Capítulo 30
Las puertas del ascensor se abrieron con su característico timbre y las cabezas de varias de sus compañeras se giraron para ver al hombre que descendía de él. Mary se volvió también, esto fue lo que alertó a Demelza. Ross se dirigía hacia su escritorio.
Había estado todo el día intentando no pensar. Tratando de distraerse con el trabajo que tenía, que era mucho, pero por supuesto que no lo había conseguido. De seguro había sido igual para él. ¡Judas! Había sido tan bueno con ella la noche anterior. Se lo había dicho sin pensar. En realidad, tenía la esperanza de que no fuera verdad, pero cuando llegó el momento él se había comportado como el buen amigo que era.
Ahora seguro que después de haber tenido todo el día para pensar, no sería lo mismo. Nunca más sería lo mismo. Las manos comenzaron a sudarle, por eso no quería pensar.
"¿Qué haces aquí?" – le dijo apenas llegó frente a su escritorio. Vaya forma de saludarlo.
"Hola, Demelza. Vine a saludar a Verity y pensé en venir a buscarte… uhm, hola." – Dijo en dirección a la joven en el escritorio contiguo al de ella, el que solía ser de Caroline. Mary lo miraba de reojo disimuladamente.
"Oh, ho-hola."
La timidez de la joven la hizo sonreír. Ross solía causar esa primera impresión.
"Ross, ella es Mary, la nueva arquitecta del estudio. Mary, el es Ross Poldark, es el primo de Verity. Y mi… compañero de piso."
"Ohhh… sí. Demelza me ha hablado de ti. Mucho gusto."
"Encantado. Cosas buenas, me imagino." – Dijo mientras estrechaba la mano de la chica.
"Sí, sí. Por supuesto." – se apuró a decir la joven. ¿De verdad le había hablado sobre Ross? No recordaba haberlo hecho.
Ross se volvió hacia ella. - "Pensé que quizás podríamos salir a caminar…"
"Oh, tengo que…"
"Yo puedo terminar esto, Demelza. Los imprimiré y te los dejo sobre el escritorio para que los revises mañana. O te los puedo enviar por mail. Tú ve tranquila."
Ross sonrió satisfecho frente a las mujeres.
"Iré a saludar a Verity mientras te preparas."
¡Judas!
Demelza le sonrió en agradecimiento a Mary, pero en realidad quería matarla. Pensó que tendría un par de horas más hasta que llegara a casa y tuviera que enfrentarse a Ross de nuevo. Hasta que tuvieran que hablar. No había pensado que iba a decirle aún, no había pensado en nada en realidad. El sentimiento tan abrumador que la había dejado como adormecida.
Terminó de preparar unos documentos para Mary mientras Ross fue a ver a Verity. Mientras guardaba sus cosas, vio a Malcolm acercarse.
"Demelza, ¿te vas temprano? Me enteré de que fuiste a fiesta de los Poldark ayer, ¿Cómo estuvo? ¿Viste a alguien famoso?"
Demelza respiró profundo. Últimamente estaba intentando ser educacda con Malcolm, recordarse que solo quería ser amable, un buen compañero, aunque a veces resultara algo... cargoso.
"No me quedé mucho tiempo, solo estuve en la ceremonia. Él lugar era increíble."
"Las ventajas de ser amiga de la jefa." – dijo él, con una sonrisa que no le agradaba.
"No te quedes hasta tarde, Mary. Solo prepara esto, y el resto lo puedes hacer mañana." – le dijo a Mary, poniéndose el tapado y tomando la cartera y su bufanda. – "Nos vemos."
"Hasta mañana, Demelza. Que pases una linda tarde."
"Fui como invitada de otra persona." – Demelza dijo rumbo al elevador, Malcolm caminando junto a ella.
"Oh, deben tener muchos amigos en común. Bajo por un café, todavía tengo para un rato más aquí. ¿Quieres acompañarme?"
"¿Lista?" – Gracias a Dios por Ross que justo cuando llamaban al ascensor apareció a su lado.
"Sip."
A Ross no le pasó desapercibido como el hombre lo miró de arriba abajo, como si estuviera interrumpiendo algo. Las puertas se abrieron después del timbre, y los tres entraron. Demelza lo miró de reojo y le regaló una pequeña sonrisa, pero cuando sus dedos se rozaron "accidentalmente" ella apartó su mano.
