TERCER ACTO
Cuarto Creciente
Ocurre cuando la luna se aleja a 90° del Sol. La mitad de la Luna está visible, indicando que estamos a mitad de camino de la plenitud.
Un día de trabajo duro se había terminado y nuevamente Itachi podía volver a casa. No se sentía particularmente emocionado por ello, pero le ilusionaba la idea de que todo estaba llegando a su fin, como si un telón pesado y polvoriento estuviese a punto de caer sobre esa obra de teatro de la cual él era parte. Tampoco era demasiado optimista al respecto, ni héroe ni villano, encontraría alivio sólo cuando el plan se concretara. Por ahora, lo único que le restaba era ser cauto y esperar lo mejor. Todo dependía de que tanto él como Shisui pudiesen soportar la presión de la cual eran objeto.
Habían sido pacientes, habían hecho sacrificios, habían confabulado, mentido, robado y matado… todo con el fin de prepararse para el día siguiente. Ahora que las cosas parecían acercarse a un desenlace, un peso sobre sus hombros se levantaba de a poco. Sentía que aún había esperanza para Konoha, para los Uchiha y para él.
Mientras caminaba de vuelta a casa, el terreno vacío frente a Uchiha Senbei lo hizo detenerse. Pasaba todos los días por ese lugar y sólo hasta entonces se daba cuenta de todo ese espacio sin utilizar. Tal vez podría construir su casa ahí. El terreno era perfecto para haberlo hecho y estaba lo suficientemente cerca de los árboles de la calle como para proporcionar una agradable sombra en verano y flores en la primavera.
Sonrió tenuemente imaginando eso. Por primera vez en meses veía un futuro optimista para sí mismo.
La mayoría de los chicos de trece años no se detenía a pensar ese tipo de cosas en medio de la calle, pero Itachi Uchiha era distinto a las personas de su edad. Se había graduado de la Academia a los ocho años dejando atrás al resto, listo para seguir escalando posiciones en un mundo ninja que había sido mermado en sus fuerzas debido a la tercera gran guerra. Konoha, que alguna vez había estado llena de héroes y leyendas, ahora contaba con pocos para defenderla y por lo mismo a nadie le llamó la atención que un joven de su edad se hiciera cargo de ANBU, sobre todo, considerando que él era un prodigio en un clan de elite.
Sin embargo, ese no era el motivo por el cual el joven había sido puesto en esa posición. No era sólo su gran talento o la falta de shonobis lo que había hecho que Hiruzen Sarutobi le pidiese que se uniera a su guardia personal. Si se tuviese que decir por qué Itachi Uchiha era el capitán de ANBU la razón se simplificaba a lo siguiente: pertenecía al clan Uchiha y el Hokage necesitaba alguien que le pudiese informar qué era lo que pasaba cuando aquella familia cerraba las puertas y se unían para discutir su posición en Konoha. Quizás era tan fuerte como todos los otros miembros de ANBU, pero si no hubiese sido un Uchiha, probablemente no habría detentado ese cargo a tan temprana edad, independiente de lo talentoso que era. Ningun hombre adulto habría abusado de la confianza de un chico de trece años si tuviese otra alternativa, pero tiempos desesperados llevan a tomar medidas desesperadas.
El orgullo de Fugaku Uchiha no lo dejaba ver la realidad tras el nombramiento de su hijo como capitán de ANBU y lo había empujado a aceptar el puesto creyendo que Itachi podría espiar para ellos los movimientos del Hokage, de ROOT y de los consejeros de Konoha.
No obstante, todo había resultado en lo contrario. El que estaba espiando para el Hokage, para ROOT y los consejeros de Konoha era Itachi. Con sólo trece años, había sido puesto en la peor posición en que se le puede poner a un shinobi, en donde debía constantemente preguntarse dónde estaba su lealtad, ¿con su familia o con su nación? ¿Debía priorizar sus lazos de sangre, o su labor como shinobi? ¿Era más importante su cariño hacia los suyos o su deber como ninja?
Los últimos seis meses de su vida habían sido una tortura, un verdadero infierno en vida. Constantemente sentía remordimiento y había ocasiones en que no podía si quiera mirar a su padre al rostro, pues sin importar qué, había decidido que lo primero era asegurar la paz de la Aldea.
Siendo sólo un niño había presenciado de cerca los horrores de la tercera gran guerra y aquello lo había marcado de por vida. Había caminado entre cadáveres a quienes los cuervos le comían los ojos, en más de una ocasión había tenido que esconderse entre los escombros cuando veía enemigos y había corrido tantas veces por su vida que sólo recordarlo le daba escalofríos. La mera idea de que tiempos así pudiesen repetirse hacía que su estómago se tensara y las manos le comenzaran a temblar.
Por ello, se había forzado a sí mismo a seguir cumpliendo su labor como shinobi y como hijo mayor todo ese tiempo. Sólo necesitaban esperar un poco más para que los ojos de Shisui pudiesen volver a activarse y éste se encargara de ponerle fin a cualquier amenaza de parte del clan. Todo aquello terminaría pronto. La espera había llegado a su fin. Lo haría en la reunión secreta del clan al día siguiente. Su labor era mantener a Danzo, a Hiruzen y al resto desinformados de lo que ocurriría mientras Shisui concretaba su parte. Deseaban que el clan Uchiha mantuviese su honor y que el gobierno pensara que habían desistido del golpe de estado por su lealtad al país, no porque Shisui los haría caer en un genjutsu.
Era por eso que Itachi sonreía. Shisui y él habían encontrado la forma de salvar el clan sin tener que traicionar a la Villa y al mismo tiempo, hacerlo conservar su honor. Pronto podría volver a respirar, dormir y comer con tranquilidad, sin sentir que estaba abandonando las cosas que eran importantes para él. Era un shinobi, sí, pero también era un hijo y un hermano. Era el próximo en línea para liderar al clan Uchiha y desde hacía un mes, era el esposo de Hinata Hyuga.
Esposo…—pensarlo aún se le hacía bastante extraño y su sonrisa se disolvió.
No había tenido intensión alguna en que ella fuese la mujer con que pasaría el resto de sus días, pero el destino así lo había decidido y, ¿quién era él para pelear contra eso? Ya estaba hecho y ante los ojos de los dioses ellos estarían unidos para siempre. Gracias a ese sacrificio había logrado comprar un leve periodo de aparente paz entre su clan y el gobierno, tiempo suficiente para que Shisui pudiese acabar con la revolución. Casarse con una extraña parecía un pequeño precio a pagar por la paz de la aldea.
Mientras miraba el terreno vacío se imaginó a sí mismo cargando tablas y baldes con pintura junto al resto de los hombres de su clan, a Shisui silbando mientras ponía las tejas y a Sasuke pintando las paredes exteriores. Su padre, por supuesto, le diría qué construir y cómo hacerlo. Le causó gracia que hasta en su imaginación en vez de oponerse le diese la razón y le obedeciera con una sonrisa. Definitivamente era una buena idea alejarse de Fugaku y comenzar a vivir su propia vida, alejado de las influencias de su clan y sus malas prácticas.
Sin embargo, por más que lo intentaba, no lograba imaginarse a Hinata en esa imagen. Se había intentado convencer a sí mismo de que estaban casados, que se suponía debía amarla y cuidarla, pero no lo lograba. Lo único que sentía hacia ella era lástima. A sus ojos, era una pobre niña cuya felicidad había sido sacrificada para mantener un inexistente equilibrio en el poder entre los clanes. Ella no lo amaba, de hecho, le temía. Lo que más dolía de toda la situación era ver ese temor en ella cada vez que la miraba a los ojos.
