Capítulo 43

"¿Hola?"

"¿Francis? Soy Ross."

"¿Ross?" – no podía culpar a su primo por el tono de sorpresa en su voz. Después de todo, Ross no lo había llamado en… bueno, en años. Desde antes de que se fuera de viaje a olvidarse de algo que ahora ya no tenía ninguna importancia. La había perdido hace tiempo. Pero incluso cuando él había dado por terminada toda su historia con Elizabeth, no había vuelto a retomar la relación con su primo, ni había hecho ningún esfuerzo por restablecer la amistad que los había unido durante toda su vida.

"Sí."

"Primo, ¿Adonde estás? ¿No se suponía que debías haber llegado ya? Te perdiste la despedida de soltero anoche." – dijo Francis sin más, como si se hubiesen hablado tan solo unos días atrás.

"El viaje ha resultado ser… mucho más largo de lo que pensaba." – y eso era decir poco. Ross miró a su lado, Demelza dormía con la cabeza apoyada en el vidrio de la ventanilla. Iba en jeans y remera, nada más. Era otro día cálido, pero con solo dos personas en el auto el aire acondicionado era suficiente para que estuviera agradable y lo suficientemente fresco. Ross hablaba en voz baja, con el celular en la oreja. Sabía que no debía conducir y hablar por teléfono al mismo tiempo, pero no había nadie en la ruta y no quería despertarla, de seguro estaba agotada. – "Escucha, ¿Estás cerca de Verity?"

"No en este momento. Tuvo una crisis está mañana, casi se suspende todo."

"¿A sí? ¿Porqué?" – preguntó, aunque se podía imaginar el motivo.

"Discutió con Andrew, no sé bien porqué. Papá no sabe nada, no le digas o hará una escena. Andrew nunca le cayó muy bien, esperaba más para Verity."

"Andrew es un buen hombre. Pero, ¿se arreglaron? ¿Va a haber casamiento?"

"Sí. Verity me avisó hace un momento, solo que ahora está atrasada y con los ojos hinchados por llorar. ¿Vienes con Demelza y su otra amiga? Porque de verdad creo que necesita compañía. Bodas, ¿eh? Vuelven loco a cualquiera." – dijo Francis, y Ross no se sorprendió cuando la referencia no tuvo ningún efecto en él. Que hablara de su boda con Elizabeth, tiempo atrás hubiera sido capaz de mandarlo al demonio por ello, pero ahora no le importaba.

"Tú debes saberlo." – respondió.

"Quizás sea capaz de aventurarme de nuevo. No sé si Ver te dijo, que estoy saliendo con alguien…"

"Lo mencionó, sí."

"Te la presentaré, bah, si no sale espantada por Geoffrey Charles que no está de muy buen humor hoy. O por papá, ¡o Verity!"

"Eso… sí, será un gusto conocerla. Pero Francis, el motivo por el que te llamé…"

"Oh, sí. Disculpa. Sólo… me sorprendió tu llamada. ¿Cuánto te falta para llegar?"

"Un par de horas. Tal vez más. Todavía no pasamos Edimburgo."

"Mierda. Verity te va a matar."

"¿No dijiste que iba retrasada?"

"Sí, pero no tanto."

"De todas formas, escucha Francis," – Ross dijo con más firmeza para ir al punto de una vez. Se había olvidado de lo fácil que era hablar con su primo. Cuan encantador podía ser, como podía ignorar lo que había pasado entre ellos como si tan solo fuera una vieja anécdota contada solo para reír. ¿Recuerdas cuando me acosté con tu novia y me terminé casando con ella y tú te fuiste del país por dos años? Divertidísimo. Pero Francis siempre había sido así. Con esa ligereza que Ross envidiaba, y que era la razón por la que a todo el mundo le caía tan bien. Claro que tenía su desventaja. Esa misma ligereza aplicada a los negocios y al dinero les había traído muchos problemas a la empresa de su tío. Pero a pesar de todas sus quejas, Charles siempre lo había apañado y malcriado. Ross no sabía muy bien cómo estaba ahora en ese sentido. "George va en camino."

