Capítulo 24

No podía dormir. Se había estado retorciendo en la cama desde que volvieron de dejar a Drake en la estación de tren. Dando vueltas en su cabeza estaban las cosas que ella misma había dicho. Lo hipócrita que había sido en su conversación con Ross, lo desagradecida. Cuando todo lo que él había hecho no fue más que ser increíblemente atento con su hermano.

Trató de dormir. Pero al cerrar los ojos lo único que veía era a él. Su sonrisa. Sus disimuladas caricias, sus miradas sugestivas que la hacían querer abrazarlo con todas sus fuerzas. Pensó que sería más sencillo. Pensó que sacárselo de su sistema la semana anterior habría sido suficiente y ahora podrían seguir como si nada. Ella tenía suficiente entre sus manos como para estar jugando al gato y al ratón con su compañero piso. Con su mejor amigo. Y era muy consciente de que él la deseaba, ahora lo sabía con certeza. Ross la apreciaba, la quería incluso como su amiga. Pero no se iba a mentir y pensar que había algo más que amistad y deseo. Al menos no de parte de él. Ella era una presa fácil, una chica viviendo con él. Y aún así debía reconocer que Ross la respetaba en sus decisiones. La apoyaba en sus problemas del día a día, estaba ahí para ella. Escuchándola y alegrando los momentos solitarios. Y ella no quería perder eso, no quería arriesgarlo por un deseo momentáneo de querer estar desnuda en sus brazos.

Judas.

No que ella tuviera esos anhelos habitualmente. Seguramente él sí. Seguramente él saciaba esos deseos sin darle tantas vueltas como lo hacían la mayoría de los hombres sin compromiso. A veces los comprometidos también. En cambio ella lo que más deseaba era un día frío y lluvioso para quedarse enterrada entre sus mantas con un buen libro y una taza de té, eso es, hasta que Ross apareció. Y ahora sus deseos para un día frío y de lluvia era estar enterrada entre las mantas pero con él. Pero era más que atracción física para ella, lo sabía porque nunca se había sentido así respecto a nadie antes. Y estaba siendo una tonta.

"¿Porqué te quieres inmolar como si fueras una santa?" – llegó a murmurar en un susurro.

Él esta ahí, a solo unos metros. Él te desea, quiere dormir contigo y tú quieres estar con él – se dijo. ¿Amigos con beneficios, había propuesto él? Ella no llegaría tan lejos. Pero una noche más, para agradecerle por todo lo que hizo por Drake. No… sacudió la cabeza, eso era horrible. Una excepción quizás, Judas. ¡Eres un mujer adulta, Demelza!

Se levantó de la cama de repente, se puso sus pantuflas y antes de darse cuenta estaba golpeando la puerta de su habitación.

Su corazón pareció dar un salto. ¿Qué estaba haciendo? Pero antes de que pudiera arrepentirse escuchó su voz al otro lado de la puerta.

Respiró profundo antes de abrir y asomarse a través de ella.

Había luz, proveniente de su velador y de la ventana abierta. El piso estaba lleno de cosas. Ropa, zapatos, cajas y una maleta. Ross no estaba durmiendo, tenía un libro en sus manos y estaba sentado contra el respaldo de la cama. Su cabello recogido desprolijamente en la nuca, con la misma remera gris que había tenido puesta durante todo el día.

"Demelza, ¿sucede algo?" – Preguntó, sonando preocupado.

"No. Todo está bien. Es solo que... No podía dormir. Estaba pensando en lo que hablamos antes y..."

Ross dejó el libro a un lado y se enderezó sobre la cama. Sus ojos brillaron con un destello de esperanza y algo dio saltos de alegría en su interior.

"¿Y?"

"Y... aun sigo pensando lo mismo. Pero..."

Las rodillas le temblaron, pero no había vuelta atrás ahora. Ella quería esto, mucho.

"... pero tal vez puede haber una… excepción."

Que tonto e infantil sonaba. Se mordió el labio inferior y lo vio recorrer su cuerpo con su intensa mirada. Judas, no se había detenido ni un minuto a pensar en lo que tenía puesto. Seguro se veía tan corriente. Pero él dijo:

"Me encantan las excepciones." – con una sonrisa atrevida y Demelza dejó de pensar en como se veía. Cerró la puerta tras ella y fue hacia él. Pateando las pantuflas bajo la cama mientras él abría las mantas para hacerle lugar a su lado.

Antes de que pudiera pensar en algo más, él ya la estaba abrazando. Y ella saboreó la sensación, el calor de su cuerpo de nuevo cerca que la envolvía por completo y envolvió sus piernas desnudas en las suyas. Quiso besarlo inmediatamente, pero él esquivó sus labios y en vez de eso apoyó sus labios rápido en su nariz.

Levantó su rostro con un dedo bajo su barbilla, la obligó a mirarlo a los ojos. Sus cejas se fruncieron.

"¿Qué ocurrió para que cambiaras de opinión al respecto?"

"No fui justa ni honesta. Especialmente después de todo lo que hiciste este fin de semana…"

"Demelza, no me debes nada…"

"¡No! Lo sé. No es por eso. Es… Ross. Tú me gustas, eso es obvio." – Ross sonrió, y besó su mejilla con una dulzura que la hizo suspirar y apretar sus dedos contra su cuerpo, como queriendo atraerlo más cerca a ella. – "Y no estaba siendo justa echándote toda la culpa a ti. Yo me prendí a este juego también porque… porque…"

Demelza dejo de hablar, porque Ross la besó entonces. Moviéndose un poco mas sobre ella, y ella aprovechó para entrelazar sus dedos en su cabello, tirando de la coleta que la sujetaba.

"Así que… ¿una excepción?" – Dijo cerca de su oído.

"Sí. Por esta noche…" – Ross levantó su rostro de ella por un momento para mirarla. Iba a decir algo, pero mejor no. Presentaría sus protestas más adelante. Por el momento se ocupo en rozar su nariz con la suya. Un beso esquimal. Le encantaba hacer eso. Con ella. Le encantaba darse esas caricias con ella. Lo hizo hasta que Demelza sonrió, y eso ocasionó que los dos se echaran a reír. Su estómago se movía sobre el de ella. Judas. Se había comportado como una chiquilla. Pero ya no. Ahora ya estaba allí, con Ross, y no se resistiría ni se iba a contener.

Su expresión se profundizó, y una sonrisa apasionada se dibujó en su rostro. Cualquier otro sonido fue silenciado, las dudas e inseguridades se hicieron a un lado y una fuerza interna los ató con una energía inimaginable.

Se besaron de forma decadente, casi por tanto tiempo como la semana anterior en la cocina. Solo que esta vez no eran sólo besos, también roces, caricias, gemidos. Palabras cariñosas dichas en susurros que a veces ni el otro podía escuchar.

Se concentró en él. Su cabello oscuro y su rostro ya no parecía tan apesadumbrado como cuando lo conoció. Cuando el entrecejo fruncido y la intensidad en sus ojos y en la forma de su nariz lo hacía parecer que era un hombre que escondía un secreto, una carga. Ahora, sus ojos color avellana, que a primera vista podría parecer comunes, se volvían más profundos y espectaculares cuando la besaba. Su mandíbula y pómulos eran altos y fuertes. Era muy guapo, pero había mucho más en él que solo su apariencia. La fuerza de sus brazos, la vibración de su voz tranquila y su olor era suficiente para seducir a cualquiera. Pero Ross era para ella más que todo eso. Tan fácilmente había vuelto a caer, a retroceder a sus propias palabras. Capitular ante su propia decisión.

