Buenos días gente bonita, esta vez empezamos el fin de semana con actualización, espero que les guste mucho :D Un poco más de esta interesante y sensual pareja jejeje.


-4-

Lugar de trabajo.


Para una mejor ergonomía, es absolutamente necesario que el personal mantenga su lugar de trabajo lo más limpio posible a sus actividades. El órden es fundamental para una adecuada cadena de resolución de problemas y procesos sistemáticos. Un sitio adecuado para trabajar, siempre permite a los empleados una mayor productividad.

...

El despertador sonó como si se tratase de campanados estruendosa en su cabeza. Tomioka abrió los ojos agitado y alargó la mano para encontrar su teléfono. Frunciendo el ceño se percató que era la hora justa para levantarse, darse una ducha y comer algo rápido antes del trabajo. Con algo de resignación, colocó el dispositivo en su mesa de noche y se llevó una mano a la cara para tocar sus facciones.

Suspiró sonoramente y estiró sus brazos por encima de su cabeza, después los hizo caer y de repente, miró asustado su lado.

—¡Lo siento, no quise...! – pero se cortó al confirmar que nadie permanecía a su lado. Parpadeó ante la oscuridad y encendió las luces. Estaba solo en la cama. Recorrió con la vista la habitación, pero ni una pista de Kocho.

Su seriedad le hizo permanecer en silencio bastante rato. Hasta que suspiró y decidió levantarse. Quizás, muy dentro de su interior estaba ansioso por verla a su lado y apreciar sus ojos al despertar. Pero en lugar de eso, el frío de su colchón.

Se dirigió a su baño y lo primero que hizo fue lavarse la cara. Cuando contempló su aspecto, no pudo evitar sonrojarse, puesto que los recuerdos le invadieron.

Ella le había provocado deliberadamente. Lo tocó hasta hacer arder su sangre. Justo en ese momento, cuando dijo que quería continuar, intentó ignorar su petición, mas esa sensual expresión, el aroma a sexo y la insistente necesidad de probarla nuevamente, le convencieron de que podía mandar a volar toda idea de parar.

—¿Quieres continuar? – estaba aún incrédulo de lo que ella había dicho. Posiblemente se había quedado dormido o algo y estaba soñando.

—¿Tú que crees?- ronroneó coqueta, mientras sus manos resbalaban por su sudorosa espalda y le tocaba sin descaro.

—Espera... – él retrocedió. Recorrió su mano hasta alcanzar la tira de condones que había dejado hacía un momento. Shinobu le miró atentamente en cada detalle. Una cosa que le gustó de él, era su seriedad así como que siempre procuraba ser lo más pulcro posibleme con su trabajo. Solía ser educado, no era un fanfarrón como muchos otros hombres que había conocido ni tampoco le interesaba su puesto o alguna forma de beneficiarse. La miraba por lo que era, aparentemente, y ello le agradaba mucho.

Además, Tomioka Giyuu era bien parecido, a su gusto. Su cuerpo no estaba nada mal. Desconocía que clase de ejercicio practicaba o si solamente era así por genética, pero le gustaba lo que veía.

De hecho, justo ahora, le parecía fascinante cómo deslizaba el preservativo por su dureza de forma lenta y paciente. Ella se había encargado de que estuviera lo suficientemente firme como para volver a la acción. Quizás no fue una jugada limpia, pero tampoco quería detenerse. Deseaba a ese hombre desde hace tiempo... Fue casi recíproco. Desde que él se mostró interesado, ella correspondió con mayor intensidad. Le daba curiosidad, porque no era alguien sociable o fácil de tratar de buenas a primeras. Siempre tan taciturno y pensativo, que le causaba harta intriga.

De pronto, sus pensamientos fueron interrumpidos de una manera poco sutil. Él se había adentrado a su cuerpo de una sola estocada, la tomó por sorpresa, pero dada la humedad de su sexo, fue bastante más fácil de lo que creyó. Tomioka la tomó de un muslo y lo levantó para después enredarlo en su cintura. Se empecinó con más cuidado del que procuró al entrar. Gimió inevitablemente cuando le acarició desde adentro y hacia afuera. Ella se pegó contra su cuerpo. El sudor de ambos se adhería con naturalidad, combinando sus olores y sabores, puesto que, en medio de los besos que ella repartía contra su hombro y cuello, daba lametones que le llevaban la boca de su esencia masculina.

