Capítulo 44
Demelza tomó el desvió sin decir una palabra. Temía que cuando soltara el volante las manos le comenzaran a temblar. Ross a su lado miraba por la ventanilla mientras entraban a la ciudad de Aberdeen. Eran más de las dos de la tarde. Pronto, el verde paisaje de los campos escoceses se convirtió en edificios grises de una ciudad medieval.
Debería decir algo. Debería hablar, Demelza se decía internamente. Debía decirle allí y entonces que no, que ya era muy tarde, que había seguido con su vida y que él tenía que hacer lo mismo. Mentirle. Pero no podía. Mover los labios en ese momento le costó más de lo que hubiera imaginado en esos últimos dos años.
"Hablemos más tarde." – fue lo que le salió. Judas. Como desearía que Caroline estuviera allí para aconsejarla. Ross asintió, recordando por enésima vez lo que le había pedido. Viajar tranquilos. Ese no había sido un viaje para nada tranquilo, pero tampoco había sido desalentador o incómodo. Como había ocurrido a lo largo de esas horas, Demelza continuaba perdiendo esa coraza que encontró tan fuerte al principio. Todavía lo confundían, y a ella también, esos cambios de humor. Que estuviera seria, al parecer molesta un momento y al siguiente que lo mirara con una sonrisa capaz de derretir el corazón mas frío. Debería protegerse de esa sonrisa, pero ¿a quién engañaba? Era capaz de hacer cualquier cosa por ella.
Ross miró alrededor. A decir verdad, le apenaba que esa parte del viaje se terminara tan pronto. Si fuera por él le gustaría seguir viajando rumbo al norte hasta que no hubiera más que mar frente a ellos. Quería seguir hablando, quería que ella respondiera a lo que le había dicho. Pero por el momento eso tendría que esperar.
"¿Adonde estará la maldita Catedral?" – la escuchó preguntar. Aberdeen era más grande de lo que ninguno de los dos se imaginaba. No era una simple y pequeña ciudad costera, donde el camino de entrada da a la calle principal y esta lleva a la Iglesia. De repente se encontraron cruzando un río serpenteante con edificios a ambos lados.
"Rayos, hay un montón de Iglesias. ¿Cuál era el nombre? ¿Saint Andrew?"
"Nooo… ese es el nombre del novio, no la Iglesia."
"Pues hay una Catedral con ese nombre justo ahí." – dijo él, que había tomado su teléfono y señalaba la punta un techo inclinado que se veía sobre los edificios bajos.
"Oh, no. No lo creo. Espera…" – Demelza frenó el Mini al costado de la calle y buscó en su teléfono también. – "Hubo un anuncio en un periódico…"
"¿De verdad?"
"Sí. Fue idea de tu tío… ¡Ah! Aquí está. Cathedral Walk."
Ross volvió a buscar en su teléfono. "Ahora sí, aquí. Tenemos que tomar la calle King… es esa. No son más que unos minutos."
Efectivamente, no les tomo más de cinco minutos llegar. "Wow, ahora entiendo porque quiso venir a casarse aquí." – Demelza comentó algo asombrada cuando ingresaron al predio.
La Iglesia estaba en medio de un gran parque y rodeada por hermosos jardines llenos de flores de todos los colores. El edificio de piedra se alzaba imponente con sus dos altas torres. No cabía duda de que era allí, había varios autos estacionados en las callecitas internas. Cuando vieron que un chico les hizo señas, las campanas de la Catedral empezaron a sonar.
"Hola, hoy el parque está cerrado por un evento privado." – les dijo el joven amablemente, levantando la voz para hacerse oír sobre el repiqueteo de las campanas.
"Lo sabemos, venimos a la boda de Verity Poldark y Andrew Blamey." – le dijo Ross, aclarando sus nombres para que el chico supiera que no intentaba engañarlo. Las campanas dejaron de sonar. El chico les sonrió.
"¡Oh! Llegan casi a tiempo. La novia acaba de entrar. Por eso las campanas. ¿Quieren que les estacione el auto?"
"Sí, si eres tan amable." – aceptó Demelza.
Ross se bajó de inmediato. El chico caminó con algo de desparpajo hacia la puerta de Demelza. Notó como la miró cuando ella se bajó del auto.
"Uhm… todos están vestidos de etiqueta." – le dijo el joven, sonrojándose y mirando al suelo. Ross y ella se miraron.
Ross no se había peinado esa mañana, y en realidad la mañana había sido a la mitad de la noche. Se sentía traspirado, por los nervios y por el aire caluroso que corría a través del auto mientras viajaban. Demelza se había comido dos muffins y no se había cepillado los dientes, y de seguro los lentes de sol le habían dejado una marca en la nariz. Zapatillas, jeans y remera no era el atuendo para una boda de sociedad. Principalmente cuando uno es el padrino o la dama de honor, y encima llega tarde.
"¿Hay algún lugar…?" – Demelza se volvió hacia el joven de nuevo.
"Hay una baño público por ese sendero." – les dijo señalando un caminito que se internaba entre unos árboles. – "Solo está a veinte metros."
"¡Gracias!"
Buscaron las cosas a toda velocidad y trotaron, más que caminar, por el sendero con un vestido arrugado, un traje que había estado la mayor parte de viaje aplastado debajo de una valija, el neceser, el bolso y dos elegantes pares de zapatos.
Los baños eran pequeños, pero al menos estaban limpios y había dos. Lo primero que hicieron fue lavarse la cara. Ross fue tan lejos como mojar bien su pelo, quitarse la remera y lavar todo su cuerpo. Tenía desodorante en el bolso pero no una toalla, así que se secó con la remera. Tiempos desesperados, requerían acciones desesperadas. En el toilette de Demelza las cosas no eran muy distintas. Tuvo que hacer equilibrio en el cubículo para sacarse toda la ropa y ponerse la ropa interior adecuada para ese vestido. A la diseñadora de los vestidos de las damas de honor si que le gustaban los vestidos apretados, pero no iba a negar que era muy bonito y el color, un azul intenso y oscuro, hacía resaltar sus ojos. O eso había dicho Caroline. Pero, maldición, por más que se retorcía no lograba subir el cierre hasta arriba en su espalda. Salió descalza y con el cierre a medio cerrar a mirarse al espejo, sosteniendo el ruedo en una mano para que no rozara el piso. ¿Adónde había puesto los zapatos? Eran ridículamente altos y le dolieron no más ponérselos, pero no había tiempo de pensar en eso. Tenía planeado hacerse un peinado recogido, iría bien con el escote del vestido, pero gracias si tenía un peine.
"¿Demelza?" – escuchó que Ross la llamaba. – "¿Ya estás lista?"
"Sí, solo estoy aquí haciendo tiempo porque estoy aburrida…" – puso los ojos en blanco. - "Un minuto, me falta maquillarme."
"No hace falta…" – Ross asomó la cabeza en el baño de mujeres. Demelza estaba colocándose la máscara en las pestañas. Una ligera base, algo de rubor, no había tiempo para nada más. – "¿Puedo pasar? Iré recogiendo las cosas para guardarlas en el auto." – dijo, mirándola de arriba a abajo.
Que Demelza era hermosa, eso ya lo sabía, pero cuando Demelza se arreglaba para parecer aún más bonita… wow. – "Te ves… increíble."
Sus miradas se cruzaron en el espejo mientras se aplicaba lápiz labial. Él se veía… increíblemente guapo también. El pelo húmedo, la camisa blanca con el cuello acartonado le llegaba justo hasta el lugar exacto, pantalones y saco de etiqueta negros entallados. La corbata estaba algo torcida.
"Gracias. Tú… te ves muy elegante. Mmm… ¿podrías...?" - Demelza hizo una seña hacia su espalda. Solo entonces Ross notó que al cierre le faltaban un par de centímetros para cerrarse.
