LIBRO TERCERO
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PRIMER ACTO
DECISIÓN
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De inmediato el instinto de correr se apoderó de ella y como si él lo adivinase una de sus manos se afianzó a su brazo, impidiendo que se alejara. Sus miradas se mantuvieran fijas en la del otro, olvidándose incluso de respirar, en un estudio detenido de sus rostros, gestos y cambios durante esos años.
Hinata reconoció que él había perdido por completo la inocencia de la infancia en sus ojos, aunque quizás ya hubiese sido así la última vez que sus caminos se habían cruzado. No podía estar del todo segura, pero lo evidente estaba frente a ella: no era un niño, de hecho, era casi un hombre.
Una cierta sensación de peligro la invadió. Su agarre era tosco, su piel áspera y sus facciones duras. Su aspecto tampoco mejoraba aquella percepción hosca que emanaba; su ropa estaba descuidada, su cabello despeinado, su rostro sucio y sus manos endurecidas. Era como si hubiese estado viviendo a la intemperie por bastante. Sin embargo, había un aire de pulcritud en él que se contradecía con su aspecto desaliñado. Como todos los Uchiha que ella había conocido durante su corta vida, emanaba un aire de distinción y elegancia inclusive con esa facha deteriorada.
De haberlo querido, Hinata podría haberse liberado de su agarre pero no quería lastimarlo ni empezar un combate. Le daba la impresión que se había vuelto alguien que no tomaba un no por respuesta y que desafiar su voluntad se traduciría en un insulto para su persona. Con los segundos que pasaban y la falta de palabras entre ellos, su corazón comenzó a acelerarse. No le gustaba lo que estaba pasando y su cabeza empezó a recrear posibles desenlaces a ese encuentro; ninguno era feliz o pacífico.
Más tenso se volvía su cuerpo con el pasar de los segundos sin que se moviesen o dejaran de observarse. La penetrante mirada de aquellos ojos oscuros la hacía sentirse intimidada, pero no empequeñecida. Ella era una Uchiha también, descendiente de uno de los más grandes clanes del mundo shinobi y una princesa por derecho propio. Seguramente un atisbo de orgullo herido se manifestó en su mirada, pues él rompió la quietud de esa silenciosa noche.
―No intentes algo estúpido ―dijo con una voz más grave de la que recordaba.
―No pretendía hacerlo ―respondió Hinata sin pestañar, intentando mantenerle aquella mirada sin encogerse.
―Lo veo en tus ojos ―sus párpados cayeron levemente―. Quieres correr.
―No es así.
Su piel estaba tan helada que le volvió a provocar escalofríos. O quizás lo que le provocaba esa sensación que quemaba su pecho era lo similar que lucía a Itachi. En ese rostro estaban presentes los mismos ojos, la misma nariz y la misma forma de sus pómulos. Su cabello era rebelde y caía en hebras gruesas por sus contornos, tan azabache como la noche. Había en él los mismos finos rasgos que ya tantas veces se había perdido observando en su esposo.
Sin embargo, a diferencia de los amorosos ojos de Itachi, en aquella mirada se escondía frialdad, indiferencia y odio. Sus gestos eran intensos, pero desinteresados, casi ausentes. Apático, inmutable e imperturbable, Sasuke tenía tanta presencia como su hermano.
―Suéltame ―le ordenó.
―¿Por qué debería hacer eso? ―respondió Sasuke con frialdad.
―Porque no te he dado permiso de tocarme.
El joven resopló en un sonido bastante nasal y soltó su brazo. Hinata no se movió, manteniendo la mirada en él, esperando algún movimiento repentino que buscase lastimarla. No pensaba que fuese a atacarla, pero todos esos años entrenando cómo mover su cuerpo gracias a la guía de Konan, le habían enseñado a no confiar ni en su propia sombra.
―¿Qué haces aquí? ―le preguntó. El viento desértico silbó a lo lejos.
―¿No es obvio?
―No.
Sasuke se agachó para recoger el kunai que había dejado caer, estirándolo de vuelta en un gesto que le pareció extraño. ¿Era esa su forma de intentar mostrarle que venía en son de paz o era una invitación a seguir combatiendo?
―Te he buscado bastante tiempo ―dijo Sasuke sin apartar su mirada de la de ella.
―Yo también te busqué ―confesó Hinata, sintiendo que un nudo se le formaba en la garganta―. Realmente lo hice.
Había rastreado en más de una oportunidad el paradero de Sasuke, pues era el único que podía aclarar las sombras en su memoria, las dudas en su corazón y tranquilizar su conciencia. Pero ese no era el único motivo. Quería saber que estaba a salvo y en más de una ocasión se encontró a sí misma sollozando por la incertidumbre de su destino. Había llorado su muerte sin saber que vivía cuando huyó de Konoha junto a Itachi, pues a pesar de ser esquivo y mal humorado con ella, había sido su único amigo en Konoha.
Sasuke había sido quien le enseñó a lanzar armas de forma correcta, el chico con el cual volvía de la Academia, su compañero en la soledad de la casa Uchiha y quien compartía granizados de ciruela con ella. Mirarlo era como viajar al pasado y no podía evitar preguntarse por qué todo había resultado así. ¿Por qué tenía que considerarlo un peligro cuando sentía afecto por él? Todo resultaba tan injusto y confuso, que pronto experimentó el deseo de olvidar esas sensaciones que la comenzaban a ahogar.
Ese joven frente a ella no era el niño con quien había jugado en la infancia. Ese joven era un missing-nin de Konoha. De hecho, tenía suerte, ya que su nombre no se encontraba aún en el libro Bingo y por lo tanto nadie en la organización tenía interés en asesinarlo por la recompensa. En varias ocasiones Hinata se preguntó el motivo de ello, ya que era conocido por todos que Sasuke se había asociado a Orochimaru.
―¿Buscarme? ―Sasuke resopló nuevamente―. ¿Itachi te lo pidió?
―No es así.
―¿Entonces? ―volvió a cuestionarla, con un tono un poco más crudo― ¿Por qué?