"¿George? No sabía que estaba invitado. Hace mucho que no estamos los tres juntos…"

"No, Francis. George no está invitado, ese es el problema. No debes dejar que vaya a la ceremonia y menos que menos debes dejar que hable con Verity."

"¡¿Qué?! ¿Y eso porqué?"

"¿La discusión que Verity tuvo con Andrew? Sospecho que George puede ser el motivo…"

"¿Qué quieres decir…? Oh…" – Ross escuchó el silencio del otro lado de la línea mientras Francis comprendía el significado de lo que acababa de decirle. Demelza se movió a su lado, su brazo cayó colgando entre los asientos. Sujetando el teléfono con el hombro, lo tomó delicadamente de la muñeca y lo acomodó sobre su regazo. Murmuró algo en sueños, pero no se despertó.

"¡No es posible!"

"Yo todavía puedo creerlo tampoco. Francis, ya tengo que cortar si quiero llegar algún día. ¿Puedo dejar a George en tus manos? ¿Te encargarás de él?"

"S-si. Claro. ¿Tienes idea de cuando llegará?"

"Salió horas antes que nosotros, así que ya debe estar por llegar, si es que no está allí. Iba con el cantante de la banda, su nombre es Hugh. Si él ya llegó, George también."

"Bien. Déjalo en mis manos, tú solo preocúpate por llegar o Verity nunca te lo perdonará."

"Nos vemos en un rato."


Cuando abrió los ojos, vio agua debajo. ¿Estaba volando sobre agua? Pestañeo varias veces. Se dio cuenta por el movimiento de que estaba atravesando un gran caudal de agua, y ella estaba muy por encima de él. Levantó la cabeza que estaba pegada al vidrio, miró hacia el costado. Un gran puente, pero no por el que ella iba. Se le escapó un bostezo.

"¿Esto es…?"

"Los puentes de Forth."

Judas. La gruesa voz de Ross la sobresaltó.

"Oh. ¿Cuánto tiempo estuve dormida?"

"Un poco mas de una hora." – respondió él si desviar la mirada del camino, pero con una pequeña sonrisa. Demelza miró alrededor. Este era uno de los puntos del viaje que más ansiaba ver, pues nunca había ido. Tres puentes, uno paralelo al otro, atravesando la gran extensión de agua que se colaba de la isla hacia el mar del norte. Tres tipos de construcción diferentes, tres épocas distintas. Ellos iban por el del medio, y ya por más de la mitad.

"Se suponía que esta sería una parada." – murmuró.

"¿Cómo dices?"

"En la ruta que tenía planeada. Íbamos a detenernos en el mirador y tomar fotografías del fiordo y los puentes. Cuando se suponía que íbamos con tiempo, claro." – dijo desperezándose.

"Podemos detenernos si quieres."

"No. El mirador está del otro lado." – dijo. Y en ese instante su estómago volvió a tronar de nuevo. – "Judas."

Ross sonrió con picardía. Habían salido tan deprisa que no habían desayunado, y tampoco habían cenado la noche anterior y ahora ya era casi el mediodía del domingo.

"Deberíamos comer algo. Aún tenemos lo que compramos ayer. Mira, sí hay un mirador de este lado también." – dijo, señalando un cartel al final del puente que indicaba un desvío hacia una zona de estacionamiento.

No le dio tiempo a protestar. Puso el giro y tomó la bajada que iba a parar a un área de servicios, con un playón con algunos bancos con vista al agua y a los tres puentes que se estiraban frente a ellos. Era una vista realmente espectacular. Ross aprovechó para utilizar los baños y Demelza se bajó del auto con el bolso de provisiones. Revolvió en su interior, encontró una botella de limonada y los muffins que Ross había comprado a su pesar. No iban a perder mucho deteniéndose diez minutos, además, tenían que cambiar de asiento, le tocaba a ella manejar.

"¡Hey!" – Escuchó que Ross la llamó. Ella se había acercado a la valla, a contemplar el paisaje. El aire era cálido y húmedo, y sus cabellos se le pegaban en la frente. Pero era un día despejado, perfecto para una boda. Si es que la había. Cuando se dio vuelta, Ross estaba con su celular en alto y le sacó una foto.

"Rayos, Ross, ¿Qué haces?"

