Capítulo 29

La estación de servicio de Charnock Richard, una parada importante y muy concurrida en la M6, se veía decididamente sucia y gris bajo el cielo azul profundo. Se bajaron del Mini como un mal chiste de payasos al revés. George se estiró con un gran gruñido, con los puños cerrados y con el pelo al viento sobre los ojos. Le hizo recordar al niño pequeño que alguna vez fue, envuelto en la chaqueta de aquel caro colegio privado, lo suficientemente pequeño como para que los niños mayores pensaran que sería fácil meterse con él. Pero George Warleggan, al igual que su padre, era lo suficientemente inteligente y los tuvo a todos comiendo de su mano al final del trimestre. Logró que dos profesores que no le gustaban fueran despedidos; de alguna manera logró que Oliver Young fuera expulsado del equipo de críquet para poder jugar en su lugar; y pronto tuvo la reputación de ser un joven que hacía que las cosas sucedieran. Tanto así, que se volvió amigo de los Poldark, aunque Ross no recordara que ellos estuvieran buscando otro niño para hacerse amigos. Francis y él, juntos desde que tenía memoria, eran suficientes. Pero no se había juntado con ellos porque necesitara protección de algún tipo como Francis, a quien Ross debía sacar de algún problema todas las semanas. Recordaba el día en que un estudiante arrojó a Francis contra una pared y lo llamó chupapollas. George era una cabeza más bajo que Vigus y la mitad de ancho, pero cuando se acercó al chico había una energía en George, un salvajismo, como si fuera un maniático y estuviera atado con una correa muy delgada. "No pelearé contigo." - le dijo a Vigus, mientras él revisaba la cabeza magullada de Francis. "Pero acabaré contigo. Lentamente, pedazo por pedazo, hasta que no seas más que un chiste para todos los demás. Sabes que puedo hacerlo, así que mantente alejado de nosotros." Desde ese momento se ganó el respeto de Francis, y el dúo se convirtió en trío.

"¿No vamos a comer una de esas aberraciones?" – dijo George, señalando el cartel promocionando comida vegana.

"¿Todavía tienes hambre? ¿No te bastó con el chocolate que te dio Demelza?"

George lo miró de reojo y emitió una pequeña risilla incómoda. No había vuelto a insistir con su juego de las preguntas luego de que el padre de Demelza los interrumpiera. A él se le había pasado un poco la irritación también, o al menos sabía que esperar empatía de su parte era inútil. Al menos no en la forma de una disculpa. Como cuando era niño, George tenía otras formas de expresarse, hasta de mostrar solidaridad a veces. Sólo que otras veces podría ser un completo pendejo.

Su sonrisa se desvaneció cuando entraron por las puertas de la estación de servicio.

"Ross…" – miró detrás de él, los demás seguían cruzando el estacionamiento. Caroline y Demelza se acercaban tomadas del brazo, y Armitage caminaba desgarbado junto a ellas moviendo los brazos contándoles algo. Demelza se veía mucho más relajada que hace unas horas. Sólo unas horas, parecería que ese viaje era eterno. Tantas cosas habían sucedido, pero en ese momento tenía la sensación de que estaban en un impasse. Un oasis en el drama que los rodeaba. Ella ya no lo miraba con desprecio, incluso en la última hora le había dedicado un par de sonrisas solo para él. Las atesoraba. Le gustaba pensar que en todo ese tiempo ella había sonreído muchas veces, le dolía no haber estado allí por supuesto, pero en el fondo lo que en verdad quería era que ella fuera feliz. Porque se lo merecía, porque ya había sufrido lo suficiente.

"Soy feliz, Ross." – su voz hizo eco en su mente. – "Soy feliz a pesar de lo que pasó, porque te tengo a ti y te amo…"

¿Cómo dejó que esa felicidad se escapara de entre sus dedos?

"¿Porqué debería disculparme?" – George interrumpió sus pensamientos, lo volvió a mirar. – "Lo que dijiste en el auto. No hice nada malo, solo intentaba ayudar a un amigo."

Ross desvió un segundo la mirada hacia Demelza, estaba lo suficientemente lejos.

"No necesitaba tu ayuda, y estabas equivocado…" – Dijo. Pero claro que George no entendería, y no podía explicárselo. Se lo había jurado a Demelza, y por nada del mundo rompería esa promesa.