Demelza se alejó poco a poco y apretó la sábana a su alrededor.

Él sonrió, y ella estaba perdida y entregada de nuevo. Tuvo que devolverle la sonrisa y extender la mano para tocar el hoyuelo que se había formado en su mejilla. Y cuando su boca se cerró, y su respiración se entrecorto al colocar sus labios sobre sus dedos, ella se perdió en la lujuria de nuevo.

Se le escapó un gemido cuando su boca acarició su palma y muñeca. Hizo a un lado las sábanas mientras se acercaba a él, y entre los dos subieron su remera camisón por sobre su cabeza. Su mirada cayó de inmediato sobre sus pechos. Una mirada llena de adoración le dio ganas de reír. La estudió como si nunca antes hubiera visto un pecho. Sus ojos se movieron rápidamente para encontrarse con los de ella por un momento, estaba pidiendo permiso. Ella arqueó la espalda como respuesta y su boca se posó en su pezón, caliente y húmedo. Ross chupó, enviando olas de calor a través de su cuerpo.

Oh sí. Recordaba esto de su primera noche. El hormigueo de la anticipación. Era muy talentoso en el arte del juego previo, liberando su necesidad casi mejor de lo que ella podría hacerlo. Debía tener mucha experiencia en la cama, pensó, mientras sus dedos se abrían paso entre sus piernas. Estaba acostumbrada a tocarse en privado, pero su contacto era muchísimo más placentero. Sus dedos exploradores la levaron a un frenesí.

"Ay, Judas". Su cuerpo ya estaba abierto al anhelo de tenerlo. "Por favor." - jadeó. Quería que él la llenara de nuevo, que la cubriera con su cuerpo. Quería tenerlo muy cerca y que los dos se desvanecieran en la piel del otro. Tocó todo lo que pudo alcanzar mientras él seguía provocándola con sus dedos, pero ella quería mas. Quería sentir su piel sobre la de ella. Demelza lo tomó de la muñeca y tiró de él, agarrando el borde de su remera e intentando subirla por su pecho. Él se alejó.

"Quiero verte. Quiero ver todo de ti."

Arrodillado, se hizo hacia atrás para sentarse sobre sus talones.

"Mandona."

"Quiero sentir tu piel sobre la mía."

Ross cerró la boca y tragó saliva. Se levantó de la cama y se acercó a la lámpara. La luz de la mesita de noche y la ventana abierta iluminaban la habitación. Se quitó la remera y después de un momento para que ella pudiera admirar su pecho desnudo, se quitó los bóxers. A la luz de la lámpara pudo distinguir su forma. Hombros anchos, caderas estrechas. Pero sin detalles. Ross abrió el cajón de la mesita y de allí tomó un preservativo. Luego de enrollarlo se acercó a ella, piel con piel. Y ella se estremeció con la sensación de su cálida y fuerte forma sobre ella. Tanto calor concentrado. Ambos jadearon ante el contacto. Puso su mano en el interior de su muslo de nuevo, abriéndola de par en par.

"Por favor." Murmuró en su oído.

"Sí."

Con un empujón estaba dentro. Una respuesta perfecta y sustancial a su vacío. Ella sintió una pequeña incomodidad, pero desapareció cuando se movieron juntos. Él se sostuvo con su mano sobre su cabeza, la besó, la empujó con su cuerpo. Y Dios, era tan increíble como lo recordaba. Ross se movió dentro de ella, y Demelza se inclinó hacia arriba para encontrarse con él, atrayéndolo hacia ella. Pero incluso cuando la tensión aumentaba dentro de su cuerpo, no podía apartar los ojos de él.

De repente, se quedó quieto. Y ella, de mala gana, soltó el agarre de su cintura para que él pudiera salir de su cuerpo. Pero no se movió. Podía sentirlo todavía rígido y enorme dentro de ella. Pasó la lengua por el borde de su oreja y ella se estremeció con el calor de su aliento.

"Cosquillas." – murmuró.

"¿Muchas?" – preguntó él.

"Sí y no."

Todavía unido a ella, se inclinó y acercó su boca a su garganta.

"¿Aquí?"

"Oh… no."

Él salió de su cuerpo y ella gimió su decepción. Su boca y su aliento acariciaron suavemente sus costillas.

"¿Aquí?" - Preguntó, y su lengua rodeó su pezón.

"No. No hace cosquillas. Mmmm..."

Siseó entre dientes. Y el latido sordo y extraño creció una vez más. Lo quería dentro de ella otra vez, arqueó la espalda para mostrárselo. Pero él puso sus grandes manos en sus caderas y la mantuvo quieta. Su boca trazó su cuerpo, su lengua saboreó su piel. Abajo... oh no. Trató de cerrar sus piernas cuando entendió que el camino tomaba.

"¿Aquí?"

Ella soltó una carcajada cuando él metió la lengua en su ombligo.

"Ah, aquí..." – se burló, y presionó con su lengua en ese punto sensible que acababa de descubrir. Luego bajó la cabeza entre sus piernas.

Ella chilló. "¡Sí, ahí!" Estuvo a punto de decir que no quería su boca, pero eso habría sido una mentira horrenda.

Su calor esparció una sensación única que sólo había conocido con él.

"¡Oh, gloriosos cielos!" - susurró ella. - "¿Estás seguro de que quieres hacer eso de nuevo?"

Ross hizo una pausa por sólo un momento.

"Bastante, muy seguro. Sabes tan dulce, princesa."

"¡Judas! Las cosas que dices... oh…" – pero ya no era su intención hacerle cosquillas. La besó en los labios entre sus piernas. Ella intentando cerrarlas mientras él la invadía con su lengua, otra vez con una mezcla de risas, placer y cosquillas, retorciéndose sobre la cama. Se preguntó si alguna vez sería capaz de resistir reírse mientras él pasaba su lengua por su lugar más íntimo. La encendía, sí, pero también le daba muchísima gracia que él pudiera encontrar placer también en ello. Pero si a ella le gustaba besarlo ahí… Oh… No aguantaría mucho más, antes de que él se saciara Demelza agarró su cabeza y trató de empujarlo para que ya terminara. - "Eres tan bueno en eso." Intentó alabarlo, pero él gruñó y ella lo soltó de inmediato, otra vez presa de un ataque de risa que la hacía emitir pequeños gritos que seguramente si ella estuviera en su habitación podría oírlos.

Pero antes de que se acordara de aquello, Ross se detuvo y estuvo inmediatamente encima de ella. Gracias a Dios empujando, llenando el anhelo.

"Sí…" - siseó. Mientras la fabulosa presión se acumulaba, se extendía y explotaba de nuevo.

"Sí, Ross, sí... Solo así."

Él gimió.

Lo abrazó con fuerza contra ella, envolviéndolo en un abrazo con sus brazos y piernas. Sus cuerpo tocándose tanto como era posible.

