Un agradecimiento especial a todas las personas que han leido y disfrutado de este fic. Sobretodo a mi amigo Kusa por ser un contribuyente a las ideas de este fic. Espero que disfruten la historia.
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Relaciones interpersonales.
Como regla general, las relaciones entre empleados más allá de lo estrictamente profesional están prohibidas. Ahora bien, eso no significa que no puedan tener una vida privada. Está mal visto comportamientos poco decorosos en público y durante horas de trabajo, pero fuera de horarios, son libres de ejercer su vida personal como gusten.
...
Las primeras horas de la mañana fueron destinada exclusivamente a procesar los papeles que Shinobu "amablemente" le pidió terminar. Dentro de lo particular, le agradó ver que las cuentas estaban en orden y que también eran entendibles para su captura. Aunque tenía asistentes en los cubículos, decidió que lo mejor sería ocuparse de eso personalmente.
Suspiró cuando volteó al reloj y faltaban sólo cinco minutos para que fueran las doce de la tarde. Recargó su frente contra la fría superficia de su escritorio y respiró para relajarse. La motivación de la mañana había sido un tanto... Flamígera, si es que eso era suficiente para expresarla. Shinobu le había provocado deliberadamente y usado esa ventaja estratégica para sacarle mayor rendimiento. No podía dudar de que era bastante lista, además de provocativa.
Sacudió los pensamientos sucios de su mente dado que ella podría entrar en cualquier momento y sería incómodo, más para su entrepierna, si ella quería tener alguna clase de "convivencia" en donde hubiese límites "reglamentarios" y no pudiesen ir más allá que sólo... seducción.
Finalmente la puerta se abrió y tras despegar el rostro del mueble, se sintió profundamente decepcionado cuando el mismo becario que le había traído las hojas, era el que entraba por la puerta.
—Buenas tardes, Tomioka-sama. – el jovenzuelo tomó la pila y las acomodó entre sus dedos, para después hacer una reverencia rápida. —Gracias por su trabajo, me los llevaré con Kocho-sama.
—Espera. – pensó muy bien lo que iba a decir y al final suspiró. —¿La subdirectora está muy atareada?
—Sí, de hecho, me pidió que la discupara con usted.
—Comprendo. Gracias. – con esto último, el chico retrocedió y casi hizo malabares para transportar el papeleo sin perder uno solo. Cuando la puerta se cerró, algo se desinfló en su interior.
Sería irónico decir que... Esperaba aquella compensación o algo parecido, ¿No es así?
No iba a admitirlo en voz alta, pero lo sucedido en la mañana le había dejado tan excitado que casi se vio tentado correr tras la chica y plantarle un beso como un hombre debe con una mujer. Mas su pensamiento se consolidó en aquella "cita" formal. Al no verla entrar, su esperanza se resquebrajó y de nuevo sus inseguridades atacaron su templanza.
Suspiró sonoramente y se sentó para enfocar su vista en las bitácoras que tenía aún pendientes.
Claro, Kocho-san tiene cosas más importantes que hacer que... ¿Tener una cita conmigo? Era de esperarse, yo no soy como ella.
Aunque algo desanimado, no dejó que su humor arruinara su desempeño laboral. Al llegar la hora del almuerzo, decidió comer en la soledad de su oficina, pese a que no debía introducir alimentos allí. Es sólo que no se sentía cómodo en presencia de tantos y menos, si eso significaba la posibilidad de encontrarse a la subdirectora almorzando con alguien más... Cuando se supone que iba a tener una cita con él.
¿Eh? ¿Desde cuando me molesta tanto que... me dejen plantado?
No era la primera vez. En sus años universitarios llegó a tener citas... Escasas, pero algunas al fin de cuentas. De esas pocas ocasiones, algunas lo dejaron esperando. No era cómodo admitirlo. No solía tener relaciones a largo plazo y la verdad, prefería que fuera así. Tener que conocer a personas nuevas le era algo estresante, sobretodo porque jamás podría estar seguro de qué esperar. La última novia que tuvo, fue insípida con él. Al principio eran "buenos amigos", pero conforme pasó el tiempo, ella perdió el interés, finalmente, rompieron... Esos serían los seis meses de relación más duraderos que tendría y fractamente terminó algo cansado, por lo que prefirió enfocarse en sus estudios antes de en conseguir pareja.
Gracias a ese cambio consiguió mejores calificaciones, quedó en un lugar privilegiado y ello le valió para conseguir el puesto que tenía actualmente.
¿Podrías ser que Shinobu Kocho lo estuviera distrayendo?
Empero, ¿Cómo evitarlo? La chica era tan atrevida como para sentarsele encima y susurrar su nombre con ese tono tan acaramelado y picante a la vez. Sería poco creible que negara la atracción que sentía por ella. Esto era nuevo, sí; pero a juzgar por su reacción, lo había deseado con más ahínco del que pensaba.