Tomioka pasó una mano por la espalda de ella y con la otra apretó uno el gluteo de la pierna que tenía enredada. Con mayor estabilidad y más brío que al principio, comenzó a embestir hasta sentir la satisfacción receptiva de las paredes de su compañera. Empujó irregular, a veces fuerte y en otras despacio, haciendo movimientos circulares con la pelvis para volverla loca.

Shinobu gimió en su su oido y clavó sus uñas en sus omóplatos. No pretendía hacerle daño, pero descontroló su fuerza a la par que él la tomaba con mayor tesón.

—Tomioka-san... Tomioka-san... – no podía parar de decir su nombre, de pronto algo la haló del cabello, lo cual la hizo hacerse hacia atrás y extender su cabeza. Giyuu había enterrado sus dedos en su pelo y tiró sin hacerle daño. Cuando se separó besó su cuello para después lamerlo. No pretendía dejarle lesiones, mordidas o marcas, sólo quería saborearla. Al ella gemir con mayor sonoridad, su ánimo se reavivó. Llevó ambas manos a sus caderas, la sostuvo fuertemente para que no se escapara mientras arremetía sin piedad.

Era tan ligera que temía pudiera irse flotando, claro, en medio de su ensoñación. La muchacha posó las manos en sus mejillas y adentró su lengua en su boca. Era quizás, el beso más desenfrenado que había dado, pero estaba tan encendida, que lo sintió necesario. Una vez que le acarició la lengua con la propia, tremenda chispa hizo correr una flama al resto de su cuerpo.

La tensión de su vientre y el bamboleo sobre su piel tan sensible la hicieron entrar en la corriente del éxtasis nuevamente. Su voz quedó opacada por la boca de Tomioka y dejó que sus ansias fluyeran, empapándolo a él y dejándola tiritando.

El orgasmo también lo abatió. Cuando las contracciones lo envolvieron por completo, sus movimientos se vieron más reducidos por la sensación, aún así, apretó los dedos contra su piel y se enfocó en empujar con precisión. Ella se encogió y tembló, bastando para que se fuera de lleno al abismo. Percibió la tensión y después la descarga. No dejó de besarla aún cuando estaba corriendose, la intensidad de su propio cuerpo le sorprendió, era como si algo pesado le estaba apretando desde la columna hasta la delantera.

De pronto sintió que le faltaba el aire y aunque sabía respirar por la nariz mientras besaba, esto fue insuficiente. Se separó de Shinobu y jadeó mientras terminaba de emitir sonidos guturales a causa de su propio orgasmo. Su pecho estaba agitado y su mente en blanco.

Ninguno habló durante un buen rato, había sido tan intenso que no podía recordar la primera vez. Tal vez porque se encontraban más sensibles... O quién sabe.

—¿Estás bien? – Shinobu habló con un hilo de voz a penas audible por sus jadeos. Él asintió, incapaz de emitir algún sonido que no fueran gruñidos. —Tomémonos... Unos minutos... – finalmente se relajó, se posó en el colchón y suspiró para guardar su rostro sobre la almohada.

Fue allí donde él se dio cuenta de que la aferraba sin mucha delicadeza de las caderas. La soltó poco a poco, rogando porque no le hubiese dejado marcado los dedos. Odiaría dañarle la piel. Ella a su vez, dejó caer la piera con la que le sostenía, ahora podía moverse con libertad.

Retrocedió y se apresuró a deshacerse del preservativo. Cuando se colocó a su lado otra vez, Shinobu estaba quedándose dormida. Los cubrió a ambos con las mantas y se acercó lo suficiente a ella para pasar su mano sobre su cintura. Ella se movió hasta quedar entre sus brazos, mientras seguían sobre sus costados. Eso le pareció una muestra interesante de cariño. Tomioka se sonrojó un poco, pues inconscientemente la chica le había pedido que le abrazara.

Dio un último vistazo a la mujer para después descansar. Afuera, la lluvia había arreciado y estaba tan cómodo que todo confabuló para que él también se quedara dormido.

En algún punto de la noche ella se había despertado, tomado sus cosas y salido de su departamento sin hacer el menor ruido. Sintió algo de frío cuando confirmó que no estaba en ninguna parte del departamento. Suspiró mientras apagaba las luces y salía rumbo al trabajo. Mentalmente se dijo que de no debía emocionarse tanto, después de todo, era sexo de una vez, una rara pero intensa ocasión que no se repetiría. Shinobu Kocho, no era para él.

