No! No estoy muerta! No me devoró una acromántula ni fui capturada por un ejercito de tritones... Estoy feliz de volver con ustedes luego de tanto tiempo, pero la verdad es que las tareas me agobian, y cuando intento hacerme un tiempito para escribir ¡ZAS! No tengo ni una pizca de imaginación! Este capi me costo bastante, más la escena del lemmon... últimamente me tildo bastante en eso, no tengo muchas ideas jeje P Pero, en fin, espero que este cap les suba un poco el animo. Hay que darle un poco de tregua al pobre de Harry

Saludos, suerte y gracias por estar conmigo hasta ahora!

Draconiger

-----------------------------------------------------------------------------------

Capítulo 7: Sábado 7 de Noviembre

Cuando pasas tanto tiempo solo, sufriendo, siendo juguete de la vida, piensas en lo malo que has hecho para merecértelo. Y lo peor... lo peor de todo es descubrir que a nuestro destino lo escribimos nosotros mismos, que nuestras decisiones erróneas, llevadas por el deseo, por lo fácil, en un futuro nos envuelven de a poco, absorbiéndonos hasta una tortura sin escapatorias.

Seis días. Seis malditos días desde que pasó todo aquello que escribí la última vez.

Sí. Fui humillado, asquerosamente avergonzado ante un grupo de bárbaros que lo único que intentaron, siempre, fue destruirme, lentamente.

Hacían seis días que estaba encerrado en esas cuatro paredes que forman un cubículo de dos metros por dos, sin nada en donde dormir que no fuera el helado y húmedo suelo, en una celda oscura de piedras casi negras en la que no hay rejas, sino una puerta de hierro pesado que nunca se abre y que tiene un solo agujero por el cual ellos meten sus varitas para torturarte y luego una mirilla, una franja, por donde ves como te observan sus ojos deseosos de gritos; en la que solo entra un débil rayo de luz monótona y lúgubre que no se sabe de donde proviene pero que siempre está; en la que el maldito olor a sangre te da náuseas y los gritos de aquellos que sufrieron como yo retumban en tu débil cerebro.

Y yo estaba allí, dentro, presionado por mis propias culpas, siendo presa de ellos. Malditos Mortífagos. Seis días de torturas. Seis días en que sortearon quién me haría el cruciatus. Una y otra vez.

Estuve por volverme loco. Lo admito. No soportaba aquella realidad que me apretaba el cuello, que me lo estrujaba, dejándome sin aire. Y yo sabía... sí, sabía que me lo había buscado. Todo por él. Todo por un asqueroso hombre. ¿Quién cree en Romeo y Julieta luego de leer esto? Nadie. Y en la única conclusión que te permites caer es en que el amor es cruel.

Y yo amé a ese maldito.

Pero hoy me di cuenta de que por más fuerte que quieras ser, siempre habrá alguien que te puede dejar tirado de rodillas y a su merced. Siempre.

No se la hora que era cuando mi corazón se frenó, helado. El picaporte crujió. Se iluminó. Tirado en el suelo, me volví desde la nada asustado, y a la vez deseoso de que alguien entrase para tener un simple contacto. Nunca nadie antes lo había hecho.

No. Nunca pude dar una buena trompada a aquella persona que venía por turno a joderme la existencia.

Me enderecé, quedando sentado, mirando con las esmeraldas perdidas aquel trozo de hierro pesado.

Entonces lo vi. Mi respiración se cortó y mi corazón dio un maldito golpe en mis amígdalas y quedó latiendo allí, dejándome mudo por unos segundos.

-Harry Potter- susurró mirándome a los ojos con los suyos grises, lánguidos y fatales. Su voz se escurrió por mi cuerpo como agua y me envolvió.

-Malfoy...- mascullé poniéndome de pié. Mis puños se habían presionado apenas lo vi, y un ardor interno me incineró el alma.

-¡Guardias! Cierren la maldita puerta... y no la abran hasta que lo ordene- el ruido seco y helado retumbó entre las rocas. Sus ojos. Aquellas piedras grises, clavadas en las mías, me perforaban lentamente, y parecían querer inmiscuirse en mi alma- Vine a que aclaremos... algunas cosas.

