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TERCER ACTO
Un Motivo
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Hinata suspiró mientras veía a lo lejos las luces de Konoha en medio de la noche. El aroma de los árboles a su alrededor era tan nostálgico que deseaba llorar por perderse esa fragancia por tantos años. La imagen frente a ella la hacía sentir revitalizada y horriblemente melancólica. Todo su cuerpo vibraba expectante al saber que pronto llegaría a la aldea que la había visto nacer y que por tantos años pensó ya no existía.
Había transcurrido mucho tiempo desde su inusitada partida, tanto, que ni si quiera recordaba Konoha. Su ruido, sus calles y sus personas eran una memoria que guardaba en un lugar muy profundo de su mente, uno que no visitaba debido a la tristeza que le causaba recordar todo lo que habían perdido la noche de luna llena. Tenía imágenes vagas sobre la residencia de los Hyūga, otras sobre la Academia y algunas de su hogar junto a Itachi. Apenas quedaban trazos que la ataran a ese tiempo dentro de sus remembranzas, excepto los aromas, el sonido de las aves, el calor del sol en la mañana, los cerezos en flor durante la primavera y el sonido de la voz de su hermana. El resto era borroso, como una fotografía sepia que se deshace con el tiempo. Después de todo, había vivido más de la mitad de su vida deambulando por el mundo, temiéndole a Konoha y todo lo que representaba.
Se dedicó a mirar las estrellas recordando con dolor lo que se sentía ver un cielo sin nubes. Por años había extrañado poder sentarse a mirar su fulgor mientras vivía en Amegakure, en donde siempre llovía y el cielo era gris. Cada vez que salía de ese lugar se dedicaba a memorizar el centelleo de los astros y llevarlo consigo al volver, para esos días lluviosos en los cuales sentía que se volvería tan gris y mohosa como ese lugar. Una punzada le apretó el pecho al saber que había perdido de vista ese cielo por tantos años, deseando poder haber crecido con algo que la mayoría da por sentado; ver un cielo estrellado, el sol, el azul del cielo, las nubes blancas jugando con el viento.
¿Estará Itachi-san mirando las estrellas esta noche? ―se preguntó acongojada, añorando el recuerdo del hombre que amaba con tanta intensidad que dolía. Hubiese dado cualquier cosa por tenerlo junto a ella en silencio mientras ambos miraban ese cielo.
No obstante, volver a Konoha no era la experiencia que había imaginado por años. Aquello la hacía sentir un tanto desilusionada de esa idea romántica que había permanecido en su cabeza respecto a su país natal en la cual lo amaba y temía al mismo tiempo; en su infancia temiendole, en su adolescencia añorándolo al saber que no sólo Sasuke Uchiha estaba vivo, sino que muy probablemente todas las personas que ella había conocido durante su infancia también lo estaban.
Para su desilusión, sabía que más allá de las murallas de la Aldea no había persona alguna esperando por ella. De hecho, estaba bastante segura que era todo lo contrario. Después de los horribles actos que venía cometiendo, de seguro era una enemiga para las personas de ese lugar y su nombre muy probablemente estaría pronto dentro del libro Bingo bajo algún alias desconocido. Sus metas y ambiciones, las ideas de paz que Akatsuki venía construyendo desde Amegakure, contrastaban con aquellos ideales egoístas y patrimoniales de la aldea Shinobi de la Hoja. Estar ahí la hizo experimentar la sensación de ser una extraña sin nada que la arraigara a Konoha excepto sus memorias y una persona más que guardaba en su corazón con tanto amor como guardaba a Itachi.
Hanabi está aquí ―pensó frunciendo los labios―. En algún lugar de esa aldea está mi hermana...
Y aquello era una gran presión; un dolor en el pecho que no podía apaciguar. Muy probablemente Hanabi ni si quiera la recordara, pero ella había vivido todos esos años llorando el recuerdo de su hermana cuando la pensó muerta y extrañándola cuando supo que seguía viva. Hanabi era alguien amado que hubiese querido contactar. Pero no podía hacerlo. Nadie del clan Hyūga debía enterarse que seguía con vida o su existencia se volvería un infierno. Ella lo sabía. Si bien en ese momento no sentía ese lugar como su propio hogar, era el de su familia y de todas las generaciones de su clan. Sus raíces estaban entrelazadas en esas tierras cálidas en donde el sol brillaba en lo alto y las estrellas resplandecían en la noche. Por lo mismo, el Clan Hyūga no habría dudado en asesinar a uno de los suyos si aquello significaba proteger al resto del clan y la Aldea.
Itachi le había dicho en alguna oportunidad que Konoha siempre sería su hogar y que debía poner el bienestar de la Aldea por sobre todo, incluso él. Pero ella no pensaba así. No podría haber amado ese lugar con la misma devoción que le profesaba Itachi. ¿Qué había encontrado ahí además de desconsuelo, rechazo y humillación? Su propio padre la había vendido a otro clan a los siete años de edad por considerarla una deshonra para los estándares de su familia. ¿Qué podía esperar de una aldea que tenía ese tipo de mentalidad con sus propios hijos? Un lugar en donde era permitido que dos niños menores de trece años contrajeran nupcias era un lugar decadente, ruin y detestable. Había sido relegada y obligada a huir toda su vida por culpa de los shinobis de Konoha que perseguían a Itachi y estar ahí se lo recordaba.
Por algún motivo que no comprendía del todo, sintió un fuerte resentimiento que seguramente debió notarse en su mirar.
―¿Qué sucede? ―le preguntó Sasuke observándola de reojo mientras saltaba entre las ramas de los árboles. Hinata no respondió. Estaba demasiado molesta y frustrada para haberle dicho exactamente lo que pensaba―. ¿Viste a alguien? ―insistió el joven.
―No es nada.
No podía mentirle a su corazón. No quería estar ahí. Podía darse cuenta de aquello mientras pisaba ese lugar, lo cual la llenaba de una intensa angustia interna. Había crecido creyendo que Konoha era su verdadero hogar, intentando perdonar a todas esas personas por el daño que les habían causado a ella e Itachi, intentando investigar la verdad sobre la noche en que huyeron sin encontrar respuestas satisfactorias. No obstante, estar ahí la ponía en una posición que no creyó posible.
No podía perdonarlos. No podía olvidar. Deseaba con todo su corazón ser esa dulce niña que había sido dentro de las paredes de la aldea, llena de esperanza, humildad y perdón hacia cualquiera que la ofendiera. Pero ya no era esa pequeña. El mundo la había moldeado de una manera muy distinta a lo que habría sido si se hubiese quedado ahí. Y aún así, había una parte de ella que seguía siendo esa niña y que estaba desesperada por olvidar, perdonar y poder estar en paz consigo misma y Konoha. Esa misma niña se mordía los labios deseando poder entrar en ese mismo momento hasta el recinto del clan Hyūga para abrazar a su hermana y decirle a su padre que había vuelto, que se quedaría con ellos.
Desechó rápidamente ese pensamiento de su mente y volvió a mostrarse tan serena como la noche.
El día en que cumplió trece años e Itachi le regaló una bolsa con lavanda se había sentido profundamente conmovida pensando que su hogar tenía ese aroma. Pero ahora, entre los árboles de su tierra natal, tras años de soledad y angustia, era tal como Deidara había dicho; de haber tenido una opción, entre seguir a Itachi por el mundo y quedarse en Konoha, igualmente habría acompañado a su esposo. Habría elegido el mismo camino que la persona que amaba, sobre todas las cosas, incluso la aldea o su hermana. Ese lugar, Konoha, era un sitio desconocido para ella y no podría encontrar la paz que soñaba bajo la sombra de esos árboles.
