Saludos a todos ustedes, fanáticos de mi oscura relación de mortífagos ((..:ñaca ñaca:..)) Jeje Como están? Bueno, yo realmente feliz (nuevamente) porque huvo una tormenta y mi MODEM hizo caput! Por lo que yo, sin internet, tuve tiempo para escribir un nuevo capi de esta historia que va a continuar por bastante tiempo (para toos los que se preguntaron). Aquí van mis "Gracias!" por los reviews que dejaron, más aun para aquellos que me siguen desde el comienzo de este fic, y millones más para los que me siguen gracias a otros fics mios :D Asi que, con todo gusto, los dejo a disposición del tercer capi, sin antes aclarar una cosa que no se si toos la tienen entendida: Este fiction es una suerte de Diario personal de Harry Potter en su vida de Mortífago. En este nuevo capi lo que se anexa (y más aun en el 4to, al cual lo estoy escribiendo ya) son opiniones y/o secretos de nuestro moreno hacia ustedes, queridos lectores... y sin decir más palabras, aquí tienen el 3er cap...

Atte.: Draconiger

PD: El amor de un Mortífago puede ser mucho más cruel que el de nadie. Sus reglas no tienen límites.

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CAPÍTULO 3

Miércoles 21 de octubre

Draco Malfoy es como una droga. Estando con él, cada vez quieres más. Estando sin él, una vez habiéndolo probado, te retuerces muriendo en vida. Cuando lo tienes cerca, cuando esta poseyendo tu cuerpo, te sientes el rey del universo. Él te controla. Es su forma de ser.

Solo una cosa tengo por decir: probarlo causa adicción.

Y lo sabes. Sabes que luego de esa noche que te regala todo acaba, pues no existe un romance, ni siquiera amor. Tienes que aferrarte a eso o puedes caer muy profundo. Todo es por un mero hecho de atracción física, de búsqueda de un placer instantáneo. Y a pesar de todo eso no te niegas. No puedes hacerlo. Ya que tu piel te pide, te suplica, cada vez más.

Así es él. Te hace olvidar de los límites. Te encierra en una burbuja en la que solamente tú y él están, atrapados y ciegos del mundo.

Y eres víctima de sus caricias cuantas veces él quiera, pues te sientes su esclavo por voluntad propia. Y crees que podrías aceptar cualquier cosa con él. Pues es como un refugio en el que solo por un momento eres dueño y señor. Sabes que por esa noche él será tuyo y de nadie más.

De repente sientes que necesitas sus labios. Y al instante están allí. Esperándote. Saciado tus ganas.

Te sientes idiota entre sus brazos, bajo las manos que acarician tanto cuanto pueden, con sus labios desgastando los tuyos... Y solo atinas a entregarte a ellos, al embriagante roce de lenguas.

Y quieres más.

Más...

¿Pero qué puedes pensar cuando lo ves regresar por ti?

Aquella mañana luego del ataque se marchó en silencio, no sin antes besarme una vez más. Le guiñé un ojo, recuerdo, y su cuerpo desapareció tras la puerta.

Dormí mucho luego de aquellas horas de desmedido placer. Estaba ligeramente confundido. Era como que algo nos estaba uniendo cada vez más. Una vez Draco me había dicho que entre el odio y el sexo había un solo paso...

¿Será entonces que entre el sexo y el amor también se ciñe tan corta distancia?

Draco me lo recriminó hace unas cortas horas.

En fin, debo manejar la pluma sobre este asqueroso trozo de papel, pues éste es mi diario de Mortífago, cosa que está prohibida escribir. Pero yo lo hago, para contemplar mis errores y grandezas. Destruir los primeros e imitar las últimas...

Hoy desperté a eso de las diez de la mañana con un leve dolor de cabeza. Quizás eran las ansias o reprimida incomodidad de tener que almorzar con los Malfoy. Tomé una ducha, fui hasta el refrigerador y saqué de allí unas cuantas cosas, así también como de la alacena. Y unos minutos más tarde estaba sentado a la mesa desayunando unas tostadas con mermelada y un café puro para levantarme un poco el espíritu.

Cómo no supe de qué manera desperdiciar un poco el tiempo hasta que el mediodía llegase, decidí vestirme e ir a caminar por Harrods como si tuviese el dinero suficiente como para comprármelo todo.

A eso de las doce menos veinte del mediodía tomé un taxi bajo el cielo nublado de Londres. Dije donde debía ir al chofer y quedé en silencio, pensando en nada. Una cabellera rubia se entrecruzaban en los hilos de mi conciencia.

Tardamos bastante tiempo en llegar a la enorme mansión a las afueras de la ciudad. Era imponente, maravillosa, aunque la gárgola de piedra colocada al borde de las tejas que coronaban la parte más alta le daban un toque sutilmente lúgubre.

Pagué y bajé. En los portones de hierro se encontraba un hombre vestido totalmente de negro que me preguntó el nombre.

-Como si no lo supiera- bufé hacia él levantando con arrogancia el cabello que cubría mi frente.

-Tengo órdenes de preguntar los nombres- avisó alzando la nariz.

-Bien... soy Draco Malfoy- mentí con soberbia.

-Miren quien llegó- se oyó canturrear a una voz desde lejos, y volviendo la vista vi a alguien cuya mirada me resultaba familiar- ¡Harry Potter! Déjalo pasar, idiota- gruñó Lucius Malfoy al hombre de la puerta.

Lo miré y sonreí con sagacidad. De repente sentía que hablábamos el mismo idioma.

-Buenos días, señor Malfoy- saludé estrechándole la mano que había estirado hacia mi.