―¿No es obvia la razón? ―las cejas de Hinata se entrejuntaron en melancolía, repitiendo las palabras que Sasuke había dicho antes. Bajó el rostro y cerró los ojos, intentando respirar con tranquilidad.
―No ―respondió insensible a la súplica en su mirada―. ¿Por qué no me la dices?
Se vio a sí misma con siete años de edad caminando tres pasos detrás de Sasuke, corriendo para alcanzarlo cuando él caminaba más rápido. Sintió el sabor de las obleas de arroz que compartieron en más de una ocasión cuando Uruchi-san los recibía en la tienda al volver de la Academia. Recordó el sonido de los kunais chocando contra la corteza de los árboles y la manera en que Sasuke le decía que estaba sosteniendo mal aquellas armas, mostrándole la posición correcta. Su nariz cosquilleó al sentir el olor del jarabe de ciruela de aquellos granizados que alguna vez habían compartido en una tarde primaveral.
―Estaba preocupada por ti.
Si sus palabras causaron algún efecto en él, lo escondió con la maestría que tanto caracterizaba a los Uchiha. Su rostro permaneció implacablemente estoico y su expresión severa no se alteró.
Hinata bajó suavemente el rostro, un tanto avergonzada de su confesión, preguntándose a sí misma si todo ese entrenamiento habría sido en vano si no podía ocultar lo que realmente sentía frente al resto y lanzaba palabras como aquellas sin medir las consecuencias.
―Quiero que vengas conmigo Hinata. Vine por ti.
Un pequeño gemido se le escapó por la sorpresa que le causaba escuchar algo como eso. La seguridad en sus palabras y el subtono imperativo la sobresaltó, sacándola de sus propios pensamientos. Insegura, volvió a subir la mirada para encontrarse con aquellos ojos negros que parecían tan seguros de sí mismos. Podía ver en sus facciones que hablaba con toda seriedad y que no había espacio para que ella negara su petición.
―¿Por qué? ―preguntó confundida, sin entender qué era lo que pretendía Sasuke con todo eso.
―Porque eres la única persona que puede ayudarme ahora ―el estómago de Hinata se apretó al escuchar aquello y antes de que pudiera pedir más explicaciones Sasuke la interrumpió en sus pensamientos―. No podemos permanecer acá. No es seguro.
Hinata concordaba con ello. Si Sasori o Deidara se volteaban e iban a asistirla, un combate entre ellos sería inevitable. Sus compañeros no eran del tipo de persona que hace preguntas cuando se trataba de un extraño. Por otra parte, Sasuke estaba involucrado con un hombre que era un blanco para la organización, quizás el más buscado por todos ellos.
―Sígueme.
No tuvo tiempo para negarse a la petición ni pensarlo mucho tiempo más. Antes de que pudiese contestarle, Sasuke se adentraba en la oscuridad del desierto como una sombra que se difumina en la noche.
Comenzó a correr detrás de él antes de perderlo, dando saltos entre el árido suelo, sintiendo el frío de la noche golpear sus mejillas y el aire nocturno mantenerla tan despierta que sentía que nada de eso podía ser real.
Corrieron un par de horas esa noche, sin que pareciera importarles el frío, la oscuridad, el vapor que exhalaban, el lejano ruido de coyotes y las cientos de miles de estrellas que eran testigos de su reencuentro titilando sobre ellos. A pesar de que sabía que todo aquello era extremadamente peligroso y que incluso podía meterse en problemas por salirse de su itinerario, no pudo evitar adentrarse en el desierto junto a él. Su presencia, por extraño que fuese, le parecía reconfortante.
De pronto Sasuke se detuvo, juntó sus manos en un sello y el suelo comenzó a temblar. La arena bajo sus pies fluyó como si fuese agua y dejó a la vista una especie de entrada a un recinto subterráneo. Su corazón comenzó a latir con ansiedad, comprendiendo que si seguía a Sasuke todo aquello podía ser una trampa de la cual posiblemente no tendría escapatoria.
―Es aquí ―dijo él sin mirarla ni importándole sus preocupaciones.
Hinata activó su byakugan para inspeccionar el recinto, dentro de los túneles, a través de las paredes y las decenas de habitaciones con distintos equipos médicos y muebles; no logró localizar a nadie que tuviese una marca visible de chakra.
Aún así, titubeó un momento antes de seguirlo. Algo dentro de ella le decía que no era una buena idea. Quizás debía dar la vuelta y seguir las órdenes que le habían dado. Ya había entregado la información que Sasori y Deidara requerían para seguir los siguientes movimientos de la organización y su labor era ponerse en contacto con Konan para comunicarle que el dúo de artistas se dirigía a la misión que se les había encomendado. Retardar aquello aunque fuese en un día o un par de horas era arriesgado y se podría meter en problemas. Después de todo, habían confiado en ella.
Pero por otro lado, quien le había pedido que lo siguiera era Sasuke. El joven que se adentraba al recinto subterráneo no era un simple desconocido, sino su familia. Había estado buscándolo por tanto tiempo, deseando saber su paradero y condición, enterarse qué era lo que había acontecido con él para que abandonara Konoha de esa manera y sobre todo, preguntarle finalmente qué había ocurrido esa horrible noche de luna llena que la forzó a huir de su aldea natal.
Con dudas en el pecho y un poco de inseguridad lo siguió por el corredor que se hundía en una suave pendiente bajo la tierra.
Pronto notó que no era una simple caverna, sino que las paredes eran lisas y de roca. En ellas había tallado todo tipo de decoraciones en las cuales predominaban las serpientes. El suelo era de baldosas, cuyo patrón le recordó algo salido de un cuento antiguo. El lugar era enorme y caminaron un par de minutos en silencio con el eco de sus pisadas como único acompañamiento. De vez en cuando el corredor era atravesado por otro pasillo que desviaba el camino en varias direcciones, pero Sasuke parecía saber dónde debían dirigirse y caminaba sin titubear.