Su actitud, su ropa, su voz, su perfume y hasta esa forma inocente y sensual que tenía para ofrecer... Le estaba cautivando más y más. La primera vez que la vio, llamó su atención que era muy jóven, su sorpresa aumentó cuando le dijeron que ella era la subdirectora de recursos humanos. Pensó que su constante atención en era, de hecho, curiosidad.
Cuando le ascendieron y el jefe de la compañía le invitó a beber junto con todos los demás, Shinobu se sentó algunos espacios lejos de él. Fuera de la oficina las cosas eran diferentes, ella se mostraba un poco más sociable y hasta jovial. Esa sería la primera vez que se fijó en ella. Posterior a eso, comenzó a echarle vistazos a lo lejos... Creyó que era discreto, pero Tomioka jamás imaginó que Shinobu era muy perspicaz.
Difiriendo de lo que se repetía en su cabeza, él le guardaba un incondicional deseo. Al principio Shinobu creyó que era un pervertido, pero conforme evaluó la situación; y que él era bastante serio y prudente, detectó sus verdaderas intenciones cuando le sorprendió viéndole a escondidas en una junta. Desde allí, el juego dio inicio.
Tomioka desconocía que no le era indiferente. Ella también había tenido curiosidad sobre su persona. Más porque, de forma similar, Tomioka había tenido una carrera prolífera y eso fue lo primero en llamarle la atención. Con el paso del tiempo, esa curiosidad se transformó en interés y posteriormente en atracción. Sólo que había un inconveniente... A pesar de tratarlo amablemente y de demostrarle indirectamente que ella también estaba interesada... Nada funcionaba.
Eso había terminado por frustrarla. Así que, un día, que estaba revisando los documentos correspondientes a su sección, al ver que la máquina de asistencia notificó el tercer retraso de Giyuu, se le ocurrió una idea. Era diferente a todo lo aplicado, pero si ese hombre no reaccionaba, quería decir que había malinterpretado todo y sufriría no sólo una vergüenza mayor, sino posiblemente el despido por acoso sexual.
El que no arriesga no gana.
Se repitió internamente. Para su deleite, Tomioka había reaccionado y no precisamente con discresión. La forma insistente en la que la analizaba y pareciera como si fuera a saltar sobre ella, le motivó a ir un poco más allá. Intentó seducirlo en el auto y él se resistió, pero podía apreciar su evidente excitación.
Lo de la mañana fue la prueba final. Cuando se sentó en sus piernas y luego le abrazó por las caderas, no sólo sintió a su corazón bombeando como loco, sino una reacción física que terminaba por confirmar sus intenciones.
Giyuu Tomioka la anhelaba y no en el sentido poético, sino en el sexual. ¿Para qué engañarse? ¡Ella también!; y al ver que él le correspondía, sus ansias aumentaron considerablemente.
Desafortunadamente, no esperó que el director de recursos humanos se ausentara por un motivo personal y ella tuvo que hacerse cargo del departamento. Refunfuñó a solas y más cuanto tuvo que mandar al becario por el papeleo en discordia. Le hubiese encantado profundizar en esa "cita prometida", pero el trabajo debía hacerse, esperaba que Tomioka pudiera entenderlo.
...
Debido al trabajo extra, se había retrasado un poco en sus pendientes propios. Giyuu contempló la luz que entraba por la ventana y eso le confirmó lo tarde que era. Suspiró y se preparó para dejar el trabajo. Guardó sus cosas, apagó el equipo de cómputo y caminó hasta el perchero. La puerta se abrió de pronto y se giró medianamente para ver al invasor. Sus ojos se fijaron sobre la figura de Shinobu, quien estaba parada y al parecer agitada.
—¿Kocho-san? ¿Estás bien? – el como subía y bajaba su pecho era un indicativo de que había corrido o mínimo apresurado el paso considerablemente.
—Tomioka-san... – respiró y después contuvo un jadeo. —Que bueno, estás todavía aquí.
—Mmm... – asintió y se colocó el saco encima. —¿Estás bien?
—Sí. Lo siento. – en segundos había recuperado la compostura.
—Comprendo. – asintió y caminó hasta ella. —Debo retirarme, ¿Necesita algo?
—Ara, ara, no siempre vengo con intención de cargarte trabajo, Tomioka-san. – lo dijo con su afable voz y él se sintió apenado de que, de hecho, esa fuese su sospecha.
—¿Estuvo muy ocupada?
—Sí, a penas terminé. – ella le echó un vistazo y luego retrocedió, para esperar en el pasillo mientras él cerraba la puerta. —Aún no cuentas con auto, ¿O sí? – él negó. —¿Quieres que te lleve?
—Seguro está muy cansada.
—No, no es molestia.
—Bueno... – La cosa es que no estaba seguro de lo que realmente esperaba de ella. Después de todo lo había dejado plantado y estaba resentido.