-Vamos, llámame Lucius- me empujó hacia la puerta y al instante entramos en el hall que se unía directamente a la enorme sala. Una sensación se apoderó de mi estómago, mientras mi vista se veía clavada en donde hace unos días había bailado con Draco- Mi hijo me dijo que te había invitado a almorzar, Harry... ¿puedo llamarte Harry, no?

-Preferiría que me llame Potter- objeté.

-Vamos, si ya somos de la misma familia- lo miré a los ojos, sintiendo como mi corazón subía hasta mi garganta y me cortaba el aire ¿Acaso él sabía...?- Quiero decir, ambos la tenemos grabada- afirmó tocando su brazo izquierdo por sobre su túnica.

Sonreí. Mi cuerpo se había relajado repentinamente.

-Entonces... Harry me parece bien- asentí.

-Perfecto, Potter- sonrió ante su estúpida broma y yo solté una risita actuada- Sígueme- invitó tomándome del hombro mientras me guiaba a la habitación contigua, en la que se hallaba un amplio comedor- Draco y Narcisa ya están sentados a la mesa.

-Disculpen la tardanza- dije en cuanto los vi a ambos. La madre de Malfoy soltó una sonrisa de costado apartando las finas hebras de cabello dorado y acomodándolas detrás de su oreja para mirarme. Draco sonrió, pero de una manera mas convincente, manteniendo su común mirada de arrogancia.

Lucius se sentó a la punta de la mesa y me indicó ubicarme junto a Draco, que estaba a su izquierda. Narcisa, a la derecha de su marido, me miró unos segundos antes de llevar su primer bocado a la boca.

-Foolich, sírvele un poco de faisán al señor Potter- pidió el hombre con rotundidad.

Sonreí, sabiendo a qué se podía referir un nombre cuyo comienzo significaba "tonto". Y comprobando mi teoría, un elfo doméstico apareció al instante a mi lado, con sus enormes orejas de murciélago, y ubicó un plato elegantemente adornado frente a mi.

-Y dime, Harry ¿A que se debe tan agradable visita?

-Yo lo invité, padre- respondió Draco antes de que yo pudiera siquiera separar los labios- Potter y yo somos ahora muy buenos amigos.

Sonreí, sintiendo su mano izquierda deslizarse por sobre mi muslo bajo el mantel.

-¿Es eso verdad?- preguntó la señora Malfoy con su peculiar imagen de estar oliendo algo nauseabundo.

-Exactamente- afirmé- Es extraño como, cuando te das cuenta y sabes diferenciar la buena raza, te comienzas a llevar bien con los mejores.

-En eso tienes mucha razón, joven Potter- congratuló Lucius. Draco a mi lado asintió con la cabeza. Narcisa sonrió nuevamente- Siempre es bueno saber quienes son los magos puros.

-Pero tu no eres puro ¿no, Potter?- objetó la mujer mirándome incisivamente.

-No- respondí inmutable- Por desgracia mía no.

-Harry me dijo una vez que de ser posible se haría una transfusión- bromeó Draco. Lo miré sonriendo sin entender muy bien por qué había puesto palabras no dichas por mi en mi boca, pero al ver a toda la familia Malfoy riendo, adopté la frase como mía.

-Es verdad. Daría lo que fuera por ser sangre pura.

-No tienes mucho de qué preocuparte, Potter- susurró Narcisa con su pegajosa voz- Muchos de los mejores eran impuros.

-Nuestro Señor, por ejemplo ¿¡Quien dudaría de su magnanimidad?

-Tienes razón, padre- afirmó Draco antes de llevarse la copa cargada a la boca- Bien, cambiando un poco de tema... Potter, es extraño que hayas llegado tarde. No lo haces seguido últimamente. Por lo menos fuiste más puntual que yo en nuestra heroica batalla.

Supe al instante que el objetivo del rubio era alardear de nuestras hazañas, lo que no me molestó en lo absoluto.

-Harry, nos ha contado Draco acerca de tus habilidades ¡Tu técnica es excelente!

-Me halaga, señor Malfoy.

-Espera...- dijo poniéndose de pié. Caminó hasta un mueble y volvió, colocando frente a mi un diario doblado por la mitad- Me imagino que ya lo has visto.

-Sinceramente... no.

Me había quedado pasmado. El Profeta marcaba como primera plana nuestro ataque.

-Lo mejor es que no hablan en ningún momento de ustedes como sospechosos- vitoreó Lucius- Es lo bueno de ser novatos. Siempre creen que sus ataques fueron hechos por Mortífagos mayores.

La conversación continuó. Sí. Simplemente era adorado por los Malfoy, salvo por Narcisa, la que me mostraba un leve recelo.

Eran eso de las dos de la tarde cuando marido y mujer se pusieron de pie, avisando que se les hacía tarde para el viaje.

-Adios, padre, yo ya subo las escaleras y no creo volver hasta que se hayan ido- el rubio saludó a su progenitor estrechándole la mano. Su madre lo abrasó, cosa que él no quiso en verdad, pues rápidamente intentó zafarse- Que tengan buen viaje. Sube luego si quieres, Potter- me avisó antes de marcharse.

Narcisa caminó hasta la sala y entonces Lucius, volviéndose hacia mi, me llamó...

-Ven, Potter, quiero mostrarte algo antes de irme.

Salimos del comedor y lo seguí por un corto pasillo que llevaba a una puerta de madera igualmente tallada a la de la habitación de Malfoy. Entramos, y nuestros cuerpos se vieron rodeados de miles de libros colocados en estanterías que llegaban hasta el alto techo.