...

Cuando Tomioka llegó a su oficina hizo todo y tal cual era lo habitual. De hecho, era como si la noche anterior no hubiera sucedido. Eso le desanimó un poco. Al salir de su hogar se había sentido consolado de haber tenido la oportunidad de conocer esa parte de Kocho, pero una vez que llegó a su área y la realidad estuvo más presente, se percató de que, evidentemente, aquello podría quedarse sólo como una memoria etérea.

Llegó a su escritorio, colocó su saco en el perchero, encendió la PC y continúo trabajando. Mientras escribía las cifras correctas, su teléfono sonó. Echó un vistazo rápido y contempló un número desconocido. Parpadeó un poco y detuvo su trabajo. Al abrir el mensaje leyó lo siguiente:

"Favor de reportarse al departamento de recursos humanos."

Su nerviosismo reapareció ante tal petición. Miró rapidamente su computadora, hizo memoria y repuso que había llegado a tiempo. En teoría, no estaba inflingiendo ninguna regla. ¿Sería acaso que el director de recursos humanos se había enterado de...? Palideció de golpe.

¿Alguien los había visto? ¿Acaso sus insinuaciones habían incomodado a terceros? De ser así, estaba en grandes problemas... Y Kocho junto con él. Tras su meditación, un nuevo timbrazo indicó otro mensaje.

"Dese prisa."

Tomioka pasó saliva por su garganta y se puso de pie. La última vez que lo citaron a recursos humanos en un trabajo, había sido por un recorte de personal. Esperaba que no fuera el caso.

Caminó por los pasillos, tomó el elevador y llegó al departamento. Éste tenía un pasillo largo y una recepcionista al inicio, quien era la encargada de adjuntar las citas y entrevistas. Entró, a través de una puerta doble de cristal y después se colocó frente a la mujer.

—Buenos días. – dijo en un carraspeó. La chica estaba entretenida en su teléfono celular de tal modo que no captaba su presencia. —Buenos días. – reiteró.

—Ya es mediodía. – Tomioka alzó una ceja y la recepcionista selañó con la vista un reloj de pared que yacía en el pasillo. Eso le hizo hacer una expresión de molestia, no le interesaba en lo más mínimo, su frustración iba por la poca formalidad con la que había sido contactado y además, ignorado al entrar.

—Me pidieron que viniera a la brevedad. ¿Podría ser tan amable de indicarme a donde dirigirme?

—¿Citaron? ¿A usted? ¿Por qué? El director está ausente por enfermedad y la subdirectora está en una entrevista justo ahora.

—¿Qué quiere decir? – ya se estaba mosqueando, de pronto la puerta de la última oficina se abrió. Emergió de allí un hombre casi de su misma estatura, pelo largo, aunque no tanto como el propio, y lacio, vestido con un traje a rallas. Pasó a su lado con mutismo y le llamó la atención la particularidad de sus ojos, tenía heterocromía de iris.

—Himiko-san. – Shinobu salió detrás de él. —¿Tenemos a alguien más en espera? – inevitablemente se topó con Tomioka, quien presuroso, había olvidado ponerse su saco. Traía consigo sólo una camisa de mangas largas, una corbata con una singular diseño de olas en la punta, la cual combinaba con sus pantalones azules. La electricidad se hizo presenta cuando sus miradas se toparon. Al menos en el estómago de Giyuu, las mariposas no tardaron en revolotear y sus manos a sudar. Como era de esperarse, su corazón se aceleró y un sonrojo amenazó con colorear sus mejillas.

Shinobu a su vez, estaba vestida más formal que otros días. En realidad, tenía un pequeño saco negro con una falda larga del mismo color. Su blusa blanca, de una textura satinada, estaba cerrada por bonitos botones aperlados. No pudo verle hacia abajo porque hubiese sido tremendamente atrevido de su parte. Su cabello estaba pulcramente recogido y era sostenido por su precioso broche de mariposa.

Ella ladeó el rostro con una sonrisa amable y sin perder el control de sus emociones unió sus manos casi como si hubiese dado un aplauso.

—Tomioka-san, lamento la espera. ¿Acabas de llegar? – ambos, recepcionista y él alzaron una ceja.

—Sí. – musitó apenado e hizo una reverencia, como era la costumbre a los superiores.