Esta vez la siguió totalmente mudo y se podía percibir una sensación implícita de incomodidad. Incluso en el ascensor él no se fijó en ella ni viceversa. A pesar de lo caliente que había sido la experiencia pasada. Cuando entraron al auto ambos suspiraron al mismo tiempo y esto limpió el hielo. Shinobu fue la primera en reir y él se relajó ante esto.
—Ha sido un día largo, ¿Verdad?
—Sí. – asintió Tomioka.
—Ni siquiera pude almozar a causa del trabajo. – estaba abrochándose el cinturón.
—¿No comió?
—No. – encendió el motor. —¿Fuiste al comedor, Tomioka-san?
—No. – estuvo a punto de decirle el motivo, pero se lo guardó, ya que en sí era incumplir las reglas el no comer en un sitio adecuado, por lo que tampoco quería ganarse otro castigo de su parte, ¿O sí?
—Ara, eso significa que ninguno de los dos comió. – abrió sus ojos con sorpresa. —¿Te gustaría ir a cenar conmigo?
—¿Comer... con Kocho-san?
—Sí, además, te debo una cita, ¿No? – un escalofrío recorrió su espina dorsal. Claro que sí. Recordaba perfectamente la excusa de su malestar matutino así como la deuda carnal pactada de forma intrínseca.
—Está bien.
—¡Perfecto! – ya más entusiasta, ella echó a andar el auto y condujo.
El restaurante a donde llegaron no era elegante pero tampoco un bodrio. En realidad, era uno tradicional donde vedían comida deliciosa y no necesariamente muy cara. Pidieron una mesa para dos y la mesera, con mucha educación, les explicó sobre el menú. Pidieron algo y unas bebidas, sorpresivamente, Shinobu había pedido una cerveza mientras que Tomioka, una limonada. Desconocía el hecho de que le gustara beber.
—Nee, Tomioka-san, ¿No te gusta el alcohol? – dada la mirada extraña que él le dirigía, se animó a preguntar para no sentirse incómoda.
—No realmente. – pero sí podía beber. Lo había hecho en la fiesta y en la universidad.
—Mmm, bueno, ya sabes, una vez al año, no hace daño. – se mostró algo risueña. Era lo típico en ella. Pero tras esto, ella exhaló profundamente y movió su cuello para después estirar sus músculos. El porte que conservaba para el trabajo cambió a uno más normal. A decir verdad, ahora la subdirectora Kocho parecía más bien una jóven pasando el rato con algún amigo. Tomó el tarro y bebió hasta la mitad, después suspiró.
Tomioka tenía los ojos bien abiertos. Era otra cara que no sabía que tenía. El también tomó de su limonada y comprendió cual sediento estaba cuando sin pretenderlo, tomó toda de golpe.
—¿Estaba buena? – Shinobu recargó su rostro contra su mano y se recargó en la mesa.
—Sí. – miró a otro lado al sentirse abochornado.
—Y... ¿Hay algo que te gustaría saber de mí? – fue directa y no se lo esperaba, le miró con sumo interés, pero se quedó en blanco. —¿No? – Shinobu tomó otro poco más de cerveza. —¿Puedo preguntar yo?
—Claro.
—¿Dónde estudiaste la universidad?
—Universidad de Tokio, campus Fujikasane.
—¿En serio? Yo también. – ella sonrió. —¿Por qué no recuerdo haberte visto?
—Creo que soy... De tres generaciones anteriores a la suya.
—Mmm, aún así... No recuerdo haberte visto antes.
—Acaba de egresar, ¿No? – ella asintió. —Posiblemente no me había visto porque... No solía salir mucho de la biblioteca.
—¿Ah sí? – ella pareció meditarlo y alzó una ceja. —Tal vez estabas en un sitio escondido a la vista, yo practicamente vivía en la biblioteca.
—Tal vez...- en ese momento les sirvieron sus platillos.
—¿Por qué decidiste entrar a la empresa? – por un momento sintió que las preguntas de Shinobu eran las clásicas que se hacen en una entrevista de trabajo. Cosa normal, ya que ella se encargaba de contratar nuevo personal.
—Hubo un recorte de personal en mi trabajo anterior y me dieron una carta de recomendación así como la sugerencia de entrar acá.
—Oh, ya veo. – hacían pequeñas pausas para comer mientras hablaban. —Eso explica por qué no estás más arriba en el escalafón, sólo tienes un año, ¿No?
—¿Y usted, Kocho-san?
—No necesitas ser tan formal. Después de todo estamos fuera del área de trabajo y pasando un buen rato.
—De acuerdo, Kocho.
—Pues... Comencé a trabajar aquí con recomendación del jefe anterior. Fui becaria y en mi tiempo gané buenas referencias. – no tenía ningún temor de decirlo, lo que es más, estaba orgullosa de saber que su esfuerzo fue retribuído.