"¿Tú eres el primo de Verity?" – la voz de Malcolm cortó el silencio.
"Disculpa. Malcolm, él es Ross Poldark. Ross, Malcolm." – Dijo ella. Creía que ese día tenía disculpado estar algo distraída. Seguro a Ross no le importaría en lo más mínimo si no lo presentaba ante un compañero de trabajo.
Ross estrechó la mano del hombre, pero solo lo saludó con un leve movimiento de cabeza. El viaje era corto para nada más. Los tres atravesaron el lobby, Demelza envolviendo su bufanda alrededor de su cuello.
"¿Vienes, Demelza?" – preguntó Malcolm cuando estuvieron en la vereda. El aire helado pegó en sus mejillas de inmediato.
¿Qué? Ahhh…
"Lo siento, Malcolm. Tengo que… ir a otro lado. Nos vemos mañana."
Partieron en distintas direcciones. Apenas dieron unos pasos, Ross preguntó: "¿Quién era ese tipo?" Pero de lo último que Demelza quería hablar era de Malcolm.
"Trabaja en el Estudio. En cómputos y Presupuestos."
"Creo que le gustas."
Demelza rio.
"Bueno. No será así por mucho tiempo. Ross…"
"Espera que lleguemos a un lugar tranquilo." – Dijo. Tenía razón, caminando entre la gente por una calle llena de negocios tal vez no era el mejor lugar para tener esa conversación. Iban lado a lado, Ross no volvió intentar tomarla de la mano, así que ambos tenían las manos en los bolsillos. La brisa helada soplando en sus cabellos. Demelza tenía roja la nariz, y a pesar de que se había afeitado el día anterior, la barba crecida de Ross ocultaba sus mejillas coloradas.
"¿Cómo te sentiste hoy? Digo, con el…" – Ross cabeceó en una dirección indefinida que ella comprendió era su panza. Judas, ¿debía esperar sentirse descompuesta todos los días?
"Me sentí bien. Normal." – Si normal era tratar de controlar un ataque de ansiedad constantemente.
"¿Y tú?" - Ross alzó sus gruesas cejas. - "Sí, sé lo que quieres decir."
"¿Quieres ir al Vic and Albert?" – Sugirió él. Era lo suficientemente grande para que no estuviera colmado de gente, y los protegería del clima de diciembre. No tardaron mucho en llegar. Recorrieron algunas galerías en silencio, los dos buscando algún lugar tranquilo para conversar. Al final encontraron una gran sala vacía, con enormes cuadros que colgaban de las paredes. Eran impresionantes, y sin embargo allí no era más que un lugar de paso entre un pabellón y otro, perdido entre tantas riquezas y obras de arte. Se sentía apropiado. El mundo seguía girando, pero ella tenía sus propios problemas que parecían inmensos. ¿Cómo era posible que fuera a tener un hijo?
La sola idea, el concepto, le parecía surrealista. Pero el test no se equivocaba. Toda su vida, todo lo que planeó, estaba hecho trizas. Oh, y no la juzguen. Sabía que muchas mujeres solteras tenían hijos, y sabía que muchas alcanzaban el éxito en sus carreras, solo que nadie le iba a negar que todo sería mucho más difícil. ¡Y ni hablar de criar un niño en este mundo! Educar a una buena persona, una persona de bien. Ya había tenido una muestra con sus hermanos, y no era nada fácil.
"Ross, déjame – déjame decirte algo, ¿sí? Por favor, no me interrumpas."
Se sentaron en los escalones de acceso a la sala. No había ningún banco, como si incluso el museo mismo hubiera dispuesto que esa sala fuera solo de tránsito. Demelza miró a su alrededor, ¿era ese Napoleón? Probablemente, acorde al tamaño de la pintura…
"Demelza…?"
"Oh, sí. Aún estoy… procesando todo esto. Creo que todavía no logré asimilarlo. Lo que te dije esta mañana, todavía sigo pensando así. Sé que tengo alternativas, sé que podría terminar con esto y nadie se tendría que enterar, incluso quiero pensar que no me juzgarían. Al menos no la gente que me importa, pero entre ayer y hoy, la única certeza es que no puedo. Mi mamá quedó embarazada de mi siendo mucho más joven que yo… aunque pensé que yo sería distinta. Que no cometería el mismo error…"
"No creo que tu madre te llamaría un error…"
"No, no lo haría. Pero eso es. Para mí, es un error. ¿Eso me hace una persona horrible?"