Konoha ya no era su hogar.
―No necesitas pretender que venir a este lugar te es indiferente ―dijo finalmente Sasuke mientras ella volteaba el rostro en su dirección―. También imaginé este momento muchas veces. Volver a este lugar, ver lo que había dejado atrás, todo lo que renuncié por seguir mi propio camino.
―Lo lamento. Es un tanto abrumador ―respondió ella con amargura, la brisa nocturna le mecía su cabello azulado que llevaba amarrado en una alta coleta―. Pasé tanto tiempo creyendo que esta aldea había sido destruida, que verla intacta es… ―ni si quiera pudo terminar su oración, dejando sus palabras resonar entre los ruidos nocturnos―. Ni si quiera recuerdo como era vivir acá. Es… como desenterrar una memoria que pensé olvidada. De seguro no sabes a qué me refiero ―sonrió con melancolía intentando quitarle gravedad a sus palabras―. Tú viviste acá la mayor parte de tu vida.
―Lo dices como si hubiese sido una experiencia agradable ―dijo Sasuke sin mirarla.
―¿No lo fue? ―el joven la miró como si estuviese estudiándola para responder―. Cuando te investigué para encontrarte, leí que fuiste parte de un grupo de tres cuando te graduaste de la Academia.
―¿Y? ―preguntó de forma seca.
―Debiste vivir muchas cosas con ellos ―Hinata pensó en todas las experiencias que ella misma había vivido con las diferentes personalidades de Akatsuki, desde sus lecciones con Konan hasta sus misiones con Deidara y Sasori―. ¿No se hicieron cercanos durante ese tiempo? ―porque ella sí había encontrado esa cercanía y fue lo único que apaciguó el dolor que sentía por estar lejos de todo lo que amaba, encontrando lazos nuevos en donde hacer florecer el amor que sentía.
―¿Qué más da? No me importa nada de lo que sucedió con esas personas ―Hinata asintió un tanto cabizbaja y dejó de mirarlo―. ¿Estás lista? ―preguntó indiferente a su conmoción. Ella asintió nuevamente sin titubear más―. Sígueme.
El pelinegro había permanecido extrañamente callado durante el día. Después de que le confesara que había evitado encontrar a Orochimaru para no ponerlo en riesgo, Sasuke se había vuelto taciturno y silencioso. Un aura oscura lo rodeaba en dónde ella no podía hacer el intento de dialogar.
A diferencia de Itachi, quien parecía poder esconder sus emociones del resto, Sasuke evidenciaba que estaba disgustado. Sus sentimientos florecían a ras de piel cuando algo lo perturbaba y para ella era relativamente sencillo percatarse de eso. Emanaba un aura tan fuerte que era imposible ignorar su molestia. Había vivido gran parte de su vida con Itachi y sabía cómo actuaban los Uchiha cuando algo les molestaba. A veces era mejor no intentar irrumpirlos en sus pensamientos ya que cuando algo los lastimaba se refugiaban en un lugar muy lejano que nadie parecía poder alcanzar. Cuando estuviese preparado para hablar, Sasuke tocaría nuevamente un tema para ambos.
Lo podía comprender. Había estado solo todos esos años, rodeado de su odio como única compañía. Por lo mismo había preguntado sobre sus compañeros de equipo, porque deseaba creer que al menos en alguna parte de su vida había sido un niño normal y feliz. Necesitaba saber que lo que Itachi había hecho no lo había arruinado a un punto en que no pudiese poner de lado el odio para abrazar el amor, no sólo hacia los demás sino también a sí mismo.
Para él había sido mucho más difícil vivir toda la situación del clan Uchiha que para ella. Hinata simplemente había huido asumiendo que todos estaban muertos, que ese lugar no existía y que de ahí en adelante sólo quedaba Itachi en su vida. Pero nunca había estado sola. A pesar de todos los momentos dolorosos y difíciles de afrontar, había encontrado personas en su camino que la apoyaron de distintas maneras. Pero ese no era el caso para Sasuke, quien se había quedado entre los restos de todo su clan, en su propia miseria y soledad. Había perdido a su familia esa noche y desde ese momento en adelante tuvo que enfrentar la vida por sí mismo sumido en un profundo dolor que seguramente lo carcomía por dentro. Podía comprenderlo y la lastimaba pensar que todo ese tiempo podría haber hecho más por apaciguar esa angustia en él. Pero no podía retroceder el tiempo. Sólo le quedaba mirar hacia adelante e intentar salvar a su familia con lo único que nadie le había logrado quitar aún: el amor que sentía por todos ellos. Lo único que restaba era la esperanza que al menos en algún momento durante su estancia en Konoha, Sasuke había sido relativamente feliz gracias a la amistad que tenía por las personas ahí.
Sin embargo, sus pensamientos fueron interrumpidos cuando vio que el joven se detenía y le indicaba con un gesto de su mano que lo siguiera. Ella lo imitó y terminó unas ramas más abajo observando en silencio la periferia de Konoha. Esperarían el momento preciso para entrar cuando al escrudiñar con su byakugan estuviese segura de que nadie los podría descubrir.
―¿Qué ves? ―le preguntó Sasuke.
―Hay alguien custodiando sobre la muralla a un kilómetro por la ladera sur ―Hinata supuso que se trataba de alguien de ANBU ya que portaba una máscara. Sasuke deseaba entrar por Konoha a través de un punto que le pareció lo suficientemente alejado de todo para infiltrarse―. No luce demasiado poderoso ―su chakra era bastante regular y estaba segura de que si los descubría intentando atravesar las defensas de Konoha, podrían vencerlo.
―Te lo dije. Debido a los exámenes chunin todo ANBU está custodiando a los señores Feudales en la zona de hoteles. Es por eso que elegí este momento para hacer esto ―Sasuke miró con atención hacia la muralla―. No habrá movimiento por este sector abandonado.
Hinata sabía lo que había al otro lado de esas paredes, a esa altura de Konoha, no sólo porque lo podía ver con el byakugan sino porque lo recordaba; El barrio Uchiha parecía tan silencioso y triste como un cementerio. En ese sector no brillaban las luces, no se veía movimiento, ni si quiera había animales como gatos o roedores circulando sus vestigios. En todo sentido eran calles fantasmas en donde al parecer nadie había entrado en mucho tiempo. El lugar estaba en ruinas.
―¿Qué deseas hacer? ―le preguntó relajando su visión. Tenía miedo de que su propia debilidad la hiciera buscar con su potente mirada la residencia Hyūga.
―El clan Uchiha tenía una entrada a la aldea cerca de aquí; Un túnel que se dirige hasta la estación de policía de Konoha ―Hinata asintió, comprendiendo que debía buscarlo con el byakugan―. Necesito que encuentres eso. Seguramente tendrá algún tipo de jutsu que sólo yo podré abrir, pero primero necesito saber dónde está. Shisui hablaba mucho de esa puerta cuando pensaba que no lo escuchaba.
―¿Qué decía? ―preguntó Hinata con melancolía recordando al amable chico que sonreía cada vez que la veía.
―Bromeaba con escaparse de noche e ir a los burdeles de Ciudad Casino sin que nadie se diera cuenta ―Sasuke fijó sus ojos en el horizonte, pero Hinata veía que le dolía hablar de su primo―. Aunque su verdadera utilidad no era aquella. La policía de Konoha utilizaba ese túnel para trasladar a criminales de alta peligrosidad de forma secreta.
―¿Cómo sabes todo esto?