Ella respiró un profundo suspiro que se esparció deliciosamente al exterior relajando por completo los músculos mientras Ross tensaba su espalda y empujaba con sus últimas fuerza una vez, y otra. Hasta que cayó rendido y pesado sobre ella, haciéndola sentir completa, como si su cuerpo unido al de ella llenara más que solo la necesidad de alcanzar el éxtasis.

Cuando abrió los ojos, vio que él la observaba y le sonrió. Las comisuras de su boca se movieron, casi una sonrisa. La miraba con tal intensidad que ella comenzó a preocuparse.

"¿Ro…?" – Pero antes de que pudiera terminar de decir su nombre él se movió, empujando sus caderas. Y su miembro, aunque flácido dentro de ella, creo un cosquilleo delicioso entre sus piernas y la parte baja de su abdomen. – "¡Judas!"

Y solo entonces se formó una sonrisa verdadera. Besó su nariz y cada uno de sus ojos, y luego rompió el lazo que los unía moviéndose fuera de ella y disimuladamente descartando en preservativo al piso a un lado de la cama, ya se encargaría de eso después. Por lo pronto todo lo que quería era volver a acurrucarse junto a Demelza.

"¿Te quedas aquí?" – Preguntó algo vacilante.

"Mmm…" – respondió mientras se acomodaba sobre su brazo estirado bajo su cabeza y se ponía de costado.

"Dijiste una noche."

"Dije una excepción." – le recordó. Pero en realidad no tenía ninguna intención de volver a dormir a su propia cama. No cuando el calor que emanaba de su cuerpo era tal que parecía que estaba abrazada a su propia estufita. Sería lindo pasar todo el invierno así… no pienses tonterías.

"Pues no tiene que ser una excepción…" -Ella le dio un pequeño empujón al costado del pecho y Ross rio, doblando su brazo tras su cabeza y atrapándola en un abrazo del que no hubiera podido salir aunque quisiera. – "No te podrás ir si yo no te dejo. Estas atrapada."

Solo para seguirle el juego, ella intentó zafarse, empujando sus palmas en sus hombros e intentando desenredar las piernas, pero se dio por vencida rápido a sus besos y risas que temblaban en su pecho. Suspirando, Demelza terminó prácticamente sobre él, besando su boca y su mandíbula, como si hubiera sido ella la que lo hubiera atacado.

"¿Así atrapas a las mujeres en tu cama?"

"¿Qué?" – Ross no entendió lo que quiso decir, mas que nada porque ella seguía dando besos sobre su barba. Ojalá no la tuviera tan crecida para poder sentir sus labios contra su piel. Se afeitaría al día siguiente sin falta.

"Todas las mujeres con las que has estado, ¿has sido tan ardiente también con ellas?"

Judas. ¿Porqué rayos estaba preguntando eso? En realidad lo que quería preguntar era si era así con la famosa Elizabeth a la que tanto amaba. Porque si era así con ella, y ella lo había dejado, pues…

"¿De verdad quieres hablar de otras mujeres en este momento? Pensé que esto era solo una excepción." – Respondió, visiblemente exasperado. Demelza dejó de besarlo y se bajó de él de nuevo a un costado. Vaya forma de matar el ambiente. – "Demelza…"

"Tienes razón. Eso… no me importa. Sólo decía porque, evidentemente sabes lo que haces…" – Dijo.

"Yo podría decir lo mismo de ti."

"No, no podrías. Porque yo no tengo tanta experiencia como tú."

"No lo parece."

"Judas."

"Judas… Judas… ¡Judas!" – se burló él y se abalanzó sobre ella de nuevo. Corriendo la sábana, de forma que sus pechos desnudos quedaron a la vista otra vez, pero no se detuvo en ellos. Solo se posó sobre ella, bajando hasta que estuvo pegado contra su piel y la besó.

Demelza dio una ligera palmada en su brazo, pero se entregó rápidamente. No tenía porque importarle las demás, quizás si hubiera algo serio entre ellos, pero esto era solo por una noche. Otra noche. De seguro no habría más.

"Judas." – "¡Judas!" – dijeron los dos al unísono cuando se separaron. Lo que le valió otra palmada en el brazo, esta vez más fuerte.

"Au…" – Ella frunció el ceño, al parecer preocupada de que hubiera sido muy fuerte, pero él le guiñó un ojo para indicarle que estaba bromeando. "¿Qué es eso? ¿Judas?" – Preguntó, volviendo a su posición anterior, sus cuerpos de costado con las piernas enredadas.

"¿Además del apóstol que traicionó a Jesús?... No lo sé. Es algo que mi mamá solía decir. Creo. Me acuerdo de ella en la cocina, cuando se quemaba o se le caía algo. Exclamaba ¡Judas!. O cuando mi padre se le acercaba por atrás en puntas de pie y la sorprendía… supongo que se me pegó."

"¿Cuántos años tenías cuando ella murió?"

"Catorce. Drake tenía cinco, era casi un bebé."

"¿Cómo…"

"Cáncer. Fue rápido. Al menos ella no tuvo tiempo de sufrir. Fue mi papá quien quedó destrozado. Todos en realidad, pero a él le afecto mucho más…"

"Debe ser difícil perder a la persona que amas." – dijo él, y vio como su mirada se desviaba hacia su pecho. Sus dedos se movieron lentamente y fueron a posarse sobre el nombre que tenía grabado sobre su corazón.

"¿Lo es?"

"Eso fue diferente, pero sí."

"Debiste quererla mucho, para hacer eso…"

"Sí..." - Ross tragó saliva. Se acordaba de aquel día, noche en realidad. Estaba algo ebrio, y estaba completamente enamorado de su novia. Había estado perdidamente enamorado de ella durante meses, hasta que al final le concedió una cita. Elizabeth Chynoweth, la modelo del momento. Y era perfecta, tal como se la imaginaba. Habían salido a cenar, luego a tomar algo y a bailar. Y no se acordaba porqué, pero en el club había un tatuador y ella le dijo que si de verdad la amaba, tenía que tatuarse su nombre sobre el corazón.

"Me parece ridículo." – la escuchó decir a Demelza. Deteniendo las caricias que estaba haciendo en su pecho. – "El nombre de tu madre, el de tus hijos, eso lo puedo entender. ¿Pero el de una novia? Que ni siquiera tu esposa…"

"La amaba." – Dijo él, de pronto algo a la defensiva.

"Él amor va y viene."

"No…" – Ella abrió mucho los ojos. Remarcando el hecho de que estaba en la cama con ella. Y Ross sacudió la cabeza. ¿Porqué estaban hablando ahora de Elizabeth? ¿El amor va y viene? ¿Eso era lo que ella pensaba? ¿Acaso no quería su gran historia de amor?

"Además, hay otras formas de demostrar que amas a alguien. Quiero suponer. Poner un sello en alguien y decir 'Es mío' parece un poco… posesivo." – Dijo, acentuando sus palabras con un gesto de su mano sobre el lugar donde tenía el tatuaje, como si estuviera marcando a una vaca con un hierro caliente.

"¿Cómo sabes que fue su idea y no la mía? Y, ¿has visto como se hacen los tatuajes o piensas que se marcan a fuego como al ganado?" – Ella puso los ojos en blanco.

