Capítulo 33
"¡Cariño, estoy en casa!" – la puerta se abrió de par en par. Ross entró de golpe, con la energía de un huracán. Se quitó la chaqueta, la bufanda que Demelza le había regalado y dejó las botas en el zapatero del recibidor. Había tenido que trabajar hasta más tarde ese día. Estaban tratando un proyecto de ley en la Cámara de los Comunes y la conferencia de prensa se había retrasado. Estaba helado hasta los huesos. Había tenido que esperar durante horas al aire libre, tanto que creyó que los dedos no le funcionarían cuando llegara el momento de tomar las fotografías. Estaba desesperado por llegar a su casa, al calor del hogar. A Demelza. Y el momento no lo defraudaría.
Apenas abrió la puerta se chocó con una pared de calidez totalmente opuesta al frío de la noche Londinense. La luz principal de la sala estaba apagada, pero no estaba oscuro. Demelza estaba recostada sobre el sofá, tapada con una manta y con un libro en sus manos, un halo de luz cerca proveniente de una lámpara que habían comprado semanas atrás. Levantó la cabeza cuando lo escuchó entrar. Exclamó un "¡Judas!" al escucharlo y esbozó una sonrisa. Marcó la página que estaba leyendo, cerró el libro y lo dejó sobre la mesa ratona mientras él se acercaba. Estiró la cabeza como una tortuga fuera de la caparazón de su manta cuando él se inclinó sobre ella para besarla. Luego se sentó sobre el respaldo.
"Dios, estás helado."
"Hace un frío glacial allá afuera." – Ella había tomado una de sus manos y la frotaba con las suyas.
"Ven, entra en calor." – dijo tirando de él. Ross cayó torpemente sobre ella. Se quiso levantar, pero Demelza tiró de sus hombros acomodándolo a su lado. Corrió la manta y Ross se metió dentro. Pronto estuvo acurrucado junto a ella en el sillón rosa, Demelza lo abrazaba, frotando ahora su espalda para darle calor y él acomodó su cabeza en el hueco de su cuello, maullando como un gatito. – "¿Así está mejor?"
"Sí. Mucho mejor." – Dijo y plantó un beso debajo de su oreja, que era la parte que tenía más cerca. Sí, era mucho mejor, era lo que había estado deseando todo el día. – "¿Cómo estuvo tu día?"
"Atareado. Verity cerró el trato para dos nuevos proyectos, y son bastante grandes. Apenas tengamos el anticipo va a contratar a otro arquitecto junior. Mary por suerte se las arregla bastante bien, aunque está algo nerviosa por quedarse sola mañana."
"¿Qué le dijiste a Verity?"
"Solo que iría al médico a hacerme un control de rutina, nada más."
"¿Te pediste todo el día?"
"No. Solo la mañana."
"Que lástima, podríamos haber hecho algo después. Al menos podremos ir a almorzar ¿verdad?" – Demelza movió un poco su rostro para mirarlo.
"Sí, Ross… Y podemos hacer algo el fin de semana."
"Dijimos que iríamos a Cornwall. Además, creo que si nos quedamos en casa necesitaría entrenarme para otro fin de semana como el último." – los dos rieron con complicidad. – "¿Crees que le caiga bien a tu padre?"
"No lo sé, eres el primer novio que le voy a presentar."
"¿De verdad?"
"Yesss…" – Ross enmarcó una pícara ceja.
"Pues es un honor." – Dijo contra sus labios. Con una mano acarició su cabello mientras sus bocas se daban pequeños y tiernos besos. Se movió un poco sobre ella, atrapando sus piernas y abrió un poco sus labios, ella inmediatamente metió su lengua. Un escalofrío lo recorrió desde el dedo gordo del pie hasta la punta de sus oscuros cabellos. Ella lo sintió también.
"Judas, Ross. Estás temblando. Te iré a preparar un té…" – Dijo y comenzó a levantarse. Él la detuvo tomándola por la cintura.
"No. No te vayas. No es el frío." – susurró, acercando sus caderas a las suyas para que ella entendiera.