—¿Qué haces ahí parado mirando el vacío?
La voz de Shisui le llegó tan de pronto, que ni si quiera se dio cuenta en qué momento había aparecido junto a él. Era de esperarse de uno de los miembros más talentosos del clan que se había ganado el nombre deShisui del cuerpo parpadeante.
—Nada —respondió negando con el rostro y continuando su camino.
—No me digas que estás soñando despierto —lo increpó con una sonrisa burlesca mientras lo seguía.
—Tal vez.
—¿Quieres ir a comer algo? Estoy hambriento.
—No es bueno que nos vean juntos, Shisui —dijo Itachi sin detenerse—. Aún creen que me estás espiando. Danzo-sama dijo que…
—Danzo vino a verme hoy. Me hizo muchas preguntas extrañas —dijo bajando la voz.
—¿Crees que sospeche algo? Ese hombre no llegó a su posición sólo por su talento como shinobi. Es astuto.
—Descuida, sea lo que sea que quiera me tiene sin cuidado —Itachi lo miró con preocupación y ambos se detuvieron—. Todo terminará mañana. Confía en mí. Ya no tendrás que seguir con esto.
Itachi no le respondió, pero cuando vio la sonrisa de su primo creyó en sus palabras. Shisui nunca le había mentido antes y nunca fracasaba en sus cometidos, no había razón para que las cosas fuesen distintas en esa ocasión.
Terminó asintiendo y la tensión desapareció de a poco.
—Mucho mejor —dijo Shisui poniendo un brazo sobre los hombros de Itachi en un abrazo a medias mientras caminaban— Ahora, ¿qué tal una porción de dangos con un poco de té? No he comido nada en toda la tarde.
—A ti no te gustan los dangos —dijo con suspicacia.
—No, pero sí me gusta la chica que atiende el local.
Ambos se dirigieron al negocio en donde vendían los dulces que Itachi tanto disfrutaba. Tal vez no era momento para haber estado haciendo algo como eso, pero le pareció apropiado para así bajar los niveles de tensión que ambos tenían ante la esperada fecha. Por otro lado, habían pasado de estar todo el tiempo juntos a verse en secreto, algo que para un ojo observador podía resultar sospechoso.
Shisui era su mejor amigo, la única persona que lo entendía de verdad. De hecho, quizás era uno de sus únicos amigos. Por algún motivo, siempre había preferido la soledad antes que la camaradería y a pesar de que era extremadamente educado, las personas le huían. Él sabía que el motivo de ello se debía a que su talento intimidaba al resto, sobre todos a aquellos que eran de su edad. Todos lo veían tan paciente y calmado, tan educado y frío, que era normal que pensaran que podían decirle o hacerle cualquier cosa sin que él se alterara por ello. Lo veían y susurraban lo grandioso que era, pero mientras crecía nadie se había acercado a preguntarle si quería jugar en el parque o si por el contrario deseaba entrenar después de clases.
El único a quien no parecía importarle que fuese talentoso era Shisui, quien a su vez, era incluso más dotado que él. Aquello los había unido. Ambos comprendían que las personas huían de aquellos que eran superiores, considerándolos arrogantes y problemáticos, como si haber nacido con talento innato hubiese sido algo malo.
Dentro de la tienda de dangos, Shisui forzaba la conversación e Itachi se sentía más ansioso con cada segundo que pasaba. Hablaron de cada uno de los pasos a seguir, la hora en que Shisui iría a la reunión, la forma en que él se aseguraría de que nadie se diera cuenta de lo que estaba pasado y como conseguirían hacerlos caer en el Kotoamatsukami. Habían revisado prácticamente todas las posibilidades de fracasado y habían tomado medidas preventivas para cada una de ellas. No había espacio para fallar, estaba en riesgo la seguridad del clan y la paz del País del Fuego.
No obstante, una de las preguntas que le formuló Shisui hizo que le temblara levemente la mano mientras se comía su dango. Era un detalle que hasta ese momento no había pensando porque no lo consideró relevante dentro del plan.
—¿Qué harás con tu esposa cuando todo acabe? ¿Planeas devolverla a su hogar? —la reacción no pasó inadvertida para su primo quien fingió no notarlo. Itachi lo miró de inmediato, preguntándole con los ojos a dónde quería llegar con esa pregunta— Digo, si todo termina ya no será necesario que sigan casados.
Itachi se preguntó a sí mismo si Shisui estaría hablando en serio o no. Cuando no lo vio riendo ni mostrando gestos de burla entendió que era una pregunta válida y como tal debía responderla.
—No puedo hacer eso —murmuró con solemnidad.
—¿Por qué no? —su primo subió una ceja— Sigue intacta.
—¿Cómo podrías saber algo así? Tú no estabas ahí para decir qué pasó o qué no pasó.
—Vi tu pulgar al día siguiente. Te lo mordiste para manchar las sábanas con sangre porque no pudiste hacerlo. Tal vez engañaste a tus padres con eso, pero no a mí.
Itachi bajó la mirada y se enfocó en su té. A veces se olvidaba lo brillante que era Shisui, sin duda no podía competir contra él cuando se trataba de ingenio. No estaba molesto ni avergonzado con la acusación, simplemente, escuchar lo ocurrido de parte de alguien más lo hizo recordar esa noche y lo asustado que se había sentido. La sensación de culpa lo volvió a invadir.
—Tiene siete años —dijo finalmente dándole un sorbo al té.
Quería mostrar indiferencia con el tema, pero Shisui podía notar lo que realmente sentía. No explicó sus motivos, sus pensamientos, sus miedos o culpas. Pensó que el argumento que había dado se bastaba a sí mismo.
—No te culpo —dijo Shisui suspirando—. Si quieres devolverla, deberías hacerlo.
—Eso la deshonraría.
Fue entonces que la seriedad del momento pasó y Shisui tuvo una revelación que lo hizo sonreír con burla. No lo había notado hasta ese momento, básicamente, porque Hinata Hyuga no era un tema recurrente entre ellos. Era difícil de por sí lograr que Itachi fuese honesto con lo que pensaba y sentía, por lo cual para mantener sus buenas relaciones intentaba no acorralarlo cuando se trataba de temas íntimos. Por otro lado, cuando está en juego la paz de todo un País, las chicas pasan a segundo plano. Sin embargo, su primo se había decidido sobre el asunto y ahora frente a él pretendía que todo el tema no tenía importancia. Podría haber funcionado con cualquier otra persona, pero no con él. Conocía demasiado a Itachi como para que pudiese engañarlo. Que decidiera seguir con ella incluso después de que el coup d'etat fuese frustrado, le indicaba que Itachi sentía más que indiferencia por ella.
—Veo que tomaste una decisión al respecto —dijo disimulando lo mucho que lo divertía el estrés de su primo—. No me habías dicho nada.
—Ah…—Itachi miró a Shisui con solemnidad— No lo consideré relevante.
—Claro, una esposa es algo tan insignificante dentro de nuestras vidas —se acercó a él un poco, mirándolo fijamente. Notaba como Itachi comenzaba a irritarse por la forma en que estaba arrugando sus cejas. Media sonrisa apareció en su rostro—. Bien por ti, si eso te hace feliz. Es linda, de seguro será una de esas mujeres que quitan el aliento cuando crezca.
—No me importan esas cosas.
—¿Y qué es lo que te importa cuando se trata de una chica?
Itachi subió los hombros. Nunca le había dado muchas vueltas a ese tipo de cosas. Había pasado al menos los últimos tres años en misiones diarias y en ese periodo de tiempo no había podido hacer muy bien la transición de niño a adolescente, a pesar de su madurez. El tema femenino estaba pendiente aún.
