Volvemos con esta pareja. Espero que este capítulo les parezca interesante, un poco más de interacción y cosas sensuales.


-2-

Papeleo.


Todos los formularios deben ser ordenado debidamente, de lo contrario, pueden ocurrir confusiones que podrían costarle dinero y tiempo valioso a la empresa. Es de vital importancia tener el área de trabajo limpia. El reglamento dicta que, sí el empleado tiene su cubículo sucio, desordenado y con mala presentación, puede requerirse una sanción por parte del personal, en aras de que no ocurran incidentes que pueden afectar la productividad y también causar percances prevenibles.

...

—Esta es la última. – el joven dejó caer otra pila de papeles en su escritorio para luego sacudirse las manos.

—¿De qué se supone que es?

—Son las cifras del presupuesto para la seguridad social de los empleados, con su permiso, Tomioka-sama. – informó el becario. Hizo una reverencia y caminó hasta la puerta. Lo vio marcharse dejándole en total silencio, sus ojos rodaron a la torre de papel y suspiró sonoramente. Condujo su visión a su reloj de pulsera e hizo una mueca de incomodidad al ver que ya era tarde y que posiblemente no podría cumplir con la orden de su superior.

Sin mediar otra cosa, comenzó con la hoja que estaba hasta arriba y se puso a leer en silencio. Eso le llevó más horas de las que le gustarían. Parpadeó cansado cuando la luz natural comenzó a extinguirse y ya no le quedaba claridad para leer. Su estómago también protestó y decidió que tendría que dejar pendiente su labor, si es que quería llegar temprano a su casa. Se levantó de su asiento y se tocó la espalda a causa de la tensión. Sin darse cuenta, se había hecho de una mala postura en el transcurso del día. Luego acarició su cuello con los dedos y extensión para relajar sus músculos.

Caminó hasta un perchero, en donde había colgado su saco y lo tomó en el antebrazo. Apagó la computadora, guardó las bitácoras que ya había revisado y se dispuso a abandonar la oficina. Se había girado para cerrar con llave la puerta cuando escuchó el sonido de los tacones a su espalda. Una ligera tensión se apoderó de él un segundo, pero luego descartó la idea de que su supervisora al otro lado. Así que, con total confianza, dio la media vuelta para irse a su casa, pero la presencia de Shinobu casi le hace dar un salto.

—Kocho-san.

—Buenas noches. – saludó ella con ese tono tan dulce y controlado. Era como si ni una pizca de emoción pudiese escapar de su apariencia tan aliñada. Tomioka asintió en respuesta y se quedó quieto. Por unas horas había olvidado la situación de la mañana, pero ahora que le tenía de frente, sus ansias volvieron a amplificarse.

—Buenas noches, con permiso. – hizo un ademán de pasarle al lado, pero Kocho entrecerró los ojos y se movió a la par, obstruyendo su camino.

—¿Sales a esta hora, Tomioka-san? – ocultando cualquier partícula de ironía, pues sólo podía detectar curiosidad en su voz, él asintió y frunció ligeramente el ceño. La razón de su salida a esta hora era por que su jefa "amablemente" le había enviado más trabajo de lo normal... Y cabía la casualidad que ella era su "jefa".

—Me retrasé un poco.

—Mmm, ya veo. – si estaba fingiendo o no demencia no era el caso, sino más bien el hecho de que estuviese allí, justo cuando no había nadie más que ellos y a esas horas. ¿Podrías ser que ella...?

—Kocho-san, ¿También tuvo mucho trabajo? – aunque quería apartarse de su lado, no podía mentir que disfrutaba escuchando su voz. Ese tono suave y melifluo, le causaba unas inmensas ganas de tomarla en brazos y tocarla hasta que sus palabras se transformaran en perfectos gemidos y sonidos varios.

—Así es. – ella asintió y se llevó las manos a la espalda, para entrelazarlas allí. Él se había quedado muy serio, Shinobu no supo interpretarlo, pero la verdad era que muy dentro de sí estaba fantaseando con los ruidos poco retacados que una mujer de su categoría podría emitir en situaciones fuera del horario de trabajo.

—Ya veo. – repuso su actitud en instantes no sin antes regañarse mentalmente por parecer un bobo al frente suyo. —Bueno, debo retirarme. – ahora sí que puso pasar a su lado sin que ella se interpusiera.

