Capítulo 32
Estaban llegando al siguiente cruce. Indicó Demelza a los demás, todavía riendo, como llorando también, sintiéndose algo trastornada. Confundida.
"¿Por qué demonios dejaste que George saliera del auto?" – preguntó a nadie en particular, pero claro que quien respondió fue Ross. La acusación no podía estar dirigida a nadie más.
"¡El tráfico no se había movido en una eternidad!" - exclamó. - "¿Cómo iba a saber que empezaría a moverse tan pronto como ustedes salieran del auto? Además, no soy su babysitter, no me pidió permiso."
"Es esa estúpida ley de Murphy. Soy una idiota." – continuó ella, todavía riendo y pestañando la humedad que se acumulaba en sus ojos. - "Fue una idea terrible."
"No eres un idiota." – la corrigió Ross, aleccionador. – "Apostaste y perdiste, eso es. O, ya sabes, Caroline lo hizo. Y George también."
"Creo que fue él quien perdió." – acotó Hugh.
"Nosotros hasta puede que hayamos ganado." – sentenció Caroline.
Trato de conducir con lentitud, pero el tráfico la llevaba. En esa parte de la ruta no había banquina. Pasaron unos minutos hasta que un edificio apareció en su campo de visión. "Hey, ahí hay un Budget Travel Hotel. Tal vez podamos quedarnos en el estacionamiento un rato." - Hizo una indicación de último minuto y se desvió en dirección al establecimiento. Cuando se detuvo en un espacio en el estacionamiento y giró la llave en el encendido, se dio cuenta de que estaba temblando. Las cosas no parecían tan graciosas, de repente.
Sí, la idea de dejar a George tirado en medio de la carretera parecía una excelente idea cuando él se comportaba como un idiota, pero no se imaginó hacerlo de en serio. No dejándolo sin nada, sin teléfono ni dinero. ¿Cómo iba a saber que los encontrará allí? ¿Deberían ir a buscarlo?
"Intentemos pensar como George." – sugirió Hugh, mientras ella se giraba en su asiento para mirarlos a los tres. Ross continuaba sonriendo, sacudiendo la cabeza. Hugh tenía los brazos alrededor de sí mismo en una especie de abrazo protector, como un niño en su primer día de clases. Y Caroline se estaba mordiendo el labio pensativamente. El sol le daba en la cara como el haz de un foco, volviendo sus ojos celestes a un tono verdoso.
"Eso no ayudará. Jamás podremos pensar como él." – aclaró Ross.
"Sí. No somos tan retorcidos."
"¿Te sientes bien Caroline?" – Demelza preguntó a su amiga. Se la veía algo… agitada. Tenía una delgada capa de sudoración cubriendo su frente. Pero ella dijo: "¡Perfectamente!" dibujando una sonrisa en sus labios.
"Supongo que podríamos esperar un rato. Tal vez pueda hacer dedo, quizás alguien lo traiga y al pasar vea el auto." – Sugirió Ross.
Demelza miró a su amiga. Judas, este viaje se estaba haciendo eterno. Y Caroline podía simular que estaba bien y no le pasaba nada, pero ella la conocía mejor que eso. El viaje le estaba resultando agotador.
Piensa como George, se repitió. "De acuerdo. Bueno, es un hombre práctico. Independiente. Insultará un poco, pero luego pensará ¿y ahora qué?"
"¿Podría llamar a alguien?"
"Tal vez. Podría conseguir que le presten un teléfono." - dijo ella lentamente. – "O podría tratar de caminar. Creo que asumirá que salimos de la ruta tan pronto como pudimos, ¿verdad? ¿Cuánto tardaría en caminar desde donde lo dejamos hasta aquí? ¿Hugh?" - Hugh se encargó de hacer el cálculo en su teléfono. Estuvieron conduciendo durante, ¿cuánto, unos minutos? No puede ser una caminata tan larga.
"Una hora." - dijo Hugh. "Es una caminata de una hora, a menos que atraviese los campos, lo que le ahorraría algo de tiempo."
"¿Una caminata de una hora?" – Ross preguntó incrédulo, inclinándose hacia adelante para mirar el teléfono sobre el hombro de Hugh. – "¿Estás seguro de que tu teléfono no está roto? Todo lo que haces es decirnos que todo está jodidamente lejos siempre…"
"Lo siento." – Se disculpó Hugh, estirando el teléfono para que Ross lo mire. - "Es solo… lo que dice…" - Ross puso los ojos en blanco. Y para cuando se dio cuenta que ella lo estaba mirando ya era demasiado tarde. Tenía el entrecejo fruncido porque ¡de verdad!, agarrárselas con Hugh de entre todas las personas, cuando era su estúpido amigo quien no hacía más que traerles problemas.