"Sé lo que vi, era bastante obvio. Tú mismo viste las fotos, ¿Cómo podía estar equivocado?"

"Mira, George, olvida que dije nada, ¿quieres?"

"No. ¿Cómo estaba equivocado? Dime."

"Además, ¿Qué hacías ahí de todas formas?"

George levantó los hombros.

"Solo estaba ahí. ¿Ves? Eso es lo que esa mujer te hace. Siempre ha sido así. Tú estás lo más bien y ella aparece y tú cambias y te olvidas de todo."

Ross continuó caminando hacia el centro de servicios, las chicas ya estaban cerca y Demelza continuaba sonriendo. No quería que eso cambiara.

"Nunca te cayó bien. Demelza. Nunca la quisiste."

"El sentimiento fue mutuo, te lo aseguro." – Ross rio irónico, se acordaba de la primera vez que Demelza y George se habían cruzado, no le había causado una muy buena primera impresión. – "Ella apareció y ¡pum!, de repente toda tu vida comenzó a girar alrededor de ella."

"Sí, ¡porque la amaba!" – exclamó. Y luego bajando un poco la voz agregó: "Y todavía la amo. Así que deja de ser tan cretino con ella."

George levantó la manos como dándose por vencido y continuaron unos pasos en silencio.

"¿Has hablado con Francis últimamente?" – Ah, otro tópico polémico, parecía que estaba empecinado en sacarlo de las casillas. – "Él… está queriendo poner en marcha la empresa nuevamente, está buscando inversores."

"Pues aquí no va a encontrar ni un penique… no hablé con él, pero Verity me contó algo. Parece que va en serio. ¿Tú vas a invertir?"

"No he visto el plan de negocios todavía. Pero supongo que lo haré, es familia. Esperaba preguntarle este fin de semana, aunque no sé. Tal vez no haya tiempo."

"De verdad espero que le vaya bien. Aunque sea por el bien de Verity que vive preocupada por él."

"Sí, desde que tu tío falleció ha estado muy nerviosa."

"Mmm… sí." – Dijo él.

Cuando llegaron a una intersección de pasillos, esto es, a una cafetería y al pasillo que iba a los servicios, los hombres se separaron. – "Iré por un café." – Dijo George y él no tenía ganas, pero tampoco tenía ganas de seguir hablando con George.

Cuando salió del baño se dirigió en dirección opuesta al café, le haría bien caminar, estirar algo las piernas, se sentían un poco entumecidas.

El lugar era enorme, con muchos locales y negocios. No sólo de comida o cafés, también tiendas de ropa, tecnología, perfumes. Parecía un shopping más que una estación de servicio, y a pesar de que veía trabajar a los empleados de limpieza todo se veía algo descuidado. Seguro mucha gente pararía allí. Los cafés y negocios de comidas rápidas estaban bastante llenos. Tal vez no sería mala idea comer algo, pero la verdad era que no tenía hambre. Quizás podría comprar algo para el camino, había un supermercado Waitrose también, podría elegir algo de ahí.

Estaba distraído junto a la heladera de las bebidas, había muchas opciones de donde elegir, cuando Demelza apareció desde otro pasillo. Tenía una canasta con algunas galletas y frutas, se sorprendió al verlo también.

"¡Oh! No sabía que estabas aquí."

"Aún estás sorprendida de que nos hayamos cruzado, ¿no es así?" - le dijo él, disimulando su sorpresa también.

"A-algo así. Estaba comprando algunas cosas para reponer en el bolso de snacks. No queda casi nada." – Dijo, mirando el contenido de su canasta. – "La había preparado para dos."

"De seguro Caroline estará complacida. Y George también."

Demelza sonrió levantando una ceja. – "Llevaré todas cosas sanas y naturales, eso no le hará gracia."

"Sospecho que a Caroline tampoco. A propósito, ¿Cómo está?"

"Bien… creo que bien. O eso es lo que ella dice. Se quedó tomando un té con Hugh. ¿Viste la limonada? Ya no queda nada tampoco." – Demelza dio unos pasos a su lado contemplando la heladera. Este encuentro solos, de repente la puso nerviosa. Al menos en el Minino con los otros alrededor no había posibilidad de hablar de temas más… íntimos, del pasado. Y ella no quería hacerlo. Ya había quedado todo atrás ¿verdad?

