Buenaaaaas! Como estan? Desde ya pido disculpas por el extenso retraso, pero parece que la vida me quiere separar de este fic... y yo no le dejo xD. Queridos lectores, agradezco, como siempre, sus reviews. Entiendan que para quien escribe no hay nada mas hermoso que saber qué opinan las personas acerca de su trabajo ) Asi tambien paso a informarles que tengo abiero un foro, que pueden encontrar en mi Profile, al que abrí con el exclusivo objetivo de que puedan poner allí sus preguntas acerca de cualquiera de mis fics, siempre y cuando aclaren de cual se trata xD Pero me encantaría poder responderles por ahí sus dudas, que se que existen, porque me las hacen cuando comentan el capi jeje P Y bueno, sin mas, los dejo con el capítulo 6, que les advierto que no es taaaaan extenso como los otros pero que es mucho más fuerte (y no fuerte en un sentido de sexo... bueno, quizas si xP)
Saludos a todos ustedes!
Atte: Draconiger
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Capítulo 6
Viernes 30 de Octubre
Lo odiaba.
Lo odiaba con todo mi ser.
No había odio mas profundo y desgarrador. Aquel que de solo recordarlo te da náuseas.
Un odio extremo.
Un odio imperdonable.
¿Qué demonios tenia aquel maldito rubio contra mi? ¿Qué demonios tenían todos los asquerosos Mortífagos contra mi? ¡Maldición! Lo odiaba, con mi cuerpo, mente y alma, desde lo más profundo. Superaba mi odio hacia Nott. Mi odio hacia Nott no era nada al lado de este. Lo aborrecía. Demonios, quería destrozarlo en vida y comerme su palpitante corazón. Arruinarlo... así como él había arruinado mi existencia.
¡Era Mortífago por él, maldito hijo de perra, por él!
Aparecí empapado frente a mi casa. Entré y cerré la puerta de un golpe. Corrí hacia el baño, di un puntapié a la abertura de madera. Me tiré contra el lavabo y vomité.
Era demasiado. Demasiado odio para mi. Era asqueroso, profundo, corroía mis entrañas y me enloquecía.
Alcé la vista y vi mis ojos enrojecidos y más malvados que nunca. Había un Mortífago en mi rostro. Un asesino.
Hermione... ¿qué rayos había hecho?
Muerta... ¿En qué me había convertido?
-AHHHGG!- tire abajó la pila de toallas que había sobre el mueble y salí de allí.
Me odiaba. Odiaba a todos. Era demasiado. Demasiado...
Mi mirada quedó clavada en el maldito espejo de la pared. Maldito hacedor de recuerdos. Solo un sillón me separaba de él. Un sillón que quizás aún tenía el aroma de aquel asqueroso ser de ojos grises.
Mis manos temblaban, al igual que mi mandíbula. Estaba empapado. Bañado en un sudor helado. Las venas crepitaban bajo mi piel. Harry Potter me miraba desde el espejo...
-¿Quién eres?- le pregunté caminando hacia él, con las mandíbulas apretadas de rencor- ¿¡QUIEN ERES, MALDITO HIJO DE PERRA!- el pecho parecía explotarme- ¿En qué te has convertido? ¿No eras acaso "el niño dorado" de Dumbledore? ¡¿NO ERAS EL ASQUEROSO NIÑO QUE SOBREVIVIÓ!- el Harry del espejo me miraba con los ojos empañados por la ira y la impotencia- ¿Qué se hizo de tus padres, Harry James Potter? ¿Así... así le pagaste lo que hicieron por ti? ¿Así pagaste a tu madre que haya muerto por defenderte? ¡¿LOS HAS CAMBIADO POR UN MALDITO TROZO DE CARNE QUE PUEDA LLEGAR A PENETRARTE!- caí de rodillas al suelo, frente al cristal. Estaba llorando. Lloraba amargamente. Tosía tratando de escupir por la boca mi asquerosa maldad- ¿Por qué, maldición, por qué?- gemí alzando la vista hacia mi reflejo. Mis mejillas estaban enrojecidas, mis ojos empañados, mi rostro cortado al igual que varias partes de mi cuerpo, brillando bajo la roja sangre- ¿Por qué te dejaste llevar, Harry? ¿Por qué caíste en esto?- la palma de mi mano se unió al cristal- Pensaste que sería divertido ¿no? ¿Un bonito juego?- mi puño se cerró- ¡¿PENSASTE QUE POR VENIR AQUÍ ESE ASQUEROSO RUBIO SE FIJARÍA EN TI Y CAMBIASTE TU MALDITA VIDA POR ÉL! ¡¿POR ÉL!- el vidrio se rajó ante el golpe, y de mis dedos cayeron unas gotas carmesí- Fuiste un idiota ¿sabes? Un maldito idiota- mis manos aferraron la tela que cubría mi pecho y lo descubrieron. Tenía varias magulladuras en las costillas por los sucesivos golpes. Pero mis ojos se clavaron en la marca, en la horrenda marca que me nombraba miembro de aquella manada de homicidas- Mira esto...