Capítulo 26

El calor continuaba y todos en ese auto eran muy molestos. Demelza conducía con Ross a su lado en el asiento del acompañante. Esta vez había tomado la desviación correcta y evitó entrar a Manchester e ir directo al centro de la ciudad, pero aun así estaban unos doscientos kilómetros al sur de donde se suponía debían de estar en ese momento.

"¿Hay algo para comer?" – Preguntó George. – "Tengo hambre otra vez."

Unos minutos atrás, Demelza le hubiera reprochado que acababan de almorzar, pero después de lo ocurrido en el parador no podía ser muy dura con él. Era horrible deberle un favor, pero literalmente había salvado su vida.

No necesitó mirar el espejo para saber que Hugh le acaba de ofrecer una barra de cereal.

"Eso no. No soy un ave." – respondió. Ella puso los ojos en blanco, le pareció que a Ross le causaba gracia. – "No te ofendas, Hugh." - Vaya, una señal de cordialidad, pensó alzando las cejas.

"Creo que todavía quedan chocolates en el bolso. ¿Eso te apetecería? ¿Un dulce después de la comida?" – ofreció y vio claramente como Ross sonreía.

"Ja ja…" – Rio irónico George. – "No eres graciosa. Pero sí, eso estaría bien."

Los dos se sonrieron falsamente a través del espejo.

"El bolso está ahí abajo…" – dijo ella señalando la parte trasera del asiento de Ross. Pero como George iba con su ridículo regalo en el regazo, fue Hugh quien se estiró a agarrarlo y revolvió en su interior hasta que encontró los chocolates.

"Por el amor de Dios," – dijo de repente Caroline; hacía mucho que no decía nada. - "¿Podrían, por favor, dejar de mover tanto sus extremidades? Demi, creo que necesito que te detengas de nuevo para ir al baño."

"¿Otra vez? ¿Porqué?" – Preguntó George mientras abría el chocolate que Hugh acababa de sacar del bolso.

"Por qué esta niña me está pateando la vejiga."

Ross vio como Demelza miró a su amiga a través del espejo retrovisor con preocupación.

"¿Te sientes bien Caroline?"

"Sí. Sí. Estoy bien." – Le respondió su Caroline frotándose su enorme barriga.

"Creo que tendrías que volver a sentarte adelante, así tendrás más lugar y nadie que te moleste."

Hugh se encogió en el asiento apenado.

"No me molestan. Es esta… oh, espera. Creo que ya no es necesario."

"¡Ewww!" – exclamó George, Ross se dio vuelta para mirarla. Hugh se apartó de ella.

"¡No me hice encima! Solo que Sarah sacó su pie de mi vejiga."

"Ah, menos mal." – "Que alivio." – susurraron los hombres en el Minino.

"¿Sarah? ¿Así se va a llamar?" – Preguntó Ross después de un momento. Demelza lo miró de reojo.

"Sip. La señorita Sarah Enys Penvenen." – Respondió Caroline con voz soñadora mientras seguía acariciando su barriga.

Fue como una ola que la agarró desprevenida y la cubrió por completo. De repente su nombre inundó toda su mente. No podía dejar de pensar en ella. Todavía le sucedía de tanto en tanto, probablemente lo haría durante toda su vida. Se repetía una y otra vez.

Julia Poldark. Julia Poldark. Julia Poldark.

Ella nunca había tenido la oportunidad de decir su nombre en voz alta llena de esperanza. Cuando la nombraron así, ella ya no estaba. Ni siquiera sabía si iba a ser una niña. Todo se acabó demasiado pronto. Le pareció que le faltaba el aire. Abrió un poco la ventilla, pero lo que terminó por tranquilizarla fue la mano del hombre junto a ella sobre su pierna. No dijo nada, solo la dejo allí, apretando un poco sus dedos en su muslo. Sin sacar la mirada del camino, ella sonrió con tristeza. Dios solo sabía que pensarían los de atrás, o si se dieron cuenta de la forma que él la estaba tocando. Pero no le importaba. Sólo Ross sabía lo que ella sentía, lo que sintió durante esos terribles días, porque lo habían vivido juntos.

