Capítulo 21
Escuchó la inconfundible voz de Margareth al salir del baño. No, no podía ser ¿verdad? Seguro estaba teniendo alucinaciones. Tal vez se había golpeado la cabeza durante la noche mientras hacían el amor y no se dio cuenta y ahora estaba escuchando voces. Dio unos pasos por el pasillo, pasó de largo la puerta de su habitación y descalza y en ropa interior, envuelta en su bata de baño, intentó escuchar. Definitivamente era Margareth. Judas.
No quiso oír lo que estaban diciendo. De repente toda la alegría que había sentido durante esa noche se esfumó en un segundo.
¿Qué había hecho? Se había acostado con Ross cuando ella sabía que estaba saliendo con alguien más. Demelza se tambaleó hacia su cuarto. Se cambió lo más rápido que pudo. No se peinó, solo se ató el cabello mojado sobre la nuca. Buscó su libreta, guardó la notebook en su cartera, metió el celular también sin ningún cuidado ni prestar atención a lo que hacía. Solo quería salir de allí.
¿Qué rayos hacía Margareth allí un lunes por la mañana?
Había llegado ofreciendo sus muffins naturales y se había invitado sola a pasar, pues él se había quedado sin habla cuando abrió la puerta y la vio allí.
"Pensé que podríamos desayunar juntos antes de ir a trabajar." – Dijo, sacándose el bolso deportivo que llevaba atravesado sobre su hombro y dejándolo sobre el sillón rosa de Demelza. – "Estos muffins me salen deliciosos, pero no lo debería decir yo. Tú ya me dirás. Aunque solo deberías comer uno y guardar el resto para después. No hay que dejar de cuidarse, por más que sean de harina integral. No llevan huevos tampoco. Una compañera del gimnasio me pasó la receta hace años, pero ahora a mí me salen mejor…"
"¿Qué estás haciendo aquí, Margareth?" - fue lo que dijo cuando reaccionó.
"Te lo dije, vine a desayunar contigo. Te… extrañé. Creí que me llamarías el fin de semana y, no sé, pensé que podíamos aprovechar la mañana."
Ross no le había dicho a Margareth que ya no quería verla. ¿Por qué? Porque era un cretino, por eso. Pero desearía haberlo hecho. Ahora tendría que ser mucho más directo. ¿Cómo es que había pensado que ellos eran el tipo de pareja que 'desayunaban juntos'? Por empezar, no eran una pareja. Necesitaba sacarla ya del departamento antes que Demelza saliera de la ducha. Dios, Demelza.
"Deberías haber llamado antes. No puedo, estoy apurado."
"Pero si no te has cambiado ni bañado todavía."
"Mira, Margareth. Lo siento mucho, pero creo que has entendido mal…" – Decía cuando Demelza apareció en la sala.
"Hola, Demelza." - Dijo Margareth con una sonrisa.
Ross la miró. Todo el candor, la pasión y le deseo que emanaban sus ojos hasta hace un momento habían desaparecido. Mierda.
"Demelza…" – comenzó a decir él. Le iba a decir, allí frente a Margareth que no sabía qué hacía ella allí. Que él no la había invitado. Que había sido una noche increíble, que ella era increíble. Pero no tuvo tiempo.
"¡Margareth! Qué bueno volver a verte tan pronto. Ross no me dijo que vendrías." – Dijo intentando simular una sonrisa que la mujer aparentemente le creyó.
"Se supone que era una sorpresa. Vine a desayunar con Ross. Traje muffins, ¿te quedas con nosotros?" - Demelza sonrió. De verdad, debería considerar la actuación como una segunda carrera.
"No, lo siento. Pero estoy llegando tarde a la oficina." – recién entonces Ross se dio cuenta que ya estaba completamente vestida para irse al Estudio, y tenía su gran cartera colgando de su hombro – "Me guardan uno, ¿sí? Ya tengo que irme."
Lo miro rápidamente una vez más antes de irse. Y él salió tras ella.