- susurré cogiéndome del brazo, hundiendo mi dedo pulgar en el símbolo- ... te gusta? ¿Te gusta tenerla?- mi mandíbula temblaba del dolor. Yo mismo me estaba hiriendo con la presión- ¿Te enorgullece?- la piel quemada en rojo por la Marca Tenebrosa era rodeada por un blanco morado- ¿Sabes cuantas personas murieron torturadas por eliminarla del mundo? ¿Y aun así luchaste por tenerla en tu maldito brazo, asqueroso cobarde?- el dolor no me parecía suficiente- Hermanos...- gemí- Hermanos de sangre ¿no es así? Por él... ¡POR ÉL, MALDITO IDIOTA, POR ÉL ESTAS ASÍ! ¿Por él lloras, Harry? ¿Qué pasó con tu alma de Gryffindor? Ahora eres una maldita niña que gime por el amor de un maldito pedante!- pegué un salto y pasé los dedos por mi cabello. El brazo aún me palpitaba. Volví la vista al espejo y me encontré. Encontré a un Harry abatido por sus propias decisiones. Por su propia vida- ¡No puedo verte a los ojos ¿sabes!- vociferé apoyando ambas manos en él- ¡ME DAS ASCO! ¡ERES UNA MIERDA! ¡UNA MIERDA!- tomé aire para calmarme, sin lograr mucho- ¿Pero sabes qué? Hay alguien mucho peor que tú. Alguien que es peor y lo disfruta ¡LO DISFRUTA! ¡EL MALDITO HIJO DE PERRA DE MALFOY DISFRUTA FOLLARTE E IRSE, POTTER, ¿LO SABIÁS! ¡¿SABÍAS ESO! ... Claro que lo sabias... pero a ti te gusta ¿no? ¡¡¡TE GUSTA QUE TE JODAN, TE ENCANTA!- el vidrio se quebró esta vez abajo por un puntapié y abrió una rajadura hasta la mitad- Adoras ser el "pobre niño Potter"...- di media vuelta y cogí una de las sillas del comedor y la alcé- ¡Y TAMBIEN ADORAS QUE TE COJAN Y LLORARÁS POR QUE LO HAGAN!- el golpe lo hizo quebrarse en mil pedazos- ¡UNA Y OTRA VEZ!- mas rajaduras- ¡Y OTRA VEZ! ¡OTRA VEZ! ¡Y OTRA VEZ!
La silla cayó al piso de piedras haciendo un ruido seco. El espejo estaba hecho trizas. Los miles cristales esparcidos por el suelo.
Mi cuerpo se desplomó de espaldas en el sillón. La cabeza estaba a punto de explotarme. La sangre me latía en los oídos. Mis ojos ardían como nunca antes.
Lloré. Lloré por horas, como una maldita niña en secundaria. Lloré odiándome y odiando a Malfoy. Lloré sabiendo que la vida de Mortífago era demasiado para mi. Lloré sintiendo que me había arruinado por nada.
Por nada...
Mis ojos se abrieron. La cabeza me daba vueltas. El estómago crujía y las heridas me latían. La lluvia pegaba en el cristal de la ventana una vez más. Pero igual, la luz del sol era tapada por las nubes, tornándolo todo de un asqueroso y monótono gris.
La noche había pasado. Todo parecía tan lejano y a la vez tan vivo. Los cuerpos habrían sido hallados ya. Los padres de Hermione estarían llorando por su hija.
Me odiaba...
Me enderecé y lo primero que vi fue la madera del marco en el que antes estaba el espejo. Más allá, frente a la puerta, había unas cartas. Los Mortífagos preferimos el correo muggle, el cual no es controlado. Los Mortífagos... sí, soy uno de ellos aunque no quiera. Asesiné a mi mejor amiga. La asesiné.
Me puse de pie y cogí la correspondencia. La primera era la cuenta del agua. El otro sobre era color café, estaba manchado en varias partes y tenía unas leves arrugas, como si se hubiese mojado. Pero el agua no logró su objetivo de borrar la tinta que remarcaba la dura letra de su remitente: Severus Snape.
Oí un ruido en la ventana y me volví. Había una lechuza golpeando el vidrio. Una enorme lechuza parda que llevaba un sobre en la pata.
-¡Fuera de aquí!- le grité golpeando el cristal con la palma de la mano. Sabía que no debía aceptar correspondencia que no fuera por correo muggle. Y sabía también a quien pertenecía esa ave- ¡Fuera!- repetí viendo que continuaba insistiendo, aleteando cerca del vidrio, haciendo constantes y secos ruidos contra él.
Di media vuelta y caminé a la cocina. Abrí la alacena, bajé el pote de café y preparé la cafetera para que se haga mientras me tomaba un baño. Volví al comedor. Y la maldita lechuza estaba todavía allí, golpeando repetitivamente el cristal.