"Tenías razón, el paisaje es estupendo. Vamos, sonríe." – dijo levantando la cámara frente a su rostro de nuevo. Demelza vaciló curvando sus labios. Una sonrisa, pero una sonrisa tímida. Esto, esto le traía tantos recuerdos. Ross tomándole fotografías. Incluso antes de que estuvieran juntos, cuando eran solo amigos, o solo un par de conocidos, él solía hacerlo. Tenía una foto de ella sobre su mesa de luz, Demelza se moría de vergüenza cada vez que la veía. Se preguntó que habría hecho con ella.

"Ya. ¿Quieres… algo se comer?"

Ross asintió y se acercó a ella, guardando el teléfono en el bolsillo trasero de su pantalón. Se veía algo desaliñado, los rulos, aunque cortos, estaban despeinados. Medio aplastados donde su cabeza se había apoyado en la almohada durante la noche. Tenía una remera gris que se ajustaba perfectamente a cada músculo de su pecho y sus hombros, y su barba ya era más que una sombra negra que cubría mitad de su cara. Se había olvidado cuan rápido le crecía. Se había olvidado que era tan condenadamente guapo. Claro que él había sido mucho más para ella que solo eso. No se había enamorado de él por su obvia belleza, lo había amado porque era su amigo, por la clase de persona que era, por como la había tratado desde que se conocieron, más allá de los primeros baches en el camino. Baches que tenían nombre de mujer, pero incluso así. Le gustaba ese aire juvenil y juguetón, cuando la miraba de cierta forma. Le gustaba que podía ser ella misma con él y él nunca la criticaría por eso. Ross tomó un muffin también. Cuando estaban juntos, le encantaba sentarse en el sillón, poner algo en la tele, taparse con una manta y comer dulces entre los dos. Más de una vez alguno de sus amigos, George, Caroline, Verity o quien sea los invitaban a salir, y ellos decían que no, que tenían planes. Y sus planes eran saltarse la cena, comer empalagosos cupcakes y luego irse a la cama y hacer el amor. Era todo su mundo para ella. Por eso dolió tanto descubrir que no era suficiente para él. Que después de tantos meses juntos, él todavía prefería a otra mujer.

Ross le sonrió con la boca llena. Tenía que admitir que se estaba comportando. Aunque, bueno, ella había dormido la mayor parte del camino.

"Debemos ponernos en marcha. No vamos a llegar."

"Vamos tarde, sí. Pero la ceremonia se retrasó de todas formas." – dijo, y bebió un sorbo del jugo que Demelza le ofreció.

"¿Hablaste con Verity? ¿Porqué se retraso?" – por un momento se sintió culpable, se imaginó que su amiga estaría enojada porque dos de sus damas de honor no llegarían y había decidido esperarlas. Lo que hacía estar parada allí algo muy descortés.

"No, hablé con Francis. Dijo que Verity y Andrew discutieron y por un momento pensaron en cancelar todo. Pero al parecer se arreglaron y la boda sigue en pie, pero se van a demorar un poco. Verity tiene los ojos hinchados."

"¡Judas! ¿Le habrá dicho lo de George?"

"Eso creo. Espero que sí, no estaría bien casarse con un secreto así ¿no crees? Incluso si sucedió hace años, si estaban juntos y ella estuvo con George… Andrew tiene derecho a saber la verdad y decidir que hacer."

Demelza se lo quedó mirando, eso golpeaba muy cerca de lo que había sucedido entre ellos. Ross se percató de lo que ella pensaba cuando dijo: "Sí. Tiene derecho a oír la verdad de Verity, pero también él tiene que escucharla y tratar de entender."

Ross enderezó su espalda. No parecía enojada, más bien triste, resignada. Esa noche, cuando él se enteró de… cuando vio las fotos y fue a buscarla al departamento de Caroline y Dwight, él no dejó que se explicara. Había estado ciego, en un ataque de celos y rabia. Y ella tampoco estaba en condiciones de hablar. La imagen de Demelza esa noche lo había perseguido por años. Sus ojos rojos de tanto llorar, la desesperación en su mirada, las palabras que se ahogaban en el llanto. Él la había dejado esa noche y ella no pudo decir nada. Cuando supo el porqué ya era muy tarde.