—Espera, Tomioka-san... – ella ya estaba a sus espaldas cuando le hizo detenerse. Giyuu giró sobre su hombro y la contempló con una sonrisa amable. —No traes auto, ¿Verdad? ¿Quieres que te lleve? – parpadeó repetidas veces antes de analizar su propuesta. Sintió pesadumbre en las piernas y tensión en los hombros. Quizás dejó pasar mucho tiempo, porque el rostro de Shinobu comenzó a fruncirse. —¿Y bien?

—Gracias. – asintió con respeto y aclaró su garganta. —Pero no quiero ser una molestia.

—Oh, no lo eres. – algo enérgica, Shinobu pasó a su lado y le hizo una señal con el dedo de que la siguiera. —Mi auto está en el estacionamiento sur. – platicó mientras se adelantaba. Caminaron al elevador y al entrar, comprendió una cosa... Definitivamente los dos estaban solos, el edificio, a excepción de los conserjes, estaba vacío. Además, para descender al sótano donde estaban los autos de los ejecutivos, tardarían al menos 10 minutos.

Echó un vistazo a la mujer a su lado. Claramente más alto, también tenía un ángulo privilegiado para apreciar ciertos... Atributos. Inocentemente, Tomioka analizó a la chica, mientras que ella guardaba silencio y se dedicaba a ver al frente. Desde esa altura la curvatura de sus senos lucía su forma femenina, incluso sus hombros, que desde la cercanía se veían más firmes de lo que podría imaginar, eran guiados hacia abajo por la pálida piel que poco a poco se transformaba en sus pechos.

—Hace algo de calor. – susurró ella y se llevó una mano a la blusa, específicamente al cuello y comenzó a tirar de la tela para ventilarse la piel. En ese movimiento, apreció un tirante perteneciente a su ropa interior. Otra ondulación más le dio suficiente tiempo de apreciar la copa con encaje de su sostén y apretó los dedos cuando atinó a identificar que su ropa interior era negra. Un color que, de hecho, le quedaba muy bien.

—Sí. – murmuró, intentando que no notara el atragantamiento que estaba teniendo por un impulso caliente que le incitaba a descender y morder su delicado cuello.

Una gota de sudor rodó por la curvatura hasta que se perdió entre el cruce de ambos pechos. Su cuerpo también comenzó a sudar. En la privacidad de ese ascensor, la mujer al frente suyo, le hizo entrar en una insistente corriente que parecía estarle empujando a ir directo a su cuello y besarla con ganas.

—¿Sabes una cosa, Tomioka-san? – Shinobu lo sacó de sus pensamientos cuando habló nuevamente. Parpadeó y se enfocó en sus ojos. —Siempre me he preguntado por qué eres tan serio. – se sonrojó ligeramente cuando ella ladeó la sonrisa a una totalmente ladina. ¿Se habría dado cuenta? ¿Es qué no había sido para nada cauteloso? ¡¿Habría hecho algún sonido?! Su corazón se disparó ante el pensamiento de haber sido descubierto mirándole el busto.

—¿Perdón? – enterró todas sus emociones y fingió estoicismo. Shinobu soltó una carcajada cantarina y negó en silencio.

—Ya llegamos. – las puertas se abrieron y ella salió primero. La siguió apenado y mudo. No quería tener otro encontronazo, si ya de por sí en la mañana habían pasado cosas que no podía explicar, demostrar interés sexual en ella podría empeorar... Lo que fuese que estuviera pasando entre ellos.

—Con permiso. – se subió al auto y respiró profundamente mientras ella se abrochaba el cinturón. La observó de soslayo y su atención volvió a recaer en sus piernas. Estaban perfectamente proporcionadas, sugerentes de que Kocho hacía ejercicio y que posiblemente uno aeróbico, puesto que sus muslos estaban de un tamaño aceptable para su complexión, además... Podía ver destellos de la fineza de su cutis debajo de aquellas exquisitas medias negras, sin lugar a dudas, aparentaban una segunda piel que le cubría el lado más interesante debajo.

—¿Tomioka-san? ¿Me oyes, Tomioka-san? – de nuevo, se había quedado en la nada. Se enfocó en Shinobu, quien ya había encendido el motor pero que parecía estar esperando algo en particular.