"Pues es una idea estúpida."

"¿Siempre eres tan irritante después del sexo?"

"Solo estoy siendo honesta."

"No, tú siempre eres honesta. Pero ahora estás siendo exasperante."

Ella no pudo más que sonreír ante su elogio encubierto. – "Tú eres quien quería que me quedara aquí. Puedo volver a mi cama."

Ross lo pensó seriamente por un momento, levantando una ceja y mirándola fijo hasta que ella rio y amagó a levantarse.

"No. Está bien, quédate. Eres exasperante, sí. Pero lo compensas con otras cualidades."

"¡Judas!" – Ross rio y se acercó a su rostro pero ninguno de los dos estiró los labios. Y cuando él no se pudo resistir más, ella se apartó. – "¿Crees que te dejaré besarme después de lo que me dijiste? Tú no tienes muchas otras cualidades para compensar." – Ross soltó una carcajada.

"Eso es porque no me conoces."

"Te conozco lo suficiente… aunque tal vez tengas razón. No puedo saber lo que no me dices."

¿Significaba que ya no podría besarla si no le contaba lo que quería saber? Ross se acomodó contra la almohada, pensándolo por un momento.

"Bien… ¿Qué es lo que quieres saber?"

Ella se mordió el labio para no reírse, levantándose un poco encima, apoyó su rostro en su mano.

"Solo eso. Otras mujeres. Estuvo Elizabeth, pero ¿hubo alguien más especial antes o después?"

"Nadie tan especial como Elizabeth."

Por supuesto.

Demelza tragó saliva para disimular como esa frase dicha así despreocupadamente acababa de apuñalar su corazón, porque ella entraba en ese grupo de 'no tan especiales como Elizabeth'.

"Tuve otras novias antes… Dos más. Una en el colegio y otra en Cornwall también. Pero yo era muy joven…"

"Ahhh…"

"Esas fueron las relaciones serias. Después…"

"¿Después?"

"Ya sabes."

Sí , claro. Ya sabes, Demelza. Después todo fue sexo ocasional. Ella asintió.

"Ahhh…"

"No soy un depravado sexual ni nada." – Dijo, después de que un silencio los rodeó por un largo rato. – "Te lo dije antes. Salgo conozco a alguien… si se da…"

"Lo sé. Me lo dijiste. Solo, no lo sé. Supongo que yo no soy así por eso me cuesta entender lo del sexo casual… Hasta ahora supongo." - Ross giró su rostro para mirarla. – "No te preguntaré cuantas fueron, no te preocupes." – Dijo. Y él pensó, menos mal. Nunca le había dado importancia. Se divertía, de la misma forma que todos lo hacían. Igual que George, que Francis. Entonces ¿por qué ahora quería que ese número fuese menor?

"¿Qué hay de ti?" – Preguntó. Porque le pareció justo que si ella lo hacía sentir culpable, pues ella tenía que pasar por lo mismo también.

"Bueno. Yo si te diré con cuantas personas me acosté, porque fueron dos. Tom, salí con el durante el último año de la escuela. Fue mi primer beso y mi primera vez. Y luego Harry. Fue mi novio en la universidad. Y ahí se termina mi lista."

"¿Qué paso con él? ¿Con Harry?" – Ella alzó los hombros.

"Solo… seguimos caminos distintos."

No fue un rompimiento terriblemente descorazonador. Ella sabía que no era un amor para toda la vida. Sabía que no era el 'elegido'.

Ross asintió. Seguramente no la entendía. No cuando él seguía llorando por su ex más de dos años después. Bueno, llorando era una forma de decir. No estaba llorando en ese momento, en ese momento sus dedos se habían escabullido sin que ella lo notara hacia sus piernas y estaban trazando suaves líneas sobre su piel.

"¿Me encuentras muy... inexperta?"

Ross rio entre dientes.

"¿Lo eres?"

"Comparada contigo. Yo puedo contar mis parejas..."

"Hey, yo puedo contarlas también. Pero no es acerca de la cantidad, ni de la experiencia. Te encuentro... hermosa. Y sexy. Y divertida. Y no sé como ha sido para ti antes, pero para mí... rara vez es así. Si es que alguna vez lo fue."

Estuvo a punto de preguntar, ¿ni siquiera con Elizabeth? Pero lo dejó pasar. Si le creía o no, era otra cuestión. Después de todo, estaban desnudos en su cama ¿acaso podía decir otra cosa? Pero era así para ella. Hermoso, sexy y divertido. Y se le ocurrían muchos otros adjetivos más. Tierno, apasionado, repleto. Cariñoso... Mejor dejarlo ahí.

"¿Cómo - cómo fue para ti?" – Preguntó él, hundiendo su rostro un poco en la almohada, como si tuviera vergüenza. Y a eso se refería cuando decía tierno.

"¿De verdad me preguntas eso? Ross..." - dijo, llevando su mano sobre su mejilla, corriendo un mechón de cabello para mirarlo a los ojos. - "¿Tienes alguna duda de que no fue así para mi también? Te dije que no sabía como montar un show."

"Oh... sí que diste un gran show..." - Ross se acercó de nuevo para besarla y esta vez ella no se alejó. - "¿Entonces...?"

"Sí, Ross. ¡Fue increíble!" - Dijo para darle el gusto y dando vuelta los ojos.

Pero fue suficiente para Ross y se acercó a ella de nuevo. Era algo lastimoso de su parte andar buscando cumplidos, pero necesitaba saber si a ella le había gustado tanto como a él. Y al parecer por la forma en que lo besaba no le mentía. Su lengua exploraba su boca, sus manos sujetaban sus mejillas para que no se moviera mientras él apretaba todo lo que encontraba a su alcance. Sus brazos, su espalda, su trasero. Mierda, ya estaba duro de nuevo. Sus caderas moviéndose contra ella por voluntad propia.

Sin aliento, mientras besaba su cuello atrás de su oreja y ella lo enloquecía con sus uñas masajeando su cuero cabelludo, se atrevió a preguntar: "¿De verdad esta noche va a ser la única excepción?"


¿De donde habían salido todas esas carpetas apiladas sobre su escritorio? Sí, su trabajo consistía en diseñar edificios, pero no construirlos sobre su mesa de trabajo. Carpeta tras carpeta llena de la documentación de casi todos los proyectos que tenía actualmente el estudio. Cualquier otro día ver la cantidad de cosas que tenía que hacer le hubiera generado dolor de cabeza, pero no ese día.