"No…"
"Sé que en algún momento voy a amar a este bebé, no entiendas mal, pero ahora… ahora todo lo que puedo pensar es que no es el momento indicado. No era así como quería que sucediera. Tengo mi trabajo, quería disfrutar un poco más ¿sabes? Solo, cosas tontas…" – Demelza se llevó una mano a la frente, Ross continuaba quieto a su lado, sin intentar acercarse más. – "… como unas vacaciones o mí propio lugar. Salir con Caroline cuando vuelva. No sé, ir al cine o al teatro, enamorarme… estupideces que ahora pienso no voy a poder hacer…"
"Di, aun podrás hacer todo eso. Podrás hacer todo lo que quieras."
"¡No! Porque voy a tener que quedarme en casa cuidando un estúpido bebé. No podré hacer horas extras, porque voy a tener que volver a cuidar al bebé. No podré ir de vacaciones, porque el bebé va a llorar en el avión. No podría traerlo aquí, porque se pondría molesto, no podré salir por unos tragos porque el bebé tiene que dormir… tendré que actualizar mi perfil de Tinder: Madre soltera en busca de diversión. Nadie me tomará en serio, nadie se va a enamorar de mi con un niño."
"Yo podría enamorarme de ti…"
"Tú ya estas enamorado de alguien más."
"Te dije que eso era el pasado."
"Ross… tengo un par de ojos y un cerebro, y está bien, en este momento no funciona al cien por ciento, pero aun así puedo ver cómo te pones cada vez que la ves. No es eso de lo que estoy hablando, no es lo que espero de ti."
"¿Y qué esperas de mí?" – Preguntó él, algo exasperado. Porque Ross había decidido acompañarla y apoyarla en todo, pero en ese momento lo estaba sacando un poco de sus casillas.
"Nada… Ross, este es mi problema. Tú no tienes que estar involucrado. Sé lo que dijiste, y te lo agradezco, de verdad. Pero no tienes que hacerlo. Puedo irme, puedo conseguir otro departamento, incluso podría volver a Cornwall y encontrar empleo allí. Pero no es necesario que tu vida se arruine también." – terminó de decir.
Justo en ese momento, una pareja mayor entró por la puerta de en frente. Ross se frotó las manos, y Demelza los miró mientras ellos atravesaban la sala observando alrededor. No se detuvieron, no se dieron cuenta del agujero negro que estaba consumiendo todo su universo. Pasaron a su lado dejando la sala y a ellos solos de nuevo.
"¿Puedo hablar ahora o tienes algo más para decir?" – Ella sacudió la cabeza.
"Primero. Ninguno de los dos se esperaba esto, eso está claro. Los dos estamos sorprendidos. Algunos de nosotros lo estamos tomando con más calma, otros se están dejando invadir por el pánico…" – un par de ojos verdes como lámparas se clavaron en él. – "Siempre dices que no reaccionas bien a situaciones de estrés, ahora lo entiendo. Así que me dejas a mi ser la persona sensata en esta circunstancia. Lo cual es mucho decir. Recuerda que la última vez que viví una situación estresante me fui del país y no volví durante dos años. Pero de todos modos, no me voy a ir ahora. Demelza. Sé que podrías hacer esto tu sola, no se trata de eso. Es acerca de asumir nuestras responsabilidades. No fue solo tu error. Los dos nos equivocamos, quiero decir, fue un pequeño descuido. Fui yo quien debí cuidarme…"
"No, Ross…"
"Ah. Ah. Es mi turno ahora. Apreciaría que no me interrumpas." - chistó levantando el dedo índice delante de sus labios.
"Tú también me interrumpiste."
"Solo para hacer observaciones incisivas." – Demelza puso los ojos en blanco y él finalmente tomó su mano, apretando sus dedos alrededor y sonriendo torcido. Sí, él también estaba aterrado, pero no tanto cuando estaba con ella. – "¿Puedo continuar?" – Ella le devolvió el apretón como respuesta. – "¿En qué estaba? Ah, sí. Esto, bueno o malo, nos pasó a los dos. Y no tengo ninguna intención de marcharme. Eres tú, Demelza. Mi mejor amiga. No pasó en algún encuentro ocasional con una mujer que no conozco. Verás, tres meses atrás, no tenía nada. Y luego tú apareciste…"
"Ross… por favor, no vayas a hacer ninguna declaración de índole romántico."