-No tengo nada de qué hablar contigo- bufé manteniéndole la mirada. El corazón me latía con fuerza, siendo presa de extrañas sensaciones muy fuertes.

-Error- negó él- Tenemos mucho de qué hablar- se cruzó de brazos y agregó- Se que tienes mucho que decirme. Y yo mucho que contarte a ti.

-No quiero verte- ordené desviando la mirada- Vete de aquí.

-Como por ejemplo por qué decidiste matarme hace una semana- mi mirada se volvió a la del rubio. Él arqueó una ceja. Yo tragué saliva.

Era en vano ocultarlo. Estábamos cara a cara, una vez más. Si él tenía una varita para amenazarme, no me interesaba. Estaba acostumbrado ya al sufrimiento y si intentara matarme, preferiría eso antes de existir.

-¿Quieres que hablemos?- mascullé con las mandíbulas apretadas- Bien. Hablemos.

-Aquí tienes para que sepas que eso va en forma pacífica- terció mirándome a los ojos, y tiró a mis pies una navaja de plata- No traje nada más.

-No me interesa que trajiste- bufé manteniéndole la mirada- Hablemos. Pero luego te irás de esta maldita habitación. De mi vida. Y me dejarás en paz.

-¿De tu vida?- articuló con una sonrisa truhana en los labios- ¿Tan resentido estas, Potter? ¿O es que acaso quieres practicar aquello de "ojos que no ven, corazón que no siente"?

-No preguntes banalidades- advertí mirándolo a los ojos- Porque no estoy dispuesto a escucharlas, ni mucho menos responderlas.

-Como quieras- terció él encogiéndose de hombros- Entonces, iré al grano... ¿Por qué quisiste matarme?

-Son asuntos míos- respondí secamente. Estaba entrando en terreno pedregoso y estaba conciente de ello.

-¿Alguien te lo ordenó?

-Por supuesto que no- bufé desviando unos segundos la mirada.

-¿Te dominó acaso el instinto asesino al darte cuenta de que no puedes más con esto que elegiste?

-No voy a responderte- dije dándole la espalda. Había dado unos pasos para contener la calma, pero aquello se me volvía cada vez más imposible.

-¿Entonces es que deseaste eliminarme por algún dolorcito que te carcomía por dentro?

Él sí sabía como meter el dedo en la llaga. Él sabía como destrozarte por dentro y hacerte caer a sus pies, esclareciendo todos tus secretos.

Todo el odio o todo el amor que escondes al mundo al ser un Mortífago.

No le respondí. De repente no podía articular palabra.

-¿Quieres que te saque las palabras con pinzas, Potter?

-¿De qué otra forma saben hacerlo los Mortífagos?- bramé volteándome hacia él. Mis esmeraldas lanzaban llamas de rencor- ¿Saben alguna otra forma que no sea torturándote?

-Estás resentido...

-¡Claro que lo estoy!- quería que se fuera. O mejor aun, que sacase ya su varita y me matara de una buena vez- ¡Estoy terriblemente resentido de cómo actúan ustedes, engendros de la naturaleza!

-Eres uno de nosotros- objetó él dando un paso hacia atrás, con aquella sonrisa de suficiencia iluminándole el rostro.

-¡ES MENTIRA!- bramé golpeando una de las paredes con ambos puños, dándole la espalda a él, solo para ocultar las malditas lágrimas que comenzaban a empañar mi rostro- Es mentira...

-Tu problema es ser débil, Potter.

-¡No soy débil!- gruñí volviéndome a él. No me importaba que viese las gotas que caían de mis ojos. No me importaba nada- Es que ustedes...

-¿Nosotros?

-¡Ustedes!

-Eres parte nuestra, Potter, entiéndelo.

-¡No lo soy!- grité a pocos centímetros de su rostro- ¡Si fuese parte suya no estarían en mi contra!

-Entiende que es normal...- susurró él pasando sus dedos por sobre mi cicatriz-... eres Harry Potter, lo fuiste y lo serás.