—La única chica que habrá en mi vida será Hinata Hyuga —respondió con seriedad, casi con tristeza—Así que supongo, que lo único que me debería importar en una chica, es que sea ella.
Shisui sonrió con su respuesta, no a modo de burla, sino respeto.
Cuando Itachi llegó a su hogar esa noche se encontró con Sasuke en la puerta de la casa de los Uchiha. Subió las cejas un tanto sorprendido por la presencia de su hermano menor ahí. El pequeño lo miraba arrugando el ceño, visiblemente molesto por su tardanza. Por lo general, Sasuke no se entrometía en sus asuntos. Lo respetaba mucho como para hacerlo. Pero, de vez en cuando, era bastante insistente con el tema de que entrenaran o hicieran cosas juntos. Suspiró con pesar mientras se sacaba las sandalias en la entrada, evitando mirarlo. Sasuke siempre conseguía revolver cosas dentro de su pecho cuando lo miraba con desilusión.
—Te esperé todo el día para que entrenáramos —dijo finalmente sentándose junto a él— ¿Por qué nunca estás en casa ahora?
—¿Recuerdas ese día en que te lastimaste el tobillo y te cargué de vuelta por toda la aldea?
—Sí —respondió Sasuke sonrojándose levemente— ¿Qué tiene que ver eso? No cometeré un error como ese ahora nii-san, lo prometo. He estado entrenando mucho para…
—Te dije que desde ese día en adelante las cosas iban a cambiar. Tú entraste a la Academia y yo estoy haciendo muchas misiones. Ya no podemos pasar tanto tiempo juntos como antes. Y recuerdo claramente que dijiste… "Está bien, mientras podamos estar juntos de vez en cuando".
—Ese es el problema, nunca pasamos tiempo juntos. Ni si quiera de vez en cuando.
Sasuke subió los hombros con tristeza y su expresión se suavizó. Su pena era casi palpable.
Itachi sabía que su hermano menor había estado todo ese tiempo entrenando, poniendo como meta superarlo de alguna forma. Notaba la forma en que lo miraba, la rivalidad marcada en sus facciones cada vez que alguien lo enaltecía frente a él. Así como esa expresión de rivalidad aparecía en él, lentamente se desvanecía remplazada por un tenue arrepentimiento de haberlo puesto como aquel a quien debía vencer.
Le partía el corazón ver esa tristeza en Sasuke, sobre todo la dualidad de sus sentimientos. Habían sido puesto uno contra el otro desde que su hermano tuvo la edad suficiente para tomar un kunai e Itachi lo sabía. El más apto de los dos sería el hombre que lideraría al clan, el otro perecería en las sombras. Era el destino del clan Uchiha, la maldición de odio entre hermanos, uno del cual quería escapar. Había ocurrido ya entre Fugaku y Teyaki Uchiha. Mientras su padre era el líder del clan y la policía de Konoha, Teyaki Uchiha era un simple panadero que vendía senbei en una humilde casa. A penas lo conocían y estaba seguro que la aldea lo había olvidado. Ese era el destino del hermano más débil entre los Uchiha.
Itachi sabía con seguridad que Sasuke lo amaba, más que a ninguna otra persona, pero que al mismo tiempo lo odiaba por no poder alcanzarlo. Había tomado la decisión hacía mucho tiempo ya. Cuando asegurara la paz de Konoha, dejaría de ser un shinobi y se haría a un lado para que Sasuke liderara el clan. Ninguno de ellos debía heredar el destino de odio entre los hermanos del clan. Sólo estaría ahí para que Sasuke eventualmente lo superara y en ese momento sería libre de todas las obligaciones que lo limitaban. Ya no tendría que ser un shinobi y tal vez podría abrir una casa de té en alguna parte tranquila de la Villa.
No obstante, en ese momento, no podía hacer nada al respecto. Para que su hermano fuese feliz debía volverse más fuerte que él, por ello no le molestaba ser el objeto de su antipatía y al mismo tiempo, de su amor fraternal. Era su destino.
—Pero… aunque sea sólo compartamos esos momentos en que nos encontramos por los pasillos… me hace feliz… estar contigo, nii-san.
Itachi sonrió. Era la primera sonrisa sincera que se permitía en varios días. Sasuke lograba hacerlo sentir querido, como si fuese la persona más importante en su vida.
Y era mutuo.
No importaba cuantas penas tuviese que pasar ni que tan difícil fuese el camino que la vida tenía preparado para él, podría ir al infierno y volver con tal de saber que su hermano estaba a salvo. Quería que creciera en una Konoha pacífica y que pudiese vivir en una era donde no hubiese guerras, en donde no tuviese que vivir los mismos horrores que él había experimentado siendo sólo un niño. Saber que todo lo que estaba haciendo era para darle eso a Sasuke lo hacía sentir más determinado que nunca.
—Tengo una importante misión mañana, pero tal vez… este fin de semana podamos entrenar shurikenjutsu —le dijo poniéndose de pie.
—¿De verdad? —le preguntó Sasuke sorprendido.
—Sí.
—¿Sólo tú y yo? —su sorpresa pasó a ser suspicacia.
—Ajá.
—¿Sin Hinata?
Y entonces Itachi recordó a su infante esposa y su sonrisa se diluyó. Al no estar acostumbrado a esa adicción a su vida, le costaba hacerse a la idea que ya no era "sólo él", sino que desde el momento en que el sacerdote en el templo Naka amarró sus manos con una cinta roja, eran "él y Hinata". Siempre serían dos. Cada vez que estuviese a punto de hacer o no hacer algo, debía pensar por dos.
Sasuke lo notó de inmediato y los celos en él fueron visibles.
—¡Dijiste que sólo seriamos tú y yo! —lo increpó sin llegar a gritar, pero gruñendo.
—Ya no somos sólo tú y yo. Hinata-san siempre será parte de mi vida, al igual que tú.
—¿Y eso significa que no podemos divertirnos solos? No quiero a esa niña tonta siguiéndonos a todos lados.
—No hables así de ella, Sasuke —le dijo con suavidad—. No la conoces.
—¡Tampoco tú! ¡Te obligaron a casarte con ella nii-san! Y luego me obligaron a ir y a venir de la Academia con ella. Es tan rara y me avergüenza tener que estar con ella todo el tiempo. Todos nos miran raro y lo odio.
—Baja la voz, por favor —le pidió Itachi suspirando cansado— ¿Por qué no hacemos un trato?
—¿Qué trato? —preguntó Sasuke haciendo un puchero mientras se cruzaba de brazos.
—Toma.
Itachi metió su mano al bolsillo y sacó un billete de 100 ryos que estaba doblado cuatro veces. Sasuke los recibió asombrado, estirándolo frente a él, pues nunca había tenido tanto dinero entre sus manos. Para un chico de ocho años, manipular billetes era algo excepcional, con suerte recibía algunas monedas cuando se le caía un diente. Para Itachi, uno de los shinobis más caros de Konoha, esa cantidad era casi insignificante ya que sus padres le daban todo lo que necesitaba. Venía ahorrando el dinero de las misiones por años ya.
—¿Por qué me das dinero? —le preguntó subiendo las cejas— No puedes pagarme para que me agrade esa Hyuga.
—No te lo di con esa intención —dijo Itachi sonriendo suavemente—. Mañana después de clases, quiero que tú y Hinata-san vayan a comprar granizados de ciruela.
—¿Ah? ¿Qué es esto? ¿Una prueba?
—Sí. Considéralo como tu primera misión pagada. Entrenaré contigo este fin de semana si lo logras —los ojos de Sasuke se iluminaron en sorpresa— ¿Te parece un buen trato?
