Capítulo 20
Volvieron a la cocina. Demelza se había envuelto la sábana alrededor del cuerpo al levantarse a buscar su ropa interior y en el proceso encontró su remera. Pero en vez de dársela a Ross, se la puso ella. Le quedaba grande, como un camisón suelto que olía a él. ¿O era ella la que olía a él? Ahora que ya no se estaban besando ni tocando, le estaba dando un poco de vergüenza. ¡Judas! ¿Qué habían hecho? Pero no se detuvo a pensarlo entonces, ya habría tiempo para eso. Ahora estaba distraída en la mirada de Ross que contemplaba sus piernas como un lobo a su presa. Él solo había encontrado sus calzoncillos, el jean que ella se había apresurado a quitarle estaba al pie de la cama. Demelza lo tomó en sus manos, pero no se lo dio tampoco, lo dobló y lo dejó prolijamente sobre una silla. Ross sonrió, una clase de sonrisa que no creía haber visto hasta ese momento. Una mezcla de timidez, dulzura y deseo a la vez. Y ella sintió como le ardían las mejillas, porque estaba sonriéndole también. Ross dio un paso hacia ella, como no habían apagado la luz, lo podía contemplar sin ningún reparo. Y no es que no lo hubiera mirado antes, pero antes habían sido miradas a escondidas o de refilón. O cuando ella no quería observarlo semi desnudo paseándose por el pasillo o el living. Pero ahora era distinto, ahora él sabía que lo miraba porque le gustaba. Judas, porque sentía algo por él. Pero dejémoslo en atracción por esta noche - se dijo. Y Demelza lo contempló entonces. Sus fuertes brazos, su pelo oscuro todo desordenado porque ella había pasado sus dedos por allí un momento atrás, la siempre creciente barba que había frotado contra su piel. Sus labios, llenos y absolutamente besables. Judas, ya quería que la besara de nuevo. Sus piernas cubiertas de vellos negros al igual que su pecho, sus hombros anchos y sexys. Se le hacía agua la boca. ¿Qué hacía allí parado sonriéndole casi desnudo en medio de su habitación? Su mirada se desvió a su pecho izquierdo, al nombre que se veía grabado en su piel bajo sus vellos. Pero no, Demelza desvió la mirada. Cuando volvió a levantar la vista Ross estaba frente a ella aún con esa sonrisa enigmática y antes de que pudiera decir mu, plantó su boca en la suya.
"Mmm…" - Demelza gimió cuando él quiso alejarse y ella no quiso terminar el beso.
"Primero comamos algo, luego seguimos." – Dijo él, y le tomó la mano para guiarla a la cocina.
Se sentía muy normal, ellos dos en la cocina que estaba toda revuelta luego de cocinar toda la tarde. Solo hablando y riendo. Comieron algo de pasta que aún no habían guardado en el freezer mezclada con algunos tomates cherry y zanahoria rallada que habían quedado en un bowl sobre la mesada. Todo muy normal, excepto que Ross la había sentado sobre la encimera, sus piernas colgaban y Ross daba vueltas preparando los platos prácticamente desnudo. De tanto en tanto se acercaba a darle un beso en los labios y en un par de ocasiones ella lo había rodeado con las piernas para no dejarlo ir. ¿Qué rayos estaba pasando?
Era como una dimensión paralela.
No limpiaron. Ross dijo que lavaría todo al día siguiente, lo que era muy lindo de su parte. Ella dio un saltito para bajar de la mesada y se dirigió de vuelta al pasillo, de repente algo vacilante sobre lo que ocurriría a continuación. ¿Se irían a dormir cada uno es su propia habitación?
Pero Ross le quitó la duda de inmediato. Hizo tres pasos y la alcanzó, tomando su mano para que se diera vuelta y acercándola a su pecho. Su aroma masculino la rodeó de nuevo cuando su boca bajó a la de ella. Trató de pensar cuantas veces se habían besado durante esa noche, pero era imposible contar hasta el infinito. Su beso fue suave al principio, exploratorio y dulce. Pero luego ella se elevó sobre los dedos de los pies y llevó sus manos a la parte posterior de su cuello, enroscándolas de nuevo en su cabello, y Ross la levantó en sus brazos como si no pesara nada.
"¿Puedo dormir contigo esta noche?" – Preguntó. Su voz sonaba ronca y ella no pudo más que sonreír, llevando sus labios a los suyos nuevamente. Se besaron de nuevo, Demelza separó los labios para aceptar su lengua succionándolo en su boca y Ross hizo un ruido bajo en su garganta.