"¿Preparo el café?" – preguntó Margareth cuando paso junto a ella.
"Demelza…" – pero al salir al pasillo vio que Demelza había evitado esperar el ascensor y ya estaba descendiendo por las escaleras. – "¡Demelza!"
Demelza se detuvo. Girándose para mirarlo en la cima de la escalera.
"Tengo que irme al trabajo… y Margareth está aquí para desayunar contigo. Ten un buen día ¿sí?" – Dijo, con un suspiro y toda la calma que en ese momento no sentía. Continuó bajando las escaleras.
Cuando Ross volvió al departamento rompió con Margareth. Bueno, le dijo que ya no quería verla más, porque según él, no había relación para romper en realidad. Ella no se lo tomó muy bien, pero le dejó los muffins.
¿Qué diablos estaba pensando?
Acostarse con un hombre que tenía novia. Y ella conocía a su novia, ¡su novia le caía bien! No, olvida eso. ¿Acostarse con su amigo? ¡¿Con su compañero de piso?! Su atractivo, atento, increíblemente sexy, divertido y un Dios en la cama compañero de piso. Judas. Las cosas que había hecho, ¡y lo que había dicho! Demelza llevó las palmas de sus manos a cubrir sus mejillas mientras caminaba hacia el trabajo. Aunque la mañana era fría, las sentía hirviendo. Se pasó haciendo eso la mayor parte del día. Cada vez que recordaba su pulgar sobre su boca, Judas, cada vez que pensaba en sus ojos asomándose entre sus piernas, o cuando la despertó en medio de la noche con caricias porque estaba listo de nuevo. Trató de pensar en sus novios anteriores, era probable que Ross hubiera hecho más recuerdos en la cama en una sola noche que en todo el tiempo que había pasado con ellos. Dios, Demelza.
"¿Quieres que te traiga un café, Demelza?"
¿Qué?
"¿Estás bien? Pareces un poco… distraída."
"Estoy perfectamente bien, Malcolm. Gracias. No, no quiero café. Tengo mi…" – Dijo cortante, señalando su taza de té sobre el escritorio.
"Seguro." - Malcolm dio un paso para irse, pero pareció pensarlo mejor y se volvió hacia ella de nuevo. "¿Sabes, Demelza? Solo trato de ser amable contigo. No tienes que ser tan amargada conmigo todo el tiempo." – y se fue. Dejándola sintiéndose como una imbécil y una grosera. ¿Qué le había hecho Malcolm a ella? Y toda esa escena transcurrió frente al resto de sus compañeros de oficina. Por Dios Santo...
Para cuando llegó la tarde tenía cuatro llamadas perdidas de Ross, y como veinte mensajes que ella había 'ignorado'. En realidad, había estado todo el día con el teléfono frente a ella intentando leerlos a medida que llegaban. Los primeros habían sido para decirle que lo sentía, que no sabía que Margareth iba a ir, que él no la había invitado. Después le decía que quería hablar con ella, que por favor respondiera su llamada. Más tarde, cuando ella no respondía, le envió un mensaje diciendo que no debería decir eso por mensaje, pero le había gustado mucho pasar la noche con ella. Más tarde otro que decía que debían hablar. Después uno preguntándole a qué hora salía, que él ya estaba libre y podía pasar a buscarla. El último le preguntaba a qué hora llegaría a casa, que él prepararía la cena y si quería comer algo en particular. Maldición. Estaba con mucho trabajo, era cierto. Entre que Caroline no estaba, y todavía la nueva arquitecta no había empezado, todo recaía sobre ella. No era un buen momento para tener esta clase de problemas.
Pero ¿cuál era el problema?