"Tienes razón. Por supuesto que sí, Demelza, yo…"

"Está bien, Ross. Disculpa, dije que quería viajar tranquila y soy yo la que…"

"No no… no tienes que disculparte. Esa noche, es de lo que más me arrepiento en mi vida. Lo que dije, no darme cuenta que tú…"

"Ya quedó atrás."

"¿De verdad? No para mi." – la vio tomar una gran bocanada de aire. Estaban solos en el playón, salvo por la mujer encargada de limpiar los sanitarios que estaba sentada en la puerta mirando su celular y sin prestarles atención. Demelza desvió la mirada al cielo, hacia el imponente paisaje y la obra de ingeniería detrás de él, pensó cuan insignificantes eran ellos dos, cuan pequeños. Que tonto era guardar remordimientos. – "He pensado en esa noche tantas veces, me persigue. Me tortura saber que fui tan idiota, que te traté… como nunca nadie debe tratarte. No te lo merecías, menos viniendo del hombre que debía amarte, protegerte…"

"Tal vez si me lo merecía." – susurró. No lo pensó, las palabras sólo escaparon de sus labios. – "Esa noche, cuando fui al boliche, quería… yo quería…" – continuó, pero era muy doloroso. Muy humillante. Nunca se lo había dicho a nadie, ni siquiera a Caroline. Que luego de discutir con Ross, ella quiso lastimarlo de alguna forma. Sabía de Malcolm, sabía que ella le gustaba, lo supo desde que había llegado a la oficina. Y Malcolm se iba, era su fiesta de despedida así que ¿porque no? No quería llegar a tanto, solo… solo coquetear con él. Fue su culpa, ella lo buscó. Y cuando se dio cuenta de que no era lo que verdaderamente quería ya era tarde, ya no tenía fuerzas, ya había puesto algo en su bebida.

"No. No te lo merecías, no importa lo que querías. No es no en cualquier momento cuando lo digas."

Demelza había bajado la vista, avergonzada siquiera de haberlo pensado. Le daba asco, se arrepintió en el mismo momento en que él se sentó junto a ella. Pero aún así, continuó un rato más. Estaba tan molesta con Ross, y luego…

"Di.. eso sí ya quedó atrás." – no se había dado cuenta de que se había acercado. No la abrazó como él quería, como ella secretamente quería también. Solo tomó una de sus manos. – "Lo siento, siento no haber ido contigo esa noche. Sé que ya te lo dije, pero lo diré todas las veces que sean necesarias hasta que entiendas que nada de lo que pasó ese día fue tu culpa."

Levantó la vista. ¿Cómo podía ser que después de tanto tiempo aún podía ver el mismo amor en sus ojos que veía años atrás? ¿Estaría él viendo lo mismo?

"No fue tu culpa tampoco, como ya dije también… deberíamos irnos. Aún esta el asunto de George…" – dijo, para cambiar de tema. Tal vez lo de esa noche no fue su culpa, pero si era su culpa que estuvieran hablando de esto, ella había empezado.

"George es problema de Francis ahora." – Ross dijo mientras daba un paso hacia él auto sin soltar su mano. – "Y de Verity, la verdad. Nosotros solo debemos preocuparnos por llegar."

"¿Te vas a liberar de la responsabilidad de que tú lo traías en primer lugar?" – Bromeó, intentando aligerar el ambiente.

"Bueeeno…"

"Dame las llaves, yo conduzco ahora."


"Así que… ¿te hablas con Francis?" - Demelza preguntó luego de que se pusieran en marcha. Había dicho que quería viajar tranquila, sí. Pero parecía más fácil hablar ahora. Sin George, sin un extraño, incluso sin Caroline que los escuchara. Y después de lo que había confesado un momento atrás, pues se sentía más aliviada. Como si se hubiera quitado un gran peso de los hombros. Ross se acomodó en el asiento, tirando del cinturón de seguridad por sobre su pecho.

"No exactamente. Nos cruzamos un par de veces en alguna reunión por Verity." - dijo, algo renuente.

