Capítulo 42
Esto no podía estar sucediendo. ¡Todavía faltaban semanas! Demelza levantó la mirada hacia los ojos de su amiga, las dos estaban al borde de un ataque de pánico.
"¿Cómo – cómo te sientes?" – farfulló ella. Toda la cautela que habían tenido hasta entonces para no hacer ruido, olvidada. Caroline se tomó unos segundos en responder, como si no estuviera segura de que decir y se hubiera tomado un momento para controlar cómo se sentía su cuerpo.
"Se – se estuvo moviendo toda la noche. Y… me aprieta… Mmm… ¿serán?"
"¿Contracciones?" – completó Demelza. – "¡Judas, Caroline! ¿Por qué rayos no me despertaste? Te has sentido mal desde ayer."
"¡Pensé que era por el viaje!" – a su amiga le tembló el labio inferior y se le humedecieron los ojos. Cálmate, Demelza – se dijo. Tenía que tranquilizarse, y tomar control de la situación. Caroline aparentemente no podía, tenía una expresión de terror en los ojos que nunca había visto en ella.
"¿Cada cuanto son?"
"No lo sé."
"¿Qué rayos hacen todos metidos aquí?" – George preguntó, asomándose a la puerta del baño medio dormido todavía y observando con curiosidad a las dos mujeres que se sostenían de las manos y a Ross apoyado contra el rincón bajo la ducha.
"Cuando comience una, me avisas." – Demelza continuó enfocada en su amiga, ignorando a George. Tampoco vio que Ross le hizo una seña para que se callara la boca, dándole a entender que era una situación seria. – "Nos vamos a un hospital. Ross, tu conduces, sube todo al auto. Averigua donde está el hospital más cercano." – ordenó.
"Pero… pero Verity." – vaciló George.
Demelza le lanzó una mirada asesina y George se hizo a un lado inmediatamente. Con mucha lentitud, comenzó a guiar a Caroline de nuevo a la habitación para alistarla.
"¿Ross?" – llamó su nombre sin voltearse cuando notó que no se movía.
"Voy, sí."
Para ser honestos, Ross estaba un poco asustado. ¿No podrían llamar a una ambulancia? Pero no se atrevió a decir nada, al parecer Demelza sabía lo que hacía. Se puso las zapatillas con prisa, tomó el bolso de Demelza, el de Caroline, y el suyo y salió de la habitación escaleras abajo, las luces del pasillo se encendían a medida que él pasaba, aún no había nadie despierto. George fue tras él.
"¿Ross? ¿Ross? ¿Qué demonios? No llegaremos a la boda…"
"Hay cosas más urgentes, George."
"Pero Verity…"
Ah, sí.
Estaban en los últimos escalones. Ross se dio vuelta de repente, casi volteándolo con los bolsos que colgaban de su hombro.
"¿Qué rayos haces aquí, George?"
"¿Q-qué?" – George se sorprendió con su tono de voz, su pie no llegó a tocar el siguiente escalón y tuvo que apoyarse en la pared para mantener el equilibrio.
"No estás invitado a la boda. ¿Qué demonios estás haciendo aquí?"
George se puso blanco como el empapelado detrás de él.
"Ella… ella es mi amiga. Crecimos juntos…" – vaciló.
Atraído por las voces, el hombre encargado del hotel por las noches apareció detrás de la recepción. Dudó un momento al verlos claramente discutiendo en las escaleras, les preguntó: "¿Todo bien, caballeros?"
Ross desvió su mirada de George.
"Sí. No, en realidad necesitamos su ayuda." – agregó, recordando a Caroline. – "¿Podría indicarnos a donde está el hospital más cercano? Nuestra amiga, está muy embarazada y rompió bolsa."
"¡Oh!"– el hombre se puso rápidamente en acción.
Un momento después, Ross ya tenía la dirección, el teléfono del hospital y la ubicación en el GPS. Estaba a media hora, pero tan temprano por la mañana de seguro tardarían menos. Llamó, la ambulancia le parecía una buena idea todavía, pero la mujer que le contestó le preguntó sobre las condiciones de Caroline, de la que él sabía muy poco. Le dijo que parecía que aún había tiempo, que condujera con calma. Avisarían a la doctora y la estarían esperando cuando llegara.
Mientras cortaba, vio a Demelza y a Hugh, con todos los pelos despeinados, uno a cada lado de Caroline, que lentamente salían del hotel y se acercaban al auto. George continuaba a su lado, no tenía tiempo para lidiar con él.
"Sé lo que pasó entre tú y mi prima." – dijo. – "Eres un capullo. No te atrevas a arruinar su día." – George lo miró fijo por un instante, comprendiendo que Ross se había enterado.
