Capítulo 40
"Deberíamos ir adentro." – susurró Demelza.
Habían perdido la noción del tiempo. Era de noche ya, estuvieron en el estacionamiento durante horas. Parecieron horas. La mayor parte del tiempo sin decirse nada, solo allí, uno junto al otro. Ella con su brazo entrelazado en el de él y su cabeza apoyada en su hombro. Ross creyó que se había quedado dormida y no se atrevió ni a hablar ni a moverse porque no quería que ese momento tuviera un final. Pero ella tenía razón, tenían que ir a hablar con George, a aclarar todo ese asunto de una vez. Sus propias cuestiones debían esperar. Primero por la urgencia de la boda de su prima, segundo porque él no quería presionarla porque cada vez que lo hacía ella se disgustaba y quería cambiar de tema. Aunque, podría quedarse allí para siempre si ella se lo permitía.
Fue Demelza la que se desenredó de él con movimientos lentos, adormilados. Como si en esos minutos su cuerpo se hubiera fundido con el suyo y ahora le costara despegarse. Le recordaba a… otros tiempos. La vio pestañar en la semi oscuridad, como si de verdad se hubiera quedado dormida. Cuando levantó los ojos hacia él, Ross la observaba atento y con una leve sonrisa. Ella se mordió el labio, algo nerviosa.
"Sí, tienes razón. Iré y hablaré con George directamente." – Ella asintió. Iba a decir 'no pelees con él', pero se contuvo. Ross creería que defendía a su amigo. Luego de que le pidiera disculpas se había ablandado un poco, pero no lo pensaba por eso. Estaba pensando en él.
Caminaron de vuelta al hotel luego de que Ross tomara su bolso y ella su pequeña valija del auto, Ross se metió las manos en los bolsillos para no tentarse y tomarla de la mano. En el pequeño comedor aún quedaban algunas personas, familias cenando el pastel que Maggie y su hija les habían preparado. La mujer estaba en la recepción cuando ellos entraron, algo más aliviada ya. Los recibió con una gran sonrisa. "Sus amigos ya subieron a su habitación. Es en el primer piso, por esa escalera. ¿Quieren que les sirva algo de comer antes?" – les dijo con amabilidad.
Ross vaciló, pues eso significaría pasar un rato más solo con Demelza, pero ella dijo: "No, gracias." de inmediato. Así que al fin subieron a la habitación 102.
Al abrir la puerta dieron con un corto pasillo con tres puertas. Al fondo había un toilette. Tras la primera puerta, una diminuta habitación en la que apenas entraba la cama de dos plazas donde Caroline dormía. En la segunda, aún más pequeña, una cama cucheta con los otros dos hombres durmiendo también.
"Uhmmm…" – vaciló Demelza.
"Supongo que iré a dormir al auto." – dijo él. – "Pero me daré un baño antes. ¿Quieres… pasar primero?"
"Oh, sí. Claro." – el pasillo parecía demasiado pequeño para los dos. Demelza abrió la maleta intentando no hacer ruido, aunque saber que él estaba allí mirándola la volvía torpe. Unos minutos después salió del baño en su pijama, la ropa traspirada que había usado todo el día doblada prolijamente en sus manos. Ross seguía allí, se había sentado en el piso, apoyando la espalda contra la pared y se puso de pie cuando ella salió.
"Por lo menos el agua sale caliente." – le dijo cuando se tuvieron que esquivar para cruzarse en el angosto pasillo. - "Ehrm... te dejé la toalla."
Demelza se sentó en el borde de la cama, al otro lado de donde Caroline dormía. Se pasó la mano por el rostro, desde la frente y bajando por las mejillas, y se sujetó el cuello con ambas manos. Intentó estirarlo. Tenía una pequeña molestia, un tirón, de estar tensa todo el día. Dormir le haría bien, pero de pronto no tenía sueño. No después de las últimas horas, no después de haber estado tan cerca de Ross un momento antes. Y no cuando podía escuchar el agua caer a sólo unos pasos de donde ella estaba, sabiendo que él estaba desnudo bajo la ducha. Su cuerpo se estremeció, un temblor que la hizo mirar hacia atrás para asegurarse que no había despertado a Caroline. Pero todo lo que veía era la montaña redonda que era su amiga. Judas. Demelza bajó la mirada, ese día había sido todo lo opuesto a lo que habían planeado. Se suponía que sería un viaje divertido, que su amiga sería el centro de atención antes de que llegara su hija Sarah. Una especie de baby-shower solo con ellas dos. Pero Ross había aparecido antes de tiempo y había absorbido toda su atención y su energía, como un agujero negro. ¿Cómo sería su vida después de ese fin de semana? – se preguntó. Durante tanto tiempo había evitado siquiera pensar en él, mucho menos hablarle o verlo, y no se imaginó que el reencuentro sería así. Shockeante, eso sí, pero también familiar. Podía ver como detrás de su cautela, de sus nervios, de su apariencia distinta, debajo de todo eso el Ross que ella había amado estaba allí. ¿Todavía lo seguía amando? No estaba segura. Ella no era la misma que hacía dos años, de seguro él no era el mismo tampoco.