De pronto, al doblar en una esquina, Sasuke se detuvo frente a una de las tantas puertas. Hinata miró con cuidado esperando que algo aconteciera, cautelosa de cualquier movimiento sospechoso por parte de Sasuke. Para su alivió, el joven tan sólo abrió la puerta de la habitación, revelando un dormitorio. El cuarto contaba con una cama, un par de muebles y lámparas de aceite en las paredes. A pesar de que olía un tanto húmedo y claramente podía ver telas de arañas en algunos rincones, parecía un buen sitio para pasar la noche.
―¿Qué es este lugar? ―preguntó Hinata entrecerrando los ojos mientras Sasuke se dirigía a encender las lámparas de aceite en las paredes.
―Es una de las guaridas de Orochimaru ―respondió sin voltearse―. Supongo que ya sabías eso.
―¿Vives aquí? ―Hinata no se movió desde la entrada, mirando todo con atención.
―No. Está abandonada hace bastante ―la joven asintió a aquella información. Le resultaba más confortante saber que estaba lejos de ese horrible sujeto que alguna vez había intentado asesinarla―. Puedes dormir aquí esta noche. Yo usaré la de al lado.
―¿Hay más habitaciones? ―preguntó extrañada.
―El corredor está repleto de ellas.
Hinata no quiso seguir cuestionándolo al respecto y Sasuke comenzó a caminar hacia la puerta. Evidentemente se iba a retirar. Quizás no deseaba hablar con ella aún sobre el motivo que lo había llevado a buscarla o tal vez estaba cansado por correr en medio de la noche. Hinata no estaba segura de lo que estaba motivando a Sasuke. Sin embargo, si estaba a punto de alejarse de sus labores con la organización, al menos quería saber por qué.
―Sasuke-kun ―su mano se aferró al brazo del joven justo cuando pasaba a su lado. Él miraba hacia el corredor, ella hacia la habitación, incapaz de encontrarse con sus ojos―. Sé que…―permaneció en silencio un momento insegura de lo que estaba a punto de decir― debes querer saber dónde está Itachi-san p-pero…
―No me interesa el paradero de ese sujeto en este momento.
―¿No?
―No.
―Pensé que…
―Arreglaremos nuestros asuntos pendientes en algún momento. Por ahora, tú eres quien me interesa.
―¿No intentarás lastimarme?
―No. Espero que eso te tranquilice ―la mirada hosca de Sasuke sobre ella la hizo titubear un momento, pero finalmente asintió con lentitud.
―Yo ―Hinata pasó saliva y soltó el brazo de Sasuke con lentitud. Llevó ambas manos delante de ella, comenzando a jugar con sus dedos, indecisa de cómo proceder con él―. Yo… lamento todo lo que ha pasado ―dijo con melancolía―. Desearía que todo fuese distinto.
Sasuke absorbió lo que acababa de escuchar con indiferencia. Sus gestos no se inmutaron ni se enterneció por la tristeza en Hinata. Por el contrario, su mirar pareció agudizarse estudiando las facciones de la chica frente a él como si en cualquier momento ella lo fuese a atacar. Quizás creía que todo eso era una trampa emocional de Hinata, quien intentaba engatusarlo de alguna manera que sólo las mujeres podrían conocer.
―Eso depende de ti ―dijo finalmente―. Las cosas pueden ser distintas entre nosotros, si tú así lo decides.
―¿A qué te refieres?
Sasuke se acercó tanto a ella que podía sentir su respirar sobre el rostro. Su corazón comenzó a latir con fuerza debido a la seriedad de sus gestos. Los ojos oscuros y almendrados del pelinegro tenían una intensidad que sólo había visto en Itachi. Sasuke la hacía sentir vulnerable y expuesta, como si con sólo un soplido pudiese ponerla de rodillas.
―Abandona Akatsuki y ven conmigo.
Hinata contuvo el aire y movió el rostro lentamente hacia el costado para que él dejara de verla de esa forma. Para su desconcierto, Sasuke no se movió, esperando una respuesta. Evidentemente lo decía en serio. Si la había rastreado y llevado hasta ese lugar era precisamente para pedirle algo que era incompatible con su asociación a Akatsuki. O quizás, con Itachi.
―¿Por qué? ―le preguntó casi en un susurro.
―Ya te lo dije ―insistió Sasuke, respondiendo con severidad―. Eres la única persona que queda que puede ayudarme.
Y entonces, justo antes de que pudiese decir algo al respecto, Sasuke salió de la habitación.
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Hinata apenas consiguió dormir durante la noche. La cama estaba húmeda por no haber sido utilizada en bastante tiempo, el aceite quemándose hacía un irritante chirrido y estaba tan frío que no paraba de temblar. Había vivido en peores condiciones la mayoría de su vida y siempre lograba conciliar el sueño con facilidad. La mayoría de las veces se debía a que sin importar qué pasara, sabía que estaba protegida si Itachi se encontraba cerca. En cambio durante las horas de silencio en ese extraño lugar, la sensación de peligro la rodeaba acechante, a la espera de que se descuidara en el sueño. Aquello llenó su estómago de nudos y no paró de darse vuelta de un lado a otro hasta que el cansancio la venció.
Cuando finalmente consiguió quedarse dormida no fue mejor. Tuvo una horrible pesadilla. Se encontró a sí misma en un mundo sin colores en el que Itachi sangraba sobre la nieve de un campo interminable, batallando contra una ventisca que apenas le permitía caminar. De cada gota que caía de sus labios brotaba una amapola carmesí y hermosa, lo único que parecía tener alguna tonalidad colorida en ese mundo de sombras. Era extraño, pero un sendero de flores la guiaba hacia él en ese frío desierto de nieve que se extendía tan lejos como sus ojos podían ver. Sin embargo, por más que caminaba entre las amapolas, no podía acercarse a Itachi. Gritaba su nombre con ímpetu y desesperación, suplicando que volteara, que volviese a ella, pero el joven parecía estar demasiado lejos para escucharla.
Se sintió tan desesperada intentando alcanzarlo en el sueño que despertó llorando.