-¡Pero tengo esto ahora!- bramé quitándome de su contacto con un manotazo, y al instante levanté la manga de mi ajada camisa. La marca brilló en mi brazo- ¡Y no me respetan aún teniéndolo, Malfoy!

-Todos te tratamos por igual...

-¡Lo se! ¡Todos intentan destrozarme de la misma manera!- lancé un resoplido- Sé su maldito plan ¿sabes? ¡Lo se! ¡Esperaron a que me haga Mortífago, y una vez dentro acordaron mi muerte! ¡y tú los encabezabas!

-¡Yo no encabecé nada, Potter!- fue la primera vez que gritó. Parecía ofendido- Y ninguno de nosotros acordó tu muerte.

-¡FUI HUMILLADO...- la voz no me salía de repente. Se ahogaba mientras caminaba hacia él con los ojos en llamas- TORTURADO Y... Y VIOLADO! ¡¿ESO NO ES MATARME! ¡¿NO LO ES!

Cerré el puño para propinarle el mejor de los golpes... pero no pude...

La mandíbula me tembló y el aire no salió de mi garganta. Estaba allí. Él. Rodeándome con sus brazos.

-Cálmate...- me susurró al oído- ...tranquilízate, Potter...

-Es demasiado, Draco, demasiado- lloré en su hombro. Mis brazos se ciñeron a su cuerpo con fuerza. Sentirlo tan cerca. Era un maldito pecado. Y yo hubiese dado la vida por consumarlo una vez más. ¡Demonios! Lo que sentía era tan fuerte- No me enseñaste a ser Mortífago.

-Mortífago no se hace, Potter... se nace.

-¡Todo es tu culpa!- gemí empujándolo. Alejándolo de mi. No lo quería conmigo.

Me hacía doler el corazón...

-Yo no hice nada.

-Me trajiste...

-Escucha, nadie te trajo.

-¡Tu me incitaste a venir!- objeté apuntándolo con el índice.

-Tu me preguntaste acerca de los Mortífagos y yo te conté. Fue lo único que hice.

-¿Y besarme?

-Caso aparte.

-¡No está aparte para mi!- gemí dándole la espalda- ¿Por qué demonios no entiendes nada?

-Hace mucho tiempo te dije por qué- susurró en mi oído, abrazándome por detrás de la cintura- Un Mortífago no puede permitirse amar...

-Eso es mentira...

-...y tu no aprendiste mi consejo.

-¡YO NO TE AMO!- bramé volteándome hacia él. Lo sacaría de una buena vez de allí. De mi asquerosa vida.

Pero mi cuerpo fue al instante arrinconado contra la pared.

-¿No?- susurró rozando con sus labios los míos.

Sus labios...

Jamás podía negarme a ellos...

Pero no caería... no una vez más...

-No- respondí mirándolo a los ojos.

-¿Por qué?

-Porque eres la peor mierda de este mundo.

-¿En qué basas eso?- su aliento pegaba en mis belfos y su voz casi imperceptible se escabullía entre mis nervios y me hacía estremecer.

-Me cambiaste... por ese maldito...

-Y tú por Nott... y hasta por mi propio padre...

-No va al caso.

-Si que va al caso- asintió él alejándose de mi. Caminó unos pasos, dándome la espalda, y soltó una risa incrédula- Ni siquiera lo niegas, Potter. Pensé que solo fue un rumor y... Tú solo lo omites. Y quizás te enorgullezcas de ello...- se volvió- ¿No eres una mierda también tú entonces, Potter?

-Déjame en paz...- susurré aún apoyado en la pared de piedra, así como él me había dejado. Quizás un acto inconsciente que buscaba algo que mi mente no deseaba. Pero que mi corazón si.

El rubio Mortífago volvió a acercarse, lentamente. Y yo seguí sin moverme. Lo único que me separaba de él era estar mirando hacia cualquier cosa que no fuera su persona.