Demelza se sentó sonriente en su lugar, quedando casi escondida detrás de la pared de documentación. Trató de apretar los labios y disimular, pero no podía hacerlo. Sonrió de oreja a oreja cuando sonó su celular y vio que era un mensaje de Ross. Había sido una noche que jamás olvidaría. Y no solo por el sexo, eso había sido increíble de por sí. Pero había sido mucho más que eso. Habían hablado, sin pelos en la lengua. Ella le había dicho muchas cosas que pensaba, incluso a veces hasta el punto que pensó que se ofendería, pero no lo hizo. La escuchó con atención, se defendió cuando tuvo que hacerlo, y aún así siguió contándole cosas. No sólo de mujeres, ese era un tópico que sortearon rápido, pero acerca de relaciones en general. Acerca de la familia. La suya, la de ella. Si era sincera le daba un poco de pena. Él parecía estar tan solo, pero era una decisión propia. Ross tenía familia, no sólo Verity, y descartemos a Francis, pero tenía a su tío, y una tía que vivía en Cornwall. Era algo. Las horas se hicieron cortas, principalmente porque en ningún momento habían dejado de tocarse. Nunca se habían vuelto a vestir. Durmieron desnudos y abrazados, y esa noche nació una intimidad que ella nunca había tenido con nadie. Tal vez si tuviera que compararlo con alguien, sería con Caroline. Claro que hasta cierto punto. ¡Ella no se dormía desnuda en los brazos de Caroline! Debería llamarla. Contarle. Ya escuchaba el 'Lo sabía' de su amiga en su cabeza.

El mensaje sólo decía "Princesa" y tenía un sticker de la Sirenita. Tuvo que apretar las piernas. Judas. Jamás se había sentido tan, disculpen la expresión, excitada sexualmente en su vida. Y eso que acababa de hacer el amor hacía menos de un par de horas. Ross dijo que la excepción se terminaba al terminar la noche, luego fue al levantarse y después al irse a trabajar. La había besado antes de salir, corrió hacia ella y la acorralo contra la puerta. Tuvo que arreglarse el maquillaje en las escaleras. ¿Qué le respondería? ¿Un sticker del príncipe Eric? No, él no era un príncipe. Lo tenía, el pescadito Flounder amigo de Ariel con cara de "¿Qué?"

Estaba riéndose sola todavía cuando apareció una joven tímida junto a su escritorio. ¡Al fin! Algo de ayuda.

En unos pocos minutos supo que se iban a llevar muy bien. Mary era una arquitecta recién recibida y ese era su primer trabajo. Le había causado una muy buena impresión en la entrevista. Se había preparado, no había hablado mucho pero parecía una joven responsable, y para cuando llegó la tarde la pila de carpetas se había reducido a la mitad. Eso iba a funcionar muy bien.

Una hora antes de salir, Ross le envió otro mensaje. Esta vez con una pregunta.

"¿Quieres salir a cenar?"

Demelza se quedó mirando el teléfono. Podría haber sido algo completamente normal, ya habían cenado juntos varias veces. En su departamento, claro, y aquella vez en el McDonald's. Pero esa simple pregunta, ¿significaba algo más ahora? Pero tuvo tiempo de dudar mucho. Un minuto después llego otro mensaje que decía:

"Como una cita."

Sonrió. Levantó la vista para mirar alrededor, le parecía que todo el mundo la estaba mirando. Pero nadie lo hacía. Todos su compañeros de oficina estaban concentrados y distraídos en su trabajo. Nadie se daba cuenta que su corazón se estaba por escapar de su pecho. Nadie notó la sonrisa que no podía disimular.

Siempre precavida, respondió: "Tu no tienes citas."

"Quiero tener una cita contigo." – Respondió inmediatamente él.

Ella se rio. Otra vez mirando alrededor para ver si alguien la había escuchado. La chica nueva la estaba mirando y le sonrió tímidamente, pero volvió su mirada rápidamente a la pantalla.

"Esta bien. ¿Adonde iremos?"

"A un lugar elegante. Te paso a buscar a las siete por tu casa ¿está bien?"

El muy tonto.

"Siete treinta. Así tengo tiempo de prepararme."

" 😘"

Judas.

"¿Todo en orden, Demelza?"

"¿Qué? Oh, sí. Verity, disculpa estaba distraída." - Tu primo me distrae.

Su jefa le hizo señas de que la siguiera a su oficina.

"¿Qué piensas de Mary?" – Oh, menos mal que quería hablar de eso y no de otra cosa.

"Es en encantadora. Y parece muy eficiente. Algo tímida, pero es su primer día después de todo, ya se acostumbrará. Por lo pronto ha sido de gran ayuda con todo lo que tenía atrasado."

"Sí. Siento que todo haya recaído sobre ti. Yo también estoy muy ocupada."

"Oh, sí, Verity. Por supuesto." – Ojalá no haya pensado que se estaba quejando o que insinuaba que ella no trabajaba igual que los demás. Demelza sabía que Verity era la que más trabajaba en todo estudio. – "Pero creo que con Mary me las arreglaré."

"Según como vayan las cosas, intentaré que tengas otro arquitecto a tu cargo también. Recuerda, tu eres su jefa, dispone de su trabajo como lo creas necesario."

Judas. Ella nunca había sido jefa de nadie.

"Gracias, Verity. Gracias por la confianza que estás depositando en mi."

"Te la mereces, querida. Y, cambiando de tema, ¿ya estás instalada en tu nuevo departamento? ¿Cómo te llevas con mi primo? Puede ser algo irritante a veces…"

"¡Oh, no!" – Dijo ella inmediatamente. – "Quiero decir, él es… genial. No tuvimos ningún problema por ahora." – salvo por el hecho de que durmieron juntos dos veces y esa noche tenían una cita. Evidentemente no lo encuentras irritante, Demelza.

Verity la miró de reojo. No le pasó desapercibido el color en las mejillas de su amiga al hablar de su primo, ni como sus dedos entrelazados se movían inquietos. Pero decidió no preguntar más.

"Me alegro. Hace días que no se nada de él, el muy desagradecido."

"Uhmm, está ocupado. Con Reuters, no tiene horarios fijos. Y además va a dar clases al centro de ayuda…"

"¿Dar clases? ¿Adonde?"

"Oh. Pensé que sabías. Da clases de carpintería a jóvenes con dificultades. Zacky, un conocido mío, lo ayudó a armar un taller. Es muy generoso de su parte, y los ayuda de verdad. Mmm, él te lo contará mejor. Tal vez deberías venir a cenar un día de estos. Así ves el departamento y Ross te cuenta al respecto."

"¿Sabes qué? Me encantaría, Demelza."


Demelza llegó a casa unos minutos antes de las siete. Menos mal que le había dicho de salir un poco más tarde o no tendría tiempo de arreglarse. Y quería arreglarse, hacer el esfuerzo para esa cita. Incluso cuando ya habían estado juntos, esto se sentía diferente. Especial.

Ross había sido claro, era una cita. Y Ross no tenía citas. Así que sabía que era especial para él también, si no ¿para que la habría invitado?

Ross estaba al teléfono cuando llegó. Era peculiar, ¿debería acercarse a darle un beso? ¿Adonde estaban parados exactamente? Besos a la mañana antes de salir, pero eso había sido parte de la excepción. ¿Esa noche? Esa noche era diferente. Así que optó por un leve movimiento con su mano. Ross le sonrió y movió la cabeza. Cortó un segundo después, antes de que ella atravesara el living rumbo a su habitación.

"Hola, princesa."

Ella frunció los labios conteniendo una sonrisa.

"Hola."

"Hablaba con el restaurante. Hice la reserva para las ocho treinta, ¿Te parece bien?"

"Sí. Estaré lista en media hora. ¿Adonde vamos?"