—Oh, comprendo... Kocho-sama, ¿Usted había citado al Tomioka-san? – confundida, la chica intentó aparentar que estaba enterada y fue a buscar en un listado.

—No, lo llamé por una duda sobre las cifras de los seguros médicos de los empleados. – la facilidad con la que hablaba volvía a desanimarlo un tanto. Shinobu estaba actuando como si nada hubiese pasado entre los dos. La adrenalina que acababa de poseer su cuerpo, se esfumó.

—Ah, con razón no está en la agenda. – farfulló la chica.

—Quizás nos tome un buen rato, Tomioka-san, son varios papeles. – ella se giró con la recepcionista. —No aceptes más citas por ahora, ¿Está bien?

—De acuerdo, Kocho-sama. – ante esto la pequeña mariposa le indicó a Giyuu que le siguiera con la vista.

...

Cuando cerró la puerta, Giyuu se apresuró a llegar a su escritorio. Efectivamente, ella no estaba mintiendo. La pila de papeles estaba allí y estaban pulcramente acomodados. Iba a tomar uno pero Shinobu se adelantó. Le quitó, practicamente, de la mano la hoja y echó un vistazo.

—Es más bien una duda financiera y asesoramiento. – después de eso le entregó la hoja.

—Claro. – suspiró. ¿Qué esperaba? ¿Qué ella saltara sobre él? Estaban en la oficina, ¡Por favor! Un poco más de cordu...

—Nee, Tomioka-san. – Shinobu interrumpió sus reclamos internos. Estaba sentada sobre el escritorio, posándose con ambas piernas cruzadas, muy similar a lo que había sucedido hacía unos días, cuando tuvo su primer retardo. Parpadeó y sus ojos se enfocaron en sus piernas, aunque recubiertas de la falda larga, estaban desnudas debajo.

—¿Sí, Kocho-san? – no pretendía verla más de lo "políticamente correcto", pero es que ella era tan provocativa que las ganas de tomarla allí mismo le estaban tentando con insistencia.

—Puedes llarmame como ayer. – susurró con una sonrisa. Socarrona y bastante altiva, ella hizo una seña con su mano para que se acercara unos pasos. La invitación era más que clara. Tomioka caminó unos pasos, quedándo al frente. —Me gusta la corbata de hoy. – con su dedo pasó por encima del dibujo de las olas, aunque inocente, su toque provocó escalofríos en la espalda del hombre.

La imágenes de la noche anterior se apoderaron de sus pensamientos, una gota de sudor resbaló por su frente y también las manos. Kocho se dio cuenta y amplió su sonrisa de forma ladina.

—Kocho... Respecto... A lo de ayer...

—Oh. – no se alejó ni nada, de hecho, abrió su palma y la posó por completo sobre uno de sus pectorales. —Sí, me quedé dormida y debía volver a mi casa. Disculpame por irme sin avisar, estaba algo apurada. – finalmente, ella tocaba el tema y lo hacía con tanta naturalidad que lo dejó pasmado.

—Descuida... – las preguntas se arremolinaban en su cabeza. ¿No estaba molesta o algo? Es decir, tampoco se veía arrepentida o indignada, analizó su comportamiento con más detenimiento y no encontró nada parecido a la frustración o que estuviera escandalizada.

—Además no hubiera sido correcto el que nos vieran llegar juntos, ¿No? En mi caso, con la misma ropa de ayer. – farfulló con su voz melódica.

De pronto, subrió su mano hasta engancharla en su cuello.

—Comprendo. - ¿Tan malo sería eso? Aunque entendía que no estaban en el mismo estatus... Ayer había sido una excelente noche; incluso ella le había pedido que no fuera formal, que la tratara amablemente pero que le diera placer, ¿Sería que en realidad estaba jugando? Quizás no había sido tan especial como pensó en su momento.

—¿Ara? ¿Por qué pones esa cara, Tomioka-san? – terminó de atraerlo del cuello con su otra mano. Practicamente le estaba abrazando.

—Es mi cara de siempre. – excusó con tensión.

—Mmm, sí, es tu mismo rostro pero... – ella alzó una ceja. —Espera, ¿Qué tal si hago esto? – lo haló hacia ella y pacientemente colocó sus labios sobre los suyos. El beso fue tranquilo, pero prontamente ella insistió en aumentar la temperatura. Se apretujó y comenzó a respirar por la nariz, rezongando un poco y gimiendo entrecortada mientras peleaba por intriducir su lengua.