Ross contempló la heladera también, después de un momento abrió una de las puertas de vidrio y sacó una botella. – "Aquí, ten…" – Esto se le hacía tan familiar. Demelza y él en un supermercado. Era costumbre que fueran juntos cuando vivían en el mismo departamento. Todas las semanas volvían con el baúl del Mercedes lleno de provisiones, comiendo en el auto. Charlando, bromeando, riendo. Dándose besos… - "¿Y tú? ¿Cómo estás tú?"

"Ross…"

"Con el viaje. Con lo que dijo Caroline, su embarazo. Todavía es…"

Sus ojos brillaron por un momento, las luces blancas de las heladeras reflejándose en ellos. Todavía estaba allí, todo el dolor. Igual que aquel día.

"Sí, todavía. Estoy bien, puedo estar con ella sin ponerme así. Estoy feliz por ella, de verdad. Solo que contigo aquí, no sé, me trajo recuerdos. Eso es todo. Pero estoy bien, Ross."

"Me trajo recuerdos a mí también..."

¿Qué clase de recuerdos? Quiso preguntar, pero no estaba segura de querer escuchar su respuesta. Pensar en ello la había lastimado, todavía lo hacía. No había sido solo ella quien perdió a Julia, no era tan egoísta como para pensar eso. Ross también había sufrido, y la pérdida tuvo un efecto en él. Algo había quedado roto dentro, y ella no había sido capaz de arreglarlo, así que él había buscado consuelo en otra parte. No, no iba a preguntar.

"Vamos a tener que hablar con Verity, no vamos a llegar a tiempo para las fiestas de esta noche, ¿verdad?" – dijo para cambiar de tema. Ross tomó un par de bebidas también. Una gaseosa y un agua de litro. – "No bebas demasiado, no vamos a volver a detenernos durante algunas horas."

Ross le sonrió como un niño travieso. Demelza se dio vuelta para evitar que él viera su sonrisa y se dirigió a las cajas, tomando unas bolsitas de frutos secos por el camino.

"¿Llevamos uno de estos?" – lo escuchó decir a Ross detrás de ella. Cuando se volvió, vio que señalaba una caja de seis muffins de distintos colores. Como los que solían comer en su antiguo sillón rosa, sentados, ellas con sus piernas en su regazo mientras miraban alguna serie. Su maldito corazón comenzó a latir con fuerza en su pecho. ¿Acaso se había olvidado de lo que le había hecho? Estúpido corazón. – "Podemos comerlos nosotros solos sin que nos vean los demás." – continuó Ross.

¿Fue su corazón quien le sonrió? ¿Y quien se quedó embobada mirando sus labios sonreír también? ¿Cómo era posible que se viera aún más guapo de como lo recordaba? ¡Judas!

Retomando el control de si misma, frunció los labios en desaprobación y continuó su camino hacia la salida. Mientras abonaba, vio que Ross había comprado la caja de muffins, pues estaba soñando si pensaba que se iba a sentar a comerlos con él como antes.

"Tu padre sonaba entusiasmado con el casamiento." – Dijo mientras salían de Waitrose de vuelta al pasillo.

"Lo está. Todos lo estamos, en realidad. Es bueno que pueda rehacer su vida, o lo que quede de ella…" – añadió. Diablos, ¿Porqué hacía eso? ¿Porqué le daba pie para que él siguiera preguntando?

"¿Es así de malo? ¿Qué es lo que tiene?"

Demelza levantó los hombros, y todo lo que Ross quiso fue abrazarla.

"Tuvo dos 'episodios'. Un pre infarto, le colocaron un stent. Pero unos meses atrás se descompuso de nuevo. Esa vez un infarto de verdad. Creímos que no sobreviviría, pero milagrosamente lo hizo. Le diagnosticaron insuficiencia cardíaca, y no hay mucho que los doctores puedan hacer. La Señora Chegwidden ayuda en el hospital, se conocían de antes, pero ahí empezó su relación…"

"Rayos, Di… lo siento mucho…" – Dijo él en voz baja, se habían detenido en medio del pasillo. Y para cuando se dio cuenta Ross ya tenía su mano sobre su hombro y estaba haciendo presión para que se acercara a él. Ella dio un paso atrás, quizás con más brusquedad que la necesaria. Vio el dolor del rechazo en su rostro por un segundo, pero se recompuso de inmediato. – "Tu padre es un hombre fuerte, Demelza. Y los tiene a todos ustedes para darle energía y valor. Y seguro que quiere tenerlos a todos juntos celebrando un acontecimiento feliz antes que estén tristes por él."