"Sí, por supuesto."
Temió que las manos le fallaran.
"Tiene un ganchito en la parte de arriba."
Demelza lo observaba a través del espejo. Sentía su aliento rozar la piel de su cuello. Los dos parecieron contener la respiración. Estaban tan cerca. Pero solo duró un par de segundos.
"Listo." – murmuró, arrastrando los dedos por la seda del vestido en su espalda, pero se alejó al instante. Ella se dio vuelta en el momento en que él comenzaba a agacharse para recoger sus cosas.
"Espera." – Ross se enderezó. No hizo falta que diera un paso porque el lugar era tan pequeño. El nudo de la corbata estaba mal hecho, terminó por desatarlo y hacerlo de nuevo lo más rápido que pudo. Con la mirada fija en lo que hacían sus dedos e intentando evitar levantar sus ojos hacia los suyos. Los podía imaginar, no hacía falta verlos. "Listo." – dijo ella también ajustando el nudo en su cuello. Y no levantó mucho la mirada, pero sí llegó a ver la línea curva de sus labios. – "Ya estoy. Vamos."
Esos maldito zapatos. A duras penas llegó adonde habían dejado el auto. Tiraron todo adentro sin ningún cuidado. Ross comenzó a trotar rumbo a la Iglesia, pero ella apenas si podía caminar. – "¡Ross, espera!" – lo llamó, Ross retrocedió los varios metros que había adelantado. – "Estos malditos zapatos."
"Quítatelos."
"No, será mejor que… ¡Judas! ¡¿Qué haces?!"
Antes de que pudiera siquiera estirar un dedo para quitarse un zapato, Ross la estaba cargando sobre su hombro. Con en envión quedó de cabeza por un segundo y lo vio al chico que los había recibido mirándolos con una sonrisa.
"¡Ross!" – Protestó, pero Ross ya estaba de vuelta camino rumbo a la iglesia. – "No me puse medias, por eso me molestan." – comentó, mientras se intentaba sujetar fuerte de sus hombros. Un momento después estaban subiendo las escaleras, y tras un movimiento veloz uno de sus zapatos salió volando sobre los escalones. – "¡Detente! Perdí un zapato."
Ross murmuró algo entre dientes, la bajó al piso y miró hacia atrás, adonde el zapato había aterrizado y corrió hacia él. Un momento después estaba de vuelta, agachado frente a ella para ponerle el zapato. Ella se lo quitó de las manos.
"Dame acá…" – y se lo puso ella misma, aunque necesitó sostenerse de su hombro para mantener el equilibrio.
"Siempre dije que eras una princesa."
El comentario y la situación le causaron gracia, y no pudo evitar reír. Él lo hizo también, y recién entonces se percataron que estaban en el atrio de la Iglesia, y que la puerta estaba abierta. Todos los que estaban sentados junto al pasillo los estaban mirando. A lo lejos, al final de una larga alfombra roja, Verity y Andrew los miraban también. Ross vio s su tío asomar la cabeza en la primera fila. Se acercó más a Demelza, tomó su mano y la apretó. "Solo sonríe." – murmuró sin mover los labios. Demelza le hizo caso.
Agarrada fuerte de Ross, caminó lentamente hacia el altar, susurrando "lo sientos" por el camino a quienes la miraban con mala cara. Ross miraba estoico al frente. ¡Judas! Era tan humillante. Sin percatarse había apretado el brazo de Ross con la otra mano. Ross no miraba a nadie, solo al frente, fijo a Verity que luego de un momento de observarlos con cara de asombro curvó sus labios en una sonrisa cómplice. Sintió a Demelza apretar su brazo con fuerza, como para decirle algo. Los zapatos de seguro le molestaban.
"Ya casi estamos." – susurró él como respuesta. El pasillo hacia el altar era ridículamente largo y no quería apresurarse por consideración a sus pies. Pero Demelza volvió a tirar de su brazo y él volvió la vista hacia ella, que le hizo señas hacia uno de los asientos. Justo mientras pasaban a su lado, lo llegó a ver a George sentado entre la gente. Sus miradas se cruzaron por un instante, pero volvió la vista hacia el frente de inmediato. Maldición, había llegado después de todo. Pero ellos continuaron caminando. En la primera fila un niño se arrodilló sobre el asiento y los miró con el característico ceño fruncido de los Poldark, hasta que se dio cuenta de que era Ross y levantó el brazo por sobre su cabeza para saludarlo. Su padre lo hizo sentar.
No les debió tomar más de un minuto, pero a Demelza le parecieron años. Tuvo que desenredarse de Ross cuando llegaron al altar. Verity y Andrew sonreían. Ross se acercó a su prima y besó su mejilla. "Siento haber llegado tarde." – lo escuchó decir. Ella los saludó moviendo su mano torpemente y se apresuró a ubicarse con las otras damas de honor. Ross se fue a parar junto a los amigos del novio.
"¿Podemos continuar?" – preguntó el sacerdote irritado.
Demelza se moría de vergüenza y estuvo toda la ceremonia mirando al piso. Tenía el pulso agitado, como si hubiera corrido una maratón y sentía arder sus mejillas. Y sentía también su mirada clavada en ella desde el otro lado del altar. Todo eso había sido… como un sueño. O una pesadilla. No estaba segura aún. El viaje en auto, lo que se habían dicho, el momento en el baño, y entrar así a la iglesia, ¡a una boda! La cabeza le daba vueltas. Con todo el disimulo, respiraba por la nariz y soltaba el aire por la boca intentando normalizar sus palpitaciones. Sólo levantó la vista cuando el párroco preguntó: "¿Hay alguien que se oponga a esta unión? Si es así, que hable ahora o que calle para siempre."
Como presentía, Ross tenía los ojos clavados en ella. Se hizo un silencio, Demelza miró de reojo en dirección a George, pero este no dijo nada. Al menos parecía que ese escándalo se había evitado. Volvió los ojos al frente y Ross capturó su mirada. Y no la dejó ir por el resto de la ceremonia.
Cuando se dio cuenta todos aplaudían, y ella aplaudió también. Verity y Andrew se casaron, se besaron frente a Dios y a sus familias y amigos, y ahora salían del brazo por el largo pasillo. Los padrinos y las damas de honor se enfilaron detrás de ellos. Entre ellos Demelza vio a Jinny y a Jim, que la saludaron al pasar junto a ella, pero entonces no era el momento de reencuentros, todos debían salir. Y entonces Ross estuvo a su lado de nuevo, ofreciéndole la mano para que ella la tomara otra vez. Y otra vez lo hizo.
"¡Verity!"
"¡Demelza! ¡Ross!" – Ambas exclamaron.
"Siento tanto haber llegado tarde. Y… haber entrado así, te ruego que me perdones."
"No hay nada que perdonar, lo que importa es que están aquí." – Dijo una Verity sonriente, mirando de reojo a su primo que saludaba a su flamante esposo.
"¡Felicitaciones! Y muchas felicidades, Ver, te la mereces." – Demelza la abrazó, y mirando sobre su hombro que Andrew estaba distraído con Ross, le susurró al oído: "¿Has hablado con George?"
Su amiga le contestó en voz baja también. "No. Pero vi que está en la iglesia. Le conté a Andrew esta mañana. Casi… luego te cuento." - El atrio en la puerta de la Iglesia no era el lugar apropiado para hablar de eso. Más cuando todos los invitados salían a saludar a los recién casados. En el tumulto, Ross y Demelza se separaron.
Con la esperanza de sentarse un momento a descansar sus pies, Demelza se dirigió contra la corriente de gente que salía de la iglesia de vuelta adentro por una puerta lateral. Lo vio a Francis de la mano de una mujer morena, con Geoffrey Charles dando pequeños saltos frente a ellos y a Charles caminando detrás. Cuando terminaron de salir todos, solo dos personas quedaban en la nave de la Catedral. Ella y George, quien no se había movido de su asiento.