"Uhmmm… tengo que… ¿Quieres ir tu primera?" – dijo, con un pequeño movimiento de cabeza en dirección al baño. Ella se deslizó hacia abajo para apoyar los pies en el piso y pudo sentir que ya estaba duro. Judas.
"Sí, ehm... yo iré primera."
Tuvo que utilizar toda su fuerza de voluntad para despegarse de él y cuando entró al baño apoyó la espalda contra la puerta y se quedó un momento allí esperando que su respiración volviera a la normalidad.
Judas. Judas. Judas.
¿Qué había hecho? Tuvo sexo con su mejor amigo. Se habían besado y Demelza creyó ver estrellas mientras lo hacían. Y ahora iban a dormir juntos. Y no iban a 'dormir' ¿verdad? Lo iban a hacer de nuevo. Su corazón volvió a latir de prisa en su pecho. Se miró al espejo. Se veía tan ordinaria. Había pasado toda la tarde cocinando y luego se había acostado con su compañero de piso y ahora tenía puesta su remera y su cabello estaba todo despeinado y tenía las mejillas coloradas y no era distinta a la Demelza que veía cada mañana. Excepto que algo había nacido en su interior. Y no esa noche, ya estaba allí desde antes. Sólo que ahora pareció despertarse y palpitar con fuerza dentro de ella. Algo que ella preferiría ignorar, al menos en ese momento.
Cuando Ross salió del baño ella ya estaba metida en la cama. Había apagado las luces del departamento, también la de su habitación, pero había encendido la de su mesa de luz. Él se detuvo en la puerta por un momento, ella creyó verlo vacilar por un instante. ¿Estaba dudando?
"¿Cómo está tu dedo?" – Preguntó desde debajo de las mantas, se había tapado hasta el cuello.
"Oh…" – Ross se había olvidado de su dedo lastimado. Por él había comenzado esa noche… se miró el pulgar, retirando con cuidado la bandita adhesiva que Demelza había colocado. Ya no sangraba y el corte no era profundo. Con descuido, descartó la bandita al piso y Demelza dio un salto sobre la cama.
"¿Qué haces? Ahí hay un cesto…" – Le reprochó señalando el cesto de basura junto a su escritorio. Judas. Hombres.
Ross recogió la curita descartada del piso y la fue a tirar donde correspondía riendo.
"Lo siento, perdón." – Dijo. Y se acercó a la cama, trepando como un gato desde los pies hasta donde ella había quedado media sentada.
"Judas…" – susurró cuando su boca fue directa hacia cuello, dando besos cálidos y lentos que prácticamente la hicieron derretirse en sus brazos. Se sentía tan bien.
Ross se cernió sobre ella y Demelza volvió a caer sobre las almohadas, riendo como una chiquilla mientras él le quitaba las mantas de encima y volvía a destapar sus piernas. De rodillas junto a ella, Demelza lo observó moverse y también vio el algodón de sus calzoncillos tensos con su emoción.
Ross la miró divertido mientras se recostaba junto a ella. "¿Ves algo que te guste?"
Ella le dio un pequeño empujón, volviéndose hacia él, y asintió con la cabeza. Ross estiró un brazo debajo de su cabeza para que ella se apoyara en él, y ella aprovechó para estirar su mano también y acariciarlo suavemente a través del algodón. Observó su reacción, de repente quería conocer cada uno de sus gestos. Sus ojos eran oscuros, tormentosos y llenos de deseo. Pero él no se movió, solo la dejó tocarlo ligeramente, apretando un poco la cabeza con más firmeza, mirándola con una intensidad que parecía poder sumergirse en sus ojos y hundirse en ellos. Estaban tan cerca…
"Supongo que nuestra amistad está arruinada." – Dijo ella tranquilamente, como si su mano no siguiera subiendo y bajando a lo largo de su longitud.
Él exhaló sobre en su boca. "No necesariamente." - Dijo con algo de dificultad y frotando su nariz dulcemente contra la suya, mientras ella sentía su carne endurecerse entre sus dedos.
Su amistad estaba absolutamente arruinada.
"Creí que habías dicho que no tenías movimientos."
"No los tengo."
"Creo que estás mintiendo… princesa… ahh…" No pudo terminar de decir su nombre, un gemido salió en su lugar.
¿Era ese un movimiento? Pues era de los más obvios y básicos. Pero aun así, Demelza se sorprendió a sí misma comportándose de forma tan desinhibida y sus mejillas se sonrojaron cuando Ross tomó su muñeca en su mano en el momento en que estaba por meterla debajo de la ropa interior.
"Si haces eso no podremos hacer mucho más…"
"Oh… no importa. Creo – creo que a Mister Ross le gusta."
"A Mister Ross le encanta, pero yo tengo otras ideas en mente."