"Por favor, déjame terminar, ¿quieres? Tú me ayudaste a encontrar un hogar, me regalaste tu compañía cuando estaba solo. Me apoyaste cuando buscaba trabajo y me hiciste redescubrir un pasatiempo que no solo me hace bien a mí. Me hiciste volver a reír… no pienses que tomo todo eso a la ligera. Sé lo que piensas respecto a Elizabeth, y no estás equivocada. Pero ella tomó su decisión, y durante mucho tiempo pensé que había decidido por mí también. Pero ahora ésta es mi decisión. Decido dejar atrás el pasado y hacer frente al destino. Que eres tú. Y tú eres una mujer inteligente, dulce, cariñosa, increíblemente atractiva y sexy. Mi mejor amiga. Y sé que apenas nos conocemos, pero me gustaría seguir conociéndote. Y había tomado esa decisión antes de esto… en darle a esto una oportunidad… lo siento, me estoy yendo para otro lado. Lo que quiero decir es, que… estoy aquí. No me iré. Tengo más ahora de lo que creí que tendría no hace mucho tiempo…"
Demelza no se pudo contener más. Con un "Oh, Ross" apretó su mano y apoyó su mejilla en su hombro. No lloró, extrañamente, pero algo en lo profundo de su ser pareció derretirse. Y no solo el miedo de tener que hacer eso sola. Había más. Más de lo que ella se atrevía a reconocer. Una de sus manos se soltó de la de ella y rodeó sus hombros, besándola sobre sus cabellos. Todo daba vueltas todavía, pero al menos tenía su cable a tierra.
Perdieron la noción del tiempo, aunque solo habían transcurrido unos minutos. Abrieron los ojos cuando escucharon a alguien abrir la puerta tras ellos, era un guardia de seguridad.
"El museo cierra en diez minutos." - Demelza levantó la cabeza.
"Gracias, ya nos vamos." – Dijo Ross, mientras ella pasaba sus dedos por sus mejillas secas. – "Entonces, ¿Qué piensas?"
"Me iría corriendo si fuera tú… Eres una muy buena persona, Ross. Y dulce, generoso. Y guapo. Y no sé cómo esa mujer pudo dejarte." – añadió. Él se rio. – "Está bien. Hagamos esto juntos. Como tú dices, al menos eres tú. Podría haber sido peor."
Ross besó sus nudillos sonriendo, una y otra vez. – "Mucho peor... ¿Y qué hay de lo otro? ¿De nosotros?" – susurró, dándole un pequeño empujoncito con su hombro.
"Cinco minutos para el cierre. Por favor diríjase a la salida más cercana." – se escuchó por altavoz. La vio morderse los labios.
"Será mejor que nos vayamos."
Bueno, ya se dejaría de insistirle que no tenía ninguna responsabilidad en esto. No es que ella hubiera decidido, que hubiera deseado… quedar embarazada. Judas. Hasta en sus pensamientos todavía le costaba decir esa palabra. Sabía de mujeres que sí, que deseaban ser madres y no necesariamente tener un padre en el cuadro. Incluso ella podría haber sido como esas mujeres, en unos años, claro, cuando tuviera más seguridad económica, cuando tuviera más tiempo. Pero ahora, pues la verdad es que estaba agradecida por Ross. Por cómo se lo había tomado. No todos los hombres reaccionarían así ¿verdad? Sabía de qué no. Iban tomados de la mano, pero en silencio. Al salir del museo, él le había dicho que debían volver a recorrerlo, que hacía mucho qué él no iba y se veía distinto. Para ella esa sala siempre estaría vinculada al momento en que decidieron seguir adelante juntos. Probablemente el momento en que se convirtieron amigos para toda la vida. Era atemorizante ¿no? Hace unos meses atrás eran completos extraños y ahora estarían unidos para siempre, de alguna forma u otra. Y a Demelza le gustaba esa idea. Le gustaba Ross, lo quería. Y si era honesta, y a esta altura ¿Por qué no serlo? Se atrevería a reconocer que estaba medio enamorada de él. ¿Cómo podía no estarlo?
