Capítulo 25
Transcurrieron casi tres semanas desde aquella noche. En ese tiempo, varios cambios se habían sucedido en el departamento. El gran mueble hecho por Ross, diseñado por Demelza y pintado por Drake ya estaba en la sala. También el escritorio que perteneció a su padre. Sobre él, Ross había colocado un computador nuevo y una impresora de alta definición. También había traído una de las mesitas que los chicos habían hecho para la televisión. Había guardado todos su libros y carpetas, y Demelza también había colocado algunos de sus libros en el gran mueble, había lugar de sobra. Juntos habían elegido tres fotografías que él imprimió en tamaño grande y que Demelza envió a enmarcar, y ahora estaban colgadas sobre la pared blanca. Ross había ordenado su habitación también, ya no quedaba ninguna caja de las de la mudanza. Ella había comprado una gran alfombra y entre los dos habían movido el sofá y la mesita para ponerla debajo. Una tarde Demelza volvió con una bolsa de una casa de decoración con varios porta velas, velas, un centro de mesa y algunas flores, y le había preguntado cuales le gustaban. Los había ubicado con mucho cuidado sobre las superficies de la sala. Se veía bien. Tenía estilo, ese estilo que Demelza había intentado plasmar en los renders desde antes que él comprara el departamento. Le parecía hogareño, lo que era apropiado puesto que era su casa. Aunque era muy consciente de que si hubiera estado solo no habría quedado igual. No, su departamento tenía sus toques mágicos por todos lados. Y Ross estaba de acuerdo con ello.
No que quisiera complacerla y decirle que sí a todo después de aquella noche, Demelza no era así de fácil de conquistar. Pero lo menos que quería era que dejara de estar enojada con él. Que lo estuvo y mucho durante algunos días, aunque ella intentara ocultarlo.
¿Qué qué había ocurrido aquella noche?
Ella se fue, salió corriendo. Y él salió tras ella, pero el recepcionista se interpuso en su camino y el elevador estaba en ese piso y se cerró justo detrás de ella. Fue como si lo hubiera calculado. Si su tío y Elizabeth los vieron, no lo supo. Sí se encontró con Francis, después de pagar, bajó del ascensor al que él entró apresurado. No se dijeron mucho, todavía creía que Demelza podría estar esperándolo junto al Mercedes así que no le prestó mucha atención. No estaba, por supuesto.
Era cierto eso de que en subte se tarda menos en atravesar la ciudad que en auto. Cuando llegó al departamento, hacía rato que Demelza ya estaba en pijama, pantuflas, sin maquillaje, con el cabello en un rodete y cubierta con una bata. O al menos así salió de su habitación luego de que él golpeara insistentemente con el ramo de flores que había dejado en el coche en la mano. Cuando por fin abrió la puerta – después de un interminable "Hablamos mañana." "No, debemos hablar ahora." "Es tarde, quiero dormir." "No es tan tarde." "No quiero hablar contigo en este momento." "Lástima, porque yo quiero hablar ahora y no dejaré de golpear la puerta hasta que me abras." – apretando la bata a su alrededor y saliendo al pasillo, cerró la puerta de su habitación tras ella y se apoyó en la pared cruzando los brazos sobre su pecho. Todos sus gestos, apariencia y movimientos parecían gritar ¡No te vas a acostar conmigo esta noche!, y ok, eso ya lo tenía perfectamente claro. No estaba seguro exactamente de cual era el motivo preciso de su enojo, pero tenía claro que podían ser varios.
"No soy tu novia. Seamos claros en eso." – Ah, motivo número uno. – "Te dije que ya no quería seguir con eso. Con la pretensión de que soy tu novia para engañar a tu ex. Para darles celos…"
"No es así." – se defendió él. Pero viéndolo como lo veía ella… Él la había invitado a cenar, a tener una cita, porque quería pasar más tiempo con ella. Quería salir con ella. Por primera vez en años, quería tener algo más que sexo con una mujer. No sabía qué exactamente. ¿Algo serio? No lo sabía aún, era muy pronto. Le gustaba, mucho. La quería, la apreciaba y quería charlar con ella. Conocerla más, mucho más de lo ya la conocía. Quería besarla y acariciarla. Bueno, y sí, sabía que para hacerlo de nuevo debía ofrecer algo más y estaba dispuesto a hacerlo. Y la noche iba excelente, hasta que apareció ella.
