Capítulo 34
Ross bostezó al entrar al auto. Un bostezo largo y ruidoso que todavía continuaba cuando Demelza se sentó a su lado.
"¿Ross? Estás bien para manejar, ¿verdad?"
"Ahhhh… saa. Digo, sí. Pero ¿Por qué tenemos que salir tan temprano?"
"Tenemos que llegar antes del mediodía o no aprovecharemos el día."
Ross se frotó la cara. Eran las seis de la mañana.
"¿Trajiste café?"
"Sí, en el termo. ¿Quieres un poco ya?"
"No. Salgamos de la ciudad y paremos a desayunar en algún lado. Estoy bien, Di. De verdad." – le aseguró con una sonrisa adormilada.
Ese fin de semana irían a Cornwall. Ross quería conocer a su padre y al resto de sus hermanos cuanto antes. De repente la visita a la ginecóloga había convertido lo que hasta entonces era algo de lo que no se hablaba en una realidad. Había sido una realidad desde el principio para él, pero ahora Demelza pareció aceptarlo también. Cuando volvieron al departamento había colocado las dos imágenes del ultrasonido en el refrigerador, sujetas con dos imanes. Y luego cuando él comentó que tendrían que hacer algunos cambios en la distribución del departamento, ella le preguntó que en qué habitación prefería quedarse, que comenzaría a pensar en el diseño para el cuarto del bebé. Él le respondió que debían pensarlo, probar las dos habitaciones a ver en cuál se sentían más cómodos. Ella levantó una provocativa ceja, sabía lo que quería decir cuando decía 'probar'. En cualquier caso, durante esas dos noches lo había dejado dormir con la palma de su mano abierta sobre su vientre. Le gustaba dormir así, acurrucado a su espalda, abrazándola y con sus dedos entrelazados. Así que mas vale hacer buenas migas con su familia pronto, para que en unos meses cuando les contaran la noticia no pareciera tan salido de la nada.
Demelza puso música apenas salieron. Por un momento temió que fuera a ser Robbie, pero no. Buscó una lista en Spotify que se llamaba "Musica para viajes en carretera" y le dio play. Lo primero que sonó fue 'We Will Rock You' de Queen y eso ya lo puso de buen humor y terminó de despertarlo. Cuando pararon a desayunar ya estaban algo afónicos de cantar a coro todas las canciones, una bebida caliente no les vendría mal.
"¿Cómo es que no sabes manejar?"
"Nunca lo necesité. En casa mis hermanos o mi padre me llevaban a donde necesitaba ir, y en Londres es mejor el subte como ya te lo demostrado."
"Mmm..." - Ross gruñó, recordando aquella noche. Todavía se sentía apenado por ella. - "Pero en Cornwall tienes que tener un auto. Creí que eras una mujer independiente."
"Siempre está Uber."
"No en Cornwall. ¿Acaso me dirás que puedes conseguir un Uber a cualquier hora en Illugan?"
"Siempre puedo llamar a alguno de mis hermanos."
"Eso no está bien. Vamos."
"No, Ross. ¿Qué haces?" - Ross se desvió del camino hacia una calle de tierra que corría paralela a la ruta. El sol estaba saliendo. La mañana era fría, pero no había ni una nube en el cielo y la baja temperatura hacía que el día pareciera más brillante. Se detuvieron, había ovejas pastando en un campo aledaño al camino que los miraron con curiosidad mientras masticaban con pereza. Ross le mostró las partes más importantes. El volante - ¡Da! -, la palanca de las luces de giro, los pedales: el freno, el acelerador y el embriague. Le mostró como hacer los cambios con el auto detenido. Ella lo miró como embobada, era muy guapo cuando se ponía serio.
"Cambiémonos de lado."
"¡¿Qué?! ¿Ahora?" - "Sip."
Ross se bajó del auto y lo rodeó por adelante. Abrió la puerta de su lado y la instó a bajar.
"Es un lugar perfecto, no hay nadie, el camino es recto."
"Pero no me acuerdo nada de lo que me dijiste." - dijo al sentarse en el asiento del conductor. Ross se había inclinado sobre ella, estirando el brazo entre sus piernas para mover el asiento hacia adelante.
"Pero si acabo de decírtelo."
"Si, pero no estaba escuchando del todo. Te estaba mirando a ti. Te ves... muy apuesto por la mañana." - Ross terminó de acomodarla, Demelza se había sujetado de sus hombros por que el movimiento hacia adelante fue algo brusco. Estaba sonriendo cuando levantó el rostro frente a ella.