-¿No te gusta escuchar tu realidad?- musitó apoyándose nuevamente contra la pared, acorralándome. Solo milímetros nos separaban. Aquella distancia era tan estrecha que no me dejaba pensar.

-Mi realidad apesta, Malfoy- gruñí echando la cabeza hacia un costado. Su contacto me agobiaba. Tenerlo tan cerca. Podría matarlo. O devorarlo.- Y es todo por tu culpa.

-¿MI culpa?- preguntó incrédulo.

-Ya no se quien soy. Estoy encerrado en una celda donde día tras día, hora tras hora, vienen y me torturan. Maté a mi mejor amiga. Y a su vez, por idiota, desobedecí mi ley. Creí que llegaría a ser fuerte, pero resultaron todos mas fuertes que yo- solté un suspiro y lo miré a los ojos. Aquellos ojos grises que de repente no parecían tan helados.- Y me di cuenta de que busqué en el placer algo que debí buscar en el corazón.

-Pero resulta que el corazón en el que buscabas era un corazón de roca...- susurró él, contemplando mis esmeraldas, bordeadas de transparentes gotas.

-Tuve que ser realmente idiota al creer que derretiría el témpano...

-¿Y aun tienes esperanzas?- No pude responderle. Remató su pregunta uniéndose sorpresivamente a mis labios.

A mis labios congelados por el dolor de la infidelidad.

Lo empujé. Él trastabilló. Volví a empujarlo.

-¡VETE DE AQUÍ!- bramé. Y sin pensarlo, como en un acto inconsciente, mis dedos se apretaron formando mi puño cerrado y en media fracción de segundo se estampó sobre su pálido rostro.

La cabeza de Malfoy viró hacia un costado. Caminé hacia él. Dentro de mi ardía un volcán. Un volcán en erupción.

¿Cómo podía? ¿Luego de lo que me había hecho? ¿Cómo podía atreverse a besarme?

-¡No quiero verte!- grité tomándolo de las ropas, levantándolo contra la fría pared de piedra. Me miraba con los ojos entrecerrados y la respiración agitada, con un hilo de roja sangre deslizándose de su partido labio- Vete de aquí...- dije apretando los dientes- ... no te necesito... no me interesas... eres la persona a la que mas odio...- hice un movimiento golpeándole la espalda contra la roca- ... y no seré el muñequito que saciará tus días de maricona lujuria ¿entendido?

Lo solté con violencia, haciéndole perder la estabilidad, y di media vuelta. Caminé hasta la pared opuesta sin voltearme a mirarlo, y apoyé mis codos contra ella, ahogando mis lágrimas y mi odio. Esperando el sonido de la puerta. Deseando que simplemente se marchase. Que se fuera.

Si. Eso era lo que quería. Maldito. Maldito asqueroso sangre pura. Por él. Por él era Mortífago. Por él me humillaron. Por él comencé a vivir solo por el placer. Por él perdí a un amigo. Por él los magos me odian. Por él me persiguen. Por él mate a mi amiga. Por él fui violado. Por él desean mi muerte.

¡POR ÉL, MALDICIÓN, POR ÉL!

Quería que desaparezca. Que muriese.

Los segundos pasaban lentos y pesados. Mi respiración se iba calmando lentamente. Los pensamientos me martilleaban la cabeza. Pero aquel sonido que deseaba oír jamás llegó.

En cambio, solo un rato después, lo único que sonó fue un "Aquí me tienes, Potter"

Me volteé. Mis ojos se abrieron. Mi pecho se encogió y mi corazón se dilató al mismo tiempo. La respiración se cortó y mis miembros se congelaron. Todo por un segundo.

Draco Malfoy tenía a sus pies un bulto de telas. Pero eso no era lo que en verdad importaba. Él estaba allí. A un metro de mi cuerpo.

Con el suyo completamente desnudo.

-No se que más puedo darte...- musitó encogiéndose de hombros.

-Tú no sabes nada de dar...- le aclaré tratando de evitar aquella imagen, clavando mi mirada simplemente en sus grises ojos- ...solo de recibir...- caminé hacia él- ¡Mírate lo que eres! ¿No te das vergüenza? Lo único que te interesa... lo único que te entra en la cabeza... lo único que quieres... es sexo.