-¿Qué quieres?- grité caminando hacia la ventana- ¿Quieres darme la maldita carta?- pregunté abriéndola- ¡Pues dámela y sal de mi vista!- el ave entró a mi casa y revoloteó solo un poco hasta quedar parada en el respaldar del sillón. Caminé hacia ella y le desaté la carta, sin poder evitar leer el remitente- Bien, ahora vete- no se movió- ¡Vete!- nada- ¿Qué? ¿Quieres que la lea delante de tu asqueroso pico? ¿Te dio la orden de que me controles? ¡Pues no quiero leer la maldita carta ¿sabes! ¡Se lo que dirá y no quiero leerla! ¡VETE DE MI VISTA AHORA!- la cogí y me picoteó fuertemente los dedos, dejándomelos más magullados de lo que los tenía, y la tiré fuera, cerrando de un golpe la ventana- ¡NO QUIERO! ¡NO QUIERO VERLO Y NO QUIERO SABER NADA DE ÉL!
Jadeaba. Una vez más.
Hundí mis dedos despeinando aún más mi desparramado cabello.
Di media vuelta, abrí el cajón del modular y tiré dentro la carta de Ron.
Entré a la bañera solo unos minutos después. El agua estaba tibia. Tomé el jabón y comencé a pasármelo lentamente por el cuerpo, mientras mi mente, una vez más, torturaba mi existencia.
Ahora Ron ¿Qué demonios quería? No me interesaba. Había perdido mi mundo uniéndome a los Mortífagos y no volvería a él, a aquel universo, aunque tuviese que morir por evitarlo.
No quería que nadie se inmiscuya en mi vida. Mi vida era una mierda. Una verdadera mierda. Había caído. Muy profundo. Y daba manotazos de ahogado pero nadie, nadie, quería salvarme. Era un complot. Un maldito complot contra mi. Lo sabía. Sabía que todos me querían dentro y a la vez fuera. Pero no. No me ganarían. No podrían...
-Agh...- aún tenía heridas abiertas que me ardían con el contacto del jabón.
Malfoy...
Por qué...
Malfoy...
Siempre estuvo en mi contra. Siempre. Siempre me odió. Siempre. ¿Y entonces por qué demonios...? Si. Era yo. Era mi maldita forma de ser. Siempre me atrajo lo prohibido. Malfoy era mi verdugo, y a la vez mi ángel. Sin él Hogwarts no hubiese sido el mismo. Solo golpearnos. Luchar. Empuñar nuestras varitas como si tuviésemos el valor para asesinarnos. ¿Por qué nunca sospeché que todas mis batallas iban a ser arruinadas por él? ¿Por qué persistentemente luché contra aquel rubio de ojos grises si siempre estuvimos del mismo lado?
Una gota se deslizó por mi mejilla entremezclándose con el agua. Y mis esmeraldas miraban empañadas los azulejos blancos.
-Te odio ¿sabes?- dije poniéndome de pie- Te odio ¡TE ODIO MAS QUE A NADIE EN ESTE ASQUEROSO MUNDO!
Cuando me senté a tomar el café la cabeza aun me latía. Y mi mente no paraba de atormentarme.
¿Por qué?
¿Por qué?
-Solicito su presencia hoy por la mañana para que reciba su paga- leí en voz alta- Atentamente. Saverus Snape- arrugué la hoja y la tiré al suelo- Maldito idota- no sabía por qué lo decía. Simplemente siempre lo había aborrecido.
Miré el reloj. Las 11:26. Era tarde. Fui a mi habitación, me puse unos boxers negros, un pantalón de jean oscuro y una remera azul de cuello alto, con un dibujo de una serpiente plateada en la espalda, logo que estaba enredado con el nombre de la marca. Aquella serpiente. Era como admitir mi fanatismo de una manera inconsciente.
Llegué al comedor y me tiré encima la chaqueta de cuero. Fui hasta la puerta no sin antes coger el paraguas. Afuera estaba horrible. Llovía a cántaros.
Caminé por el oscuro barrio de calles adoquinadas esquivando charcos de agua y vehículos que deseaban salpicarme, mientras mi mente se encontraba en otro lugar, otro tiempo y espacio. Revolvía recuerdos y los vomitaba haciéndome ver lo cruel que terminaba siendo siempre todo. Si eliges el camino del pecado, éste terminará consumiéndote. Lo había escuchado decir... ¿Me consumiría a mi acaso o lograría sobrevivir?
Subí a un taxi y dije la dirección. Mi voz salió amarga e intimidante. Había cambiado, como mi forma de ser, como mi persona.
En los vidrios las siluetas exteriores se deformaban por los litros de lluvia que los azotaban. Miré al viejo que conducía. Su barba mal afeitada y su aspecto de malviviente hubiese levantado sospechas a cualquiera.
Pero son las personas que más hermosas parecen, las mas cautivadoras, las que terminan siendo el mayor asco de este mundo.
Nott...
Malfoy...
Malditos idiotas...
-Es aquí- avisó el hombre sacándome de mis pensamientos. Le pagué, y bajé, abriendo nuevamente mi paraguas. La calle era angosta, a duras penas había entrado el coche, y no pude evitar meter mis pies en el sucio barro que descansaba junto a la diminuta acera. La lluvia hacía coro en mi sombrilla, un coro lúgubre y melancólico. El taxi se marchó. Golpeé la puerta.