"Tú no sabes nada. No tienes idea. Yo... yo la amo." – Ross giró su cabeza para mirarlo. Esas palabras parecían tan extrañas saliendo de la boca de George. Nunca le conoció una novia que le durara más de un mes, siempre andaba de juerga. Y de verdad era un capullo. De hecho, siempre se jactó de jamás haberse enamorado.
"No hablas en serio." - soltó incrédulo. - "No puedes decirlo en serio. Tú nunca quisiste a nadie."
George tensó su mandíbula.
"¿Por qué no? Me conoces tan poco... sé que nunca te caí bien. Esta... amistad, tú crees que fue conveniente para mí, pero nunca fue de verdad para ti tampoco. Tú, tu primo, solo piensan en ustedes mismos. Sí, puede que yo sea un capullo, pero tú tampoco eres un santo." - Ross no le sacaba la mirada de encima, pero por el rabillo del ojo podía ver a las otras tres personas avanzando lentamente. - "Verity... Verity era la única a la que yo verdaderamente le importaba."
"Verity me dijo que no quiere que te aparezcas en su boda." - le espetó. Lo que George recibió como una trompada en la mandíbula. La atención de Ross se desvío a Caroline, le abrió la puerta trasera del auto, Hugh quitó su guitarra que había quedado allí durante la noche, y Demelza se metió con ella. Luego cerró la puerta de un portazo.
"¿Puedo sacar mi bolso?" - preguntó Hugh.
Hugh sacó sus cosas y George su enorme maleta.
"No se preocupen por nosotros, nos las arreglaremos. Mucha suerte, Caroline." - Hugh les dijo a las chicas asomándose por la ventanilla. Caroline había comenzado a respirar, pues como lo hacen las mujeres embarazadas. Demelza tomaba el tiempo con el cronómetro de su teléfono.
"Tal vez lo mejor sería que vuelvas a Londres." - Le dijo a George. Pero él no se inmutó.
"Manténganme al tanto."
Ross puso los ojos en blanco y subió al auto también. - "¿Qué es esto?" - preguntó Caroline, revoleando el oso blanco a un lado. Le hubiera gustado asegurarse de que George no intentaría ir a Aberdeen, pero en ese momento tenía que irse. Por el espejo retrovisor los vio a los dos mirándolos marcharse. Hugh saludando con la mano en alto, George con una expresión atribulada.
"Tenemos que avisarle a Dwight." - Lo voz de Demelza lo volvió al presente.
"¿Ross?" – La voz de Dwight le sonó extraña cuando resonó en la cabina del auto. Pero de seguro él estaría tan sorprendido por su llamada como él.
"Sí, Dwight. ¿Cómo estás? Tanto tiempo..." – titubeó él también. Porque ¿Qué decirle? ¿Cómo empezar una conversación con alguien con quien no te hablas hace tiempo y decirle que llevas a su mujer embarazada de parto en el asiento trasero del auto?
"Bien." – respondió Dwight cortésmente del otro lado de la línea. – "En el aeropuerto. Caroline me contó acerca del accidente, que estás viajando con ellas. ¿Ya se pusieron en marcha de nuevo?"
"Mmm… uh, verás…"
"Caroline rompió bolsa." – Demelza dijo desde el asiento trasero.
"¡¿Qué?! ¿Cuándo?"
"Hará... ¿una media hora?" – respondió Ross, no muy seguro.
"Estuvo con molestias durante la noche…" – continuó Demelza.
"… y se levantó para ir al baño, y allí sucedió. Vamos de camino al hospital." – Concluyó Ross. Caroline ponía los ojos en blanco en la parte de atrás del Mini.
"¿Contracciones?"
"Cada veinte minutos, más o menos. Recién ahora las he comenzado a cronometrar."
"No son muy fuertes todavía." – acotó Ross.
"¡Rayos, ustedes dos! Yo estoy aquí también, por si le interesa Doctor Enys."
Por un instante hubo un silencio, seguido por un "Mi amor...", dicho de tal manera que tanto a Ross como a Demelza se les puso la piel de gallina. Ross miró por el espejo retrovisor, iban tomadas con fuerza de las manos. Caroline con una sonrisa tranquila, Demelza con las mejillas hermosamente coloradas. – "¿Sarah ya viene en camino?"
"Sí, y le gustaría que el Doctor Enys este aquí para darle la bienvenida."
"Haré todo lo posible. Mi avión sale en media hora, ya estoy por embarcar. Caroline, tú quédate tranquila, recuerda lo que aprendiste en el curso de preparto. Todo irá bien, ya verás."
"Mmhhh…" – Caroline asintió, pero no dijo nada.
"Estás en buenas manos. ¿Demelza?"
"Sí. No me separaré de su lado hasta que tú llegues."