―Alguna vez quise convertirme en policía como el resto de mi clan. Ponía atención a todo lo que mi padre decía sobre la policía de Konoha.
―¿Qué sucedió con la Policía de Konoha después de…? ―Hinata no pudo terminar su pregunta.
―Fue clausurada. Todos los miembros estaban muertos. Pusieron cintas amarillas que prohibían el paso ―Sasuke hablaba con frialdad sobre el tema pero gracias a su byakugan podía notar como el chakra se conglomeraba en su pecho. Aquello lo acongojaba.
―¿Y el barrio del clan?
―Nadie entra en ese lugar. Dicen que está maldito ―Sasuke bufó con gracia―. Las personas en la aldea piensan que hay fantasmas ahí. Viví en nuestro hogar por años y nunca me topé con una sola persona en las calles vacías del Barrio Uchiha. Excepto… ―Sasuke no terminó su oración, interrumpiéndose a sí mismo.
―Lamento que hayas pasado por algo así.
Lo decía en serio. Podía intentar ocultar de ella sus sentimientos y poner una barrera de frialdad a su alrededor, pero no engañaba su byakugan. Podía ver como su respiración se alteraba, su pecho se oprimía, el diafragma se movía irregularmente, sus manos se apretaban; todas eran señales de que le angustiaba tener que recordar todo ese proceso. Al igual que Itachi, Sasuke era incapaz de mentirle a su byakugan. Veía a través de esa máscara de frialdad e indiferencia que intentaba mostrarle.
―No necesito tu lástima ―respondió con seriedad―. Necesito que busques la entrada.
―Sí ―asintió ella con suavidad, respetando su decisión de no dejarse consolar.
Hinata escudriñó con cuidado el suelo buscando túneles entre la pared. No le costó demasiado tiempo localizar un desnivel extraño en el terreno a unos ciento cincuenta metros de distancia y una piedra cuadrada y grande que tapaba algo que su visión no podía describir con claridad, lo cual le llamó profundamente la atención.
―Creo que lo encontré ―dijo algo extrañada.
―¿Crees?
―No estoy segura de que sea lo estás buscando. Mi visión se distorsiona debajo de lo que pareciera ser un bloque de piedra y el suelo presenta desniveles anormales ―Hinata pensó que quizás cruzar ese lugar no fuese la mejor opción. Le costaba imaginar que el Hokage hubiese dejado un lugar así sin custodia o trampas―. Puede que sea peligroso utilizar ese túnel. No sé qué hay dentro. No lo puedo ver. Quizás sea mejor arriesgarnos a cruzar la muralla y…
―No. Tiene barreras de detección ―seguramente Sasuke sabía de eso porque había alcanzado a ser un shinobi en servicio activo de la aldea―. Si no queremos que sepan que estamos aquí tenemos que ingresar por la entrada principal o el túnel de la policía de Konoha. Y en la entrada principal necesitaremos identificarnos o engañar a shinobi altamente entrenados para no dejarse engañar que custodian quien entra y sale de la aldea.
―¿Qué sería más adecuado en tu opinión? ―Hinata confiaba que tomaría la mejor decisión. Sasuke no se iba a permitir fracasar en algo que era tan importante para él―. Sólo recuerda que no sabemos qué hay en ese túnel. Quizás puede tratarse de una trampa.
―Es un riesgo que tendremos que correr ―Sasuke esperó su respuesta, pero ella seguía sin estar segura de lo que era prudente―. ¿Estás dispuesta a hacerlo?
―Creí que no tomabas riesgos de este tipo ―Hinata saltó desde la rama en que se encontraba hasta algunas aledañas, Sasuke la seguía.
―Sólo el clan Uchiha conocía de ese túnel ―se justificó―. Estoy seguro de eso. Mi padre era receloso con los secretos del clan.
―Está bien. Entonces lo haremos a tu modo.
Hinata descendió de las ramas caminando con cuidado entre la penumbra de la noche. Si hubiese sido a su modo habría matado al hombre en la muralla y usado su máscara para infiltrarse a la ciudad con un jutsu para ello. Ese era el tipo de persona que ella era en ese momento. La habían entrenado para no tener consideraciones con sus enemigos, sólo preocupada de cumplir su objetivo y sobrevivir.
Pero Sasuke tenía razón sobre la barrera de detección. Tan pronto ingresaran a la Aldea, alguien dentro de la inteligencia de Konoha sabría que estaban ahí. Incluso sin conocer demasiado sobre la aldea, se imaginó que las cosas ahí no serían distintas a Amegakure, en donde la organización también poseía medios de detección. No deseaba tener que enfrentarse innecesariamente a las fuerzas de defensa de Konoha. Eso significaba exponerse innecesariamente y lo que menos deseaba en ese momento era que su antiguo clan supiese que estaba viva. Si eso ocurría, su padre mandaría a capturarla, quizás incluso a asesinarla, fuese donde fuese que se escondiera. Y para un miembro del clan Hyūga, portador del Byakugan, no había presa que pudiese esconderse. Ni si quiera ella podría permanecer mucho tiempo escabulléndose para no ser encontrada por ojos similares a los suyos.
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No había sido difícil encontrar la manera de abrir el túnel que utilizaba la policía de Konoha. Una gran roca tapaba la entrada a éste. Tenía certeza que era la manera más eficiente de infiltrarse a la aldea sin mayores problemas. Por lo que recordaba de la seguridad que rodeaba todo Konoha, ese sitio era lo más seguro que podían utilizar.
No se lo había dicho a Hinata ―porque aún creía que había ciertas cosas de su clan que debía proteger por ser el último miembro que merecía ese apellido― pero ese túnel había sido creado mucho antes de que la policía de Konoha lo utilizara, por los miembros del Clan Uchiha. Del verdadero Clan Uchiha, aquel que era el terror del país del Fuego en el tiempo de Madara Uchiha.
Tan pronto utilizó el Sharingan vio los sellos que debía realizar escritos sobre la roca. Un ojo cualquiera no vería esa inscripción, pero su Sharingan lo detectaba. Era algo arcaico, un secreto custodiado con cuidado y por lo que recordaba haber visto en antiguos pergaminos que encontró alguna vez en el templo del río Naka, el túnel había sido construido durante la fundación de Konoha por los miembros del Clan para entrar y salir sin detección o protegerse en caso de una emboscada, pues no confiaban en el clan Senju. No había dicho nada al respecto porque los secretos del clan eran algo que sólo le pertenecía a él ahora. Los protegería con la misma cautela que su familia había puesto por tantas generaciones en mantener aquello oculto.
El túnel estaba compuesto de una piedra que inhibía el chakra de alguna forma. No estaba seguro cómo su clan había adquirido ese tipo de conocimiento o de dónde habrían sacado ese material, pero como tantos otros secretos, los orígenes de esa piedra lisa y blanca se habían perdido. Lo que sí sabía era que la barrera que protegía Konoha no alcanzaba los niveles subterráneos que tenía esa entrada y que debido al material con que estaba construido el túnel, poderosos jutsus como el byakugan no podían distinguir a través de él una marca de chakra visible.
Cuando atravesaron el túnel se encontraron dentro de los calabozos de la estación de policía, tres niveles bajo suelo. Hinata miraba todo con reserva utilizando su byakugan y dando pasos lentos. El lugar estaba en tal estado de abandono que se escuchaban los ecos de sus propios pasos. Así había permanecido desde la noche en que su hermano mayor había asesinado a todos los miembros que trabajaban ahí. El lugar se veía descuidado, oxidado y lleno de telas de araña. Nadie había entrado en años y le extrañaba que así fuese. ¿Por qué el Hokage no había remplazado la policía de Konoha con otros miembros cuando era una institución noble, que había estado presente para cuidar de la seguridad de la población de Konoha desde su fundación? Seguramente para honrar a su familia y mantener un recuerdo antes de aquella catástrofe. Aun así, le parecía extraño que ese edificio y todo el barrio Uchiha hubiese sido clausurado permaneciendo en ruinas por tanto tiempo.