Solo al verlo mi estomago se comprimió hasta parecer una pasa de uva tirada a las brazas. Su asquerosa piel pálida del rostro era enmarcado por dos cortinas de grasiento cabello negro azabache. Más oscuro aún que el azabache. Su boca parecía una línea maldita que cruzaba su rostro, y sus fríos, helados ojos oscuros me miraban con asco. Al igual que yo lo observaba a él.
-Pasa, Potter...- gruñó dando media vuelta. Cerré el paraguas y luego la puerta a mis espaldas, que chirrió levemente. El lugar estaba más frío que afuera, y el olor a humedad impregnó mis fosas nasales.- No te quedes ahí. Sígueme. Y quítate esos zapatos.
Aun negándome a hacerle caso, como cuando era mi profesor de Pociones en el colegio, desaté los cordones de las zapatillas asquerosamente embarradas y me las quite, y caminé tras él sintiendo que me estaba rebajando. Lo odiaba. Sí, a él también.
Entramos en una habitación extraña y húmeda, cuyas paredes parecían forradas de libros añejos y con una capa de polvo encima. No tenía ventanas, y la débil luz entraba por la puerta, casi dejándonos completamente a oscuras.
Snape encendió un candelabro con dos velas que había sobre una mesa desvencijada sin detener la mirada en mi. Recordé, de repente, que lo había visto hace a penas pocas horas. Y aun así todo parecía tan lejano.
En silenció sacó unos cuantos ejemplares de un estante y quito de detrás de ellos una bolsa color barro.
-Bien, aquí tienes- dijo poniéndola sobre la mesa que estaba a su lado. Unos ruidos a metal resonaron suavemente- Unos cuantos Galleons para tu podrido bolsillo de niño huérfano.
-¿Qué le hace hablarme así?- pregunté apretando los puños. Él, simplemente, me miró con una asquerosa sonrisa en los labios.
-Me entretengo haciéndote perder los estribos.
-¿No le bastó con el colegio?- pregunté tratando de que la ira no me sobrellevase. No era el mejor momento para discutir. No conmigo. Estaba a punto de quebrarme en pedazos- Le advierto que ya no es más mi profesor.
-¿Cuánta diferencia crees que hay entre profesor y mentor, Potter?- siseó él acercándose a mi, mirándome con aquellos ojos oscuros enardecidos de una extraña dosis de ansiedad. Lo miré, paralizado. Lucius Malfoy me había hablado...
-Usted no será mi mentor...
-Junto con Malfoy...
-No le haré caso...
-Por orden de nuestro Lord...
-No me importa- bufé dándole la espalda- No me interesa ni usted, ni Voldemort, ni Malfoy, ni nadie...
-¿Ni Malfoy?
La sangre se me heló. Él. Él estaba junto a Draco la noche anterior. Él lo había visto todo. Cada segundo.
-Hablo de Lucius Malfoy.
-Lo se- advirtió Snape con una socarrona sonrisa en los labios- Ya que el señor Draco si le interesa.
-Silencio.
-Quizás demasiado.
-¿Y a usted que le importa?- pregunté mirándolo con ira- No me interesa usted, menos que nadie, y mucho menos lo que diga o deje de decir.
-El pobre niño Potter está triste porque Draco lo hirió ¿no es así?
-Él no me hirió- negué con las mandíbulas apretadas, actuando terriblemente mal un estado de calma.
-Conozco las reglas, Potter- dijo acercándose a mi, y cogiéndome de los hombros me hizo retroceder hasta que mi espalda chocó con una fila de libros de la estantería- Cuantas veces te lo hizo.
Lo miré paralizado.
-¿Qué demonios...?
Snape soltó una carcajada. Una asquerosa carcajada que me rebajó al mínimo. Jamás lo había oído reír. Era repugnante.
-Me gustan las mujeres... eso dijo ¿no es así?- preguntó mirándome. No le respondí. Él me soltó- ¿No te importa que te basuree de ese modo, Potter?
-No.
-Claro... eres un maldito gay en cuya existencia mundana los sentimientos le ganaron al placer- se relamió los labios secos sin ocultar su horrenda sonrisa y me dio la espalda, soltando una risita estúpida- Y por eso te lamentas.
-No soy lo que usted dice- aclaré- Y no me lamento. No por él. Por nadie.
-¿Y entonces qué?- preguntó y volviéndose a mi, me cogió de la mandíbula con una mano- Se te nota en el rostro. Las cosas están más claras que el agua...- hundiendo sus dedos en mis mejillas- ¿Por qué lo besaste?- mis esmeraldas estaban clavadas en sus asquerosos ojos que se regocijaban al verme. No había sido una pregunta, sino una forma de demostrar que él lo sabía todo- Te gusta, te enloquece...- me soltó empujándome hacia atrás como si fuera un trozo de basura y volvió a sonreír, mirándome con sus helados ojos brillantes del placer de hacerme sufrir- ... y a él le gusta que gustes de él. Se aprovecha de eso, como buen Mortífago. Draco es muy inteligente. Excesivamente inteligente- su mano se apoyó sobre mi hombro actuando una falsa lástima- ¿Alguna vez creíste que el que te llame "hermano" significaba que te profesaba algún cariño?
