max ya está terminando de arreglar el auto." - Dijo, haciéndole ojitos, que era señal de que le parecía guapo. - "Estaba preguntando por ti." - agregó un poco más alto.
"¿Tal vez porque soy la dueña del auto?" - dijo Demelza, intentando no prestar atención a la insinuación de su amiga. Ross se había acercado con ella al auto, pero no a Caroline y al mecánico. Se quedó sin saber muy bien que hacer. Trató de escuchar la explicación sobre lo que había sucedido con los frenos y la dirección que el tipo de auxilios explicaba con mucho detalle a Demelza, pero de alguna forma él había quedado fuera de la conversación. Así nomás. En un momento él estaba junto a Demelza, teniendo la primera conversación calmada de toda la mañana, y ahora estaba aislado de nuevo. El tipo y Demelza empezaron una charla en profundidad sobre el líquido de frenos. Se preguntó si ella entendería algo de todo aquello, cuando él la conoció no sabía nada de autos. Había sido él quien le enseñó a manejar.
"Si sigues mirándola así, la vas a espantar definitivamente." - le dijo George, acercándose sigilosamente con las manos en los bolsillos.
Todavía estaban al borde de la ruta, aunque ya se habían acostumbrado al ruido del tráfico, tanto que Ross ya ni lo escuchaba.
El tipo de auxilio se rio de algo que dijo Demelza y Ross sintió una casi dolorosa descarga en su pecho cuando vio que ella le devolvió la sonrisa. El tipo era apuesto, español, tal vez, con barba corta y ojos llamativos.
"Sé que no quieres escuchar esto," - George continuó en voz baja mientras lo seguía por la orilla unos pasos más allá. - "No estoy tratando de ser un imbécil. Me desubiqué en el auto, está bien, pero el punto sigue en pie. Ross, no sería tu amigo si no te lo dijera. No puedes volver allí. Tienes que seguir adelante. ¡Por Dios! Había pensado que ya lo habías superado. Han pasado casi dos años, ¿no?"
Ross desearía golpearlo. ¿Tal vez podría hacerlo, solo una vez? Lo había querido hacer tantas veces a lo largo de su vida y nunca lo había hecho. Cuando eran niños, porque pensaba que George les tenía celos, a él y a Francis, por haber crecido en una familia adinerada. Sentía algo de lástima por él, siempre atrás ellos. Y Francis siempre presumiéndole los juegos o la ropa nueva y cara que su tío le compraba. Luego, lo había dejado ser, ignorándolo cuando él y su primo salían por su cuenta. Ross se daba cuenta de que George no quería compartir la amistad de Francis y por lo tanto intentaba apartarlo a él. Pero Francis nunca lo dejaba solo del todo, siempre estaba allí. De la misma forma que Ross estaba para Francis. Y después, después de su... viaje, George fue el único amigo que le quedó. Un idiota, sí, pero un amigo que lo ayudó hasta que él se puso de pie. O sea, hasta que apareció Demelza. Tal vez un golpe lo sacaría de su sistema y luego podría volver a ser un amigo, esos que no se ven muy seguido. Esa era la clase de amistad que sentaba bien con George. También podría vivir sin verlo nunca más. Mierda. Había sido una coincidencia que justo en el momento en que hablaba son su terapeuta sobre el perdón, George había aparecido de nuevo en su vida. Así, como si nunca se hubiera ido. Cómo si no hubiera sido un actor fundamental en la obra que terminó siendo tragedia. Se lo dijo a la terapeuta, le había dicho todo. Y de ella fue la idea de que, si quería perdonarse a sí mismo y seguir adelante, también tenía que perdonar a los demás. A Francis y a Elizabeth, eso era difícil. Y a George, que según como lo veía ella, no se lo podía culpar del todo por algo que ignoraba. Bueno, te perdono, George, ¿puedes desaparecer ahora de mi vida?
"Sea lo que sea, no es de tu incumbencia. Y ya déjala tranquila ¿quieres? Si vuelves a decir algo como lo de hace un rato, si ella no te baja del auto, lo haré yo ¿entiendes?" - Eso pareció callarlo. Por el momento al menos. George no era el tipo de persona que dejara pasar las cosas así como así. Ross sacudió la cabeza.
"¡Demelza!" - gritó Caroline, que se había alejado un poco, dejando sola a Demelza con el mecánico. "¡Demi! Es... Verity." - exclamó sacudiendo el teléfono sobre su cabeza.
"No contestes." - dijo Ross, al mismo tiempo que Demelza gritó también: "¡No contestes!"