Demelza pensó durante todo el día. Ella quiso hacerlo tanto como él. Si, tal vez ahora se sentía horrible porque se había olvidado por completo de Margareth y eso era lo que la hacía sentir más culpable que nada, pero el resto, el resto había sido increíble. Se había sentido… bueno, no recordaba haberse sentido así nunca. Al menos no en la primera vez con alguien. Las cosas que había dicho… ¡y lo que había dicho él! ¿De verdad le había puesto un nombre a su…? Decía cosas ridículas cuando estaba nerviosa. ¿Había estado nerviosa? En retrospectiva, no pareció estarlo. Al menos se le había pasado rápido. Él había sido todo un caballero. Sexy, tanto que al recordarlo ahora sentía una humedad entre sus piernas, pero tierno y educado también. Preocupado por cómo ella se sentía y por sus necesidades. Y sus besos… Judas. En su vida la habían besado tanto.
"¿Estás bien, Demelza?" – esta vez fue Verity la que preguntó. Ella estaba otra vez, con las manos sobre sus mejillas mirando sin ver la pantalla del computador.
"¿Qué? Oh, sí. Todo está bien. Sólo estaba pensando… en que tenemos que terminar con los planos de la casa de los Ferrington…"
"Sí. Tenemos que darle prioridad a eso. No te preocupes Dem, y le dije a Jinny que llamé a la chica nueva. Pronto tendrás ayuda."
"Gracias, Ver."
¿Ves? No tienes tiempo para pensar en esas cosas. Además, ¿Qué hay que pensar? Eres una mujer adulta, Demelza. Dormiste con tu amigo, fue genial. Él tiene novia, se acabó. Lo hacía un poco un imbécil. Por eso y porque sabía que para él, sólo había sido una noche más. Sólo sexo, nada de sentimentalismos. Muchos hombres hacían eso, ¿verdad? Muchas mujeres también. Margareth, sin ir más lejos… Ella podía hacerlo también. Nada de romance. Sólo… diversión. Divertido, íntimo, sexy, la había hecho correrse cuatro veces, algo libre de ataduras. Él no estaba enamorado de ella, él seguía enamorado de su prima. ¿Y quien habló de amor? Ella definitivamente no. Le gustaba, sí. Y amaba pasar el tiempo con él. ¿Pero amarlo? Judas. Era ridículo. Tú estás siendo ridícula. Como le gustaría que Caroline estuviera allí para conversarlo con ella. Podría escribirle un mensaje o llamarla, pero en ese momento no tenía tiempo. Además, su amiga le diría un gran: Te lo dije. Casi que podía escucharla. ¿Qué más le diría? Que se divirtiera. ¿No se lo había dicho antes de irse? Tenía razón. La llamaría más tarde, cuando estuviera más tranquila. Se iba a reír a lo grande de ella. Por lo pronto, tenía que enfrentar lo que pasó ella sola, y eso haría.
Tomó el teléfono y tipeo un mensaje.
"Lo siento. Mucho trabajo. No te preocupes por la cena, me quedaré un rato más aquí. Llegaré tarde."
La respuesta llegó de inmediato.
"Te espero."
Para cuando regresó a casa ya había tomado una decisión. Seguirían siendo amigos, solo amigos. Nada de beneficios ni derechos, eso solo complicaría las cosas. Por más grandiosa que haya sido la noche que compartieron, crearía muchos problemas. ¡Lo haría!
Primero que todo, ella no era esa clase de chica. Para ella sexo y amor iban de la mano. Sí, díganle inocente o chapada a la antigua. Pero así era como se sentía. Podía salir y tener citas. Incluso besarse con alguien que le gustaba, pero no iba a pretender que había tenido más de dos parejas, y ambos habían sido sus novios. Ross fue… una excepción. Una debilidad más bien. Y Demelza sabía perfectamente bien que una relación amorosa con él no estaba en el tablero, así que ¿para que pensarlo siquiera?. No, él tenía sexo casual. Tal vez más casualmente con Margareth en el último tiempo, pero el punto era que Ross no tenía citas románticas. No las quería. Y esa era su decisión, la aceptaba porque era su amiga. Lo que no iba a aceptar era ser su nueva Margareth. Llámenla una romántica empedernida, pero ella aún quería su historia de amor.