Fue algo instintivo y extraordinariamente estúpido. Tomó su mano y la besó. Porque quería hacerlo, pero también porque quería que Elizabeth lo viera. Que observara que él también estaba rehaciendo su vida.
Demelza puso los ojos en blanco, inclinó su rostro hacia abajo.
"No sabía que nos cruzaríamos con ellos."
"Eso espero. De otra forma sería muy retorcido."
"Demelza… lo siento. ¿Ves porqué no quiero saber nada de mi familia?"
"Tu tío fue muy amable contigo, a pesar de que no te comunicaste con él desde que volviste. Pero, mira. Ese no es el punto, no es algo que me interese. Si tu quieres estar solo, bien, es tu decisión. Pero yo no tengo porque estar en el medio de una mentira."
"No es así…"
"Es así. Tú aún la amas, y no pretendo que te enamores de mi, pero esto no es definitivamente lo que yo quiero."
"¿Y que si no puedo darte lo que tu quieres?"
"No te lo estoy pidiendo…" – Dijo y se detuvo para calmarse. – "Puedes darme tu amistad, que es lo que realmente me importa. De esa forma no habrá confusiones."
"¿Pero que hay si yo quiero más?"
"Puedes conseguir lo otro en otra parte." – había dicho y se había vuelto a meter en su habitación.
No era eso lo que él había querido insinuar. Aunque él mismo no estaba seguro de lo que ese 'más' quería decir. Pero no es que tuvo otra oportunidad para averiguarlo.
Durante años Ross creyó que no quería 'más' con nadie. Su amor por Elizabeth había sido tan completo y arrasador, y eventualmente devastador, que no creía que esa clase de sentimientos se repitiera dos veces en la vida. Y efectivamente, no era así con Demelza. Su relación, si se podía llamar así, era mucho más calma. Más armoniosa y serena. Coloreada por explosiones de pasión, y ahora algo manchada por la misma razón que lo había hecho huir al otro lado del mundo donde se suponía debía superar el desengaño. Mierda. Que maldito eres, o lo estás. ¿Por cuánto tiempo más vas a seguir penando por ella? ¿Porqué cada vez que la veía creía encontrar en sus ojos el mismo candor que tenían cuando estaban juntos cuando era claro que para ella ya se había terminado todo? Porque todo estaba terminado, ¿no era así? Tenía razón, Demelza. No era justo que ella estuviera en el medio cuando él todavía se sentía así. Porque podía estar seguro de que se había terminado, pero no por eso podía evitar que su perfume al tenerla cerca le pusiera la piel de gallina… Detente.
Demelza permaneció distante durante los primeros días, evitándolo, llegando tarde del trabajo, respondiendo a sus mensajes con monosílabos. Él intentó hablar con ella de nuevo, quería ser honesto. Quería decirle que nada existía con Elizabeth ya y que ella le gustaba, que él la quería y la apreciaba y que si se seguían conociendo tal vez… Pero cada vez que abordaba el tema ella lo disuadía con un "No es necesario." "Lo que pasó, pasó. Intentemos seguir como antes." Pero no era para nada sencillo.