"Ohhh…" – Demelza susurró dulcemente, acomodándose de nuevo junto a él, con una sonrisa que no solo estaba en sus labios si no en cada rasgo de su rostro. En sus mejillas llenas cubiertas por su barba oscura, en las arruguitas alrededor de sus ojos que no se apartaban de ella. Podría pasar horas contándolas una por una, solo aparecían en todo su esplendor cuando él sonreía de verdad. – "¿Mister Ross tiene frío también?" - Ross acarició su nariz con la suya y volvió a besarla, el brazo bajo su cuello cerrándose alrededor de sus hombros. Se le ocurría una mejor manera de hacerlo entrar en calor.
Cuando se separaron con un ruidoso muak, él continuó abrazándola. Demelza se inclinó hacia él, inhalando su aroma, primero para no caerse del sillón, después para darle un beso sexy en el cuello, en un lugar que ya había aprendido le gustaba particularmente. Sintió la ráfaga de su aliento escapar de sus labios, y ella continuó arrastrando sus labios bajo su mandíbula. Ross la abrazó, la oprimió más contra su cuerpo que ya había tomado algo de temperatura, pero luego de un momento Demelza se retorció por separarse y tratar de levantarse. Lo arrastró consigo, enredando la manta en sus pies que quitó a jirones. Logró que Ross se sentara, y ella se ubicó horcajadas sobre él, plantando sus manos sobre sus hombros.
Ross levantó las cejas. "¿Qué haces, princesa?"
Pero Demelza solo le sonrió y aplastó sus labios en los de él de nuevo. Ross gimió contra su boca, un gruñido bajo y lleno de deseo.
¿Qué fue lo que dijo al entrar? ¿La llamó cariño? Estaba bromeando, lo sabía, pero de todas formas estaba contenta de que estuviera en casa. Aunque solo hacía unas horas desde que no se veían, lo extrañaba. Y ahora que su novio había regresado iba a devorar sus hermosos labios y frotar sus mejillas sobre esa barba de papel de lija. Iba a trazar los contornos de esos pómulos esculpidos con las yemas de sus dedos, y se iba a frotar contra su regazo hasta que consiguiera que estuviera caliente e inquieto.
Lo besó con fuerza, subiendo el volumen a alto. Deslizó sus dedos en su cabello que era tan suave, y enroscó sus manos alrededor de su cabeza, aplastando sus labios.
Ella era la dueña de ese beso.
Quería apartar el frío. Quería que se encendiera tan solo al volver del trabajo, sin preocuparse por ninguna otra cosa. Lo quería duro para ella. Porque nunca había conocido a alguien como él, nunca había compartido algo así con nadie. Sentir que le podía contar cualquier cosa, que podía contarle sus más profundos deseos y él haría todo lo posible por hacerlo realidad. Solo que él era todo lo que quería. Él era su más profundo deseo. Y a juzgar por la fuerte presión de su erección contra su muslo, Míster Ross la deseaba a ella también.
Ross tenía los ojos cerrados, así que se sorprendió cuando se escapó de sobre su falda.
"¿Qué estás haciendo?" - Preguntó, su respiración irregular por el beso.
"Estoy haciendo esto." Demelza se puso de rodillas y tiró de sus pantalones. "Quiero esto fuera. Quiero darle un beso a Míster Ross también."
"Mierda…" – gimió mientras se pasaba una mano por la cara y levantaba las caderas. "Sirena."
Le bajó los pantalones, luego los calzoncillos y sus ojos se iluminaron con picardía al verlo. Era tan hermoso que se le hacía agua la boca. Era largo y grueso y estaba ligeramente curvado hacia la derecha. Venoso y orgulloso, y simplemente debía probarlo.
Demelza inclinó la cara hacia él y lamió la cabeza.
"Dios... Di..." – Ross murmuró en un suspiro que pareció más una plegaria. Se recostó sobre el sofá, sus largas piernas abiertas. Lo atrajo a su boca. Su sabor un poco salado y varonil. Tal vez eso era obvio. Él debía saber cómo un hombre, lo hacía, y eso la le encantaba. Envolviendo una mano alrededor de la base lo acarició mientras lo atraía más profundamente. Todo lo que escuchaba era su respiración entrecortada y sus gemidos temblorosos repitiendo su nombre o su versión más corta. Ese apodo que él le había puesto semanas atrás, y que se sentía tan íntimo. "Di... se siente tan bien."