"Ya me has visto muchas veces por las mañanas."
"No a la luz del amanecer en una carretera."
"Tú te ves hermosa también. Princesa." - Ross apoyó sus labios en los de ella. Se veía diferente, de verdad. Un Ross que no había conocido hasta entonces. Y sabía muy bien también. A café y algo dulce. Demelza intentó intensificar el beso pero él despegó su boca. - "Oh, no. Sé lo que intentas hacer. Vamos, ponte el cinturón de seguridad."
Él se puso el suyo también. Le mostró de vuelta los cambios y ella los practicó con el auto detenido también. Le explicó lo que tenía que hacer con los pies, que no se preocupara por los cambios ahora, él se encargaría.
"¿Y para qué me dices?"
"Porque lo tienes que saber." - Ross se estiró y puso el Mercedes en marcha.
"Oh, Judas. ¡Judas!"
"Siempre debes mirar los espejos, los tres. Presiona el embriague." - Ross movió la palanca. - "Ya estás en primera. Ahora muy despacio, levanta el pie del embriague y cuando veas que se empieza a mover aprieta el acelerador despacio tamb..." - Pero antes de que terminara con las indicaciones, el auto dio un empujón hacia adelante y se apagó.
"¡Oh, Judas! No puedo."
"A todos les sucede la primera vez. Intentemos de nuevo."
"Entonces espera, explícame de nuevo. Suelto el embriague despacio y luego piso el acelerador?"
"Tienes que hacer las dos cosas al mismo tiempo y debes hacerlo muy despacio."
Demelza escuchó con atención de verdad esta vez. Bueno, tal vez su miraba se desviaba mucho a su boca. Quedaba enmarcada como un cuadro entre la barba oscura. Le gustaba su barba. Le gustaba pasar sus dedos en ella, le gustaba como se sentía contra su piel. Se preguntaba si el bebé que tenía en su vientre tendría el cabello oscuro como él o tendría sus genes pelirrojos. Judas. Su bebé. Cuando volvían de la doctora habían pasado frente a una casa de artículos para bebés. Los había atraído como miel a las abejas. No se dijeron nada, solo se quedaron mirando la vidriera. Había tantas cosas. Ella tendría que empezar a pensar en cómo arreglarían el cuarto, si sería el suyo o el de él...
"¿Entendido?"
"Sí."
El Mercedes se ahogó un par de veces más. Pero la cuarta vez de hecho comenzó a moverse un poco. La quinta logró avanzar mas de cinco metros. La séptima Ross le dijo que pisara el freno despacio. Demelza aplaudió de la felicidad cuando el auto se detuvo.
"¿Ves? No es tan difícil."
"No con un buen maestro. ¿Podemos probar una vez más?"
Fueron hasta el fin del camino de tierra, luego Ross se bajó, se sentó en su lugar, dio vuelta el auto y practicaron de nuevo, de una punta a la otra. El Mercedes ya no se ahogaba. Ella puso los cambios. Primera, luego segunda a mitad de camino. Luego frenaba y Ross giraba el auto. Luego le dijo que se hiciera a un lado cuando estuviera llegando al final y doblara en U con el auto. Eso ya era un poco demasiado. Entró en pánico y frenó. Pero había sido suficiente para una primera lección.
"Saldremos a practicar cuando lleguemos a Cornwall. Te llevaré adonde me llevó mi tío."
Demelza lo abrazó antes de ponerse en marcha de nuevo. Mientras cambiaban de lugar lo besó, allí de pie junto al auto, un coche que pasaba por la carretera tocó bocina.
Continuaron escuchando música el resto del camino y charlando. Demelza le recordó el nombre de todos sus hermanos y que hacía cada uno. Contando viejas anécdotas y fechorías, y cómo ella tenía que andar siempre tras ellos. Ross también le habló de las travesuras que hacía con Francis cuando eran pequeños. Solían volver loco a su tío Charles. Demelza lo escuchaba atenta, era raro que sonriera a hablar de su primo. Hasta que él pareció darse cuenta y se detuvo.
"¿Y con tu hermano? ¿No salías a jugar?"
Ross sacudió la cabeza. - "Nah. Él estaba enfermo, siempre se quedaba en casa con mi madre. Me gustaría..." - se detuvo de nuevo.
"¿Qué te gustaría, Ross? Dime..."
Se volvió para verla un momento. Demelza iba con la cabeza apoyada en el respaldo, girada hacia él. Toda su atención puesta en lo que decía. Volvió los ojos al camino.