Primero porque ella le gustaba. Y te puede gustar una mujer que ves cada tanto, quizás en el trabajo o alguien que conoces en un boliche. Pero cuando esa mujer vive contigo, y se pasea delante de ti en pantuflas o pijamas ridículos, terminas por encontrar cada detalle absolutamente adorable. Segundo, el enojo fue cediendo con el correr de los días. Ella volvió a ser más su amiga Demelza, esa con la que podía hablar durante horas y contarle cualquier cosa. Y así se encontraron más una vez, hablando en la mesa después de cenar hasta entrada la madrugada. Hasta que ella se daba cuenta la hora que era y se despedía con un buenas noches. El beso y el abrazo parecían quedar flotando en el aire. No, eso no había vuelto a ser lo mismo. Nada de arrumacos inocentes. Más bien encontronazos incómodos en el pasillo camino al baño. Y con incómodos me refiero a que una mañana temprano se lo cruzó apenas él se despertaba y estaba, bueno… había soñado con ella. Demelza se había metido rápidamente a su habitación. Tercero, era una gran compañera de piso. Estricta, pero genial. Pasadas unas semanas desde que habían comenzado a vivir juntos, ya tenían una rutina para quien preparaba la comida, quien lavaba los platos, quien limpiaba la sala y el baño. Ambos hacían todo, alternándose, pero el cronograma no era inflexible. Si alguno estaba con mucho trabajo y no llegaba a hacer algo, el otro lo hacía sin reproches. A él particularmente le gustaba preparar la cena aún en los días en que no le tocaba, y como Di se tenía que levantar temprano, también se encargaba de limpiar la cocina. A cambio ella dejaba la sala y el baño brillantes como un espejo.
Ahhh, sí. Eso ocurrió durante esas semanas también. Fue sin duda el momento más íntimo que compartieron en esos días, aunque nada comparado con antes, por supuesto.
Fue en esos días en que todavía ella actuaba distante. Él la llamó para cenar, asomándose a su habitación. Estaba recostada sobre la cama con la televisión encendida y el celular al oído.
"Es Ross." – Le dijo a la persona con la que hablaba.
"Ya está la comida." – repitió él.
"Que ya esta la cena. Sí, aguarda." – sacándose el teléfono del oído, le dijo: "Caroline te manda saludos."
"Oh, dile hola de mi parte. Y a Dwight."
"Estoy viendo algo, comeré más tarde."
"Puedes ver lo que quieras en la tele del living."
Creyó que puso los ojos en blanco.
"Ross dice hola, y a Dwight. Tengo que colgar, Caroline. Hablamos después ¿sí?"
Demelza estaba viendo un especial sobre la realeza. No es que estuviera de acuerdo con la monarquía, pero había algo en la familia real que le resultaba fascinante, como a la mayoría de los ingleses. Seamos sinceros, si la familia real no generara tantas portadas de revistas, hace rato hubiera desaparecido. En esa ocasión el programa era sobre Charles, Diana y Camilla. Vaya trío. Demelza tomó su plato y su vaso de jugo y se fue a sentar al sofá a seguir mirando, Ross se sentó a ver la tele también. Aunque se ubicó en la otra punta del sofá. Comieron en silencio, Demelza no creía que a él le resultara interesante. Fue cuando mostraban a una Diana joven que lo vio mover las piernas, era una joven tan refinada.
"Ella es como tú."
"¿Disculpa?"
"Mira." – Dijo señalando la pantalla – "¿No dijiste que solías cuidar niños en un jardín?"
Demelza volvió a mirar la televisión. Los fotógrafos perseguían a una jovencísima e inocente Diana a su trabajo en un jardín de infantes.
"Oh… supongo que en eso…"
"Y en que las dos son princesas."
"Esas son tonteras." – Dijo, llenando su boca con dos ravioles. Ross rio, hacía días que no lo hacía, y meneó la cabeza.
"¿Y ahora qué?"
"Demelza. Diana. Las dos empiezan con D… Lady Di. Princesa Di…"
"Shhh…"
Ross continuó riendo en silencio.
Esa noche antes de irse a dormir la saludó diciendo "Buenas noches, Di." - Ella dio vuelta los ojos, pero sintió ese calor tan familiar invadir su pecho. Di. Princesa.
"¡Ross! ¿Ya estás aquí?" – Lo llamó una tarde al llegar.
"Sí, estoy aquí." – Estaba en el lavadero, doblando su ropa seca. Al asomarse la vio cargando dos grandes bolsas. – "Te ayudo."
"Gracias. Verity vendrá a cenar, llegará en eso de una hora. Hace semanas que lo venimos postergando."
"Oh. Que bien. Hablé con ella la semana pasada, me dijo que quería venir."