-Cállese.- dije desviando la mirada. Me hacía pensar. Demasiado. Demasiado.
-Todos llamamos alguna vez a nuestro camarada "hermano"... es la forma de advertir que traspasamos el limite de la carne y lo dominamos- no dije nada- Hay cosas que no están escritas en el manual de Mortífagos ¿sabes, Potter?- la sonrisa repugnante en sus labios me corroía las entrañas- Hay cosas que las aprendes por tu propia piel. Hiriéndote. Siendo herido. Solo en ti está entenderlo... o hacer oídos sordos.
-Yo no hice oídos sor...
-¡Tu eres tan estúpido que no te das cuenta!- sus finos dedos pálidos se aferraron a mi brazo izquierdo con fuerza y subieron con violencia la manga de mi remera, desnudándolo- ¡Mira esto, Potter!- vociferó- ¡MIRALO!- bajé la vista a ver la marca tenebrosa encuadrada por las falanges de Snape- Estás de éste lado ¿entiendes? De éste- dijo hundiendo su índice en mi piel- No hay forma de volver. No hay forma de escapar- sus pasos volvían a arrinconarme, su mirada cubierta en llamas de regocijo por mi sufrimiento me perforaban. Hundía sus dedos en mi brazo, presionando de sobremanera la marca, lastimándome. Ahogué un gemido entrecerrando mis ojos- ¿Te duele? ¿Te duele que la presione así o te duele tenerla en tu escuálido brazo de adolescente?- lo miraba con ira, y a la vez con terror. Quería que se calle. Que cerrase su asquerosa boca- Se que estás pensando en deshacerte de ella. De borrarte de este mundo. Porque no puedes. No puedes ¡No puedes sobrevivir a nosotros!- los dedos de su mano derecha se aferraron a mi cuello y lo estrujaron, quitándome el aire, elevándome del suelo solo unos milímetros, presionando mi cuerpo contra las estanterías llenas de libros malditos.
-Suelte... me...
-¿Qué te hace pensar en que no voy por fin a matarte?- su voz era empalagosa y cruel. Sonreía como un maniático, con los ojos desorbitados de ira y ansiedad- ¿Quién te dijo que podías confiar en mi?- el aire me faltaba. Mi rostro estaba azulado.- ¿Creíste que por estar de éste lado yo te perdonaría la vida? Sigues siendo el mismo muchacho repugnante e inservible...- me sacudí, y el brazo de Snape flaqueó, dejándome desplomar en el suelo húmedo y frío. Tosí sosteniéndome el pecho. Y quise volverme. Pero ya no había escapatoria. Severus se lanzó sobre mi y me cogió del cuello de la chaqueta, haciéndome poner de pie- ¿Sabes que estoy solo en esta casa?- un golpe me hizo doblar en dos. Un golpe en las costillas que volvió a abrir las heridas que ya tenía por el ataque anterior. Otra vez Snape me levantó cono un zángano y me arrojó contra el sillón. Caí desplomado en el, sintiendo mi cuerpo como un trapo.
-Deténgase...
-¿Es una súplica?- dijo él sonriendo aún más. Caminó hacia mi y clavó una de sus rodillas en el sillón enredando nuevamente sus asquerosos dedos alrededor de mi cuello. Lo presionó. Estrujó. Hundió sus falanges hasta dejarme una vez más sin aire, haciéndome pisar los límites de la muerte.
Quise lastimarlo, herirlo de alguna forma. Tanteé mi bolsillo. La varita no estaba. Me la había quitado. Si. Él. No se como pero lo había hecho.
Quería hacerlo. Lastimarlo. Pero mi cuerpo estaba fláccido. La falta de oxígeno me agobiaba.
Entonces me soltó. Tragué el aire a bocanadas. Pero ni siquiera me dejó llenar un poco los pulmones...
Un puñetazo voló mi rostro a un costado. Sentí el ardor en mi labio inferior, y el característico gusto salado de la sangre...
-Te gusta besar a los hombres ¿no es así?- gorjeó hundiendo sus raquíticos dedos en mis cabellos y los aferró con fuerza, llevando violentamente mi cabeza hacia atrás, recorrió con su asquerosa lengua de serpiente mis heridos belfos.
Abrí la boca para insultarlo, pero tiró mas fuerte, lastimándome. Un gemido de dolor salió de mis labios semiabiertos.
-Dime entonces que tan bueno es mi sabor- su repugnante lengua rompió los límites de mis heridos belfos, incursionándose con violencia en mi boca. Solté una arcada de asco, pero él estiró con mas fuerza mis cabellos, llevando tanto mi cabeza hacia atrás que me faltó el aire.
Y entonces, aún teniéndome sostenido de los cabellos me lanzó hacia un costado, poniéndose de pie con aquella morbosa sonrisa en los labios.