El hombre caminó hasta una de ellas y buscó con su fino dedo hasta hallar un libro de hermosa cubierta de cuero negra. En eso, Narcisa apareció en el marco de la puerta:

-Lucius, voy a cambiarme, bajaré en unos minutos.

-No hay problema. Tengo algo que mostrar al joven Potter- avisó señalando el libro en su mano. La mujer asintió con la cabeza y desapareció- Mira, Harry- dijo volviéndose a mi- Quiero que leas este libro. Ahora que soy algo así como tu mentor...

-¿Disculpe?- dije sin entender.

-El Señor Oscuro me dio el deber de guiarte en lo que fuese posible, solo en el caso de que lo necesitases. También hay otra persona quien deberá hacer este mismo trabajo, pero prefiero no mencionártelo hasta que él mismo te lo diga- me miró a los ojos y sonrió- En fin: en este libro tienes unos cuantos hechizos útiles que deberás aprender a la perfección.

-¿Maleficios Imperdonables?- pregunté leyendo las primeras hojas- Creo que los se todos.

-Solo los principales, Potter- rió Lucius- Solo los principales. Allí hay muchos más, no se si peores, pero igualmente...- hizo un movimiento con la varita y la puerta detrás nuestro se cerró haciendo un golpe de cerrojo-... gratificantes.

Sus labios se habían movido de la misma forma que lo hacían los de Draco, lenta y pronunciadamente, mientras los ojos grises se clavaron en los míos. Desvié la mirada. Mi estómago había realizado un leve vuelco.

-Pues... gracias- admití encogiéndome de hombros- ¿Me... lo prestará?

-Tómalo si quieres, Potter- dijo sin quitarme su intimidante mirada de encima- Hay otra cosa que me preocupa más.

Su cuerpo se había acercado al mío tanto que no me dejó opción a que lo mirara a los ojos. En fin, yo era Mortífago ¿no? No debía intimidarme una mirada, ni aunque fuera la de Lucius Malfoy.

-¿A qué se refiere... exactamente?- pregunté. No quería hacer aquella separación, pero la voz nunca sale cuando quieres si tienes a un Malfoy tan cerca de tu rostro que pareciera querer devorarte.

-Sabes a qué me refiero, Potter- susurró. Pude sentir su aliento contra mis labios- Solo nos tomará unos minutos.

-Lo siento...- objeté separando de mi nuca la mano que recientemente se me había posado y di dos pasos hacia atrás- ... no soy lo que usted cree.

Jajaja! Lo se! Se deben estar riendo. Pero ¿qué hubiesen dicho ustedes? Yo era de Draco, y de nadie más. No me interesaba tener "algo" con su propio padre.

-¿Qué no eres lo que yo creo?- bufó Lucius mirándome con ira- ¿Qué no eres... lo que yo creo?- repitió apretando mucho más las mandíbulas.

Y antes de que pudiese siquiera defenderme, un haz de luz golpeo mi pecho y me hizo volar hasta caer sentado en un sillón de una plaza forrado en cuero negro. El cabello largo hasta los hombros de Malfoy hondeó al caminar hasta mi. Y su brazo derecho apretó mi cuello.

-Sé que entre tú y mi hijo no hay una simple amistad, Potter.

-¿Qué le hace pensar eso?- pregunté apacible- Draco y yo...

-No soy idiota, novato- susurró acercando su rostro al mío- Llevo años en esto.

-El hecho de que a usted le gusten los hombres no significa que pase lo mismo con su hijo o conmigo.

-Muy astuto, muchacho... muy astuto- sonrió. Otra vez su rostro estaba a cortos milímetros del mío. Pero a diferencia de la otra, una mano aferraba mi cuello y una varita apuntaba, un poco mas abajo, mi pecho.- Pero no lo dudes... no te quitaré los ojos de encima.

-Si tanto cuida a su hijo, tanto que no le puede dejar tener a un muchacho como amigo... ¿por qué no me saca de la casa y ya?

-Porque se que de todos modos Draco te buscará, Potter.

-¿Cuántas veces tengo que decirle que solo somos...?

Unos labios se unieron a los míos con furia. No pude negarme. Era la misma forma de besar que Draco, aunque levemente mejorada. Pero no. Yo no debía...

Tiré mi cabeza hacia un costado. Lucius sonrió.

-¿A quien le debes lealtad, Potter?- susurró bajando sus dedos por mi pecho.

-A mi Señor, Lord Voldemort.

-No me refiero a eso, novato, y tú lo sabes- se enderezó, sin separar sus ojos de los mios- Tuviste suerte esta vez. Pero te tengo en la mira. Jode a quien quieras, Potter, pero estate conciente...- miró hacia la puerta y se volvió a mi- ... de que de Lucius Malfoy no te escaparás una vez más.

Estaba levemente anonadado. Tomé el libro y salí detrás del hombre de largo cabello rubio. Mis mandíbulas estaban apretadas.

¿Era acaso Draco una especie de maldición que hacía que todos se volviesen en mi contra?

Intenté no pensar en eso, y subí las escaleras luego de despedirme actuando una firme seguridad, hasta la habitación de Draco. El libro aún estaba en mi mano. Mis esmeraldas estaban clavadas en los escalones. Si Lucius Malfoy sería mi mentor ¿cómo escapar de él? Bueno, en verdad, otra duda que hasta ahora no puedo responderme se plasmó en mi cabeza: ¿qué era lo que realmente quería aquel hombre de penetrantes ojos grises?

-¿Vas a entrar o no, Potter?- su voz me despertó de mis pensamientos, y me vi en el marco de la puerta que ya había abierto casi por inercia.