—Ya veo. Creo que haces un buen trabajo, Kocho.
—Gracias, Tomioka-san, a decir verdad, eres bastante eficiente. – ya había terminado de comer. —Hiciste esos papeles en tiempo record. Ahora entiendo tu ascenso.
—Hmm... - ¿Sería prudente hablar del elefante en la habitación? Giyuu se sonrojó al recordar las "condiciones" en las que había desempeñado esa tarea. Su humor fue notado por Shinobu, quien carraspeó.
—Permíteme invitarte la cena.
—No es necesario...
—Insisto, Tomioka-san... – allí estaba de nuevo esa actitud tan melosa y seductora. Pudo captar el cambio repentino de tono y en automático su sistema se activó dada las ideas previas.
—No sería correcto que... – insistirle era también una muestra de su "caballerosidad", después de todo, ella ya era bastante imponente, un poco de amabilidad varonil era un extra en todo el acto que estaban armando.
—Si tanto quieres compensarlo... Te tomaré la palabra. – ella le dedicó una mirada significativa y esto lo desarmó. —Pero la cena sí corre por mi cuenta. – alzó la mano y la mesera acudió inmediatamente, le dijo algo al oido, la chica rio y después fue con ella para pagar lo que debía.
¿Compensarlo? Espera... ¿Qué? Él había intentado comportarse amablemente y ahora... ¿Seguía en deuda con ella?
La observó irse y no pude evitar reparar en cómo su figura se apreciaba desde ese punto de vista. Su espalda, no muy angosta ni muy ancha, su cintura perfectamente amoldable a sus manos, ya que le había tomado de allí y calculó que cabría perfectamente en sus manos... Así como sus caderas, su trasero y las piernas que remataban aún con el juego de medias. Pasó saliva por su garganta y sus manos ardieron con expectación.
Ella se le acercó y cabeceó para invitarlo a irse.
—Te llevo a tu casa, Tomioka-san.
...
Shinobu aparcó fuera de los edificios de Giyuu. La calle estaba vacía, a pesar de que no era muy tarde. Se quedaron en silencio un par de segundos, esperando a que alguno de los dos dijera algo interesante, al menos una despedida, pero nada.
Finalmente, Tomioka suspiró y volvió a pelear contra el cinturón de seguridad, que pese a que ya le habían dicho cómo desactivarlo, los nervios le estaban traicionando.
Seguía pensando en la dichosa "compensación". Su imaginación se había puesto a volar al escuchar esas palabras. Más que nada porque, de ser lo que creía que era, su boca se secaba y su equilibrio se tambaleaba. Entonces ella, de nuevo, volvía a tomar la cabeza.
—Algún día aprenderás a liberar el seguro tú solo, Tomioka-san. – posó sus manos contra las de él y acarició intimamente sus nudillos con la yema de sus dedos. Tomioka jadeó y sonoramente. Shinobu acciónó el seguro y quedó libre, pero sus manos siguieron sobre las suyas en un silencio que poco a poco fue abrazado por el sonido de la lluvia. Estaba empezando una tormeta.
Giyuu dejó que le tomara de las manos, ella por su parte, jugueteó hasta que terminó de posar sus palmas contra las suyas. La diferencia de tamaños era notable. Luego, él cerró su mano sobre la de ella y la atrapó mientras se entrelazaban sin dificultad. Hizo algo que no esperaba; Tomioka, el mismo serio e inmutable, le estaba besando el dorso de la mano en un gesto de deboción inimaginable.
Los cristales comenzaron a empañarse y la temperatura a subir en sus cuerpos. Ella se encontró con sus ojos, aunque los separaba una pequeña distancia entre los asientos, el impulso fue más apremiante y se deslizó entre todo hasta quedar a horcajadas sobre su regazo nuevamente. Colocó las manos alrededor de su cuello y no esperó para besarlo con todo el fuego de su cuerpo.
No habría marcha atrás. Tomioka le sostuvo de la cintura y abrio las manos para abarcar lo más posible. Ella a su vez, recorrió su cuello hasta enredar su mano en su cabello y con la contraria sostenerse de su hombro, a la par apretujaba su cuerpo, hasta quedar unida de forma que sus pechos quedaron atrapados en medio. Mientras, intentaba sostenerse con las rodillas en el pequeño espacio y a su vez posaba su vientre contra el abdomen de él. Era como si estuviera devorándolo y se adentrara a una zona de vacío.
En medio de los jadeos y de la presión, ambos compartieron el roce de sus respectivas lenguas a la par que Tomioka comenzaba a repasar desde su espalda baja hasta su trasero. Ella gimió cuantro atrapó las mejillas de sus nalgas por debajo de la falda. Luego, recorrió el muslo derecho hasta el inicio de las medias, donde pellizcó el elástico de forma sugerente.