—Dalo por hecho, nii-san.
Sin más que decir dejó a Sasuke atrás y caminó por el corredor exterior de la casa de los Uchiha, pasando por el jardín. Nunca prestaba atención al riachuelo artificial que su padre había mandado construir ni tampoco al sonido de la fuente de bambú que caía intermitentemente cada vez que se llenaba. Sin embargo, al ver a Hinata sentada sobre una roca observando el vaivén de la madera no pudo evitar preguntarse qué es lo que estaría haciendo ahí tan sola.
Consideró pasar de largo hacia su habitación, pero algo se lo impidió. Tal vez era esa soledad que emanaba de ella o la tristeza en sus gestos mientras observaba su propio reflejo en el agua.
—¿Hinata-san? —la llamó desde el corredor.
La niña subió los hombros de golpe, claramente asustada con su voz. Ya no le extrañaban ese tipo de reacciones de su parte, pues se había comenzado a acostumbrar a su excesivo nerviosismo y esa timidez inherente a su personalidad.
Al ver que no se volteaba, volvió a hablarle.
— Es tarde.
—S-sí… lo siento —dijo ella en un murmullo poniéndose de pie y caminando hacia él, como si no supiera si eso era lo que esperaba que hiciese o no.
Se miraron un momento sin saber que decirse. Eventualmente, Hinata perdió la competencia de miradas y terminó girando su rostro hacia un costado. Itachi notó que estaba realizando ese gesto tan habitual de jugar con sus dedos, una costumbre de ella cada vez que se sentía nerviosa o incómoda. Sasuke se equivocaba, si la conocía, aunque fuese un poco.
—¿Sucede algo? —le preguntó finalmente.
—Me…me alegra que… que Itachi-san esté de vuelta.
—Ya veo —¿se suponía que debía agradecer su preocupación o seguir su camino? No lo sabía con seguridad— ¿Cómo estuvo su día en la Academia?
Le pareció educado preguntárselo, tal vez la podría ayudar si tenía tarea. No tenía nada más que hacer esa noche y de cualquier forma dudaba que pudiese lograr conciliar el sueño incluso si se lo proponía.
—Es-estuvo bien… yo… uhm… —la niña tragó saliva y las palabras se le ahogaron en la boca. Itachi la esperó pacientemente, entendiendo que estaba pasando por toda una tortura por tener que hablarle— Gracias p-por preguntar.
La niña le hizo una reverencia y comenzó a caminar en dirección a la habitación que compartían, como si huyera de su presencia. Ni si quiera le dio tiempo para responderle algo más o alargar su conversación. Itachi consideró que tal vez, ella tuviese la impresión que su presencia lo irritaba. No podía culparla realmente, pues apenas se veían y cuando estaban en un mismo espacio físico la conversación no fluía naturalmente. No había hecho el menor esfuerzo para conocerla ni pasar tiempo juntos a menos que su madre los obligara con insinuaciones un tanto desubicadas, pero hasta él comenzaba a notar que era extraño que después de un mes casados no supiera nada de la niña con quien compartía su cama. Tenía excusas de peso para ello, su mente divagaba la mayoría del tiempo en su misión, pero no podía justificar su falta de atención hacia Hinata con ello.
Suspiró y siguió caminando por el pasillo, pasando fuera de la cocina. Su madre le preguntó si cenaría con ellos esa noche y él negó, sin detenerse. La escuchó quejarse sobre el poco tiempo que pasaba con el resto de la familia, pero ni si quiera con eso se detuvo. Ya tendría tiempo de compensar a Mikoto Uchiha tal como lo había hecho con Sasuke.
Inhaló nuevamente antes de deslizar hacia un costado la puerta de su habitación, pues sabía que debía tener la misma paciencia que tenía con Sasuke con ella. Era una niña después de todo.
La encontró sentada junto a la ventana, acurrucada, abrazando sus piernas. Se veía tan infantil de ese modo, sobre todo por la remera color lila y rosa pastel que utilizaba. De inmediato escondió algo que tenía entre las manos atrás de su espalda, mirándolo entre asustada y avergonzada. Itachi la observó fijamente un momento y luego la curiosidad le ganó.
—¿Qué esconde?
Hinata Hyuga tragó saliva, cerró los ojos con fuerza y estiró algo hacia él. Itachi caminó hacia ella lentamente, intentando ver más de cerca lo que la chica le estaba ofreciendo. A simple vista, parecía un frasco de madera con el símbolo del clan Hyuga tallado en la tapa.
—Es… es para u-usted, Itachi-san. Por favor, acéptelo —dijo Hinata. El joven pudo notar la forma en que sus manos temblaban.
—Muchas gracias —le respondió por reflejo mientras tomaba el frasco, examinándolo con curiosidad— ¿Qué es?
—E-es… es un bálsamo para cicatrizar heridas —respondió ella bajando la mirada y continuaba jugando con sus dedos—. Es una receta secreta del clan Hyuga.
No pasaba con mucha frecuencia, pero Itachi se sintió sinceramente sorprendido. No era común que los Hyuga regalaran así como así sus secretos. Por otro lado, tampoco era muy frecuente que el líder del clan casara a su hija con alguien que no fuese un Hyuga y ahí estaban, casados, una Hyuga y un Uchiha.
—¿Por qué me da esto? —preguntó un tanto confundido. Podía entender que ella lo hacía por amabilidad, pero se cuestionó si habría un motivo más allá.
—Si no le gusta yo…
—No es eso lo que pregunté —Itachi entendió que la niña estaba avergonzada, por lo cual se agachó para que quedaran al mismo nivel y que sus ojos se pudiesen encontrar. Aquello sería difícil pues la mirada de Hinata estaba clavada en el suelo— ¿Hinata-san?
—Yo sólo… yo… Itachi-san dijo que… que —cada palabra parecía ahogársele en la garganta. Tal vez si Itachi hubiese pasado más tiempo con ella se habría dado cuenta antes de su timidez, llegaba a ser abrumador estar cerca de ella y verla pelear con los nervios que le producía algo tan sencillo como hablarle—, que deseaba que nos co-conocieramos mejor y yo… pensé que… que esta sería una buena forma de comenzar a hacerlo.
—¿Usted hizo este bálsamo? —le preguntó caminando hacia su escritorio y tomando asiento, para mirarla desde esa posición.
—Sí —respondió ella, relajando sus hombros. Su lejanía parecía apaciguarla un poco—. Me gusta trabajar con plantas de todo t-tipo.
—Cierto. Su padre mencionó que le agrada prensar flores —añadió Itachi.
—Sí, así es —dijo un poco más emocionada—, en primavera Hanabi y yo recolectamos flores de los alrededores y las prensamos para luego… —miró a Itachi, quien la escuchaba atentamente— Lo siento, supongo que a alguien como usted no le interesa saber e-eso. Le pro-prometo que ya no lo hago, no tiene que molestarse por olor a flores en su habitación. Mikoto-san dijo que… que debía ser cuidado con tocar sus cosas y…
—¿Okaa-san dijo eso?
Hinata dudó un momento y miró hacia un costado. Suspiró con pesar y se miró sus propias manos.
Era cierto que era bastante meticuloso con el orden y que le agradaba que sus cosas estuviesen limpias y por lo mismo no dejaba entrar a Sasuke ahí con mucha frecuencia, pero algo muy distinto era darle motivos para temerle a una chica que de por sí parecía temerle a todo.