Sí, era perfectamente consciente de que él amaba a alguien más, pero eso no quitaba lo bueno que había sido con ella. No sólo en esto, que era enorme, pero antes también. No se encontraban hombres así en Tinder. No sólo atractivos, pero honestos. Leales. Sí, ella se creía capaz de hacerlo sola, pero estaba agradecida de que Ross estuviera a su lado. Si ella tuviera la oportunidad, saldría corriendo. Pero él estaba decidido a permanecer a su lado, y eso lo hacía quererlo aún más.
Más. Es lo que él quería. Ya se lo había dicho antes, que estaba dispuesto a que existiera más que una amistad entre ellos. Pero le gustaría que no hubiese sido así, porque ahora sentía que él estaba obligado.
"¿En qué piensas?" – le preguntó cuando ya estaban en la avenida Sloane.
"Uhmm… en esto y aquello." – él le apretó la mano. – "Tengo que pedir turno con la ginecóloga. Tengo que buscar una, nunca fui."
"¿Nunca?"
"No. Nunca tuve necesidad. Llamaré a mi doctora para que me recomiende una."
"Me gustaría acompañarte, cuando vayas."
"Oh." – Demelza sonrió, un calor recorriéndola por dentro a pesar del frío.
"¿Qué?"
"Nada. Solo que… eres tan tierno. Y te estás tomando todo esto tan bien, casi que haces que me dé pena."
"¿Pena por qué?"
"Por cómo me lo estoy tomando yo. Por cómo me siento…"
"No creo que haya una mejor o peor manera de reaccionar. Todos somos distintos."
"Sí, pero creí que yo era la más sensata de los dos."
"Todavía lo eres, yo solo te estoy cuidando el lugar hasta que te recuperes."
"Pues vas a tener que ser paciente."
"Lo seré."
"¡Ross!" – Demelza sacudió la cabeza. Tanta sensatez de su parte la estaba sacando de quicio.
"¡¿Qué?!" – Ross soltó una carcajada, ocasionando que una mujer que venía en dirección opuesta a ellos se asustara y emitiera un gemido que la hizo reír a ella también. Una vez que la mujer ya no podía oírla, claro. Estaría alterada, pero no había perdido los modales. Ross aprovechó para soltar su mano, y rodear su espalda, apoyando la palma de su mano sobre su hombro.
"De verdad, no estás ¿asustado?"
"Nunca he estado más aterrorizado en mi vida." – Dijo sin vacilar. Era la verdad.
"Bien. Al menos tenemos algo en común." – Bromeó ella, pasando su brazo alrededor de su cintura.
"¿Quieres que te lleve la cartera?"
"No seas ridículo, Ross."
Ross estaba preparando la cena. Nada muy elaborado, solo descongelando en el microondas lo que Demelza había cocinado durante el fin de semana. Ya era costumbre. Se sentía algo más… relajado. Lo que le resultaba muy extraño. Mientras estaba solo, en ese momento y durante todo el día en el trabajo, había intentado definir sus sentimientos, tratar de ponerlos en palabras. Se imaginó que eso le serviría cuando tuviera que hablar con Demelza. Primero tener en claro lo que pasaba por su mente, para luego poder apoyarla a ella. Demelza tenía razón, era raro que él fuera el más adulto, pero se sentía bastante orgulloso por cómo había reaccionado en esas últimas horas. Sentía que hizo lo que tenía que hacer, y tenía toda la intención de seguir así. Por ella, que parecía estar en ruinas, pero también por él. Ya se había escondido lo suficiente, y aunque esto no era lo que tenía en sus planes para su futuro, era mucho más de lo que podría haber esperado. Porque no esperaba nada en realidad. Cuando volvió no sabía cómo iba a continuar su vida, y ahora tenía una buena mujer con quien compartir sus días, tenía una casa, un trabajo, y en algunos meses tendría una personita que lo necesitaría y lo amaría incondicionalmente. Él nunca había imaginado ser padre, pero en esas pocas horas la idea se había arraigado en su interior. Sí, podría ser padre. Incluso había llegado a pensar que podría ser un buen marido… pero Demelza lo mataría si siquiera lo mencionaba. Además, ella ni siquiera le había respondido si quería tener algo más con él. La entendía, por supuesto. Él trató de ser lo más honesto posible, tal vez no la amaba como había amado antes, pero sin duda la quería lo suficiente para arriesgarse de nuevo. Y ahora ya no solo era una opción, no. Ahora el destino había llegado y lo había empujado de golpe hacia una decisión. Sólo que esta vez el resultado no lo dejaría en soledad. Y él no quería estar solo.