Asentí con la cabeza sin poder separar mis ojos de él. Estaba recostado en la cama de sábanas de seda verdes oscuras, boca arriba, con el codo izquierdo sosteniendo su torso para mantenerlo levemente erguido mirándome a mi. Su cabello húmedo caía frívolamente sobre la cara, entrecubriendo los divinos ojos grises. Y su cuerpo... su cuerpo estaba completamente desnudo, apenas tapando el pubis con un poco de la tela verde.

-Acabo de tomar una ducha- dijo al ver mi rostro- Espero que no te moleste.

-E-En absoluto- admití alzando las cejas. Un calor interno comenzaba a recorrerme lentamente.

-Suelo tomar una siesta a ésta hora ¿sabes, Potter? Así que si quieres, te hechas a mi lado. Solo será una o dos horas de descanso.

-¿Perderemos dos horas?- pregunté acostándome junto a él.

-Tenemos dos días, amigo.

-Bien- dije enderezándome- ¿Me dejas tomar una ducha antes de acostarme?

-Por supuesto, entra- asintió echándose de espaldas en la cama luego de señalarme otra puerta en su habitación- Tengo hasta jacuzzi si quieres...

-No- solté- Solo quiero darme un ducha. Una ducha bien helada.

-Te entiendo- rió Malfoy negando con la cabeza.

Apenas cerré la puerta a mis espaldas me despojé de la ropa en un santiamén. El calor se me había subido a las mejillas. Tan solo verlo así... sepan que es escalofriantemente excitante. Abrí el grifo de agua fría y sentí la frescura deslizarse por mi espalda. Respiré hondo. Pero mis ojos se desviaron a la puerta. Quería que entre. Que entre para sacudirme entre sus brazos. Que entre para devorarlo una vez más.

Pero no entró. Luego de unos minutos cerré la circulación de agua, sacudí un poco mi cabello y envolví mis caderas con una toalla blanca que había allí. Ya estaba un poco más calmado. Mi cuerpo estaba más calmado en verdad. Así que sin esperar mucho hasta que pasase la "siesta" de mi querido hermano, abrí la puerta del baño.

Al instante Draco dirigió a mi la mirada y una leve sonrisa se le marcó en los labios. De pronto supe qué plan tenía entre manos. Pero para mi sorpresa, volvió su vista al libro que yo había dejado en la cama el cual él estaba ahora leyendo.

Sí. Estaba algo furioso.

Me desplomé boca arriba en la cama sin sacarme la toalla y miré una vez más la espalda pálida de Draco y su húmedo cabello. Y quedé así unos minutos. No iba a soportar demasiado.

-Suelta ese libro- le ordené entonces.

-¿Por qué, Potter?- preguntó él volviéndose levemente. No le respondí ni lo miré- ¿Harry le tiene celos a un librito?- se mofó- Eres un idiota- y volviéndose, retomó su lectura.

La sangre me hervía en el pecho.

-Te he dicho...- comencé- ... ¡te he dicho que lo sueltes!

La escena se tornó distinta rápidamente. Estaba parcialmente sobre Malfoy, aferrando cada muñeca contra la cama. El libro estaba abierto en el suelo. Mis ojos verdes perforaban a los suyos. Sus ojos grises penetraban a los míos.

-Lo habría hecho si hubieses respondido mis preguntas , Potter- objetó Draco.

-No le tengo celos a nadie, Malfoy, si es lo que quieres saber.

-No es "alguien", hermanito, es "algo"...

-¡No es a lo que me refiero!

-¿Tanto me deseas que no puedes esperar unos minutos?

-No me invites a tu casa para solo dormir, Malfoy- objeté con las mandíbulas apretadas.

-No pensaba dormir, idiota- rió sacudiendo la cabeza. Sus brazos empujaron contra mi e invirtieron la escena, dejando al rubio sujetándome- Es que... digamos que me excita verte furioso.

Sentí sus labios presionar contra los míos y aquella lengua invadir el territorio demarcado por mis belfos. Estaba arrebatado. Por una idiota razón, pero lo estaba. Así que me sacudí bajo su cuerpo intentando escaparme. Me iría de allí. Y Draco volvería a mi una vez más, porque no podría resistirse.

Pero él me sujetaba con fuerza, y sus labios ya se deslizaban por mi cuello, viajando hasta mi oído. Mi punto débil.

-Cálmate, Potter...- susurró rozando el lóbulo de mi oreja con sus belfos- ... fue solo una broma... una broma...- sus dedos se deslizaron por mi pecho, por mi abdomen...- ... de hermanos.

-Idiota- gemí sintiendo como la ira se transformaba en placer.

-Eres tan...- la cálida lengua recorrió mi cuello, mientras los finos dedos bajaban pasando mi obligo- ... tentador cuando te enojas- sentía como lentamente me iba despojando de la toalla, y una vez más unió sus labios a los míos, mientras su mano jugueteaba alrededor de mi entrepierna, amenazando a mi miembro nuevamente, haciéndome excitar una vez más.

Desnudo bajo el cuerpo desnudo de Draco. Sintiendo el rozar de su fresca y sedosa piel. Sus manos acariciando cuanta extensión de mi podría tocar...

Solté un gemido. Su pubis había rozado con deseo el mío mientras mis labios aceptaban una vez más los suyos, frenéticos. Otra vez estaba bajo sus garras. Se deslizaba ahora por mi pecho. Contuve el aliento, sin poder hacer otra cosa que disfrutar la pérdida de juicio, la lujuria desmesurada que me invadía por completo.