"Pues hoy tenía la noche libre. Pasé por la rotisería, compré ravioles, crema y brócoli para una salsa. Oh, y hongos también. Iba a comprar algo hecho para el postre, pero pensé que mejor preparaba algo yo. Pero no hay tiempo ¿verdad? Puedo bajar a la pastelería…"
"Yo me encargo de la comida, tu prepara el postre tranquila. Creo que hay tiempo, ¿Qué pensabas hacer?"
"Una roulade."
Ross abrió mucho los ojos. "Te diría que no te tomaras tantas molestias, pero adelante. Ya se me hace agua la boca."
Trabajaron en la cocina uno junto al otro. Demelza sacó su gran batidora de pie que hasta entonces no había utilizado, y batió el merengue que luego metió al horno. Recién entonces se pudo relajar un poco. Ahora necesitaba hacer una crema de limón para el relleno y para eso necesitaba una hornalla, que era donde estaba él.
"Ups. Permiso." – Demelza se ubicó a su lado, revolviendo una cacerola. Él le sonrió y le guiñó un ojo, ella frunció los labios en una sonrisa también.
"Huele delicioso."
"La salsa también… esto lo enrollare más tarde, le daré tiempo para que se enfríe o será un desastre."
"Mhmm… ten, prueba esto."
Ross tomó con una cuchara un poco de la salsa de la olla. La sopló para que se enfriara un poco, y la acercó a su boca.
Intentando no dejar de revolver, ella probó de la cuchara.
"Mmm… está riquísima."
"¿De verdad? ¿No le falta sal y algo pimienta?"
"No. Así está perfecta."
¿Ven cuan difícil era? Allí de pie, uno junto al otro, solo cocinando. Demelza mirándolo con sus ojos claros, relajada, contenta porque vendría su amiga. Eso lo ponía contento también a él. Pero también generaba ese cosquilleo en sus dedos, esas ganas de pasar su brazo por sus hombros y abrazarla, acercarla a él. Esas ganas de besarla.
"Ross. Creo que debo advertirte."
"¿Mmm, qué?"
"Creo que Verity viene a hablarte del bautismo. Es este fin de semana. Ha estado muy ocupada con los preparativos."
"¿De verdad?" - ¿No eran las madres las que se ocupaban de eso?
"Ella es la madrina. ¿Sabes quién es el padrino?"
"George será el padrino. ¿No te lo dijo, primo?" – Verity respondió.
Demelza lo observó enderezar su espalda, pero no pareció enfadado ni herido.
"George tiene la costumbre de no mencionar las cosas importantes."
"Seguro no quería lastimarte, él sabe tu postura respecto a esto… Mmm… esto está riquísimo, Demelza."
"Fue Ross quien preparó la cena."
"¿De verdad? No sabía que cocinaras tan bien, primo."
"La práctica hace al maestro."
"Le gusta cocinar. Lo que no le gusta es lavar los pisos." – Comentó Demelza mientras comía, sin percatarse de la forma en que los primos la miraban. Semanas atrás, había tenido que responder otra vez las preguntas de Verity. Su padre le había contado sobre el encuentro en el restaurante y como estaba convencido de que una bonita pelirroja era la novia de su sobrino. Demelza le había vuelto a repetir que era todo una broma de Ross, que no era cierto. No le había dicho que la broma que ella misma había iniciado ya no le causaba gracia. Verity entendió que lo hacían para despistar a Elizabeth, pero no terminaba de entender que hacían cenando en un restaurante tan elegante. "Solo salimos a comer." – no pareció convencerla y Demelza vio su sonrisa satisfecha y el brillo en sus pequeños ojos, sospechando lo que por un momento había sido verdad. Así que ahora no dejaba de mirarlos, a uno y al otro. Y con comentarios así, no hacían más que alimentar su imaginación.
"Demelza preparó el postre, así que no te llenes."
"Mmm…"
"La próxima vez tienes que traer a Andrew, me cae muy bien." – Dijo ella.
La expresión de Verity cambió por un segundo. "Oh… S-si. Solo que el está tan ocupado. Ya sabes, con su trabajo, viaja todas las semanas…" – su jefa tomó un trago de su bebida. Ella cruzó una mirada con Ross.