"Sí... Gracias." – Dijo ella y retomó la marcha. No queriendo pensar en lo que su padre quería: "Lo único que hubiera querido es un nieto antes de morir." – había dicho en esos días en que estuvo internado. Pero no le iba a decir a Ross eso.

"¡Ahh! Los tortolitos…" – George apareció ante ellos. Demelza se alejó otro paso, Ross metió sus manos en los bolsillos de su chaqueta. Como si tuviera que físicamente restringirlas para no tocarla. – "¿Alguna posibilidad de ponernos en marcha en algún momento de esta tarde? No es que no disfrute de estos paseos en cada estación de servicio de Inglaterra, pero me gustaría llegar a Escocia este fin de semana de ser posible."

Internamente Demelza lo maldijo por interrumpirlos. No que quisiera estar a solas con Ross, pero había perdido la oportunidad de preguntarle por su trabajo y porqué había decidido abandonar la fotografía. - "Ya nos vamos, George. Iré a buscar a los demás. Nos vemos en el auto."

"Perfecto. Iré a buscar algunas provisiones para el camino." – Demelza puso los ojos en blanco mientras se alejaba.


Cada vez que revisaba Google Maps, Escocia parecía alejarse un poco más.

"¿Cómo es posible?" – exclamó mientras Google cambiaba otra parte más de su camino de azul a rojo. - "Estamos conduciendo hacia Escocia, pero cada vez que reviso ¡¿Escocia tarda más en llegar?!"

Caroline estaba de vuelta en el asiento delantero. Siendo honesta, se sentía que así debieran ser las cosas. La notaba algo callada, como pensativa. Pero cada vez que le preguntaba cómo estaba ella respondía con una sonrisa y un "Muy bien." Claro que Demelza se daba cuenta de que la sonrisa de su amiga no era sincera, pero tampoco quería fastidiarla demasiado. Confiaba en que le diría si algo no andaba bien. Bastante tenía con ese viaje y sus ocupantes para agregar otra preocupación. De seguro, como a ella, el viaje se le estaba haciendo eterno y le comenzaba a pasar factura.

Ella estaba cansada también, pero de ninguna forma aceptaría ir abarrotada en la parte de atrás con George, porque si ella no manejaba, Ross tendría que hacerlo.

"Alguien va a tener que decirle a Verity lo tarde que llegaremos." – dijo, con la intención de pescar algún voluntario para tal peligrosa misión.

"Se va a poner a llorar, ¿verdad?" – Caroline dijo a su lado. – "Ha estado enloquecida con los preparativos. Ella que siempre fue tan dulce y valiente, una boda puede volver loca a cualquiera."

La meticulosa Verity, que había construido una empresa de la nada, se había transformado en una mujer que no podía soportar la idea de que su ramo de novia tuviera menos de dieciséis rosas de color rojo oscuro. Todo el mundo dice que la gente cambia cuando está planeando una boda, pero Demelza pensó que eso solo le pasaba a la gente que en el fondo siempre había sido un poco ridícula y lo había escondido bien. Pero no. La manía de la boda había atrapado incluso a Verity.

"Ella no va a llorar." – dijo George con firmeza.

"Tú no te volviste loca, nos divertimos." – continuó ella recordando el casamiento de su amiga.

"Fue Dwight quien se salió un poco de las casillas." – Dijo Caroline riendo. Lo había hecho, un poco.

Hubo una larga pausa. Demelza esperó. Él esperó. Estaba totalmente segura de que Ross se quebraría primero. Puede que haya cambiado, pero no ha cambiado tanto. Siempre había sido un caballero.

"Yo la llamaré." – Dijo Ross finalmente. Demelza sonrió.

"No seas engreída ahora." — agregó él dirigiéndose a ella desde atrás, con el atisbo de una sonrisa. – "O lo haré por altavoz."


¿Por qué estar sentada en el tráfico es mucho peor que conducir? Demelza preferiría conducir durante ocho horas que quedarse sentada en el tráfico durante dos. Al menos si fueran a sesenta, habría una cierta sensación de progreso. Tal como están las cosas, le parecía haber estado mirando la parte trasera del Audi que tenía adelante desde siempre. Están haciendo obras viales, ese es el problema: solo dos carriles en lugar de cuatro. Son las cinco y media. Se suponía que ya deberían estar en Escocia, en el drunch previo a la boda de Ver pero parece que...