"¿Pastel?" – Preguntó Demelza asomándose a la cocina. El aroma ya comenzaba a salir del microondas. Se había cambiado, estaba en su pijama ya, aunque todavía era temprano. Una remera grande y larga, su bata de peluche rosada y las piernas desnudas con las pantuflas en sus pies.
"Sí. ¿Quieres otra cosa?"
"No. Eso está bien." – Dijo y se acercó, apoyándose contra una de las encimeras. "Escucha, Ross…"
Ross clavó su mirada en ella. Tenía las manos en los bolsillos de la bata, el pelo colorado suelto formaba ondas sobre sus hombros. – "¿sucede algo?" – Ella sonrió.
"Muchas cosas. No solo esto… te quería hablar acerca de lo de antes. Sobre lo que me preguntaste. La verdad es que… me gustas, Ross. Me gustas mucho. Y traté de mantenerme alejada de ti en estas semanas, porque pensé que saldría lastimada. Porque si me lastimaste, un poco, aquella noche cuando fuimos a cenar. Pero ahora tengo tanto miedo de que mi vida se acabe…"
"Tu vida no se va a acabar."
"Y no haber vivido. No haber aprovechado las oportunidades. Así que, acerca de tu pregunta, sobre lo otro, sobre nosotros… Sí…" – susurró asintiendo. – "Sí, me gustaría."
Ross sonrió cuando ella dio un paso hacia él. Tal vez no le costaría taaanto trabajo convencerla.
Parecía que el tiempo se detuvo lentamente en esa cocina en Chelsea mientras se miraban a los ojos. Aun cuando todo era una locura, y ella sabía con certeza que él amaba a otra mujer, creyó que nunca había sentido un momento de conexión tan absoluta como ese. Él estaba sonriendo, no riendo, más bien había una mueca complacida en sus labios. Entre ellos solo había honestidad. Él podía ver el brillo de su miedo en sus ojos y también estaba seguro de que podía sentir su profunda confusión. Le acarició el pelo con delicadeza y su aliento quedó atrapado en su garganta al ver cómo la aprensión en sus ojos se transformaba en añoranza. Le debió haber costado mucho decirle eso. Tenía que agregar valiente a su larga lista de cualidades. Ella tragó, nerviosa, y él bajó la cabeza, sus labios apenas se tocaron. Era agonizantemente abrasador, esa sensación melancólica y sensual en sus huesos, el calor de él contra ella, la forma en que sus dedos acunaban la parte posterior de su cabeza. Y entonces no quedó espacio entre ellos.
Su mano se movió hacia la calidez de su cuello mientras compartían el más lento y profundo de los besos. El sonido bajo en su garganta haciéndole saber que esto lo había tomado tan desprevenido como a ella.
Ross no estaba equivocado. Le tomó mucho esfuerzo juntar el coraje para decirle que ella lo deseaba también. Para dejarle en claro lo que la había lastimado en un principio y sus miedos ahora. Pero todo eso parecía no tener importancia en ese instante. No cuando algo parecía haberlos unido en ese momento perfecto en un lugar tan cotidiano. En ese tierno beso que se sentía como si hubiera estado allí todo el tiempo, esperando pacientemente a que lo encontraran de nuevo. ¿Lo había esquivado todos los días, luchando contra él, casi pisoteándolo? Probablemente, y por una buena razón. Pero aun así, Demelza cerró los ojos y se inclinó hacia la sensación, hacia la presión de la boca de Ross sobre la suya.
"Demelza." - Él susurró su nombre, sus dedos masajeaban la base de su cráneo cuando sintió la insinuación de su lengua sensual contra sus labios. Era como ser electrocutado lenta y placenteramente. Ella deslizó su lengua dentro de su boca y él satisfizo sus necesidades con las suyas, arrastrándola contra él, respirando con dificultad mientras su beso se transformaba de lento a inquisidor, de inquisidor a ardiente, sus jadeos ya no eran silenciosos, sus corazones latiendo con fuerza en sus pechos. Abrió los ojos y miró los ojos cerrados de él. Su mirada oculta, tan perdido en esto como ella. Sus párpados se abrieron cuando sus dedos encontraron la suave franja de piel debajo de su remera. Pudo sentir su pulso acelerándose. Por un momento, sus bocas aún estaban juntas, sus ojos fijos en los de ella, un millón de preguntas corriendo a través de ellos y en su cabeza, hasta que él reaccionó instintivamente y la presionó contra la mesada de la cocina con el peso de su cuerpo, sus manos arrastrándose y apretando sus hombros, sus brazos y de nuevo a su rostro. El beso de un hombre desesperado. Y ella lo deseaba de igual manera. De una forma repentina e innegable como nunca había sentido antes, y su cuerpo le decía que él la deseaba con la misma intensidad.