"¿Está todo bien, Ver?"
"Sí, sí. Todo está bien. Me encanta como quedó la sala. Y esta mesa, es muy elegante pero moderna a la vez."
"Demelza la eligió."
"Tiene un gusto excepcional, ¿no crees? Es la mejor arquitecta que ha tenido el estudio."
"Exageras."
"Estoy seguro de que es cierto. Mira ese mueble, diseñado por ella…"
"Y hecho por ti. Un día tienes que ir al taller, Ver. Los chicos son increíbles y Ross les enseñó a construir muebles…"
"Con tus diseños…"
"Y trabajan muy rápido, pero quedan super prolijos, y se venden muy bien."
"¿De verdad? Eso es genial, Ross. Me encantaría verlo. ¡Y podríamos trabajar juntos!" – Exclamó Verity, como si recién se le ocurriera la idea. – "Nosotros hacemos diseño de interiores y compramos muebles todo el tiempo, podríamos incluirlos en nuestra lista de proveedores…"
"Solo es un pequeño taller con chicos de la calle, Ver. Venden los pequeños muebles que hacen en el mercado de pulgas."
"Tal vez se puedan expandir, hacer un pequeño emprendimiento."
"Eso requiere tiempo. Y yo no soy carpintero, soy fotógrafo."
"Era solo una idea. ¿Cómo va el trabajo?"
"Uhm… cuéntale de la vez que fotografiaste al príncipe Charles y a Camilla."
La cena fue un éxito. A Verity le encantó el departamento. Salieron un segundo a la terraza, pero hacía mucho frío para quedarse afuera. Diciembre llegó con temperaturas extremadamente bajas. Verity le contó a Ross sobre como iban las cosas en el Estudio, y en la empresa de su padre, que no pasaba por un muy buen momento. Entre líneas, Demelza pudo entender que Francis no cumplía con su trabajo, y su padre estaba insistiendo que ella fuera a trabajar a la empresa también.
"No te preocupes, Demelza." – le dijo al ver su cara de preocupación. – "Eso no ocurrirá. De ninguna forma abandonaré el Estudio que me llevó tanto tiempo poner en marcha. Sería bueno que Elizabeth ayudara en algo, pero no tiene idea de manejo empresarial, ni de marketing… Oh, lo siento, Ross."
"Creo que es hora del postre. Lo iré a preparar."
"Deja los platos, yo los lavare después."
Verity espero a que estuvieran solos para continuar. – "Ella tiene otras virtudes, por supuesto. No la estaba criticando."
"No te preocupes, Ver. Ninguno de los dos dirá nada a nadie."
"Es una excelente madre. Geoffrey Charles es adorable… ¿Cómo estás primo? ¿Tú y Demelza…?"
Ross soltó una seca risa.
"¿Ese era tu plan?"
"Ustedes son los que van por ahí diciendo que son pareja."
"Somos amigos. Muy buenos amigos. Ella… ella es genial. Es una excelente persona. No se merecería estar metida en todo esto…" – Dijo en voz baja, señalándose a sí mismo, mientras se escuchaban ruidos provenientes de la cocina.
"Te mereces una nueva oportunidad, primo. Puedes ser feliz de nuevo…"
"Ella se merece lo mismo."
"¡Ross! Puedes venir un momento…" – Demelza lo llamó desde la cocina.
"Tienes razón, los dos se lo merecen."
Su prima, siempre la sabelotodo de la familia.
Cuando fue a la cocina, Demelza estaba luchando por quitar el papel de cocina del merengue para poder enrollarlo.
"¿Puedes ayudarme? Tira del papel mientras yo enrollo esto."
"¿Así?"
La roulade quedó espectacular. Demelza había batido crema también, e hizo pequeños copos sobre el arrollado y sobre ellos colocó frutillas.
Ross sirvió una porción para cada una de las chicas y él comió del resto de la bandeja.
"¡Ross! Tus modales."