"Ah. Es una sorpresa." – Dijo mientras se acercaba lentamente hacia donde estaba ella. Ross no estaba vestido todavía. No hacía mucho que había regresado del trabajo. Sólo se había dado una ducha y se puso lo primero que encontró. Pero aún así, se veía tan guapo. Tenía esa virtud de que estar de entrecasa lo hacía parecer algo salvaje. Demelza suspiró cuando se detuvo frente a ella y llevó sus manos a su cintura. Levantó una ceja juguetona.

"¿Qué haces?"

"Te doy la bienvenida a casa después de la jornada laboral."

Los dedos de sus pies se retorcieron de solo pensar que tal vez, a partir de ahora, podrían darle la bienvenida de esa forma cada vez que regresara del trabajo. Pero se estaba adelantando.

Demelza dio un paso atrás y entrecerró los ojos.

"Está muy equivocado si piensa que lo voy a dejar besarme antes de la primera cita, señor Poldark. No soy esa clase de chica."

Ross rio, algo frustrado de que no lo dejara besarla. Pero probablemente era lo mejor, o llegarían tarde. Se sacudió los cabellos, lo que pareció gustarle porque se volvió a acercar rápidamente y le dio un beso en la mejilla. Se escapó antes de que pudiera reaccionar.

"¿Elegante, dijiste?"

"Sip."

Media hora después, Demelza se había bañado, depilado, secado el pelo, había hecho unos rulos con la buclera en las puntas de sus cabellos que ya se estaban desarmando, se había puesto la ropa interior de encaje más sexy que tenía, zapatos de taco aguja, y un vestido entre verde y azulado que se le ceñía al cuerpo y le llegaba casi hasta las rodillas. Se estaba maquillando en el espejo de su habitación, en el baño todavía había vapor y no quería arruinar su peinado. No sabía adonde se había metido Ross, pero mejor que no estuviera en su camino mientras corría por el pasillo. Mejor. Era una forma de decir. Desde que llegó había estado tentada de decirle que se olvidara de la cita y la besara de una vez. Tenía tantas ganas de estar con él, de abrazarlo, acariciarlo. Pero primero la cita, se dijo. Eso era lo que ella quería. Escuchó sonar el timbre. Era el portero eléctrico.

"¿Ross?" – llamó, asomándose al pasillo. Pero nadie respondió. El timbre sonó otra vez. ¿Quién podría ser?

Demelza miró la hora en su teléfono mientras iba a la cocina, eran las siete treinta y dos. ¿Adonde rayos estaba Ross? No la iba a dejar plantada ¿verdad?

"¿Si?" – dijo al tubo del portero.

"¿Demelza? Soy Ross. Ya estoy aquí."

Pero que…

"¿Ross? ¿Qué haces afuera?"

"Quedamos que te pasaba a buscar siete treinta, ya estoy aquí. ¿Acaso te olvidaste de nuestra cita?"

Demelza se sonrió y se apoyó contra la pared. Si que era un tonto. Un tierno y dulce tonto.

"No me olvidé. Ya estoy lista, ahora bajo."

"Abrígate que hace frío."

Bajó, envuelta en su tapado negro y una bufanda azul que hacía juego con su vestido. Ross estaba esperándola en el lobby del edificio por que hacía frío de verdad. Tenía puesto un sobretodo oscuro, pantalones de vestir y zapatos lustrados. Y pequeño ramito de flores en su mano. Ella iba cubierta también, pero sus piernas y zapatos altos se asomaban y él la miró apreciativamente, sonriéndole cuando sus miradas se encontraron y ofreciéndole las flores.

"De verdad, no debías molestarte." – Dijo. Pero secretamente le encantó el gesto. Era una cita, y empezaba como una cita de verdad. Sin importar qué vivieran juntos, o que juntos iban a volver al mismo departamento.

"No es molestia, al contrario." – Dijo él. Demelza se veía muy bonita. Ella era muy linda, pero esa noche se veía más hermosa que de costumbre. Se había arreglado, llevaba maquillaje y tacos altos, y se había echo algo en el pelo también. Y sus piernas desnudas indicaban que llevaba puesto un vestido corto que se moría por ver. Se sonrojó al tomar las flores. Las había comprado a la salida del trabajo y las había ocultado en su habitación. Era algo cursi, pero pensó que le gustaría. Y no estaba equivocado.

"Gracias. Son muy bonitas." – Dijo ella.

Ross ya había ido a buscar el auto y lo había estacionado al frente, como lo haría una cita de verdad. Era una cita de verdad. Hacía años que no tenía una. No desde…

Se deben estar preguntando ¿Porqué la había invitado a una cita? ¿Porqué específicamente le había aclarado que era una cita?

La respuesta era sencilla. Ella le gustaba. Pero no era solo una fijación vacía. Sólo atracción física. Ross la quería, ella era su amiga. Y él sabía cuán importante era su amistad para ella, porque también lo era para él. Y luego de la noche anterior, y la de la semana pasada, era lo menos que podía hacer. No quería que ella pensara que era una más. Que para él era como Margareth, como ella decía. Demelza era especial. Cualquiera se daría cuenta de ello. Y si bien ya la conocía bastante, quería saber más de ella. De su amiga y de esa mujer con la que había compartido dos noches increíbles. No iba a ser hipócrita, quería conocer más de esa mujer. Esa mujer lo volvía loco persiguiéndolo en sus sueños, y cuando estaba despierto también. Pero ella había dicho que era una excepción, lo que significaba que no ocurriría muy seguido. Si es que volvía a ocurrir. Y él quería asegurarse de que sucediera de nuevo. Pero ella quería más. Y tal vez él podría arriesgarse a dar algo más otra vez.

Charlaron animadamente mientras cruzaban la ciudad. Mayormente sobre sus hermanos y a que se dedicaba cada uno, y las travesuras que hacían cuando eran pequeños. Y no tan pequeños. Sin pensarlo, él comenzó a contarle una anécdota de su hermano Claude, de una vez que los dos se habían escondido en el ático y como habían asustado a su madre que no sabía adonde estaban.

"Espera, ¿Quién es Claude?"

"Mi hermano."

"¿Tienes un hermano? Nunca lo mencionaste."

Ross nunca hablaba de él, no se percató cuando comenzó a hacerlo.

"Tenía un hermano. Murió cuando yo era un pequeño."

"Oh, Ross…" – Demelza se giró en el asiento para mirarlo. Pena escrita en todo su rostro. Por eso no le gustaba hablar de él.

"Fue hace muchísimo tiempo."

"¿Cuántos años tenías?"

"Seis."

"¿Y él?"

"Nueve."

"¿Cómo murió?"

"Estaba enfermo. Leucemia." – dijo mirando al frente, y sujetando con fuerza el volante. Se habían detenido en un semáforo. Sintió la tibieza de su mano sobre su brazo, se había quitado el sobretodo para manejar.

"Lo siento mucho, Ross. Debe haber sido muy duro para ti y para tus padres."

Demelza no dijo más. Obviamente le era muy doloroso hablar de eso y no quería hacerlo. Pero luego de que el semáforo les diera luz verde y avanzaran un par de cuadras, Ross continuó sin que ella le preguntara nada.