Sólo tenía un par de horas antes de que comenzaran a buscarla. Aunque debía ser un secreto, ella sabía que había un miembro de Akatsuki que la seguía muy de cerca, pendiente de ella como si se fuese a escapar con sus secretos en cualquier momento. Se llamaba Zetsu y de todos los miembros de la organización era quien más la asustaba. Era un sujeto cuyo chakra no podía descifrar, que no debía existir. Era como si fuese dos entes completamente distintos. Por algún extraño motivo, su firma de chakra le recordaba a la que había visto en el hombre enmascarado la noche de la masacre.
Dos seres coexistiendo en un cuerpo…
Salió de la habitación un tanto aturdida por la penumbra del refugio, sin saber exactamente qué hora era. El pasillo estaba oscuro pero se filtraba luz por la ranura de la puerta de otra habitación en ese corredor, por lo cual se dirigió hasta aquella suponiendo que Sasuke se encontraba ahí.
Se paró afuera y golpeó con suavidad.
―Entra.
Respiró profundo antes de voltear la perilla y abrir con cuidado.
Sasuke se encontraba sentado sobre la cama. Tenía una espada corta sobre sus rodillas y parecía estarla limpiando o algo por el estilo. A diferencia de la habitación en donde ella había dormido, aquella contaba con una chimenea que Sasuke había utilizado. Agradeció el calor que emanaban las llamas y bajó la mirada un tanto avergonzada por adentrarse en la habitación. Si bien no sabía qué hora era, por la temperatura en el ambiente, adivinaba que aún no amanecía del todo.
―¿Te quedarás ahí o entrarás?
―No debería. No es apropiado ―dijo la joven con las mejillas levemente sonrojadas.
―¿Por qué? ―Sasuke no parecía entender su reacción.
―No es apropiado que entre a la habitación de un hombre que no es mi esposo.
―¿Es en serio? ―preguntó Sasuke un tanto desconcertado. Era lo más cercano a una reacción que había mostrado con ella.
―Esperaré en el pasillo ―dijo avergonzada de sí misma.
―Haz lo que quieras ―Sasuke suspiró como si eso lo agotara.
Sabía que el joven estaba haciendo un gran esfuerzo por moderarse con ella. Se veía tan tosco y solitario que dudaba hubiese tenido interacción continua con personas durante los últimos años. También sabía que estaba actuando de una manera que pocos entenderían, pero para ella las formalidades y la virtud eran esenciales en el diario vivir.
Muy pocas veces estaba a solas con un hombre, pues creía que era inapropiado. Ya no era una niña pequeña. Se había convertido en una señorita y sus líneas femeninas se habían pronunciado con la edad. Desde que eso había ocurrido llamaba más la atención de lo que hubiese querido y muchas veces se había muerto de vergüenza cuando le daban una mirada que la hacía sentir desnuda. Por ello, era cautelosa con el tema de los chicos y estar a solas con ellos.
―Aún no me acostumbro mucho a interactuar en este tipo de situaciones ―confesó nerviosa―. Lo siento.
―Eres rara ―Sasuke suspiró y volteó nuevamente su atención al arma sobre sus piernas―. ¿Pensaste lo que te pedí? ―Hinata asintió dubitativa evitando mirarlo―. ¿Y? ¿Dejarás a esos sujetos para venir conmigo?
―¿Recuerdas cuando llegué a tu hogar? ―la expresión de Sasuke se volvió confusa, al parecer no entendía a qué venía esa pregunta―. Pareciese que fue hace un millón de años. Un día estaba entrenando en el dojo del clan junto a mi padre y al siguiente se me informaba que debía casarme con un completo extraño.
―Lo recuerdo ―dijo Sasuke sin expresiones, siguiendo la figura de Hinata, quien se paró junto al fuego estirando sus manos para calentarlas con las llamas―. Eso no contesta mi pregunta.
―Sólo… sólo déjame terminar.
―Está bien. Habla.
―Yo ―sonrió tímidamente recordando que cada paso que había dado lo había hecho temerosa de caer mientras se adentraba en el templo. El kimono tradicional de novia era pesadísimo y apenas podía caminar con los zapatos que usaba―. Estaba tan nerviosa.
―¿Por la ceremonia? ―preguntó Sasuke con suspicacia.
―No ―la joven suspiró con melancolía―. Desde que tengo memoria, durante toda mi niñez, escuché como las personas a mi alrededor decían que no cumplía con las expectativas del clan ―Hinata sonrió tristemente, recordando los rostros y las voces de su clan―. El primogénito de los Hyūga, nacido en medio de una guerra, era una niña. No era la figura de salvación que esperaba mi familia, todo lo contrario. Nací enfermiza, pequeña y al parecer bastante débil ―pensó que fácil habría sido todo si Neji hubiese sido hijo de su padre en vez de ella―. Para empeorarlo, aquello no cambió mientras crecía. Era demasiado esbelta y frágil, lloraba cuando me caía, las palabras se me atoraban en la boca cuando debía hablarle al resto, me daba miedo prácticamente todo y me rendía rápidamente cuando intentaban enseñarme algo. Pronto fue evidente para todos que yo nunca podría liderar al clan. Por lo mismo, creo que esa propuesta de que me casara con el heredero de los Uchiha fue un gran alivio para mi padre. Podría deshacerse de mí y yo finalmente iba a realizar algo que lo llenaría de orgullo. El clan Uchiha y el clan Hyūga, dos de los clanes más respetables y antiguos de Konoha, se unirían. Y yo sería parte de eso. Era una responsabilidad enorme y mi padre me la había confiado.
―¿Por qué estabas nerviosa entonces? ―preguntó Sasuke, interrumpiendo su narración. Hinata lo miró sorprendida. No creyó que le interesaría lo que le estaba diciendo―. Si deseabas que tu padre se sintiera orgulloso de ti por casarte con un Uchiha, y lo hiciste, debiste sentir felicidad. No nervios.