Un sonido tintineó en mis oídos, pero intenté pasarlo por alto. Pero Malfoy no lo hizo: separó sus belfos de mi abdomen y miró por sobre su hombro la ventana. Lo atajé del brazo para atraerlo hacia mi, pero se me zafó...

-Tocan a la puerta, Potter.

-Y qué demonios importa...- gemí ofendido al saber que a mi hermano le preocupaban más las visitas que continuar conmigo. Pero una sonrisa se dibujó en sus labios en cuanto vio por la ventana.

-Me encantaría ver su cara si te viera aquí...

Me puse de pie, sospechando quien era, y al ver la figura del alto muchacho y su castaño cabello brillar al sol algo latió en mi pecho.

-¿Lo invitaste, Malfoy?

-En absoluto- terció él negando con la cabeza.

-¿Por qué no está el tipo que me abrió a mi?

-Les di dos días libres a todos los sirvientes. Y el elfo se fue con mis padres.- explicó el rubio mirándome perspicazmente- Quería asegurarme de que estuviésemos solos.

-Por lo que veo, no vas a cumplir tu deseo- reí lanzando otra mirada al muchacho que esperaba abajo. Entonces me volteé a Draco, a quien tenía rodeándole el cuello con un brazo- Déjame ir a abrir la puerta...- le suplique en su oído, acariciando el pálido pecho.

-Potter...

-Vamos...- lo animé besándole el cuello. Quería ir abajo y que me viera más que nada en el mundo- ... será divertido.

-Esta bien- terció Draco sonriendo- Tu te lo buscas.

Lo cogí de los brazos y lo tiré a la cama mientras el ruido del timbre sonaba una vez más en mis oídos. Lo besé en los labios con mi cuerpo desplomado sobre el de él, y luego bajé... bajé hasta llegar a su abdomen, el cual recorrí lánguidamente. Y finalmente, pasé lenta y juguetonamente mi lengua por el miembro de Malfoy, que soltó un suave gemido.

-Vuelvo enseguida- susurré, a lo que mi compañero me sonrió mordiéndose aun el labio inferior.

-Ten cuidado, Potter- me advirtió cuando me puse su bata de seda verde- Podría llegar a matarte- su varita voló por el aire hasta caer en mis manos- Eres travieso, novato...

-Mucho- asentí mirándolo con sagacidad.

Bajé las escaleras con el corazón latiéndome a mil. Como dije, no había otra cosa en ese momento que quisiera yo más que mirarlo a los ojos y sonreírle demostrando quién era.

Crucé el salón y llegué a la puerta. La mano me temblaba de la emoción.

-¡¿TU!- se oyó exclamar al joven de ojos azules. Mi rostro produjo una sonrisa tan empalagosamente truhana como una enorme cucharada de miel.

-Buenas tardes, Blaise ¿Buscabas a alguien?- la risa se escapaba de mis labios al verlo aferrado a las varas del portón. Pero quería más. Quería sentirlo rechinando los dientes- ¡Pero no seas descortés! Ven aquí, pasa...- un hechizo salido de mi varita (bueno, la de Malfoy en realidad) hizo que la enorme estructura se moviera. Blaise Zabini a penas pudo pasar se lanzó a correr hacia mi, pero frenó los pasos en seco a unos metros de mi cuerpo.

-La varita, Potter- ordenó señalándola.

-¡Oh, sí, lo sé! Es de Draco- advertí mirándola. En pocos segundos tuve a Zabini apuntándome en el pecho y yo haciendo lo mismo con él.

-¿Dónde está él?- rugió haciéndome retroceder, lo cual hizo que ambos quedemos dentro de la sala- ¡Donde!

-Cálmate. Solo estábamos jugando en su habitación. No lo secuestré ni lo asesiné.

-¡YO SERÉ QUIEN TE ASESINE A TI, MALDITA INMUNDICIA!

Un golpe de hechizo me dio en el pecho y salí disparado hacia atrás, cayendo de espaldas en el piso alfombrado. Apenas pude elevar la cabeza, vi a Blaise caminando hacia mí con los ojos enardecidos...

-MALDITO POTTER, VOY A ANIQUILARTE, JURO QUE...

-No aniquilarás a nadie- se oyó decir a nuestra izquierda. Draco Malfoy apuntaba a Zabini mientras caminaba hacia mi sin separar la vista de la de él- Y no amenazarás a Potter en mi casa. Ni en ninguna otra parte mientras yo esté cerca- estiró la mano para ayudarme a ponerme de pie. Miré a Blaise de reojo: parecía encolerizado y levemente confundido. Y me volví al rubio, cuyo cuerpo estaba cubierto de una bata igual a la mía pero de tela negra, observando como una varita conocida por mi estaba aferrada entre sus dedos apuntando al otro muchacho.

-Linda bata, Draco- le dije como si nadie más hubiera allí.

-Apuesto a que te quedaría tan perfecta como la que llevas puesta- congratuló él. Sonreí complacido: Malfoy seguía de mi lado, y comenzaba a jugar en mismo juego que yo contra Zabini.

-¿Y esa varita?- pregunté entonces- ¿No es acaso la mía?

-Así es- respondió mi noble "hermano"- Te la olvidaste en el bolsillo del pantalón.

Blaise dio un paso adelante. En mis oídos tamborileaba su rechinar de dientes. Los ojos, extremadamente abiertos y tan azules, lo hacían parecer endemoniado. Solo observaba a Draco.