-Mentiras- y en un segundo sus brazos se aferraron de mi cintura. Una descarga eléctrica me recorrió por completo. Sus ojos se clavaron en los míos- Solo quiero a Harry Potter- susurró junto a mis labios- y quiero que él vuelva a ser mi hermano.

-Te olvidaste de tu hermano hace tiempo, Malfoy- repliqué fríamente. Mientras que dentro de mis venas el calor me recorría lentamente a cada segundo de contacto.

-Vine a buscarte- susurró, casi inaudiblemente- Conozco una forma de que salgas de aquí.

¿Qué demonios me estaba diciendo? Él, por quien yo estaba metido en esa celda ¿había venido a salvarme? No entendía nada. La cercanía con su cuerpo me atontaba los sentidos. De repente comenzaba a producirse un desencuentro entre los deseos de mi mente y los de mi corazón.

-Y quieres sexo a cambio...

-Lo que quiero es saber la verdad, Potter- interrumpió. Un silenció se sumió entre ambos. Un silencio en el que mis extrañadas esmeraldas se clavaron en aquellos seguros ojos grises- Saber si aun podemos estar juntos en esto. Ser hermanos de sangre.

¡Demonios! Si alguno de ustedes hubiesen visto su rostro en aquel momento hubiesen caído a sus pies.

Tal como lo hice yo.

Se que piensan con esto que soy un idiota. Hasta yo lo pienso. Pero no, no pude negarme. Jamás podré.

Él llevó su mano derecha hasta atrás de mi nuca y la hundió en mis cabellos, acariciándolos. Rozó con sus labios los míos lentamente. Un cosquilleo me recorrió la espalda. Sus párpados se cerraron.

Separé mis belfos dejándole libre entrada admitiéndole en silencio que todo lo que le había dicho era mentira. Porque era en vano ocultármelo a mi mismo. Yo amaba a Draco Malfoy. Y nada me haría dejar de amarlo.

Nuestras lenguas comenzaron a rozarse, una y otra vez, bailando una extraña danza que me hacía bullir la sangre. Sus manos acariciaron mi espalda, sus dedos cayeron por mi porción lumbar.

Ya aquel beso se había transformado en una campal batalla en la que ambos deseábamos marcar territorio sobre el otro, saborearlo hasta saciar aquellas encendidas llamas que nos recorrían la piel. Tanteé su pecho, desnudo y suave. Demonios, es que él es... inexplicable.

Sus manos jugaron por mi abdomen, escurriéndose por debajo de la ajeada camisa, y se engancharon en mi pantalón. Hundí mi rostro en su cuello, lo besé, humedecí y succioné volviéndome estúpido con el maldito aroma que desprendía.

Volví a sus belfos. Aún segregaba la herida el salado gusto a sangre. Sentí mi cremallera bajarse. Mis manos se engancharon en el pantalón y comencé a quitármelo, mientras él jugaba a tientas con los primeros botones de mi camisa.

Por un segundo pensé en detenerme. Aquel momento en que creí que todavía me quedaba una esperanza y que no caería en el maldito juego de nuevo.

Pero la lengua de mi peor enemigo recorriendo mi cuello hizo que aquellos pensamientos se difumasen con un gemido. Draco me empujó hasta la pared, acorralándome. Mis pantalones estaban en el suelo un poco más allá, y mi camisa desprendida se deslizaba por el hombro que él había decidido atacar, rozando con sus dientes mi clavícula.

Sus dedos recorrieron mi pecho, y cayeron lentamente, acariciando mi abdomen, jugando cada vez más cerca del elástico de mis boxers. De repente se separó unos milímetros de mi y me tomó el brazo izquierdo

-Entonces ¿somos hermanos de Sangre, Potter?- susurró cerca de mis labios, acariciando con los dedos la marca.

-La impura y la pura jamás se mezclarán, Malfoy- le aclaré mirándolo a los ojos. Aun me dolía. Aun me dolía volver a él. Pero aun quería que continuase. Que siguiera...