El camino era recto y no había nadie cerca adelante, así que ella bajó su mano hacia la de él y le dio un apretón. Indicándole que estaba bien. Luego Ross la soltó.

"Próximos servicios en diez kilómetros." —dijo Ross, señalando con la cabeza el letrero en el borde de la carretera.

"¿Está bien, cariño?"

"Sí, ya no hay apuro."

"¿Qué pasa cuando tienes sexo, Caroline?"

"¡George!" – espetó Ross. Hugh casi se atraganta con su barra de cereal, ella abrió la boca sorprendida, aunque la insolencia de George le ayudó a pensar en otra cosa.

"Es solo una pregunta técnica... ¿No? ¿no puedo preguntar eso? ¡Cristo! Comportarse bien es agotador." – Dijo mientras daba una mordida al chocolate.

"¿Y qué exactamente quieres que te explique, George? ¿No tuviste educación sexual en la escuela?" – Respondió tajante su amiga, haciendo que todos volvieran a relajarse.

"Está bien. Cinco preguntas, es el turno de Ross." – dijo George después de un rato. Sonaba más apagado. Mmmm... Preocupante. Ojalá no estuviera tramando nada malo.

"Yo empiezo." – Dijo antes de que alguien pudiera decir algo.

"No sé porque lo llamas cinco preguntas si siempre nos sacas de las casillas antes de terminar." – agregó ella. No que quisiera proteger a Ross, solo que su juego ya cansaba.

"No te preocupes, ya te va a tocar a ti, Demelza."

Diablos, eso era lo que se temía.

"¿Porqué renunciaste a tu trabajo de fotógrafo?"

Demelza bajó el volumen de la música y miró de costado a Ross. Quería escuchar la respuesta a esa pregunta. ¿Había renunciado a Reuters? ¿Porqué?

"Porque quiero hacer otra cosa. Algo por mi cuenta."

Ah, interesante. De hecho, ella se lo había sugerido alguna vez, pero él no estaba seguro de querer hacerlo. Siempre era: "Ese era el trabajo de mi padre." o "No es un trabajo seguro."

"Bueno, está bien." – continuó George removiéndose en su asiento. – "¿Qué es lo que quieres hacer? No me digas que esas tonterías de los muebles."

"¿Es esa otra pregunta de mis cinco?"

"Sí, es otra pregunta" – dijo George irritado.

"Sí. Lo de los muebles. No es una tontería, no me está yendo nada mal, a decir verdad. No necesito otro trabajo que me quite tiempo."

"Pero te gusta la fotografía…" – se le escapó a Demelza, no pudo evitarlo. ¿Ross renunció a Reuters y solo se estaba dedicando a fabricar muebles? Era algo grande. Bueno, para ellos. Para él.

Ross curvó la comisura de su boca al mirarla.

"Me gusta, sí. Pero había dejado de ser un hobbie o algo que hacía por gusto y se convirtió en un trabajo tedioso. Y me gusta la carpintería. Y los muebles se están vendiendo muy bien."

"¿Sigues trabajando con Zacky?"

"¿Es esa tu pregunta de las cinco?" – Ross levantó una ceja provocativa.

"¡Dios! El punto de este juego es que sea divertido." – se quejó George desde atrás.

"¡Pues has mejores preguntas!" – Exclamó ella, que quería volver al tema del trabajo de Ross.

Pero Ross no siguió explayándose. Tal vez no quería hablar frente a George. O tal vez no quiere contarte a ti, se dijo. El silencio volvió a rodearlos. La música era un susurro, y Demelza podía sentir el sudor corriendo por el interior de sus brazos.

"Siguiente pregunta." - George continuó. - "¿Por qué accediste a que llevarme a la boda si me encuentras tan molesto?"

Demelza miró a Ross y captó su reacción. Lo sorprendió con lo directo de esa pregunta.