Antes de que pudiera preguntar cuáles eran esas ideas, soltó su muñeca y le quitó la remera por encima de la cabeza, dejándola desnuda otra vez. Y apartando la mirada de sus ojos, comenzó a recorrer su cuerpo bajo la tenue luz.
Debería sentirse avergonzada, con timidez. En sus relaciones anteriores, siempre le había costado entrar en confianza. Y la primera vez con un hombre siempre la ponía algo nerviosa. Algo que tenía que ver con sus inseguridades y querer complacer. Pero había algo en Ross, una conexión que más que desinhibirla la divertía. Como si estuvieran jugando juntos a un juego peligroso, pero a la vez irresistible. Y ella hubiera perdido cualquier vergüenza, porque era Ross. Su amigo. Quien seguía recorriendo su cuerpo con ojos hambrientos. Apenas rozando con la yema de sus dedos la piel de su abdomen y bajando por su cadera, por sus muslos y hacia sus piernas. Y ella aprovechó también, subió su mano cerca de su rostro apretando un poco su seno y mordiendo su dedo índice.
Ross gimió cuando volvió la vista hacia su rostro.
"Dios… eres preciosa. Y ahora lo estás haciendo a propósito…"
"¿Qué cosa?" – Preguntó haciéndose la inocente. Lo que consiguió como respuesta fue que sus manos se extendieran sobre sus costillas y luego se deslizaran hacia arriba para ahuecarse sobre sus senos. Del tamaño perfecto para llenar sus manos. Él gimió de nuevo, y ella con él.
Demelza atrajo su boca a la suya, y se besaron profundamente durante largos momentos mientras él acariciaba sus senos, pellizcando sus pezones y volviéndolos a la vida. Sentía sus caricias como si estuviera entre sus piernas en lugar de en sus pechos, y se le escapó otro jadeo.
Sus labios se movieron hacia su garganta mientras sus manos bajaban a sus caderas. Ella acarició su espalda, desde su cintura hasta su cabeza, y hundió sus dedos en su cabello, masajeando su cuero cabelludo mientras él metía una mano dentro de sus bragas, tocándola con movimientos suaves, burlones y gentiles que le daban hambre de demás.
"Mmm... Ross." - Gimió sintiendo el pulso latir en sus venas.
Ross dejó su cuello y se enderezó, mirándola mientras lentamente hundía un dedo grueso dentro de ella.
"¿Esto se siente bien?" - Su voz era tan profunda y ronca que sus pezones reaccionaron al sonido. Ella se mordió el labio inferior, asintiendo. Agarrándose de sus firmes bíceps mientras sus dedos continuaban haciendo cosas mágicas en su cuerpo, dejó escapar un suave gemido.
"Necesito probarte de nuevo…" – susurró presionando un breve beso más en sus húmedos labios antes de caer de rodillas en el suelo y arrastrar su cuerpo hacia el borde. Con una mirada hambrienta en sus ojos, le quitó la última prenda de decoro y llevó su boca a su centro, comenzando con una lenta y húmeda caricia de su lengua que le hizo temblar las rodillas. Sus muslos se separaron automáticamente, pero también tocó su hombro para llamar su atención.
"No tienes que hacer eso de nuevo..."
"Me gustó mucho hace un rato. Y pensé que a ti también te había gustado…" – murmuró, sus dientes rozando la carne suave del interior de su muslo.
Oh, Judas. Demelza se estremeció de solo recordarlo.
"Sí, pero tú estás…" – Con un movimiento de sus cejas, Demelza señaló su entrepierna.
"No te preocupes por Mister Ross, princesa." – susurró sacudiendo la cabeza. Podía ver su ceño fruncido en la v que formaban sus piernas apoyadas en el borde de la cama.
"¿Por qué me llamas así?" – la verdad era que estaba sorprendida de que pudiera articular palabra entre beso y beso en sus labios íntimos.
"¿Princesa? Porque te pareces a una." – Ross se encogió de hombros, dio un rápido beso en el interior de su pierna y siguió con su tarea. Sus manos sujetando sus caderas.
"Todavía no puedo creer que estemos haciendo esto."
"¿Quieres que me detenga?" – Demelza escuchó su voz con ojos cerrados. Ni en un millón de años. Se rio secamente. Todo era una locura, no había otra forma de decirlo. Eran amigos. Estos eran solo un par de beneficios adicionales.