Y entonces el rubio se acercó a mi, y antes de que me de cuenta, unió sus labios a los míos. No cerré los ojos solo para ver como Draco miraba a Zabini mientras me besaba y hasta se arriesgaba acariciarme lentamente la espalda. Pero era obvio que Blaise no haría nada a Malfoy, y que éste no permitiría que algo me haga a mi, así que cerré los ojos, degustando el sabor de la victoria. Entonces dejé de sentir aquella conexión de belfos. Draco miraba ahora al otro muchacho. Y se volvió entonces a mi...

-Qué descorteses somos ¿no, Potter?- preguntó- Comiendo ante los hambrientos- Sonreí. Pero se volvió nuevamente a Zabini, quien estaba a punto de entrar en un colapso nervioso- Blaise, amigo...- le susurró caminando hacia él- ... tienes que entender que no siempre se gana en la vida. Y que para un Mortífago perder una vez no es la mayor humillación- ahora sus labios rozaban el rostro de Zabini y sus dedos acariciaban su pecho. Lo miré al instante, sintiendo arder algo dentro de mi. Ya había cumplido con mi objetivo de degradarlo. Y él era mío. No tenía por qué acariciar a nadie más que a mi- Siempre quedan... fuerzas para una última batalla ¿no lo crees?- mi corazón casi salió despedido de mi pecho en cuanto sus labios se unieron a los de Blaise y las manos de este aferraron el rostro de Malfoy correspondiendo al instante. Iba a irme. Me marcharía y no le hablaría nunca más.

No me importaba perderlo si iba a jugar de una manera tan sucia.

-Harry...- el susurrar de mi nombre me sacó de mis pensamientos de derrota, y vi los ojos de Draco clavados en los míos, y su mano izquierda estirada hacia adelante, llamándome- No quiero que quedes solo.

Su voz me hizo dudar unos segundos, pues no hay odio que quede ardiendo si Draco Malfoy te llama de esa manera. Pero igualmente, allí había un intruso. No me moví.

-Muchachos, me dan jaquecas...- bufó- ¿Tendremos que hacerlo todo tan formal?- Se volvió a quien había estado devorando y preguntó lentamente, arrastrando las palabras- Zabini...- se detuvo especialmente en acariciarle el rostro- Quiero hacerte una pregunta...- los ojos entrecerrados del muchacho parecieron proclamar un "Lo que quieras", anonadados en el brillo del rubio. Entonces avanzó hacia mi, que no estaba a más de tres pasos de Blaise, y me acarició el rostro mientras caminaba hasta mis espaldas- ¿Aceptarías...- dijo bajándome la bata de los hombros, haciendo que mi pecho quedase lentamente al descubierto-... degustar este cuerpo hermoso...- sus dedos volvieron a recorrer mi mejilla izquierda- estremecerte ante estas esmeraldas y sentir...- un húmedo beso en el cuello hizo que una corriente eléctrica recorriese mi cuerpo semidesnudo- ...el sabor que no me ha dejado mantener la mente tranquila durante todo este tiempo?- Blaise me miró, de arriba abajo. No me importaba si aceptaba o no. Las venas me ardían aún por dentro.

-Solo si tú me muestras cómo- respondió el muchacho. Una sonrisa se le había escapado por la comisura de los labios.

-Potter...- dijo entonces Malfoy a mi oído- ¿te niegas?

-¿Por qué...- inquirí volviendo mi rostro a él- ... no vas y lo desnudas vendiéndomelo como un asqueroso trofeo así como hiciste conmigo?- le susurré tan bajo que el otro muchacho no pareció poder oírme. Draco me contempló helado unos segundos, y luego movió los labios.

-Es la única forma de concretar una paz mutua entre ustedes dos, Potter- respondió mirándome a los ojos- No siempre estaré yo para defenderte.

-No necesito que me defiendas- respondí inmutable. Malfoy bufó y se separó de mi.

-No niegues que quise ayudarte, Potter- me dijo mientras se dirigía al otro muchacho- Ahora... tendré que suplir mi deuda con Blaise...

Vi su espalda desnudarse lentamente ante mí, y el movimiento de sus cabellos al volver a besar a aquel engreído bueno para nada. No pasaron muchos segundos cuando Draco, en un movimiento seco, dejó el torso de Zabini desnudo, y atacó con fiereza su cuello.

Y yo solo miraba. No podía moverme. Las venas me explotaban. La sangre estaba en ebullición. No hubo jamás odio más grande en mi pecho que el que sentía en ese momento. Había querido jugar sucio. Y me pagaron con la misma moneda.

Lo último que soporté mirar fue al desnudo Draco caer de rodillas al suelo y desatarle el cinto del pantalón con el rostro tan pegado al pubis que pareció hacerlo con los dientes, mientras Zabini hundía los dedos en sus rubios cabellos.

Una explosión de ira ardió dentro de mi. Di una patada al suelo y sin pensarlo, caminé dando zancadas, atravesando la sala con odio. Sintiendo mis ojos arder...

-¡Potter!- me detuve ante su grito, con las mandíbulas tan apretadas que me dolían los dientes. Mis temblorosas manos desataron la tela verde que me cubría.

-Lo sé. Olvidé devolverte esto, Malfoy- arrojé con fiereza las bata a los pies de él, que estaba parado junto al semidesnudo Zabini. Caminé hasta ellos entonces, cogí mi varita, que estaba en el suelo, -Mándame mis pertenencias cuando tengas un tiempo en pensar en tu ex hermano- y me volví hacia la puerta, andando completamente desprovisto de ropa por la sala de la mansión. No me importaba salir de allí así. Solo quería demostrarle quien era. Con quien había jugado.

Algo atajó mi brazo...

-Potter, no puedes salir así.