¿Sería así como empezaría? ¿Con besos en la cocina?
No, Demelza. Él ya tuvo su historia de amor, no quiere estar en la tuya.
Pero todas las cosas que le había dicho… ¿sería así con todas las chicas con las que se acostaba?
Faltaban quince para las diez cuando entró al departamento. Dejó las llaves en el pequeño bowl junto a la puerta y se quitó el tapado. Notó que sus botas estaban dentro del zapatero. Ella no le había dicho nada sobre eso, simplemente había colocado el mueble allí.
Ross se levantó apenas escuchó el ruido de la puerta. Estaba frente a su notebook, sentado en su nueva mesa corrigiendo la iluminación en algunas fotografías que debía enviar. Haciendo su trabajo casi de forma automática, su mente ausente, pensando en lo que había sucedido. Durante la noche y esa mañana. Dios. Había imaginado en Demelza tantas veces, o mejor dicho, tantas veces había tenido que reprimir esos pensamientos, pero nunca había imaginado que sería así. Tan apasionado, tan asombroso. Hacía años que no se sentía así con una mujer, no desde… hacía mucho. Y luego había llegado Margareth, y lo había arruinado todo.
"Hola." – Dijo él. Demelza hizo unos pasos dentro del living, y apoyó su tapado sobre el sofá.
"Hola." – Respondió ella. Se veía cansada.
"Te dejé la comida lista para calentar en la cocina."
"Ya comí algo en la oficina." – Dijo tajante. Ross la vio dar vuelta los ojos, pero él gesto no iba dirigido a él. – "Escucha, Ross. No lo hagamos más incómodo de lo que ya es."
Bien.
"Eres tú la que me ha estado evitando todo el día." – se había tomado horas en responder a sus mensajes. Ross se acercó un poco a ella, pero no del todo. Se sentó en el respaldo del sillón, cruzando los brazos sobre su pecho. – "Anoche…"
"Dormimos juntos." – completó ella, sorprendiéndolo. Y fue tan directa que no puedo evitar reírse, alivianando un poco la tensión. Demelza lo imitó, y se apoyó en el sillón también, en la otra punta.
"Sí… eso estuvo…"
"Mal. Estuvo mal."
Él iba a decir increíble.
"¡Judas, Ross! Tú estás saliendo con Margareth y yo me acosté contigo…"
"No estoy saliendo con Margareth."
"Tu sigue diciendo eso, pero no es verdad. Sí estás saliendo con ella. La trajiste aquí la otra noche, y esta mañana…" - Demelza se llevó una mano a la cabeza, como si no pudiera creerlo.
"No es así, y de cualquier manera ya no importa. Terminé con ella… aunque no había nada que terminar. Ya no la veré más. Así que no te hagas problema por eso."
Demelza se lo quedó mirando un momento, él no sabía lo que pensaba. Como no lo supo durante la madrugada, cuando su rostro estaba a milímetros de él, con sus ojos perforando los suyos. En esos momentos de silencio, él mismo intentaba asimilar la situación y como se sentía al respecto. Ella le gustaba, ya no se lo negaría. Le gustaba mucho.
"Ross…" – comenzó, pero se detuvo. Insegura de lo que iba a decir a continuación. Mirarlo no ayudaba mucho, sus brazos estirados apoyados en el respaldo le traían recuerdos gratos. ¿Había terminado con Margareth? ¿Porqué? ¿Por ella? – "¿Qué… que le dijiste a Margareth?"
Él levantó una ceja y la comisura de la boca. Judas. Enfócate, Demelza.
"Solo que no la quería ver más ¿Por qué?"
"Me caía bien."
"Te puedo dar su teléfono para que la llames si quieres."
"Judas. Entonces ¿Por qué la trajiste aquí el otro día? ¿Qué estaba haciendo aquí hoy?"
"Rayos, Demelza. ¿Quieres hablar de Margareth o de lo que paso anoche entre nosotros?"