Una de sus manos se deslizó a lo largo de su cintura, alcanzando su seno y tocando su pezón. Debería callarse, dejar de reírse y disfrutar el momento. ¿Se volverá a repetir? Shhh…
Un momento después, Ross le agarró los muslos y la acercó aún más a sus labios. Ella cayendo sobre sus codos mientras él reanudaba su tarea provocándola con suaves lamidas y besos contra su núcleo. Con sus manos sosteniéndola en el lugar, con los muslos abiertos para él, Ross no se detuvo hasta que ella jadeó de placer y se retorció debajo de él, meciendo sus caderas contra su boca descaradamente.
"Oh, Judas…" - gimió, el sonido largo y gutural.
Ross la miró con la boca aún en funcionamiento y sonrió. Completamente liberada de cualquier tipo de inhibición, Demelza estiró una mano hacia su cabello, levantando sus caderas, y frotando sus labios en su lengua. Estaba tan cerca. Justo ahí. Y a él pareció causarle gracia. Pero luego mordió levemente su clítoris y cuando su dedo se deslizó dentro se ella una vez más, Demelza creyó ver fuegos artificiales explotando alrededor de ella.
Olas de intenso placer la golpearon, una tras otra, mientras Ross la miraba desde debajo de esas pestañas oscuras, su dedo moviéndose lento y con firmeza como para estirar su placer. Sabía exactamente lo que estaba haciendo.
Finalmente, las olas disminuyeron y Demelza se recostó de nuevo sobre la cama, con el cuerpo suelto y lánguido. Ross se levantó de su posición en el suelo, y se inclinó sobre ella para que quedaran desnudos pecho contra pecho. Se sentía divino.
"Eres tan sexy cuando te vienes, Demelza."- La besó profundamente mientras ella se aferraba a él, pasando sus brazos alrededor de los músculos tensos de su espalda.
"Estaba bromeando antes, puedes llamarme princesa si quieres." – Ross se rio contra sus labios. Su cuerpo meciéndose, dejándola sentir lo duro que estaba y de repente tuvo muchas ideas nuevas.
Lo besó por última vez y luego buscó sus ojos con su mirada.
"Desnúdate."
Él sonrió. - "Sí, princesa."
Obedeciendo su orden, Ross se quitó los calzoncillos en unos dos segundos y volvió a saltar junto a ella en su cama. Estaba tan duro y ansioso que era casi vergonzoso. No se acordaba la última vez que se había sentido así. De verdad, era preciosa. Tantas veces se había reprimido de pensar en ella de esa manera, que ahora que estaba sucediendo era aún más increíble. Y no podía quitarle los ojos ni las manos de encima. Pero necesitaba ir un poco más despacio, quería disfrutar esa noche. Intentó visualizar en su mente imágenes desagradables para reducir la velocidad, ya saben, como un viejo saliendo del sauna en el gimnasio con el culo desnudo, para mantenerse bajo control. Pero no creyó que estuviera dando resultado.
Afortunadamente, a Demelza no pareció importarle. Se mordió el labio inferior mientras su mirada recorría su pecho y sus abdominales hasta donde cierta parte de su anatomía estaba un poco más que emocionada de verla. Mister Ross…
"Oh." - dijo ella, sonriéndole, mientras extendía una mano para tocar su miembro otra vez. Incluso las más pequeñas caricias se sentían increíbles.
Frotando su palma a lo largo de él, Demelza se movió a su lado poniéndose de rodillas.
Sabiendo que tenían toda la noche para disfrutar el uno del otro, bueno, digamos que ella también tenía ideas sobre cómo podían pasar el tiempo.
Demelza tomó una almohada y la colocó detrás de él. "Acuéstate." - Ordenó, con voz firme pero aún suave.
Ross le lanzó una mirada curiosa. "No sabía que eras tan mandona en la cama."
Ella sonrió. "Hay muchas cosas que no sabes sobre mí."
Esa era una declaración muy verdadera. No sabía que sus pechos eran tan perfectos que iba a tener dificultades para superar la imagen de ella desnuda, o que temblaba tanto después de llegar al clímax que quería sostenerla contra su pecho hasta que sus temblores se desvanecieran. Y Ross se dio cuenta que quería conocer todo de ella. Así que se recostó contra la almohada que le proporcionó y esperó con curiosidad a ver qué sucedería después.
Ross levantó una ceja mientras la veía palmearlo, sus ojos clavados en los suyos. Pero no tenía prisa, exploró su cuerpo con largas y ligeras caricias.
"¿Cuál es tu plan?" - Su voz salió ronca, pero mierda, estaba tratando de mantener todo bajo control. No iba a aguantar mucho más... y eso no estaba bien. No era un adolescente precoz. Pero cuando ella volvió a mirar con deseo su polla, supo que perdería la batalla de todos modos.
"Te dije que no tengo ningún plan. Pero esto… esto parece gustarte." – Su voz era suave como el terciopelo. Claramente no tenía idea de lo que generaba en él.