―¿Ves a alguien cerca? ―le preguntó a Hinata en un susurro mientras subían los peldaños que los llevarían al nivel principal.
―No ―respondió ella con el mismo tono suave―. No parece haber personas en esta parte de la aldea. ¿Dónde iremos ahora? ¿Pasaremos la noche aquí o quieres buscar el pergamino en la oscuridad?
―Iremos a casa.
―Dijiste que habías buscado ahí sin resultados ―dijo con cuidado y de forma lenta―. ¿Acaso hay algo más que desees encontrar allá?
Hinata sabía que necesitaban un pergamino, pero habría sido iluso creer que dentro de una casa iba a encontrar precisamente el que necesitaban. Debía haber cientos de pergaminos en todas las casas de esa aldea y la casa de los Uchiha no sería la excepción. Sasuke le había mencionado sobre su búsqueda en cierto momento en dicho lugar. No estaba del todo segura entonces por qué debían ir hasta allá precisamente.
―Busqué, con bastante cuidado, cada centímetro de la casa cuando investigué entre las cosas de mi padre. Quería saber el motivo por el cual Itachi los querría asesinar. El verdadero motivo. Si me había engañado toda la vida pretendiendo ser un hermano mayor admirable, quizás también me estaba mintiendo sobre su razón para matar a nuestros padres. Eso cambió cuando lo vi por última vez. En ese momento quedó claro para mí que todo lo que hizo fue por odio y poder.
Hinata se sintió conmovida por eso, porque esa pequeña información le decía que al igual que ella, Sasuke se había negado a creer que Itachi hubiese hecho todo aquello sólo motivado por odio o venganza; había buscado el verdadero motivo. A pesar de lo que decía, había una pequeña parte de él que quizás aún albergara esperanza de que su hermano había sido manipulado o forzado a actuar así.
Ella también necesitaba saberlo
―No encontré demasiado cuando busqué ―prosiguió Sasuke―. Llegué a la conclusión que fuese lo que fuese que mi padre considerara información relevante para el clan, como líder, no lo guardaba en la casa. Supuse que el pergamino de alianza con los Hyūga tampoco estaría ahí.
―Si ya revisaste la casa, ¿no sería más eficaz buscar en otro lugar?
―Quiero asegurarme que no dejé nada sin buscar para así descartar por completo la casa.
Hinata creía que andar por la aldea como si nada quizás era un tanto peligroso, pero la lógica de Sasuke tenía sentido. Si había un buen momento para adentrarse a la Villa era precisamente ese en que todos parecían demasiado enfocados en el examen chunin como para estar pendientes de los restos de un barrio fantasma y en ruinas.
Cuando llegaron hasta el nivel superficial de la estación de policía de Konoha, Hinata sintió deseos de llorar. Sobre las mesas aún había tazas de té y botellas envueltas en telas de araña, como si de un momento a otro la vida se hubiese detenido en ese sitio. Algunos vidrios estaban rotos, algunas sillas volteadas y las mesas carcomidas por el tiempo y el polvo. En el suelo había delineado con tiza la figura de cuerpos, marcando el sitio en donde seguramente habían encontrado los cadáveres de los policías de Konoha. Saber que Itachi había hecho eso la llenó de tristeza y una profunda angustia. Hubiese deseado tenerlo frente a ella para suplicar que le dijera que él no había sido responsable del sin número de figuras de tiza dibujado en el suelo.
―En marcha ―dijo Sasuke sin mostrar emociones mientras pasaba entre los escombros, sus pasos haciendo crujir los cristales rotos que aún permanecían en el suelo después de tantos años.
Hinata activó el byakugan cuando le dio la espalda y notó nuevamente como el chakra dentro del cuerpo de Sasuke se había acumulado en su garganta y pecho.
Con algo de angustia propia comprendió que Sasuke estaba conteniendo el llanto.
Pertenecer a la policía de Konoha había sido su sueño cuando era un niño y ahora ese mismo sueño se presentaba frente a él como una horrible pesadilla de la cual era responsable el ser que más había amado en su vida. Las ruinas de ese edificio, las marcas de tiza en el suelo y las manchas oxidadas que seguramente denotaban sangre, hacía que se volviese mucho más real lo que había escuchado tantas veces durante los años.
¿Era itachi realmente responsable de esa horrible escena?
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La casa estaba tal cual la había dejado esa noche en que decidió que si seguía en Konoha perdiendo el tiempo jamás podría vencer a Itachi. Su ausencia de años se notaba en los detalles como la limpieza y el aroma húmedo producto del encierro y el moho, pero seguía siendo el mismo sitio en donde había vivido durante su infancia. Nunca pensó que se sentiría tan nostálgico estar ahí, con las luces apagadas y el eco de sus pisadas retumbando en sus oídos como gritos en la oscuridad. Todo estaba tan silencioso en esa parte de Konoha que podía escuchar la serenata de los grillos en el exterior.
Se sentó en la entrada para poder quitarse las sandalias, no porque realmente importara que lo hiciera, sino porque creyó escuchar la voz lejana de su madre regañándolo por sólo haber tenido la idea de entrar con sus sucios zapatos a manchar el suelo de ese hogar que tanto había amado en vida. Sin que Sasuke supiese por qué lo hacía realmente, Hinata lo imitó.
Tan pronto corrió la puerta movediza una de las láminas de papel de arroz en la entrada se salió del marco y cayó como una pluma hacia el suelo. Los ojos de ambos jóvenes se depositaron en el suave movimiento sin atreverse a dar un paso más, quizás por miedo a que algo similar ocurriera con el resto de la casa.
―El tiempo parece no tener respeto por nada ―dijo Sasuke sin esperar una respuesta de Hinata, avanzando por el pasillo con algo de lentitud pero determinación. Ya estaba ahí, no iba a marcharse por doloroso que fuese estar en ese lugar nuevamente.
A veces, en la soledad de su entrenamiento en la guarida subterránea de Orochimaru, con el eco de gotas que caían por las distintas cavernas retumbando en la distancia, se perdía en pensamientos de su última noche en Konoha. Al entrar a su hogar y dar los primeros pasos en su interior no pudo evitar que sus memorias lo condujeran a ese momento de determinación en que sin dudarlo más había herido a tantas personas cambiando el rumbo de más de una vida para siempre. Sabía lo mucho que había herido a Naruto con su partida, recordaba las lágrimas desconsoladas de Sakura rogándole que no la dejara sola y el sermón de su maestro antes de que tomara la decisión de irse. Todos ellos habían sido importantes para él en algún punto de su vida, pero ahora, no eran más que recuerdos que no ocupaban espacio en su lista de prioridades. Ya no importaba si los había herido o no. Estaba hecho.
No pudo evitar pensar que quizás Itachi y él no fuesen tan distintos. Podían destruir a quienes los amaban sólo para obtener lo que deseaban. ¿Acaso no lo había hecho con Naruto y Sakura ese día? Casi había matado a su mejor amigo y a Sakura la había dejado abandonada en la calle a la merced de la noche. Itachi había hecho lo mismo con Hinata. La había abandonado en un nido de ratas a su propia suerte sin importarle que esos bastardos la estuviesen utilizando como si fuese un kunai o un shuriken. El pensamiento le produjo un amargor en la boca; Amar a un Uchiha era una sentencia perpetua de sufrimiento, soledad y tristeza.