¿Qué rayos estás pensando?
Pero era imposible no sentirse así cuando Ross apareció recortado en la tenue luz del pasillo con su extraño pelo corto mojado. Sus hombros anchos y esa pequeña cintura.
Solo se había cambiado la remera, se había vuelto a poner los mismos jeans y las zapatillas. Cuando salió del baño la encontró a Demelza sentada al borde de la cama en la semioscuridad. La única luz era la proveniente del pasillo y él la bloqueó cuando se detuvo en la puerta.
"¿Todo en orden?" – preguntó en voz baja.
Todo estaba patas arriba, pero ella asintió de todas formas.
"¿Me darías las llaves del auto? Intentaré dormir un poco allí. Tu deberías hacer lo mismo." – continuó en voz baja para no molestar a Caroline.
"Quizás… quizás podrías dormir aquí. La cama es lo suficientemente grande." – Demasiado para una habitación tan pequeña, ¿suficiente para tres personas?
Lo dijo tan bajo que Ross apenas alcanzó a entender. Y no pudo evitarlo, una sonrisa traviesa e irresistible nació en sus labios. Demelza sentía el corazón palpitar cerca de las orejas.
"Puedes dormir para los pies. O si prefieres te doy las llaves del auto. Como quieras." - agregó como si a ella no le importara.
No que hubiera alguna duda sobre lo que él quería.
En un segundo estuvo descalzo junto a la cama, cerniéndose alto frente a ella como una torre. Demelza tuvo que levantar la vista. Lo hizo despacio recorriendo su abdomen, su pecho, hasta que encontró su mirada. ¿Por qué había sugerido eso? No, lo mejor sería que fuera a dormir al Minino, pero no era justo que todos tuvieran un buen descanso menos él. Tal vez ella podría ir afuera… no, ella tenía que manejar al día siguiente. Para cuando se quiso dar cuenta ya se estaba acomodando en medio de la cama. Caroline ocupaba la mitad del colchón, lo que dejaba la otra mitad para ellos. Ross fue a apagar la luz del pasillo y volvió un segundo después. Vio su contorno en la oscuridad y sintió hundirse el colchón cuando apoyó primero su rodilla y después el resto de su cuerpo. Ella acomodó su cabeza en la almohada.
Un momento de silencio.
Mmm… ¿Qué era eso?
Demelza respiró profundo y frunció la nariz.
"Ross… ¿no te cambiaste las medias?" – susurró, pero lo hizo como si estuviera retando a un niño.
En vez de contestarle, Ross acercó más sus pies adonde suponía estaba su rostro, riéndose por lo bajo. Llegó a tocarle la nariz con el dedo gordo.
"¡Judas!" – Demelza exclamó sentándose en la cama y dando un empujón con una mano a sus pies para alejarlos de su cara.
De hecho, Ross no tenía mucha ropa de repuesto. Sólo su esmoquin, y un cambio de ropa para regresar. No tenía planeado quedarse mucho tiempo en Escocia. Ni tampoco que pasaría un día entero en un diminuto auto que parecía un horno, ni que tendría que caminar por el costado de una ruta durante una hora. Y pensó que se iría a dormir solo afuera, así que no se había cambiado la parte de abajo.
"Apestas." – le dijo dando otro empujón en la mitad de su cuerpo que en la oscuridad no supo donde fue exactamente. Demelza lo escuchaba reírse. Olía mal de verdad, pero no tan mal, solo que sus pies estaban justo junto a su rostro.
Él se sentó también.
"Lo siento. Pensé que iría a dormir al auto, y solo tengo otro par de medias limpias." – dijo, todavía risueño.
"¿Y para que las guardas?"
"Para la boda de mañana."
Ah, cierto. La boda.
"Pues siempre has sido un desastre empacando." – susurró ella. Eso no era cierto, solo que cuando estaban juntos, ella solía empacar por los dos. – "Solo… Judas." – repitió en voz baja y volviendo a recostarse en medio de la cama. – "Solo acuéstate de una vez."