"Me gustaría haberme quedado en casa a jugar con él." - dijo sacudiendo los hombros. - "No sé. Ahora me doy cuenta de que debía de sentirse muy solo."
"Tú eras un niño también, Ross. No sabías lo que ocurría realmente. Hiciste lo que cualquier otro niño de esa edad haría. Estoy segura de que tus padres querían que tuvieras una infancia feliz. No te mortifiques por eso." - La escuchó decir y apoyó una mano sobre su hombro. Él se giró de nuevo y besó los dedos que estaban a su alcance.
"¿Le avisaste que veníamos?" - le preguntó cuando frenaron frente a una humilde casita en el corazón de Illugan. La puerta se abrió apenas apagó el motor y Ross vio asomarse a un hombre alto y panzón y con cara de pocos amigos.
"Le dije a Drake. Pero me prometió que no diría nada."
Tom Carne inspeccionaba con curiosidad el gran Mercedes Benz negro que acababa de aparcar frente a su puerta. Ross esperó un momento, dándole tiempo para que Demelza bajara primero. Observó como el rostro del hombre cambió de aprensión a alegría al ver a su hija.
"¡Hija!"
"Hola, papá." - Ross los observó mientras se abrazaban.
"No dijiste que vendrías."
"Quise darte una sorpresa."
"Una alegría. ¿Pero...?" - Ross vio como el hombre señalaba el auto. Era su señal para bajar. Estaba un poco nervioso.
"Papá, él es Ross. Ross Poldark. Ross, él es mi padre..." - Demelza tartamudeó ansiosa.
"Mucho gusto, Señor Carne. Demelza me ha hablado mucho de usted..." - dijo él ofreciendo su mano. Tom Carne la estrechó, pero dijo:
"Al contrario, a mi no me ha dicho nada de ti."
"¿Cómo que no? Él es... mi... compañero de piso." - Ross miró a Demelza de reojo, pero antes de que pudiera decir nada, escucharon una voz exclamar: "¡Ross!"
Era Drake, que salió de la casita dando grandes y entusiasmados pasos.
"¡Ross! ¡Hermana! Ya llegaron." - Drake los estrechó a ambos entre sus largos brazos. - "Papá, él es Ross, el amigo de Demelza. Él que me llevó a ver el partido..."
"Ahhh..." - masculló Tom Carne, aún no muy entusiasmado. - "¿Tu sabías que iban a venir?"
"Demelza me pidió que no te dijera nada."
"Gracias, Drake. Se suponía que era una sorpresa, papá."
"Y me has sorprendido."
"Vengan, entren. Ross, ven, te presentaré a los demás."
Ross siguió al hermano de Demelza, ¿o debería decirle cuñado ahora? Todavía no, al parecer. Y Demelza se prendió del brazo de su padre, caminando con más lentitud tras ellos.
La casa era pequeña, principalmente para una familia tan numerosa, pero acogedora. Era de dos plantas, con una estrecha escalera frente a la entrada y muchos muebles antiguos, o más bien, viejos. Dentro había otros cuatro jóvenes, un par de ellos aún con ropa de cama y con cara de dormidos, que se giraron a ver al extraño que el hermano menor arrastraba del brazo.
"Escuchen todos, él es Ross. Nos conocimos cuando fui a Londres. Ross, ellos son mis hermanos: Luke, William, John y Robert. Sam no ha vuelto todavía."
"Ho-hola. Un gusto conocerlos a todos." - dijo él, mirando disimuladamente hacia atrás, a ver adónde se había metido Demelza. Sus hermanos eran un poco intimidantes todos juntos. Demelza siempre hablaba de ellos como si fueran niños, pero no eran niños. Eran hombres. Jóvenes y fuertes. Casi todos más altos que él. Y por un instante Ross temió por el momento en que tuvieran que decirles que había dejado embarazada a su hermana. Pero luego su hermana apareció en la habitación, y todos sonrieron como niños de cinco años a los que se le ofrece una golosina. Corrieron hacia ella y por un instante Demelza quedó perdida dentro de un abrazo fraternal.
Les dio un beso y los abrazó uno por uno. Él los miraba, y Tom Carne lo miraba a él. Ross movió la cabeza en su dirección, pero el hombre no se dio por aludido.
"¿Qué estás haciendo aquí, hermana?" - "Sí, no nos dijiste que ibas a venir." - "Yo sí lo sabía." - "Te hubiéramos ido a esperar a la estación."