―Mi padre, no parecía conforme con la propuesta de matrimonio. Me dio la impresión que… que nunca estuvo de acuerdo con ello ―Sasuke la miró desconcertado―. Y yo, estaba nerviosa porque no quería fracasar en complacer los deseos del clan, pero también quería complacer a mi padre ―Sasuke frunció el ceño―. Y él… él no estaba complacido con todo lo que ocurría.
Ambos permanecieron en silencio. La madera crujía mientras se quemaba y Hinata recordaba aquellos momentos. Las calzas negras que portaba tomaban un ligero color rojizo por las llamas al igual que la ajustada camiseta beige de cuello largo y cerrado.
―¿Por qué me dices todo esto? ―le preguntó Sasuke quien seguramente intentaba descifrar la razón para semejante confesión.
―Porque creo que al igual que yo, te cuestionas el motivo por el cual ocurrió todo, desde que me casé con Itachi-san hasta esa noche en que… ―Hinata frunció los labios, recordarlo era doloroso―. Antes de decidir algo como lo que me pediste, quería… quería darte mi versión de lo que ocurrió la noche en… en que…
―En que Itachi asesinó a todo mi clan. A mis padres. A Shisui… ―Hinata bajó el rostro cuando de pronto escuchó a Sasuke resoplar divertido.
Tan pronto se encontró con su mirada supo que algo pasaba por la mente del joven. No estaba segura qué era esa emoción que se reflejaba en sus ojos, pero era una mezcla burlesca de arrepentimiento e ironía, como si todo aquello le resultara dolorosamente divertido. Le sorprendió que algo así se reflejara en él cuando todo ese tiempo había mantenido sus pensamientos y emociones ocultas detrás de una máscara de indiferencia y frialdad.
―Debiste ser mi esposa ―dijo finalmente, con más seriedad de la que creyó posible.
―¿Perdón? ―Hinata pensó que había escuchado mal.
―Yo debí casarme contigo ―repitió Sasuke, mirándola con un amargo resentimiento―. Ese era nuestro destino. Tú y yo, debimos ser marido y mujer.
―No entiendo ―susurró extrañada―. ¿A qué te refieres con eso?
―Ya que estamos recordando ese festivo día, creo que deberías saber que mi padre había decidido que sería yo quien se casara con la heredera de los Hyūga ―los párpados de Hinata subieron en sorpresa ante lo que escuchaba―. Quizás tu padre no estaba conforme con esa elección.
―Nadie… nadie me dijo…
―Es lo lógico. Ambos teníamos la misma edad, nos conocíamos por la Academia, éramos los no-deseados de nuestros clanes. Las decepciones de nuestros padres ―Sasuke sonrió divertido, burlesco inclusive. Hinata podía ver que decir eso lo lastimaba―. El acuerdo se había escrito con mi nombre en él. Mi padre me lo comunicó sin darme espacio para quejarme o alegar. Ni si quiera me preguntó qué opinaba al respecto.
―Y-yo no sabía de eso ―y así era. Su padre siempre dijo que ella se casaría con el heredero de los Uchiha, no con el hermano menor.
―Me dio un día entero para que me hiciera a la idea de que a los siete años desposaría a una niña de mi clase en la Academia, con la cual nunca había hablado. Le pidió a Itachi que me enseñara qué debía decir y hacer en el momento en que firmáramos el acuerdo entre nuestros clanes ―los labios de Hinata se despegaron en incredulidad.
―Sasuke-kun…
―Pensé en lo horrible que sería casarme con un tonta chica de mi clase, que ni si quiera conocía bien, con quien nunca había hablado. Estaba horrorizado y se me cruzó la idea de esconderme hasta que se dieran cuenta que todo aquello era una tontería. Pero tampoco quería decepcionar a mi padre. Era la primera vez en mi vida que había confiado en mí para que hiciera algo, en vez de Itachi ―decirlo pareció lastimar a Sasuke y Hinata quiso acercarse e intentar contenerlo de alguna forma pero no se atrevió a mover―. Aun así, no deseaba casarme contigo, ni con nadie. Pensé que era una idea estúpida y no comprendía por qué mi padre deseaba eso. Y entonces, justo cuando Fugaku le comunicaba al clan que uno de sus hijos se desposaría con la heredera del clan Hyūga, Itachi lo interrumpió ―Sasuke frunció los labios como si quisiese mordérselos sólo por la amargura de recordarlo―. "Yo lo haré", dijo, con tanta elegancia y seguridad. La habitación pareció caer en un abismo mortal de silencio. El rostro de mi padre se descompuso en cólera exigiendo una explicación sin decir nada. Itachi sabía que yo era el que debía casarme contigo y lo desautorizó frente a todo el consejo del clan.
―¿Y qué sucedió? ¿Cómo logró convencerlos de algo así?
―Dio algunos motivos sin sentidos sobre por qué debía ser él quien se casara contigo. La verdad, no lo recuerdo bien. Entre más hablaba, más parecía convencer a todos de lo que decía. Incluso mi padre se sintió conforme y de acuerdo.
―¿Por qué quiso tomar tu lugar? ¿Dijo algo? ―Hinata sintió que lo que acababa de escuchar era importante de alguna forma para comprender el motivo por el cual Itachi había hecho todo lo que hizo antes de huir de Konoha. Tuvo una corazonada de que si comprendía por qué se había casado con ella, lograría ver las razones que lo motivaron a asesinar a todo su clan―. ¿Lo sabes? ¿Él dijo algo, Sasuke-kun?
―No lo sé ―murmuró frustrado al no encontrar el motivo por más que lo hubiese analizado una y otra vez―. Sé que la razón está en acuerdo de compromiso que ustedes firmaron. De eso estoy seguro. ¿Recuerdas haberlo leído?
―N-no ―dijo Hinata dubitativamente. Sólo recordaba haberlo firmado rápido después de que Itachi lo hiciera―. Era demasiado pequeña como para haberle dado importancia a eso. Estaba más preocupada de tropezar con mi kimono y caer.