"Lo… lo siento Hugh. Claro que no es tu culpa." – dijo de inmediato.
"Bueno, me voy a estirar las piernas." – Caroline dijo, abriendo su puerta.
"Sí, yo también. ¿Crees que ese lugar tiene baños? Su amigo no es el único que necesita vaciar su vejiga."
"¿El hotel? Creo que tiene una cafetería. Sí, creo que probablemente tenga baños, Hugh."
"Excelente."
Caroline y Hugh bajaron del auto. El chico le sostuvo la puerta y luego su mano, ayudándola. Demelza observó con atención a su amiga, que sacudía su vestido húmedo con los dedos, despegándolo de su cuerpo. "Ufff." — gimió, mientras cerraba la puerta detrás de ella y apoyaba sus manos detrás de la cintura y se estiraba. ¿Debería preocuparse por su amiga e insistir que le dijera como se sentía de verdad?
"¿Crees que deba ir a buscarlo?" – su voz la hizo sobresaltar. Sin nadie más en la parte trasera, Ross se había corrido al medio e inclinado hacia delante. Cuando giró su rostro estaba muy cerca del suyo. Demelza se desabrochó el cinturón de seguridad y se hizo hacia atrás.
"No lo sé. Va a pensar que lo hicimos a propósito."
"Va a pensar que tú lo hiciste a propósito."
"¡Judas! No es gracioso." - Pero se estaba riendo de todos modos. – "¿Crees que Caroline esté bien?" – preguntó en voz alta. Ross siguió la dirección de su mirada fuera del auto. Caroline arrastraba los pies hacia la entrada del pequeño comedor del hotel.
"¿Porqué? ¿Te ha dicho algo?"
Ella negó con la cabeza. Ross seguía inclinado entre el espacio de los dos asientos de adelante. Hacía horas que se había quitado la chaqueta y solo llevaba una remera blanca por la que podía espiar los vellos de su pecho asomándose por el escote del cuello. Y ahora que estaban solos, en un lugar estrecho, podía oler el perfume de su cuerpo. Inconscientemente e intentando disimular, aspiró. Durante tanto tiempo ese aroma había impregnado cada día de su vida. Le hacía recordar a hogar. A besos y abrazos y a risas. Le hacía recordar a tantas otras cosas. Sacudió la cabeza con más fuerza. "N-no. Ella dice que todo está bien, pero…"
"Estás preocupada por ella." – completó él. Demelza levantó la vista hacia su rostro. Había estado mirando como embobada la base de su cuello, pero parecía que él no lo había notado. Estaba mirando hacia afuera, a Caroline y a Hugh que acababan de entrar al hotel. – "Ocupémonos de una cosa a la vez. ¿Porqué no te quedas aquí, con ella? Hugh y yo iremos a dar una vuelta a ver si lo encontramos. Ustedes aprovechen para descansar un poco y así podrás observarla mejor. Y de paso hacen guardia en caso de que George aparezca."
Era una buena idea.
"Probablemente tengas razón. Espero que aparezca pronto… Verity nos va a asesinar."
"A mí especialmente. Es todo mi culpa." – Dijo, mirándola a los ojos. Y en ese instante se olvidó de que estaban hablando y a que se refería. Demelza tragó saliva, de repente hacía mucho calor. Y ¡¿qué hacía en el auto sola con Ross?!
"Uhmm… creo que…" – empezó a llevar la mano hacia la puerta para abrirla. – "Eres muy paciente con él. Con George…"
No lo pudo evitar.
"Ya te dije el motivo. Probablemente lo mejor hubiera sido no volver a verlo nunca más, y fue así hasta hace poco. No es mi amigo, dudo que lo haya sido de verdad alguna vez. Pero… no sé, Di. Sonaba lógico cuando lo dijo la terapeuta..."
Ella se volvió hacia su lado de nuevo. Ross sacudía ligeramente la cabeza, su mirada hacia abajo. - "Entiendo - entiendo lo que quiere decir. Lo que pasó entre nosotros, por lo que terminamos, no fue culpa de George..."
"No fue tu culpa tampoco." - dijo él de inmediato. - "Fue todo mi culpa. Yo tendría que haber estado allí..."