—¿Eh?

—Tu dirección, ¿Hacia donde vives? – aunque sin prestarle mayor importancia, Shinobu se había percatado que nuevamente estaba en la luna y de hecho, se daba una idea de qué podría tenerlo así, mas optó por no inmiscuirse en eso, aún. Sólo con saber donde vivía era más que suficiente.

—En los departamentos del edificio Sagiri.

—Oh, conozco el sitio. Muy bien, abróchate el cinturón por favor, un policía podría amonestarme y no queremos eso, ¿O sí? – negó y se apresuró a colocar el dispositivo de seguridad.

Durante el trayecto, hubo mucho silencio, Shinobu estaba concentrada en el camino; y él quería evitar a toda costa el contacto visual. Pero todo cambio en un pequeño embotellamiento a unas cuantas manzanas de su hogar.

—Nee, Tomioka-san, ¿Vives solo? – dudó en contestar, pero asintió. —Mmm, ya veo. – ella pareció procesar su pregunta. —¿Tienes familia o pareja? – de nuevo hubo otro silencio y Kocho notó una inesperada pesadumbre en sus ojos. —¿Estás bien?

—No tengo novia. – aclaró su garganta. — Respecto a mis padres y hermana mayor fallecieron cuando era un niño. – no quería recordar las circunstancias en las que los había perdido. Si bien Tsutako no murió en el mismo accidente que sus padres, su muerte fue provocada por algo externo. Recordarlo le revolvía el estómago.

—Ya veo. Lo siento mucho. – Shinobu entrecerró los ojos y mostró empatía. —Mis padres también murieron cuando era una niña.

—Lo siento. – eso era nuevo. Le hacía ver una faseta diferente a la que conocía.

—Todo está bien. – volvió a acelerar cuando tuvo la oportunidad. A lo lejos, el edificio Sagiri se asomó entre otros. Era un alivio, porque de estar más tiempo en el auto con ella, iba a terminar ebrio de su entrañable perfume.

Pronto el auto se estacionó. Suspiró sonoramente, no era su intención, pero Shinobu le dedicó una profunda mirada ante ello. Decidió que mejor se hacía el tonto y procedió a presionar el botón que lo liberaría de asiento, mas éste no reaccionó. Lo intentó un par de veces más y nada.

—Permíteme... – ella se estiró hacia él, llevó una mano hacia su muslo, donde pensó que tocaría, pero no fue así, se desvió antes de tiempo y con ambas manos sujetó el seguro del cinturón e hizo un truco raro que consiguió liberarlo. Después, ella le miró juguetonamente y Tomioka asintió.

—Gracias. – no se movió, algo le invitaba a no hacerlo, pero no estaba seguro qué. De pronto los dedos de Kocho comenzaron a escalar, como si dieran pasitos, uno sobre el otro hasta llegar a su corbata. Ella tomó ligeramente la prenda y se inclinó sugerentemente, de nuevo, podía ver su silueta asomándose sin recato, tanto como la curvatura de su trasero, como la proporción de sus pechos.

—Tienes la corbata arrugada. – susurró mientras la alisaba y luego, colococaba ambas palmas abiertas en sus pectorales. Seguramente podría sentir el desbocado corazón que golpeaba contra las costillas de su dueño. Aún así, Tomioka resistió el impulso de lanzarse sobre aquellos carnosos labios que insistían su ansias por tomarla y dejarla sin aliento. Tragó saliva, sólo un poco y luego resistió apretando los puños.

—Gracias. – el agradecimiento era por la corbata y quizás, inconscientemente por darle una buena vista de sus atributos. Ella pasó sus manos sobre su cuerpo también "pretendiendo" quitarle las arrugas a la camisa, pero ese toque fue tan suave y a la vez llamativo, que tomó aire y obligó a sus brazos a quedarse quietos. Quería atrapar sus dedos sobre sus manos y colmarlos de atenciones hasta que ella se hartara.

—Deberíamos entrar a tu casa... – musitó, casi inaudible, pero como estaba muy cerca, captó el mensaje. Sus palabras, ahora más directas, eran un mensaje claro, era su oportunidad, ¿Verdad?... Y así hubiera sido, no fuese que se trataba de Tomioka Giyuu. Él en lugar de tomar la iniciativa, guardó silencio, quizás el más absoluto que jamás había producido en toda su vida. Shinobu también calló y por varios segundos, se creó una evidente incomodidad.