Lo miré, aún recostado en el sillón, jadeante, y él limpió mi sangre de sus labios con un asqueroso lengüetazo de maniático.
Y entonces lo vi. Vi como bamboleaba mi varita delante de mis narices, con una sonrisa de maldad en el rostro.
-¿Sabes cuanto tiempo esperé por esto, Potter?- preguntó jugando entre sus dedos la vara de madera oscura.
-Devuélvamela- le ordené- ... y déjeme ir en paz... – me senté, sintiendo mi cuerpo débil como una pluma. Pero me detuve. Lo había dicho una vez. Había pedido que me dejasen ir. Sí. Aquel día de Malfoy y Zabini ¿Acaso...?
-¿Sabes cuanto tiempo esperé por esto?- preguntó tirando la varita hacia atrás. Ésta voló y cayó lejos, detrás de un jarrón negro laqueado muy alto- ¿Sabes cuanto?- se lanzó contra mi y antes de que pudiera responder me dio tal puñetazo que me hizo resbalar del sillón y caer. Intenté enderezarme, clavando las manos en el suelo. Vi las gotas oscuras de sangre brillar en el piso de piedra- ¿Cuánto esperé para hundir mi puño en tu mandíbula como lo hice?- me cogió del pecho de la remera manchada por mis heridas nuevamente abiertas y me levantó. Mis piernas flaquearon cuando me dejó quedarme en pie...- ¿Cuánto... por rebajarte?- ... pero apenas toqué el suelo me hizo volar hacia un costado y caer de espaldas en la helada piedra- Tan solo verte...- siseó malévolamente, con la ira en los ojos, caminando hacia mi cuerpo- ... ante mi...- se paró con un pie a cada lado mío y se encogió- ... habiendo echado abajo todo nuestro plan...- sus dedos se hundieron en mi cabellera espesa y tiraron, mientras él caminaba hacia el sillón- ... haciendo alarde de tu inexistente heroísmo...- me arrastraba tirando solo de mis cabellos-... demostrándote digno hijo de tu asqueroso padre...- un puntapié en las costillas me hizo lanzar un grito de dolor.
¿Qué demonios? ¿Qué demonios había hecho yo para merecerme aquello?
Formar parte de los Mortífagos.
Asquerosa respuesta.
-¿Tienes idea de lo repugnante que fue tenerte en mis narices...- preguntó alzándome nuevamente de la tela de mi remera- ... viendo tu estúpido rostro creerse lo suficientemente fuerte... como para faltarme el respeto!- me lanzó una vez más contra el sillón, y mi cuerpo se dobló en dos al chocar contra el respaldo, quedando colgado de este, con las rodillas apoyadas en el asiento- ¡¿Una y otra vez!- quise volverme pero me cogió de las muñecas y las llevó a mis espaldas. Me dolía. Todo el cuerpo. Estaba bañado en mi propia sangre- ¿Actuar que era bueno ante Dumbledore...- sentí como me las aferraba, una mano sobre otra, atándomelas con algo. Quise voltearme. Pero un nuevo puñetazo me lo impidió- ... y perdonar tus insolencias?- estiró de mis cabellos hacia atrás y volví a desplomarme en el suelo, sintiendo mis tobillos rasgados por la presión de las cadenas que también los aferraban. Snape me miro a los ojos y sonrió- Esta vez no te perdonaré...
Desató el cinto de su pantalón y bajó la cremallera, mirándome con aquellas llamaradas de ira y lujuria, de locura por aquel propio sadomasoquismo, y desnudó su miembro.
Estaba erguido... Lo excitaba. Verme así lo excitaba. Lastimarme, herirme, humillarme... le excitaba.
Me cogió del cuello y se desplomó en el sillón, mordiéndose los labios entre aquella asquerosa sonrisa, y acercó bruscamente mi rostro hacia aquel trozo de carne. Desvié la cabeza. Un fuerte puñetazo se plantó en mi mandíbula. Lo miré atontado. Hundiendo sus dedos en mis cabellos tiró mi cabeza hacia atrás. Y metió su miembro en mi boca.
Proferí una arcada. Quise vomitar. Pero vi. Vi la varita que apuntaba mi rostro.
-No lo haces y sufres ¿entendido?- me susurró con ansias- Una serie de cruciatus estaría genial... ¡Hazlo!
Cerré mis labios y comencé a succionarlo. Estaba en un trance. El dolor no me permitía pensar. La cabeza me daba vueltas. Y yo succionaba. Cada vez mas fuerte. Cada vez con mas odio. Con más asco. Viendo la varita apuntar en el medio de mi frente. El asqueroso rostro de placer de Severus Snape.
Entonces me dio un empujón, haciéndome caer de espaldas en el suelo. Sabía por que no me había articulado otro puñetazo. El golpe iba hacer que juntase mis dientes contra su miembro.
Tirado boca arriba solté un jadeo. Quería irme. Desaparecer de este maldito mundo. Había pisado fondo. Llegado demasiado profundo.
