NA: Antes de comenzar este capítulo, debo advertirles que es algo triste y puede resultar agustioso para algunas personas.
Capítulo 36
Sucedió el último día antes del receso por las fiestas.
Ross tenía planeado darle el anillo como regalo de Navidad. Pedirle que se casara con él. Era lo correcto, lo que un caballero debía hacer, diría su padre. Pero era más que eso. Demelza lo hacía feliz. Ross no recordaba días más dichosos que los que había vivido la última semana. Se había ordenado no pensar en Elizabeth, pero incluso comparada con ella, Demelza no podía ser más distinta. Honesta, graciosa, dulce. Con una claridad para ver lo importante y una sencillez que lo desnudaba por completo. Sí, tenía razón cada vez que le decía "recién nos conocemos", cuando él salía con algún comentario grandilocuente acerca de su relación. Pero el hecho era que ella le gustaba, la quería, y no iba a negarlo, estaba enamorándose de ella. Era hermosa, por dentro y por fuera. Y además de todo, estaban esperando un hijo. Así que le parecía perfectamente lógico a él pedirle matrimonio. Ella diría que no, por supuesto. Le diría que estaba loco, que era muy pronto. Pero él esperaría, ella no podía escapar a ningún lado.
Sintió vibrar su teléfono mientras sacaba fotos a Kate Middleton. Esa semana lo habían asignado a seguir a la pareja real en una serie de eventos de caridad. Estaban dentro de un colegio, rodeados por niños. El teléfono vibró de nuevo un par de minutos después. Ross lo sacó de su bolsillo para ver quien era. Era extraño que Demelza lo llamara en horas de trabajo. Mensajes intercambiaban en cantidad, pero no llamadas. Ross se alejó un momento de la futura reina y el círculo de niños que la rodeaban y salió al patio de la escuela. La llamó.
"¿Ross?"
"¿Di? ¿Qué ocurre?"
Hubo un pequeño silencio, luego ella dijo: "No estoy segura… no me siento muy bien."
En los últimos días, las náuseas matutinas habían regresado. En casa de su padre, Demelza se había encerrado en el bañito y había devuelto toda la pizza que había comido la noche anterior, mientras él intentaba distraer a sus hermanos. Y las náuseas se habían repetido los días siguientes. Pero la descompostura pasaba rápido, y una vez que vaciaba el estómago se sentía mucho mejor. Habían enviado un mensaje a la ginecóloga, que les contestó que era perfectamente normal. "Está en los folletos que te di." Así que Ross no pensó que fuera algo serio al principio.
"¿Devolviste de nuevo?"
"No. No es eso, es… no sé."
Ese 'no sé', con el tiempo se transformaría en un "sabía que algo no estaba bien."
"¿Porqué no le dices a Verity que te sientes mal y vas a casa y te recuestas un rato?" - Ross la escuchó vacilar, como si pudiera escuchar el mecanismo de sus pensamientos. Y eso lo puso en alerta. No se quejó, ni dijo 'no, tengo mucho trabajo' como lo haría habitualmente. Como diría si tan solo fueran náuseas. – "¿Quieres que vaya a recogerte?"
"¿Puedes?"
"Sí. Estoy en las afueras, tardaré… media hora, creo. Te aviso cuando esté cerca."
"Sí. Llamaré a la doctora mientras te espero."
"Ya voy por ti, cariño."
Después, Ross no recordaría lo que pensó durante ese viaje desde Loughton. Había entrado de nuevo al colegio solo para salir por el portón principal. El otro fotógrafo lo miró mientras él se dirigía apresurado hacia la salida. Su expresión le indicaba que había recibido malas noticias. El trayecto que de ida le había tomado cuarenta minutos se hizo más largo de vuelta. Había pasado una hora desde que habló con Demelza y todavía no había llegado. Le envió un mensaje preguntándole como se sentía, pero ella no le contestó. Otro diciéndole que estaba a quince minutos, si todavía estaba en la oficina, pero ella no los leía. Cuando estaba cerca la llamó, pero Demelza no respondió. Pensó en llamar a Verity, pero en el momento que vaciló su celular comenzó a sonar. Era un número desconocido.
Era la ginecóloga, la doctora que los había atendido el otro día. Le dijo que Demelza estaba en el hospital.
"¿En el hospital? ¿Está bien? ¿Le pasó algo?" – no llegaba a comprender, ¿Qué hacía en el hospital?
"Debe venir cuanto antes, Señor Poldark." – le dio la dirección.
No estaba lejos.