Ross colocó su mano sobre la parte superior de su brazo, acariciando su piel sedosa. "No tienes que hacer eso otra vez."
Ella puso mala cara. Literalmente hizo un puchero. Y su pene creció aún más fuerte.
"Quiero decir, me encantaría que lo hicieras, pero..."
Demelza levantó las cejas, esperando que continúe.
Rayos, realmente iba a hacer que lo dijera, ¿no es así?
Ross se aclaró la garganta. "Uhmm, solo… estoy tan excitado que no creo poder soportarlo…"
"Pero… Mister Ross… quería darle más besos…" - su expresión era jodidamente adorable, haciéndolo imposiblemente más duro.
Ay, Dios. María y José.
Demelza se acomodó el cabello detrás de las orejas y lo apretó un poco, sopesando su miembro en su palma.
Ross quiso reír y eyacular al mismo tiempo. Era una sensación que no recordaba haber experimentado antes. ¿Quién sabía que el sexo podía ser tan gracioso, tan ardiente y divertido al mismo tiempo? Estaba pasando una noche increíble y apenas si habían comenzado.
"Solo usa tu mano." - le dijo, deslizando los dedos sobre la piel de su espalda.
"Pero... quiero darle un beso…" – Dijo ella, fingiendo inocencia.
Maldición, no se lo podía negar. Le pasó una mano por el pelo, incapaz de dejar de tocarla. "Solo uno. Hazlo despacio."
Demelza sonrió triunfante.
Usando ambas manos, acarició lentamente su longitud y bajó la boca hacia su punta al mismo tiempo. Ohhh… se sentía tan bien. Ella estaba besando y lamiendo la cabeza y maldita sea, era una explosión de sensaciones. Trazó sus labios por el costado, saboreando y mordisqueando mientras se movía hacia arriba y hacia abajo.
Mierda. Mierda. Mierda.
Era un placer maravilloso tener su boca caliente sobre él, aprendiendo tentadoramente lo que lo hacía gemir. Ross se recostó, con una mano enterrada en su cabello, mientras se entregaba al placer. Un momento después, Demelza lo llevó más profundo, acelerando su ritmo y sus bolas comenzaron a doler.
Oh, dulce mierda.
No podía dejar de tocarla, pasando su mano por su hombro, agarrando ligeramente la parte posterior de su cuello, arreglando su cabello para que no esté en su camino, y Demelza, Dios, Demelza lo llevó al límite más rápido de lo que podría haber imaginado.
"Oh, princesa…" - Dejó escapar un suspiro de aprobación. Había sido bueno antes, pero esto era algo fuera de este mundo.
Estaba en el cielo. Sabía que debería detenerla, quería estar dentro de ella cuando se viniera, pero era demasiado bueno, y un gemido retumbó profundamente en su pecho.
"Mierda, mierda, Demelza."
No podía venirse en su boca. No podía permitirse hacer eso por encima de cualquier cosa. Se sentía como un pecado que no estaba listo para cometer.
Apartó su boca justo a tiempo, y con ambas manos, ella lo acarició con firmeza mientras se vino sobre los dos.
"Maldición, Dem…" – gruñó sin aliento, aunque no había hecho nada más que quedarse recostado ahí. La empujó hacia abajo para un beso.
Demelza se rio de sus elogios y le devolvió el beso en los labios, la mandíbula y la barbilla. Y luego pintó con un delicado dedo a través del lío pegajoso sobre su abdomen, con una sonrisa en sus labios.
"Discúlpame por eso." - Dijo mirando el desastre en su estómago.
"¿Estás bromeando? Me encantó hacer eso por ti." - Y su sinceridad era genuina, estaba escrita en toda su cara.
El corazón de Ross se apretó en su pecho. La besó una vez más y luego se levantó para ir al baño. La caminata posterior al sexo rumbo al baño que normalmente es tan incómoda, de alguna manera se sentía diferente con ella. Se sentía natural, y de alguna manera, real.
Después de limpiarse y lavarse, se reunió con ella de vuelta en la cama. En su cama, no tenía la más mínima intención de seguir camino hacia su habitación.
Ella había retirado las sábanas y estaba descansando cómodamente contra las almohadas. Y lo mejor de todo, todavía estaba desnuda.
"Te ves perfecta así. No te muevas." - Ross se tomó un momento para admirarla, levantando sus dedos para formar un encuadre frente a sus ojos como si estuviera tomando una fotografía. Ella se mordió los labios exasperada y él se volvió a acostar a su lado. Tapándolos con la manta que estaba enrollada en los pies de la cama. Demelza puso una mano en su mejilla y giro su rostro hacia el de ella.