"¿Ross?" - ¿Y él qué? Todos ellos, parecían haberse entrenado para esto. De seguro habían conversado, habrían planeado el día en que llegaría la niña. Incluso Demelza sabía lo que tenía que hacer. Pero él estaba improvisando. Oh, sabía lo que sucedería. Había leído suficientes artículos en Internet cuando Demelza estaba embarazada, solo que entonces planeaba tener un papel distinto.
"¿Sí?"
"Llévalas a salvo al hospital."
"Por supuesto." – Eso lo podía hacer. Gracias, Dwight. Siempre tan práctico.
"¿Hacia dónde están yendo?"
"Al Hospital General de Borders."
"¿Y dónde rayos es eso?"
"En Melrose. Al sur de Edimburgo, a una hora más o menos."
"Está bien… ya veré como hago."
"¿Tu vuelo llega a Edimburgo?"
"Sí. A las 6.30."
"Te iré a buscar al aeropuerto." – dijo sin lugar a peros. Si tenía que ser el chófer en esta situación, pues chófer sería. Claro que no era su auto. Ross miró a Demelza por el espejo, y ella debió escuchar sus pensamientos porque asintió. Ojalá ese pequeño auto no volviera a dar problemas, aunque ya se estaba acostumbrando a manejarlo.
"Ross… gracias."
"Nos vemos allí." – los tres escucharon como cortó la llamada. Pero antes de que alguien dijera nada, el teléfono de Ross estaba sonando.
"Caroline, cariño…"
"Pensé que eras otro que quedó obnubilado por el regreso de Ross a nuestras vidas." – Caroline comentó entre dientes y apretando con fuerza la mano de Demelza, que miró a Ross de reojo.
"No voy a negar que me deja más tranquilo que este con ustedes y no estén solas."
"No te preocupes, yo las cuidaré."
"¡Judas! En caso de que quieras saberlo, tu mujer está teniendo otra contracción en este momento."
"Oh, mi vida. Respira. Respira, como te enseñaron en la clase."
"Esa - maldita – clase - no sirvió para nada. No dijeron que iba a doler así. Maldición."
"Mejor será que subas al avión, Dwight. Alteras a las mujeres. No te preocupes, lo tengo todo bajo control."
"Es- está bien. Te amo, cariño. Llegaré pronto. Nos vemos en el aeropuerto, Ross."
"Sí, allí nos vemos." – la llamada se cortó otra vez e inmediatamente Demelza estiró un brazo y tiró con fuerza un mechón de sus cortos rulos. – "¡Aauuu!"
"¿Tú tienes todo bajo control?" – exclamó ofendida, pero no lo estaba realmente. Y sí, se sentía aliviada de que Ross estuviera con ellas en ese momento. No la malinterpreten, hubiera preferido que Dwight estuviera con Caroline en ese momento, pero dadas las circunstancias, agradecía no estar sola. Demelza miró hacia el conductor de nuevo, había sido un acto reflejo, no había querido tirar tan fuerte. Y al parecer por su sonrisa, a él tampoco le había dolido tanto.
Por fortuna el vuelo no había tenido ningún retraso. Vuelo directo desde Madrid, incluso había llegado unos minutos antes. Ross observaba la puerta de salida de pasajeros con atención, no se atrevía ni a pestañear. En su mano tenía una bolsa llena de artículos que Demelza le había encargado que comprara por el camino. ¿Pero un domingo, a las seis de la mañana? Por fortuna la farmacia del aeropuerto estaba abierta y allí había comprado todas las cosas para bebé que se le habían cruzado por delante. Demelza le había dicho que no habían traído con ellas el bolso con las cosas para cuando internaran a Caroline. Es que no pensaron, aún faltaban semanas – le dijo maldiciéndose a sí misma y diciendo que todo había sido una idea estúpida, que no debió dejar que Caroline fuera con ella. Ross había intentado consolarla, pero Demelza no tenía tiempo para eso, debía volver con su amiga.
Él también le había hecho compañía mientras Demelza llenaba los formularios de admisión en el hospital. Caroline fue rápidamente dirigida a una habitación de maternidad, donde una mujer en la otra cama acunaba a un bebé recién nacido. Ross intentó no prestar atención y cerró la cortina que separaba las camas, pero no pudo evitar cruzar una mirada con Demelza cuando ella entró a la habitación. No pudo evitar notar como su mirada se dirigió al recién nacido y como se tensó su mandíbula. Ross incluso dio un paso hacia ella, las ganas de tenerla en sus brazos otra vez casi incontenibles, pero ella enderezó los hombros y corrió un mechón de pelo y se dirigió decidida al lado de su amiga. No podía imaginarse lo difícil que sería todo esto para ella. Pero Demelza, con su alma generosa, solo pensaba en estar junto a su amiga y acompañarla en ese momento tan hermoso. Ross tragó saliva. Las puertas se abrieron y detrás de un grupo de personas, apareció Dwight.