"Verity me ha vishto hasher coshash peoresh." – tragó. – "Esto debe ser lo más rico que probé en toda mi vida. Si quieren más, tendrán que luchar conmigo para quitármelo."
Demelza sacudió la cabeza de un lado al otro en desaprobación, pero alagada de que le gustara tanto.
Un rato después, cuando ya no quedaba nada de la roulade y estaba por irse, Verity buscó algo en su cartera. Sobre la mesa apoyó un sobre.
"Son las invitaciones al bautismo. Me pidieron que te las diera. Hay una para ti también, Demelza."
"Verity…"
"Lo sé. No te voy a insistir, tu sabes lo que haces. Y yo te entiendo. Me alegra que te hayan invitado a ti también, Demelza. Tal vez si tu estas ahí será más sencillo para Ross. Pero yo no me enojare si no van. Solo pasaba el mensaje. En fin, pasé una noche estupenda. Me encanta como quedó el piso, deberías fotografiarlo así lo publicamos en las redes. Y gracias por la cena, todo estuvo riquísimo."
"Tienes que venir más seguido, Ver. Siempre eres bienvenida."
"Es cierto." – añadió Ross.
La acompañaron hasta su auto, Verity los abrazó a ambos antes de irse. Demelza corrió adentro envolviéndose con sus brazos para protegerse del frío. En el ascensor, Ross frotó sus manos en su espalda y en la parte superior de sus brazos, había salido sin abrigo. Ella le sonrió tímidamente, pero no se dijeron mucho más, limpiaron y lavaron los platos en silencio. De la roulade no había quedado nada.
Sábado.
Demelza se despertó porque sintió como si alguien le apretara la cabeza. Se sentó en la cama, y sintió la bilis subir a su garganta. Apenas si llegó al baño. Mientras devolvía, pensó en lo que había comido la noche anterior. No había sido mucho y todo estaba fresco, preparado por ellos mismos. Tuvo un momento de pánico al pensar que la comida podría haber estado en mal estado y a Verity podría haberle caído mal también. Pero un rato después, cuando salió a la sala para ir a buscar un vaso de agua, Ross estaba sentado a la mesa con su notebook lo más bien.
"¿Estás bien?" - preguntó preocupado cuando la vio aparecer. Era un poco tarde, más tarde de lo que ella solía levantarse. Pero pensó que estaría cansada, y decidió no molestarla.
"Creo que me cayó mal la comida. ¿A ti no?" - respondió sujetándose la cabeza, y en vez de ir a la cocina se sentó en la mesa también.
"No. Que raro."
"¿No estaría en mal estado? ¿O tal vez algo quedó crudo?"
"No. Todo estuvo muy rico, y solo eran ravioles de verdura..."
"Tal vez la roulade..."
"Yo me comí más de la mitad, y no me cayó mal. Estaba perfecta. ¿Quieres que te traiga algo, Di?"
"Un vaso de agua..." - dijo ella casi sin fuerzas y deslizando sus brazos y su cabeza sobre la mesa.
En un momento, Ross estuvo de vuelta con el vaso con agua y limón. Se quedó a su lado mientras ella lo tomaba de a pequeños tragos.
"¿No te desmayarás si vomito?" – preguntó ella.
"Noup. ¿Crees que lo harás?"
"No lo sé. La cabeza se me parte..."
"¿Porque no vas a acostarte un rato más? Yo le escribiré a Verity, le preguntaré disimuladamente como está así te quedas tranquila. Pero no creo que haya sido la comida. Tal vez te estás sobre exigiendo demasiado. Trabajas mucho últimamente."
"Mhmm..." - Demelza quiso protestar, pero no le salió más que un gruñido. Le hizo caso, y se fue a la cama de nuevo.
Cuando volvió a abrir los ojos, Ross asomaba la cabeza por la puerta de su habitación.
"Lo siento, no quería despertarte, pero quería saber como estabas."
Demelza se acomodó sobre las almohadas contra el respaldo, intentando evaluar como se sentía. Inesperadamente, se sentía mucho mejor. El dolor de cabeza había desaparecido, y ya no tenía ganas de devolver. Al contrario, tenía hambre.