"No vine en tren. Ross me trajo. Uhmm. ¿Ross?" - Ross apareció entre los cuerpos de sus hermanos. Se lo veía ansioso. ¡A él! - "Chicos, papá. Él es Ross. Él es mi compañero de piso, mi amigo. Quería que lo conocieran..." - Todos la miraron. Ross también. - "... porque, bueno, estamos saliendo."
"¡Lo sabía!" - exclamó Drake.
"¿Qué quieres decir?" - preguntó su padre.
"Es su novio."
"S-sí." – Demelza le tomó la mano. - "Es mi novio." - Ross sonrió nervioso a todos los hombres que lo rodeaban.
"Felicitaciones, hermana. Es un gran partido."
"¡Judas, Drake!"
Los nervios se le fueron pasando con el correr de los minutos. Intimidantes a primera vista, los Carne en el fondo sí eran los jóvenes bonachones de los que Demelza tanto hablaba. Animados por el menor de los hermanos, que estaba muy feliz de volver a verlo, lo habían invitado a desayunar. Aunque ya era tarde y ya había tenido un primer desayuno, no se negó. Y luego Drake se puso a contar su aventura en la ciudad que seguramente sus hermanos ya habían escuchado infinidad de veces, pero con él allí podía darle otra perspectiva. Mientras, Demelza hablaba con su padre. De tanto en tanto notaba como alguno de los dos miraba en su dirección, pero ella se veía animada.
"¿De quién es el Mercedes que está en la puerta?"
"¡Sam!"
La llegada de Sam y su interés en el auto también ayudó que entrara en confianza. Todos salieron a ver el coche, Ross les contó que lo había heredado de su padre mientras Sam observaba el motor con detenimiento.
"¿De dónde eres, Ross?" - le preguntó Tom Carne mientras estaban en la vereda.
"En realidad, mi familia es de cerca de Sawle. Solíamos tener tierras sobre la costa, mi tío todavía tiene una casa allí."
"¿Cómo dijiste que era tu apellido?"
"Poldark. Mi padre era Joshua Poldark, mi tío es Charles. Aún viene de vez en cuando."
"Ah, sí. Creo que conocí a tu padre, años atrás. Su señora, ¡cómo se llamaba...? Grace, a veces le daba trabajo a mi Demelza. Era una buena mujer..." - A Ross le tomó momento entender que no hablaba de su Demelza, si no de su madre. Nunca le había dicho su nombre. También le sorprendió que Tom Carne conociera a su mamá. - "Que coincidencia." - dijo, y la idea pareció gustarle.
"Sí, es verdad." - Cornwall era sí de pequeño.
"¿Y qué hacía mamá?" - preguntó Demelza, que también estaba sorprendida de que su padre conociera a la familia de Ross.
"Hacía trabajos de costura. La señora Grace le daba ropa para remendar o reformar."
"Oh, ¡qué maravilloso! Pensar que mamá pudo haber hecho algo que tú hayas usado, Ross." - Exclamó, incapaz de contener la alegría ante esa idea, cogiéndolo del brazo y apoyando su mejilla en su hombro inconscientemente. Ross desvió su mirada hacia Carne de nuevo, pero él sonreía a su hija. Al parecer, que conociera a su familia lo había hecho perder cualquier tipo de recelo hacia él.
"¿Y a qué te dedicas, Ross?"
"¡Papá!"
"¿Qué? Es una pregunta perfectamente válida."
Para cuando terminó el día, Ross ya era uno más de la familia. Cómo todos los sábados, los hermanos Carne iban a jugar a la pelota y él fue con ellos. Los chicos se habían burlado de él al principio, Demelza corriendo preocupada al borde de la cancha preguntándole si estaba bien, Tom Carne riéndose desde las gradas. Es que hacía años que no jugaba. Pero con el correr de los minutos entró en ritmo y hasta anotó un gol, lo que salvó su status ante los ojos de Drake. Demelza aplaudía sentada junto a su padre comiendo una cornish pastie. Le dio un beso en la boca frente a todos cuando terminó el partido, él todo sudado y sus hermanos chiflando y murmurando amenazas por lo bajo alrededor de ellos. Pero estaban bromeando. Esperaba que estuvieran bromeando. Luego fueron al pub en donde al parecer estaba todo el pueblo. Recibió palmadas en la espalda de gente que desconocía. Algunos le dieron consejos de futbol, otros lo felicitaron diciendo "Demelza es una gran chica", y Tom Carne volvió a indagarlo, cerveza en mano, sobre su profesión y que porque no había seguido los pasos de su padre, quien recordaba tenía un próspero taller de carpintería. Mientras, Demelza conversaba animadamente con sus hermanos, que se turnaban para sentarse junto a ella y al vaso de jugo que tenía en la mano. Demelza sonreía a todos, abrazaba a señoras mayores que se alegraban de verla porque "Hacía tanto que no venías". Se sentía un poco celoso, la verdad. Tener que compartirla. Se veía tan feliz de ver de nuevo a su familia, y él estaba contento también, de que su familia lo hubiera aceptado, pero cuando la veía hablando y haciendo ojitos a alguien más, le daba ganas de ir a abrazarla y darle un beso en su redonda mejilla. Era algo tonto en realidad, pero parecía ser recíproco. Porque ella le lanzaba miradas de vez en cuando también, o tal vez sólo quería asegurarse que estaba bien.