No había envejecido ni un día, al contrario. Incluso tenía un aire más juvenil. Sus ojitos celestes perecieron centellear al verlo.
"¡Ross!"
"Dwight."
Los hombres se estrecharon las manos con fuerza, y un instante después se encontraron abrazados, palmeándose la espalda sobre el bolso que traía el médico colgando del hombro.
"Es bueno volver a verte." – dijo Ross con sinceridad. Además de Demelza, la segunda persona que Ross más extrañó en ese tiempo fue a Dwight Enys. Era un hombre bueno y honesto, y su amistad había continuado tiempo después de haber roto con Demlza, pero luego de unos meses, la distancia y el hecho de que Ross sabía que Dwight veía y sabía de Demelza y no podía decirle nada más que un "Ella está bien, Ross", los había distanciado. Y entonces las llamadas se volvieron más esporádicas y los mensajes más aislados, hasta que llegó un día en que no los hubo más. Pero ahora que se reencontraban ninguno de los dos guardaba ningún tipo de rencor hacia el otro, y se saludaron como los viejos amigos que eran.
"Lo mismo digo. ¿Alguna novedad?"
"No hasta hace diez minutos. Las contracciones continúan estables, la dilatación es de tres centímetros." – dijo, tratando de no sonrojarse, pero ese era el informe que Demelza le había enviado unos minutos atrás para que él informara a Dwight apenas bajara del avión. – "Están esperando por ti." – agregó con otra palmada en su hombro y los ojos de Dwight brillaron de nuevo.
"Pongámonos en marcha, entonces. ¿Qué tal el hospital, la atendieron bien?"
"Ehrm, Dwith, antes de irnos… Demelza me dio una lista de todo lo que necesitaban, ya sabes, no trajeron el bolso. Ya conseguí todo lo demás, pero también dice un camisón y… otras prendas. Y no hay nada abierto en todo el camino más que ese Victoria Secret y, bueno…" – dijo señalando hacia el local. Comprarle ropa interior a Caroline había sido demasiado para él…
"Seguro." – Dwight comprendió, y dirigió la mirada a la bolsa llena de artículos de farmacia en su mano. – "Yo también compré algunas cosas en el Free Shop de Madrid para la beba, por suerte tenían algo de ropa. Pero me olvidé de Caroline, no le vayas a decir."
"Mis labios están sellados."
"Gracias, Ross. De verdad."
Unos minutos y un par de camisones y ropa interior que Ross no quiso mirar después, caminaban por el estacionamiento del aeropuerto rumbo al coche.
"¿Estás con el Mini de Demelza?" – preguntó al ver el auto turquesa al que le parpadeaban las luces delante de ellos.
"Rebelde, pero es lo único que tenemos."
"Dwight ya aterrizó." – Demelza le informó a Caroline después de leer el mensaje que Ross le había enviado. Ella le había contestado con las últimas novedades para que se las dijera al futuro papá.
"Aleluya. El día está salvado." – Respondió su amiga con sarcasmo. Ya habían pasado varias horas desde que el trabajo de parto había comenzado y Caroline estaba cada vez más… incómoda y más irritable. Había pedido calmantes, pero la doctora le había dicho que todavía no era el momento, que necesitaba sentir las contracciones. Y Demelza no tenía idea, quería que Dwight llegara ya. Se suponía que él sabría cómo lidiar con todo esto. Ella solo podía hacerle compañía, sujetar su mano, acariciar su cabello y tratar de distraerla. Todo mientras en su interior sentía un revoltijo de emociones que no se podía permitir dejar aflorar en ese momento.
"¿No quieres que esté aquí?" – le preguntó.
Caroline puso los ojos en blanco.
"Por supuesto que sí. Sólo que… mierda. Ahí viene otra." – Demelza tomó su mano hasta que la contracción pasó. Se estaban volviendo más seguidas. – "Así que… ¿Tú y Ross están intentando arreglar las cosas?" – dijo mientras su respiración volvía a la normalidad.
"¿Qué? No hay nada que arreglar, Caroline."
"¿Por eso dormías abrazada a él esta mañana?" – Demelza hizo una mueca. – "Oh, vamos Demelza. Necesito pensar en otra cosa, o esta niña va a acabar conmigo."
"No va a acabar contigo…"
"Entonces, ¿de qué han hablado?"
"Judas, Caroline. Sí, hablamos, pero... esto no se puede arreglar de un día para el otro. Y no estoy segura de que tenga arreglo. Él… no lo sé... no pensé que me sentiría así al verlo. Que yo todavía…"
"Lo amas." – Caroline terminó por ella.
"No, no iba a decir eso."