Todo en su cabeza comenzó a girar con rapidez intentando recordar aquel día en que llegaron a su habitación con un médico para examinarla, abrieron sus piernas y miraron sus partes privadas. Recordaba como sus ojos se habían llenado de lágrimas ante la humillante forma en que era tocada y examinada como ganado para la venta. Escuchó en su mente el eco de las palabras del hombre que le comunicaba a Hiashi Hyūga que era apta para ser madre y lo que aquello le había hecho sentir. Después de eso, su padre le había dicho con simpleza que debía casarse con un Uchiha y el resto de esa tarde un grupo de criadas la había bañado, restregado, peinado, maquillado, perfumado y vestido para que atendiera a una ceremonia en donde conocería a su futuro esposo, quien lucía tan elegante como ella. Se saludaron sin mirarse cuando sus padres los presentaron, hicieron una reverencia y firmaron un pergamino en el que había innumerables cláusulas que ni si quiera leyó. Lo único claro en su mente era su propio nombre al final de la hoja junto al de Itachi.
―N-necesito sentarme ―todo empezó a distorsionarse en su mente haciendo que su visión se sintiera rara.
Su cien palpitaba, sus párpados tiritaban y creyó que perdería el conocimiento. Cerró los ojos afirmándose contra la pared, creyendo que sus rodillas iban a fallar cuando de pronto sintió las manos de Sasuke sosteniendo su cintura. Ni si quiera se movió, incrédula de que él se hubiese preocupado de que no se fuera a caer.
―¿Qué te sucede? ―le preguntó incómodo.
―No es nada ―respondió Hinata negando con el rostro, intentando no mostrarse tan patéticamente débil frente a él.
Sasuke suspiró con algo de molestia y la soltó de golpe. Era evidente que toda esa situación lo sobrepasaba. Podía reparar que se había vuelto el tipo de persona que sólo cuida de sí mismo y ver a alguien más en apuros lo ponía en una situación de no saber qué hacer.
―Escucha ―Sasuke inhaló profundamente intentando ordenar sus ideas, quizás suavizar un poco su modo de aproximarse al tema, aunque ella veía lo difícil que le resultaba hablar sin perder su paciencia―. Cuando supe que estabas vivas, pensé que había un motivo para eso. En un comienzo, estuve casi seguro de que era tu doujutsu. Itachi dijo que me dejaría vivir porque deseaba medirse contra mí cuando ambos tuviésemos los mismos ojos. Ese fue mi razonamiento. Si yo vivía gracias al sharingan, entonces, tú lo hacías por el byakugan. El necesitaba tus ojos para ver algo en el templo del río Naka.
―Él nunca quiso mis ojos ―negó Hinata, cuestionándose el verdadero motivo para que su destino no hubiese llegado a su fin aquella noche de luna llena.
―Lo sé, porque aún los posees. En todo este tiempo, no te quitó los ojos. Tampoco te llevó a Konoha a leer la piedra ―Hinata no comprendió a qué se refería con ello―. Estos últimos años creí que quizás ese sujeto necesitaba el byakugan para algo más. Pero ahora… ―Sasuke lucía confundido―. Cada vez que lo pienso, siento que hay algo más. Por eso te he buscado. Por eso te necesito. Eres la única persona que puede decirme por qué estamos vivos y cómo vencerlo.
―Sasuke-kun… yo… Itachi-san no es la persona que tú crees que es.
―¿Lo sigues defendiendo? ―los ojos de Sasuke se entrecerraron en incredulidad y molestia―. ¿Por qué? Es un asesino y lo único que ha hecho toda su vida es engañarnos con sus mentiras.
―Si Itachi-san quisiera mis ojos los habría tomado. Si fuese tan sólo un asesino tú y yo estaríamos muertos, p-pero…
―¡Si nos dejó vivir debe haber un motivo para eso! ―exclamó molesto―. Tú… hay algo para lo que aún te necesita. Y estoy seguro que ese motivo debe estar escrito en el pergamino que ambos firmaron cuando se comprometieron. Creo que si encuentro ese documento, entenderé qué es lo que quiere Itachi y cómo puedo detenerlo.
―Pero… ―razonó confundida, sin entender a qué quería llegar Sasuke―. Ese documento debe estar en Konoha.
―Cada uno de nuestros padres debió quedarse con una copia ―Hinata cerró los ojos recordando ese día, intentando visualizar el pergamino y qué había ocurrido con él.
―Firme tres veces. Lo recuerdo ―alguien se había quedado con ellos, una figura ceremonial y encorvada―. Y luego, un hombre viejo tomó las copias, las enrolló y puso un sello de cera sobre ellas. Ese hombre era…
―El hokage.
―Sí ―Hinata nunca lo había pensado hasta ese momento―. ¿Por qué el Hokage estaría presente en algo como eso? Era un asunto privado entre dos clanes.
―No lo sé Hinata. Todo ese asunto del matrimonio arreglado entre ustedes es muy extraño ―Sasuke lucía frustrado y confundido―. Si hay tres copias, tenemos más posibilidades de encontrar alguna.
―P-pero están en Konoha. No podemos entrar así como así a la Aldea. Es… descabellado ―dijo Hinata negando con el rostro―. Tú… tú eres un missing-nin y todos creen que estoy muerta. Hasta tú lo creías así.
―Podemos hacerlo y sé cómo ―dijo Sasuke caminando hasta la cama y tomando la espada corta para ponerla en una vaina―. Los exámenes chunin se están llevando a cabo en Konoha estos días. Muchas personas entrarán y saldrán de la aldea, por lo cual podremos infiltrarnos sin llamar la atención.
―Es demasiado peligroso.
―¿Tienes miedo? ―se burló Sasuke―. Pensé que eras lo suficientemente talentosa como para entrar en una Aldea sin ser detectada.
―No es eso ―dijo Hinata visualizando el rostro de Hanabi―. Si mi familia se entera que estoy viva y que estos años he colaborado con Akatsuki, todo el clan Hyūga se movilizaría como primera prioridad para buscarme y deshacerse de mis ojos.
―¿Por qué harían eso? ―preguntó extrañado.