Lo miró, y sus ojos estaban entrecerrados. Exhalaba con fuerza, y la mirada en su rostro era hermosa. En segundos, su actitud cambió también. De pacífica y relajada a una completamente intoxicante, porque eso la excitaba también a ella. Mientras chupaba, se perdió en el ritmo, en el sabor, en la sensación.
Sus manos encontraron el camino a su cabello. Enhebró sus dedos a través de los mechones de pelo y guio su cabeza. "Me estás matando." - murmuró mientras ella relajaba su garganta y dejaba que la llenara por completo. Nunca había hecho algo así, bueno, sí alguna vez y con Ross también. Pero esta vez se sentía diferente, esta vez ella estaba a cargo y todo lo que quería era complacerlo a él. Quizás habría buscado algún tip en internet, en esas revistas para mujeres con todo tipo de consejos escandalosos, pero ¡no le digan a nadie! Y ahora lo estaba poniendo en práctica y parecía estar dando resultados.
Demelza deslizó una mano entre sus piernas, ahuecándola en sus testículos, y todo su cuerpo pareció sacudirse. Ella estaba lista también, muy lista para él, sentía el calor y la humedad entre sus piernas. Y era como si estuvieran conectados en un nivel extrasensorial.
"Una vez más, princesa, y luego tienes que parar o no aguantaré." - dijo, su voz una advertencia.
Y ella hizo que cuente. Giró su lengua sobre la cabeza, luego lo lamió mientras lo tomaba completamente una vez más. Una gota de líquido de la punta se deslizó sobre sus labios y la hizo estremecerse.
La separó lejos de él, tomándola con una delicadeza imposible de su barbilla y la miró con avidez. Sus ojos estaban oscuros. Parecía que quería devorarla.
La ropa voló al suelo.
Demelza le quitó la remera, sus manos recorriendo sus pectorales. Él levantó su canguro de algodón sobre su cabeza dispuesto a rasgarlo en pedazos, y entonces vio su sostén de encaje negro. Era el mismo que tenía puesto aquel día hace tanto tiempo cuando tuvieron el encuentro bochornoso en el baño. Dios, cuanto le había gustado entonces, cuanto le gustaba ahora. Y esta vez no saldría al frío de la calle para dar una vuelta y calmarse, no. Esta vez nada le impedía tener sus senos en su boca.
Sus pechos eran perfectos. No grandes, no muy pequeños. Cabían perfectos en las palmas de sus manos y le encantaba juguetear con ellos. Le desabrochó el sostén y lo dejó caer al suelo. Y luego exhaló un gemido apreciativo al ver esas tetas maravillosas.
"¿Qué?" - preguntó ella que otra vez se había sentado en sus piernas.
"Podría pasar la noche entera aquí." —le dijo, tomándolos en sus manos. "Encajan perfectamente, y eso que tengo manos grandes." Los apretó ligeramente.
"¡Judas! Las cosas que dices..."
"¡Y las cosas que haces tú!" - Ross pellizcó sus pezones y ella dejó escapar un gemido sexy. Sin darle previo aviso, le dio la vuelta sobre su espalda en el sofá, tirando de ella para que estuviera acostada. Trepó, colocándose a horcajadas sobre su cuerpo y acercó su boca a un pecho delicioso. Moviendo la lengua sobre su pezón, sintiendo como se endurecía en su boca.
"Oh, Judas..." – murmuró ella.
En algún lugar en el fondo de su mente era vagamente consciente de que no había ningún tipo de incomodidad entre ellos, ninguna clase de pudor o timidez. Él la deseaba y ella lo deseaba, pura y sencillamente. Y eso no era fácil de encontrar con otra persona, mucho menos en tan poco tiempo. Las circunstancias eran excepcionales, concedido. Pero era singular a pesar de eso. Cualquier tipo de retraimiento había desaparecido. Cuando estaban juntos así, era pura lujuria. Era fuego. Cualquier rareza que existiera entre los dos no hace muchos días atrás los habían echado del departamento. Se querían el uno al otro. El hecho de que ya estaban unidos de una forma tan poderosa no venía al caso. En ese momento, se sentían como uno y lo mismo.