Demelza se acercó hacia donde él estaba y se sentó en el banco de atrás. El hombre tenía los hombros caídos, las manos juntas y la mirada en el piso.
"George." – dijo, por si no se había dado cuenta de que estaba ahí.
"¿Cómo está Caroline?" – lo escuchó preguntar, pero no se dio vuelta.
"Bien. Ya tuvo a Sarah. Las dos están bien y Dwight llegó a tiempo." – George apenas asintió. – "Y… ¿Cómo estás tú?" – Preguntó ella, porque la verdad que no se veía muy bien.
"Estaré bien. Solo que…" – se le fue la voz. Increíblemente, se veía abatido. Como si tuviera… sentimientos. Jamás hubiera creído verlo así. Le dio pena.
"De verdad la quieres, ¿no es así?"
George se frotó los ojos, pero Demelza no vio caer ninguna lágrima.
"Todo el mundo dice que no soy capaz." – le respondió cortante.
"A ti nunca te importa lo que dicen de ti, de otra forma no serías como eres… yo si creo que la quieres. Entiendo, conociendo a Verity, entiendo que ella haya visto más de lo que todos los demás vemos, de lo que tú dejas ver. Es un talento que ella tiene. Y a veces, la parte más difícil de querer a alguien, es dejarla ir. Si la felicidad de esa persona está en otro lado…" – Demelza dijo, algo aturdida de que estuviera hablando de esa manera con George. Y a su vez, al pronunciar esas palabras, también hicieron eco en ella. Como si se estuviera hablando a si misma, como si George fuera un espejo de su propia situación. Él no dijo nada, solo siguió mirando al piso. – "¿Qué… que vas a hacer ahora?"
"Volver a Londres, supongo. ¿Qué vas a hacer tú? Respecto a Ross…" – George levantó la cabeza y se volvió un poco para verla. ¿Qué hacía hablando con George, intentando consolarlo? ¿Y desde cuándo le interesaba a él su vida? – "Él, ehrm, él todavía te quiere."
¡Judas!
George se giró más, apoyó el brazo sobre el respaldo del banco de la iglesia.
"Creo que eso no es de tu incumbencia."
"Tampoco es de tu incumbencia mi relación con Verity."
"Dado que usaste mi auto para venir a impedir la boda, yo diría que sí."
George resoplo.
"Puede ser. Y de alguna manera yo estuve involucrado en tu relación con Ross también. Me doy cuenta ahora, desde anoche que Caroline me dijo… lo que en verdad sucedió esa noche, como mi intromisión fue la razón por la que ustedes se separaron."
"Ese era tu objetivo."
"Pero estaba equivocado, ¿no es así?"
Demelza suspiró. "Hiciste lo que hiciste, y sé que nunca te caí bien, aunque no sé la razón. Pero no fue el único motivo por el que Ross y yo rompimos. Creo que hubiera ocurrido tarde o temprano. Con o sin tu intervención."
"Yo… no tenía nada en contra tuyo personalmente…" – Demelza dio vuelta los ojos con cara de ¿de verdad? – "era… lo que ustedes tenían. Y que yo nunca podré tener."
"¿Demelza?" – alguien llamó desde la entrada. Demelza se dio vuelta y George miró sobre su hombro. Ross, que la había perdido entre la muchedumbre y luego se vio distraído por su familia, Charles, Francis y Geoffrey Charles que se prendió a su cintura a grito de ¡Tío Ross!, lo habían demorado. Ahora Ross lo veía a George hablando con Demelza solos en la nave vacía con incredulidad. – "Debemos irnos." – dijo.
Demelza se puso de pie lentamente. No iba a poder ir a ningún lado con esos zapatos. Se los sacó para llevarlos en la mano.
"¿Me prometes que no le traerás problemas a Verity?" – le preguntó dulcemente antes de irse. Y entonces George hizo algo que nunca había hecho antes. Le sonrió. Y movió la cabeza asintiendo.
"Lo prometo. Suerte con… ya sabes."
Algo mareada por el aroma a flores y velas, la iglesia de piedra y George siendo amable con ella, Demelza se dirigió hacia la puerta donde Ross la esperaba. Su mirada alternándose entre ella y George, preocupado.
"Francis me dijo que habló con él apenas lo vio. ¿Qué te dijo? ¿Crees que debo hablar con él también?"
"No, déjalo." – respondió ella, dando unos pasos hacia afuera. Aún quedaba algo de gente en el atrio, pero los novios ya se habían ido. Algunos la miraron de reojo, Judas, vaya espectáculo había dado. Y ahora iba descalza. Deberían pensar que era la amiga trastornada de la novia. – "Va a volver a Londres. No se presentará en la fiesta, tiene… el corazón roto." – murmuró mientras bajaba los escalones en dirección a su auto. Entre la gente que caminaba rumbo a la carpa que habían armado detrás de la iglesia, vio a un niño mirando hacia atrás, en su dirección. Gritó "¡Tío Ross!", pero Ross o no lo escuchó o lo ignoró y continuó caminando junto a ella.
"¿George tiene corazón?"
"Lo tiene, por increíble que te parezca. Ya no va a causar problemas…"
"Oh. Ya veo. Mmm… ¿Demelza? La fiesta es para el otro lado. No es necesario llevar el auto, no es lejos y…"
Demelza se detuvo entonces. Frente a frente, descalza en el jardín frente a la iglesia. "Me iré a poner las zapatillas. No puedo estar descalza el resto del día. Ross… no es necesario que me acompañes. Adelántate, ve a la fiesta con tu familia. No tardaré."
Ross se la quedó mirando por un eterno instante. Ya no estaban solos, ya no estaba obligada a estar con él, y entendió perfectamente lo que le estaba pidiendo. Que la dejara sola.
Se odiaba por lastimarlo. Porque su mirada lo decía todo. Pero necesitaba estar sola, aunque sea por un momento. Todo lo que había ocurrido en la iglesia, cuando entraron tomados de la mano, sus miradas fijas en el otro mientras sus amigos se decían sus votos matrimoniales, la salida, su conversación con George, la habían dejado abrumada. Sus sentimientos, los que rechazó desde que se habían separado, aún estaban ahí, no había duda. Pero que hacer con ellos, ese era todo un problema distinto. Y él había sido muy claro al decirle lo que quería, ¿pero que quería ella? Dos días atrás ni siquiera se hubiera planteado esa pregunta.
Lo obnubilas todo… eso había dicho él. Pues él obnubilaba todo también para ella. Y Demelza necesitaba pensar.
"Te veo allí en un momento, ¿sí?" – agregó intentando sonreír. Él intento lo mismo. Los dos fracasaron.
Demelza se puso un par de medias cortas y limpias y sus zapatillas de tela. La falda era algo amplia y bastante larga, pero aún así, se veía ridícula. Sentada en el asiento de conducir de su auto se miró al espejo. No se había dado cuenta que una lágrima había rodado por su mejilla, dejando un surco en su maquillaje. ¿Cuándo había caído? Mientras retocaba la base de maquillaje se cruzó por su mente la idea de irse. Podría poner en marcha el auto y volver al hospital con Caroline, o seguir de largo y regresar a la seguridad de su hogar en Cornwall. Podría huir, no verlo más. Él entendería el mensaje, y ella sería una cobarde.
No. No podía hacer eso. Lo que fuera a decidir, tenía que decírselo a la cara. "Se va a perder la fiesta." – el chico que cuidaba los autos le dijo cuando la vio sentada dentro del Mini. ¿Qué fue lo que le dijo a George? ¿La parte más difícil de querer a alguien es dejarla ir? No podía irse, tenían que terminar esa conversación que había quedado pendiente.