Ross está demorando la llamada a su prima con la excusa de que quiere tener una hora aproximada de llegada para dejarla tranquila. Tiene razón, si no iban a llegar, Verity querría saber cuando lo harían. Al paso que iban, estaba comenzando a dudar si llegarían a la ceremonia.

Demelza entrecerró los ojos ante una señal de tráfico que reflejaba el sol. Maldita sea, ¡ni siquiera estaban en Preston!

Verity no lloró por teléfono, pero se puso peligrosamente mordaz. Principalmente cuando Ross le contó que él las había chocado con su Mercedes y ahora iba con ellas. Realmente necesitaban entrar en Escocia ahora.

La última canción terminó y Caroline buscó otras de sus listas de reproducción. Presionó play sin consultarle. Muchas de esas canciones le hacían pensar en Ross. "I'll Never Love Again" de Lady Gaga comenzó a sonar. Tragó saliva. Le encantaba esa película, le encantaba porque la había ido a ver con Ross al cine y era tan trágica y romántica y ahora le recordaba a ellos. Judas… Miró por el espejo retrovisor, pero no a Ross. Lo miró a George deseando que hiciera algún comentario sarcástico de lo deprimente que era esa canción y que las obligara a cambiarla, pero estaba dormitando.

Se había comportado en los últimos kilómetros después de la parada en los servicios. De seguro Ross había vuelto a decirle algo. Maldita sea, Demelza volvió a mover su cuello. Le había comenzado a doler.

"¿Te sientes bien?" – susurró Ross atrás de ella. Entonces se dio cuenta que todos dormían menos ellos dos, ¡vaya! Automáticamente cambio la lista de reproducción a una que se llamaba "90's"

"Sí. Es solo una contractura."

Los dedos de Ross cosquillearon con el deseo de hacerle un masaje. Solo tendría que estirarse un poco hacia adelante, nadie se enteraría. Tras un pestañeo la recordó entre sus piernas, desnuda, los dos metidos en la bañadera de su departamento. Él masajeando sus hombros y los músculos de su espalda mientras ella se retorcía complacida. A Demelza solían gustarle sus masajes… No hizo nada, por supuesto.

Fue un grito de Axl Rose quien despertó al resto de los viajantes. George dio un salto, sacudiendo los brazos, empujando a Hugh y casi golpeado su cabeza.

"Cuidado con Hugh." – advirtió Ross.

"Uhmm… Hugh está bien." – George bostezó. Se acabó la calma, supuso Demelza. – "¿Qué estamos escuchando ahora? Si estamos escuchando clásicos, no podría ser, no sé, ¿Oasis?"

"Puedes mover un poco tu rodilla, ocupas casi la mitad del asiento." – Ross continuó, con una tranquila firmeza que la hizo sonreír a su pesar.

"Está bien, mamá, maldita sea." - George se acomodó, acercándose más a la puerta. - "¿Qué te parece, Demelza? ¿Un poco de los Gallagher?... ¿Por favor?" – Demelza levantó las cejas con sorpresa. El tono de George era casi… cortés. Sospechó por un instante, pero cuando se giró en su asiento para mirarlo, él estaba mirando por la ventana, sin expresión. Lo observó por el espejo un momento. Sintió lástima por él. Judas. Que horrible sentir eso respecto a George. No creía que él fuera a cambiar nunca. Y un favor ocasional no la haría sentir diferente. Pero de todos modos, buscó en su teléfono la lista de reproducción y le dio al botón de reproducir "Wanderwall" de Oasis. Caroline le sonrió dulcemente, y ella evitó mirar hacia atrás de nuevo.

Cerraron las ventanas para darle al aire acondicionado una mejor oportunidad de refrescar a alguien, pero se moría por aire fresco. Los autos a ambos lados estaban llenos de gente bostezando y aburrida. Pies en alto sobre salpicaderos y antebrazos apoyados en volantes. El auto paralelo al de ellos iba con tres adolescentes en la parte de atrás, todos peleándose por un iPad. Desde afuera, ellos probablemente parecerían un grupo de amigos yendo de vacaciones juntos. Los padres en ese auto probablemente estaban celosos de ellos. Si tan solo supieran…

"Google dice que todas las rutas están en rojo." - dijo Hugh. Demelza se giró y lo vio mirando su teléfono. Su cabello estaba resbaladizo por el sudor y pegado a su frente, y había una mancha oscura triangular desde el cuello de su camiseta hasta su pecho. Judas. Pobre Hugh, estaba teniendo un día de mierda. Imagínese pensar que ha encontrado una buena y barata opción de transporte a una boda y terminar atrapado en un auto-sauna con ellos y sus historias.