"Supongo que pensé que estábamos listos para eso." - respondió, luego de considerarlo por un momento.

"¿Por qué? No nos vimos durante casi dos años, y luego, ¿qué? ¿qué cambió?"

Intenso. De repente Demelza era todo oídos. Ross ya le había comentado algo de porque había decidido darle un aventón a George, pero se ve que a él no. Le lanzó otra mirada, pero había girado su rostro hacia la ventana.

"Solo pensé..." - comenzó Ross. Pero se hizo otro largo silencio, solo el sonido del aire entrando por su ventanilla, la música baja y las ruedas en la carretera. El tráfico empezó a aumentar de nuevo. Los coches cerrándose a su alrededor. - "Supongo que pensé en darte la oportunidad de disculparte conmigo también." - continuó.

Demelza lo miraba a George a través del espejo y él la pescó mirándolo. Rápidamente volvió sus ojos a la carretera.

"Supongo que fue sugerencia de tu terapeuta." - dijo George, no tan sobrador como de costumbre.

"Tal vez. Tiene razón... olvídalo." Su voz se elevó. Estaba herido, tal vez, o enojado, pero lo mantuvo bajo control. Ella conocía muy bien ese tono. Captó la mirada de Caroline en el espejo. Abrió mucho los ojos, como diciendo, '¿Puedes creer que estén hablando de esto?'

"Cuando estés listo, George." - añadió Ross a la ligera. - "Estoy escuchando."

En medio del largo y sofocante silencio, sonó un teléfono. Era el de Demelza.

"Uhmm…" – suspiró en voz alta mirando la pantallita del Mini al cual estaba conectado su celular en manos libres. Era su papá. Tenía que contestar.

"Salvado por la campana." – Murmuró Ross en voz baja, pero lo suficientemente alto como para que ella pudiera escucharlo. Su corazón estaba latiendo inestablemente; pensó que iban a llegar a algo allí, pero, por supuesto, George no se iba a disculpar si era eso lo que pretendía. Para él, no había hecho nada malo. Al contrario. Era probable que nunca obtuviera una disculpa, menos ahora que la había pedido. Y además, él apenas sabía la profundidad por lo que debería disculparse; no era de extrañar que se sintiera como si estuviera saltando a través de aros en la oscuridad.

Ross apretó los puños en su regazo. ¿Para eso lo trajiste? ¿No era al revés? Se suponía que eras tú quien debe perdonar. Pero era tan difícil teniéndola a ella a su lado. Recordando lo que había sucedido y que George la podría haberla ayudado.

"Hola, papá. ¿Todo está bien?" – La voz de Demelza lo distrajo.

"Hola, hija. Sí, sí. Todo está bien. Quería saber cómo va el viaje de las niñas." – la voz de Tom Carne atravesó el sofocante calor dentro del auto. Ross se acomodó en su asiento. Era como retroceder al pasado, medio segundo a la vida en la que ella era su todo.

"Todo está bien, papá. Estás en el altoparlante, así que todos pueden oírte. Tuvimos un pequeño percance al salir que nos retrasó un poco, pero ya estamos en camino."

"¿Percance? ¿Caroline está bien? ¿Y la pequeña?"

"¡Estamos bien Señor Carne, nada de qué preocuparse!" – exclamó Caroline, asomando la cabeza entre Ross y ella.

"Y entonces, ¿Qué pasó?"

"Nada, papá. Solo… un idiota nos chocó de atrás." – dijo, mirando de reojo a Ross, y sonriendo al mismo tiempo. – "Pero solo fue un pequeño roce."

"Trabó la puerta trasera con el golpe." – Comentó Hugh, y se ve que su padre lo escuchó también.

"¿Quién era ese? ¿Quién más está allí?"

"Mmm…" – Bueno, aquí vamos, pensó mientras el tráfico se cerraba a su alrededor, los autos avanzando poco a poco, y la luz del sol brillando a sus espaldas. – "Ese era Hugh. Es un músico que va a tocar en la boda. Verity nos pidió que lo lleváramos."