Soltó mi brazo al oír eso y me aprisionó con violencia contra la helada pared, y hundió su mordaz lengua dentro de mi boca. Me besó con una mezcla extraña entre enojo y pasión, como si quisiera hacerme ver algo que era obvio, pero que el no sabía: que era mi dueño, y que siempre lo fue.

Pareció que metí el dedo en la llaga, pues su ferocidad aumentó repentinamente. Y es en aquellos momentos, en aquellos en los cuales él sale de juicio y me domina con ímpetu, en los que caigo, aunque quiera lo contrario. En los que no me quedan esperanzas de escapar, pues mi cuerpo solo responde al instinto de ser presa de aquel dulce demonio.

Sus manos hurgaban frenéticas bajo mi camisa entreabierta, mientras su lengua jugueteaba humedeciendo en largas y mortificantes pasadas mi cuello, y para peor intercalaba a ello unas profundas succiones. Y yo sostenía entre mis brazos su cuerpo desnudo sintiendo el atormentador movimiento de su pelvis rozando rítmicamente contra la mía.

De repente y en tan enloquecedor trance, noté una presión en mis hombros. Mi espalda se deslizó por la pared aceptando la silenciosa orden que daban las manos de mi verdugo, hasta que caí sentado en el suelo.

Sin haber separado los labios de mi piel ni un segundo durante el descenso, se despegó al tocar el piso, y quedó arrodillado entre mis piernas abiertas.

Lo miré a los ojos. Ambos jadeábamos y teníamos algunas gotas de transpiración en el rostro. Entonces vi en su mano la navaja...

-¿Qué...?- pero él hizo seña que me callara. Elevó ante mis ojos su mano izquierda y ubicando la cuchilla contra la yema de sus dedos hizo un movimiento seco. Las gotas de sangre comenzaron a brotar. Y sin esperar otro segundo, aferró mi muñeca derecha. No me resistí cuando realizó el mismo corte en mis dedos.

No me resistiría a que me cruzase un tajo en el rostro si él lo hace también.

-¿Y bien...?- susurró uniendo las heridas de ambas manos- ¿Podrías diferenciar la sangre de cada uno, Potter? ¿Separar la pura de la impura?- quedé en silencio. Aquello había sido demasiado inteligente. Entonces, acercándose a mi, recorrió con el índice teñido de carmín mi labio inferior, y en mi oído sentí el suave bisbiseo de su voz- Nada es imposible cuando realmente lo deseas, Harry- la ardiente lengua volvió a realizar un recorrido por mi cuello, mientras sus dedos bajaban por mi torso dejando un camino de tinte rojo.

Tiré todo al diablo. Estaba cansado, y si perdería una vez más, lo haría disfrutando mi derrota.

Lo cogí del rostro para unirme a sus labios con fiereza, aceptando todo lo que él decía como cierto. Y metido en aquella lucha temblé al sentir como sus dedos se escabullían por el elástico de mis boxers y comenzaban a acariciar mi miembro

Él despegó sus belfos de los míos y comenzó a bajar, lamiendo el camino de sangre que había dejado sobre mi torso, descendiendo hasta quedar acostado en el helado suelo de piedra, con su cabeza entre mis piernas.

Intentó sacarme la ropa interior, y lo ayudé, deseando con mi cerebro estúpido que me hiciese suyo una vez más. Teniéndome completamente desnudo, jugueteó alrededor de mi miembro, acariciando mis caderas, besando mi abdomen... mirándome a los ojos...

Lo contemplé con alucinación. Era el ser que más adoraba, el único que existía sobre la tierra para mi. El mundo se volvía la nada cuando estaba con él, pues solo él me importaba, solo él me importa. Es una obsesión tan inmensa, una dependencia tan colosal... él es la causa por la que respiro, por la que no me destruí en mis días de mayor derrota.

-Ah...! ... D-Draco...- su lengua recorría mi miembro como si fuese una serpiente. Metía toda la extensión dentro de su boca, y lo que no alcanzaba presionaba con sus pálidos dedos, y luego succionaba con fuerzas. Una y otra vez. Me volvía loco.