―Hay reglas dentro del clan Hyūga sobre lo que sucede si el líder no puede controlar a un portador del byakugan. Un sello que todos los miembros portan es activado y éste destruye sus ojos. Lo mismo ocurre si esa persona muere.
―¿Tú tienes ese juinjutsu? ―Sasuke entrecerró los ojos estudiándola.
―No. La familia principal del clan no recibe ese sello. Yo era la heredera de Hiashi Hyūga ―Hinata suspiró con dolor pensando en Hanabi, Neji o su propio padre persiguiéndola por las cinco naciones con la única misión de destruir su byakugan. Sería horrible vivir con la idea de que alguien amado se acercara a ella sólo para matarla―. Si se enteran de mi paradero, de que no morí esa noche, mi padre movilizaría al clan completo para matarme. Sé que lo haría.
―¿Cómo puedes estar tan segura?
―Es su deber.
Era demasiada información para absorber, pero no creyó que esa conversación fuese a ser de otro modo. Sasuke sabía cosas que ella ignoraba, y Hinata conocía otras que él no sabía. La joven creía que si unían ambas versiones y perspectivas, quizás, se acercaran a la verdad de todo lo que había ocurrido para que esa noche horrible se desencadenara. Itachi le había mentido toda su infancia, pero debía haber una justificación para ello. Si trabajaba con Sasuke, era probable que llegaran juntos a una conclusión favorable.
¿Pero podía confiar en Sasuke?
―Hinata ―la miró con seriedad, casi compadeciéndose del estado en que se encontraba―. Ningún adulto en su sano juicio habría obligado a una niña de siete años a casarse con un niño de doce. Comprendo eso ahora ―Hinata asintió cabizbaja―. Si tu padre no estaba conforme con eso, significa que quienes resultaban favorecidos con el acuerdo, era mi clan. ¿No lo crees? ―la joven frunció el ceño intentando procesar la línea de razonamiento de Sasuke―. Pero, ¿Por qué alguien tan poderoso como Hiashi Hyūga habría autorizado semejante locura si no le favorecía?
―No lo sé, no recuerdo bien lo que sucedió ese día ―dijo Hinata sintiendo que sus oídos vibraban―. Sólo tenía siete años.
―Ordena tus pensamientos ―Sasuke se acercó a ella al verla temblar ensimismada y puso sus manos sobre los hombros de Hinata―. Cálmate y piensa con frialdad. Al igual que yo fuiste criada en un clan riguroso. Sabes sobre política y tradiciones ―la joven levantó el rostro y se encontró con ojos negros y fríos―. ¿Por qué la hija del líder de un clan se casa con el hijo del líder de otro clan?
―Pues, hay muchos motivos para un matrimonio arreglado.
―Así es. Por ejemplo, si hay conflicto entre ambos clanes, para solucionarlos. Si un clan vence a otro, el perdedor ofrece a su hijo mayor para de ese modo someterse. Se vuelve un rehén.
―Pero ninguna de esas cosas sucedió conmigo e Itachi-san.
―Lo sé. Nuestros clanes no estaban en conflicto.
―¿Entonces?
―¿Qué ganaban si ningún clan estaba en conflicto? ¿Por qué casar a una niña de siete años y a un niño de doce inmediatamente? ¿Por qué la urgencia?
―Un matrimonio arreglado sirve para formar una alianza ―Hinata sintió que recitaba sus lecciones con Ko.
―¿Para qué querrían formar una alianza? ― Sasuke no estaba dándole demasiadas respuestas a sus interrogantes, más bien quería que ella razonara para llegar a algún tipo de conclusión―. Los clanes se unían en alianzas de ese tipo en la antigüedad porque había un constante estado de guerra y debían fortalecerse rápidamente.
―Pero el clan Hyūga nunca había realizado este tipo de acuerdos antes. De eso estoy segura. Otou-san siempre decía que debíamos casarnos con un joven del clan para mantener el byakugan a salvo y que la familia principal tenía el byakugan más puro porque descendía directamente de los dioses. Nunca nos habíamos mezclado con nadie que no tuviese el byakugan.
―Algo similar ocurre con el Sharingan. Sé de qué estás hablando.
―¿Quieres decir que nuestros clanes estaban tan desesperados por obtener algo con nuestro matrimonio, que no les importó nuestras edades ni las tradiciones, ni mantener la pureza de nuestros doujutsus? ―Hinata palideció.
―Sí ―las manos de Sasuke en sus hombros se afianzaron. Por un momento sintió que ninguno de ellos respiraba esperando la reacción del otro―. E Itachi sabe el motivo. Y si quiero vencerlo, también necesito saberlo.
Las manos de Hinata comenzaron a temblar y la fría sensación de que finalmente comprendía lo que había ocurrido tiempo atrás llegó a ella como el viento de invierno. Todos esos años había estado concentrada en pensar en lo que había ocurrido esa noche, analizando lo sucedido durante el día y luego las horas posteriores en que huían de Konoha. Todo ese tiempo se había enfocado en el día de la masacre, sin mirar la suma de hechos que habían llevado a que se desencadenaran las acciones para ese horrible desenlace. Había ignorado las causas mediatas.
En cambio Sasuke había pensado, había analizado, se había obsesionado con comprender lo que motivaba a Itachi. Había visto cada uno de los grandes hitos meses antes de que su hermano asesinara a toda su familia y uno de ellos, evidentemente, era su repentino matrimonio. Había generado teorías en su mente para explicarse a sí mismo las cosas. Tenía que hacerlo si quería vencerlo.
No obstante, a diferencia de Sasuke, ella no estaba cegada por odio. Hinata comprendía lo que en verdad había ocurrido y como todos ellos quizás eran sólo víctimas de circunstancias mucho mayores que ni si quiera se acercaban a comprender. Si veía las cosas con frialdad, tampoco Itachi ganaba algo casándose con ella.
―¿Y si no era el clan Uchiha o el clan Hyūga los que se beneficiaban de todo eso? ―le preguntó con la voz quebrada y mirando el vacío―. Ni tampoco… Itachi-san.