"Eso fue increíble."- Murmuró
Una parte de él quería hacer un comentario arrogante - 'todavía no has visto nada, princesa' - pero la otra parte estaba muda, porque tenía razón. Eso fue... diferente. Increíble a su manera. Creía que era así porque eran ellos.
Y eso lo asustaba más que cualquier otra cosa. Así que no dijo nada en absoluto.
En cambio, giro su barbilla hacia la suya y la besó suavemente. - "Dame un momento."
Demelza mordió su labio, luciendo algo insegura. "Está bien. No tenemos que… podemos solo… dormir."
¿Dormir? Si, dormir. Juntos, acurrucados. Con su cuerpo desnudo pegado al suyo. De repente eso le parecía tan sensual como otra ronda de sexo. Y a él pareció no desagradarle la idea porque se acomodó mejor junto a ella, acercándose de la forma que quería. Pasando su brazo debajo de su cabeza y ella apoyando su mano sobre su pecho. Tirando ligeramente de sus vellos, su mirada otra vez se posó en la sombra del nombre que veía debajo de ellos. Pero el pensamiento que empezó a crearse en su mente ni se llegó a formar, porque Ross comenzó a besar su rostro. Por todos lados. Su frente, su nariz, sus mejillas, sobre sus párpados hasta que no pudo evitar reírse. Y abrazarlo. Con su brazo y con sus piernas. Y comenzó a hacerle arrumacos también, hasta que él gimió y ella pegó un gritito cuando mordió su oreja.
Ross se despegó de ella, sus rostros frente a frente. Los dedos de Demelza metidos entre su cabello detrás de su cuello, y su mano acariciando su espalda de arriba hacia abajo perezosamente.
"Eres muy hermosa." – Ross la vio sonrojarse. – "De verdad. He pensado tanto tiempo en ti…"
"Shhh… no digas eso."
"¿Por qué no?" – Preguntó con una pequeña sonrisa y besando su nariz.
"Porque eres mi amigo, y eras un cliente. No quiero pensar que me estabas imaginando así mientras buscábamos departamento…"
"No pensaba así de ti, pero siempre pensé que eres muy atractiva…" – y lo acentuó dejando deslizar su mano hacia su trasero. Ella dio un beso en sus labios. Porque cada dos palabras que decían se tenían que dar un beso.
"¿Y esa es mi única virtud? Que típico viniendo de un hombre."
"¿Qué? ¿Eso piensas de mí?"
"Es lo que tu piensas de mi lo que debería ofenderme."
"No es mi intención ofenderte, todo lo contrario. Lo que quiero decir es, es que eres muy dulce e inteligente. Una mujer profesional, con muy buen gusto y muy generosa…"
"Bueno ya. Tampoco te burles…"
"No lo hago. ¿No vas a creer nada de lo que te diga?"
"Mmm… Dime, dime que te gustó mi boca en ti…" - suspiró contra sus labios.
Dios Santo.
Se volvieron a besar, sus lenguas danzando perezosamente. Y después se quedaron en silencio. La luz que emitía el velador estaba a su espalda, así que sobre su hombro pasaba un resplandor que iluminaba su rostro. A veces abría los ojos y lo miraba, otras veces parecía estar dormida.
Ross no supo cuánto tiempo pasó. Sus dedos se movían en su nuca de tanto en tanto y él acariciaba su espalda, recorriendo con un dedo la longitud de su columna. Y por más que lo intentó, no logró conciliar el sueño.
"¿Demelza?" – Susurró. – "Ya pasó el tiempo suficiente."
Él volvió a besar su rostro, suavemente esta vez. Demelza, en medio de su sueño, dio un pequeño brinco cuando sintió que algo rozaba su nariz. Al principio no se acordó con quien estaba, pero no tardó mucho tiempo en despertarse. Especialmente cuando él comenzó a acariciar sus senos y bajó sus labios desde su mandíbula hacia su cuello. Y Demelza lo sintió despertar a él también, mientras arrastraba un poco sus uñas sobre sus hombros. Judas. Era como si aún estuviera soñando.
Luego de un momento se sentó a horcajadas sobre él, destapándolos en el proceso. Su cálido y húmedo coño frotándose contra la longitud de su miembro semi erecto, y rozando la parte superior de sus senos contra su pecho. El cuerpo de Ross reaccionó de inmediato. Santo infierno.
Demelza se rio todavía media dormida, se sentía lánguida recostada sobre él, y su cabello cayó como una cascada sobre su rostro y por un momento no lo dejó ver. Sólo sintió como sus dedos pellizcaban sus pezones. Con un suspiro los volvió a su posición anterior, así que volvieron a estar recostados uno al lado del otro, frente a frente. Era extremadamente íntimo y un poco desconcertante. Ross podría haber tenido sexo innumerables veces con varias mujeres, pero no se podía negar que esto era de alguna manera diferente.