Miró hacia delante la figura femenina que se adentraba por los corredores frente a él. Por un momento, creyó que su imaginación le estaba jugando un pésimo juego y que ella era un fantasma de sus recuerdos que se materializaba para atormentarlo. La imagen de la joven se sobrepuso con la memoria de una pequeña niña de cabellera corta que caminaba tímidamente, con la cabeza cabizbaja y con miedo de que algo la fuese a tomar por la espalda. En cambio ahora Hinata era una mujer segura de lo que hacía, confiada en sus propias habilidades y con un cierto aire de orgullo propio de aquellos que pertenecían al clan Hyūga. Había visto esos mismos gestos altaneros en Neji Hyūga más de una vez, como si en su mente supiese que era mejor que todos ellos sólo por portar esos ojos. Hinata desprendía ese mismo aire de superioridad, pero inconscientemente.
Parecía que tan sólo ayer habían sido niños que paseaban por esos corredores llenos de luz y el olor a comida recién hecha. Ahora, en la penumbra de la noche, la imagen de Hinata se le hacía algo difícil de soportar sin desear pedirle que se quedara quieta un momento para observarla y asegurarse de que eso realmente estaba pasado; ella estaba viva.
―Buscaré el pergamino detrás de las paredes y el suelo ―la voz de Hinata lo sacó de sus memorias mientras ella se volteaba sobre el hombro para hablarle―. Si tu padre lo escondió en esta casa, es posible que…
―Vigilaré mientras lo haces ―la interrumpió Sasuke, comprendiendo lo que haría.
Hinata no dijo más palabras y él tampoco. La joven se alejó con pasos suaves sobre la madera en dirección a las habitaciones del extremo oeste de la casa.
Agradecía el silencio y espacio que le daba en ese instante. Si algo rescataba de Hinata Hyūga era esa personalidad fría y casi indiferente a él en los instantes precisos, en la cual parecía dejarlo en paz sin que se lo tuviese que pedir. Desde que era un niño se sentía incómodo con las jóvenes que hablaban demasiado y que además lo molestaban con preguntas innecesarias de las cuales ya conocían respuesta. La atención extrema lo irritaba. Verse como el centro de los cuidados y preocupaciones de otro lo molestaba sin fin. No era sólo que detestara que las jóvenes le hablaran sin cesar, sino que le irritaba que cualquiera lo hiciera. Verse vulnerable no iba con él, mucho menos ser blanco de cortesías innecesarias y palabras de consuelo. No necesitaba que nadie sintiera lástima por él.
No necesitaba que nadie sintiera nada por él.
Había tenido que soportar mujeres escandalosas por años, desde Ino, Sakura a Karin, incluso desconocidas que le decían cosas que no se esperaba o lo miraban como si se tratara de un apuesto y viril hombre con la disposición de satisfacer cualquier deseo que ellas tuviesen. Lejos de ello, Sasuke era bastante indiferente con ese tipo de cosas, no por ingenuidad sino por justificada indolencia. El motivo de ello era bastante simple; toda su mente ―cada pedazo de ella― se encargaba día a día en pensar, planificar y ejecutar su venganza en contra de Itachi una y otra vez, en distintos escenarios, condiciones y eventos. Repetía en su cabeza, desde que despertaba hasta que se preparaba para dormir, lo que iba a realizar cuando finalmente encontrara a su hermano mayor. Si algo fallaba dentro de las situaciones que imaginaba volvía al comienzo y seguía intentándolo, siempre motivándose en que se volvería más fuerte que Itachi. Pasara lo que pasara, ese sujeto no lo iba a encontrar desprevenido. No iba a improvisar cuando tuviese que matarlo. Tenía que estar completamente listo para darle muerte.
Por ello, otro tipo de pensamientos, en especial algo tan irrelevante como enamorarse o darle importancia a alguien más ―fuese quien fuese― no tenía espacio en su cabeza.
Con Hinata era distinto. Ella no era una joven molesta que estuviese buscando llamar su atención. Tampoco había un interés mutuo que superase un cariño fraternal. No era completamente indiferente a esa joven que alguna vez había sido parte de su familia. Ella había entrado al clan Uchiha y era su hermana política. Habían vivido juntos durante un periodo de su infancia y además había pasado mucho tiempo sufriendo por su supuesta muerte. Si la había buscado hasta encontrarla incluso arriesgándose a una pelea con dos miembros de Akatsuki, esa infame organización a la cual Orochimaru había pertenecido, era porque Hinata realmente le era útil para lo que quería realizar. Ella era la clave para vencer a Itachi. Al menos eso era lo que se repetía una y otra vez, aunque no supiese de qué forma lo era. Creía con firmeza que lo descubriría si pasaba un poco de tiempo con ella intentando ver el motivo que había detrás de que Itachi la dejase vivir.
Se separaron por el corredor mientras Sasuke tomaba rumbo hacia el patio interior. No iba a seguirla, no porque creyese que necesitaba vigilar (ya que estaba bastante seguro de que nadie se encargaba de resguardar ese sector de la aldea que yacía abandonado hacía tanto tiempo) sino porque le resultaba insoportable la idea de entrar a la habitación en donde había encontrado a sus padres muertos.
Se sentó sobre la madera en el borde del jardín. Miró hacia la dirección en donde había estado la fuente de bambú que subía y bajaba con agua. Ahora, producto del tiempo y la falta de cuidado, el bambú estaba en el suelo y el agua que fluía cubierta en hojas y desechos orgánicos. Por otra parte, el césped estaba tan alto que le habría llegado a la cintura, por lo cual no pudo abandonar su posición para caminar por el patio.
Su hogar definitivamente estaba en ruinas.
Permaneció un buen tiempo fuera sin contar los segundos ni minutos que pasaban. Por lo general carecía de la paciencia para haberse quedado quieto, esperando por lo que deseaba, pero al estar en un lugar que le traía tantos recuerdos el tiempo no transcurrió de forma desagradable para él. Estaba en casa, en uno de los pocos lugares en su vida en donde se había sentido feliz y protegido, el que guardaba memorias de una infancia feliz y llena de amor. Sus sentimientos parecían aflorar al estar ahí, aquellos que había intentado mantener a raya, olvidados en un recóndito lugar dentro de sí por tanto tiempo. Estar ahí lo hacía sentir en paz y alterado al mismo tiempo, con deseos de sonreír y llorar.
Con la mirada en el cielo, observando las estrellas sobre Konoha, deseó con todo su corazón poder haber vuelto sólo un día al pasado y vivir en su niñez nuevamente con su madre amorosa, su padre estricto y su lejano hermano mayor a quien admiraba tanto. Había sido genuinamente feliz ahí, en ese mismo pasillo, en cada rincón de esa casa. Saber que nunca tendría de vuelta nada de aquello lo destrozaba por dentro y le quitaba la misma paz que había creído encontrar estando ahí. La nostalgia lo inundó al punto en que su garganta se cerró y la soledad lo cubrió como un manto.
―También hago eso.
No se volteó al escuchar la voz de Hinata, pero sí se sorprendió de que no la hubiese percibido acercarse a él. Pensaba que su oído era excelente, por lo cual asumió que había estado tan enfocado en sus propios pensamientos que había omitido estar en guardia ante cualquier peligro. No iba a darle crédito a Hinata por el sigilo que había utilizado al moverse, pero si le parecía extraño haber cometido un error como ese. No era propio de él dejarse sorprender.