"Fue más difícil para mi madre. Después de que el muriera, ella enfermo también. Yo no entendía porqué, no sabía que tenía. Incluso años después, siempre estaba triste. No recuerdo haberla visto sonreír después de lo de Claude, y nadie nunca volvió a hablar más de él. Papá hizo lo que pudo, pero cuando ella murió, creo que sintió alivio. Como si hubiera sabido que ella prefería estar con Claude a quedarse aquí con nosotros."

Ella volvió a apretar su brazo. Su mano no se había movido.

"Eso no es verdad." – Dijo después de un rato tan largo que ya casi estaban llegando. – "Solo, no es así. Ella te amaba. Y punto."

"Sí, pero si era así ¿Por qué yo no era suficiente?" – dijo casi en un susurro. ¿De qué rayos estaba hablando? Se sacudió la cabeza para ahuyentar esos pensamientos que no tenían ningún sentido en ese momento. Demelza lo observaba en silencio. Él le sonrió para cortar el ambiente de tristeza que había inundado la cabina del Mercedes. – "No pusimos música." – dijo, pero en realidad no había sido necesario. Su conversación más que suficiente.

Demelza miró hacia afuera por la ventanilla y el vidrio de adelante, habían cruzado la ciudad y llegado a la parte moderna.

"¿Adonde vamos exactamente?" – Preguntó. La melancolía quedó atrás. Él había dicho más de lo que pretendía y ella no quería arruinar su cita insistiendo. Sentía pena por él, sí. Pero también se alegraba de que hubiera compartido algo tan personal con ella. Ross levantó las cejas.

El restaurante era más que elegante. Era posh. No se sorprendería si alguien de la realeza estuviera cenando allí. Era en el piso treinta cuatro de un moderno rascacielos y la vista era impresionante. Pero más que por el paisaje, sus ojitos brillaron más cuando ella se quitó el tapado y Ross por fin pudo ver lo que llevaba puesto. Demelza lo vio lamerse los labios, ella torció la cabeza sonriendo. Se veía asombrosa, y él no era el único que lo pensaba. Vio a un par de hombres mirarla de reojo también, y Ross se apresuró a colocarse a su lado, apoyando una mano en medio de su espalda mientras esperaban por su mesa.

Cuando se sentaron frente a frente en una mesa cerca de la ventana, Ross no podía quitar su mirada de sus pestañas. Parecían infinitamente largas y oscuras. Llenas. Enmarcaban sus ojos claros y le daban una profundidad tal que parecía que podía sumergirse en ellos. Lástima que no trajo la cámara, la había dejado en el auto.

"Te ves muy bella, Demelza." – Dijo él, mientras ella abría la carta que el mozo acababa de dejar a su lado. Ella frunció la nariz. – "Siempre te ves linda, solo que ahora…" Ross hizo un gesto en el aire en su dirección. De repente sintió calor en las mejillas. Era extraño. En sus casi treinta años había aprendido a hacer cumplidos a una mujer sin sentirse avergonzado, y sin embargo aquí estaba.

"Gracias, Ross. Pensé que debía de hacer un esfuerzo. Quiero decir, usualmente me arreglo para salir a citas. No quería que te sintieras menos que el contador." – Dijo ella.

"Me alegra saber que al menos me tienes tanta estima como a él."

Ella rio, aleteando su pestañas.

"Tú te ves muy guapo también."

Otra vez el calor en sus mejillas.

"Cuando terminemos podemos ir a caminar un rato. Tengo la cámara en el auto, así te podré sacar algunas fotos."

"¡Judas! ¿Para qué? Ya deja las tonterías y elige que vas a beber."

Ross volvió a reír. Contrariamente a lo que había pensado en los últimos años, se sentía relajado. Cómodo, bromeando con Demelza quien abrió mucho los ojos cuando vio el precio de los platos.

"Pagaremos mitad y mitad."

"No…"

"No te lo estaba preguntando. Mitad y mitad. Sé que no ganas tanto, si aquí acostumbras a traer a tus citas vas a quedar quebrado."

"Sabes que esta es la primera cita que he tenido en años, ¿verdad?"

Eligieron los platos con mucho cuidado. Demelza no quiso que ordenarán lo mismo así los dos podrían probar del plato del otro. Lo que estaba bien por él, y así podrían seguir con esa costumbre que habían adquirido hace poco de que ella le diera de comer en la boca. Ross eligió la botella de vino, aunque él sólo tomaría media copa. Resulta que Demelza no sabía manejar.

"No es necesario manejar en Londres. Llegas más rápido a cualquier lado si tomas el subte." – había dicho.

"¿Pero que hay de Cornwall? No puedes no tener un auto en Cornwall."

Ella levantó los hombros.

"Siempre me las arreglé. Mi hermano Sam trabaja en un taller y sabe de autos. Me quiso enseñar pero era más fácil si solo me llevaba adonde quería ir."

"Sam. ¿Él es mayor?"

"No. Yo soy la mayor. Después viene Luke, Sam. William, John, Robert y por último, Drake."

"¡Wow! ¿Siete hijos? Es impresionante."

"Irresponsable, querras decir."

"¿Cómo es que…?"

"Mi mamá era muy joven cuando quedó embarazada de mi. Venía de una familia muy humilde, y supongo que no sabía mucho acerca de métodos anticonceptivos. Y se querían mucho… pero no me hagas pensar en mis padres teniendo sexo." – Dijo con voz aguda, como si de repente se diera cuenta y la noción le resultara repugnante. Bebió un sorbo de su copa, y Ross no pudo contenerse más. La cámara de su teléfono tendría que bastar.

Le tomó un par de fotografías mientras bebía y ella hacía caras detrás de la copa. Luego él se estiro para acomodar un mechón de cabello sobre su mejilla, y ella le sonrió dulcemente con la mano debajo de su barbilla.

"Así que… una pregunta que se me acaba de ocurrir y es totalmente desubicada…"

"¿Qué?"

Miró alrededor, para asegurarse que nadie la escuchaba.

"Ehrmm… no, mejor no." – se arrepintió. Eso le podría traer problemas.

"¿Qué? Ahora tienes que decirme. ¿Qué ibas a preguntar." – insistió él con curiosidad, sus mejillas se habían coloreado y aprovecho para tomar otra fotografía. "¿Demelza?"

"¡Está bien! Solo, esto de la fotografía. Ya se que fotografiabas modelos y eso. Pero… ¿alguna vez fotografiaste a alguien… en una situación… más personal?"

Ross abrió mucho la boca y simuló estar en shock por su atrevida pregunta.

"¡Ay, Judas! Olvídate que dije nada." – pero Ross soltó una carcajada, y ella intentó ocultarse detrás de una servilleta. De reojo vio como algunas de las personas elegantes y seguramente muy ricas que estaban cerca se voltearon a verlos al escuchar su risotada. – "Shhh…" – justo entonces el camarero trajo sus platos. Cuando se fue, Ross le dijo:

"¿Curiosidad? ¿Acaso es una propuesta?"

"¡No! Solo… preguntaba. Esto se ve delicioso…"

"Sí. Y sí, sí quieres saberlo. He tomado fotografías más personales, pero no como tu te imaginas. Solo, solo como cualquiera. Nada de desnudos ni eso si eso quieres saber."