Cuando volvieron a la casita pidieron pizza. Muchas, muchas pizzas para alimentar a seis hermanos varones, una hermana que tenía hambre, un novio, un padre y la amiga de Drake, Morwenna, que fue a cenar también. Ross pagó por las pizzas. Todos lo aplaudieron y chiflaron. Los Carne eran ruidosos, gritones, y no se callaban nada. La chica pareció estar aliviada al enterarse que había otra persona ajena a la familia. Demelza se puso a hablar inmediatamente con ella, Drake revoloteando a su alrededor. "Sam, ¿cuándo vas a presentar a tu novia?" - gritó John.
"Sam, ¿tienes novia? ¡No me contaste nada!" - Luego Demelza no lo dejó tranquilo hasta que le mostró una foto en su teléfono.
Tuvo que esperar su turno para bañarse y no debía gastar mucha agua o le tirarían un balde de agua fría. Se apuró, porque le parecía que no estaban bromeando. Cuando salió del baño Demelza ya había preparado la cama. O la camita. Sam se fue a quedar a casa de su novia de nuevo para dejarles su cama.
"Esta solía ser mi habitación. Sam la ocupó un segundo después que me fui." - Ross miró alrededor, no había rastros de que hubiera sido la habitación de una niña. - "Papá me dio una bolsa de dormir para ti, pero... no sé." – agregó sonriendo.
Ross se aseguró de cerrar la puerta antes de abrazarla. "Prefiero la camita y estar cerca de ti. Te extrañé." - Demelza levantó su rostro y acarició su nariz con la suya.
"Estoy aquí."
"Lo sé."
"¿Mi familia es mucho para ti? ¿Quieres salir corriendo?" - Ross la besó rápidamente, abrió la cama y se metió dentro.
"No. Son geniales, todos. Me caen muy bien."
"Creo que tú también les caes muy bien. ¿Qué te estaba diciendo papá en el pub?" - Demelza apagó la luz, hizo dos pasos y se metió en la cama también. Tardaron un momento en acomodarse. Incluso el sillón del departamento era más amplio que esa camita. Ross la abrazó contra él, porque quería tenerla cerca y para que no se cayera por el borde. Su aliento le hacía cosquillas en su oído.
"Oh, ya sabes. Me preguntó de mi trabajo, cuanto gano por mes, por mi familia. Si íbamos a venir a pasar las fiestas aquí con ellos."
"¿Oh? ¿Qué le dijiste? Pensé que nos quedaríamos en Londres... los dos solos."
Lo sintió sonreír contra su cuello y tensar sus dedos en su abdomen.
"Le dije que le agradecía por la invitación, pero que creía que no… También, también me preguntó cuales son mis intenciones con su hija." – Ross arrastró sus dedos hacia arriba, por encima de su pijama hasta uno de sus pechos. Demelza le dio un codazo.
"¡Judas!... Compórtate. Las paredes son muy angostas aquí."
Acerca de sus intenciones. Demelza no podía saber que días atrás Ross había analizado con mucho cuidado su cuenta bancaria. Recién había cobrado, y lo que le había sobrado de la compra del departamento estaba generando intereses. Podía permitirse hacer un gasto, podía permitirse comprar un anillo que en ese momento estaba guardado en el cajón de su mesita de luz a cientos de kilómetros de donde ellos estaban durmiendo. Había planeado dárselo en Noche Buena, en su primera Navidad juntos. Pero ni Demelza ni Ross tampoco podían saber, que nunca llegaría a dárselo.