La joven permaneció en silencio mientras sus ojos también se posaban en el cielo estrellado. Por algún motivo, eso lo hizo sentir inquieto. Le desagradaba que alguien más se adentrara en un lugar que era sólo para él. No deseaba compañía cuando se sentía de ese modo. No había abandonado Konoha sólo para volverse más fuerte, sino porque sinceramente creía que los lazos que lo unían a ciertas personas lo debilitaban, volviéndolo vulnerable y patético. Si quería estar lleno de odio, tal como se lo había pedido Itachi, entonces nadie podía entrar en ese espacio que había interpuesto entre él y el mundo.
¿Por qué Hinata creía que con ella sería distinto?
Porque yo le pedí que estuviese aquí ―se respondió a sí mismo, recordando nuevamente qué era lo que ella hacía ahí. No era casualidad que esa joven de mirada serena y digna estuviese con él. No era casualidad tampoco que hubiese ingresado a su vida cuando eran niños. Su madre se lo había dicho en cierta ocasión, pero sólo años después comprendió la magnitud de lo que significaba ese matrimonio que había incluido a Hinata dentro de su familia. Ellos estaban unidos para siempre. Aunque quisiera alejarse y cortar cada uno de los lazos afectivos de su vida, con ella no podía hacerlo.
Por ese motivo le había pedido que abandonara Akatsuki. Quizás juntos podían solucionar lo que Itachi había roto años atrás. Él la podía proteger de ese sujeto que sólo buscaba utilizarla. Ambos podían vengar todo el daño que su hermano mayor había causado y buscar justicia por la vida que les había robado.
―¿También haces eso? ―le preguntó con simpleza, sin darle mayor importancia a su presencia mientras ella se sentaba a su lado sobre la madera del pasillo exterior.
―No se ven las estrellas desde los túneles en que vive Orochimaru, ¿verdad? ―dijo finalmente cuando ya Sasuke perdía la paciencia por escuchar una respuesta. El joven frunció el ceño al escucharla―. Es agradable poder sentarse a verlas. Algo tan simple como mirar un cielo estrellado cuando eres privado de él puede ser como encontrar agua en medio del desierto cuando llevas días sin beber ―no sabía si ella deseaba que negara esa afirmación o le diera crédito. Permaneció callado mirando su perfil, intentando comprender cuál era el motivo para que dijese algo así―. Lo sé. También miro las estrellas cuando salgo de Amegakure, más de lo que debería. Incluso dejo de dormir por hacerlo. Las memorizo para llevarlas conmigo en los días de lluvia.
―Haces sonar a esa aldea como basura ―dijo bufando, aunque era el menos indicado para hablar de algo así. Había vivido en las pocilgas de Orochimaru, bajo tierra, los últimos tres años.
―No está tan mal. Es sólo que… nunca para de llover, por lo cual rara vez se ve el sol, el cielo azul o las estrellas. Por ello, cada vez que salgo de ese lugar me enfoco mucho en el cielo, como si fuera una gran novedad verlo. Me imagino que debe pasarte algo parecido, ¿no? Vivir en la oscuridad es bastante…
―¿Bastante qué?
―Angustiante.
―¿Qué podrías saber tú sobre vivir en la oscuridad? ―le preguntó resoplando, haciendo que sus palabras sonaran al final como un quejido. Hinata sonrió pero no respondió a su pregunta, lo que le dio la impresión a Sasuke de que se estaba guardando algo que no deseaba compartir en ese momento ―. De cualquier forma no vinimos hasta acá precisamente a hablar de las estrellas ―volteó su rostro hacia el frente, evitando esa mirada personal entre ellos que ya no quería seguir compartiendo―. ¿Encontraste el pergamino que buscamos?
El oído de Sasuke se agudizó al sentir que la respiración de Hinata salía pesadamente en un muy, muy callado suspiro. No volteó hacia ella, pero por el rabillo de su ojo notó que bajaba levemente la cabeza para luego negar con el rostro. Suspiró también, sólo que de forma notoria. El primer sitio en donde creía que podía encontrar esa preciada información que requería había resultado ser una pérdida de tiempo y un riesgo innecesario. Sólo quedaba un sitio más en donde podían buscar sin correr demasiados riesgos.
―Buscaremos en el templo del río Naka tan pronto sea seguro hacerlo ―dijo con pesadez mientras sentía como algo se revolvía en su estómago. Su vista se clavó en el abanico del clan Uchiha pintado en la pared frente a él.
―No encontré lo que querías que encontrara ―prosiguió Hinata con cuidado, utilizando palabras que a él le parecieron sospechosas―. Pero, encontré esto ―sólo entonces Sasuke notó que había algo entre sus manos. Era una pequeña caja de metal, como aquellas que sirven para guardar tabaco o quizás alguna joya de valor. Estaba un tanto oxidada y no tenía rasgos visibles de decoración o embellecimiento. Estaba vieja y un tanto corroída―. Creo que podría ser importante.
―¿Qué es? ―le preguntó sin querer estirar sus manos si quiera para tocar ese objeto que le provoca una sensación de inquietud.
―No lo abrí, pero vi que tiene un papel doblado en muchas partes. Pensé que era mejor que tú lo vieras primero en caso de que fuese algo personal como una carta.
―¿Por qué asumes que podría ser algo personal? ―preguntó irritado. Detestaba que lo tratasen como si fuese un vaso en el borde de una mesa listo para quebrarse en cualquier instante.
―Estaba en el cuarto de tu padre ―los párpados de Sasuke se abrieron en un gesto de sorpresa―. Encontré la caja bajo el tatami de la habitación en donde tu padre escribía sus reportes y leía los pergaminos que le llegaban. Ese en donde… llamaba a Itachi-san en las noches ―Sasuke frunció el ceño―. Por ello, no me atreví a abrirlo. Creí que… no lo sé. Quizás tenga algo especial que él guardó como un secreto.
Sasuke tomó la caja con algo de desconfianza y la miró con cuidado. Su vista era excelente en la noche y podía notar detalles gracias al fulgor lejano de las luces de la Aldea. Entre sus manos estaba algo que su padre había creído lo suficiente importante como para ser escondido y guardado. Fugaku Uchiha no había sido un hombre precisamente sentimental como para guardar objetos de valor de ese tipo, ni cartas de amor, ni testimonios, ni diarios. Por lo tanto, creyó que fuese lo que fuese que tenía entre las manos le daría un vistazo a una parte de la vida de su padre que desconocía, algo que deseaba mantener cerca para recordar, algo que él consideraba personal.
Respiró profundo y se armó de valor para abrir la caja de metal. Tan pronto lo hizo sintió el aroma del papel viejo y no se sorprendió al notar que efectivamente había algo de dicho material dentro, doblado en partes, como un carta vieja.
Tomó el papel entre sus manos y comenzó a desdoblarlo. Era evidente que el objeto estaba ahí dentro hacía mucho tiempo, pero debido al cuidado dentro de la caja dicho documento se veía de la misma manera en que Fugaku lo había guardado. Por un momento, Sasuke pensó que se encontraría con un testamento, una carta de amor, una vieja fotografía, un dibujo de infancia o algo de ese tipo que merecía la molestia de ser guardado por alguien que aprecia a otro.
Pero se equivocó.
Lo que había ahí era un papel sin demasiada relevancia o importancia sentimental, tan sólo un mapa de Konoha.