Zafé de él, de su piel, mirándolo como nunca antes lo había hecho. Con la mayor concentración de ira en el rostro. Di media vuelta y comencé a caminar en los casi diez metros que me separaban de la puerta. Iba a dejarlo. Mi decisión estaba tomada.

De repente un cuerpo apareció frente a mi, tapándome el camino.

-Quédate, Potter...- susurró acariciándome la mejilla, mirando con aquellos ojos penetrantes y azules.

-Solo un poco más...- suplicó otra voz en mi oído, la voz más tentadora que he podido oír alguna vez, mientras dos brazos me aferraban hacia el joven que la había producido.

Forcejeé, pero Zabini ya se había lanzado a mis labios, y aferraba mi mandíbula con la mano de modo que no podía mover mi cabeza, mientras Draco, a mis espaldas, me sostenía con la mayor de las fuerzas, al tiempo en que sus labios acometían ferozmente mi cuello.

Seguí luchando por escaparme de todos modos. Sentía la presión de los dos, estrujándome como un trapo. Podría haber disfrutado de los labios de Malfoy, pero a él lo odiaba. Ni pensar en hablar de Blaise Zabini. Solo quería escaparme de allí. Quería que me dejasen en paz.

Di una patada que chocó de lleno con una de las piernas de Blaise. Creí estar salvado en cuanto él se separó de mi boca dando un grito. Pero al estar mis dos piernas nuevamente en el suelo, Malfoy golpeó detrás de mis rodillas haciendo que ambos cayéramos con estas sobre la alfombra. En dicha caída, los brazos de Malfoy se aflojaron un poco, por lo que me tiré desesperadamente hacia un costado para escapar. Pero era demasiado tarde: Draco se abalanzó sobre mi, y al instante, estando yo con la espalda pegada a la alfombra, Zabini se sentó sobre mis piernas, dejándome completamente inmovilizado.

Igual forcejeé. En vano.

Malfoy dio la vuelta, agarrando mis muñecas unidas contra el suelo, con mis brazos estirados hacia arriba. Su rostro, invertido al mío, me miraba a los ojos. Bajé la vista y vi a Blaise, con ambas manos aferrando mis caderas. Volví a mirarlo a él. Le sonrió.

-¡DÉJENME IR!- grité moviendo mi cuerpo como un endemoniado- ¡MALDICIÓN, DÉJENME EN PAZ!

-Cálmate...- susurró Draco, intentando besarme. Pero mi rostro se dio vuelta con velocidad.

-¡NO ME CALMARÉ!¡EL SEXO ES UNA PORQUERÍA CON LA QUE PUEDO SATISFACERME POR MI PROPIA CUENTA! ¡NO LOS NECESITO! ¡DEJENME IR!

-No lo haremos- musitó Malfoy. No había ni una pizca de animadversión en su rostro. Parecía un maestro dando lecciones a su alumno favorito- Un Mortífago disfruta del momento, Potter. Debes aprender eso.

-Un Mortífago no se deja vencer, no se deja intimidar o violentar, Malfoy, es lo que aprendí- objeté mirándolo a los ojos. Nuestros rostros estaban a cortos milímetros de distancia- Te odio.

-Estas mintiendo, Potter. Y lo sabes...

Sus labios se unieron a los míos con mayor fiereza que nunca, y una corriente eléctrica invadió mi pubis en cuanto Zabini acometió mi miembro. Solté un gemido con una leve mezcla de desesperación, en la que Draco susurró en mis labios "Disfrútalo, hermanito".

No me quedaba salida. Estaba perdido.

Acepté el sabor de Malfoy con lágrimas de odio en los ojos, y una nueva succión hizo que me estremeciera. Comenzaba a sentir el imponente placer que seguía luego de la desesperación.

Me permití gozar. Siendo lo último que haría pisando aquella mansión. Sintiéndome cerca de Malfoy.

A medida que los minutos se deslizaban, me daba cuenta de por qué Draco había pasado unas noches con Zabini. Su táctica era la más tormentosa. Lo hacía de maravillas.

-Ah!... Blaise...

-Bien, Potter...- susurró Malfoy, que luego de que me calmé se acostó a mi lado, deteniendo el recorrido de su lengua desde mi hombro hasta el lóbulo de mi oreja- Disfruta...- musitó-... disfruta...

Besó mis labios y sentí la misma atormentadora succión en mi miembro...

Y entonces se detuvo. Draco y Blaise intercambiaron miradas envueltas en una bellaca sonrisa. En aquel momento sentí que empujaban mi cuerpo hasta dejarme sentado. Zabini rodeó mi cuello y sentí su erguido miembro rozar mi abdomen. Draco se arrodilló detrás de mi.

-Disfruta- dijeron los dos al mismo tiempo.

Sentí la presión del orificio de Zabini contra mi excitado miembro y los labios de Malfoy succionar mi cuello. Solté un grito de placer y sacudí la cabeza solo para mantener la cordura. Blaise comenzó a moverse y yo a seguirle el ritmo, mientras mis belfos eran ahora el juguete del rubio Mortífago.

-Nhh!... maldición...

-Dime como... AH!... lo... quieres, P-Potter..

Los gemidos de Blaise atontaron mis sentidos, siendo coro unos leves susurros de Draco en mis oídos.

-Más!... SI!... f- fuerte...

-¿Ya lo oíste, Blaise?- preguntó Draco antes de volver a besarme. Mi estado de excitación era tal que abrí un surco en el labio inferior de mi hermano. Mis caderas arremetieron con todas sus fuerzas a Blaise, que no se preocupó en contener un chillido, intentando llegar cuando antes al maldito orgasmo.