Entonces Itachi comprendió que Hinata no se equivocaba cuando decía que seguramente no le interesaba lo que estaba hablando. La razón era simple, en todo el tiempo que llevaba ahí no se había mostrado muy abierto a hablarle ni a conocer de sus pequeños hobbies o pasatiempos, de hecho, miró alrededor de la habitación y se dio cuenta que en el lugar que ahora compartían no había ningún rastro de ella. No había fotografías de su familia, ni ropa que le perteneciera, ni un espacio en donde pudiese prensar flores y realizar bálsamos medicinales. Era como si no viviese ahí.
—Acérquese Hinata-san —le pidió llamándola con su mano, tal como lo hacía con Sasuke antes de que le golpeara la frente.
La chica caminó hacía él un tanto dudosa y con pasos cortos, juntando sus manos sobre su regazo para controlar su temblor. Cuando estuvo frente a Itachi éste abrió uno de los cajones de su escritorio y comenzó a sacar sus pergaminos de él.
—Desde hoy, este cajón es suyo —dijo sin mirarla, acomodando las cosas en otro lugar.
—¿De.. de verdad? —preguntó la niña sorprendida, pero pareció recriminarse inmediatamente por mostrarse entusiasmada con la idea— No es necesario que Itachi-san…
—Puede guardar sus utensilios para prensar flores ahí, o… cualquiera de sus pertenencias.
Se puso de pie y abrió su armario. Era de los pocos muebles en su habitación aparte del futon (él utilizaba un futón, Sasuke en cambio prefería una cama) y el escritorio. Observó las pilas de camisetas dobladas perfectamente que iban desde el negro al azul pastel. Siempre había sido una persona ordenada con sus cosas, un tanto metódico con su orden y espacio. Sin embargo, tenía que pensar por dos. Ella también necesitaba donde poder sus cosas si iba a vivir con él. Tomó una pila de camisetas de mallas y las puso sobre sus otras prendas.
—Pondremos su ropa aquí —le indicó mientras movía sus cosas hacia los espacios superiores para dejar los inferiores para ella. Considerando su pequeño porte, era lo apropiado.
—N-no es necesario… Mikoto-san dijo que podía ponerla en el cuarto de…
—La opinión de mi madre no influenciará lo que hagamos usted y yo desde ahora en adelante, ¿de acuerdo? —le preguntó volteándose con un atisbo de sonrisa que hizo que la niña sonrojara—. Le pido perdón por su comportamiento un tanto inapropiado. Está emocionada porque nunca tuvo una hija y seguramente quiera desempeñar el rol de madre con usted, pero cuando se trate de nuestros asuntos, sólo su opinión y la mía tiene validez.
—Pero no qui-quiero molestarlo. Sus cosas estaban tan ordenas y ahora… ahora ya…
—No me molesta —le aseguró— Haremos las cosas bien. Si tenemos que vivir juntos, entonces, viviremos juntos. Sus cosas y mis cosas. Nuestras cosas.
Hinata pareció asombrada con su declaración y le tomó un momento absorber las palabras, para luego asentir. Ni si quiera Itachi comprendía muy bien por qué estaba haciendo todo eso. Quizás porque en alguna forma la crema que la chica le dio lo conmovió, o porque después de hablar con Shisui muchas cosas que eran inciertas le parecieron estar próximas a resolverse. La verdad, aunque no sentía más que simpatía y lastima por la pequeña Hyuga, tampoco deseaba que su estadía en la casa de los Uchiha se hiciera insoportable. Por otro lado, tal vez pasaran años para que una relación más que amistosa entre ellos fuese apropiada, pero deseaba creer que estaba construyendo las bases para ello. No quería que su esposa le temiera el resto de su vida.
Cuando el sol desapareció en el horizonte y la oscuridad reinó en la casa de los Uchiha, durmieron tan separados el uno del otro como hasta entonces. Sin embargo, a diferencia de los días anteriores, ella le deseó buenas noches.
Cuando despertó, aún estaba oscuro. Por el sonido de las aves supo que estaba amaneciendo. Se volteó hacia un costado y notó que Hinata aún dormía plácidamente. Si no la hubiese visto ni si quiera habría notado su presencia. Era tan pequeña y estana tan alejada de él, que fácilmente la podría haber confundido con una almohada. Ni si quiera emitía sonidos al dormir, silenciosa hasta para ese tipo de cosas.
No se demoró mucho en alistarse para todo lo que debía hacerse ese día. Tomó un baño bastante rápido de agua helada, se peinó con cuidado el cabello, lo amarró en una coleta y se miró al espejo un momento. A pesar de que había logrado dormir una o dos horas, se sentía más cansado que nunca. El estómago se le apretaba de nervios ante la sola idea de lo que estaba a punto de ocurrir. Sin embargo, todo terminaba ese día. Sin darle más vueltas al asunto, tomó su portaherramientas y salió rumbo a la cocina.
Lo primero que vio fue a Mikoto y Fugaku Uchiha sentados tomando desayuno. No esperaba encontrarlos despiertos pero tampoco se sorprendió con ello. La reunión secreta del clan iba a llevarse a cabo durante esa tarde y de seguro estaban afinando los últimos detalles.
—¿Dónde vas a esta hora? —le preguntó Fugaku sin si quiera desearle buenos días.
—Tengo una misión.
—¿Qué tipo de misión —volvió a insistir bajando su taza.
—De las secretas.
Los ojos de Fugaku se volvieron rojos y las tres aspas del sharingan fueron visibles para Itachi quien de inmediato bajó el rostro evitando tener contacto visual. No tenía idea que planeaba su padre con eso, pero si buscaba amedrentarlo lo estaba consiguiendo.
—La reunión del clan es hoy. No faltes —le ordenó. No había espacio para cuestionamientos.
—Ahí estaré —dijo desanimadamente, perdiendo sus ojos en el vacío. Había aprendido a mentir como un experto esos últimos meses—. Volveré en unas horas.
—Itachi, ¿quieres desayunar? —le preguntó Mikoto poniéndose de pie con una sonrisa suave en su rostro.
—No. Debo irme —no quería pasar un segundo más con ambos. A veces, cuando los veía actuar con ese tipo de naturalidad se sentía irritado—. Gracias.
—Al menos llévate algo para comer por el camino —le indicó.
—Te dijo que no quiere comer, déjalo en paz —la sermoneó Fugaku—. Recuerda Itachi, eres la conexión del clan con Konoha. Mantén los ojos muy abiertos ante cualquier movimiento sospechoso del Hokage, Danzo o el consejo de Konoha. Hoy debes dar el reporte de sus actividades durante la reunión.
—Sí.
Se dio la vuelta, sintiendo un nuevo peso posarse en su espalda. Tragó saliva para pasar el nudo en su garganta y el deseo de decirle a su padre que todo ese tiempo, quienes habían sido informado de todos los movimientos del clan Uchiha eran precisamente a quienes él debía espiar. Estaba traicionándolos, poniendo en riesgo sus vidas al hacerlo, arruinando las posibilidades de que el golpe de estado funcionara y al hacerlo, sentía que su alma se quebraba y su espíritu se disminuía. Hubiese deseado no sentirse culpable pues como Shinobi, lo que estaba haciendo era lo correcto, pero no podía evitar sentir que estaba traicionando a sus padres. La mayoría del tiempo, se sentía como basura, pero cuando les mentía, se sentía incluso peor que basura.
Ocultaba sus emociones perfectamente con sus estoicos rasgos y mentía tan bien que todo lo que decía parecía natural, pero algo en él dolía cada vez que de su boca salían engaños hacia sus padres. Era el peor hijo de todos y se le hacía cada vez más difícil mirarlos al rostro.