"Creo que tiene mucho que ver…"
"¿Qué hay del contador? ¿Me debería sentir mal por él yo también?"
"¡Por supuesto que no!"
"Entonces, quieres dejar de buscar excusas para sentirte mal por algo que fue increíble."
"¡Yo no estoy buscando excusas!" – exclamó medio riendo. Ross aprovechó para acercarse, la empujó juguetonamente con su hombro. Demelza se volvió a cubrir el rostro, con ambas manos esta vez. – "Judas… Ross… ¿Crees… crees que fue increíble?"
"¿No lo fue para ti?"
Demelza suspiró ruidosamente. Esto iba a ser mucho más difícil de lo que se había imaginado. Lo bueno, y algo extraño en realidad, era que los dos parecían encontrar la situación algo graciosa. Sí, de seguro sus mejillas estaban rojas, pero enfrentarlo no era tan terrible como se lo había estado imaginando todo el día. Con cualquier otra persona de seguro lo habría sido, pero no con Ross.
"Fue… ejem, fue lindo." – Dijo al final. Tampoco le iba a decir que fue sensacional, su mejor primera vez con alguien. El mejor sexo de su vida, punto. ¿No es así?
"¿Solo lindo?" – insistió él, su voz un susurro en el silencio de su departamento.
Demelza abrió muy grande los ojos y frunció los labios para contener su sonrisa levantando el mentón en alto, como desafiándolo.
Dios, sí que era bonita. Él había usado la palabra increíble para describir la noche, y ella dijo que había sido linda. Pero estaba bromeando, lo sabía. Ella se lo había pasado en grande también. La había pensado durante todo el día, imaginándosela cuando estaban unidos, como sus dedos apretaban sus brazos sudados y suspiraba su nombre. Pensó en su boca, Jesús, su boca, en su calor alrededor de su miembro y en sus labios. No recordaba haber besado tanto a alguien alguna vez, y quería hacerlo de nuevo. Solo para probar que sabían tan dulces como él los recordaba.
"Sí… Ross, hablemos en serio."
"Eso es lo que estuve intentando hacer todo el día." – Ella puso los ojos en blanco.
"No es algo para hablar por mensajes de texto."
"Esta mañana saliste corriendo… Está bien, hablemos ahora." – Dijo cuando ella abrió la boca para interrumpirlo. – "Me gustas. Mucho. Te lo digo por si no te habías dado cuenta."
Ross se levantó del respaldo y se paró frente a ella. Demelza lo siguió con la mirada. Ya había deducido eso. Se lo había dicho varias veces durante la noche en realidad, que pensaba que era bonita. Bueno, él había utilizado otras palabras. Ahora Ross se cernía alto frente a ella. Ella era bastante alta también, de pequeña era alta y delgada, parecía un fideo. Nunca había llamado la atención de sus compañeros de esa forma, no hasta que conoció a Caroline de quien aprendió como hacer resaltar sus virtudes, pero en el fondo ella seguía siendo esa niña simple. Y en el fondo ella quería cosas simples también, sin complicaciones.
"Me di cuenta, sí." – Ross notó un dejo de tristeza en su voz. ¿Era por lo que acababa de decir? ¿Acaso a ella no…? – "Tú me gustas también. Como te dije, he pensado en ti desde… desde hace un tiempo. Pero…"
"¿Pero? Hay un pero."
"Sabrías que habría un pero."
"No, no estaba cien por ciento seguro."
"Pero vivimos juntos."
"Eso solo simplifica las cosas."
"Y somos amigos."
"Podemos ser amigos con beneficios. Amigos que duermen juntos." – sugirió Ross.
Ah. Por supuesto.
Ella sabía que él no quería más que eso. Pero no por eso dolía menos.
"Yo… no soy así. No soy esa clase de chica. Y tú… tú no tienes relaciones serias. Tarde o temprano se volverá incómodo y no es que podemos evitarnos. No es que me puedes dejar de ver como a Margareth."