"No. Yo lo digo, Demelza. Porque todavía lo amas, es obvio que es así."
"No es obvio, no después de todo este tiempo."
"Nada pasó en todo este tiempo. Te escapaste de todo, te cerraste a todo. Y por supuesto que tenías tus motivos, sólo que no fuiste sincera contigo. Culpaste a Malcolm, pero no fue eso lo que no pudiste superar… Fue a Ross. Dejaste de vivir en el momento en que se separaron…"
"Caroline…"
"Es así. ¿No te das cuenta? No es lo que pasó esa noche lo que no te permite seguir viviendo…"
"¿Seguir viviendo? Judas, Caroline. Sí que lo hago. Con mi familia, contigo y con Dwight…"
"No es a eso a lo que me refiero."
"Sé a lo que te refieres. Tú y tus benditas citas. ¿Qué tiene de malo no querer salir con nadie?"
"¡Qué tu sí quieres salir con alguien!"
"¿De repente estás de su lado?" – exclamó Demelza, irritada ya por la insistencia de su amiga.
"No, estoy del tuyo, cariño… oh, uff. Aquí viene otra…" – Demelza se olvidó de su irritación al instante y se apuró a sujetar su mano. – "Son cada vez más seguidas... maldición" – masculló Caroline entre dientes.
"Pronto Sarah estará aquí, piensa en eso. Tendrás una hermosa hija, Caroline, y los hará tan felices."
"Mmhhh…" – asintió su amiga, intentando respirar como le habían enseñado en las clases de preparto. Tal vez no eran tan inútiles como ella había pensado. – "Me gustaría… que… tú… fueras feliz también." – dijo, y se dejó caer sobre la almohada, agotada. Demelza le ofreció un poco de agua que bebió de un sorbete. Las contracciones eran cada vez más juntas, ojalá Ross y Dwight llegaran a tiempo.
"Lo estoy intentando." – murmuró ella después de dejar el vaso sobre la mesa que estaba junto a la cama.
"Lo sé. Lo sé, cariño. Sólo digo que, tal vez te falta algo. Y quizás… deberías darte una nueva oportunidad. Y no debes enojarte conmigo por decirte esto, recuerda que una persona está intentando salir de mi cuerpo." – Demelza sonrió. Tenía razón… no se podía enojar con ella.
"Primero lo primero. Tú y Sarah. Después – después tengo que ver como arreglo las cosas con Verity, ¡va a estar furiosa!"
"Oh, no te preocupes por Verity. Ella se lo buscó al tener un affaire con George, ¿a quién se le ocurre?"
"Sí, ¿verdad?" – Demelza estuvo de acuerdo.
"A ver, ¿como esta mami?" – la doctora entró a la habitación con una voz empalagosa. – "Ya estás lista para los calmantes." – le dijo después de revisarla.
"¡Gracias a Dios!"
"Ya no falta mucho. Me iré a preparar para el quirófano."
Ross condujo lo más rápido que el pequeño Mini Cooper le permitía. Con un ojo en el tanque de combustible, tendría que cargar pronto, pero primero debía llevarlo a Dwigt al hospital donde su esposa estaba por dar a luz. El último mensaje de Demelza los había dejado en silencio. "La están por llevar a la sala de parto, le dieron la epidural. Apúrense."
Hasta entonces habían estado hablando animadamente, acerca de cosas insignificantes, claro. Sobre su trabajo, la conferencia que había dado en Madrid, acerca del trabajo de Ross y los clientes que tenía y como continuaba ayudando a los chicos en el comedor de Zacky.
"Así que… ¿Cómo terminaste aquí?" – Dwight se atrevió a preguntar un momento después.
"Iba con George en mi auto a la boda de Verity, hice una mala maniobra y toqué el auto que iba adelante. Resultó ser que eran ellas." – Ross movió ligeramente la cabeza, como si recién ahora se diera cuenta de la ironía del destino.
"Caroline me contó eso. Que tu coche no arrancó y Demelza se ofreció a llevarlos. Es verdad, ¿Qué el auto no volvió a arrancar?"
Ross frunció los labios intentando contener una sonrisa. "Es verdad. Lo juro. Creo que ya debo cambiarlo, es de museo."
"Pero gracias a él pasaste todo un día con Demelza… ¿Cómo están las cosas con ella?"
"Ya falta poco…" – Ross quiso ignorar la pregunta, o no evaluar en ese momento como estaba la situación, pero luego de un silencio continuó. – "No lo sé, la verdad. Están mejor que ayer. Ella está…"
"¿Diferente? Puede ser. En su actitud, al menos. Está resuelta a seguir adelante, lo que le sirvió mucho en el trabajo. Les va muy bien con el estudio, y ahora se las tendrá que arreglar sola durante unos meses. Ella… parece más decidida, con más determinación."