Todos miraron hacia el teléfono que sonaba en la mano de Caroline. El mecánico también.
"Tendremos que decírselo eventualmente." - dijo Caroline cuando la llamada se cortó y pasó al correo de voz. "Nunca vamos a llegar para ayudarla con el drunch. Ni siquiera creo que llegaremos al drunch."
"¿Qué es un drunch?" - Lo escuchó preguntar al mecánico.
Con una mano sobre su barriga, Caroline abrió Google Maps en su teléfono.
"Hemos recorrido doscientos cincuenta kilómetros en... casi cuatro horas. Todavía hay... ¡Seiscientos kilómetros por recorrer!"
Demelza echó la cabeza hacia atrás y gimió hacia el cielo. "¿Cómo ha salido esto tan mal?"
"¿Por qué no conducimos más rápido?" - sugirió George.
"Son más de seis horas de manejar sin parar…" - añadió Caroline, que seguía mirando su teléfono. "Y son… casi las doce treinta en este momento. ¿A qué hora dijimos que estaríamos allí?"
"A las seis." – Respondió Demelza, haciendo una mueca. - "Y no voy a ir a más velocidad. No con una mujer embarazada y el auto repleto."
Ross volvió a mirarla fijamente como había hecho la mayor parte del recorrido hasta allí. Él no iba a decirlo. Pero nada se lo impedía a su amiga.
"Tal vez alguien más te pueda ayudar a conducir. Quiero decir, Demi, sé que tu estabas dispuesta a conducir todo el camino, pero serán más horas de las que planeamos y ya… estás cansada."
Agotada, más bien.
Y aunque sabía que su amiga tenía razón, no quería escuchar eso por el momento.
"Le enviaré un mensaje de texto a Verity." - Dijo, para volver al tema anterior. "Con eso la tranquilizaremos por un rato."
Todos hicieron murmullos de que estaban de acuerdo, como si fuera una idea ingeniosa, cuando todos sabían que era evadir el problema y patearlo para más adelante. Pero ¿Qué otra cosa se podía hacer? No podían teletransportarse a Aberdeen, ojalá pudiera.
"Bien, todos de vuelta al auto. Oh, Max…" – Demelza se detuvo junto al mecánico, casi que se había olvidado de que estaba allí. – "Lo siento. Olvidé que no eras parte del grupo."
Eso pareció complacer a Max que volvió a sonreírle de manera seductora.
"¿Ya te vas?"
"El auto ya está arreglado." – le respondió ella, señalando a los demás y dándose cuenta de que Ross los estaba mirando.
Y cuando se dio vuelta Ross observó claramente como el español chequeaba su trasero. Y quiso golpearlo a él tambien. Dios. Todo ese maldito viaje había traído tantos recuerdos que parecían hacer cosquillas en las puntas de sus dedos. No, no se suponía que él debía hacer ni decir nada, no si ella lo dejaba mirarla. No si no lo había hecho antes. Así que pretendió que no le importaba. Pero lo hacía, y mucho. Dios, ella era tan hermosa. ¿Cómo había podido olvidarlo durante esas semanas?
Ross captó a George mirándolo de nuevo, con las cejas levantadas, y trató de mirar a otro lado que no sea a Demelza.
"¿Ya terminaron con su camping?" - insistió Max, y Demelza observó la manta y el bolso con los bocadillos y la reposera improvisada de Caroline aún sobre el césped junto a la carretera.
"¡Oh, sí! Tenemos que levantar todo eso." - dijo y Hugh la escuchó, así que comenzó a levantar las cosas.
"Bueno," - dijo el mecánico frotándose la barbilla y con una última sonrisa empalagosa. - "espero que todo salga bien en tu viaje a partir de ahora. Ya no tendrías que tener problemas con el auto, pero por las dudas, aquí tienes mi tarjeta. Puedes llamarme a mi directamente, ese es mi celular."
Demelza tomó la tarjetita, Ross quería vomitar.
Max por fin se fue, saludando a los demás. La única que le respondió fue Caroline, que se acercó a decirle algo a Demelza al oído. Ella se rio, pero Demelza no pareció encontrar gracioso lo que sea que le haya dicho, y lo miró a él por un instante. Luego ella fue a ayudar a Hugh a terminar de levantar el campamento, él ayudó a juntar la basura y la comida a medio comer en una bolsa, pero como no había ningún cesto cerca metió la bolsa en el maletero. Ross la vio a Caroline estirarse, tocándose la parte inferior de la espalda con la mano mientras se enderezaba.