"No, Ross..." - Demelza suspiró, de repente abrumada por esos recuerdos. Por aquella noche, por esos días. - "No quiero hablar de eso. No puedo."
Ross creyó ver un ligero temblor en sus manos. ¡Y él era quien se sentía miserable! Que desconsiderado, ¿cómo se debería sentir ella al recordar todo aquello? Le tomó las manos, las apretó entre sus dedos... "Lo siento, no quise..."
"Deberíamos ir adentro. Tienes que pedirle a Hugh que te acompañe."
"Di..."
"Ya te dije que no me llames así. Nadie me llama así." - dijo quitando sus manos de las suyas y abriendo la puerta al fin. Escuchó su puerta cerrarse a su espalda y a él trotar tras ella.
"¿Crees que es fácil para mí? Lo estoy intentando pero se me escapa. Di... ¡Demonios! Demelza. Espera un momento..." - Demelza se detuvo a un par de metros de la entrada. A través de la puerta los podía ver a Hugh y a Caroline sentados a una mesa, su amiga la miraba. Ella se dio la vuelta para mirar a Ross. - "Sé que este no es el momento, pero ¿no crees que deberíamos... hablar de lo que pasó?"
"¿Acerca de cómo me engañaste con Elizabeth?"
Mierda. La re grandísima jodida mierda.
Ross se veía tan estupefacto como si lo hubiese golpeado. Ella nunca había dicho eso en voz alta, no a él, al menos. Era algo obvio, no hacía falta dignificar la situación poniéndolo en palabras. Pero ella lo sabía. Era por eso que ella y Malcolm...
"Nunca te engañé." - murmuró él.
Demelza se frotó la sien con un dedo, era perfectamente consciente de que su amiga la estaría observando con detenimiento, de seguro podía ver el rostro de Ross también.
"Te lo dije. Lo que pasó entre Elizabeth y yo..."
"No quiero volver a escucharlo. Yo sé lo que pasó. Y no quiero hablar de eso aquí, ni ahora..."
"Pero tenemos que hablarlo."
"... Ni nunca."
Ross la miró fijamente por un instante. Él también se había dado cuenta de que tenían audiencia y que estaban en medio de una situación de emergencia, pero para eso había ido ¿no es así? ¿No era esa la idea? ¿Encontrarse con Demelza en la boda y que pudieran hablar? Pues si ese era su plan, no estaba saliendo muy bien.
"¿Y qué hay de lo que yo quiero?" - dijo con dientes apretados, aunque Caroline y Hugh estaban muy lejos para poder oírlos. - "Yo cumplí con lo que me pediste. Me mantuve alejado, no traté de contactarme contigo, pero eso no era lo que yo quería. Demelza, no será ahora, pero vamos a tener que hacerlo tarde o temprano. Lo sabes."
"¿Por qué?" - su voz salió como un susurro también.
"Porque nos lo merecemos. Tú y yo. Las personas que fuimos, lo que fuimos juntos... Aunque solo sea para darle un final a todo..."
Un final. Un cierre. Sintió como si una mano hubiera atravesado su pecho y le estuviera estrujando el corazón. Pero tal vez tenía razón. ¡Judas! Siempre era tan sensato. Ella asintió casi imperceptiblemente y él pareció soltar una gran cantidad de aire que estaba sosteniendo en sus pulmones.
"¿Caroline nos sigue mirando?"
"Como un halcón."
"Mierda. Sabes que le voy a tener que contar todo, ¿verdad?"
"¿Crees que te obligue a dejarme varado a mí también?"
"No me extrañaría." - Dijo pasándose la mano de nuevo por la cara.
"No quiero que te molestes de nuevo, Di." - Demelza lo miró torcido. - "¡Rayos! ¿ves cómo no puedo evitarlo."
"Será mejor que entremos de una buena vez."
El lugar no era una cafetería en sí, más bien el salón de un hotel económico con un par de máquinas expendedoras y una amable señora que ya había invitado a la embarazada Caroline con un té y un scon con mermelada. Demelza no la regañó, no tenía ni fuerzas ni ganas. Entre los dos les contaron de su plan para ir a rescatar a George.
"Ustedes deberían quedarse aquí, en caso de que George se dé cuenta adonde estamos. Pero creo tú y yo deberíamos separarnos e ir a buscarlo. Si todos tenemos nuestros teléfonos, no creo que haya problema, ¿verdad?" – explicó Ross mirándolo a Hugh. Demelza no llegaba a comprender esa tensión que había entre ellos. Por parte de Ross, claro. Hugh le parecía incapaz de tener algún pensamiento malicioso.