De pronto ella se encontró ayudándolo a quitarse la remera. La pasó por sobre su cabeza y el brillo de la luz de la cocina se reflejó en sus anchos hombros expuestos. Sus brazos volvieron a rodearla y a cubrirla con el peso de su pecho. Su boca sobre su cuello, y ella se arqueó hacia él, algo mareada. Sus labios encontraron los de ella de nuevo cuando sus dedos se movieron por debajo de su bata y hacia uno de sus pechos, una inhalación brusca escapó de su boca cuando su mano apretó sobre el algodón de su remera. Ross hundió los dientes en su labio inferior, y ella jadeó, sus uñas clavándose en su hombro.
Judas. No iba a ser capaz de hacer esto de nuevo sin apostar su corazón, pero estaba dispuesta a arriesgarse porque todo ya era un desastre y a pesar de todo, o tal vez debido a todo, lo único que quería allí y entonces era estar con él.
Se detuvieron cuando el microondas emitió un pitido indicando que el pastel ya estaba descongelado. Sus frentes una contra la del otro. Ross extendió la mano y le tomó la mejilla; ella besó su pulgar cuando él lo pasó por su boca.
"Sé que todo esto es un caos, Di." - susurró. - "Pero quiero estar contigo."
"¿Tu cama o la mía?"
Sonrió. Como si necesitara preguntar.
Ninguno de los dos se molestó en sacar el pastel del microondas. Tomados de la mano, se apresuraron hacia el pasillo que llevaba a las habitaciones. Y ese caos del que Ross hablaba pareció quedar del otro lado cuando cerraron la puerta. Ross la besó de nuevo, se sentía familiar, así como el calor de la anticipación entre sus piernas. Ella arrastró sus dedos por su espalda, en puntas de pie para tener mejor alcance. Y él emitía sonidos inconscientes cada vez que ella pasaba sus dedos cerca de su pecho o su abdomen y volvía a apretarla contra él cuando los llevaba hacia la piel de su espalda.
Luego que tuvieron que separarse un momento para recuperar el aliento, Demelza dio un paso hacia atrás. Si alguna vez hubo un momento para ser audaz, ese era el de ella. Tomó el cinturón de su bata y tiró del nudo, dejando que se abriera. Ross siguió sus manos con los ojos, luego levantó la mirada hacia ella, dejándola ver el efecto que estaba teniendo en él.
"Quítatelo." - dijo en voz baja, a medio camino entre una pregunta y una demanda.
¿Vieron en las películas cuando la gente se encoge de hombros y se les cae la bata? Demelza intentó una sacudir sus hombros de esa forma y, por pura casualidad, la bata cayó exactamente de esa misma manera, deslizándose hasta formar un charco alrededor de sus tobillos.
"Vaya movimiento, princesa." - dijo él, las comisuras de su boca temblando.
"Estoy muy orgullosa de él" - le respondió ella, pasando la palma de su mano por su pecho, hasta el botón de sus jeans.
"Me equivoqué cuando dije que eras una princesa. No creo que las princesas se comporten así. Ahora creo que te pareces más a una sirena." - le dijo sonriendo, enrollando un mechón de su cabello alrededor de un dedo. Arrastró su otra mano por su garganta, entre sus pechos, sobre su estómago.
"Tal vez pueda ser ambos."
"Puedes ser lo que quieras conmigo. Siempre."
Ella lo acercó lo suficiente para que sus cuerpos se tocaran. Ross gimió bajo en su garganta y bajó su cabeza hacia la de ella. Demelza jadeó cuando sus palmas rozaron la longitud de su columna para acunar su trasero y, aprovechando que su remera ya estaba enrollada en su cintura, se la quitó.
"Di." - susurró, levantando la cara lo suficiente como para mirarla con sus hermosos ojos. "¿Segura que quieres hacer esto?"