—Eh, ¿Cómo dijiste?

—Te decía... Que deberías entrar a tu casa. Ya es tarde. – se apartó de él y se acomodó en su sitio. Tomioka asintió y abrió la puerta.

—Le agradezco de nuevo... Que me trajera, Kocho-san.

—De nada... – encendió el motor. —Oh y antes que pase otra cosa, mañana revisaré el papeleo. – Tomioka se congeló antes sus palabras. —¡Buenas noches! – tan alegre como solía manifestarse, Shinobu arrancó dejándole más estático que antes.

—Diablos... – gruñó.

...

Nee, Tomioka-san... No seas tan brusco...

Kocho-san...

Se gentil... Por favor...

Eres hermosa...

Ah... Así, Tomioka-san, justo así...

Kocho...

Mi nombre... Usa mi nombre...

Shinobu...

Giyuu... ¡Ah!

El sonido de un trueno lo despertó en plena oscuridad de la madrugada. Estaba cubierto de una película de sudor, que era contradictoria para el frío que se sentía en el exterior. Sintió un escalofrio cuando se quitó la cobija de encima y algo más que le hizo fruncir el ceño mientras se limpiaba el sudor de la frente.

Su sueño, muy vívido además, sólo delataba el deseo que estaba experimentando por su compañera de trabajo... Pero ya no era un adolescente. Tener esa clase de... Encontronazos hormonales, ya no deberían sucederle, ¿Verdad? Era un adulto que podía ejercer control sobre sí mismo, ¿No es así?

—Ah, maldita sea. – le dolía bastante. Pero no podía decir que no fue para tanto, si repasaba su sueño, ellos estaban en una postura poco "profesional", sobre el escritorio de su oficina, con ella debajo, su blusa en quién sabe donde, luciéndo esa perfecta lencería negra con engajes grises y su falda abierta de par en par. Además... sus medias negras, las cuales se le pegaban a los muslos con deleite, estabas ligeramente rasgadas, permitiéndole entrar en ella sin la necesidad de tener que quitárselas. Tampoco fue necesario retirarle la ropa interior, sólo había bastado con mover ligeramente las bragas y tener el camino libre.

El recordar, el calor que emanaba desde sus adentros, el perfume que emitía su cuerpo, al momento de balancearse, así como esas ganas de inmiscuirse en su cuello y lamer su sudor hasta escaldarse la lengua, saboreando la dulzura de su piel, como un nectar enervante y adictivo, mientras la embestía con algo de brusquedad, que de hecho, ella misma le había reprochado de manera sensual... Hacían que su cordura se desvaneciera y no pudiera manejar el timón de sus deseos.

Le hubiese gustado decir que no era más que un producto de la excitación del momento. Que Shinobu Kocho no representaba más que un gusto pasajero, resultado de sus insinuaciones del día anterior... Pero estaría mintiendo estrepitosamente.

Desde que la conoció, hubo algo diferente en ella. Normalmente no hablaba con nadie. No era muy sociable y prefería hacer sus tareas en soledad para evitar distracciones. Sin embargo, Kocho se le había acercado en más de una ocasión, siendo amable, tanto en su capacitación, como en el resto de sus días en esa empresa.

El día que lo ascendieron, ella le felicitó con su habitual sonrisa, pero no fue hasta que, ligeramente más desinhibido, gracias al alcohol, que se permitió apreciarla más allá que una compañera de trabajo. Era una mujer interesante, guapa y muy inteligente.

Lo que Tomioka no sabía era que Shinobu también lo notaba. Mucho más de lo que alguna vez lograría comprender. Sólo que, para estas alturas, era un completo ignorante de ese hecho. Por ahora... Tomioka estaba teniendo una batalla campal en su cabeza y en su entrepierna.

Sujetó con su mano la carne palpitante para lubricarla y comenzar con los movimientos, siendo cuidadoso al inicio, pero luego acelerando. Pronto se agitó y con el, los pensamientos de sus labios, su figura y sobretodo, su voz, colmaron su mente del estímulo más placentero posible.