"Ah. ¿Él y... Elizabeth...?" - Demelza lo miró de reojo, cómo queriendo estudiar su reacción al pronunciar esos dos nombres juntos que tanto dolor le habían causado.

"El trámite de divorcio fue rápido. Sólo tuvieron que ponerse de acuerdo en la cifra."

"Verity me dijo que ella lo tuvo que ayudar al principio, a pagar las cuotas."

"¿De verdad? No me extraña..."

"Lo siento, no quise ser chismosa."

"No, sólo me lo estás contando a mí." – en realidad se alegraba de que lo hiciera. Antes, se solían contar todo. Era una de las cosas que más le gustaba de su relación con Demelza, y que nunca había sido así con nadie más. No había secretos entre ellos. Novia y amante, sí, compañera de piso y la mejor amiga que jamás había tenido.

"Pensé que sabrías."

"Para ser honesto, Francis y Elizabeth no están en la cabecera de mi lista de temas de conversación. De hecho, no podrían importarme menos."

"Pero es tu primo..." - le recordó, aunque no podía negar que estaba complacida porque no le importara Elizabeth. - "¿Qué hay en tu lista de temas de conversación últimamente entonces?"

"Mierda, Demelza."

"¿Qué? ¿Qué ocurre?"

"Nada. No puedo pensar en nada más que en ti en este momento." - dijo, arrastrando una mano por su rostro como si así pudiera conjurar otros pensamientos que no fueran sobre ella. Pero era imposible. - "Lo obnubilas todo, todo lo demás está en las sombras."

Demelza sujetó el volante con fuerza, porque temió que sus manos temblorosas le fallaran.

"Ross..." - susurró. Y él se volvió a mover en el asiento del acompañante, sacudiendo su pelo para intentar sacarse esa sensación, ese dejavu que quería hacerlo acercar su rostro al de ella y simplemente besar su hombro, su mejilla mientras manejaba como lo había hecho tantas veces. - "Dime de tú trabajo." - lo ayudó ella, porque quería cambiar de tema, lo necesitaba desesperadamente o iba a dejar de respirar.

"Sí. Ehmmm... Como te conté, rentamos otro lugar, con Zacky. Hace algo más de un año pusimos algo de dinero cada uno. Compramos algunas máquinas y material. Uno de los chicos sabía algo de internet así que abrió una página y cuentas en redes sociales y ahí empezamos a tener ventas de verdad. Fue nuestro primer empleado. Más Verity que nos hizo buena fama…"

"Zacky debe estar muy contento también. Vi que sigue con el comedor..."

"¿Te hablas con él?"

"En su Instagram."

"Ah, claro."

Ahora que Demelza estaba despierta el viaje se hizo más ameno. Volvieron a poner música, algo que sabía que a los dos les gustaba. Viajaron en silencio durante largos minutos, Ross tarareando por lo bajo una canción pop de los 90, Demelza tamborileando sus dedos en el volante. En un momento le preguntó si le molestaría apagar el aire y bajar las ventanillas. El aire húmedo y algo salado casi que olía a verde. Demelza se puso los lentes oscuros de nuevo, y él apoyó su brazo fuera. Se sentía en paz a su lado, solo los dos en una ruta. Habían hecho tantos viajes a Cornwall cuando estaban juntos que había perdido la cuenta. Sabía que le gustaba viajar así, sentir el aire soplando sobre su piel. Que extraño saber tanto de una persona de la que has estado lejos durante tanto tiempo, y sin embargo parecía que tan sólo había pasado un momento desde la última vez que habían hecho eso.

"Eso es… ¿Dundee? ¿Dice Dundee?" – Demelza dudó al leer un cartel en gaélico que pasaron a toda velocidad. Ross chequeo en su teléfono.

"Sip. Una hora para llegar."

"¿Una hora? ¡Judas! ¿Es que Aberdeen cada vez está más lejos?"

"En realidad falta una hora y cuarto… ¿a quién se le ocurre casarse en Aberdeen de todos modos?"

"Eso es exactamente lo que le dije a Caroline."

"No es nuestra culpa si no llegamos."

"Es un poco tu culpa, si no me hubieras chocado." – no lo dijo en serio, estaba bromeando y él lo entendió así.