"¿Seguro que no quieres que yo ayude también?" – Preguntó Caroline y luego dio un mordisco a su scon.
"Tu debes descansar un poco. Y Demelza también, hace horas que está manejando."
"Mmm…" – Caroline miró de uno a otro. – "Supongo que también servirá para alivianar el aire entre ustedes." – Demelza lo miró a Ross con cara de 'Te lo dije.' - "¿Intentarán volver al mismo lugar? No tarden demasiado, no sea cosa que también tengamos que salir a buscarlos a ustedes. Verity se volverá loca cuando se entere que perdimos a sus invitados."
Ross y Hugh se fueron. Intercambiaron números de teléfono en la entrada del hotel y partieron en direcciones diferentes. Ross bordeando la ruta, y Hugh se adentró en el campo.
"¿Crees que vaya a estar bien?" – preguntó Demelza luego de que la señora le sirviera un té a ella también.
"¿De quién hablas?"
"Uhmm… no lo sé. De todos."
"Son adultos, cariño. Tres hombres grandes que saben defenderse. Bueno, no se si George, o Hugh en tal caso… estarán bien, no te preocupes. Así que… ¿de qué estabas hablando con Ross antes de entrar? Parecía que discutían."
"Oh… de nada. Solo – solo hablábamos de George y si debía ir a buscarlo." Cuando miró a su amiga ella la observaba con una ceja levantada. – "… Quiere que hablemos. Cuando estemos más tranquilos."
"Ou. ¿Y tú?"
Demelza soltó un suspiro. "¿De qué tenemos que hablar? Ya todo quedó atrás, no estoy segura de querer volver a revivir todo eso." – Se produjo un silencio, los ojos de su amiga sin pestañar fijos en ella. "¿Qué? Sólo dilo, Caroline."
"Cariño. Por supuesto que no quieres recordar todo aquello. Fue horrible, y te entiendo. Pero no es como que ya lo hayas olvidado ¿no es así? Yo… no creo que lo hayas dejado atrás. Vives con ello todos los días. No has salido con nadie en todo este tiempo…"
"Oh, Caroline. No empieces con lo de las citas de nuevo."
"No lo hago, solo creo que tal vez te ayude hablar con él. Si ya no hay más nada entre ustedes. Podría ser una manera de dejarlo ir, si eso es lo que quieres."
Demelza se quedó callada. Por la ventana del saloncito podía ver la tarde cayendo sobre los campos verdes que se extendían hasta el horizonte. ¿No se suponía que era ella quien debía cuestionar a su amiga? Cerró los ojos un momento. Era un lugar tranquilo, a pesar de que de vez en cuando se escuchaban los bocinazos provenientes de la ruta. Bueno, su plan original de enfrentarse a Ross con una sonrisa y restándole importancia ya se había hecho pedazos. Ahora tendría que enfrentarlo con la verdad, con la angustia y la tristeza de esos dos años. Esos dos años en soledad, lejos de él. Y ella que pensaba que había avanzado tanto en ese tiempo... Y era así, lo había hecho. Tenía un trabajo que le encantaba, estaba cerca de su familia y podía pasar tiempo con ellos. Incluso les proveía trabajo. A Drake, a su padre. Se había comprado un auto y estaba ahorrando para comprar una casa. En poco tiempo podría pedir un crédito y la reformaría a su gusto. La tenía a Caroline cerca de ella de nuevo, le alegraba verla feliz. Todo eso lo había hecho en esos dos años. Era motivo para sentirse orgullosa. Pero ¿lo demás? Su vida personal, sentimental. Pues allí no había podido hacer nada. Y no es que no conociera personas, no habían faltado clientes que se le insinuaran o que la hubieran invitado a salir. Pero no podía. Estaba trabada. Y ella se decía que era por lo que había ocurrido con Malcolm, que no sabía si podría confiar en otro hombre después de eso. Pero si eso era cierto, ¿Por qué tenía tantas ganas de estar en brazos de Ross ahora?
La primera llamada telefónica de emergencia provino de Hugh, aproximadamente cuarenta minutos después de que salieran en busca de George. Ross ya había emprendido el camino de regreso hacia el hotel. De su amigo no había ni rastros
"¿Hola? ¿Ross?"