Se reunió con el Hokage esa mañana y dio su informe sobre los movimientos del clan Uchiha. Hiruzen Sarutobi lo escuchó en silencio y con seriedad, sin emitir palabra alguna mientras Itachi narraba la forma en que su padre había convocado al clan Uchiha a una reunión secreta pero que no sabía la fecha en que se realizaría. Le hizo entender con claridad que se esperaba que diese un informe sobre las actividades que todas las autoridades de Konoha habían realizado últimamente y qué era lo que tenían planeado ahora para el clan Uchiha. Hiruzen bajó el rostro y sus ojos fueron poco visibles para Itachi, quien no pudo adivinar lo que estaría pensando debajo de la sombra que proyectaba el sombrero de Hokage. El anciano le dio una fumada a su pipa y exhaló con pesar.
Itachi sabía todo lo que había ocurrido con el Kyuubi. Aquello había desencadenado una serie de hechos dentro de Konoha que terminaron con el confinamiento del clan Uchiha a los terrenos en que vivían ahora. Debido a esto, los miembros de su clan se habían vuelto cada vez más recelosos de todos mientras que la aldea se comportaba a su vez hostil con ellos, pues estaban convencidos de que un Uchiha había sido el responsable de la catástrofe en que murió el cuarto Hokage, su esposa, la esposa del tercero y un tercio de las fuerzas militares de la Villa.
Su padre había sido arrinconado junto con todo el resto del clan y ahora, instintivamente, estaban contra atacando. Cualquier animal arrinconado se defendería y eso era exactamente lo que estaba haciendo Fugaku. Tenía que pensar en su familia. Por lo mismo, Itachi no lo podía culpar realmente por las decisiones que estaba tomando.
No obstante, Itachi era un Shinobi, su lealtad en primer lugar debía estar con la aldea. Al mismo tiempo, el gentil chico creía firmemente en la idea de una paz sustentable, que fuese supervisada por personas que trabajasen en las sombras, sin nunca ser reconocidos por ello. Esas eran las enseñanzas de Shisui. Era un pacifista. No habría tenido problema en apoyar a su familia en algo así, aún si no apoyara lo que iba a causar la revolución, pero cualquiera con dos dedos de frente sabía lo que significaría para el país del Fuego que el Clan Uchiha se levantara en contra de Konoha. Una guerra civil. Una guerra entre naciones. Una guerra mundial.
—He intentado por todos los medios llegar a un acuerdo con tu padre —dijo de pronto el sandaime—. Pensé que lo complacería casarte con la hija mayor del líder del clan Hyuga, la heredera y futura líder.
—Otou-sama piensa que eventualmente, Hanabi Hyuga será nombrada la sucesora del clan Hyuga. Cree que fuimos engañados y que eventualmente el clan Hyuga mostrará sus verdaderas intensiones. Sólo por ello aceptó que me casara con Hinata Hyuga, para mostrar que Konoha ha actuado de mala fe con nosotros.
—Entiendo. Aún desconfía de nuestras intenciones. Tendré que idear una nueva forma para complacerlo.
El hombre caminó por el techo del edificio del Hokage observando la aldea con melancolía, entendiendo lo que estaba en juego por su falta de proposiciones. De verdad había tomado medidas que a cualquier otro líder de clan habría complacido, pero aunque Itachi no lo decía en voz alta, sentía que el fuego que había comenzado a arder dentro del clan no podría ser apaciguado de ninguna manera, por muy ventajosa que fuese la oferta del Hokage. Los Uchiha querían guerra, y la tendrían, si él y Shisui no hacían algo al respecto.
—Sé que pido mucho de ti hijo —dijo de pronto el Hokage—, pero esto es algo que sólo tú puedes hacer. Infórmame lo antes posible de lo ocurrido en la reunión del clan. Necesito saber qué planea Fugaku.
—Entendido —dijo lentamente, poniéndose de pie.
Quiso decirle que seguramente al día siguiente el mismo Fugaku sería el primero en informarle que estaban complacidos con las decisiones de Konoha y que seguramente firmarían un acuerdo de paz entre todos los clanes gracias al genjutsu de Shisui. Pero no pudo. No podían arriesgar el fracaso del plan hablando al respecto, ni si quiera con el Hokage.
Pasó el resto de la mañana inspeccionando las misiones del día para asegurarse de que ningún Uchiha fuese enviado fuera de Konoha esa noche. Todos los shinobis activos del clan debían estar ahí para asistir en la reunión. Se encargó de que ningún entrenamiento de gennins se llevara a cabo cerca del templo esa tarde, dando excusas sobre ejercicios que él realizaría en ese lugar que podían ser peligrosos para cualquiera que pasara por ahí.
Cuando estuvo seguro de que nadie estaría cerca del templo durante el atardecer, se dirigió a los alrededores del punto de encuentro y se sentó entre los pastizales frente al río Naka, justo debajo de un gran sauce.
Le gustaba ese lugar silencioso bajo la sombra del árbol, era ideal para pensar. Estiraba y apretaba su puño constantemente, esperando que de esa forma sus nervios desaparecieren, pero de una u otra manera ahí estaban, carcomiéndolo lentamente —Pronto, ya pronto acabará— se decía una y otra vez en su mente, esperando que los segundos transcurrieran más rápido.
Volvió a su hogar pasado medio día para no levantar sospecha. Había anunciado que tenía una misión y no podía volver tan rápido. Ni si quiera se detuvo en la cocina, observando como Mikoto hacía el almuerzo, sólo se dirigió a su habitación y sacó su indumentaria de ANBU. Su protector de pecho lucía impecable a pesar de la cantidad de veces en que había sido manchado con sangre. Amarró las correas, se puso los protectores en sus antebrazos y colgó la katana que portaba siempre en su espalda. Estaba listo para partir. Era el momento definitivo.
Caminó por los corredores de su hogar con rapidez, pero incluso haciendo eso no pudo escaparse de su madre quien lo esperaba en el umbral de la puerta de la cocina.
—¿Vas a almorzar con nosotros Itachi? —le preguntó la mujer con una sonrisa amable.
—No. Tengo una misión —respondió sin detenerse, pasando junto a ella por el corredor exterior que daba al jardín.
—Saliste de madrugada a una misión y, ¿nuevamente te llaman para otra? —le preguntó con algo de tristeza— Hace una semana que no comes con nosotros.
—He estado ocupado. Lo siento, Okaa-san.
—Itachi… —lo llamó haciendo que éste se detuviera dándose la vuelta para mirarla— Tienes responsabilidades con el clan y sobre todo con tu padre —dijo con suavidad, poniendo grácilmente su mano en el brazo de su hijo.
—Lo sé —respondió observando ese gesto lleno de amor hacia él, o tal vez, dirigido con la suficiente malicia para hacerlo sentir culpable.
—Además, tenemos la reunión esta noche. Es importante que vayas. Tu padre lo dijo así.
—Entendido.
Itachi movió su mirada hacia la puerta, pues era precisamente ese el lugar al cual estaba dirigiéndose cuando su madre lo interrumpió. No tenía nada más que decirle, sabía exactamente lo que debía hacer y qué se esperaba de él, pero aún así la presión sobre sus hombros estaba comenzando a quebrarle el espíritu lentamente.
Fue entonces que se encontró con Sasuke y Hinata parados uno al lado del otro. Su hermano lo miraba con el ceño fruncido y Hinata, bueno, ella ni si quiera lo estaba mirando, sus ojos se habían perdido en el suelo. Supo de inmediato a que venía la mirada de Sasuke.
—Volveré al anochecer —le aseguró a su madre.