Sus grandes ojos verdes se clavan en los suyos. Ella era hermosa. Y tan tentadora. Pero también tan pura e inocente. Y Ross quería tomarse su tiempo y hacerlo bueno para ella también, ya que ella ya lo había satisfecho.
Últimamente, el sexo era un asunto rápido y sin sentido. Una necesidad primaria. Algo que ofrecía poco en sentido de satisfacción emocional. ¿Pero con Demelza? Eso no era verdad.
Ross buscó sus ojos y tocó su mejilla con la punta de sus dedos, verificando que estaba bien. "Hey." - murmuró.
Ella tragó, visiblemente. "Hey." - Su voz estaba un poco sin aliento, y tuvo la sensación de que estaba nerviosa.
"¿Estás bien?"
Ella asintió. "Muy bien."
¿Por qué estaba ansiosa ahora cuando antes no lo había estado? De pronto esto se sentía más íntimo. Mucho más intenso que cualquier relación que hubiera tenido antes.
"Demelza… ¿hacía mucho que no estabas con alguien?"
Ella se mordió el labio inferior y se detuvo - "¿Uhmm?"
"Demelza..."
"Hace bastante, sí."
Mierda. Ese secreto le hizo algo en su pecho.
"Te quiero dentro mío de nuevo, Ross."
No podía con esa mujer. Era jodidamente asombrosa. Ella levantó una pierna y colocó su muslo sobre el suyo.
Ross se acercó y ella lo agarró con una mano, frotando la cabeza de su miembro a lo largo de sus labios hasta que tembló y gimió. ¿O era él quien temblaba y gemía?
"Recuerda decirme si algo no te gusta, o si necesitas un descanso, o quieres parar…" - su voz se interrumpió por su bajo gemido, y ella se estiró de nuevo, tomándolo en su mano para guiarlo a su apertura.
"Te quiero, Ross... ahora." - Repitió ella. Sosteniendo su muslo superior con una mano, manteniéndola abierta, su otra mano tocó su pecho, su pulgar rozando ligeramente su pezón.
Ross empujó sus caderas hacia adelante, hundiéndose muy lentamente y los dos emitieron un gemido simultáneo. Él intentando por todos los cielos no explotar de inmediato dentro de ella que se apretaba alrededor de su carne como un maldito guante.
"¿Puedes acercarte un poco más?"
Con sus ojos entrecerrados, Demelza arqueó su espalda empujando su pelvis más cerca. "Sí."
"Más."
Por un momento todo fue silencio, como si no se hubiera despertado. Se sentía tan cálida, tan húmeda y tan perfecta que no podía contenerse más.
Se hundió más profundo en ella hasta que estuvo completamente enterrado dentro de su fuerte calor y observó su reacción. Los labios de Demelza se separaron y sus ojos se cerraron del todo con un pequeño suspiro tembloroso.
Dios. Se sentía increíble estar dentro de ella. Como si estuviera cobrando una nueva vida que con cada apretón enviaba una sacudida de placer a través de sus venas.
Con cuidado de no apresurarse, estableció un ritmo pausado, moviéndose con movimientos lentos y uniformes. No pudiendo dejar de tocarla, pasando sus dedos por su cabello sedoso, acariciando su suave piel.
"¿Te sientes bien?" – Preguntó ella, con los ojos entrecerrados mientras lo veía moverse con movimientos largos y perezosos.
Ross tocó su mejilla, acercando sus labios a los de ella. "Nada se ha sentido tan bien."
Era la verdad.
Demelza se extendió entre ellos para tocarse, sus dedos rozando donde se unían.
"Oh, mierda, sí." - Gimió. "Así, princesa." - Le encantaba verla tomar lo que necesitaba. Le encantaba lo desinhibida que era. Y eso de que no tenía movimientos, eran puras patrañas. Ya podía hacer una lista de todos sus movimientos.
Él aumentó el ritmo, y pronto Demelza comenzó a gemir mientras Ross intentaba atrapar su dulce boca entre sus labios.
"Oh, Judas. Ross…"
Su cuerpo se apretaba alrededor de su eje, y pudo sentirla temblar. Estaba muy cerca. Él gimió también por lo bien que se sentía. Sus ojos estaban pegados a ella, le encantaba mirarla. Y desearía poder hacer eso toda la noche, pero sabía que se iba a terminar demasiado rápido. Su ingle ya palpitaba con la necesidad de vaciarse dentro de ella.