Ross vaciló por un instante. ¿Acostarse cómo? De verdad, no lo había hecho a propósito, de verdad sólo tenía un par de medias más que debían estar limpias para el día siguiente. Así que se volvió a sentar en el borde de la cama, y en vez de acostarse con la cabeza para los pies, se recostó sobre la almohada, de costado mirando hacia ella.
Maldición. El corazón parecía que se le iba a salir por la garganta mientras él se acomodaba para quedar a solo unos centímetros de su cuerpo. Ahora que se había acostumbrado a la oscuridad, podía ver los rasgos de su cara levitando sobre ella. Tenía el brazo doblado, el codo apoyado en la almohada y la mejilla en su mano. Podía ver la sombra de su sonrisa mientras la miraba.
"Date la vuelta." – ordenó, haciéndose un poco hacia atrás, pero con Caroline detrás suyo no tenía mucho espacio adónde ir.
"¿Crees que deberíamos hablar con George ahora?"
"Todos están dormidos. Nosotros deberíamos dormir también, aún quedan varias horas en la carretera."
"Sí, tienes razón." – dijo él y su aliento tibio rozó la piel de sus mejillas haciendo que se le pusiera la piel de gallina en los brazos.
Judas. No sería capaz de dormir ni un segundo con Ross allí. ¿Por qué rayos no dejó que se fuera al auto? Tal vez ella debería ir a dormir en el Mini.
"Ross. Date la vuelta." – dijo una vez más, y esta vez su voz sonó como una súplica. Ya no estaba bromeando. Y Ross lo comprendió y se giró sobre el colchón dándole la espalda.
"Lo siento." – lo escuchó murmurar después de un momento. Hubo otro silencio. Ross escuchaba su respiración tan cerca de su nuca, la había creído dormida cuando ella dijo: "Yo lo siento también. No es necesario que te disculpes todo el tiempo."
Ross se dio cuenta de que se había quedado dormido cuando algo lo despertó. Tal vez su sueño, entre dormido, creyó escuchar risas y sentir aire salado soplando en su rostro. Cabellos colorados al viento, una mano pequeña en la suya. Le parecía que ya conocía la escena. Pero no fue eso lo que lo despertó. Era algo que tocaba su cintura. Se intentó dar vuelta despacio, pero dio con algo en su espalda. Por sobre su hombro vio que Demelza se había movido, acercándose más a él. Su frente apoyada entre sus omóplatos y los dedos de su mano rozando su cintura. Como antes en el estacionamiento, Ross se quedó helado, intentando no hacer ningún movimiento. "Demelza." – susurró bien bajo, pero ella no estaba despierta.
Apenas se despertó, no recordó dónde estaba. La habitación continuaba a oscuras, se acordó que se habían quedado a dormir en un hotel, recordó a Ross saliendo del baño y sus pies en su cara. Recordó que Ross estaba en esa cama también y ella, ella estaba sujetando algo. Su frente y nariz apoyadas contra algo firme y tibio, su brazo alrededor de su cintura. Ross tomaba su mano. El corazón le dio un vuelco.
Tan lento como pudo, hizo su cabeza hacia atrás. Pero era muy difícil cuando ese calor y el aroma que emanaba de su cuerpo y que había sido su compañía por las noches durante casi dos años parecían atraerla y atraparla como si fueran redes. Esto, esto no se suponía que debía pasar. La noche previa también la había pasado en un hotel, y si alguien le hubiera dicho entonces que veinticuatro horas después estaría durmiendo abrazada a Ross, los hubiera creído desquiciados.
Pero Demelza aun no había quitado su mano.
Despacio para no despertarlo, comenzó a arrastrar su mano sobre el costado de su abdomen y por debajo de su brazo. Por un instante él pareció inmóvil, pero cuando estaba a punto de liberarla lo sintió apretar sus dedos para que no lo soltara. Ella se liberó con un movimiento brusco, y aunque solo veía su espalda y sus cortos rizos, creyó escucharlo suspirar.
Demelza juntó las manos sobre su pecho y cerró los ojos cuando él comenzó a darse vuelta. Como deseaba haberle dado las llaves del auto, no haberle sugerido que se quedara allí ¿en qué pensaba?
La habitación estaba en silencio, pero ella sentía el latido de su corazón como si alguien estuviera tocando la batería ahí dentro. Ross se había dado vuelta, sentía su respiración en su rostro otra vez.
"Todavía es de noche." – susurró, sus palabras tan ligeras como una brisa se verano. – "Sé que estás despierta."