—Kocho... – gimió cuando la sensación se hizo más intensa. Agitó su mano con más velocidad y al paso que tanto le gustaba y la opresión en su vientre así como un cosquilleo conocido, avisó que iba a liberarse cuando una idea más atrevida cruzó por su cabeza...

Usa mi nombre.

No era mala idea... Definitivamente no.

—Shinobu. – la excitación que sintió fue el punto máximo de su hazaña. Se contrajo sobre su cuerpo y gruñó cuando finalmente se corrió. Su nombre... Había sonado condenadamente sensual cuando lo pronunció. Ojalá pudiera llamarla por su primer nombre, puesto que era bastante más emocionante que el apellido.

Tomioka suspiró y acudió al baño. Luego regresó a la cama y con mayor tranquilidad, se acostó. Concilió el sueño bastante más rápido que otra veces. Se había quedado completamente relajado.

...

El día llegó y gracias al cielo, no se retrasó como antaño. Registró su entrada y se dirigió a su oficina. Como aún era temprano, su departamento aún no estaba ocupado por sus compañeros. Él camino directo a su oficina y justo cuando iba a sacar la llave para abrirla, se encontró con que la puerta estaba entreabierta. No se alarmó porque pensó que se trataba del conserje que quizás ayer no había alcanzado a limpiar.

—Buenos días. – saludó monótono y no prestó atención a la persona que estaba de pie junto al escritorio, quien por cierto, estaba leyendo algo mientras él se dirigía al perchero para colocar su saco.

—Buenos días, Tomioka-san.

—Mmm, Kocho-san. – asintió mientras se dirigía a su escritorio en silencio y se sentaba para después suspirar. Ese día no había bedido su habitual taza de café y estaba algo adormilado.

Un momento, ¿Kocho-san? Dirigió su cara hacia la mujer, quien no se había movido de su posición.

—¡Kocho-san! – elevó la voz, pero no lo suficiente como para ser oído por todos.

—Hola. – saludó tranquilamente y después sonrió como si fuese el alma más inocente del mundo.

—¿En que le puedo ayudar? – aunque grata, su presencia sólo podía significar una cosa.

—Tú sabes por qué estoy aquí. – fue tan letal como la picadura de una avispa. Claro, ayer estaban fuera de las horas de trabajo, aunque hizo un hincapié en que era un pendiente que iría a revisar. ¿Por qué lo olvidó? Kocho era muy eficiente y cumplía su palabra. Asintió, resignado y la dejó continuar.

Ella volvió a enfocarse en los papeles que, aunque menos que el día anterior, aún persistían en su lugar de trabajo. Ya en espera de que le dijera algo más, no pudo evitar fijarse en la ropa que traía ese día.

Hoy, estaba vestida con una falda nuevamente, negra y lisa, que le llegaba a medio muslo, así como una blusa sin mangas en blanco y negro a rayas, en el cuello, se entrelazaba un hermoso y perfecto moño, el cual estaba ligeramente caído de sus lazos y de impecable atadura. En sus piernas, como parecía ser costumbre en ella, unas medias que le llegaban a medio muslo, haciendo juego con la brlusa, dado que se veían relieves de arriba a bajo como rayas que se extendían hasta la punta de los pies. Al final, otros zapatos cerrados con un tacón ligeramente elevado, también negros. Igual que el día anterior, Shinobu tenía su cabello sujeto con el broche de mariposa, algo infaltable en su persona. Su maquillaje era parecido, sólo que en lugar de sombras lilas, se perfilaban unas ligeramente grises, a combinación con el atuendo.

—No terminaste, ¿Verdad? – su voz interrumpió su escaneo y fue ahora el turno de él, para ser analizado.

Ese día, se había puesto un juego de saco negro, camisa blanca y pantalón negro. Él también era amante de los colores oscuros, pero había elegido ese conjunto porque no pretendía ser llamativo. Shinobu por su parte lo contempló desde su posición. Alzó una ceja y se le acercó, él aún permanecía en la silla. Allí se percató de que Tomioka solía atar su cabello de forma simple, a diferencia del resto de su apariencia. Sonrió de lado, era una sonrisa con intenciones ocultas, y lentamente, llevó sus manos hasta el pecho del muchacho.