Tomó sus calzas elastizadas y tiró de ellas. Su mano deslizándose entre sus muslos y de alguna manera su miembro se endureció aún más cuando tocó sus bragas.
Estaba empapada.
Le quitó la última prenda de ropa y gimió cuando al fin la vio desnuda.
"Tan jodidamente hermosa, princesa." - dijo, luego deslizó un dedo por los vellos y a través de su humedad.
Demelza gimió algo incoherente mientras él jugaba con sus dulces labios. Se arqueó en sus dedos. Quería jugar con ella, hacerla gemir y jadear y saborear cada segundo. Separó sus piernas y comenzó a bajar hacia su centro. Se moría por saborearla. Pero en el segundo en que su cabeza pasó por debajo de su cintura, ella se aferró de sus hombros.
"Ross." - suplicó.
Ross miró hacia arriba. Sus ojos verdes se veían desesperados.
"Por favor, te quiero en mí." - ordenó.
Con una sonrisa maliciosa, Ross dejó caer su rostro hacia el paraíso entre sus piernas y la besó suavemente. Ella jadeó y trató de alejarlo al mismo tiempo que movía sus caderas contra su boca. Estaba toda resbaladiza y caliente, y más húmeda que cualquier otra cosa.
"Judas, Ross. Dijiste que ya no aguantabas más." - dijo, insistiendo mientras empujaba contra sus labios. La mujer sexy quiere sus labios y quiere su polla. Movió su lengua con fuerza contra su clítoris, y ella gimió. Fue como un aullido, y él no podía quitar sus ojos de ella.
Volvió a lamerla y podría pasar la noche allí, su cara entre sus sensuales muslos, su dulzura sobre su mandíbula. Pero cuando la besó de nuevo, Demelza lo tomó del pelo, acercándolo para que devorara una vez más su humedad y luego lo apartó. Lo miró fijamente, con la boca abierta, jadeando. - "Estás siendo cruel..."
"Pero te encanta." - Se defendió él, casi riendo por su expresión ofendida. Y porque sabía fehacientemente cuanto le gustaba.
"S-sí, pero te quiero a ti ahora. A Míster Ross, en mí."
Y no era tan cruel como para negarla por más tiempo. Además, él también estaba tan excitado que lo que ella quería era precisamente lo que Míster Ross quería también. Dios, ¿de verdad estaba llamando a su miembro por su apodo incluso en su mente?
"Sus deseos son órdenes, su alteza." - dijo, poniéndose de rodillas. Su polla apuntando en su dirección y una sonrisa sexy se dibujó en su rostro.
Ella miró con avidez su pelvis. "Está más que listo."
"¿Quieres probar otra posición?" - Y como si no pudiera dejar de maravillarlo, sus mejillas se pusieron coloradas en un instante y sus ojos se abrieron con curiosidad. Se mordió el labio inferior y asintió entusiasta. Dios...
"Ponte sobre tus manos y rodillas. Creo que vas a disfrutar esto, princesa. Déjame darte lo que quieres... te daré todo lo que quieras." - Le dio la vuelta, levantando su hermoso trasero y pasó las palmas de las manos sobre su carne pálida y suave.
"¿Y tú? ¿Lo disfrutaras también?"
Ross soltó una risa sorprendida. "¿Estás bromeando? Di, si tan solo pudieras verte... mira ese trasero. Quiero morder este trasero. Quiero morderlo y besarlo, y hacerle cosas indescriptibles a tu trasero."
Ella rio escondiendo su rostro para que él no pudiera verlo levantó su trasero más alto.