"Bien, creo. Mucho mejor. ¿Qué hora es?" - añadió mirando hacia la ventana que todavía estaba cerrada.
"Casi las cinco."
"¡¿De la tarde?! ¿Dormí todo el día?" - Se destapó de golpe. - "¡Judas!"
"Es sábado, ¿Qué tenías que hacer?" - Ella se detuvo. Se había levantado, y Ross entrado en la habitación. Se sentía bien, pero aun estada con la ropa de dormir, y su cabello de seguro era una masa sin forma. Aún sentía el mal sabor de boca de haber devuelto esa mañana. - "¿Segura que estás bien?" - Ross dio un paso y apoyó su mano sobre su hombro.
"S-sí. Creo que sí. No sé que pasó. Tal vez tengas razón, tal vez me estoy exigiendo mucho. Debería darme una ducha. Oh… quería limpiar la sala."
"Ya lo hice. Barrí y enceré. Los pisos ya están casi secos. No me gusta, pero puedo hacerlo."
Ella sonrió. Su mano en ella emitía un calor reconfortante.
"Eres un muy buen compañero de piso, incluso mejor que Caroline. No le vayas a decir que te dije eso."
"Es un secreto."
"Uhm, creo que debería..."
"Oh, sí." - Ross la soltó y se dirigió hacia la puerta y ella no pudo evitar sentirse un poco decepcionada de que no la hubiera besado, aunque sea en la frente. Seguro era porque apestaba.
"¿Hablaste con Verity?"
"Sí. Ella está bien. Creo, creo que iré mañana al bautismo. ¿Qué es lo peor que puede pasar? Y así dejarán de molestarme."
"Oh..." - susurró ella mientras buscaba ropa en su ropero. Ross metió las manos en los bolsillos y levantó los hombros hacia sus orejas. - "No tienes que quedarte mucho tiempo, solo puedes ir a hacer acto de presencia. Pero creo que es generoso de tu parte. Recuerda que tú no hiciste nada malo, tú no tienes que ocultarte... de seguro Elizabeth se alegrará."
"Eso... eso no me importa. Lo digo en serio. Ella es el pasado, Demelza. Ahora lo tengo en claro." - Demelza asintió sin decir nada. - "Ella debe ser el pasado, para que yo pueda tener un futuro."
"Me alegra, que pienses eso." - dijo después de un momento de silencio. - "Quiero decir, será bueno para ti."
"Puede ser bueno para los dos... tal vez, no sé. Tal vez podríamos volver a empezar. Como corresponde, esta vez."
Ella se lo quedó mirando. Era la primera vez en semanas que le permitía que hablaran así. Que le dejaba decirle, aunque muy inarticuladamente, que él estaba dispuesto a algo más, con ella.
"Lo pensaré. Ahora todo lo que quiero es darme un baño..."
"Sí, por supuesto. No hay ningún apuro, yo no me iré a ningún lado."
"Supongo que yo tampoco. Vamos despacio, y vemos..." - Ross asintió e internamente dio un brinco de esperanza. Una nueva oportunidad. Parecía que estaban destinados a empezar de nuevo cada vez que alguno metía la pata. Generalmente él. - "¿Quieres que te acompañe? Mañana, al bautismo."
"No tienes que hacerlo. Tienes razón, todo eso de aparentar lo que no somos, no está bien."
"Puedo ir como tu amiga, a apoyarte. Nadie tiene que sospechar nada. No es que fuéramos a hacer demostraciones públicas de afecto, después de todo es una celebración religiosa para un niño, estaría fuera de lugar."
"Lástima, porque pensaba besarte apenas llegásemos." – Bromeó él.
"Pero no lo harás." - Rio ella.
"¿Es serio no te molesta?"
"En serio. Si quieres que vaya, iré."
"Si quiero."
"Bien. Iremos juntos. Ahora sí, debo..." - Demelza señaló la puerta con la pila de ropa y toallas que tenía en sus manos.
Ahora sí, Ross se apartó, pero cuando pasó a su lado le tocó la mano. Ella se detuvo, él la besó en la frente.
"Gracias, Di."