Enredé mis dedos en sus rubios cabellos, y los deslicé acariciando su mejilla derecha manchada de mi sangre. Mordí mis labios, conteniéndome, siguiendo el ritmo que me marcaba con mis caderas. Él me miró y sonrió. Aquel silencio, parsimonia y dedicación me atormentaban hasta la muerte. Deseaba cada vez mas. Más.

Me enderecé y lo tomé de los hombros, y me desplome sobre él. Ataqué sus labios con demencia, moviendo mis caderas junto con las de él, haciendo que nuestros miembros se rozasen con lujuria. Él aferró mis nalgas, prensándome mas hacia si, y luego entre movimientos deslizó una de sus manos, acariciándome, conjunto a la imposición, mi entrada, haciendo en cada embestida una leve presión.

De repente se dio vuelta, invirtiendo nuestras posiciones. Elevó su mano derecha y puso sus dedos dentro de mi boca, al tiempo que la suya bajaba hasta mi pecho. Los embadurné de saliva y hasta succioné como si fueran su miembro, y con ellos dentro gemí al sentir la lengua de Malfoy acariciando mis pezones.

Me volteé nuevamente sobre él, esta vez subiéndole a horcajadas, lamiendo como un felino su cuello. Un grito ahogado salió de mi garganta cuando sentí sus dedos húmedos penetrar mi orificio. Con un gruñido de placer volví a sus labios y succioné para quitarle algo mas a ese delicioso sabor de la sangre, moviendo mis caderas contra las de él, rozando nuestros miembros, con sus dedos realizando extraños movimientos para dilatar mi entrada.

Entonces él se sentó, y yo quedé sobre él. Jadeante me miró a los ojos. Nuestras miradas intercambiaron un "Si" mudo. Hablábamos el mismo idioma. Lo tomé del rostro y uní mis labios a los de él...

... y bajé sintiendo el dolor del placer.

-Mh-hh...!- Draco me silenció sosteniendo con una mano mi cabeza, para que no me separara de sus labios.

Me moví lentamente. Subiendo y bajando. Siendo presa del cuerpo de mi verdadero lord. Abrazándolo con fuerza. Clavando las yemas de mis dedos en su pálida espalda. Rozando mi miembro contra su abdomen. Jadeando en sus oídos. Sintiendo sus gemidos en los míos. Su miembro moviéndose dentro de mi. Sus manos aferrándome contra él.

Aquella lujuriosa escena era el ideal de mis sueños. Él, Draco Malfoy, y yo, Harry Potter. Aquellos que todo el mundo creyó enemigos mortales, ahora ambos unidos del mismo lado.

-¡MALDICIÓN, P- POTTER...!

Mordí mis labios aguantando aquella descarga eléctrica que pareció recorrernos a ambos al mismo tiempo. Aquel grito de placer, de deleite mutuo, que nos atrapó durante interminables segundos.

Y luego calma. La misma calma que una vez sentí. Una calma conmigo mismo.

Y a pesar de que tenía su miembro ya fuera de mi, ambos nos quedamos en la misma posición, abrazados y jadeantes. Nivelando nuestra respiración.

-Potter...- susurró él entonces- ... ¿hermanos... de sangre?

Me separé un poco de él. Y lo besé.

-Maldito idiota...- bufé con una sonrisa escurriéndose por la comisura de mis labios, con éstos aun pegados a los de él- Solo... si prometes no volver a dejarme, Malfoy- le respondí. Él ya lo sabía, era en vano ocultarlo. Él supo desde un principio que mi devoción por él era incalculable.

-¿Te dejé caer del acantilado aquella vez?- preguntó entre besos.

-No, pero...- recordé- ... pero luego me dijiste que tú...

-¿Qué me gustaban las mujeres, Potter?- rió él. Me miró a los ojos- Es negar lo obvio, pero siempre se lo hace. Es una forma irónica... en que digamos que quieres seguir las reglas de la moral frente a los otros. Y aunque los otros sepan que no es verdad lo toman como cierto, solo para regodearse... ¿cómico, no?