"Supongo que te gusta la idea." - le dijo mientras le daba un pequeño pellizco, agachándose para plantar besos en su carne. Ella pegó un gritito, y él clavó sus dientes con cuidado de no dejarle una marca, luego arrastró sus dedos entre el ápice de sus piernas. Demelza estaba aún más mojada. Y él podía sentirlo todo porque podía hacerle el amor desnudo. Una de las ventajas de dejar embarazada a tu novia. ¡No es un consejo! Pero era la verdad, y a él secretamente le encantaba. Enroscando sus dedos en su miembro, arrastró la cabeza entre los pliegues húmedos de sus labios. Los dos gimiendo y él admirando la línea larga y hermosa de su espalda, la forma en que su cabello rojo se derramaba por su columna y cómo estaba tan lista para él. Tan condenadamente lista.
Se enterró dentro de ella.
"Oh, mierda. Demelza..." - murmuró mientras la llenaba lenta y fácilmente. Se tomó un segundo o dos para respirar fuerte y saborear la forma en que encajaban. Su coño tomando su polla, y era eléctrico. Todo su cuerpo vibró de deseo. Se tiró hacia atrás y luego se deslizó completamente dentro de nuevo. Ella gimió.
"¿Te gusta, princesa? ¿Se siente bien?"
Demelza asintió, su cabeza hundiéndose más en uno de los almohadones rosas de su sofá. "Tan bien." - apenas llegó a decir.
"Solo quiero que lo disfrutes, como lo hago yo. Dios, Demelza. Yo nunca..." - Ross murmuró algo ininteligible. Tal vez fue un 'nunca sentí esto'. Pero no llegó a entender. Su mente estaba conectada a otro circuito. A la corriente que conectaba sus nervios, sus entrañas, el lugar en el que estaban unidos y se extendía por su columna e invadía todo lo demás con una llama que no quería apagar.
Ross agarró su cadera con fuerza con una mano y deslizó la otra hacia su vientre y luego hacia abajo entre sus muslos. Ella murmuró un "Oh..." sexy y prolongado.
Esa mujer. ¿Cómo había llegado esa mujer allí? ¿Por qué no era sólo su verga la que estaba satisfecha, sino que también sentía un calor a punto de explotar en su pecho? Todavía era algo muy nuevo, pero quería aprender a tocarla como un violín. Su cuerpo era suave y flexible, y estaba tan excitada. Jugueteó con su delicioso clítoris mientras se mecía en ella. Y no quería que aquel momento se terminara nunca. Quería estar enterrado en lo más profundo de ella para siempre.
Quería estar justo donde estaba.
Ross giró sus caderas y arremetió de nuevo. Sus manos se cerraron en puños sobre los almohadones. Frotó su clítoris más rápido mientras empujaba profundamente dentro. Los sonidos que salían de ella le indicaban que estaba cerca.
Presionando una palma en su espalda, la inclinó un poco más. "Así, cariño. Tan profundo..."
Cuando la llenó así, ella gritó. Le encantaba ese sonido. Su placer le importaba. Lo quería tanto como quería el suyo propio, y eso no era común tampoco.
Una gota de sudor resbalaba por su pecho. Ross se separó un poco para que solo quedara adentro la punta, y se detuvo allí como si la estuviera sosteniendo en animación suspendida mientras continuaba torturando su encantador, hambriento y ansioso clítoris con su dedo. Demelza tembló debajo de suyo. Un escalofrío atravesando su cuerpo, y estaba completamente seguro que ya estaba al borde de saltar al precipicio.
"Quiero sentir que te vienes en mí." - dijo con voz áspera mientras se hundía completamente en ella de nuevo. Y ella se rompió. Sus nudillos se pusieron blancos mientras apretaba el almohadón, y su voz alcanzó una nota alta que estaba seguro sus vecinos podrían escuchar. Pero no le importó porque se corrió sobre él, y era jodidamente glorioso. Como un terremoto que sacudía todo su mundo.
En segundos, tenía ambas manos en sus caderas y la follaba fuerte y sin clemencia mientras su propio orgasmo lograba liberarse, disparándose a través de su cuerpo. "… elza!"
Y el sonido era como un grito de alegría.
Pero apenas pudo decirlo porque su pulso se aceleró y el placer consumió cada molécula de su cuerpo mientras llegaba al clímax dentro de ella.