Lancé un grito que se cortó en el aire mientras mi cuerpo se retorcía de placer, desplomándose sobre Malfoy, que sostuvo las manos que había enredado en las suyas con fuerza, siendo coreado por los gemidos ahogados de Zabini.

Cuando abrí los ojos, vi la sonrisa de Draco recibirme, y no le aparté mi indómita mirada mientras Blaise se separaba de mi. Una vez más, la última, acepté un largo beso de mi camarada.

Quedé acostado en el suelo, con la respiración acelerada que se fue apaciguando a medida que pasaron los minutos. Había pedido a Draco que se separase de mi, y él lo había hecho.

En unos tres minutos, Blaise Zabini estaba parado, vestido completamente, frente a la puerta.

-Adiós, Potter- me saludó. A lo que yo respondí secamente- Nos vemos, Draco- dijo entonces, y desapareció por la abertura.

Mi cuerpo completamente tendido en el suelo miró al rubio que estaba sentado más allá, en el mismo sillón en el que había hablado con él en la fiesta.

-¿Por qué lo hiciste?- fue lo único que salió de mi garganta.

-Ya te lo dije, Potter...

-¡No!- exclamé poniéndome de pie con furia- ¡No es por eso, lo se muy bien! Lo único que querías era...

-¿Joder? Para eso te tengo a ti, Potter.

-¡Cierra la boca!- vociferé mirándolo con odio- Lo tenías todo planeado ¿no?- pregunté entonces, acercándome a él- Me invitaste e hiciste lo mismo con Zabini...

-No fue así...

-Él no vino por su propia cuenta- dije dando media vuelta, mientras mis pies caminaban hacia el pasillo que llevaba a la habitación del rubio.

-Blaise Zabini no vino porque yo haya querido, Potter- explicó Draco a mis espaldas, siguiéndome tras las escaleras.

-¿Entonces por qué te preocupaste por el timbre?

-¡Siempre me preocupo! ¿Y si era el mismísimo Señor Oscuro?

-¡Se hubiera aparecido en tu sala y no tocado el timbre!- vociferé cerrando la puerta de su habitación en sus narices.

-Lo decía en sentido figurado, Potter- dijo Malfoy abriéndola- ¿Y qué si era mi padre?

Me quedé helado. Lo miré a los ojos. No. No iba a decirle lo que había estado sospechando Lucius.

-No me interesa quien hubiese llegado- refuté dirigiéndome al baño, el cual cerré con un increíble portazo. No escuché la voz de Malfoy del otro lado. Sin hablar me coloqué los boxers y el pantalón, y cogí la remera y el pullover de jersey negro. Abrí la puerta de par en par con el ardor explotando en mi pecho- ¿Qué le ofreciste a cambio para que me haga eso? Él tampoco lo habrá soportado.

Draco, sentado en la cama, me miró a los ojos y luego lanzó un gruñido desviando la mirada...

-Le dije que pasaría una noche con él.

-¿QUÉ?- me volví. Si no me contenía, podría haber llegado a asesinarlo- Yo... no puedo creer...

-¿No aceptas mi sinceridad, Potter?

-¡Ahora entiendo por qué demonios besuqueaste a Zabini frente a mi!

-Bueno... te invité a hacerlo también- bromeó él.

-¡Gracias!- exclamé con sarcasmo- Él me da náuseas ¡Tú sabías eso!

-¿Solo porque había tenido sexo conmigo?

-Jamás nos llevamos bien- refuté sin mirarlo. Deslicé la remera por mi cuerpo- Y me obligaste... ¡Me obligaste a tener sexo con él!

-¡Te dije que iba a ser la única forma de que se declarasen la paz!- exclamó poniéndose de pie.

-¡Preferiría cruzármelo en batalla mil veces antes que eso!- grité saliendo de la habitación.

-"Oh... Blaise... si!... más fuerte..."- imitó Draco bajando las escaleras detrás de mi- ¡No te veías muy receloso!

-¡MALDICIÓN, INTENTÉ ESCAPARME, MALFOY, Y NO ME DEJARON!

Separé los ojos que había pegado en los últimos segundos en el rubio y terminé mi trayecto en bajada, desviándome hacia el pasillo. Draco no habló.

De repente oí sus pasos detenerse en la sala detrás de mi.

-¿Por qué no me golpeas, Potter?

Me volví y clavé los ojos en él. Me miraba seriamente. Con una mirada que no era común en Malfoy. Una mirada que jamás me había dirigido a mi... Sí. Una vez lo había hecho. Solo una vez. En aquella habitación de los Rochester cuando me dijo que unas noches no eran nada para él...

-¿Qué?

-Ven y golpéame. Se que quieres hacerlo, Harry- lanzó un suspiro- Pero quizás hay algo que un Mortífago no puede permitirse sentir latiéndote... justo aquí- su mano dio dos débiles golpecitos en el centro del pecho.

Desvié unos segundos la mirada. Y finalmente la torné a él...

-Eres un asco, Malfoy- y sin volverme me dirigí a la puerta.

-Podrías pensar que quería defenderte- exclamó a mis espaldas- que quería hacer tu bien, pero no lo harás porque eres un maldito terco, Potter!- suspiró- Ni siquiera pensé en abrirle la puerta- objetó- Tú me lo pediste. No entiendo ni si quiera por qué.

-¡PORQUE PENSÉ QUE YO ERA TU PREDILECTO!- grité cerrándole la puerta a mis espaldas. Crucé la explanada hasta el portón dando grandes zancadas.

No quise. Juro que no quise que esas asquerosas lágrimas se acumulasen en mis ojos.