Finalmente se separaron con el corazón hecho un lío y el sabor de sus respectivos alientos. Giyuu apretó nuevamente su glúteo izquierdo y ella gimió cuando, al posarse algo cansada en su pelvis, sintió su erección con fascinación.
—Deberíamos entrar en tu casa. – susurró sobre la piel de su cuello, mientras le propinaba un beso.
—Andando. – musitó al retener un gruñido de placer cuando los dedos de Shinobu se desplazaron juguetonamente por su pecho.
Afortunadamente, aún no estaban las gotas lo suficientemente fuertes como para empaparlos en segundos, ambos se movieron con agilidad hasta alcanzar los elevadores que los llevarían al recinto deseado. No se toparon con nadie, lo cual les permitió mirarse sin descaro, hambrientos y calientes por la reciente acción.
En cuanto la puerta del departamento se cerró, se fueron uno contra el otro.
Dada la diferencia de altura, Tomioka sostuvo a Shinobu de la cintura para pegarla a su cuerpo. Sus bocas se habían unido con tanta urgencia, que casi se tambalean hacia el suelo, afortunadamente él se recargó en la pared y la tomó. Ella jadeó contra su boca cuando la jaló hacia sí y le sostuvo las piernas y el trasero, en automático, tomó la decisión de apresarlo por las caderas, enredando sus piernas en su cuerpo y así tener un sotén más cómodo.
Cuando la sintió apretarse de su cintura, se percató de su erección que se inflamaba aún más y la ropa, le era un estorbo. Así que, separó su boca de la de ella y sus miradas se encontraron. Una sonrisa ladina se asomó en el rostro de la chica y terminó por abrazarse de su cuello. Shinobu pasó la lengua por la piel expuesta de su cuello y luego dio besos cortos que le hicieron gruñir. Era demasiado bueno para ser verdad.
—¿Tu habitación...? – susurró melosa y él asintió. No la soltó, la llevó cargando mientras la sentía acariciándole la espalda, los hombros y su lengua en su oreja, al tiempo que su excitante respiración le provocaba escalofrios en su espalda baja.
Se adentraron en su cuarto, pulcramente acomodado. Una vez allí, la posó sobra la cama y la inercia se lo llevó junto a ella, recargándose ambos en el colchón mientras la sesion de besos continuaba. Estando más cómodos, se dedicó a explorar lo que tanto había deseado. Giyuu gimió cuando Shinobu le mordió el labio inferior, pero en vez de dolerle, sólo avivó su interés.
Nunca se había considerado el mejor besador, pero le pasaba que, con ella, estaba siendo más que magnífico. ¿Acaso sería las ansias intensas por poseerla? Eso podría significar que jamás había tenido tanta pasión... Posiblemente Shinobu era un tipo diferente de mujer que le hacía sentirse como un ídolo sexual, ¿O sería al contrario? ¿Sería que en realidad él estaba adorándola como a una musa afrodisíaca?
La sensación de cosquielló interrumpió sus pensamientos cuando la sintió desabotonándole la camisa y paseando sus manos por su piel sudorosa. Sostuvo su peso con sus brazos, para hacer espacio entre ambos cuerpos, aunque Shinobu lo tenía sujeto con las piernas, la parte superior estaba libre y se aventuraba a explorarlo. Tuvo curiosidad de ver qué haría, puesto que desde su perspectiva el rostro de la mujer se veía contraído en una mueca sensual. No era perversión, sino una curiosidad pura y atrayente.
—Me gusta tu cuerpo. – dijo, sacándolo de su ensimismamiento. Sus manos subieron hasta posarse en ambas mejillas. —Eres apuesto, Tomioka-san. - ¿Apuesto él? Ninguna de sus parejas lo había dicho antes. De hecho, en alguna que otra ocasión él llegó a admitirle a su novia de turno, que su apariencia no era la gran cosa y que no entendía qué le habían visto de bueno. Ellas, por supuesto, negaban tal declaración, pero tampoco contribuían a decirle algo respecto a si tenía una apariencia física interesante o bella.
—Eres hermosa, Kocho. – ser sincero era lo ideal cuando se estaba con alguien en plan romántico. Ya que ella le había dicho eso, decidió también participar.
—Ara, ¿Te parezco? – sonrió esplédidamente. Eso lo dejó embelesado. Tomioka se enderezó ligeramente y se quitó la camiseta quedándo desnudo de su parte superior.
—¿Me dejarías...? – se sonrojó, era bochornoso, pero tenía ganas de verla a detalle. —¿Desnudarte?
—Ara, ara... – fue su turno de enrocejer. Esquivó su mirada pero asintió, consediéndole su petición.