"¿Estás bien, Caroline?" - Le preguntó él al pasar junto a ella, en voz baja para no alarmar a Demelza. Lo último que necesitaba era algo más porque preocuparse. Pero Caroline lo miró con una media sonrisa.
"Perfectamente. ¿Y tú?" - le respondió.
Él solo le hizo una mueca.
A Demelza le tomó un tiempo salir al carril lento, el tráfico pasaba a toda velocidad. El camión de auxilio de Max todavía estaba estacionado detrás de ellos y les tocó bocina cuando emprendieron la marcha de nuevo. A Demelza no se le escapó que Ross puso los ojos en blanco, y sintió algo de satisfacción internamente.
¿Por qué se alegraba de que se pusiera celoso? ¡Judas! Es como si no hubieras aprendido nada.
"¿Estás cómoda ahí atrás, Caroline? ¿o quieres que me haga más hacia adelante?"
"Estoy bien, querido. Creo que ahora sí intentaré dormir un poco." - Fue Demelza la que puso los ojos en blanco entonces. 'Querido'.
Manejaron durante una hora más o menos sin ningún incidente. Bueno, técnicamente hablando 'sin incidentes'. En lo que a él respectaba cada leve movimiento de la pierna de Demelza apretando el acelerador, o cuándo movía sus dedos hacia su rostro para correr un mechón de pelo o hacia la caja de cambios, era todo un acontecimiento. Tenerla tan cerca lo estaba mareando. Había pensado en volver a verla más veces de las que podría contar, pero no era como se la había imaginado. En su mente, se veía exactamente como cuando la dejó: ojos cansados, tristes y apesadumbrados, pero ahora era diferente. Ella le parecía más resuelta, más segura. Como si ahora se conociera mejor, por más extraño que eso pareciera. Había una quietud en ella que era completamente nueva. Y luego estaba su pelo, por supuesto, y los lentes oscuros, los cuales le parecían imposiblemente sexys.
"Entonces, ¿Hugh?" – dijo George desde atrás como si recién acabará de aprender su nombre y mientras ella movía el auto hacia el carril rápido. - "¿Cuál es tu historia?"
"No creo tener una historia, no todavía." – Le respondió Hugh, con evidente renuencia a revelar algo a George. Ya lo había conocido en esas pocas horas de viaje.
George soltó una carcajada burlona. Se había mantenido en silencio durante bastante tiempo, Demelza se preguntó cuanto iba a durar. En pleno mediodía, hacía demasiado calor en el coche; había una especie de pegajosidad desagradable en el aire, como si fuera el aire viciado de una habitación que no había sido ventilada en semanas en pleno verano.
"Todo el mundo tiene una historia." – dijo ella, porque prefería escucharlo a Hugh antes de que George saliera con alguna otra tontería.
Ross la miró por un instante, torció su rostro hacia ella sin disimular, y se volvió hacia el frente nuevamente en medio segundo frunciendo los labios. ¿Por qué? ¿Acaso le molestaba que ella se interesara en otro hombre después de todo este tiempo? ¿Después de no saber lo que había hecho ni con quien había estado durante tantos meses? Pista: No había hecho nada, ni estado con nadie, pero eso él no lo sabía.
"¿Hugh?" – insistió Demelza. – "¿Tienes otro trabajo además de la música?"
Hugh se retorció en el asiento trasero y Demelza se sintió culpable de ponerlo bajo la lupa. Pero pensó que, si hubieran viajado solos, esto ya lo habría preguntado kilómetros atrás. Lo miró por el espejo retrovisor, antes de volver la mirada rápidamente al camino que tenía por delante. El asiento del medio era indudablemente el peor de todos, ahora que George iba detrás de ella y su asiento no estaba del todo corrido hacia atrás. No había dónde poner los pies, para empezar, y sus brazos debían estar muy incómodos, intentando no empujar a la mujer embarazada de un lado y al idiota de George del otro. Lo miró de nuevo con lastima y le sonrió a través del espejo. Él le devolvió el gesto.
Ross la miraba sin ningún tipo de disimulo.
Estaba por decir "Concéntrate en el camino." Pero se mordió la lengua y se contuvo.
"Trabajé en venta de indumentaria por un tiempo, pero ahora solo me dedico a mi música."
Oh. Debería haber dicho, 'eso es genial' por cortesía. Pero como estaba atenta a la mirada de Ross, se le pasó la oportunidad y dio pie a George a que preguntara de manera despreciativa: "¿O sea que eras vendedor de ropa en una tienda?"
"No. En realidad era modelo. Trabajaba para Burberry e hice campañas para Balenciaga. Pero tenía que viajar mucho y me quitaba tiempo de ensayo con la banda."