Estaba sudando, ella estaba sudando, y él comenzó a reírse mientras caía sobre ella y luego a un lado. Demelza todavía estaba boca abajo. Su cara presionada sobre un almohadón rosa. Sus ojos brillantes y sus mejillas sonrojadas. La mató con su orgasmo.
"Oye." - le dijo suavemente, dándole un codazo en el hombro. Y ella comenzó a sonreír primero, y a reír un segundo después. Volviéndose a acomodar a su lado. Ross la rodeó con un brazo sobre su desnudez, su mano resbalando en su piel, pero aun así la atrajo más cerca. "¿En qué piensas?" - le preguntó cuando paró de reír.
"En que voy a tener que buscar algún producto para limpiar la tela de este sillón." - dijo, conteniendo otra risa que él no pudo evitar.
"¿Sacudí tu mundo tanto así? Pensé que dirías que fue el mejor sexo que tuviste en tu vida."
"Exagerado. Pienso que podemos hacerlo mejor..." - Ross comenzó a reír de nuevo, mientras Demelza estiró un brazo hacia el piso y tomó la manta. Él ayudó a cubrir sus cuerpos y ella se volvió a acurrucar a su lado, dando un ruidoso beso en su cuello y abrazándolo con fuerza. - "Bienvenido a casa, Ross."
Y vaya bienvenida había sido. Ross cerró los ojos, pensando en que podría volver a casa, a ella, todos los días y eso no estaría nada mal.
"¿Y tus períodos siempre han sido regulares, Demelza?" - preguntó la ginecóloga. Era una mujer de mediana edad, pero sus ojos pequeños y su voz dulce y aguda le daban aspecto de niña.
"Ehmmm... sí. Tal vez no en mi adolescencia." - Demelza respondió con algo de timidez, pues Ross estaba sentado a su lado. Habían estado de acuerdo de que él la acompañaría, pero ella no sabía que le harían tantas preguntas sobre su vida personal y el funcionamiento de sus órganos reproductivos.
"Tal vez, Señor Poldark..."
"Ross, por favor."
"Ross, tal vez usted quiera aguardar un momento afuera mientras le hago unas preguntas más a Demelza."
"Oh. Yo creía..."
"Lo llamaremos cuando hagamos la ecografía. No se va a perder de nada, se lo aseguro."
Ross la miró a Demelza, ella a su vez lo miró apenada. Y así fue como terminó en la sala de espera con otras dos mujeres embarazadas y una señora que leía una revista de chimentos y lo miraba de reojo.
Mientras, en el consultorio, el interrogatorio a Demelza la llevó a pensar en su madre y en la historia de las mujeres de su familia, de la que sabía poco y nada. Que su madre hubiera tenido siete hijos a una edad tan temprana sonó significativo incluso para sus oídos, la doctora no dejaba de tipear los datos en su historia clínica. ¿Qué si estaba tomado algún anticonceptivo? Pues obviamente no. ¿Y que método de protección usaba? Pues ya era un poco tarde para eso. ¿Tienes más de una pareja sexual? ¡¿Qué?! Bueno, Ross era una gran pareja sexual y ¡no!
"N-no. Solo él. Ross." – le tembló la voz.
"Son solo preguntas protocolares, no te preocupes. ¿Es la primera vez que vienes?"
"Sí. No le vi la necesidad antes, la verdad."
"Entiendo."
"Ahora es un poco tarde." – Bromeó. La doctora sonrió también.
"Nunca es tarde. El tiempo siempre es el correcto. ¿Cuándo comenzó tu último período?"
"Uhmm… el 22 de octubre."
"Bien. Con eso podemos estimar la fecha de parto…"
"Oh. Podría esperar a que vuelva Ross para decirlo."
"Por supuesto. Solo unas cosas más y lo llamaremos. Súbete a la balanza, luego te tomaré la presión, haremos un pap y después la ecografía."