Ross no vio a Demelza por un buen rato. Al regresar caminando por entre los pintorescos jardines, se había cruzado con Verity y Andrew que se estaban tomando fotografías y se quedó a ayudarla a acomodar el vestido y sostener las flores. En definitiva las tareas de una dama de honor, que es lo que se suponía que ella era. Su amiga se rio de las zapatillas y entre foto y foto le preguntó sobre Caroline y como había sido el nacimiento de la pequeña Sarah, ¿por donde empezar?. También quería preguntarle del viaje y cómo es que había acabado con su primo y George en el auto, pero no podía hacerlo junto a Andrew. Ya bastante había tenido de George por un día y era poco lo que podían hablar sin que él escuchara. "¿Viniste junto con Ross? ¿Acaso ustedes…?" – preguntó el novio.
"No, no." – "No, mi amor. Se cruzaron en la carretera." – se apuraron las dos a contestar. Aunque ¿Qué iba a pensar el pobre hombre, después de como habían entrado a la iglesia?
"Ah, yo creía…"
"El auto de Ross no arrancó luego de que me chocara, y la puerta trasera de mi auto no abre. Fue un viaje accidentado, y luego lo de Caroline… discúlpenme los dos, tendríamos que haberlo pensado mejor."
"Lo importante es que ya están aquí."
"Sí, Demelza. No tienes que disculparte por nada. En todo caso te agradezco que lo hayas traído a Ross también, y al cantante." – y para que solo ella escuchara agregó: "Aunque te podrías haber deshecho de George por el camino."
Judas. Suponía que no estaba hablando de haberlo ahogado en el río.
Mientras tanto, Ross se encontraba en la gran carpa blanca junto a los demás invitados, esperando por los novios. Geoffrey Charles se había pegado a él apenas lo vio entrar, preguntando '¿Porqué ya no iba a verlos a él y a su mamá?' – tragó saliva. Francis venía detrás del niño.
"Ya, Geoffrey, deja al tío Ross tranquilo." – lo retó. A decir verdad le sorprendía que se acordara tanto de él. Le caía bien el niño, y en esas semanas cuanto explotó lo de la separación de su primo, él había pasado mucho tiempo con él. Y con su madre. Se le tensaron los músculos de solo recordarlo. Que estúpido había sido, no podía negarlo. Lo que Demelza le había reclamado entonces, era cierto. Demelza… se sentía extraño estar separado de ella después de todo lo que habían hablado y haber estado juntos un día entero. Debería estar acostumbrado, había estado sin ella durante meses, pero ahora era como si todo volviera con una fuerza arrasadora. No la culparía si quería estar sola, ella debía sentirse tan confundida como él. Solo que Ross no estaba confundido. Si para algo había servido todo esto, fue para darse cuenta que lo que todo el mundo le decía que hiciera, que dejara atrás el pasado, no podía hacerlo. O no quería. Aún la amaba y quería estar con ella. Si ella se lo permitía o no, pues ese ya era otro tema.
Francis llegó junto a él, el niño salió disparado por entre las mesas. – "Últimamente se está portando como un demonio. Ross…" – su primo estiró la mano, y él la estrechó. – "Finalmente llegaron. Fue toda una entrada… ella es Charlie. Cariño, el es mi primo Ross."
"Oh, el famoso primo Ross. Francis me habló mucho de ti." – dijo la mujer. Era una joven morena muy bonita, y ofreció su delicada mano también. Francis la tomaba de la cintura.
"No creas todo lo que te dice, la mayoría no es cierto." – respondió él con amabilidad.
"Hablé con George antes de que empezara la ceremonia. Tenías razón. Todavía no puedo creerlo."
"Ni yo. Demelza habló con él en la Iglesia. Le dijo que volverá a Londres."
"Y a propósito ¿adonde está Demelza?"
"Está por venir, fue a buscar algo al auto."
"No sabía que tú y ella habían vuelto."
"No lo hicimos. Solo… compartimos el viaje…"
"Ya veo." – y Ross notó como Francis se dio cuenta de todo sin que él tuviera necesidad de decir más. – "Te va a caer muy bien. Es una de las mejores amigas de Verity, es una chica muy especial." – Francis le comentó a su novia.
"Papá, quiero ir al baño." – Geoffrey Charles dijo apareciendo entre ellos, los tres miraron hacia abajo. Había crecido muchísimo desde la última vez que lo había visto. ¿Cuántos años tendría ya? Ross hizo la cuenta en su cabeza… ¿Cinco? ¿Seis? Se parecía mucho a su padre cuando era pequeño, sólo que sus cabellos rubios eran lacios, cuando Francis tenía rulos igual que él.
"Y ve. Ya puedes ir solo."
"No sé donde están." – dijo el pequeño.
"Vamos Geoffrey, yo te acompaño." – se ofreció Charlie.
"No. Mamá no quiere que hable contigo."
"Geoffrey Charles." – dijo Francis con voz grave. El niño pareció acobardarse.
"Te diré una cosa, si no le dices nada a tu mamá, ella no tiene porque enterarse. Alguien me dijo que hay una fuente llena de peces de colores, ¿quieres ir a verla después de ir al baño?" – la mujer se había inclinado para hablar con Geoffrey Charles cara a cara bajo la atenta mirada de los otros dos Poldark. Y después de pensarlo por un instante, el niño asintió, y tomando la mano de la mujer se alejaron rumbo a los servicios.
"Es buena." – Ross comentó cuando se alejaron.
"Sí. Lástima que Elizabeth nos está haciendo la vida imposible con Geoffrey Charles. Le llena la cabeza contra ella… oh, lo siento." – Francis se interrumpió, sabía que el tema de Elizabeth y su primo no eran una buena idea, pero por un momento lo había olvidado.
"Está bien… ¿Cómo está ella?"
Francis levantó los hombros. "Bien, supongo. Está saliendo con un tipo con el doble de su edad. Y con muuucho dinero. Al principio Geoffrey le decía abuelo." – Francis sonrió. – "Pero puso el grito en el cielo al enterarse de Charlie y no lo dejó que la conociera. Hoy no le quedó más remedio. Verity habló con ella y le dijo que Geoffrey Charles tenía que estar en su boda, sí o sí."
Ross no comentó nada, ¿Qué iba a decir? Estaba intentando buscar sus propios sentimientos al escuchar de Elizabeth sin encontrar nada, cuando su primo se volvió hacia él.
"Nunca tuve la oportunidad de agradecerte por haber estado con él cuando yo… cuando fue lo del divorcio. No siempre he sido un buen padre para él, pero estoy intentando hacer las cosas mejor ahora."
Ross asintió, sorprendido de que Francis supiera acerca de eso.
"Me ha costado caro…" – comenzó a decir, pero lo interrumpió una voz diciendo: "Ross. Ross Poldark.", por micrófono y que todo el mundo podía oír. Ross y Francis miraron alrededor, hasta que Ross notó la banda en un rincón del salón y a Hugh junto al micrófono haciéndoles señas. – "Demonios."
"¿Lo conoces?"
"Si, lamentablemente. Disculpa."
"¡Lo lograron!" – exclamó sonriente Hugh cuando Ross se acercó al pequeño escenario. El chico alto y delgado estaba vestido con un elegante traje gris, debajo tenía una remera. El pelo mojado y hacia atrás, se veía muy moderno. – "¿Cómo está Caroline y su pequeña? ¿Llegó el marido a tiempo?"
Ross le contó la odisea que había sido esa madrugada. La ida al hospital, cuanto había demorado, su ida al aeropuerto a buscar a Dwight. Hasta le contó que Demelza lo había enviado a comprar cosas para el bebé y él no tenía ni idea, los dos riéndose. – "Me pidieron ser el padrino de la niña."