"O… si tuvieras un auto con ruedas un poco más grandes…"

"¡Me gusta mi auto!... ¿Crees que ya habrá empezado la ceremonia?"

"No lo sé. George de seguro ya debe haber llegado."

"Judas. ¿Porqué no le preguntas a Francis?"

"Te dije que casi no hablo con él." Demelza levantó los hombros y un momento después vio de reojo como Ross escribía algo en el teléfono.

"Ahí está. Le envié un mensaje. ¿Contenta?"

Se mordió el labio para no sonreír.


"Cinco preguntas." – Ross dijo después de unos minutos.

"¡¿Qué?!"

"Cinco preguntas. Nunca llegó tu turno."

"¡Judas, no!"

"Aún nos queda algo de camino…"

"Y no lo pasaré con ese estúpido juego. ¿Quién sabe lo que vas a preguntar?"

"¿Preferirías que George te hiciera las preguntas?"

"George no llegó a cinco con ninguno."

"Eso es porque George es un idiota." – dijo a la ligera. Demelza estuvo de acuerdo con una sonrisa.

En ese momento, el celular de Ross sonó. Ross lo miró. "Es un mensaje de Francis." – dijo. – "Dice que la ceremonia todavía no comenzó, pero que ya están yendo hacia la iglesia. Que el cantante de la banda ya llegó pero no hay señales de George. Que va a estar atento."

"Judas." – murmuró Demelza. Mientras Ross hablaba, había llevado una mano a su cuello, intentando aliviar la tensión que todavía sentía allí. Moviendo también la cabeza de un lado a otro. – "¿Crees que esté escondido por ahí esperando que el sacerdote pregunte si alguien se opone a esta unión?"

"Espero que no. Espero que haya entrado en razones."

"Lo dudo mucho."

"¿Qué te ocurre?"

"Oh, nada. Todavía tengo una molestia, por el tirón de ayer."

Fue automático. Antes de que su cerebro diera la orden, ya había estirado el brazo hacia ella. Los dos se tensaron cuando él rozó la piel de su cuello con sus dedos.

"Permíteme." – le susurró.

Demelza, ojos fijos en el camino, quitó su mano. Ross se volvió más hacia su lado, movió sus dedos, apretando a lo largo de su cuello y sobre sus hombros. Su mano, mucho más grande que la de ella, más pesada, la hizo temblar. Él se dio cuenta, pero no dijo nada. Tenía una expresión adusta, concentrada en su trabajo. Y se sentía divino, la presión hizo desaparecer el dolor casi al instante, o tal vez el dolor quedó opacado por otras sensaciones. La temperatura pareció subir repentinamente.

Pero no podía durar para siempre.

"Ahí. ¿Mejor?" – Ross quitó su mano, y su cuerpo tembló de nuevo.

Ella asintió. "Sí. Gra – gracias." – se aclaró la garganta pues por un momento perdió la voz. El brazo de Ross quedó estirado cerca de ella, apoyado en el respaldo de su asiento. Conscientemente, intentó relajarse contra el respaldo. Su cuerpo estaba todo tenso. Esa cercanía, su contacto, el solo hecho de escucharlo respirar a su lado, la estremecía de una forma que no se imaginó sería posible después de lo que había pasado. Sentía como si una corriente eléctrica atravesara sus venas. Tenía ganas de llorar y de reír al mismo tiempo. Quería acurrucarse en su regazo y también darle un coscorrón en la cabeza.

Ross movió su mano de vuelta sobre sus piernas, alejándose. Como si pudiera sentir la confusión dentro de ella, y Demelza lamentó que lo hiciera en ese mismo instante.

"Está bien, cinco preguntas." – dijo, porque de pronto todo lo que quería era seguir hablando con él. Aún quedaba tiempo, mucho menos tiempo que antes, pero no quería desaprovecharlo.

"¿Segura?"

"Más vale que empieces antes de que me arrepienta." – dijo, girando su cabeza para mirarlo sobre los lentes oscuros. Vio sus labios curvarse para controlar una sonrisa.

"Está bien. Ehhh… ¿Cómo están tus hermanos?"