Con un gemido bajo y grave, Demelza se soltó, su cuerpo ordeñando rítmicamente el suyo mientras olas de placer la atravesaban. Ross la envolvió en sus brazos, su cara en su cuello mientras continúa bombeando en ella. Todo su cuerpo tembló cuando la levantó encima. Sentándose a horcajadas sobre sus caderas de nuevo y sujetándose de su pecho. Demelza levantó sus caderas hacia arriba y hacia abajo sobre su miembro, moviéndose más rápido, mientras él bombeaba persiguiendo su propia liberación ahora.
Por un segundo se le cruzó por la cabeza que estaba siendo demasiado brusco, pero los gemidos y jadeos guturales de Demelza le decían que ella lo estaba disfrutando tanto como él.
Cada vez que empujaba hacia arriba se le escapaban halagos. "Te sientes tan bien." "Eres hermosa, princesa." "Eres perfecta." O tal vez solo eran gemidos y jadeos. Y luego se vino otra vez, erupcionando dentro de ella en chorros calientes, y abrazándola mientras pequeños temblores y réplicas destruían su cuerpo.
Sí, ella era perfecta.
Eso había sido perfección.
La luz de la mañana se coló como una intrusa en la habitación de Demelza. No era bienvenida. Las dos personas enterradas bajo una manta hecha girones y salida de las esquinas de la cama, dormían plácidamente con una sonrisa de satisfacción en sus labios. Los dos de lado, los dos desnudos.
Ross sintió que ya era de día y sin abrir los ojos, hizo su rostro hacia adelante y respiró. El cabello de Demelza le hacía cosquillas en sus párpados, pero los mantuvo cerrados. A ciegas tanteó con su nariz hasta que encontró su hombro y comenzó a restregar su mejilla allí, dando pequeños besos. Ella se movió entre sus brazos. Por un instante, no supo lo que estaba sucediendo. Que era ese calor sólido en su espalda. Pero solo fue un segundo. Luego se acordó de todo y se movió un poco hacia atrás. Su barba pinchando de una manera deliciosa su piel, su brazo alrededor de su cintura se movió lentamente hasta que sus dedos se cerraron sobre su pecho.
La alarma empezó a sonar.
Judas.
¿Dónde estaba?
Tuvo que trepar sobre su pecho para alcanzar el teléfono que estaba de su lado. Ross se reía debajo de ella, recién abrió los ojos cuando sintió su rostro a pocos centímetros del suyo, mirándolo fijamente.
"Estás en mi cama."
"Es muy cómoda."
Se veía hermosa recién despierta, con los ojos algo hinchados y sus mejillas redondas y su cabello todo despeinado. Ross intentó besarla, pero ella se alejó.
"Tengo que prepararme para ir a trabajar."
Hubo una pequeña lucha, entre risas y pellizcos, pero él consiguió atraparla y darle un beso.
"Buen día." – Dijo ella cuando se separaron, aun desparramada sobre él.
"Buen día, princesa."
Un momento más y necesitó todas sus fuerzas para levantarse de la cama. Se sentía algo tímida con la luz de la mañana iluminando cada centímetro de su cuerpo, así que rápidamente se envolvió en su bata y buscó las cosas para bañarse. Tuvo que abrir el cajón de la cómoda y buscar ropa interior frente a él que no le quitaba la mirada de encima. Judas.
Pero Ross se levantó también. Mientras ella entraba al baño, lo escuchó decir: "Prepararé el desayuno." - Y no pudo más que sonreír.
Ross pasó por su habitación y se puso un pantalón y una remera encima de su cuerpo. Puso la pava, y pasó al otro baño. Se lavó la cara, se ató el pelo y volvió a la cocina. Haría tostadas, quizás un omelette. Estiró sus músculos. Su cuerpo se sentía deliciosamente agotado. Dios. No podía esperar a que saliera, quería besarla de nuevo. ¿Qué diría si se metía al baño con ella? Seguramente un 'Judas'. Le encantaba cuando decía eso, especialmente cuando lo decía porque se estaba retorciendo de placer. Mierda. ¿Qué sucedería ahora? ¿Cómo continuarían? Demelza no era como cualquier otra chica, era su amiga. Vivía con él, por Dios Santo.
Noc. Noc. Noc.
Alguien llamó a la puerta. ¿Qué? ¿Quién podía ser?
Probablemente el encargado del edificio, pensó Ross. ¿Quién más podía ser? Distraído, pensando en Demelza, Ross se acercó a la puerta.
"¡Traje muffins! Los hice yo, son saludables. Pensé en sorprenderte y pasar a desayunar juntos."
Era Margareth.