"¿Cuánto tiempo dice que nos llevará llegar a Ettrick?" - le preguntó.

"Uhmm. Siete horas."

"¡¿Siete horas?!" — todos exclamaron a coro. Caroline inclinó suavemente la cabeza hacia adelante contra la guantera.

"No puedo continuar..." - gimoteó su amiga. – "Estoy jodidamente desesperada por hacer pis."

"Podríamos terminar esta botella de agua…" – Sugirió Hugh.

"Hugh, ¿sabes cómo orinan las mujeres?" – retrucó su amiga. Con Hugh, no, Caroline, pensó Demelza sintiendo aún más pena por él.

"Solo trataba de ayudar." – respondió Hugh. George se rio a su lado.

"Bueno. Te haré un dibujo de los órganos femeninos cuando lleguemos." – continuó Caroline, quien le pareció que estaba siendo más punzante que lo habitual.

"Oh, guau, ¿gracias?." – respondió Hugh.

No había esperado ese giro en la trama. Después de todo, fue Caroline quien ofendió a Hugh. Y ella que pensó que ellos dos eran las dos personas más cuerdas en ese auto.

"Podrías ir al costado de la autopista." – Sugirió George. Caroline se giró a duras penas para mirarlo. "Nadie se mueve de todos modos. No puedo recordar la última vez que avanzamos algo." – continuó.

"¿Estás seguro?" – preguntó Caroline, volviendo a mirar hacia adelante, al tráfico estacionado.

"¿Qué tanta necesidad tienes de orinar?"

"Caroline, ¿Estás segura?" – intervino ella.

"Incluso mis ejercicios de suelo pélvico no me ayudan." – le respondió.

"¿Qué es el suelo pélvico?" – Preguntó Hugh. ¡Honestamente! Era como tener a un niño en el auto.

¿De verdad iban a hacer eso? Demelza miró a su amiga, y ella le devolvió una mirada de desesperación. Aparentemente sí. Volvió a controlar el tráfico. Hacía casi veinte minutos que no se movían.

"¿Lista?" - le preguntó a Caroline. Ella asintió y cada una abrió su puerta.

Dios, era agradable respirar un poco de aire fresco. Incluso si ese aire fresco era una contaminación desagradable y maloliente generada por tantos vehículos estacionados. Hacía más calor allí que dentro del auto. Podía sentir su piel ardiendo mientras caminaba con Caroline tomada de su mano.

"Fui muy odiosa con Hugh, ¿verdad?"

"Entre todos los que están en ese auto, ¿te las tenías que agarrar con él?"

"Lo sé. Le pediré disculpas. ¿Y tú? Parece que las cosas con Ross están más tranquilas…"

"Crees que hicimos bien, ¿verdad?" - le preguntó mientras descendían el terraplén al costado del asfalto tomadas del brazo. "¿Dándoles un aventón a Ross y a George?"

"Oh, sí. La peor idea del mundo." – Respondió Caroline. - "¿En qué estábamos pensando? Aquí creo que está bien." – Dijo cuando llegaron detrás de un arbusto. Más bien era un árbol petiso, que tenía un espacio lo suficientemente cubierto bajo su copa.

En ese momento Demelza no dijo nada, pero supo al instante que esa sería una anécdota que recordarían por el resto de su vida. '¿Recuerdas cuando te tuve que sostener embarazada de ocho meses para que pudieras hacer pis bajo un árbol a la orilla de una ruta?' Se sintió como la mejor amiga del mundo.

Al principio, cuando los autos comenzaron a moverse, no entendió muy bien que era lo que sucedía. Como cuando estás en un tren y piensas que estás saliendo de la estación porque el tren en la otra plataforma se está moviendo, tu cerebro se confunde. Pero entre las ramas del árbol, Demelza vio las ruedas de un auto comenzar a girar, y las ruedas del auto atrás de ese. Y Demelza recuperó sus sentidos.

"Oh, mierda. Caroline, tenemos que irnos."