¡Ja! ¡Toma eso, George!
Demelza sonrió de oreja a oreja al escuchar como Hugh le cerraba la boca.
"¡Wow! Eso es increíble." – Exclamó.
"Es más aburrido de lo que suena. Pero me pagaban bien y pude ahorrar para mis instrumentos… Y puedo volver a hacerlo de vez en cuando."
"Estoy segura de que sí."
¿Modelo? ¡Modelo! No parecía un modelo… Ross pensó mientras la miraba sonreír a Demelza a su lado. Él debería saberlo, era su trabajo. Así que lo miró con detenimiento por un momento a través del espejo retrovisor. Mierda. Tal vez sí. Alto, delgado, sin ningún rasgo que resaltara particularmente, boca alargada… seguro daba muy bien frente a cámara. Mierda.
"¿Qué es lo más vergonzoso que has hecho, Hugh?" – Preguntó George luego de un breve silencio.
"George…" – advirtió Demelza.
"¿Qué? ¡Cinco preguntas! Yo lo hice antes, ¿no?" – Demelza sacudió la cabeza en señal de irritación, pero no dijo más nada. – "Vamos, Hugh, será divertido. Todos somos amigos aquí, ¿no es así?"
Demelza resopló. Era una afirmación tremendamente inexacta.
Hugh se aclaró la garganta. "Ummm. Lo más vergonzoso… Ay, vamos a ver... Una vez me oriné en el escenario."
Hubo un silencio largo.
"¿Qué?" - todos dijeron a coro.
"¿De grande?"
"Bueno, sí. El escenario estaba lejos de los baños y yo no podía dejar de tocar. Y había bebido mucho…" – continuó Hugh para deleite de Ross que vio como Demelza fruncía la nariz.
Demelza se estremeció al escuchar la risa de George y no llegó a escuchar el final de la historia. No le gustaban ese tipo de cuentos escatológicos que involucraban una borrachera y no se lo había esperado de Hugh.
"¿Siguiente pregunta?" – Preguntó Hugh con ganas de cambiar de tema también al ver que a Demelza no le había hecho gracia su historia.
"¿Cómo, vaciaste toda la vejiga frente al público?" – Preguntó Caroline con curiosidad, hasta ese el momento había estado callada. – "¿O solo un chorrito?"
"Oh, Dios mío." - dijo Hugh con una risa incomoda. – "No entremos en detalles."
"Creo que no estas entendiendo el juego." – Dijo George. - "Los detalles son la única parte interesante."
Demelza se inclinó hacia Ross por un momento intentando ajustar el cinturón de seguridad. – "¿Estás bien?" - Susurró él.
"Sí, solo que esto me está apretando…"
Ross intentó ayudarla, tocando su mano en el proceso de desabrochar el cinturón. Demelza se quedó muy quieta mientras él se estiraba sobre ella con cuidado de no tapar su campo de visión y tiraba un poco de la cinta, luego la acomodó con cuidado sobre su pecho sin tocarla y volvió a abrochar el cinturón con un clic que retumbó en sus oídos.
"Gracias." – La escuchó decir, o eso creyó. Preguntándose si ella también se sentía tan aturdida por su cercanía. Si sentía ese calor entre ellos, si el lado izquierdo de su cuerpo ardía como el lado derecho suyo, hipersensible al tacto.
"Permitamos que Hugh conserve algo de dignidad." – Dijo ella dirigiéndose al grupo de atrás de nuevo. – "¿Y cómo la conociste a Verity, Hugh?"
"Qué desperdicio de pregunta." – George dijo entre dientes.
"Nos contrató para la fiesta de Navidad de su empresa y le gustó nuestra música. Creo que nos encontró por Facebook, nunca le pregunté."
Ahhh… pues sí que no era nada divertido.
"Es una muy buena persona ¿no es así, Verity?"
"La mejor." – Dijo George inmediatamente.
Ross no podía estar más de acuerdo. Su prima siempre había estado allí para él, aunque él no lo apreciara la mayoría de las veces. Y en esos últimos dos años, ella se había preocupado tanto… Ross sabía que Verity hablaba con Demelza, y no podía evitar preguntarle. Si salía con ella y como estaba y todas las demás preguntas que insistía en torturarse preguntándose. Su prima siempre lo miraba con lastima y tomaba sus manos en las suyas. "Ella está bien, Ross." – "¿Preguntó por mí? – pero su prima nunca le contestaba, así que él asumió que no.