"¿Mas obstinada?"
"A pesar de ella misma. Es como si tratara demasiado, ¿sabes?... Disculpa, Ross. Lo siento, no quise…"
"No, está bien. No es algo que no notara por mí mismo en estas horas. Deberías haber escuchado los insultos que me soltó cuando la choqué."
"Lo que no estuvo nada bien, mi mujer embarazada iba en ese auto. Si te pregunta dile que estoy enfadado contigo por eso… Ross, discúlpame por no haber estado en contacto contigo todo este tiempo, no fui un buen amigo."
"No hay nada que disculpar. Me alegra que ustedes sean buenos amigos de Demelza, es bueno saber que no estuvo sola…" – Ross apretó sus dedos alrededor del manubrio del auto. Ya solo faltaban un par de kilómetros.
"¿Tú todavía…?"
Ross asintió, sin necesidad de escuchar el resto de la pregunta.
"¿Pudiste hablar con ella?"
"Un poco. Pero no sé si servirá de algo."
"Caroline dice que usa esa coraza como protección. Que está decidida a seguir adelante pero que todavía no dejó ir el pasado. Tal vez el reencuentro sea bueno para ambos, de una forma u otra."
"Ahí está el hospital."
Dwight entró de prisa mientras él estacionaba el auto. Una enfermera le indicó donde estaba la sala de partos, y Ross se sentó en el pasillo a esperar. Las palabras de su amigo aun dando vueltas en su cabeza. De una forma u otra.
Cuando emprendió ese viaje solo tenía la esperanza de verla y tal vez que le permitiera hablar con ella. Se había imaginado lo que le diría, también había pensado que ella podría no querer hablar con él. También que correría a sus brazos apenas verlo y lo abrazaría. Nada de lo que se había imaginado sucedió. Estaba diferente, sí. Pero con el correr de las horas la Demelza que él conocía se abrió camino, de la misma forma en que ellos se abrían camino hacia Escocia. Lentamente y sin la certeza de si llegarían a destino. Ella todavía estaba allí, ocultándose detrás de una coraza, como decía Caroline. Y había ayudado, verla. En tan solo un día parte de la carga, de la culpa, pareció levantarse se sus hombros. Ella lo había ayudado. Podía ser así de generosa. ¿La ayudó en algo él a ella? ¿Debía, como Dwight dijo, ayudarla a dejar atrás el pasado? ¿A dejarlo atrás a él? Hasta hace un día pensaba que ya lo habría hecho, pero al parecer no. En el fondo, ¿sus sentimientos por él seguían allí? No lo podía saber con certeza, pero...
La puerta frente a él se abrió. Se dio cuenta que era Demelza por sus ojos verdes. Estaba cubierta por una amplia bata de una fina tela blanca que le llegaba hasta las pantorrillas. Su cabello estaba tapado por lo que parecía una gorra de baño y tenía una mascarilla cubriendo su boca y nariz que se quitó cuando se sentó a su lado.
"Me echaron cuando se dieron cuenta de que yo no era la otra mamá." – Ross sonrió.
"Deberías haberte casado con Caroline cuando tuviste la oportunidad."
Demelza respiró profundo, sus hombros cayeron aliviados, liberados de la responsabilidad de tener que cuidar a su amiga. Gracias a Dios Dwight había llegado. A Caroline le habían caído lágrimas en sus mejillas cuando lo vio entrar a la sala, le brillaron los ojos de la misma forma que lo hicieron aquel día cuando se casaron. Y la sonrisa que compartieron… no, ella no le podía sonreír de esa forma a Caroline.
"¿Cómo está?" – Ross preguntó a su lado. Tenía las manos entrelazadas sobre las piernas.
"Pujando."
"Ew, demasiada información." – Demelza dejó escapar una pequeña risita. – "¿Y cómo estas tú?"
¿Cómo estaba ella? Sabía lo que en realidad estaba preguntando.
"Estoy bien." – murmuró, quitándose la cofia y la bata y dejándolas en el otro asiento. – "Estoy bien, de verdad." – dijo.
Un momento después, Demelza apoyó su mejilla sobre su hombro. Así como lo había hecho la noche anterior, y como entonces él no se atrevió a moverse. Allí estaban, en el pasillo de un hospital, sentados lado a lado. De una forma u otra.
Unos minutos más tarde, Demelza levantó la cabeza cuando las puertas se volvieron a abrir. Dwight, vestido de la misma forma que Demelza hacía un rato atrás, apareció ante ellos, cargando un pequeño bulto en sus brazos del que sobresalía una pequeña manito. Ross y Demelza se pusieron de pie de inmediato.
"¿Quieres conocer a tu ahijada?" – Dwight preguntó en dirección a Demelza.