No. Ross no lo había pensado así. No lo había pensado mucho la verdad, solo sabía que quería estar con ella de nuevo. Pero su argumento era bueno.
"¿No será incómodo de todas maneras?"
"No tiene por qué serlo. Los dos somos adultos. Los dos queríamos hacerlo, fue solo una noche de sexo. Nada más. Somos amigos, buenos amigos… no querría perder eso."
Ross se quedó un momento en silencio, sopesando lo que ella acababa de decir. Sí, ella era su amiga, probablemente su única amiga, y él no quería arruinar eso tampoco. Pero… ¿quería algo más ahora después de la noche que habían pasado juntos? ¿Había algo más aparte de… deseo? El hecho de que vivieran juntos definitivamente complicaba las cosas. Lo hacía más serio. Y él, como ella acababa de decir, lejos estaba de buscar eso.
"¿Ross?" – murmuró Demelza. Estaba como una estatua frente a ella. Con los rulos cayendo a los costados de su cara. Como estaba cerca, ella apoyó su mano en la suya. Y fue como si una electricidad los recorriera a ambos. Ross pareció soltar una gran bocanada de aire que tenía retenido en sus pulmones y dio un pequeño paso, acercándose más. Más a su rostro. Ella estiró su cuello y se hizo hacia atrás, quedando casi colgada hacia el lado del asiento del sillón. ¿Iba a besarla? ¿Acaso no escuchó nada de lo que dijo? ¿Quería que la besara? No debería, pero probablemente. Sí. Demelza lo miró a los ojos, y él llevó una mano a su rostro. Con un delicado movimiento corrió un mechón de pelo y lo colocó detrás de su oreja. Estaban tan cerca que bastó que se moviera solo un milímetro para que sus narices se tocarán. Un beso esquimal, ¿así lo llamaban? Ross acarició su nariz contra la suya dulcemente y luego se alejó.
"Si eso es lo que quieres… tienes razón. Somos amigos. Tal vez no es una buena idea complicar las cosas." – Dijo al final. No sonaba muy convencido. Más bien triste y herido.
Su corazón latía con fuerza en su pecho. Empezó a hacerlo cuando él se acercó, cuando pensó que iba a besarla. Fue mucho más difícil de lo que había imaginado, pero no por él. Por ella, y por las ganas que tenía de que la hubiera besado.
"Sí, creo que es lo mejor." – ahora ella no sonaba muy convencida tampoco.
Ross se forzó a sonreír. Apretó su mano que seguía en la suya por un momento y luego la soltó.
"Uhmm… ya es tarde." – Dijo ella, porque ahora no sabía que más decir. Judas. Ojalá no se volviera incómodo entre ellos, como él decía.
"Sip. Yo tengo que terminar unas cosas todavía." – Dijo señalando a la mesa donde había quedado su notebook. Ross sacudió los brazos frente a él y juntó las manos. Un gesto de nerviosismo. ¿Podrían seguir siendo como eran antes de esa noche? – "Tu comida está en la cocina, por si te dio hambre." - Dijo y se fue a sentar de nuevo.
Demelza pasó a su lado rumbo a la cocina. Ross la siguió con la mirada y sacudió la cabeza. No, esto iba a ser mucho peor que antes.
Demelza se encontró con un plato sobre la mesada cubierto con uno de los delicados cubreplatos de vidrio que habían comprado con Caroline. Adentro la esperaban unos ravioles de calabaza con salsa verde que ella no había preparado el día anterior. Se le hizo agua la boca.
Ross intentaba concentrarse en sus fotografías cuando lo sorprendió un brazo rodeando sus hombros desde atrás. Luego otro. Demelza apoyó su mejilla al costado de su cabeza.
"Gracias por la cena, se ve deliciosa. La llevaré mañana para almorzar en la oficina." Y plantó un beso en su mejilla.
Sí. Amigos. Iba a ser mucho más difícil de lo que ninguno de los dos se imaginaba.