Cuando la doctora se asomó y llamó al Señor Poldark, Demelza ya estaba recostada sobre la camilla. Las piernas al aire y cubierta solo por una fina bata de papel, abrió mucho los ojos cuando él entró. Pero no se la veía nerviosa, más bien parecía decirle "aquí estoy, ¿Qué otra cosa puedo hacer?"
"Puede sentarse allí, Ross." – Dijo la doctora señalando una butaca junto a la camilla. Automáticamente tomó la mano de Demelza en la suya. – "Bien, vuelve a apoyar los pies, por favor Demelza." – Ella hizo caso inmediatamente. – "Esto puede molestar un poco. Respira profundo."
Ross vio de refilón el aparato que la doctora sostenía y que desapareció entre las piernas de Demelza. La sintió apretar su mano, casi aplastar sus dedos.
"Relájate, Demelza." - Ross la veía mover el aparato para aquí y para allá, observando con atención lo que aparecía en un monitor en blanco y negro al que él no le encontraba forma. Dios, sí que era incómodo ser mujer. Besó sus dedos, intentando hacerla relajar también. – "Muy bien." – dijo al fin la doctora, girando el monitor en su dirección. – "Ahí. ¿Ven ese pequeño movimiento? Ese es el latido del corazón de su bebé."
Ambos, Ross en su silla y Demelza en la camilla, acercaron su cabeza para ver mejor. Ella vio el latido, lo primero que se le vino a la mente fue que era como un poroto latiendo. Ross a su lado preguntó: "¿Dónde?"
"Ahí." - La doctora y Demelza dijeron al mismo tiempo.
"Ah, sí. Puedo verlo." – Sus ojos le ardieron un momento. Y luego sonrió, y se volvió hacia Demelza. Ella estaba sonriendo también. Una sonrisa brillante y resplandeciente. La besó, sus manos seguían entrelazadas.
"Felicitaciones. Les voy a imprimir unas imágenes para que se lleven. Ya puedes vestirte, Demelza."
"La fecha estimada de parto es el primero de agosto." – continuó la ginecóloga una vez que ella volvió a vestirse y se sentó junto a Ross frente al escritorio. Él volvió a tomar su mano, dándole un pequeño apretón. Admirado de lo valiente que era. – "Yo enviaré esto al laboratorio y aquí tienes las órdenes para los análisis. Trata de hacerlos lo antes posible y cuando tengas los resultados vuelvan a verme. Pero todo se ve normal. Tienes que comenzar a cuidar tu alimentación, aquí tienes un folleto para guiarte, y estos también con algunos consejos. ¿Tienen alguna pregunta?"
Ross y Demelza se miraron. La mente de ella estaba en blanco.
"Mmm… ¿sexo?" – masculló avergonzado Ross, ya que veía que Demelza no iba a preguntar nada.
"Las relaciones sexuales son perfectamente seguras durante todo el embarazo." – respondió la mujer con absoluto profesionalismo, acostumbrada a esta pregunta. – "Bien, sí eso es todo, nos vemos en algunas semanas."
Salieron del consultorio sin soltarse. "¿Estás bien? Eso pareció… doloroso." – comentó él una vez en la calle.
"Sí. No fue nada cómodo, pero estoy bien. No puedo creer que le preguntaste eso, ya lo habíamos buscado en Internet."
"Solo quería confirmarlo." – dijo con una risita. – "A ver, déjame ver la imagen de nuevo."
Demelza aún tenía el sobre con las dos imágenes del ultrasonido en la mano. Se detuvieron en plena vereda a observarlas.
"Allí." – Ella señaló con un dedo donde estaba esa pequeña cosita amorfa que a él le costaba encontrar.
"¿Cómo haces para verlo tan rápido?"
Demelza levantó los hombros. – "Tiene forma de poroto."
Ross sonrió. – "Ah, sí. Lo veo."
Cabeza con cabeza, se quedaron un momento observando al bebé que acababan de conocer mientras el mundo pasaba apresurado a su alrededor. Cuando levantó la cabeza vio que ella sonreía. Era la primera vez que la veía sonreír con algo relacionado al embarazo. Besó su frente. Y ella rozó sus labios con los suyos. No hacía falta decir nada más, iban a ser padres y eso era un hecho.