Cualquier cosa que en su mente se estuviera gestando, se fue a la basura cuando la sintió contra él. Esa misma sensación que había tenido cuando estuvo con ella en la intimidad, electrificó su cuerpo y le hizo recobrar la pasión de anoche. No perdió tiempo y la abrazó de la cintura, casi la alza del escritorio, no obstante sólo fue un pequeño impulso para sumirla contra su boca.

Decidieron separarse. Un pequeño camino de saliva se deslizaba por la comisura de sus labios. Jadeante, Tomioka se apresuró a bajar el rostro y hundirlo en la curvatura de su cuello, aspiró su fragancia y sintió una punzada en su bajo vientre, despertando los recuerdos de su encuentro y calentando toda su anatomía. Comenzó a besarle la piel y se apresuró a tomar los botones del saco y la blusa. Aunque quería arrancárselos, su sentido común le recalcó que debía ser mesurado o se molestaría con él.

Shinobu gimió al sentir sus labios sobre esa zona en particular. Suspiró y llevó sus manos para aferrarlo de la nuca. Más que cosquillas, estaba despertando sus más bajos instintos.

—Tomioka-san... – era el mismo tono que había usado en la cama. Estaba abochornada y excitada, era su permiso.

—Kocho... – murmuró contra su piel. Sin esperar más, guió su mano hasta los bordes de la falda y la elevó para colarse debajo. La sostuvo de la espalda a la par que ascendía por su carne tierna y tersa.

El calor de su entrepierna funcionó como un imán para llegar a donde debía. Encontró su ropa interior y acarició mientras se dirigía al centro. Ella contrajo el rostro cuando tocó justo entre sus labios, cuya tela ya estaba húmeda. La emoción lo poseyó y tras tantear su expresión, hizo a un lado la capa de algodón para tocar directamente su sexo.

Ella se aferró a las mangas de su camisa cuando lo sintió jugar con su clítoris. La lubricación natural facilitó que se moviera entre los pliegues y su interior. Acarició con paciencia y atrapó entre la yema de sus dedos el pecho botón para estimularlo hasta dejarlo muy erecto.

—Tomioka-san... – murmuró entre dientes, no deseaba gemir tan alto por el sitio en donde estaban. La situación evolucionó rápidamente cuando intrudujo sus dedos en ella. La vio inclinarse hacia atrás, lo liberó de su agarre y sostuvo su peso contra la superficie del mueble, sin pretenderlo, en su búsqueda de sostén, hizo caer los papeles y rodar algunos bolígrafos que tenía bien acomodados.

Cuando se posicionó, extendió la cabeza hacia atrás, descubriendo su cuello y la blusa entreabierta por los dedos de Tomioka. Su sostén era de color amarillo y blanco, asomándose entre los dobleces maltrechos de la ropa. Tomioka dio una estocada con dos de sus dedos y ella frunció el ceño en señal de agrado. Con hacer eso, su cuerpo vibró, sus senos habían dado un pequeño rebote que llamó su atención.

No esperó más y se cernió sobre ella. Intrudujo su rostro y mientras con una mano le acariciaba, con la otra abrió la ropa y terminó de repartir besos entre sus pechos. Corrió a liberar una de las copas, apreciando el color rosado de su aerola y pezón izquierdo, no tardó en meterlo en su boca y succionar como lamer con ahínco. La respuesta fue bastante más positiva que hacía un momento.

Ella se apresuró a cubrir su boca y ahogar un grito repleto de placer. En automático su entrepierna se puso dura y la humedad de la de ella se hizo más notoria. Estaba haciendo un buen trabajo, concluyó. Cuando después de entrar y salir las contracciones se hicieron presentes, no tardó en darle prioridad al centro de su placer; y cuando vio que sus ojos se estaban poniendo acuosos, le quitó la mano de la boca para cambiarla con sus labios. Shinobu se contrajo entre sus brazos y más objetos cayeron del escritorio. Gracias a que la boca de Giyuu cubría la suya, el sonido quedó atrapado. Intentó regular su respiración, pero aún estaba muy sensible y agitada como para conseguirlo avídamente.