—Itachi, sabes que te amo, ¿verdad? —escucharla preguntarle eso lo hizo mirarla fijamente, estudiando el motivo para que hubiese dicho algo así en ese preciso momento. Un nudo se formó en su garganta. Sabía exactamente lo qué estaba intentando hacer. Por ahí decían que las madres conocían mejor a sus hijos que cualquiera y pudo comprobar que a pesar de que nadie más en Konoha tuviese sospechas sobre él, Mikoto lo sabía— Desde que eras un pequeño bulto en mi vientre, te amé.
—Okaa-san… debo irme.
Bajó el rostro y una leve sombra se proyectó sobre sus ojos mientras pasaba junto a Sasuke y Hinata sin mirarlos ni decirles palabra alguna.
No lo soportaba. No soportaba que su madre lo hiciera sentirse culpable por ser un shinobi. Ellos habían insistido en ponerlo en ese lugar en primer lugar, ¿por qué ahora parecían tan decepcionados de que estuviese haciendo su trabajo? Él sólo deseaba lo mejor para el clan, para la aldea, para su hermano.
—Nii-san… —se detuvo junto a Sasuke al escuchar su llamado— Lo prometiste…
—Lo siento, Sasuke. Tengo cosas que hacer —y entonces la mirada de su hermano menor, tan llena de decepción, lo hizo sentirse incluso más culpable que las palabras de su madre— ¿Por qué no le pides a…?
—Chichi está todo el día en la estación de policía —una leve sonrisa apareció en el rostro de Sasuke—. Por favor, Nii-san.
Itachi lo observó un instante y lo llamó con su mano. Sasuke se acercó a él con una sonrisa llena de excitación pensando que lo llamaba para que lo siguiera, pero cuando vio los dos dedos dirigidos a su frente fue muy tarde para detenerse. El golpe sonó seco y duro, haciendo que su hermano menor frunciera el ceño molesto.
—Lo siento Sasuke, será para otra ocasión —dijo reprimiendo una sonrisa.
—Siempre dices eso, me golpeas en la frente y luego te excusas, ¿cuándo dejarás de mentirme?
—¿Por qué no entrenas con Hinata-san?
Itachi miró a la niña quien hasta entonces se había mantenido al margen de todo lo que ocurría. Al escuchar la sugerencia pareció horrorizada y Sasuke la miró con un leve toque de antipatía. Era claro lo que estaba pensando, no creía que entrenar junto a Hinata fuese a hacerlo tan bueno como Itachi, aun así, terminó suspirando y encogiéndose entre sus hombros.
—Nos veremos más tarde.
Itachi abrió la puerta corrediza y se puso rápidamente las sandalias para salir a la calle. Era un día particularmente bonito y el cielo estaba despejado, sin embargo, tenía la sensación de que sería uno de esos días en que deseas poder desaparecer de la faz de la tierra.
La noche tenía que llegar en aproximadamente cinco horas para que todo el clan se pusiera en marcha hacia el escondite secreto. Era en ese momento en que su primo utilizaría el kotoamatsukami sobre ellos sin que si quiera pudieran notarlo.
Shisui Uchiha tenía los ojos más poderosos dentro del clan y se había demorado literalmente años en poder usar nuevamente ese genjutsu. Sus ojos, por poderosos que fuesen, no podían utilizar aquella técnica así como así e Itachi tenía la leve sospecha de que se estaba quedando ciego. Ese era uno de los principales motivos por el cual había perfeccionado el jutsu de cuerpo parpadeante, pues no podía ver bien cuando lo atacaban.
Se reunirían en la caída de agua al sur del templo, que era un espacio geográfico lo suficientemente lejos para no levantar sospechas. En ese lugar afinarían los últimos detalles y se separarían para que Itachi cuidara los alrededores del templo y él usara su genjutsu en los miembros del clan. Hacia ese lugar se dirigía en ese momento.
Encontró a Shisui mirando el río, de espaldas. El viento soplaba moviendo sus risos negros de un lado a otro.
Se alegro de tenerlo ahí en ese instante. Estaba seguro que no podría haber llevado el peso de todo eso solo. A pesar de las apariencias, Itachi no se consideraba tan fuerte. Shisui era el único que podía comprenderlo y al ser menor, muchas veces se reclinaba por completo en su primo, en su mejor amigo y en parte, su mentor. Le había enseñado casi todo lo que sabía, desde técnicas a los valores por los cuales vivían. Por ello, se sentía afortunado de tenerlo ahí. Ambos habían visto demasiadas muertes y sacrificios durante sus vidas; no podían permitir que estallara la cuarta guerra shinobi por su propio clan.
Se acercó en silencio como usualmente hacía, apretando y relajando sus manos temblorosas ante el nerviosismo de acudir a la reunión. Se detuvo a unos pocos pasos de él, pero Shisui no pareció moverse ni saludarlo. Sólo podía escuchar el agua caer por la pequeña cascada en el fondo, justo donde el río Naka encontraba un relieve que caía en picada. El arrollo se movía muy rápido bajo ellos. Se encontraban justo arriba en una meseta, rodeados de roca desnuda y árboles. Era una zona aislada, pues era el único lugar en todo Konoha en donde el río se volvía peligroso. Las madres le prohibían a sus hijos ir hasta allá a bañarse por lo tanto siempre estaba vacío.
Estuvo unos instantes mirando la espalda de Shisui, enfocando sus ojos en el emblema del Clan. Todo ese problema se había provocado por culpa de aquellos que tanto alababan ese símbolo de una familia antigua, cuyo verdadero origen y propósito se había perdido con el transcurso de los años.
—¿Estás listo? —le preguntó.
Transcurrieron un par de segundos en que ninguno volvió a hablar, en que el agua siguió presente junto al silbido del viento, hasta que su primo decidió contestar.
—Lo siento Itachi —dijo Shisui con voz cándida—. Fracasé.
—¿De qué hablas? —lo cuestionó lentamente, sintiéndose confundido no sólo por el tono de voz que estaba empleado su primo, sino por lo lejano que sonaba.
—Un verdadero shinobi es aquel que trabaja siempre en las sombras para proteger la paz de su nación. No busca reconocimiento por ello. No planea tomar el rol de héroe ni le importa interpretar el de Villano. Hace lo que tiene que hacer y no se arrepiente de ello. No deja que los sentimientos quiebren su determinación al momento de completar una misión, por mucho que duela, por mucho que nos destruya —Shisui nunca sonaba tan tranquilo, por lo cual, Itachi supo que algo estaba mal— Quiero que lo recuerdes. Quiero que te acuerdes de todo lo que dije.
—Shisui…
—Quiero que recuerdes los rostros de los muertos entre los escombros cuando éramos niños, el miedo de no saber si al día siguiente nuestros padres seguirían vivos o no, el dolor de perder a Obito nii-san, el día en que enterramos a mis padres y mi hermana, la noche en que el kyuubi atacó la villa, del funeral del cuarto Hokage y su mujer... —un nudo se formó en la garganta de Itachi al escucharlo hablar así— Prometimos que nos volveríamos fuertes para evitar que cosas así sucedieran nuevamente, para que la generación de tu hermano no tuviera que ver los horrores de la guerra. Realmente creí que si nos esforzábamos, podríamos vivir el resto de nuestras vidas en un lugar pacífico y que eventualmente podría abrir un local para vender gyozas… ¿Te imaginas eso? Todos me conocerían como el sujeto genial que vende gyozas.
—Tú no sabes cocinar —le recordó Itachi, completamente desalentado— ¿Qué sucede Shisui? Me estás comenzando a preocupar.
—Fracasé, Itachi. Ya no hay forma de detener el golpe de estado que planea el clan. Una guerra civil va a estallar inevitablemente en Konoha y el resto de los países se aprovechará de ello para atacarnos. Escalará hasta convertirse en una guerra entre el País del Fuego y los demás.