Ross la sintió vacilar a su lado, llevó la mano a la parte pequeña de su espalda y eso pareció ponerla en marcha. Sonriendo de oreja a oreja, Demelza se acercó hacia su amigo. Con curiosidad, miró entre la sábana que envolvía a la niña que hizo un sonido, como un "cuuu" cuando ella rozó sus deditos. Los tres sonrieron, y Demelza tomó a la niña en sus brazos con tanto cuidado como si fuera un tesoro muy preciado y extremadamente frágil.
Se le hizo un nudo en la garganta. Pero él se acercó también, observando a la niña sobre el hombro de Demelza que movía sus manitos de un lado al otro, y encontró su rostro y rozó su piel. Fue algo automático. Ella levantó la vista hacia él en el mismo momento que él la miró a ella. Se sonrieron. Su corazón acelerado en su pecho, todavía tenía su mano apoyada en su espalda y la arrastró a lo largo de su columna. Demelza volvió sus ojos a la pequeña, aún con la sonrisa en sus labios y besando sus manitos que jugaban en el aire. Dwight sonreía también, y Ross estiró su brazo y palmeó su hombro.
"Felicitaciones, Dwight. Es hermosa." - le dijo, mientras Demelza hacía caras y sonidos dulces a la bebita. La besó en la frente, los dos hombres observándolas. Dwight intentando absorber todas las emociones de lo que era el momento más importante de su vida, Ross con el corazón en la garganta por tantas razones...
"Es tan pequeña..." - susurró Demelza al fin. - "¿Está bien?"
"Perfectamente. Llegó antes de tiempo, pero ya la revisaron y todo está en orden."
"¿Y Caroline?"
"Está bien también, descansando un momento. Estuvo increíble. Y tú. Gracias, Demelza, por estar junto a ella."
"No tienes que agradecerme, ustedes son mi familia. Siempre pueden contar conmigo." - le respondió sin mirarlo, pues toda su atención estaba puesta en la niña que sostenía en sus brazos y mecía de un lado a otro.
"Y tú con nosotros. Debería volver adentro, a ver como está."
"Oh, sí... Pequeña Sarah, tu madrina te quiere mucho y te va a malcriar y a dar todos los gustos. Pero ahora debes ir con tu mamá." - Demelza habló directamente a la bebita, y con otro beso en su mejilla se la devolvió a su padre.
Cuando Dwight desapareció tras la puerta doble y ella volvió la mirada hacia Ross otra vez, notó que tenía lágrimas en los ojos.
"Oh, Ross..." - salió como un lamento. Pero que no era por ella, sino por él. El abrazo fue instintivo. Lo sujetaba fuerte entre sus brazos. Por sobre sus hombros, Ross llevó su mano para limpiar las lágrimas que amenazaban con caer. Demelza se separó un poco un momento después. - "¿Estás bien?" - le preguntó junto al oído. Él asintió, y ella dio un paso atrás, consciente de su cercanía.
"Sí. Sólo que..."
"Lo sé." - Lo interrumpió. - "Es tan bonita. ¿Como no serlo con esos genes?"
Ross intentó sonreír, aunque todavía sentía el nudo en la garganta. "Vas a ser una madrina maravillosa."
Demelza alzó los hombros en un movimiento rápido y despreocupado. Ella también lo sentía, ese pinchazo de dolor que en realidad nunca se había ido. Pero en ese momento la felicidad que sentía por sus amigos era más grande, más importante.
Aguardaron en la sala de espera unos minutos más. Ya había aclarado, y los rayos de sol que presagiaban otro día cálido se colaban por los ventanales al final del pasillo. Su estómago hizo un ruido que lo hizo sonreír.
"¿Qué hora será?"
Ross sacó su celular del bolsillo. "Las nueve y diez. Abajo hay un comedor, podríamos ir a desayunar."
"Mhmmm... Esperemos a ver a Caroline. Judas, tendremos que avisar a Verity..."
"Me pregunto que habrá hecho George."
"Está camino a Aberdeen. Hugh me dijo que se fueron juntos. El marido de Maggie se ofreció a llevarlos."
"Maldición. Sí, tenemos que advertirle a Ver... Tal vez, tal vez deba llamar a Francis para que esté atento cuando George llegue."
Pero antes de que Demelza pudiera hacer algún comentario sobre su idea, y el hecho de que no sabía si Ross y Francis se hablaban, Dwight salió a buscarlos para que entraran a ver a su esposa.
Caroline se puso a llorar desconsoladamente apenas la vio a Demelza. Las dos se abrazaron, y Dwight sacó a la bebita de su regazo y la puso en brazos de Ross y se fue a sentar junto a su mujer.
"Caroline..."
"Lo siento, no sé porque estoy llorando. Es que – soy – tan – feliz." - Dijo entre hipos.