Sin nada más que agregar, Tomioka bajó hasta ella y comenzó besandole el cuello. Había imaginado lo delicioso que sería poder saborear la suavidad de aquella carne que tanto lo incitaba. Ella gimió cuando besó y lamió sin dejar marcas. Tampoco sentía correcto morder o dejarle algo que bien podría delatar su encuentro. Con cuidado, sus dedos le llevaron al lazo que adornaba la blusa y con poca presión, haló de éste hasta que quedó flojo. Lo deslizó por el cuello para dejarlo aparte en la cama. Al hacerlo expuso los botones de la ropa y con un cuidado impecable, comenzó a desprenderlos.
Su pecho subía y bajaba elevando lo que tanto quería ver. La vez anterior pudo apreciar un conjunto negro de ropa interior, pero en esta ocasión, él sostén era blanco. Bonito, quizás no sexy como se imaginaba que podría llegar a ser si era de otro color, pero le gustaba.
Enterró su rostro y aspiró el perfume que despedía. Había soñado con hacer eso tantas veces que temió fuese a despertar. Un gemido de ella le hizo caer en cuenta que estaban allí, era la auténtica realidad. Como el aroma era embriagante, no esperó otra clase de invitación. Elevó las copas y expuso ambos pechos a la vista. Pasó la lengua con cuidado, explorando cada recoveco hasta llegar a los pezones. No dudó en tomar entre sus labios uno, mientras que con una de sus manos, la acariciaba, desde sus costillas hasta tomar el seno restante. Shinobu se removió y suspiró, esa era una respuesta positiva, así que iba por buen camino.
Liberó su pecho y cambió de posiciones, lo hizo en espejo y ella lo tomó del cabello, apretando un poco, sin llegar a lastimarlo. Eso era incitante, además estaba sujetando sus caderas con más fuerza, arrastrando su entrepierna a la suya, experimentando un roce satisfactorio. Tomioka gimió cuando eso sucedió y succionó con más fuerza el pecho que tenía en la boca, Shinobu soltó un pequeño grito. Él hizo lo que tanto quería, movió un poco su pelvis para frotarse contra ella. Para estas alturas estaba tan húmeda como él excitado que el mensaje no podría ser más claro.
Ella tarareó una respuesta de aceptación y gozo, casi pierder el control, siendo tentado a quitarse el resto de la ropa y arrancarle la suya, para entrar en su cuerpo, pero se contuvo. Si Kocho lo había torturado tanto en la oficina, era justo que él hiciera lo mismo. Aprovechó para sorprederla con un beso en los labios cuando estuvo a punto de gritar otro poco.
—Se paciente, por favor. – pidió con su voz más gruesa a causa de la situación. Ella se calentó aún más, pero Tomioka ignoraba esto, sólo la apreció quieta y algo tensa. Cuando ella asintió en aprobación continuó con lo suyo.
Repartió besos en la piel del estómago hasta llegar al vientre, allí encontró la falda y retrocedió, pidiéndole implícitamente que le liberara, pues si quería quitarle toda la ropa, necesitaba espacio. Aunque algo resignada le obedeció. Sacó la falda con lentitud. Su ropa interior era a juego, blanca pero encantadora. Lo otro que lo dejó embobado fueron sus medias. A pesar que estas llegaban a medio muslo, le habían suscitado bastante misterio para su gusto.
Tomó la pierna derecha y con una mano enganchó los dedos en el borde de la prenda, elevó la extremidad y la sostuvo con su mano restante, se había posado en medio de sus piernas para estar más cómodo. Comenzó a bajar la tela fina para separar esa "segunda piel" de la original y mientras descendía besó, esmerándose, desde la cara interna de sus muslos hasta la pantorilla. Así desvitió la primera pierna. Luego prosiguió con la izquierda, repitió el mismo procedimiento, dejando un camino con saliva y suspiros a medida que bajada.
Una vez que terminó se apresuró a tomar entre sus dedos el borde de sus bragas, bajó lentamente la pequeña tela y se aventuró a verla a los ojos por un segundo. Shinobu tenía el rostro bañado en sudor y con un brillo especial en sus mejillas, revelando que, si al principio estaba ansiosa, ahora estaba a punto de explotar. Cuando finalmente ella quedó desnuda él contempló el centro de su placer con emoción.
—¿Puedo? – preguntó paciente.
—Hazlo... – la oyó jadear.
Así, con sus dedos, abrió los pliegues de su sexo con delicadeza. Se movió con cuidado mientras exploraba la carne suave y cálida de sus paredes, así como el botoncito rosado que estaba hinchado a causa de todo lo vivido. Con cuidado, introjudo dos de sus dedos en el introito y sintió una contracción involuntaria a la par de un gemido ahogado. La sensación fue ardiente y no tuvo pérdida. Tomioka comenzó a manejarse dentro y fuera de ella, mientras acariciaba su clítoris para hacerla gemir más y más fuerte. Verla apretando las sábanas entre sus puños y exhalando arrebatadoramente, le hizo palpitar su corazón y entrepierna.