―¿Por qué mi padre guardaría algo como esto en esa caja? La estación de policía estaba llena de mapas en las paredes. No tiene sentido ―dijo irritado―. Ni si quiera es un mapa antiguo. Todo parece estar en su sitio ―siguió mirando el mapa mientras su Sharingan se activaba por la angustia, intentando ver en éste lo que su padre había visto que fuese lo suficientemente importante para ser guardado. Era tan sólo un mapa de Konoha, con todos sus distritos y divisiones. Los distintos territorios y barrios estaban perfectamente trazados. Podía ver el bosque que custodiaba el clan Nara, el barrio de los Akimichi, incluso se podía ver demarcada a la perfección el tamaño de la casona de la familia Hyūga. Todo estaba idéntico y en su lugar de la forma en que él recordaba Konoha, excepto una cosa―. ¿Dónde está el barrio del clan? No hay nada dibujado en donde debería estar el distrito del clan Uchiha.
Los ojos de Sasuke se fijaron en ese espacio vacío en el mapa, justo contra la ladera del acantilado en la parte más occidental de la Aldea. En ese lugar debía haber estado marcado las distintas casas de los miembro del clan, el edificio de la Policía de Konoha, incluso su propio hogar. Pero todo estaba vacío. Las últimas construcciones que se veía en el mapa era la calle por donde se entraba al distrito, justo donde había estado Uchiha Senbei. No obstante, dentro del distrito Uchiha no había nada construido, como si hubiese sido un terreno eriazo y abandonado a la suerte de los dioses.
―No lo entiendo ―dijo Sasuke finalmente.
―¿Desde cuándo vive tu familia en esta parte de la aldea?
―Supongo que desde siempre, ¿no? ―le reclamó con algo de molestia―. Los Uchiha fundamos este lugar. ¿Por qué no aparecen nuestras casas en el mapa?
―Este sector, junto al lago ―Hinata apuntó con su dedo al lago que había más allá de la muralla de Konoha―. ¿No era ahí donde entrenabas?
―Todo ese terreno era para entrenamiento exclusivo de mi clan. Itachi también entrenaba en ese sitio.
―Mira ―Hinata apuntó entonces a una edificación cerca del edificio del Hokage, algo que él había pasado por alto. Tenía el símbolo del clan Uchiha en él y decía "Estación de Policía de Konoha"―. La estación de Policía no estaba aquí cerca sino…
―¿Qué rayos es este mapa? ―se preguntó en voz alta sintiendo algo de angustia al no entender qué era lo que sucedía―. ¿Cuál es su fecha? ―Sasuke comenzó a buscar algún indicio que le dijera cuando había sido dibujado ese trozo de papel que le generaba aún más preguntas que respuestas―. Nada está donde debería estar ―de pronto sus ojos se detuvieron en una orilla del mapa y vio una firma―. ¿Danzo Shimura? ―junto a la firma vio algo garabateado―. Es la letra de mi padre ―luego prosiguió a leer para sí mismo lo que decía el papel―. Fecha de Traslado: 15 de Noviembre ―Sasuke se detuvo un momento intentando pensar―. No entiendo. Este mapa no es antiguo si mi padre lo firmó.
Fugaku Uchiha era un hombre extremadamente reservado y cuidadoso. Sasuke lo sabía. Había dado vuelta esa casa buscando algo que le recordara a su padre sin encontrar nada especial. No había pergaminos maravillosos con jutsus nuevos que aprender, ni libros antiguos que le dijeran los secretos de su clan, ni objetos misteriosos legados para él por los fundadores de Konoha. Tampoco había una fotografía de sus hijos guardada en algún libro, o en un cajón sólo suyo. No encontró diarios que le dijeran cómo se sentía, ni recuerdos personales de su vida.
Llegó en cierto momento a la conclusión que cualquier secreto de su clan estaría en el templo del río Naka. Si su padre no guardaba nada personal ahí, era porque definitivamente no era el tipo de persona que veía un cierto valor sentimental en los objetos o lo que podían representar para alguien.
Había estado en lo correcto. Por ello, le extrañaba profundamente que su padre hubiese guardado y escondido un mapa antiguo en donde las cosas estaban en otros lugares. Eso le indicaba sólo una cosa: era el único objeto en la vida de Fugaku Uchiha que se había tomado como algo personal.
―Amanecerá pronto. No puedo pensar en este mapa ahora ―Sasuke volvió a doblar el papel y lo puso dentro de la caja ―. Nos quedaremos aquí hasta que vuelva a anochecer. Luego iremos al templo.
―Está bien ―asintió Hinata intentando ni si quiera verlo.
La joven entendía que Sasuke tenía mucho en su cabeza en ese preciso momento. Podía imaginar cómo ella se sentiría si alguien le daba algo que su hermana pequeña había guardado en un lugar especial. Su estómago se habría llenado de mariposas pensando que finalmente podría conocer un poco más de Hanabi, esa pequeña hermana de tres años que no había podido conocer y que por tanto tiempo pensó muerta.
Quizás lo más acertado hubiese sido pararse y pasar el resto de la noche en un lugar apartado. Al menos eso hubiese hecho con Itachi al notar que tenía en su rostro la misma expresión que en ese momento reflejaba Sasuke. Pero ese joven junto a ella no era como su hermano mayor. Dejarlo solo empeoraría las cosas en vez de mejorarlas. Decidió que mientras no le pidiese que lo dejara, permanecería sentada junto a él, en silencio. No necesitaba agobiarlo con palabras ni hacerlo pensar en algo doloroso al recordarle el pasado. Esperaba que con su compañía pudiese sosegarse, al menos un poco, esa soledad en que se cubría tan forzadamente.
Pasó al menos una hora sin que ninguno se dijera palabra. Para una persona normal, ese tipo de quietud habría sido desesperante, pero no para Hinata. Estaba acostumbrada a moverse por el mundo de esa manera. Konan era una mujer muy reservada, que decía lo justo y necesario. Incluso cuando había vivido con Itachi durante los primeros años de exilio, estaba acostumbrada a mantenerse callada porque le estaba prohibido hablarle al resto. Era una de las reglas de Itachi.
Con la única persona que solía conversar hasta el cansancio era con Deidara. Su animosidad, su humor y su forma de ver la vida eran para Hinata como observar el sol en medio de un cielo azul de primavera. Se contagiaba de su entusiasmo y quería escuchar todo sobre las experiencias que él tenía para relatar. Cuando se sentaba a escucharlo deseaba con todo su corazón haber tenido sólo una décima parte de su vitalidad y ánimo por la vida. Era agradable estar rodeada de alguien tan extrovertido que parecía no temerle a nada en el mundo.
No obstante, por lo general sólo Deidara hablaba. Se dedicaba noches enteras a dar largos discursos sobre el arte, la vida, Kumogakure, su desprecio por el arte de Sasori-dana y sus planes para que el mundo se volviese un lugar más artístico. Hinata sólo hablaba cuando él le hacía una pregunta directa o si la miraba esperando que ella diera su punto de vista sobre lo que estaba hablando. Por ello había aprendido a ser disciplinada al momento de hablar para así no provocar la molestia del resto por lo que ella tenía que decir. Si necesitaba esperar horas para que Sasuke hablara lo haría.
Cerca del amanecer, cuando se escuchaban pajarillos cantando con el cielo gris del alba, Sasuke rompió su silencio.
―¿Sabes algo? ―dijo de pronto haciendo que ella volteara el rostro en su dirección. Lo encontró observando fijamente hacia el símbolo del clan Uchiha que estaba pintado en las ruinosas paredes del patio interior―. Cuando éramos niños y tú llegaste a este hogar, yo te odiaba ―Hinata sintió que las mejillas se le encendían con dicha confesión, lo cual la hizo sonreír.