Quedó paralizado cuando su mejor amigo, a quien consideraba casi un hermano se volteó y pudo ver que sangre escurría de su ojo derecho. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para seguir mirándolo desde su posición. Las líneas negras que pintaba alrededor de sus párpados aún estaban ahí, por lo cual supo que efectivamente se trataba de Shisui, pero la sangre en su rostro lo hizo dudar por un instante de ello.
Habían estado juntos en muchas batallas, pero Shisui nunca había lucido tan golpeado como en ese momento. Su primo era casi invencible cuando se trataba del combate. No conocía a un shinobi aparte del tercer Hokage, tal vez, que podría haberlo derrotado, lo cual le indicó dos cosas: O Shisui se había dejadogolpear de esa manera, o Shisui no había esperado en ningún momento ser atacado por quien lo había dejado en esa condición.
Fue en ese instante en que lo golpeó el conocimiento de que el ojo derecho de Shisui estaba sangrando porque no estaba ahí. Le habían arrancado el ojo, por eso sangraba. Quiso preguntarle cómo había ocurrido eso, quién lo había hecho, cuándo y por qué, pero no pudo si quiera despegar los labios ante el horror que presenciaba. Su rostro perdió cualquier expresión y lo miró sintiendo que todo dentro de su cuerpo se quebraba.
Shisui pareció advertir la duda en sus ojos.
—Danzo me robó el ojo derecho. No confía en mí…
Itachi lo miró con seriedad, el nudo en su garganta se agrandaba. Al parecer, Danzo se había enterado que los ojos de Shisui podían volver a utilizarse y se había adelantado para decidir qué debía hacerse con ellos.
No alcanzó a preguntarle qué harían ahora, porque Shisui habló primero revelando su cambio de planes.
—He decidido proteger la Villa a mi manera —dijo con determinación mientras llevaba sus manos a su ojo izquierdo—. Probablemente intente quitarme el otro ojo también, así que te lo daré a ti antes que eso ocurra.
Si antes había estado impactado con lo que estaba pasando, ahora sólo sintió dolor. Frunció el ceño experimentado un extraño cosquilleo en su nariz, sabiendo que si no se controlaba terminaría en lágrimas.
Shisui merecía un mejor final que ese. Su mejor amigo, quien había sangrado y peleado tantas veces por proteger esa Villa, merecía algo mejor que ser traicionado por uno de sus líderes. Era quizás la persona que más amaba Konoha de todos los shinobis que conocía, alguien que había heredado la voluntad del fuego de parte del Hokage y ahora, justo frente a él, se estaba arrancando su ojo izquierdo sin si quiera quejarse, todo por un simple motivo…
Proteger la Villa. Conservar la paz.
Auto sacrificio. Un shinobi sin nombre que protege la aldea desde las sombras. Shisui había decidido personificar su lema.
—Eres mi mejor amigo, el único a quien le puedo pedir esto —una sonrisa apareció en su rosto que lloraba sangre—. Por favor, protege Konoha y el nombre de los Uchiha.
—Shisui…
—Se que la Villa no es perfecta, tiene sus cosas oscuras y sus secretos, pero, sigo siendo Shisui Uchiha de Konoha. Este es el lugar donde crecimos. No permitas que lo destruyan. Protégelo, a cualquier costo. Y… no permitas que el nombre de los Uchiha se manche por siempre de infamia.
Itachi frunció el ceño y estiró su mano. Su sharingan se activó instintivamente pues la sensación de riesgo inminente era demasiado grande. Las tres aspas observaron a Shisui y su rostro ensangrentado, asintiendo. Bajó la mirada hacia su propia mano y no pudo creer que justo ahí estaba el ojo derecho de Shisui.
—¿Qué planeas hacer ahora? —le pregunto en apenas un murmullo.
—Creo que ya sabes la respuesta—dijo riendo con suavidad.
La sabía.
Si Shisui volvía sin sus ojos, todos sabrían lo que había ocurrido. La masacre de Konoha comenzaría esa misma noche, casi de inmediato. Por otro lado, si no recibía atención médica moriría desangrado. Shisui ya había tomado su decisión y parecía en paz con ella, él no era nadie para alterar eso.
— ¡Carajo! —rió un poco más fuerte— Debí haber bebido algo antes de hacer esto, duele como una patada entre las piernas.
—No es gracioso —murmuró Itachi bajando el rostro, su voz quebrándose ante el inminente riesgo de llorar.
La misma mano que había arrancado el ojo se posó en su hombro izquierdo, tomándolo con fuerza.
—Deberías reír más Itachi. Eres demasiado serio para ser un niño de trece años.
—No. Ya no soy un niño —respondió subiendo el rostro, más decidido que antes—. Haré todo en mi poder para detener el golpe de estado. Te doy mi palabra.
—Lo sé, de lo contrario no habría hecho esto —bajó su mano, sonando un poco más triste que antes— Nos encontraremos del otro lado… ¿Me acompañarías hasta que…?
—Sí.
Y con esas simples palabras, Shisui comenzó a caminar en línea recta, hasta perderse entre los árboles seguido por Itachi. Podía ver el rastro de sangre que dejaba con cada paso que daba. Ya fuese por destino o coincidencia, mientras caminaba, ningun árbol se interponía en su camino a oscuras. Las hojas de otoño caían a su alrededor como si la propia aldea se estuviese despidiendo de él.
Itachi notó que él reconoció la despedida, pues eventualmente dejó de caminar y alzó su cabeza al cielo.
Unos momentos despues su cuerpo cayó con pesar hacia un costado, sin palabras de despedida, sin lamentos. Fuese lo que fuese que Shisui estaba pensando se lo llevó consigo al otro lado.
Cuando se acercó a verlo, comprobó que había una sonrisa en su rostro.
—Te reunirás con tus padres ahora… —susurró Itachi— Y con todos los que perdimos.
Se había prometido a sí mismo no llorar frente a Shisui, pero ahora que estaba muerto, podía romper esa promesa. Bajó el rostro con amargura y las lágrimas brotaron por sí solas.
Su existencia terminaba ahí, entre los árboles que lo habían visto crecer, habiéndose despedido del amigo a quien consideraba su hermano. Shisui había sido un héroe de Konoha. Era reconocido por todos como el miembro más talentoso del clan Uchiha, había luchado en la tercera gran guerra, había combatido con shinobis de todo el mundo siempre saliendo victorioso, el mejor en genjutsus, el alegre payaso que reía por todo y el hermano mayor que hubiese deseado tener.
Itachi miró el ojo de Shisui en su mano temblorosa y entonces, un poder nuevo nació en él. La presión en sus propios ojos se lo indicaba. Las aspas en sus ojos comenzaron a girar y antes de que se diera cuenta, el cuerpo de Shisui estaba cubierto en llamas negras.
Tal como él lo quería, no dejaría rastros de lo ocurrido. Sólo las lágrimas de sangre que brotaban de su ojo derecho.
NOTA
A pesar de que no lo conocimos mucho, siento un respeto gigantesco por Shisui Uchiha. En cierta forma, él formó al Itachi que vimos durante 590 capítulos del manga. Él fue quien le dio los valores que tenía como Shinobi. Me imagino que tiene que haber sido un gran personaje pues todo alababan sus ojos y hasta lo recordaban Ao y Killer B.
En fin, se me hizo triste escribir este capítulo, pero esto será recurrente en este fic. No es un fic feliz y creo ya haberlo advertido.
Team Seven será publicado antes de Navidad. Un beso.