-¡Levántate!- gritó entonces Snape con su asquerosa y maniática voz, mientras enderezaba su cuerpo. No dejó que me volviese cuando otro puntapié destrozó aun mas la piel de mis costillas- ¡Levántate, asqueroso rufián bueno para nada!- quise decirle que no podía, que el dolor era demasiado, pero hundió una vez más su puño en mis mandíbulas.
Me volví sintiendo el rostro húmedo por la sangre y el sudor. Lanzó un hechizo con su propia varita. No sabía cuando la había cogido. Un hechizo. Un Flamen Latigum. Lo supuse cuando sentí el ardor de la cuerda de fuego destrozar las prendas que cubrían mi abdomen y chamuscar mi piel. Grite. De furia y dolor. Y él me miraba. Me miraba con deseos de venganza, sin una mínima mueca de compasión.
Se encogió, hurgando con sus asquerosos y finos dedos mi pantalón, desatándolo, rompiéndolo.
No quería.
Vi como mojaba en asquerosa saliva toda su palma, sonriéndome con insolencia.
Lo odiaba.
Demasiado.
Quería matarlo.
Si, matarlo.
Destrozarlo.
Pero no podía.
No podía moverme.
El dolor era insoportable.
Insoportable...
Sus falanges se hundieron entre mis prendas y desnudaron por completo mis caderas.
Cerré los ojos.
No.
Era suficiente.
La reprimenda había sido suficiente.
Lo entendía.
Entendía que me odiaba.
Pero no podía.
No podía más...
Cogió mi miembro.
Comenzó a mover su mano sobre él.
Mis ojos se llenaron de lágrimas.
Quería moverme.
Era suficiente.
Por favor.
Suficiente.
Quíteme las manos de encima.
No podía decírselo.
Ni siquiera la lengua me respondía.
Y mi cuerpo.
Mi cuerpo destrozado comenzaba a sentirlo.
No.
No quería.
Placer.
No.
No podía.
Excitación.
Maldición.
Deténgase...
Volvió a destrozarme el rostro de un golpe. Y cogió mis cabellos sintiendo aquello como un juego. Un asqueroso y maldito juego. Me alzó de ellos, y tuve que ponerme de pie ya sin fuerzas.
-¿Tienes algo que decir, Potter?- su lengua recorrió mi rostro ensangrentado. Se me revolvieron las entrañas. No respondí. No podía hablar. Y entonces volvió a tirarme contra el sillón.
¡No!
Maldición. Despierta, Potter.
Se ubicaba detrás de mi.
Me retorcí.
Pero ya no había escapatoria...
-¡¡¡¡AHHHHHHHHHHHH!- mi grito resonó en las paredes, y fue seguido por una asquerosa carcajada. No. Suficiente. Me dolía. Demasiado. Ya no podía. Y el reía. Reía a mis espaldas. Reía penetrándome. Destrozándome. Humillándome...
Eran los vaivenes mas asquerosos de mi existencia. Y cuando mas me movía más me lastimaba. Era la muerte. Si. Era pisar la muerte mientras estaba con vida.
Apresuró la marcha. Era horrible. Pero terminaría. Pronto. Era lo único que deseaba. Que termine. Ya no aguantaba. No aguantaba más.
Oí su grito de lujuria en mis oídos, destrozando mi existencia. Por un segundo lo vi en Hogwarts, en primer año, tratando de salvarme para que no cayese de la escoba. Y ahora... ahora nada.
Nada.
-Maldito... bueno para nada...- sus jadeos me atormentaron en cuanto se separó de mi. Mi cuerpo se desplomó en la sentadera del sillón y se deslizó como un saco viejo y manchado hasta el suelo- ¿Sabes por qué te ocurre esto?- su voz era horrenda, entre lastimera y alegre, entre lujuriante y vengativa- ¡¿Por qué te ocurre todo lo que te ocurre!- un ruido seco salió de mi garganta, un gemido leve al sentir que las cadenas soltaban mis extremidades. Me volví en la fría piedra hacia él y lo miré a los ojos- Esto te pasa porque te metes con nosotros- volvió a cogerme de las prendas para ponerme de pie. Lo hice, ya sin fuerzas. Dios. ¿Había terminado?. Quizás si- Vete...- gruñó. Su sonrisa aun estaba allí, pero se conjugaba con la misma mueca de odio que siempre me había profesado- ¡Vete, maldición!- me dio un empujón hacia la puerta. Trastabillé. Podía marcharme- Y toma esto... ramera- el saco de Galleons chocó contra mi pecho.
¡Demonios! No podía ser así. No podía.
-Maldito... hijo de...
-Maldito muchacho inmaduro- su sonrisa socarrona me perforó- Toma tu varita. Aprende a usarla, asqueroso bueno para nada- el trozo de madera voló hacia mis pies, y en cuanto me encogí para alzarlo, cayó también una tela negra- Cúbrete con esto, mojigato. Así no sabrán que fuiste violado... ¿o acaso quieres que lo sepan?
Maldición. Maldito asqueroso. Lo odiaba. Lo odiaba.