Ella no pudo evitar que se le escapara una risa entre dientes. "Habrías decepcionado a George con esa pregunta." – pero respiró aliviada, era una pregunta fácil. – "Todos están bien. Drake y John trabajan con nosotras, y con papá. Bueno, papá ya no puede hacer esfuerzos, así que ya no. Ellos se encargan de hacer los arreglos, o de supervisar a los otros obreros cuando hay varias obras al mismo tiempo. Morwenna está yendo a la Universidad y nos ayuda cuando tiene tiempo. Luke se fue a vivir a Devon, consiguió un trabajo allí. Robert y William aún viven con papá. Robbie está estudiando Leyes, y Will pues, no está haciendo nada, solo cuida de papá. Sam y Rosina se fueron a vivir juntos, abrieron un taller mecánico y viven arriba."

"Entonces, ¿tú no vives con tu padre?"

"No. Alquilé un departamento en Perranporth. Es pequeño, pero tiene una terraza que da al mar. Está cerca del Estudio, y a sólo unos minutos de la casa de papá. Se sentía extraño volver a casa después de haber vivido sola, bueno, lejos. Además, no sé, quería tener mi propio lugar. Mis hermanos pueden ser… algo avasallantes."

"Lo recuerdo."

"Estoy ahorrando para comprar una casa. Más bien para pagar el depósito, luego sacaré un crédito."

"Wow. Eso es genial."

"¿Qué hay de ti? ¿Te mudaste o…?"

"Nop. Sigo en el departamento de Chelsea."

"¿Conseguiste un nuevo compañero de piso?"

Ross negó con la cabeza. – "No estás jugando bien, no te toca a ti preguntar."

Demelza alzó los hombros despreocupada. Era un juego tonto, o eso le había parecido en el camino cuando George hacía las preguntas, pero ahora quería tener la oportunidad de preguntar también. De saber, que había sido de él en ese tiempo.

"¿Siguiente pregunta?"

"Sarah... ¿De verdad estás bien?"

Demelza respiró profundo. Recordó a la bebita que tuvo en sus brazos esa mañana. Su cabello suave y rubio, sus mejillas sonrosadas. "Es tan hermosa. Y estoy tan feliz por Caroline y Dwight. Sí, estoy bien, de verdad. Eso… Julia, es una parte de mi que nunca se va a borrar. Todavía duele, pero… no sé cómo explicarlo. No lo nubla todo…" Con el rabillo del ojo, vio como Ross movía su brazo hacia ella de nuevo. Esta vez, apoyó su mano cerca de su rodilla, apretando su pierna.

"Te entiendo." – dijo.

"La esperaron tanto, y yo esperé con ellos. Al principio fue difícil, pero luego ya no."

"Va a adorar a su tía Demelza."

"¿Y que hay de su padrino?"

"Espero que no te moleste que me lo hayan pedido."

"Es su decisión. Yo no tengo opinión al respecto… a ti siempre te gustaron los niños. Estoy segura que serás un excelente padrino para Sarah." – Ross apretó sus dedos en su pierna de nuevo, y la soltó. Ella desvió su mirada a su rostro, pero él lo había girado hacia afuera.

"Te quedan dos preguntas."

"Tres." – la corrigió él.

"Uh, uh. Dos."

"¿Cuál fue la tercera?"

"Mis hermanos, a donde vivo y Sarah. Y ahora te queda una."

"¡Maldición! Eres una tramposa."

"Solo estoy jugando como George lo haría." – le respondió divertida. – "Así que, piensa bien tu última pregunta."

"Tengo dos."

"No, solo tienes una."

"Está bien…" – Ross pensó por un momento cual de las dos preguntas que tenía en mente le haría. Sabía que las dos eran delicadas, y que probablemente no quisiera responderlas, pero ahí iba. – "¿Has… has salido con alguien en este tiempo? ¿Has ido a citas?"

Efectivamente, Demelza abrió mucho los ojos, girándose un momento hacia su lado y moviendo la cabeza de uno lado al otro casi imperceptiblemente. Ross bajó la mirada, como preparándose para la respuesta.