—Más lento, por favor... Se gentil. – pidió entre gemidos. Eso le hizo encenderse aún más, estaba pasando lo mismo que en su fantasía. La ropa le estaba lastimando, incluso él se sentía muy mojado y apretado como para seguir así. No midio su rudeza dada la desesperación y ella gimió alto cuando se contrajo ante un orgamos sopresivo. Cuando la escuchó, se detuvo, temeroso de haberle hecho daño por su ímpetu.
—Lo siento, ¿Estás bien?
—¿Lo sientes? – exclamó ella. —¿Por qué? ¿Por darme un orgasmo? – dijo riéndose pero cansada a la vez. Giyuu parpadeó dos veces y luego se relajó.
—¿No te hice daño?
—No... – suspiró para dejar caer su cuerpo en el colchón.
Aprovechó para ponerse de pie, Shinobu lo vio dirigirse a una cómoda con cajones. Él comenzó a buscar algo hasta que sacó una tira de preservativos de empaque dorado. No pudo evitar sentir curiosidad respecto a ello. ¿Sería que tenía esos condones por...? Su cansancio se vio opacado por una repentina sensación ardiente en el estómago. ¿Cómo era posible que el tímido y despistado Tomioka tuviera una tira de anticonceptivos en su habitación así como así? ¡Tenía que ser claramente porque tenía vida sexual activa! ¿Acaso ella había caído en un sucio juego?
Cuando él se acercó, dejó la tira a un lado de la cama y se enfocó en un solo paquetito. Fue allí cuando sintió la mirada de Shinobu sobre él.
—¿Qué sucede?
—Nee, Tomioka-san... ¿Traes muchas chicas a tu departamento? – intentó sonar con ligereza, pero si Tomioka fuese más perspicaz, claramente se habría dado cuenta que estaba celosa.
—Oh, esto. – aún no abría el condón. A decir verdad, sería la primera vez que estrenaría el producto. —No. Fueron un regalo de mi mejor amigo. Él... Creía que... Bueno... – no sabía cómo explicarlo sin que le diera pena.
—¿Entonces sí traes chicas acá de seguido? – se enderezó en la cama, ya se había recuperado.
—Eres la primera en años. – fue completamente sincero. No había tenido, ni una mísera cita, desde la universidad. Al caer en cuenta de ello, se sonrojó.
—¿En serio? – su tono y rostro le decían que estaba siendo honesto. Se relajó un poco, luego se reprochó internamente de que eso no tendría por qué importarle. Después de todo, ellos no tenían una relación. Esto era sexo casual en toda la extensión de la palabra.
—Sí... – desvió la mirada.
—Bueno... A decir verdad, también ha pasado un tiempo para mí. – también esquivó la mirada con un evidente sonrojo. Lo que había sido un perfecto momento erótico se había vuelto en uno incómodo a causa de sus pensamientos equivocados.
—¿Es así? – Tomioka abrió los ojos sorprendido.
—¿Te sorprende?
—Eres muy sensual. Supuse que eras soltera, pero...
—¿Pero?
—Es decir...- estaba a punto de joderla, ¿Cómo podía ser tan tonto?
—Te diré una cosa. – ella se sentó en la cama al tiempo que se quitaba el prendedor de mariposa y lo dejaba en un lugar seguro, su cabello se soltó en una cascada perfecta pero corta. —No me acuesto con personas al azar a la calle... Y parece que tú tampoco, ¿O sí? – negó en silencio. —Pero eso no significa que no esté dispuesta a estar con alguien que me atraiga. – pasó una mano por su nuca y con la otra le acarició los abdominales. —Me gustas, Tomioka-san y sé que yo te gusto. ¿Qué te parece si mejor nos enfocamos en disfrutar el momento? – cuando escaló por sus músculos desde su vientre hasta los labios, tocando descaradamente su cuerpo, él aceptó de inmediato.
Retrocedió un poco y se quitó el resto de su ropa. Shinobu ya estaba desnuda. Cuando liberó su erección, lo primero que notó fue la mirada expectante de la chica. Más que apenarse, se sintió orgulloso del deseo impregnado en su rostro.
—Tomioka-san... – ella lo detuvo mientras estaba abriendo el empaque del preservativo. —¿Me permites? – señaló el objeto y asintió para dárselo. Tragó saliva. Ella lo sacó y con cuidado, deslizó el latex por su carne palpitante. El roce fue tan íntimo y a la vez estimulante. Cuando descendió hasta enfundarlo por completo, jadeó de satisfacción. Ella lo sostuvo un momento más en sus manos.
—¿Pasa algo?
—No. – lo liberó. Se hizo hacia atrás en la cama, para que él gateara hasta ella. Volvieron a besarse, atragantándose con la boca del otro, finalmente para que él quedara encima de ella, sus manos se colaron por detrás de su espalda y la alzó mientras arremetía contra su cuello.