"¡Eso es genial! Ross, felicitaciones."
"Gracias." – respondió él algo avergonzado y orgulloso a la vez.
La gente estaba comenzando a amontonarse y a moverse inquieta, dirigiendo sus miradas hacia la entrada de la carpa, un gran espacio abierto en la tela blanca que estaba descubierto hace un momento y ahora estaba cerrado y tapaba la vista. Ya no se veían los jardines, ni el espejo de agua del río que corría detrás de la Catedral a tan solo unos metros de donde ellos estaban. Si bien era de día, los juegos de luces se hicieron notar y un murmullo de ansiedad corrió a través de la gente. Hugh le dijo que se tenía que preparar, que en cualquier momento Verity y Andrew entrarían al salón así que Ross también buscó una mejor ubicación para no perderse ese momento. Su tío Charles estaba cerca de la entrada junto a Geoffrey Charles y a los padres de Andrew. Francis y Charlie un poco más atrás. No la escuchó cuando se acercó y se ubicó a su lado, solo cuando dijo: "Ya vienen." Cuando miró hacia el costado una melodía empezó a sonar, suave y dulce. No la reconoció al principio. Miró un momento a Demelza, que tenía la vista fija en la misma dirección que todos los demás. Él se perdió el momento en que la gran tela se abrió y los novios aparecieron. Volvió su mirada hacia ellos cuando todos suspiraron. Vio a su prima y a su flamante esposo dar unos pasos hacia dentro del salón, hacia el centro del gran espacio rodeado por todos los invitados. Se habían encendido luces de colores y Hugh comenzó a cantar 'Something'. Era la canción favorita de Verity.
No podía negar que era muy romántico. Y que Hugh cantaba muy bien. Su voz como miel los cubría a todos, y mientras Verity y Andrew bailaban en medio de la pista, Ross vio como más de una persona se secaba disimuladamente las lágrimas. Él volvió su mirada a Demelza de nuevo. Tenía una lágrima que brillaba con el reflejo de las luces en el borde de sus pestañas, mirando a sus amigos. Ross tomó su mano, y ella la apretó mirándolo de reojo.
Cuando terminó la canción todos se acercaron a saludar a los novios. La pequeña Verity quedó perdida entre una marea de gente, por suerte su vestido blanco hacía más fácil poder ubicarla. Cuando llegaron a ella tenía la nariz colorada y los ojos vidriosos. Lo primero que vio fue sus manos entrelazadas, él no la había soltado.
"Dije que te quería presentar a uno de los padrinos de Andrew." - dijo después de las felicitaciones. - "Pues es él, mi primo Ross. Ross ella es mi amiga Demelza."
"¡Judas, Verity!" - Demelza se soltó de su mano.
"Los dos son tan buenas personas y son tan queridos para mí. ¿No podrían intentarlo? Sería un regalo de bodas perfecto." - les dijo antes de que una tía de Andrew reclamara su atención. Ross la vio a Demelza cruzar los brazos sobre su pecho. La llamó, pero en el apuro de la gente por llegar a los novios se separaron otra vez. Veía su cabeza colorada sobre la muchedumbre, iba a ser capaz de abrirse paso a codazos si la gente no se apartaba de su camino. Cuando llegó a ella de nuevo, Demelza se había encontrado con sus ex compañeras de trabajo y las saludaba y abrazaba una por una. Él también saludó a un par que conocía, especialmente a Mary con quien Demelza se había hecho muy buena amiga. Fue Hugh quien le dio la oportunidad de estar a solas con ella de nuevo.
Los acordes de una nueva canción comenzaron a sonar. Él la reconoció al instante.
"Los novios bailarán de nuevo, pero esta vez padrinos, damas de honor, háganles compañía en la pista de baile."
Hugh comenzó a cantar Angels, de Robbie Williams.
Ross no perdió un segundo. Antes de que la gente vaciara la pista, él ya la tenía en sus brazos. Una mano en la de ella, la otra en su cintura. Era un muy buen cover. Verity y Andrew comenzaron a bailar otra vez, las otras tres parejas también, las mujeres con vestidos del mismo color que el de Demelza. Francis y su novia, los suegros de Verity. Las luces bajaron de nuevo y él aprovechó para acercarse un poco más. Miró hacia abajo, hacia donde ella miraba. "Bonitos zapatos." - le dijo.
Demelza levantó la mirada y sus ojos se encontraron.
"No estés triste." - murmuró. Porque en sus ojos veía tristeza. - "No es un día triste."
Lo era para ella. Si tenía decirle adiós, era el día más triste de su vida. Pero mientras tanto apoyó su mejilla en la base de su cuello. Ross soltó su mano y la sujetó contra él. Desearía quedarse allí para siempre...
"... I'm loving angels instead.
And through it all she offers me protection
A lot of love and affection
Whether I'm right or wrong..."
Ross abrió los ojos cuando Hugh cantaba la última estrofa y todos comenzaron a aplaudir de nuevo. Demelza se separó de él lentamente, todavía con esa mirada afligida.
"Tengo que hablar contigo. Sobre... sobre lo que me dijiste en el auto." - balbuceó. Y a Ross se le puso la piel de gallina. Era como si supiera lo que le iba a decir.
Su mirada se endureció por un momento, ella lo notó. Sus manos aún la sujetaban ligeramente de los codos y sus dedos la apretaron por un instante, pero luego la soltó.
"Sí, tenemos que seguir hablando. Pero no ahora. Estamos en una fiesta, y le prometiste a Caroline que te divertirías..." - le dijo, intentado contener la punzada de dolor que sentía dentro. Tratando de aplazar el momento, de buscar tiempo para pensar que otra cosa podía decirle, para hacerle entender que él todavía la quería. Forzó una sonrisa y la acompañó a su mesa. Ella estaba sentada con las otras damas de honor y algunas de sus ex-compañeras, él con su familia. No podía evitar mirar en su dirección, y un par de veces la pescó mirándolo también.
Demelza se distrajo con la conversación de la mesa, y tuvo que contar la historia de Caroline varias veces, pues algunas de las chicas se acordaban de ella. Mientras comían, una de las paredes de la carpa se abrió hacia el río y los jardines, adonde había más mesas y sillones para los que quisieran salir a tomar aire o no quisieran bailar. La banda de Hugh tocaba de fondo. Demelza se acercó a saludarlo cuando tuvo un momento libre y se abrazaron como si fueran viejos amigos, riéndose al recordar todo lo que había ocurrido durante el camino. Tal vez ese viaje los había unido de una forma especial, tal vez había ganado un nuevo amigo.
"¿Cómo vas a volver?"
"En la van con los chicos. ¿Y tú? ¿Volverás con Ross?"
Al principio Demelza malinterpretó la pregunta, pero enseguida se dio cuenta de su error. "No. Iré directo a Cornwall. Y primero tengo que pasar a ver a Caroline y a Dwight. Y a Sarah."
"Envíale saludos de mi parte."
"Lo haré. Oye, ¿nunca vas a Cornwall? Si vas, avísame."
"Y tú si vas a Londres. Nos mantendremos en contacto."
También se encontró con Francis, quien la saludó como si fuera parte de la familia. Como una prima lejana, de esas que solo aparecen en grandes eventos familiares, pero con cariño al fin. Siempre le había caído bien Francis, solo que no lo había visto lo suficiente como para entrar en confianza. Le presentó a su nueva novia, una gran mejoría respecto a su ex esposa si le preguntaban a ella, y Geoffrey Charles que apareció un segundo entre ellos y salió corriendo. Si que había crecido.