"¿Si?" – lo notó inquieto. El sol se estaba escondiendo sobre el campo, pronto anochecería. Los autos en la ruta se habían frenado de nuevo. Al principio, miraba dentro, a sus ocupantes buscando a George. Pero pronto se dio cuenta de que un hombre solo, caminando a la orilla de una ruta al caer el sol podría asustar a más de uno. Aunque más de una mujer le había sonreído al pasar, una hasta le había preguntado si necesitaba que lo lleve.
"Oh, hola, soy Hugh. ¿Ummm? Creo que he, creo que he encontrado algo. ¿Tu amigo llevaba zapatillas azules?" – Ross entrecerró los ojos para protegerse del sol del atardecer.
"En realidad no me acuerdo." – unos pasos más y el hotel entró en su campo de visión. Tal vez George haya visto el auto y ya estuviera allí. Demelza movió su Minino lo más cerca que pudo a la ruta. Se veía claramente desde donde estaba parado.
"Porque estoy en el río," – comenzó Hugh. - "y creo que he encontrado una de sus zapatillas. ¿Es posible que se haya ahogado?"
"¡¿Qué?!" – Dios, a ese chico le faltaban algunos tornillos.
"Bueno, en las películas, cuando encuentran el zapato de alguien en la orilla de un río, generalmente es porque está muerto, ¿no es así?"
"Maldita sea, Hugh. No bromees. ¿Estás seguro de que es su zapatilla?"
"Es una zapatilla Adidas azul." —repitió. – "¿No estaba usando esas?"
"No lo sé, ¿me puedes mandar una foto? Tal vez simplemente se las quitó y se dio un chapuzón para refrescarse."
"Si es así, ¿dónde está la otra zapatilla?" - preguntó Hugh amablemente. En su cadáver obviamente, según su imaginación hiperactiva. No, eso era claramente ridículo. Hugh era, después de todo, una persona completamente ridícula.
"Envíame una foto de la zapatilla, tal vez… Estoy seguro de que está bien, Hugh."
"¡Gracias, Ross! ¡Nos vemos pronto!"
"Ya vuelve al hotel." – le dijo antes de que cortara. Ross se quedó mirando la pantalla de su teléfono.
"¿Alguna noticia de nuestro fugitivo?" —gritó Demelza, de pie en el estacionamiento y con las manos en la cintura. Mientras hablaba con Hugh había llegado al hotel.
Al acercarse notó que tenía una botella en la mano y se la ofreció cuando llegó a su lado. Ross tomó un trago de agua. "La amable señora del hotel nos dejó rellenar nuestras botellas y dijo que, dadas las circunstancias, no nos cobrará por aparcar." – le informó.
"Técnicamente no se escapó." —señaló él, devolviéndole la botella.
"Nos escapamos de él." – Demelza le sonrió, como si se hubiera olvidado la conversación que tuvieron antes de que él se fuera en busca de George.
"Así que ¿no hay señales de él?" – Demelza negó con la cabeza. – "Yo tampoco vi nada. Hugh me llamó, dijo que encontró una… zapatilla." - Concluyó, mientras abría el celular y miraba la foto que Hugh acababa de enviarle.
"Oh, por el amor de Dios." – Presionó marcar.
"Hola, soy Hugh. ¿Quién habla?" – Ross puso los ojos en blanco. Demelza lo miraba sin comprender, frunciendo la nariz.
"Hugh, soy Ross. Ross Poldark. Esa zapatilla, es una zapatilla de mujer. Obviamente. ¿Qué tamaño dice en la parte inferior?"
Hubo una pausa. "Treinta y seis." – respondió. – "¡Vaya! ¿Puede que tenga los pies muy pequeños?"
"No." - dijo, con toda la paciencia que pudo. – "No, Hugh."
"¡Genial! ¡Que alivio! Es alguien más quien debe haberse ahogado, entonces." - Escuchó que dijo, sonando animado. – "En ese caso saldré del río."
"Estás… ¿en el río? ¿Estás realmente dentro?" – Demelza no pudo resistir la curiosidad y se acercó a él formando un ¿Qué? en sus labios. Le tocó el brazo y acercó su oreja para escuchar también. Podría ponerlo en altavoz, pero en un instante de viveza decidió que no. Prefería que se acercara a su rostro al suyo.
"Estoy buscando. Buscando cuerpos."
"No es necesario ahora, si no es George." - Su convicción absoluta de que había un cadáver en el río realmente lo desconcertaba. - "OK. Gracias, Hugh. Sigue así." – Hizo una mueca a Demelza mientras colgaba. Ella sonrió.