Demelza apoyó los pies firmes en el suelo alfombrado, volviendo sus manos a los músculos de sus hombros y luego sosteniendo su rostro entre sus manos. "Estoy muy segura, Ross. ¿Qué es lo peor que puede pasar? Ya estoy embarazada."
Él rio. "Así que ya no somos solo amigos." - dijo con ternura.
"No te adelantes."
"¿O volvemos a las excepciones?"
"Tal vez. Si es así será mejor que lo hagas memorable" - dijo ella.
"Puedo hacer eso." Ross inclinó la cabeza y tomó su pezón en el calor de su boca, y ella jadeó y empujó sus dedos en su cabello. Judas, había extrañado esto... Se sentía como si estuviera haciendo magia con su lengua.
El cobertor de la cama le rozó la espalda cuando la acostó. Sus ojos ardientes en los de ella, el leve ascenso y descenso de su pecho diciéndole que eso también era demasiado para él. Por un momento todo pareció salvaje, sus labios encontraron los de ella, hambrientos y buscando algo en su interior. Sabía mar y a cerveza y a anhelo reprimido, su lengua en su boca, sus manos sobre su cuerpo. Su respiración se atascó en su garganta porque quería tanto el peso de su cuerpo contra el de ella que le dolía.
Se despegó de ella por solo un instante. - "He intentado no pensar en esto." - dijo mientras se quitaba el resto de la ropa y se acostaba desnudo junto a ella. - "Después de esas noches, he tratado de no recordar cómo fue entre nosotros."
"Yo no he pensado en nada más desde nuestra última noche." - admitió Demelza. Ross inclinó su cuerpo hacia ella y ella se volvió hacia él. Ambos jadearon ante la intimidad cuando sus estómagos se tocaron.
"Lo intenté, pero fallé miserablemente al tratar de no pensar en ti."
Ross tomó sus manos y las levantó sobre su cabeza contra la almohada. La mirada clavada en sus ojos mientras deslizaba su rodilla entre las de ella.
"Di..." - El matiz de su voz lo era todo.
Ella curvó sus dedos en sus palmas por encima de su cabeza, su boca contra la suya mientras él se movía sobre ella y se acomodaba entre sus piernas. Sus labios entreabiertos rozaron su frente, su mejilla, a lo largo de su mandíbula. La miró a los ojos cuando bajó las caderas, lenta y profundamente, mordiéndose el labio inferior como si realmente sintiera dolor. Ella trató de atesorar momento en su cofre de recuerdos más preciados en su cabeza.
"Mi hermosa princesa." - murmuró, sexy, moviéndose contra ella, dentro de ella. Su boca se arrastró por su garganta, la aspereza de su mandíbula, sus manos agarrando las suyas, el arco de su cuerpo, el constante empuje de sus caderas. Estaba empapada en él, tan caliente por dentro que pensó que podría explotar. Y entonces lo hizo, y la intensidad la hizo llorar, lágrimas inesperadas en sus mejillas. Ross besó sus lágrimas, agarrando sus manos con tanta fuerza que casi dolía cuando soltó el control, sus muslos sujetándose alrededor de su cuerpo. Era poderoso. No era hacer el amor porque él no la amaba, pero tampoco era solo sexo. Era otro nivel de intimidad, ardiente, una emoción completamente nueva para la que todavía no tenía palabras.
"Por Dios, Demelza..." - jadeó él, con el corazón latiendo contra el de ella. Una risa temblorosa resonando a través de su cuerpo.
"Por un momento allí pensé que iba a morir." - dijo ella sin aire.
Ross apoyó su frente contra la de ella, recuperando el aliento también, besándola lentamente. "Me alegro de que no lo hayas hecho."
"Debo decir, esta es una buena distracción." - murmuró, haciéndolo reír.
"Puedo distraerte cada vez que lo desees."
Dejó que sus manos aprendieran los ángulos y las curvas de sus hombros, las hendiduras de su columna. Demelza cerró los ojos. Algunos besos tienen un final. Ese no. Continuó, era una nueva forma de comunicarse. La lengua de ella se deslizó sobre la de él, sus manos se movían en su cabello, girando a los lados. Ross susurró su nombre como un hechizo, ella se movió para estar más cómoda en sus brazos, y aun así se siguieron besando. Ross se agachó y tiró de la manta para cubrir sus cuerpos, las piernas de ella entrelazadas con las de él, y aun así, el beso continuó.