"Lo sé. Es preciosa, Caroline. Te felicito, lo has hecho muy bien." - Demelza dijo aun abrazándola.
"Fue horrible." - Caroline continuó entre lágrimas.
"Estuviste excelente, amor." - acotó Dwight, frotando su espalda.
"La próxima vez lo harás tú."
"Ojalá pudiera."
"No podrías. Te desmayarías a la primera contracción." - Dwight y Demelza sonrieron, Caroline se secó las lágrimas de las mejillas. - "Oh... ya estoy mejor. ¿Dónde...? Ah."
Demelza siguió la dirección de los ojos de Caroline hacia Ross, que estaba a unos pasos de la cama quieto como una estatua con la bebé en sus grandes manos. La miraba embelesado.
"Te ves bien con un bebé, Ross." - comentó Dwight. Recién entonces Ross se dio cuenta de que los otros tres lo estaban mirando.
"Oh... es hermosa, Caroline. Te felicito." - dijo algo apenado y acercándose a la cama para devolver a la niña a su madre.
"Caroline y yo estuvimos hablando... nos gustaría que fueras el padrino de Sarah, después de todo lo que has hecho por ella hoy, es lo menos que podemos hacer."
"Pero... no..." - Ross se quedó sin palabras. Demelza, distraída haciendo gestos a la Pequeña Sarah, sintió los dedos de Caroline apretar su mano para llamar su atención. Ross tenía los ojos fijos en ella. - "... Se los agradezco, pero no es necesario."
"Nos gustaría mucho, de verdad."
"No quisiera incomodar a Demelza." - dijo al fin.
"No me incomoda. Si es lo que ellos quieren, deberías aceptar. Serás un muy buen padrino." - afirmó, y volvió su mirada a la bebé.
"En ese caso, será un honor."
Ross y Dwight se estrecharon la mano otra vez, y los cuatro permanecieron un rato más contemplando y sonriendo ante las dulces expresiones y sonidos de la pequeña. Hasta que Caroline le preguntó a Demelza que iba a hacer con la boda.
"Oh, Verity me va a matar. Tú tienes excusa, pero cuando llegue George, se va a enloquecer."
"¿Todavía va en camino?"
"Sí. Con Hugh."
"Dulce Hugh, debe haber sido incapaz de decirle que no."
"¿Quién es Hugh?" - Preguntó Dwight.
"Luego te cuento." - le dijo Ross. - "Aún podemos intentar llegar. ¿A qué hora era la ceremonia? ¿A la una?"
"Sí, a la una." - Demelza chequeó la hora en su teléfono. - "No creo que lo logremos."
"Podemos intentarlo."
Demelza miró a la niña y luego a su amiga. Se dio cuenta pues, que debía darles algo de intimidad, era un momento que debían vivir y compartir ellos solos.
"S-sí. Deberíamos tratar de llegar."
Y así es como se vio de vuelta preparándose para afrontar un nuevo viaje, solo que esta vez irían los dos solos. Judas.
Mientras se despedían, Caroline le preguntó cómo estaba, si no le había molestado que le pidieran a Ross que fuera el padrino de Sarah. "Dwight vino con esa idea, como no habíamos elegido a nadie todavía y después de lo que Ross hizo por nosotros..."
"Todo está bien, Caroline. De verdad." Salvo que ahora sabía con certeza que volvería a ver a Ross después de ese fin de semana. En el bautismo, en los cumpleaños...
"Envía mis saludos a la pareja... si es que hay casamiento, claro."
"Mierda. ¡Ay, perdón!" - Se tapó la boca al maldecir frente a su ahijada. - "Deberíamos darnos prisa. Volveré esta noche. Tenemos que arreglar como volveremos a Cornwall, ¡estamos en medio de la nada!"
"No te preocupes, cariño. Ya nos las arreglaremos. Tú ve y diviértete ¿Sí? Oh, y disculpa si estuve un poco pesada hace un rato."
"¿Pesada tú? Eso no es posible."
Dwight los acompañó hasta el auto, Demelza lo abrazó antes de subir. Ross se había acomodado frente al volante.
"Cuida de ellas."
"Lo haré. Viajen con cuidado. Y avísame cuando lleguen."
"Está bien, papá." - se burló ella, y se subió al auto.
Lo vieron volver apurado adentro, y luego se miraron. Solos, en su pequeño auto.
"Tenemos que cargar combustible, primero que nada. Hay una gasolinera a un par de kilómetros." - Demelza asintió.
"Ross," - dijo mientras él ponía el auto en marcha. - "Sólo - solo tratemos de viajar tranquilos ¿Sí?"
Ross asintió, una pequeña sonrisa bailado en la comisura de sus labios. Le dio play a la música, y salieron de nuevo a la carretera.