Apresurado, con las manos que le sudaban, ingresó por la guardia y miró hacia todas las direcciones esperando encontrar a Demelza sentada en alguna de las sillas de los pulcros pasillos. Pero no la encontró allí. Preguntó a la recepcionista por Demelza Carne. La enfermera tipeo algo en una computadora, miró el monitor. Le dijo "Aguarde un momento." y le señaló unas sillas frente a la recepción. La enfermera tomó el teléfono. Aguardó, pero no se sentó. Siguió esperando. Cuando estaba por preguntarle a la recepcionista de nuevo, se abrieron las puertas del ascensor al final del pasillo y de él salió la doctora que se acercó a él cuando lo vio.
Ross respiró aliviado.
"Doctora…" – comenzó a decir. Pero se detuvo cuando notó su expresión circunspecta.
"Señor Poldark, acompáñeme." – le dijo tras estrechar su mano y dio media vuelta dirigiéndose hacia el ascensor de nuevo, que todavía la estaba esperando.
Demelza no estaba en la guardia.
La mujer era bajita, y Ross no llegaba a verle bien el rostro. Miró su reflejo en las puertas metálicas, pero no podía verla.
"¿Ella está bien?" – tenía un nudo en la garganta y su voz salió apagada. La doctora movió la cabeza. No asintió ni negó tampoco.
Las puertas se abrieron a un pasillo largo e iluminado, pero la mujer dobló a la izquierda apenas salieron del ascensor. Todo el trayecto, desde que la vio en la recepción hasta llegar frente a esa puerta, le pareció que tomó años, pero en realidad no había tomado más de un minuto.
"Lo siento mucho, Señor Poldark. Me temo que Demelza sufrió de un aborto espontáneo."
¿Qué era lo que estaba diciendo? Apenas si podía captar palabras sueltas, pero no las podía ubicar juntas, no tenían sentido. Perdida, latidos, cervix, impredecible, procedimiento… Se sentía como si se estuviera ahogando. Como si alguien hubiera metido su cabeza bajo agua y la sostuviera allí. Respirar era difícil. Notaba los esfuerzos de su pecho por tomar aire, pero parecía que no le llegaba. Miró a la doctora, se trató de enfocar en las palabras.
"¿Señor Poldark?... ¿Ross? ¿Entiende?"
Ross pestañeó. Y la mujer se dio cuenta de que no había entendido nada. Lo hizo sentar y ella se sentó junto a él.
"¿Quiere un vaso de agua?"
No más agua, si se estaba ahogando. Sacudió la cabeza.
"Demelza, ¿va a estar bien?"
"Sí, ella va a estar bien. Sé que esto no es un consuelo, pero es algo más común de lo que la gente cree durante el primer trimestre."
"Pero… pero el otro día, usted dijo que todo estaba bien, que todo era normal."
"Lo estaba. Lo siento, Señor Poldark. Estas cosas, a veces no tienen explicación. El cervix estaba dilatado y no pudo retener el embrión. Demelza me llamó con dolores, y cuando llegó aquí… ya era tarde. La examiné, pero no lo ha expulsado todo. Tendremos que hacer un procedimiento para retirar el tejido que queda. Luego se quedará en observación para controlar que no haya riesgo de infección, pero ella se repondrá rápidamente. No hay motivo para creer lo contrario."
Esta vez entendió.
"¿Adonde está? Quiero verla."
La doctora asintió.
"Está aquí." – dijo señalando la puerta cerca de ellos. – "Estaba un poco alterada, así que le dimos un calmante. Señor Poldark, Demelza va a necesitar…"
"Lo sé." - Ross se puso de pie. Ya no podía esperar más.
Al principio creyó que dormía. Intentando no hacer ruido, cerró la puerta tras él. Rodeó la cama por el costado. Estaba pálida, blanca como un fantasma y hecha un bollito. Dio un paso más. Notó el surco que sus lágrimas habían dejado en su mejilla. Alguien lo apuñaló en medio del pecho. De atrás. No lo vio venir. El dolor tan crudo, tan agudo. Tan familiar. ¿Acaso había sido tan estúpido al pensar que podía ser feliz? ¿Cómo? Si él estaba maldito.
Los párpados de Demelza temblaron al abrirse. Fue la única parte de su cuerpo que se movió, de costado como estaba. Una lágrima, otra, reflejando la luz blanca de la lámpara sobre sus cabezas rodó por el mismo camino que las que ya habían caído antes. Ross terminó de dar los últimos pasos que lo separaban de ella. Limpió la lágrima con su pulgar, se agachó a besar su cabeza, su frente, la cubrió con su cuerpo protegiéndola de todo mientras ella lloraba en silencio.