―¿Quién más podría haberse beneficiado al casar dos niños herederos de sus respectivos clanes? ―preguntó Sasuke molesto―. ¿Qué estás insinuando?
Hinata permaneció en silencio, el estómago se le revolvía. ¿Por qué había sido tan estúpida durante esos años? ¿Por qué no había tomado un acercamiento a su dilema desde la misma perspectiva en que lo había hecho Sasuke? Quizás en ese momento podría haber respondido a esa pregunta que quemaba su pecho y saber qué había motivado a Itachi para hacer algo tan horrible como asesinar a todas esas personas.
―Hinata, si la respuesta a todo eso está en algún lugar, es en ese pergamino.
La joven sintió que los ojos se le cristalizaban. Su pecho dolía como si le estuviesen clavando algo y apenas lograba controlar su respiración. No podía creer que todo su entrenamiento con Konan había fracasado tan terriblemente si no podía ocultar sus emociones frente al resto. En ese instante estaba devastada y recordar lo horrible que todo aquello había sido la hacía desear que Itachi fuese honesto con ella de una vez y le dijera qué había ocurrido para que todo terminara así.
Frunció los labios, se volteó y caminó hasta la puerta. Necesitaba un momento a solas para ordenar sus ideas y Sasuke no le impidió que se marchara.
―Hinata ―dijo antes de que ella cruzara el umbral de la puerta―. No tengo todo el día para perder.
Ella asintió y lo dejó atrás.
A pesar de que la mayoría del corredor estaba en penumbras, podía distinguir bien el camino. Aunque no hubiese nadie ahí y la sensación térmica fuese fría, necesitaba caminar un poco y pensar. Estar a solas era un privilegio que pocas veces se permitía desde que Itachi la dejó atrás en Amegakure y cuando el día se acababa y podía cerrar los ojos para dormir, se permitía a sí misma imaginar que junto a ella se encontraba la persona de la cual se había enamorado tan perdidamente.
Mientras caminaba por los pasillos recordó que su vida había sido de ese modo tan sólo un par de años atrás cuando se guiaba exclusivamente por el byakugan para poder ver. Itachi la había hecho usar una venda en los ojos tanto tiempo que se sentía cómoda y segura en ese mundo gris. La hacía inmortalizar la época en que su único consuelo y refugio era el calor de la mano que tomaba para guiarla. La oscuridad se le hacía tan familiar porque era el lugar en donde Itachi se encontraba con ella. Era como si estuviese caminando a su lado, brindándole tranquilidad en el silencio de sus pasos sin rumbo.
Suspiró con pesar. Podía escuchar la voz de su amado susurrarle en el oído que todo eso era demasiado peligroso, que diese la vuelta y volviera a Amegakure en donde él algún día la esperaría. Se sintió una estúpida por creer que Itachi le diría algo así, cuando ni si quiera había dado señales por tres años. Todo lo que sabía de él era por información indirecta que llegaba hacia la organización y que ella podía concluir. En todo ese tiempo no había llegado una carta, un mensaje, o si quiera una señal que le indicara que estaba pensando en ella y que cumpliría su promesa de estar juntos para siempre. Y a pesar de eso, no tenía lugar a dudas en su mente de que Itachi, fuese donde fuese que estaba… pensaba en ella. Cualquier persona racional habría desesperado por la incertidumbre, pero el amor de Hinata por Itachi estaba tan arraigado en su ser que la hacía desechar cualquier instante de duda, confiando que llegaría el momento en que él le mostraría que la quería tanto como ella.
¿Entonces por qué titubeaba sobre el verdadero motivo que llevó a Itachi a asesinar a su familia? Se lo había preguntado directamente y él no había dado razones, sólo había afirmado que era cierto. Lo comprobó también cuando se hizo con un libro Bingo y encontró a Itachi entre las entradas de éste. El motivo para que Konoha ofreciera una recompensa por su muerte: asesinato, abandono no autorizado de la Aldea, traición.
No podía entender que alguien como Itachi hubiese sido capaz de un acto de crueldad o injusticia. Lo que ella veía en él se contrastaba tanto como esa imagen que el resto tenía. Y aquello realmente la hacía querer saber qué había ocurrido ese día en Konoha, cómo se había tornado su tranquila vida en un constante tormento en que debía huir.
¿Quién era Itachi? ¿Por qué se había casado con ella a esa edad? ¿Por qué su padre lo permitiría si quiera?
De pronto escuchó pisada atrás de ella. Sabía quién era y lo que quería.
―Iré a Konoha ―le dijo, sin esperar que le cuestionara si lo acompañaría.
―Salimos en una hora ―respondió Sasuke con la misma seriedad que lo caracterizaba.
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Notas del Autor
Hola a todos. Lamento la tardanza pero la vida de un adulto es más compleja que la que tenía cuando empecé a escribir fics. El trabajo y los estudios me tienen un tanto agotada, pero intento escribir cuando tengo tiempo. Tambien siento que en este tiempo me he vuelto mucho más exigente con lo que escribo y lo leo y releo cien veces antes de quedar conforme con la manera en que avanza la trama y la caracterización de los personajes. No quiero que queden "out of carácter", sino que si voy a usar prestados los personajes de alguien más, intentar captar sus esencias y que se relacionen en esas situaciones como realmente lo harían.
Creo que mi intento de ser ambigua sobre quien era que se encontraba con Hinata funcionó porque cuando leí los comentarios la mayoría pensaba que era Itachi, aunque felicito a todos los que sabían que era Sasuke. Creo que este cuarto libro de la historia será divertido de leer y en donde podremos interactuar con muchos más personajes de la historia de Naruto.
Gracias por leerme y esperar mis actualizaciones. Si esto fuese un trabajo remunerado me dedicaría todo el día a escribir fanfiction, pero como saben, esta plataforma ni si quiera te da dinero por views como lo hacen otras plataformas de creación de contenido como Youtube. Lo cual es una lástima…
Un abrazo a todos! Espero poder actualizar pronto.