"Ross…" – comenzó despacio. Le iba a decir que eso no era de su incumbencia. Lo que había hecho de su vida en ese tiempo, y deseó, le hubiera gustado tener algo que contar. De forma inesperada vino a su mente una conversación que habían tenido años atrás, los recordaba sentados en la sala de un museo. Recordó haber pensado que le hubiera gustado salir, divertirse más, haber tenido más sexo. Sentimientos frívolos. Pero al final, lo había hecho todo. Con él. Luego no había sido capaz. – "Todo el mundo insiste en que debo salir con alguien. Verity me dijo que me va a presentar a uno de los padrinos de Andrew… Pero no. Fue… es difícil." – dijo al fin.

Ross asintió, volviendo la mirada hacia ella.

"Entiendo."

Pero ella no creía que lo hiciera. Él, de seguro estaba pensando en Malcolm. Como ella misma lo había pensado en todo ese tiempo. Pero no era así. Caroline tenía razón. El motivo por el que ella no quería salir con nadie, no podía confiar en nadie, no era Malcolm, si no él. Él, que la amaba, que había estado junto a ella en el momento más difícil de su vida, su mundo entero, él la hizo a un lado, ¿Qué se podía esperar de cualquier otro hombre?

Por unos minutos se quedaron en silencio. Los únicos ruidos provenían del motor y del aire que entraba por las ventanillas bajas. La lista de reproducción se había terminado mientras respondía sus preguntas.

"¿Qué hay de ti?" – Demelza preguntó de la nada. – "¿Cómo es la chica con la que estás saliendo?" – preguntó acordándose de lo que George había dicho. Judas, parecía que fue hace años.

"No estoy… no estoy saliendo con nadie." – comenzó a la defensiva. Pero después se acordó de esa citas que tuvo hace unas semanas. Las primeras desde que había roto con Demelza. Esas que le habían costado tanto, tener que hacer el esfuerzo de salir, de fingir interés. "Eso… eso fue idea de mi terapeuta también."

"Me parece que tu psicóloga se esfuerza en que dejes atrás el pasado."

"Su gran problema es que yo me rehúso a hacerlo… Di…" – susurró su nombre volviéndose hacia ella.

"No, Ross."

"¿Has pensado en mi en todo este tiempo?"

"Tus cinco preguntas se terminaron."

"Solo una más… por favor…" – y entonces sí. Ross se movió hacia ella tan rápido que no le dio chance a alejarse. Besó su hombro sobre el algodón de su remera. Demelza sacó la mano izquierda del volante y sin desviar la mirada del camino lo empujó de vuelta a su lugar.

"¡Ya basta!"

Pero muy a su pesar, su ruego y las cosquillas de sus labios en su hombro le habían causado gracia y se vio sonriendo y devolviéndole la sonrisa con que él la miraba.

"Yo si pienso en ti. Cada día, cada hora, cada minuto. Pienso, ¿Cómo pude ser tan estúpido para perderte? Me torturo pensando que quizás estés con alguien más, pero también deseo que seas feliz. Porque te lo mereces. Eres… eres increíble…"

"Ya no me conoces…"

"Lo eras cuando te conocí. Mi mejor amiga. Aún lo sigues siendo, lo sé. Sólo mira lo que has hecho por Caroline. Si cambiaste, me gustaría volver a conocerte, ¿sabes? Pensé, no sé, pensé tantas cosas cuando supe que te volvería a ver. Jamás me imaginé esto, por supuesto, pero pensé que podríamos hablar, que podríamos intentar ser amigos de nuevo..."

La risa de un momento antes se había disipado. Demelza conducía con los las manos bien sujetas al volante, los brazos estirados, rígidos. Luchando por controlar las lágrimas que nublaba su vista.

"Te extraño, Di. Te extraño tanto. Sé que prometí mantenerme alejado, y no puedes negar que lo hice, pero dijiste que eso no dio resultado. Tal vez estar alejados no es la solución. No lo fue para mi, al menos."

"Yo…" – abrió la boca, pero no sabía lo que iba a decir en realidad. – "… Mira…"

Ross siguió la dirección del dedo índice que Demelza apuntaba hacia algo afuera del vehículo. Junto a la carretera, lo vio. Un cartel que decía "Bienvenidos a Aberdeen".