Ella exclamó placenteramente y su pene se ubicó entre su vientre, sintinendolo muy caliente. Volvió a separarse para tomarla de las rodillas y la arrastró de repente, haciendola caer hacia la cama. La sostuvo mientras colocaba ambas piernas sobre sus hombros y gruñó cuando con ayuda de su mano dirigió su pene hacia su entrada.
Se adentró de poco en poco, sintiendo la estrechez de su cuerpo así como lo cálido que era. Suspiró a medida que se adentraba más y más. Estaba empapado y podías captar las vibraciones de su cuerpo al unísono de la penetración. Una vez dentro, se afianzó sobre sus brazos estirados y sin perder de vista sus ojos, comenzó a embestir con ritmo tranquilo.
Ella hizo una mueca que le recordó al dolor y se espantó. Se detuvo al instante y ella tomó una de sus muñecas entre sus dedos, abriéndo los ojos con una marcada frustración.
—Continua, no te detengas. – pidió entre dientes. Asintió y obedientemente apresuró el vaivén. Así sin salir de ella, sólo acariciando cada recoveco con la fuerza de sus estocadas. El movimiento ondulatorio de sus pechos le hipnotizaban, además de que en cada empujón, su cara se transformaba, apretando los ojos y los labios, dejando escapar suspiros y gemidos llenos de femineidad.
No podía resistirlo, se agachó para de nuevo besar sus senos y la obligó a doblarse aún más, exponiendo y dándole aún más comodidad al hombre para llegar hondo en su cuerpo.
—¡Tomioka-san! – ella se aferró de su cuero cabello y entre los empellones, no se dio cuenta que le había roto la cinta del cabello. El pelo largo de su amante se desparramó por su rostro y le acarició la piel como si se tratara de seda.
—Kocho... – jadeó al sentir un cosquilleo en la parte baja de su vientre, así como las contracciones de las paredes vaginales de la chica. Ella gritó cuando alcanzó la cúspide del éxtasis. Se contorcionó y apretó la punta de los dedos. Giyuu se vio atrapado entre el cuerpo de la mujer puesto que, ante el choque de adrenalina y satisfacción sexual abrazó al muchacho del cuello enterrándolo contra los montículos de sus pechos, así pues, apretó sus hombros y casi lo inmoviliza, si no fuese porque en era más fuerte.
Sólo necesitó empujar un poco más para que también él alcanzara su propia liberación. Se contrajo contra el cuerpo sudoroso de su compañera y sintió la calidez final con pequeños escalofríos. Pensó en ese momento que nunca antes se había sentido tan pleno. Aunque le hubiese gustado que tardase más tiempo, tenía que admitir que tanto juego previo lo había dejado demasiado ansioso como para ser retacado.
En la posición donde estaba podía oir el corazón acelerado de Shinobu, así como su respiración. Estaba cómodo, pero pronto recordó que tenía la mitad del cuerpo de la chica sobre sus hombros y que de seguro se estaría acalambrando. Con cuidado, se despegó de ella. Estaba tan lánguida que le fue sencillo separarse. Se ocupó del condón y después, se recostó a su lado. La atrajó hasta él, reposándola en su pecho. Shinobu se acomodó entre sus brazos mientras intentaba aminorar su respiración todavía agitada.
—¿No fui rudo? – después de todo, las palabras de ella pidiéndole gentileza en su sueños le hacían preocuparse por eso.
—No. – la sintió acercarse un poco más y besarle la manzana de Adán. Le causó una sensación agradable. Sintió que se pegaba lo suficiente como para tocar con sus pezones su pecho.
—Disculpa si no duré mucho, es que...
—No me estoy quejando. – reprochó ella con voz cantarina. Se hizo un poco hacia atrás para encararlo. —Estabamos algo ansiosos, ¿No? – besó sus labios de manera sensual, se apretujó contra él y se encargó de atraparlo con sus piernas, entrelanzándolos.
—Kocho, si sigues haciéndo eso yo...
—Ara, ara... ¿Algo cómo esto? – acarició sus pechos y los apretó contra sus músculos, así como le pasó los dedos de los pies por su tonificada pierna. —¿O esto? – guió sus manos hasta la parte baja de su cuerpo y atrapó su miembro, aunque no tenía todavía una erección completa, comenzó a frotarlo para hacer circular su sangre.
Gruñó y sus manos las descendió hasta su cintura, pero sin detenerla. Los dedos de Tomioka se apretaron contra la tierna carne de Kocho mientras que, como forma de revancha, encanjó sus yemas en redondez de su trasero. Ella dio un respingo y sonrió traviesa.
—Kocho...
—Así me gusta, Tomioka-san. – se lamió los labios. —Creo que podemos continuar...
Continuará...
¿Merece un comentario?
Yume no Kaze.