Y ahora, maldición. Esperaba llegar a tiempo para su boda. La verdad había empezado a perder esperanzas de que llegarían esa noche para la despedida de Andrew. En cualquier momento tendrían que avisarle. Todos había estado de acuerdo que lo mejor era no preocuparla, ya suficiente estrés tenía organizando una boda.
El silencio los rodeó de nuevo. Y Ross tuvo la inquietante sensación de que él sería el próximo en el estúpido juego de preguntas.
Alguien cambió la música. Taylor Swift, 'We Are never getting back together'.
Un recordatorio oportuno del universo. O de George más bien quien, entonces se dio cuenta, estaba manejando la lista de reproducción de Spotify desde su teléfono. Demelza puso los ojos en blanco y lo miró de reojo, pero no dijo nada. Tal vez estaba de acuerdo con esa canción, 'Nunca volveremos a estar juntos.'
Maldita sea, cuanto calor hacía en ese coche. El aire acondicionado no podía con cinco adultos. Ross revisó su teléfono, la temperatura ya era de treinta grados. Y el pronóstico decía que serían más de treinta y tres a media tarde. Se pasó ambas manos por el pelo, a veces se olvidaba que lo tenía corto. Se preguntó qué pensaría Demelza de ese look, ella siempre lo había conocido con el pelo hasta los hombros. Bueno, cuando lo conoció en realidad se veía como el yeti, eso le había dicho ella. Pero luego le gustaba jugar con su cabello. Le gustaba pasar sus dedos entre los rulos, o ayudarlo a peinarse. O tirar de ellos mientras hacían el amor…
Ross se movió a su lado. Estaba siendo un caballero y había corrido el asiento hacia adelante por Caroline que iba sentada detrás suyo, y sus rodillas estaban bastante cerca de su pecho. Su pequeño auto no era como su gran Mercedes, de seguro estaba muy incómodo. En el Señor Mercedes entraban los dos en el mismo asiento, uno sobre el otro y podían besarse sin ningún problema.
Demelza parpadeó. Ese pensamiento fue… inapropiado. Su cuerpo estaba tan cerca que podía sentir el calor que irradiaba. Mientras Taylor canta desde el altavoz, George probablemente estaba tratando de marcar algún tipo de punto. Pero a ella le gustan sus canciones y le gustaría ponerse a cantar. También le gustaría poner su mano en la rodilla de Ross, estaba tan cerca. En lugar de eso, presionó ambas manos en el volante. Judas, le iban a salir cayos en la palma de las manos.
"…I used to think that we were forever ever, ever
And I used to say, "never say never"
Ah, so he calls me up and he's like, "I still love you"
And I'm like, I'm just, I mean this is exhausting, you know?
Like we are never getting back together, like, ever…"
Esos eran ellos ¿no es así? Él le había roto el corazón. La había dejado. Ya no lo amaba.
Pero, Judas. Su perfume seguía invadiendo el aire a su alrededor. Y su cuerpo parecía haber olvidado los años de miseria y el desamor y solo recordaba su cara presionada contra la piel caliente de su cuello mientras se movía dentro suyo. Los jadeos, la euforia. La alegría de dormirse desnuda y agotada en sus brazos. Sus palabras tiernas, las ardientes. El deseo y la pasión y sus besos que solo la hacían querer besarlo más.
"¿Alguien quiere una barra de cereal?" – preguntó Hugh.
Demelza tragó saliva y presionó sus piernas juntas. Su corazón estaba latiendo un poco demasiado rápido. Y sentía como si Ross se pudiera dar cuenta de alguna manera. Estaba muy quieto, como si no confiara en sí mismo para moverse. Y la música retumbaba alrededor de ellos.
Había olvidado lo que era querer a alguien así. ¿Alguien más la había hecho sentir así alguna vez? ¿Alguien más la haría sentir así algún día?
Judas, qué horrible pensamiento.
Entre sus cuerpos, como un intruso, apareció el brazo de Hugh con un par de barras de cereal. Estuvo a punto de aceptar una y pedirle a Ross que por favor abriera el paquete y lo llevara a sus labios. Pero mejor no.
"No, gracias." - Ross negó con la cabeza, mirando a la mano entre ellos también. Pero luego sus ojos se levantaron hacia ella. Podía sentirlos moviéndose sobre la piel desnuda de su hombro. Y todos los pelos de la parte de atrás de su cuello se pusieron de punta. Una gota de sudor cayó entre sus omoplatos. Quería que la tocara, que pasara sus dedos sobre su columna. Demelza apoyó su espalda contra el respaldo rápidamente. Creía sospechar, que Taylor estaba algo equivocada.