"Ese hombre es realmente ridículo." – le dijo. – "¿De verdad iban a hacer todo el viaje solas con él? No me sorprendería que fuera un asesino serial."
"No lo es. Se lo preguntamos. No tiene malas intenciones, es… un artista."
"Es un chiflado."
"¿Qué ocurrió?"
"Está buscando el cadáver de George en un río."
"¿En un río? ¿Qué río?"
Ross llevó los hombros a sus orejas. ¿Cómo iba él a saberlo?
Hacía tanto calor que los dos estaban sudando a través de sus remeras. Ross miró con envidia hacia el vestíbulo fresco y con aire acondicionado del Budget Travel Hotel, hacia donde Caroline estaba cómodamente sentada conversando con la encargada.
"Vamos, sentémonos ahí dentro." – dijo Demelza, dirigiéndose al interior.
"¿Pudiste preguntarle algo a Caroline?"
Demelza disminuyó la velocidad para esperarlo. – "Sí, pero ella insiste que está bien."
Maggie en la recepción estaba encantada de tener compañía.
"¡Oh! Pero si se están derritiendo, pobres amores. ¿No quieren entrar? Siéntense en el vestíbulo. ¿Le sirvo un trago, joven?"
Maggie, la recepcionista, se fue volando en una nube de perfume barato y el repiqueteo de collares de cuentas. Demelza y él se sentaron en los sillones cubiertos de plástico del vestíbulo alfombrado del hotel junto a Caroline. Ross estirando las piernas con un gemido; dado que todo lo que había hecho todo el día fue estar sentado en un automóvil. Se sentía exhausto, y el solo pensar que cuando apareciera George, si es que aparecía, tendría que pasar horas de nuevo todo acuchillado en el asiento trasero del Mini parecía aplastarlo aún más.
"¿Qué haremos ahora?" – fue Caroline la que rompió el silencio. Al levantar la vista hacia ella, se dio cuenta de que Demelza lo había estado observando. Era distinto ahora sin George, claro. Y sin un extraño. Como si entre ellos existiera una confianza que se cerraba con los otros dos hombres. O tal vez lo imaginaba, tal vez él no era parte de ese círculo de confianza.
"No tengo idea. ¿Podemos esperar un poco más? Creo que ya está claro que no llegaremos para esta noche. ¡Oh, Judas! Mira la hora. El drunch ya debe estar empezando. Verity definitivamente nos va a asesinar."
"La llamaremos en un rato. Ahora enfoquémonos en llegar a la boda."
"Y en encontrar a George."
"Ah, sí. Eso también." – Ross apretó los labios con la garganta seca mientras la veía a Maggie revolotear de un lado a otro tras la puerta detrás de la recepción, cargando varias cosas: vasos, bandejas de cubitos de hielo y, en un momento, una botella de laca para el cabello.
"Y el tráfico está detenido de nuevo. No se si valdrá la pena ponernos en marcha en seguida…"
Maggie apareció con vasos de agua. "Oh, Maggie, eres un ángel. Un ángel." – Exclamó Caroline. Pero Maggie no se pudo quedar mucho a conversar pues algunos autos, cansados de esperar a que el tráfico se moviera de nuevo, comenzaron a desviarse hacia el pequeño hotel y la mujer los tenía que recibir.
"Será mejor que llamemos a Verity ahora." – dijo Demelza.
"Espera. Espera a que sepamos algo de George, o de Hugh al menos. No querrás decirle que perdimos a un invitado y al líder de su banda."
Ross masculló algo sonriendo. Entre el fresco de la recepción, la bebida refrescante, lo cómodo del sillón y lo cansado que estaba, había entrecerrado los ojos y estirado más las piernas. Casi se estaba quedando dormido.
"¿Qué fue lo que dijo?"
"Chst. Cree que Hugh es ridículo y puede ser un asesino."
"No lo es. Se lo preguntamos."
"Es lo que le dije."
"Aunque… es algo ridículo. Un poco."
"Es un artista. Es un poco… excéntrico."
"Por supuesto."
"Cree que George está muerto en el río."
"¿Qué río?"
Y en ese instante, las puertas de la recepción del Budget Travel Hotel se abrieron de par en par, despertándolo a Ross que se acomodó en el asiento algo sorprendido. Hugh estaba todo sudado, había manchas verdes en su remera y sus pantalones, como si se hubiera arrastrado por el suelo. En su mano, una zapatilla azul con cordones blancos que sacudía a lo alto.
"¡Lo encontré!"
"¿Muerto?" - preguntaron a coro.