"Ahhh… pues debe de divertirse mucho con ustedes dos. Hola, Hugh. Mucho gusto." - La alegría de volver a escuchar a Tom Carne se desvaneció cuando ella le dirigió una mirada de advertencia porque, por supuesto, Demelza no quería que su padre supiera que estaba allí en el auto con ellos. Dejó a su hija, debía despreciarlo.

"Oh, hola. Mucho gusto Señor…?"

"Carne." – dijo Ross automáticamente. Demelza clavó los ojos en él. ¿Qué haces?

"Señor Carne." – terminó Hugh.

"¿Ese era…?"

Con un suspiro de resignación, dijo: "Es Ross, papá. Esta aquí también. Y su amigo George."

"¿Ross? ¿Tu Ross? ¿Y qué rayos está haciendo allí?"

"No es MI Ross…""Hola Señor Carne. Yo fui el idiota que las chocó. ¿cómo está usted?"

"¡Muchacho! Que gusto escucharte…"

"¡Papá!"

"¡Ah! Ahora me quedo más tranquilo que tú vas con ellas."

"Papá, él fue quien nos chocó. Íbamos lo más bien nosotras solas."

"¿Y cómo es que va en tu auto?"

"Su viejo Mercedes se averió después del golpe."

"Ahhh… Sam podría ayudarte con eso, Ross. Podrías traer el auto acá, no te cobrará nada..." - Demelza tenía ganas de dar vuelta los ojos. Judas. Su padre nunca supo, nunca entendió porque habían terminado y todavía seguía hablando con grandes elogios de su ex-yerno cada vez que tenía oportunidad de hacerlo. Durante todo ese tiempo se preguntó para quien de los dos había sido más dura la ruptura.

"Papá, estoy manejando. ¿Todo está bien entonces?"

"Sí, sí. Ross, ya que estamos, no sé si Demelza te dijo que me estoy por casar. Si Demelza y tú se están hablando de nuevo, me gustaría que vengas al casamiento también."

Judas.

"Tengo que cortar, papá. Te aviso cuando lleguemos a Aberdeen."

"Está bien, hija. Dile a Ross que me gustaría que venga…"

"Me encantaría, Señor Carne. Y lo felicito." – Demelza sacó una mano del volante e intentó taparle la boca, pero terminó por darle un pequeño empujoncito en el hombro.

"Adiós, papá."

Cuando cortó la comunicación y lo miró, Ross sonreía de oreja a oreja.

Perder a Demelza fue tan eclipsante que rara vez pensó en las otras personas que perdió con ella, pero escuchar la voz de Tom Carne le hizo extrañarlo de una manera que honestamente podía decir era casi como extrañar a su propio padre.

"¿Con quién se va a casar?" – le preguntó, entusiasmado con la idea de ir a otra boda. Bah, entusiasmado con la idea de tener otra excusa para ver a Demelza después de ese fin de semana.

Demelza se tomó un momento para responder. Quería matar a su padre. ¿Acaso no entendía que Ross ya no era su novio? – "Una señora que va a la misma iglesia que él. Anne Chegwidden. Se conocían de antes, ella es viuda también y lo acompañó durante este último tiempo. No estuvo muy bien."

"¿A qué te refieres? ¿Continúa…?" – Pero Ross no terminó de decirlo, no quería hablar de algo privado de su familia con los espectadores de atrás.

"Esta mejor anímicamente, pero tuvo algunos problemas de salud. El corazón…"

"Oh…" – y por enésima vez en ese viaje, Ross deseó que estuvieran solos. Que pudieran hablar, que ella le contara lo que sucedía con su padre. Se veía preocupada, tal vez cualquier otra persona no lo notaría, pero él sí. – "Lamento escuchar eso."

Los labios de Demelza se transformaron en una línea. Era honesto, lo sabía. Lo lamentaba de verdad.

"Entonces, la boda… ¿Cuándo es?"

"Judas. No insistas."