Di media vuelta. Y caminé hacia la salida. Había pasado. Eso era lo mejor. Terminado.
-¡¿Entendiste por qué estás así!- gritó a mis espaldas- ¡¿Por quién!
La puerta se cerró detrás de mi. Llovía. El suelo seguía embarrado.
Y yo sabía exactamente donde debía ir.
Qué debía hacer.
Cogí mi varita. Aquello si estaba en el manual. En aquel libro que Lucius Malfoy me había prestado. Unas palabras, mezcla de latín y parsel salieron de mi garganta.
Una luz amarillenta brotó de la varita y envolvió mi cuerpo. Miré mis manos. La sangre iba desapareciendo. Mi ropa se iba remendando. El dolor no se esfumaba por completo, ni las heridas se cerraban en su totalidad, pero la energía era mucho mas fuerte.
Si.
Yo sabía exactamente donde debía ir.
-Mansión Malfoy...
-El señor Lucius ¿se encuentra?
-No señor Potter, él y su mujer han salido en un viaje de urgencia ¿Quiere dejarles un recado?
-No, gracias- asentí- Avada Kedabra- la luz esmeralda se confundió con mis ojos. El maldito hombre de la entrada se desplomó en el suelo, ante mis narices.
Hacía media hora había dejado la casa de Snape.
Ni Lucius ni Narcisa estaban allí.
Sería pan comido.
Entré. Llamé a la puerta.
Nadie atendió.
Empujé.
Estaba abierta.
Mucho mejor.
El cabello rubio. Estaba de espaldas a mi.
-Draco...- se volvió. Y a pesar que lo apuntaba con mi varita, ni siquiera pestañeó.
-Harry- su voz helada era empalagosa para mi, y me envolvió, haciéndome temblar. Un flujo de ira sucumbió en mis entrañas y envenenó mis venas. Él. Maldito. Por él. Todo había sido su maldita culpa- ¿A que se debe la visita?
-Cierra la boca, maldito hijo de perra- gruñí caminando hacia él, con la varita apuntando en el medio de sus ojos grises- No voy a explicarte. Prefiero... prefiero que mueras con la incógnita en tu podrida mente, Expelliarmus!- el cuerpo de Malfoy voló por los aires solo unos pocos centímetros, chocó en la pequeña mesa, rodó sobre ella y cayó del otro lado haciendo un golpe seco. Mis pasos me llevaron hasta él en un segundo. La sangre me hervía. No podía hablar de odio. Todo era su maldita culpa. Cada cosa que me había sucedido era por él. ¡Por él!- ¿Últimas palabras, Draco?- pregunté apuntándole la garganta. Él me miró a los ojos...
-No vas a matarme. No puedes.
-¿A no? ¿Quieres ver?
-Muéstramelo.
-Avada ked...!
-¡¡MI LORD!
Cada letra resonó en mis oídos y los carcomió en cuestión de segundos. El cuerpo se me había congelado. Y cuando me di cuenta... Hombre. Si. Mortífagos. Muchos de ellos. Y él. Voldemort. Todos rodeándonos.
-¿Señor Malfoy?
-Quiso matarme, mi Lord- gimió Draco corriendo hacia él, cayendo a sus pies.
-Es... es mentira...- no habían otras palabras que pudiese articular. Por primera vez estaba aterrado. Tantas varitas apuntándome. Tantos hombres.
-¡Todos te vimos, Harry Potter!- rugió Voldemort mirándome a los ojos. Esa sonrisa en sus labios inexistentes. Aquellos ojos de fuego mirándome a mi.
-AHHG!- la cabeza pareció partírseme en dos. Aquel dolor insoportable en la cicatriz...
-Mírate, Harry- aquella voz de témpano se acercaba a mi, y mi cerebro palpitaba contra mi cráneo con más fuerza- Ni siquiera esperaste a que hagamos el hechizo pera que estés en mi contacto y ya...- sonrió- ... ya demostraste ser traidor!
-AHHHHHHH!- su pulgar se hundió en mi cicatriz. Era insoportable. El dolor de la muerte. Caí de rodillas. Jadeando- Es mentira...- gemí en cuanto se separó de mi- ... es mentira, mi Señor...
-Hemos sido testigos, mis Mortífagos- rugió mirando a todos ellos- de la primera y última traición de Harry Potter estando de nuestro lado ¡¡LLÉVENLO A LA CELDA!
-¡¡NO!
Me atajaron de brazos y piernas y ataron mi boca con una tela negra, con tanta presión que casi me ahogó. Pataleé y me retorcí como serpiente, como endemoniado. Pero nada ocurrió.
Entonces, alguien encapuchado me cogió del rostro.
-Buena suerte... Potter.
Lo vi. Era él.
Severus Snape.
Rugí entre mis ataduras, sacudiéndome como loco, queriendo soltarme para ir y matarlo. Había caído. Estúpidamente, había caído en una horrible y burda trampa.
Y ellos me llevaban. Me llevaban arrastrando a la celda. No sabía lo que era. Que me esperaba allí.
Pero seguro no sería nada bueno.