Demelza apretó los labios antes de abrir los ojos. Ross estaba más cerca de lo que pensaba, y ella se acomodó de nuevo, moviendo la cabeza hacia atrás. Él se hizo hacia el borde de la cama también. Los dos se quedaron mirándose durante un rato sin decir nada. Ross de tanto en tanto bajaba la mirada hacia sus manos enrolladas contra su pecho como en una plegaria y lo que no daría por poder sujetarlas de nuevo, esta vez con ella despierta.
"¿Qué hora será?" – Demelza preguntó pasados unos minutos, era obvio que no se iba a poder volver a dormir.
Ross tenía el celular en el bolsillo trasero del pantalón, miró la pantalla.
"Las tres y media."
Demelza se sorprendió, había dormido bastante. Lo suficiente para volver a ponerse en marcha.
"¿Qué haremos con George?"
"¿Ponemos una almohada sobre su rostro?" – Bromeó. Ella intentó no reír ni hacer otro ruido, puso los ojos en blanco. Él sí sonrió, e instintivamente ella soltó una mano y picó en su pecho, lo que hizo que se agrandara su sonrisa. – "Está bien. Despertamos a Caroline y nos vamos sin decir nada."
"¿Y qué hay de Hugh?"
Ross movió los hombros. "Estuvo metido en un río, se las arreglará." – dijo él, algo irritado de que a ella le importara el joven músico.
"Verity me mata si el líder de la banda no llega. Además, si los dejamos a los dos, los dos irán juntos. No, tenemos que hablar con George. Persuadirlo de que no vaya."
Sin notarlo, y porque hablaban en susurros tan despacio que se hizo necesario, los dos acercaron sus cabezas.
"¿Sabes lo difícil que es persuadir a George?"
"Lo atamos. Ahora que esta dormido, lo atamos a la cama y nos vamos." – Sugirió ella está vez.
Ross sonrió de nuevo, y ella también. Se quedaron compartiendo otro silencio, solo mirándose a los ojos. Demelza había dejado una mano sobre el colchón entre ellos y, casi imperceptiblemente, él había acercado la suya. Sólo la rozó con el dedo meñique.
"Ross…" – suspiró.
"No están teniendo sexo al lado de una mujer embarazada, ¿verdad?" – la voz de Caroline casi les da un infarto. Demelza se dio vuelta de un salto para ver a su amiga apoyada contra el respaldo de la cama, bien despierta.
"¡Judas, Caroline! ¡Noo!"
"Uhmm… ¿Qué es todo eso de querer asesinar a George?" – suamiga preguntó, hablando bajo también y sujetando su panza con ambas manos.
"No… Menos mal que te despertaste." – titubeó, su corazón todavía a mil por hora. – "Tenemos que contarte. No lo vas a poder creer." – comenzó Demelza.
"Todavía no creo que esté en la misma cama con ustedes dos, continúa." – Caroline dijo con ironía.
En susurros, Demelza le contó a su amiga lo que había sucedido, acerca de Verity y George, que Verity creía que George iba a hacer una escena en el casamiento, del oso de peluche. Ross escuchaba atento también.
"Demonios."
"Sí, ¿verdad?"
"No. Demonios, esta niña me está presionando la vejiga. No ha parado de moverse en toda la noche."
"¡Judas, Caroline! ¿Por qué no dijiste nada?"
"No quería interrumpir. Ustedes dos se veían muy… cómodos." – Demelza sintió como se le ponían las mejillas coloradas. – "Ayúdame a levantarme, tengo que ir al baño."
"Sí, sí. Por supuesto." – entonces las conversaciones en susurros se terminaron. Ross encendió la luz, Demelza estaba gateando sobre la cama para bajar a ayudar a su amiga, que intentaba bajar las piernas sin mucho éxito y parecía una tortuga dada vuelta. Ross las acompaño por el pasillo encendiendo luces a su paso. Entrecerró la puerta de la otra habitación para no despertar a los otros, pero todo era tan estrecho que él acabó metido en el baño también, en el rincón de la ducha.
Recién allí le pudo dar un buen vistazo a Caroline, que tenía las mejillas coloradas y una fina capa de sudor cubriendo su frente. Demelza la tomaba de ambas manos. De repente hubo un sonido extraño, como si un vaso con agua hubiera caído al piso. Ross vio las cabezas de las mujeres mirar hacia abajo al mismo tiempo.
"Bueno, creo que les acabo de dar la perfecta solución para dejar a George aquí varado."
"¿Qué? ¿Qué sucede?" – Ross preguntó desde el rincón sin entender lo que sucedía.
"Caroline rompió bolsa."