Tomioka rompió el beso y le dedicó una mirada profunda. Su pecho subía y bajaba, queriendo tranquilizar su pulso a como diera lugar... Pero esa mirada tan llena de fuego no hacía otra cosa que derretirla. Shinobu se enderezó y quedó sentada con las piernas colgando del escritorio, ya para estas alturas, Giyuu había retirado sus dedos de su zona. Aunque no habló, sus intenciones fueron transparentes.

Ella descendió la mirada hasta su entrepierna y allí encontró el bulto que sobresalía. Pasó la lengua por los labios, recogiendo el sabor de la boca de su compañero, pero deseando algo más. Respiró profundamente y llevó sus manos a su cinturón.

—¿Por qué no te sientas, Tomioka-san? – con la mirada le mostró su silla, detrás de ellos. Aunque algo nervioso, asintió y caminó hasta quedar sentado. Shinobu con su sonrisa pícara no hacía más que ponerlo ansioso.

Con cuidado, tomó sus dos rodillas y las abrió para dejarse el camino libre. Se arodilló entre sus piernas y sin dejar que su cara cambiase esa expresión tan llena de satisfacción, tomó delicadamente su cinto blanco y sin nada que perder desabrochó la hebilla hasta llegar al botón del pantalón. Mientras ella procedía, Giyuu sintió que su corazón iba a salírsele del pecho, así pues, mientras más sangre bombeaba más hinchada y dolorosa era su erección.

Cuando su miembro quedó al descubierto se formó un espeso silencio entre los dos dos. Shinobu lanzó una mirada aguda al muchacho. Era una especie de peticion, quería su consentimiento antes de continuar. Él asintió a la par que pasaba saliva por su garganta. Comenzó a bajar hasta casi besarlo cuando el ruido de la puerta los interrumpió.

—¡Kocho-sama! – fueron dos toques y después alguién abrió con un poco de torpeza. Era el joven becario, estaba algo atareado y lucía cansado.

Traía consigo bastantes copias y carpetas, que casi no le dejaban ver al frente. Caminó hasta una mesa que estaba en medio de la oficina y los dejó allí.

—Disculpe la interrumpión y la tardanza, hubo un problema con la fotocopiadora y... – calló inmediatamente al no encontrarse con la mujer, sino con el serio y algo caradura, encargado de contabilidad. Miró alrededor y encontró el escritorio de su supervisora desordenado, pero también, el hecho de que él estaba allí y no ella.

—¿Se te ofrece algo? – habló con voz ronca y sin ninguna emoción.

—Eh... – el muchacho giró a la puerta, donde yacía escrito el nombre de Shinobu Kocho. No, no se había equivocado de oficina. —¿No está Kocho-sama?

—Está en el baño. – él respiró profundamente y tomó uno de los documentos para leerlo en silencio.

—¿El baño? – había una puerta a un baño privado en esa oficina, sólo los supervisores los tenían.

—Sí. – Tomioka alzó una ceja y de pronto frunció el ceño. —¿Necesitabas algo? – volvió a interrogar, esta vez parecía más tenso y gruñón.

—Sí, Kocho-sama me pidió que le dejara estos documentos. – su vista se fue al desastre de papeles y los bolígrafos en el piso. —Disculpe, ¿Podría decirle a Kocho-sama que tuve un problema familiar y debo retirarme 30 minutos antes?

—De acuerdo. – gruñó con cara de pocos amigos.

—Gracias... – retrocedió unos pasos y se fue cerrando la puerta.

No fue hasta que lo escuchó alejarse que Tomioka exclamó un gemido ahogado y se dobló en la silla de mero placer. Retrocedió y le dedicó un reproche mudo a la mujer que se encontraba escondida debajo de la escribanía. Fue una completa suerte que no gimiera o emitiera algún sonido revelador.

Lo primero que atinó a hacer cuando la puerta se abrió fue a esconder a Shinobu debajo del mueble. No esperó que ella tomara descaradamente su pene entre sus labios y comenzara lamiendo, desde el glande hasta la base. Justo ahora el vaivén de su cabeza y el ruido sensual de su lengua sobre su carne palpitante le estaba volviendo loco. Estuvo a punto de perder el control, si no fuera porque recurrió a cada gramo de su fortaleza mental y así no correrse ante la perspectiva del peligro y la sensación de estar haciendo algo prohibido o que los descubrieran.