"Sí, sí. Ya lo veo. Ya estoy, vamos."

Trotaron. O lo que se podía considerar 'trote' respecto a Caroline. Bocinas comenzaron a sonar. Riéndose y sin aliento, Demelza abrió la puerta del conductor y se subió, mientras Caroline daba la vuelta por delante del Mini.

"¡Ay, Dios mío, Dios mío!" - exclamó cuando se dio cuenta que su amiga embarazada de ocho meses corría por una autopista atestada de autos que intentaban avanzar. Pero no debía preocuparse por Caroline. No en ese momento al menos. No, por lo que debería preocuparse era por lo que ocurría dentro del auto, no afuera.

"Ah." - farfulló Ross. Ya había unos buenos trescientos metros entre el Audi de adelante y ellos. - "Uhmm... George salió también." - dijo, señalando en la dirección opuesta hacia adonde habían ido ellas. Demelza miró por el espejo retrovisor y vio los autos detrás de ellos tratando de pasar poco a poco al otro carril. No había banquina tampoco, debido a esas obras en la carretera, se quedaron sin opciones.

"¿Qué? Maldita mierda... ¿Adónde diablos se fue?" - dijo, y se sonrojó.

"No podemos quedarnos aquí. ¿Lo ven por algún lado? No se puede haber ido muy lejos."

"¿Qué? ¿Qué ocurre?" – Preguntó Caroline sin aliento luego del esfuerzo que hizo por llegar al auto y percibiendo el ambiente tenso.

"George salió también."

Todos en el auto comenzaron a mirar en todas las direcciones, pero no había señales de él. No podría correr hacia el tráfico para llegar a ellos de todos modos, y alguien iba a chocarlos por detrás si no se movían. Mierda, George. Puso en marcha el auto y comenzó a avanzar, yendo tan despacio como podía. - "¿Alguien lo ve? ¿llevó su teléfono?"

"No. Su teléfono está aquí." - Dijo Hugh, mirando el espacio para guardar que el auto tenía en las puertas traseras.

"Maldición." — siseó entre dientes. - "¡¿Qué hago?!"

"Lo primero es lo primero, probablemente necesites conducir más rápido que a diez kilómetros por hora." - Ross dijo como disculpándose. - "O podríamos morir todos."

"Bien, bien." - respondió ella, acelerando. "Oh, Dios, ¿pueden verlo?"

Hugh se esforzó por mirar por la ventana, pero no del lado correcto. - "¿Demelza? No, no puedo verlo." — les informó Hugh. - "Pobre hombre..."

"Ya sé que era tu deseo dejarlo..." – agregó Ross riendo por lo bajo.

"Gracias a todos, son de mucha ayuda."- dijo ella, tratando de no hiperventilar. Caroline también sonreía tomándose la panza. Era su culpa. - "¿Me desvió en el siguiente cruce? ¿Dónde nos encontrará? ¿Qué hacemos?"

"Respira, cariño." - le dijo Caroline. - "Es un hombre adulto, seguro que se las arreglará. Tal vez hasta lo encuentre gracioso."

"O terriblemente molesto." – agregó Ross, y Demelza dio un pequeño salto cuando sintió su mano en su hombro. La retiró rápidamente. Desearía no haber saltado de esa forma.

"Oh, Judas." - dijo, dejando escapar una risa ahogada. - "¡No lo hice a propósito!"

Iban a treinta ahora, que era aproximadamente la misma velocidad que todos los demás cuando la autopista comenzó a moverse nuevamente. Por lo general, se sentiría molestamente lento, pero en ese momento, mientras el punto en que George se bajó desaparecía de su espejo retrovisor, se sentía demasiado rápido.

"Ross, ¿podrías dejar de reírte ahí atrás? No es útil." - Ross resopló de risa. Captó su mirada por un momento en el espejo. Le hizo una mueca.

"Lo siento." - dice. - "Es solo... Es... un poco..."

Se tragó una risa, pero esta regresó, y antes de darse cuenta sus hombros también están temblando. — "Mierda." — repitió, llevándose una mano a la boca. - "¿Por qué me estoy riendo?"

"¡Lo dejaste meando detrás de un árbol!" - Ross resopló, la voz vibrando por la risa. - "¡Imagina su cara cuando regrese y nos hayamos ido!"

"Oh, no, oh, Dios mío." - ahora es Hugh, podía escuchar que él también se estaba riendo a carcajadas.