—¿Kocho-san?

—Tienes la corbata algo movida. – con delicadeza, ella tomó entre sus dedos la prenda y ajustó con cuidado. Después, pasó sus manos por la camisa y acarició sus hombros, fingiendo que estaba quitandole el polvo.

—Mmm, gracias. – Tomioka estaba tenso y las caricias dadas volvían a despertar el condenado deseo de tocarle, pero se mantuvo inmovil, para no causar una mala impresión.

—¿Por qué me agradeces? – ella habló con ese tono tan delicado pero atrevido. Estaba siendo altiva y a la vez provocadora. —Aún no he terminado contigo. – en esa misma posición, hizo algo que jamás esperó. Shinobu se sentó sobre su regazo, en un giro inesperado de los acontecimientos. Luego se estiró, exponiendo su espalda y un poco su retaguardia hacia Tomioka. El tragó saliva y sudó, alejó las manos lo más posible, pero cuando la vio tambalearse, dado que como se estaba esforzando por alcanzar un papel llegó a perder el equilibrio, no le quedó más que tomarla de la cintura con ambas manos.

—Lo siento... – la liberó en cuanto ella consiguió rectificarse en su pierna y Shinobu le dedicó una mirada espectante. Mantieniendose en silencio, Kocho desvió la atención al papel y lo mostró.

—No terminaste el papeleo, Tomioka-san, ¿Sabes lo que significa? – con esa pregunta al aire, él negó en silencio, mientras una gota de sudor se deslizaba por su frente. —Tendrás que ser castigado. – ella hizo un puchero, uno pequeñito, pero adorable y en silencio, se giró para quedarse a horcajadas sobre sus caderas.

Las alarmas resonaron en la cabeza de Tomioka. Si Shinobu hacía algo más; balancearse, acercarse, pegarse a él... Lo que fuera, algo iba a explotar y no serían fuegos artificiales. Aceleró su respiración, de forma sutil. Ella sonrió y vocalizó un gemido risueño, como si fingiera sorpresa.

—¿Tienes algo en mente, Tomioka-san? ¿Cómo podría aleccionarte? – pasó sus manos hasta tocar su pecho. Acarició los botones de su camisa como si fuesen las cosas más interesantes de mundo, hasta que, una de sus manos llegó hasta su mejilla derecha y la otra se apoyó en su abdomen, para que él dejase de evitar su mirada.

—Voy a... Voy a terminar el papeleo para mediodía.

—El plazo era para hoy en la mañana. – recordó perspicaz.

—Kocho-san, está vez lo tendré para entonces.

—Mmm... – ladeó la cabeza y se pegó más a él. El roce de su cuerpo con el suyo le hicieron correr la sangre, se puso ansioso puesto que, no era capaz de quitársela de encima. Una parte le decía que debía alejarla y marcar un presedente en el buzón de quejas, los directivos o algo... Pero otra, una que estaba conectada a su corazón y pelvis, le gritaba que por favor, pasase las manos por su cintura y le besara salvajemente.

—Lo prometo. – aseguró mientras se aferraba contra el asiento.

—¿Sabes una cosa, Tomioka-san? – con seriedad, ella continuó comportándose como si la postura en la que estaban no fuese nada del otro mundo. —Eres demasiado serio. – así, con una sonrisa, acarició su rostro con su palma y después lo abrazó en silencio. Podía sentir su corazón palpitante que parecía estar haciendo más ruido que una campanada. —De acuerdo, te esperaré hasta mediodía, si para entonces, tienes todo en orden, no sólo no te castigaré, sino que te compensaré. – entonces se separó ligeramente. —¿Qué me dices? ¿Estás de acuerdo?. - Asintió mecánicamente. —¡Perfecto! – ella dio un pequeño salto y se separó. Arregló ligeramente su ropa y unió sus manos dando un ligero aplauso. —Entonces es una cita. – caminado con singular alegría, la subdirectora de recursos humanos salió de allí con su habitual buen humor, que, falso o no, era bastante llamativo.

Por su parte, Tomioka sintió que un balde de agua fría le golpeaba por la espalda.

—¿Cita?

Algo le decía que su supervisora no se refería a una cita de trabajo precisamente.

Contintuará...

¿Merece un comentario?

Yume no Kaze.