El día era caluroso, pero la pista de baile era el lugar más fresco pues habían instalado unos grandes equipos de aire acondicionado que daban justo sobre el centro de la pista. No se les había escapado un detalle. Ella lo sabía, había hablado con Verity innumerables veces acerca de la organización de la fiesta, su amiga estaba obsesionada. Pero todo estaba saliendo de maravillas. Ross tenía razón, se suponía que era el día más importante en la vida de su amiga, y ella debía disfrutar de su felicidad también. Después de todo, había estado a punto de echarse a perder. Así que bailó con sus amigas alrededor de Verity y sin darse cuenta se encontró riendo. Y por supuesto que no pasó mucho tiempo hasta que se encontró bailando con Ross también. La hizo dar vueltas entre la gente, y la música alta y la alegría de todos era contagiosa. Por un buen rato no pensó en lo había sucedido ni en lo que tenía que hacer. Solo se divirtió. Se divirtieron. Aunque no se dijeron mucho más.
La tarde cayó más rápido de lo que esperaban. Ross disfrutó de la fiesta también, mucho más de lo que hubiese esperado. Rogaba que Demelza se olvidara de lo que iba a decirle, o que hubiera cambiado de opinión. Su risa era contagiosa. La miró bailar con sus amigas desde lejos como si fuera un pervertido, y luego se acercó. No lo rechazó como habría esperado, luego no se separó de ella. Hacía tanto, tanto tiempo que no bailaba que pareció olvidar como hacerlo. Su cuerpo hacía movimientos raros que le causaban gracia. Cuando llegó el momento de cortar la torta ella se tuvo que ir a retocar un momento al baño pues tenía el cabello pegado en la frente y el labial había desaparecido, Charlie la acompañó. Y Francis aprovechó para acercarse y decirle que se preparara, que luego de que cortaran la torta y sacaran las fotos le harían un broma al novio.
"¿Qué van a hacer?"
"¿Qué vamos a hacer? Lo tiraremos al río. Así que estate atento a la señal del primer padrino. Si va para tu lado, no dejes que se escape."
Fue un pandemonio. Andrew era un tipo grandote, y como descubrieron a su pesar, con mucha fuerza. Lo llevaron agarrándolo entre cuatro. Él tuvo que ayudar también pues el camino hasta la orilla del río y a un lugar donde pudieran arrojarlo sin miedo a lastimarlo, era lejos y el novio casi se les escapa un par de veces. Verity preocupada, y el resto de los invitados los seguían con los celulares en alto. Era un idea estúpida, pero demás está decir que algunos de los amigos de Andrew estaban algo tomados.
Demelza iba caminando de prisa detrás de los hombres, del brazo con Verity y con un ojo puesto en Geoffrey Charles que quería adelantarse para ir con su padre. Charlie hacía fuerza para que no se soltara de su mano.
"¡Es una tradición escocesa!" – gritó uno de los amigos del novio que iba sosteniendo sus pies, Andrew se retorcía para escaparse. Fue entonces que vio que Ross tuvo que ayudar a cargarlo también.
"¿Cuál es la tradición?"
"Tirarlo al agua." – le dijo Verity.
Bueno, no piensen que era mala, pero eso se ganaba por haberlos hecho ir a todos hasta Aberdeen.
"¡Quiero ir con papá!" – chilló Geoffrey Charles, y cuando el niño se soltó, pareció verlo todo en cámara lenta.
Al fin habían llegado a la orilla, un lugar algo apantanado con pastos saliendo del agua también. Andrew aún continuaba dando batalla, los que lo cargaban habían metido los pies al agua pero calcularon mal la profundidad y el agua pronto les llegó a las rodillas. Lo tiraron a la cuenta de tres, pero Andrew llegó a sujetarse de un par mientras volaba al río, y esos empujaron a otros dos, y al final de cuentas varios de los hombres acabaron de cabeza en el río también. Entre ellos Francis y Ross.
Demelza corrió tras de Geoffrey Charles y lo levantó en el aire justo antes de que el niño se lanzara al agua también. Los hombres que estaban secos se reían a carcajadas. Los demás seguían filmando y sacando fotos. Lo vio a Ross levantarse del agua y luego ayudar a su primo, los dos completamente empapados.
"¿Qué hacen? ¿Porqué se metieron al agua, tienen calor?" – le preguntó el niño que tenía en sus brazos.
"Están haciendo tonterías. Sus mamás los van a castigar por haber arruinado sus trajes. Tu no vas a mojar tu bonito traje, ¿no es así?" - Geoffrey miró a su padre y vaciló por un momento. Era un día de calor, y un chapuzón de seguro se le apetecía. – "A mamá no le gustaría."
"No." – se decidió al fin. Así que lo puso de vuelta en el suelo, entre el pastizal. Charlie llegó junto a ellos con algo de trabajo. Al tener zapatillas, ella corría con ventaja.
"Gracias. Su madre me hubiera asesinado si se metía al agua." – murmuró.
Mientras los hombres se sacaban fotos metidos en el río, y salpicaban al novio, ella volvió junto a Verity. – "¿Y cual es la tradición de la novia?" – Verity rio entre dientes.
Una mujer, una de las encargadas del lugar, apareció junto a ellas con algunas toallas. Al parecer estaban preparados para esa situación, no era la primera vez que ocurría. Demelza se apresuró a tomar una toalla, Charlie otra.
De a poco, los invitados fueron regresando hacia el salón, y los hombres salieron del agua. Ross caminó directo hacia ella.
"¡Judas! Estás empapado y lleno de barro."
"Necesitaba un baño." – Bromeó él, y comenzaron a regresar también, caminando despacio. Demelza le dio la toalla. Tenía suerte, no había para todos. Pero la toalla no serviría para nada con la ropa puesta. Algunos de los otros que habían caído al agua se estaban quitando la camisa ya, así que él hizo lo mismo.
Estaban casi en el borde de los jardines cuando lo vio.
"Tu tatuaje." – se le escapó sin pensarlo. No estaba.
En su pecho, sobre su corazón, donde estaba grabado el nombre 'Elizabeth' ahora no había nada, o solo una pequeña marca, una decoloración en su piel que parecía una cicatriz pero que quedaba oculta por sus vellos.
Ross se detuvo también, sosteniendo la toalla alrededor de sus hombros.
"¿Te lo quitaste?" – Era obvio que sí. – "¿Cómo?"
"Con láser… llevó su tiempo." – respondió. Demelza tenía la mirada fija en su pecho, él ni siquiera había pensado en decirle. Así como tampoco había tenido en cuenta qué podría haber pensado su novia al tener que ver el nombre de otra mujer en su pecho cada vez que estaban desnudos. Había cometido tantos errores, cosas que en su momento le habían parecido insignificantes pero que definitivamente no lo eran. Demelza levantó los ojos a los suyos. – "Ella ya no está allí."
"Deberías… deberías cambiarte. Tenemos que regresar a la carpa, Verity se irá en cualquier momento."
No es que pensara pasar el resto de la fiesta semi desnudo. Él tuvo suerte porque pudo correr hasta el auto y ponerse ropa seca, los otros tuvieron que quedarse mojados sentados al sol del atardecer esperando secarse como ropa recién lavada. Andrew y Verity desaparecieron por un rato. Ya estaba atardeciendo, y según su itinerario debían irse pronto, tenían que tomar un vuelo a París para pasar su noche de bodas en la ciudad de la luz. Todo era extravagante, pero Demelza no negaría que también era romántico. Durante el transcurso de la tarde había tomado nota de pequeños detalles para implementar en la boda de su padre, claro que esta sería mucho más sencilla y con mucha menos gente. Pero aún así, quería que fuera especial.