No de respondí. Había llorado demasiado por aquellas inciertas palabras como para admitirlo frente a él.

Me puse de pie para buscar mi ropa, y él me siguió. Ambos comenzamos a vestirnos en silencio.

-Harry...- me llamó él. Me volví, a la vez sorprendido por escuchar de sus labios salir mi nombre y no mi apellido. Se acercó a mi sin haber atado aún su camisa, y me tomó de los hombros- En serio se como sacarte de aquí- lo miré a los ojos- Mira, hay una misión... hay que matar a alguien importante, un auror... Es solo una persona, estoy seguro de que podrás hacerlo, pero tienes que ser tú quien lo asesine. Solo con esa condición te dejarán libre.

-Mataré a cualquiera con tal de no estar ni un segundo mas entre estas cuatro paredes- advertí.

-Genial- terció él con una sonrisa en los labios dando un paso hacia atrás- Mira, solo necesito dos testigos que lo escuchen de tus labios. Los puedo traer en unos segundos. Así te podrán sacar, ellos enviarán el recado hasta nuestro Lord, y luego te dirán el día de tu reunión con él.

-Y allí lo aceptaré o no ante Voldemort- terminé- Luego de que me diga a quien tengo que matar.

-No- aclaró Draco, mientras ataba su camisa- Una vez que lo aceptes ante los testigos no podrás retractarte. Nuestro Lord te dirá que hacer y cual será tu objetivo, pero ya no podrás negarte a ello.

-Moriré si lo hago- supuse sin mirarlo. Entonces él me volvió hacia su rostro sosteniéndome de los hombros.

-No morirás si matas a ese sujeto, Harry. Y si desde ya no te animas te quedarás aquí ¿Quieres eso, Potter?

-Tú sabes quien es ¿no es así?

-No- bufó abatido. Y se volvió a mi- Pero te quiero fuera de esto, Harry. Yo plantee la idea de que te diesen una misión a cambio de la libertad y contacté todo para verte fuera de este tugurio. Espero no haberlo hecho en vano.

-Lo haré- asentí. Lo tomé del rostro y uní mis labios a los suyos. Él aceptó aquellas caricias por unos segundos y luego se separó..

-Voy a traer a los testigos- asentí con la cabeza y él dio media vuelta, avisó a los guardias que la abrieran y desapareció tras ella.

Lo que ocurrió luego casi ni me importó. Draco había hecho por mi algo que una persona que me odiase, como creí que lo hacía él, no lo haría.

Draco Malfoy planeó mi libertad. De mi mente se trocó el recuerdo de que estaba allí por querer asesinarlo a él. Distorsionó todo volviéndolo tan genial, haciéndome entender, o creer, que él me había salvado aunque yo haya querido liquidarlo.

Aquello era confuso. Pero yo no quería pensar.

Lucius y Draco Malfoy aparecieron minutos mas tarde. Acepté la misión y lo afirmé en un pergamino que aclaraba aquello, pero que aun no decía quien sería el objetivo. En fin, el objetivo no importaba. Saldría de allí. Y volvería a ser el hermano de sangre del ser al que adoraba con mi cuerpo y alma.

Dos días después, o sea hoy, despierto sobre las oscuras y suaves sabanas de una habitación gótica. Los tonos verdes, negro y plata la recubren por completo. Más allá, un retrato gigantesco del joven Malfoy mira hacia un horizonte perdido. Y un poco mas acá, a mi lado, rozando mi piel, él mismo duerme luego de una noche de festejo en el que solo participamos los dos. Solos en la mansión. Juntos nuevamente.

Por entre las cortinas oscuras entra un débil reflejo de sol. Y yo, Harry Potter, manejo una pluma escribiendo mis crónicas, siendo un ángel caído. Un ángel gris.

Mi codo se hunde en las sábanas verdes, y mi arcángel verdugo duerme con el cuerpo despojado totalmente de prendas a mi lado.

Esto no es caer profundo.

Esto es elegir el mal y enamorarse de él.