—Shinobu... – gruñó mientras la tomaba de los cabellos y le ayudaba a que su cabeza se desplazada de arriba hacia abajo. Ella succionó aún más fuerte que al principio y cerró los ojos anticipando lo que estaría a punto de pasar.

Dobló su cuerpo y apresó entre sus dedos los flancos de la silla. Aguantó el grito desmedido y sintió dolor de cabeza por ello. Se corrió en su boca sin poder evitarlo. La mujer gimió cuando recibió su simiente, pero no pareció quejarse. Él se dejó caer en el respaldo y siseó cuando la vio limpiarse los restos de su boca y barbilla.

—¿Estás bien, Tomioka-san? – claramente era en tono de burla. Se encontraba resollando y ella parecía disfrutarlo.

—Eso fue peligroso. – reclamó con voz floja.

—Pero no estuva mal, ¿O sí? – salió debajo y comenzó a acomodar su ropa. —Aunque creo que tentamos mucho nuestra suerte. – caminó hasta los papeles y utensilios que estaban en el suelo y comenzó a recogerlos. —El joven Zenitsu debe estarse cuestionando algunas cosas en su cabeza justo ahora, fufufu... – estaba de bromista, aparentemente.

—No estuvo mal. – el hombre continuaba en el asiento, sentía que sus extremidades estaban muy flojas como para ponerse de pie, mas no pudo evitar responder a las tremendas ganas de tomarla en sus brazos y estrecharla, enamorarse de su perfume e impregnarse de su esencia.

—Lástima que... – Shinobu cortó su voz con un gemido de sorpresa al sentir que él la tomaba por la espalda y alzaba para inmiscuir sus labios sobre la piel de su nuca. El vaho de su respiración y la tibieza de su toque la hicieron respirar entrecortada. Volvía a excitarse. Le llenó de besos el hombro y el cuello, le quitó el saco y la dejó sólo con la blusa, aún con ropa, le acarició los senos y ella suspiró en aprobación.

—Shinobu... – murmuró mientras besaba detrás de su oreja.

—Es-Espera, Tomioka-san... – eso lo hizo parar. Era la primera vez que lo detenía en vez de alentarlo.

—¿Qué sucede? – aunque impaciente la trató con el respeto que merecía, además, ella seguía siendo su superior en la cadena de mando.

—¿Tienes...? – se había abochornado de golpe. —¿Tienes contigo un condón? – su respuesta fue no verbal. Su ánimo se desestabilizó ante esto. —Lo imaginé.- ella suspiró y tomó al hombre de las muñecas para que le soltara de la cintura.

—Lo siento, de haberlo sabido yo...- fue sincero y viendo que la fiesta se había terminado, se dispuso a ayudarle a acomodar su área de trabajo.

—No estaba mintiendo cuando dije que necesitaba tu ayuda con los seguros. – él alzó una ceja ante la frase. —Supongo que no pude contenerme. – se dio un golpecito en la cabeza con el puño cerrado, mostrandose apenada.

Tomioka se quedó boquiabierto.

—Oh, eh...

—Pero... Si hubieras tenido un poco más de malicia, quizás... – no terminó, lo dejó a su imaginación. Se rio un poco y fue a sentarse a su escritorio.

—Kocho, respecto a lo que nosotros...

—¿Ara? – ella estaba limpiando su asiento, se sonrojó al notar que aún había rastros de su semen en él. Se cubrió el rostro, completamente enrojecido. —¿Te sientes mal, Tomioka-san? – ella caminó hasta él y le quitó la mano de la cara. —Es casi como si tuvieras fiebre.

—Perdóname.

—¿Umm?

—Por todo el desastre.

—Ah, eso. – ella le tocó el pecho, su extraño pero interesante acto de "Tsun Tsun". —Ya sabes, va en contra del reglamento desordenar el lugar de trabajo de alguien... Supongo que nuevamente, no me queda otra que... Amonestarte. – ya no sonreía, le estaba mirando con mucha seriedad.

—Kocho...

—Pero quizás después. – se apartó de su lado y fue a sentarse. —Trae esa silla de allá, Tomioka-san. Más vale que terminemos la revisión a tiempo o mi escritorio no será lo único que se desordene.

Así, con una mirada coqueta palmó un sitio a su lado y él, presa de sus encantos, no tuvo más remedio que acceder.

Tal vez... Sólo tal vez, Shinobu Kocho sí podría ser para él.

Continuará...

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Yume no Kaze.