¿Lo del tatuaje? Lo del tatuaje la había sorprendido. Ross jamás había hablado de la posibilidad de borrarlo, y ella lo había aceptado como una parte de él. Era algo insignificante la verdad, lo que importaba era lo que escondía. Que amaba a otra mujer, que ella aún estaba en su corazón. No se había dado cuenta que era así, no hasta el último tiempo. Porque ¿cómo podría haberlo hecho? Cuando los dos se amaban se esa forma, ¿Cómo imaginarse que ella no era la única en su corazón?
Para cuando los novios regresaron, cambiados y secos, Ross ya estaba de vuelta. Solo quedaba una cosa por hacer, tirar el ramo. Todas las chicas solteras se amontonaron en medio de la pista, pisándose y empujándose emocionadas. Ella se quedó a un lado. Se suponía que quien agarrara el ramo sería la próxima en casarse, pues estaba segura que no sería ella.
"¿No vas?" – Ross le preguntó.
Ella movió la cabeza de uno lado al otro. – "No. Es una tontería."
Verity le hizo señas para que se acercara también, a ella le sonrió pero no se movió de donde estaba. Al final fue Charlie quien saltó sobre las demás cuando el ramo rebotó sobre varias manos y cayó al piso cerca de donde ella estaba y lo tomó. Se levantó arreglándose el vestido y con el ramo en alto. Todos aplaudieron, Ross palmeo el hombro de Francis que junto a ellos y se tomaba la cabeza. – "¡Bien, Charlie ganó!" – exclamó Geoffrey Charles.
Después de muchos saludos y algunas lágrimas derramadas por el tío Charles, la boda llegó a su fin. Verity y Andrew se subieron a un auto antiguo y saludaron por las ventanillas a todos sus amigos y familiares que se arremolinaron en los jardines para verlos partir. Había sido una hermosa boda, más bien espectacular y Demelza se alegraba de haber llegado a tiempo. De haber podido compartir con su amiga un día tan especial.
Ahora quedaba lo demás, todo lo demás.
Algunas personas comenzaron a irse, otros se quedaban a cenar. Podían quedarse hasta la media noche y la banda de Hugh seguía tocando. Durante la fiesta alternaban entre música en vivo y DJ, ahora la pista estaba vacía salvo por Geoffrey Charles que daba vueltas de la mano con Charlie, al parecer con el correr de las horas el niño se había encariñado con ella.
"¡Demelza!" – lo escuchó gritar mientras pasaba por entre las mesas rumbo al jardín. El pequeño corrió hacia ella y la tironeo de la mano para que fuera a bailar también. Judas.
"¿Las cosas están mejor con…?" – Demelza le preguntó a la novia de Francis mirando en dirección al niño.
"Mucho. Ojalá pudiera pasar más tiempo con él. ¿Y tú? Francis me contó que eras la novia de su primo…" – dijo mientras se movían y el niño daba saltos.
"Es una larga historia."
"¿Esta terminada? No quiero ser metiche, disculpa. Solo que hacen tan linda pareja. Él… lo vi salir por ahí." – dijo señalando la abertura en la carpa que daba a los jardines y al río.
"¿Puedo unirme a la fiesta también?"
"¡Papá!"
Demelza dejó a Francis bailando con su novia y su hijo. Los miró por sobre su hombro un momento mientras se alejaba. Charlie parecía ser una buena influencia para ambos.
Demelza caminó entre los jardines detrás de la Iglesia. Le costó un rato encontrar a Ross, estaba sentado en un banco alejado de la carpa y de la gente, rodeado por arbustos y flores salvajes que crecían en todas direcciones.
"Hola." – le dijo cuando la vio aparecer entre las flores.
"Hola."
El ruido de la gente y la fiesta solo era un murmullo lejano desde allí. Demelza se sentó a su lado. Se veían las luces de las casas al otro lado del río. Aún no era completamente de noche, pero algunas estrellas ya brillaban en el cielo.
"Veo porque Verity eligió este lugar, es muy bonito." – dijo él.
"Me alegra que todo haya salido como ella quería."
"A mi me alegra haber pasado estos dos días contigo."- escuchó que dijo.
Demelza lo miró, él tenía la mirada al frente todavía, como si no hubiera hablado.
Le siguió un silencio. Lo sentía tenso, nervioso. Ella estaba nerviosa también. Despacio, como para no perturbar la tranquilidad de la noche, se movió en el banco hasta acercar su cuerpo al de él, y apoyó su mejilla en su hombro. Esta vez, él no se quedó quieto. Sacó su brazo y lo estiró sobre sus hombros, acercándola más a él. La cabeza de Demelza terminó en el hueco de su cuello y él apoyó su mejilla en su coronilla, no sin antes darle un beso en la frente. Ella cerró los ojos, ambos lo hicieron. Así se quedaron durante largos minutos, hasta que el cielo azulado se convirtió en noche, y más estrellas aparecieron en el firmamento.
"¿Este es el adiós?" – Ross preguntó, incapaz de contenerse ya más y con un nudo en la garganta. Demelza levantó la cabeza, despegando su cuerpo del suyo. Se llevó las manos a la cara para limpiar las lágrimas que habían caído. No debía llorar ahora. Debía ser fuerte. – "No quiero que lo sea."
"No puedo… no puedo darte lo que tu quieres." – susurró ella.
"Yo te quiero a ti."
"Ross…" – Demelza terminó de levantarse, enderezándose en el banco. – "… me querías a mi antes. O pensaba que lo hacías, y mira lo que pasó."
Ross tragó saliva.
"Cometí un error. Fue el peor error de mi vida, pero ya no es así. No era así ni siquiera entonces."
"Y entonces… ¿Porqué? No lo entiendo, ¿Qué hice mal para que tú te fueras con ella?"
"Tú no hiciste nada mal. Fui yo… yo que creí que… que todavía quedaba algo, que algo debía cerrarse. Fui orgulloso, me sentí, Dios, fui tan estúpido." – Ross llevó sus dedos a su frente, él también cambio de postura. Miró al piso, como si allí pudiera encontrar la justificación que por mucho tiempo había tenido lista y ahora parecía haberse esfumado de su mente. – "Por mucho tiempo, antes de conocerte, pensé que ella se arrepentiría. Que no podía ser que hubiera dejado de quererme así, de un día para el otro. Pensé que algún día volvería. Y fue ese estúpido orgullo lo que se apoderó de mi. El sentir que ella me necesitaba, que estaba sola con su hijo y yo podía ayudarlos. Ella… ella me lo dijo. Que se equivocó al casarse con Francis, pero yo… Nunca dormí con ella, Demelza, lo juro."
"¿La besaste? ¿La besaste mientras yo estaba en tu casa esperando por ti?" - ¿Por qué preguntaba eso si ya no le importaba?
"Fue… fue una equivocación. Ahora ella ya no significa nada. ¿Cómo hago para que me perdones, Demelza? Dime, ¿Cómo hago?"
Fue ella quien tomó sus manos. Se había vuelto a acercar, esta vez mirándolo de frente. – "Fue hace tanto tiempo, ya no importa. Te creo cuando dices que ella ya no significa nada para ti."
"Y entonces, ¿Por qué no podemos intentar comenzar de nuevo?"
"Porque… no puedo, Ross. No puedo."
"Dime porqué no. ¿Es por lo que te hizo ese tipo?" – Las lágrimas habían empezado a amenazar de nuevo, y algo en su garganta le impedía hablar. Negó rápido con la cabeza. – "¿y que es?"
"¡Tengo miedo! Yo te amaba, y tú me lastimaste." – exclamó al fin. Pareció romperle el corazón. Brotaron lágrimas de su ojos también. Ross se inclinó hacia adelante, apoyó la frente sobre sus manos que seguían unidas encima de sus piernas.
"Lo siento, lo siento…" – lo escuchó decir. Demelza liberó una mano y la llevó sobre su cabeza, acariciando su cabello.