"Oh…"

"¿Qué? ¿Decepcionada?"

"Noup." - Que mente retorcida tienes, Demelza.

"Claro que, podría estar mintiendo. Si lo hubiera hecho, jamás se lo diría a nadie. Es algo privado entre una pareja."

Demelza se lo quedó mirando.

"Bromeó contigo, princesa."

"Judas."

Disfrutaron de su cena, Ross se salió con la suya y Demelza le convido de su plato dándole en la boca. Él hizo lo mismo. Riendo y conversando todo el tiempo. Y a veces solo quedándose callados y mirándose a los ojos, regalándose sonrisas cómplices y miradas repletas de deseo. O tal vez era la copa de vino que se había tomado. No, aún estaba algo llena.

Estaban esperando el postre cuando de repente Ross tomó su mano entre las suyas. ¿Qué estaba haciendo? Sintió su corazón oprimirse en su pecho. Todo había sucedido tan rápido ese día que no había tenido oportunidad de detenerse a pensar. En él. En ellos. En su cita, que era por mucho, mucho mejor que cualquier cita por Tinder que hubiera tenido hasta entonces. Ross le gustaba, mucho. No solo por su aspecto físico, cualquiera podía ver lo increíblemente atractivo que era. Le gustaba porque con él, podía ser ella misma. Sí, esa noche se había arreglado y preparado como para cualquier otra cita. Pero era distinto con él, con Ross ella no tenía que aparentar porque él ya la conocía. Tanto como se puede conocer a una persona en algunas semanas al menos. Pero ustedes entienden. Se llevaron bien desde el momento en que se conocieron. Desde entonces no habían hecho más que conocerse, mostrarse tal cual eran. O al menos, ella lo había hecho. Pero creía que él también. E incluso en los momentos que debieron ser incómodos, no lo habían sido. Siempre encontraban una salida graciosa que desviaba la tensión, incluso cuando tuvieron sexo. Y eso también, era un gran plus. ¿A quien quería engañar? Lo quería. Su corazón latiendo con fuerza en su pecho lo hacía por él. ¿Existía alguna posibilidad de que él sintiera lo mismo por ella?

Hasta ese momento, quiso creer que sí. Pero después…

Su corazón dio un salto cuando Ross llevó sus manos entrelazadas a sus labios y dio un beso sobre sus dedos. Pero un segundo después, antes que pudiera siquiera formar una sonrisa en su boca notó como su mirada se desviaba de ella hacia algo a su espalda. O a alguien.

Tal como estaban sentados, ella le daba la espalda a la entrada del restaurante y hacia allí miró Ross. Una vez y otra. Y una vez y otra besó su mano. Demelza giró la cabeza para ver, Ross murmuró un "no…" pero ya era tarde.

Elizabeth estaba allí, por supuesto. Junto a un hombre mayor. Demelza quitó las manos de las de Ross instintivamente, aún sin procesar lo que había ocurrido. Se enderezó, no se había dado cuenta que estaba casi recostada sobre la mesa queriéndose acercarse a él. Ross hizo lo mismo. Antes de que se dijeran nada, el hombre se acercó adonde estaban.

"¿Ross?"

"Tío."

"Ahh, sí que eres un ingrato, muchacho. Pero me alegra verte de todos modos." – Dijo, y se acercó con los brazos abiertos. Ross no tuvo más que ponerse de pie para saludarlo. El hombre lo abrazó. Elizabeth estaba de pie junto a ella, y no se le escapó como Ross la miró mientras abrazaba a su tío. Cuando se separaron el hombre se giró para mirarla a ella.

"Tío, te presento a mi novia, Demelza Carne. Elizabeth ya la conoce."

¿Qué? ¿Novia? ¿Acaso seguían jugando a eso?

"Mucho gusto, Señorita Carne." – Dijo el hombre, extendiendo la mano para que ella la estrechara. Lo que hizo, intentando simular una sonrisa y murmurando un "Encantada." Luego vino el turno de Elizabeth, que la saludó besando sus dos mejillas, de la misma forma que lo saludó a Ross. A quien vio cerrar los ojos y creyó aspirar su perfume cuando la tuvo cerca.

Era como si hubieran llegado con un alfiler a reventar su burbuja. ¿Qué rayos estaba pensando? ¿Qué Ross podía sentir algo por ella cuando todavía estaba llorando por esa mujer? Judas. Que idiota, adolescente había sido. Una tonta romántica que creyó que este hombre se había olvidado de su antiguo amor y se había enamorado de ella. Rayos. No era eso, no era Ross. Él siempre fue honesto. No quería compromisos. Fue ella quien se hizo ilusiones. Ella la que rompió su propia regla y se dejó llevar. De repente lo vio claro. La cita. Él no quería que ella se sintiera mal por haberse acostado con él. Probablemente pensó que si la invitaba a salir dormirían juntos de nuevo. No estaba equivocado, la ropa interior de encaje que tenía puesta le daba la razón.

"… por supuesto tu puedes venir también, Demelza." – la voz de Elizabeth la sacó de su ensimismamiento. ¿De qué hablaban? Del bendito bautismo, de seguro. Todo lo que quería era salir de allí.

"Por supuesto." – el tío Charles estuvo se acuerdo. – "No aceptaré excusas, muchacho. Será todo un evento de sociedad. La llegada de un nuevo Poldark no se merece nada menos, aunque tardaron un poco en decidirse. Pero eso no importa ahora. Somos familia, y todos debemos estar allí. Tú incluido, ya déjate de tonterías…"

"Lo pensaré." – Dijo Ross, que estiró su mano para tomar la de ella, pero ella se hizo la que no lo vio. No podía creer que quisiera seguir con esa pantomima. Por algún motivo, ahora no quería seguirle la corriente. – "¿Dónde está Francis?"

"Ahhh…" – el rostro del hombre se distorsiono por un momento. – "ya debe estar por llegar. Supongo. Tal vez deberíamos decirle al mozo que arrime otra mesa…"

"No, Charles. Ellos están en una cita." – Dijo Elizabeth en voz baja a su suegro. Por la forma en que la miraba, por un momento creyó que Ross iba a decir que no importaba, que se quedaran con ellos.

"Ah, sí, sí. Es una mujer muy perceptiva…" – y luego dijo algo al oído de su sobrino, que Demelza no llegó a escuchar.

Lo que dijo fue: "Lastima que tu primo no se dé cuenta." – y añadió: "Bien, los esperamos en el bautismo de Geoffrey Charles. Y cuando quieras pasar por la empresa, Ross. De seguro podemos encontrar un lugar para ti." – palmeando su hombro.

"No creo que eso sea necesario, tío."

Elizabeth los volvió a besar antes de irse a su mesa. A ella seguro para disimular la forma en que lo besó a Ross, arrastrando sus dedos por su brazo. Era doloroso de ver. Y algo humillante. Apenas Elizabeth y el tío Charles estuvieron lo suficientemente lejos y cuando Ross se sentó de nuevo, ella se puso de pie. Tomó su tapado y su cartera, y se dirigió con prisa hacia los ascensores.

"¿Demelza?" – lo escuchó llamarla. Al final, no ayudó con la cuenta.