"Yo lo siento también, Ross. Lo siento mucho. Pero no puedo darte lo que tu quieres. No puedo, y tú… te mereces ser feliz y te mereces tener una vida plena, una familia…"
Ross se quedó inmóvil sobre sus piernas. ¿Una familia? Las lágrimas se detuvieron también, aunque algunas habían rodado sobre sus mejillas y caído sobre su barba. Demelza las limpió con sus dedos cuando él se levantó para mirarla.
"¿Qué es lo que dices?"
"Quieres hijos…"
"¿Qué?"
"Ross… tú quieres una familia, niños. Quisiste a nuestra bebé en el momento que te enteraste que estaba embarazada y luego, con Elizabeth… sé, sé que te acercaste a ella por Geoffrey Charles. He visto como lo miras, como desearías que fuera tuyo…" - Ross se quedó petrificado, sus ojos eran una sombra oscura en la joven noche. Ella tragó saliva pero se mantuvo firme. – "No él, particularmente." – aclaró – "Pero… eso que ella tenía y que… que yo perdí. Y yo no puedo… no puedo…"
Ross pareció salir de un transe. De repente lo veía claro, entendía y estaba… furioso. Con ella, porque no se lo había dicho antes, con él porque la había hecho sentirse así. La tomó fuerte de la parte superior de los brazos, y la sacudió ligeramente.
"¿Qué es lo que dices?" – repitió – "Eso no es verdad. Nunca nadie dijo que no podrías… tener hijos."
"Pero no puedo. La idea de un niño y el dolor de perderlo de nuevo, no podría tolerarlo. ¿Podrías tolerarlo tú?"
"Demelza… Demonios, Demelza." – fue todo lo que dijo antes de estrecharla con todas sus fuerzas contra su pecho.
Perdieron la noción de cuánto tiempo pasó. Ross la rodeaba por los hombros y ella tenía los brazos alrededor de su cintura. Lloró, pero las lágrimas se habían secado en sus mejillas hacía rato ya. Trató de escuchar los ruidos provenientes de la fiesta, pero quedaban atenuados con el fuerte bum bum del corazón que latía cerca de su oreja.
"Dame la seguridad, la certeza de que no tendré hijos pero que estaré a tu lado y lo aceptaré sin dudar." - lo escuchó decir.
"No lo dices en serio."
"Si, lo digo en serio. Muy en serio. Di…"
Demelza se enderezó otra vez. Por un momento esquivó su mirada.
"Demelza, siento tanto todo lo que sucedió, todo. Pero lo que más lamento es que tu tengas ese miedo. Miedo a arriesgarte de nuevo. No era así cuando te conocí. Siempre fuiste tan abierta y alegre, siempre con el corazón en la mano lista para dar lo mejor de ti. Lo que más me pesaría es saber que por mi culpa perdiste lo mejor de ti… Pero sé que no es así, incluso en este par de días, sé con certeza que no es así. Y, respecto de lo que dices, sobre formar una familia, tal vez podríamos dejar eso para más adelante. Hay muchas formas de formar una familia hoy en día, pero incluso si tú no quieres, no tenemos que hablarlo ahora. Ahora solo importa el presente, el futuro proveerá. Y ahora, yo te sigo amando. Te amo y…"
"Ross, por favor, no digas eso."
"¿Porqué no?"
"Pasaron años. Yo cambié, tú cambiaste. Seguimos con nuestras vidas. Somos dos extraños."
"Me gustaría mucho volver a conocerte."
"No es tan sencillo, yo todavía tengo muchas cosas dentro mío. No sé si pueda…"
Ross sonrió, pues un "no se si pueda" era mucho mejor que un "no puedo".
"Podemos ser amigos, eso no sería tan malo ¿no es así? Como lo éramos apenas nos conocimos."
"Apenas nos conocimos fingí ser tu novia para engañar a Elizabeth."
"Pues ya no hay que engañar a nadie. Podemos ser lo que nosotros queramos. Tal vez, tal vez hasta podríamos sanar juntos. Cualquier herida que aún esté abierta. Permanecer separados no le hizo ningún bien a ninguno de los dos. Bah, hablo por mi. A mi no me hizo bien."
La vio pestañear bajo la luz de las estrellas. Estaba oscuro allí donde estaban sentados, pero sus ojos ya se habían acostumbrado y podía ver cada uno de sus gestos con claridad. Tenía el ceño fruncido, estaba pensando y Ross no tenía ningún interés en apurarla. Al fin y al cabo en ese momento era todo o nada.
"Tampoco me hizo bien a mi. Pero… voy a necesitar un tiempo para pensar. Esto, todo esto es muy… abrumador."
Ross soltó una gran bocanada de aire que no sabía que estaba conteniendo. No era un 'no' rotundo. Era mucho más de lo que habría podido esperar.
"Por supuesto. Todo el tiempo que necesites. Pero… no. Sin peros, solo… solo intenta hablar conmigo ¿Sí? Dime todo lo que tengas que decirme. Grítame. Insúltame. Dime que odias que lleve el pelo corto…"
"¡Judas!" – A Demelza se le escapó una sonrisa.
"Ahí estás…" – Ross tomó una de sus manos, y luego de un pequeño apretón la llevó a sus labios para besar sus nudillos. – "Vi tu expresión apenas me viste, no te gusta para nada. Di…"
"Ross… la pasé bien hoy… en la fiesta. Y el fin de semana en general fue… traumatizante, pero no estuvo tal mal."
"No, no estuvo tan mal."
"Creo que ya debo irme." – dijo, algo inquieta. De seguro ya quedaban pocos invitados y ella debía emprender el viaje de regreso. Y estar con Ross después de esa conversación, pues… le ponía los pelos de punta, y no en un mal sentido.
"¿Cómo harás? ¿Te quedarás en un hotel o…?
"No. Quiero ir directo a ver a Caroline."
"Deberías descansar un poco antes. Son unas cuantas horas…"
"Estaré bien, Ross. No te preocupes."
Regresaron al salón caminando despacio uno al lado del otro. En la carpa se encontraron con Francis que le ofreció a Ross quedarse en el hotel donde ellos pasarían la noche, había una cama de más en la habitación del tío Charles. Geoffrey Charles dormía en el regazo de Charlie que conversaba con su suegro. También se cruzaron con Mary, quien ayudó a Ross a convencer a Demelza que debía dormir un poco antes de ponerse a manejar de nuevo, y le dijo que podía quedarse en su habitación, su alojamiento no estaba lejos. Y así estuvo todo arreglado. Ross las acompañó al Mini, tenía que sacar sus cosas también. Se despidió de la joven, y luego quedó otra vez solo con Demelza.
"Avísame cuando te pongas en marcha, y cuando llegues al hospital." – Ella suspiró y puso los ojos en blanco.
"Sí, Ross."
"Y envía mis saludos a mi ahijada."
"Lo haré."
"Diles que iré a verlos…"
"El casamiento de papá es el mes que viene. Podrías ir entonces. Si quieres."
"¿Me estás invitando?" – Ross torció la boca, divertido y ella se mordió el labio inferior.
"Es tu invitación oficial, sí."
"Allí estaré."
"Bien. Te enviaré, o ellos te enviaran la invitación con todos los detalles. Nada de tradiciones raras en esa boda." – Ross contuvo una sonrisa. – "Supongo que esto es… bueno, nos vemos." – dijo y con algo de torpeza alzó su brazos para darle un último abrazo. Él la abrazó con fuerza también.
"Hablamos. Envíame un mensaje cuando llegues, de verdad."
Demelza se subió a su auto que de pronto se sentía vacío, aún con su amiga allí. Lo puso en marcha, primera y despacio arrancó. Ross saludando con la mano en alto. Aberdeen, había sido un largo e insólito viaje en verdad.