―Lo sé ―admitió ella, al recordar la forma en que Sasuke la trataba―. No te culpo. Debió ser difícil para ti que una extraña entrara a tu familia.
―No era eso ―prosiguió Sasuke―. Te odiaba porque podías estar más cerca de mi hermano que yo. Toda mi infancia quise estar más cerca de Itachi. Cada vez que decía algo yo creía que era lo más importante que iba a escuchar en mi vida. Por eso te odiaba. Sentía que ibas a robarme a mi hermano, que ya nada volvería a ser igual.
―Lamento haberte hecho sentir así ―dijo un tanto sorprendida por escucharlo hablar con tanta soltura sobre sus sentimientos. Era como si le estuviese confesando algo que nadie más sabía y no comprendía del todo por qué la había escogido a ella para ser la custodia de sus sentimientos personales.
―Pero, cuando no estuviste, cuando pensé que estabas muerta como me hizo creer Itachi, yo… ―Hinata notó la sinceridad en él y su pecho se apretó― Nuestras vidas pudieron ser muy distintas.
Los ojos de Sasuke se posaron en los suyos en un momento de silencio. Hinata lo observó de vuelta con suavidad, notando la tristeza en él. Su mano tuvo el deseo de estirarse hacia la de él para tomarla y decir alguna cosa, pero no pudo hacerlo. No sabía cómo reaccionar ante el desconsuelo que veía en el joven, pues era el mismo que ella llevaba en su interior y que intentaba olvidar diariamente. No obstante, el momento de sinceridad en que Sasuke parecía querer abrirse con ella pasó rápido y pronto la mirada del joven volvió a ser dura y fría, rompiendo el contacto visual entre ambos.
―Ya está hecho. No me lamentaré por lo que sucedió. No puedo hacer nada para cambiarlo. Pero sí puedo hacer que Itachi pague por lo que nos hizo ―Sasuke se puso de pie sin permitirle decir nada al respecto. Tampoco estaba demasiado segura de qué podía decirle para hacerlo cambiar de opinión, incluso ella tenía dudas sobre lo que había sucedido ese día de luna llena―. Intentemos descansar un poco, tan pronto vuelva a anochecer tenemos que movilizarnos. Todos los rangos importantes de la aldea están custodiando el examen chunin. Konoha no puede permitir que suceda nuevamente un ataque mientras están realizando los exámenes.
―¿Por qué? ―preguntó Hinata con curiosidad―. Lo dices con tanta seguridad que siento que sabes algo que yo no.
―Hubo un ataque en la aldea. El tercer hokage murió ese día, al igual que el kazekage. Orochimaru los mató ―recordaba haber escuchado algo al respecto pero no lo tenía demasiado claro en sus memorias―. De cualquier forma, toda la fuerza shinobi tendrá sus pensamientos en la seguridad de las figuras importantes que están aquí: los señores feudales, los comerciantes, los señores de ciudad casino que apuestan por los ganadores, clientes importantes de la aldea, gente de dinero, que paga por misiones de alto rango. Es por eso que elegí esta fecha para venir, no llamaremos demasiado la atención con la cantidad de extranjeros que han ingresado a la Aldea para ver los exámenes. Quizás incluso el Kazekage se encuentre observando los duelos del torneo.
―El kazekage no se encuentra en Konoha. Está en Sunagakure en este momento. Sus shinobis de mayor confianza viajaron a Konoha estos días ―Hinata sabía cuál era el destino de ese joven. De hecho, había llevado esa información sólo días antes a Sasori y Deidara. Akatsuki también se aprovecharía de la fecha para empezar a moverse.
―¿Cómo sabes eso? ―le preguntó Sasuke.
―No puedo hablar de ese tema.
El pelinegro la observó con desconfianza. Hinata sintió sobre ella toda esa aura oscura que el joven emanaba, como si estuviese conteniéndose para no decirle algo pero de igual forma lo hacía con su mirar. Le reprochaba su falta de confianza y su lealtad para aquellos que consideraba basura humana.
―Sasuke-kun…
―No digas nada. Lo entiendo ―le dijo con frialdad―. Tienes ojos tan poderosos y aun así no lo ves.
―¿Ver qué? ―le preguntó Hinata con angustia.
―Itachi y esas personas te han moldeado a su conveniencia para que los sirvas. Te usan. Te usan como si fueses una marioneta o una herramienta ninja. Y tú lo permites.
―Yo…
―Te están utilizando y cuando dejes de ser valiosa para ellos ―Sasuke tomó una pausa para dar énfasis a sus palabras―. te matarán.
―Eso lo sé ―y por lo mismo se había esforzado todo ese tiempo en ser valiosa para la organización, porque comprendía que mientras lo fuera su vida no correría peligro―. Pero no soy tan débil como crees. Puedo defenderme si eso llegara a pasar. Y… además… Itachi-san no permitiría que sucediera algo así.
―¡Itachi es quien te llevó a ellos! ¡Él permitió que te convirtieran en una sirviente! Ni si quiera sabes dónde está ese sujeto ―dijo Sasuke con seriedad ―. Podría haberte matado la noche que te encontré e Itachi aún no sabría que estás muerta. Te abandonó en ese nido de ratas sin importarle lo que te ocurriera.
―No es así. Estás muy equivocado sobre él… él es…
―Si ese sujeto pudo asesinar a nuestros padres a sangre fría sin inmutarse, ¿Qué te hace pensar que no pueda hacer lo mismo contigo?
―Sasuke-kun, tú dijiste que él te mostró la manera en que me había asesinado una y otra vez en un gen…
―No quiero hablar de eso ―Sasuke reanudó su caminar hacia el interior de la casa, pero esta vez Hinata no iba a dejar que se ocultara en su propio mundo en el cual no dejaría que ella lo alcanzara. Caminó atrás de él con rapidez intentando detenerlo.
―¿Y si lo que te mostró no era real, no crees que quizás tampoco fuese real la manera en que tus padres…?
―¡Cállate! ―exclamó cuando ella le tomó el brazo y lo hizo detenerse.
―Por favor, escúchame.
―No. No quiero oírlo.
―¡Había alguien más esa noche!
―¿Qué? ―preguntó genuinamente confundido―. ¿De qué hablas Hinata?
―Te lo dije la última vez que nos vimos. Esa noche, esa horrible noche de luna llena en que todos murieron… había alguien más.
―Explícate ―la mirada de Sasuke sobre ella fue tan intensa que sintió empequeñecer. Ya se lo había dicho antes, pero parecía que Sasuke no le había dado importancia.
―Esa noche, Itachi me dejó sola cerca del río Naka, en un lugar al cual nunca había ido, cerca de una caída de agua. Me dijo que lo esperara ahí y que no me moviera.
―Conozco ese lugar. Él y Shisui entrenaban ahí todo el tiempo y mi madre me mandaba a buscarlo para cenar. Está afuera de la aldea.
―Sí. Él me dejó ahí ese día.
―¿Por qué?
―No lo sé. Cuando cayó la noche, estaba sola ahí. Tenía mucho miedo. Pensé que Itachi-san se había aburrido de mí y que me dejaría en ese sitio para morir. Fue entonces que un hombre apareció ahí de la nada, como si supiese donde estaba escondida. La luz de la luna lo iluminaba, vestía de negro y tenía puesto sobre el rostro una espantosa máscara en forma de espiral. Activé mi byakugan para ver su rostro pero estaba deformado y su sistema de chakra completamente distorsionado y retorcido. Me he demorado años en recordar todo tal como ocurrió, pero su imagen me ha acompañado siempre. Era un… un monstruo.
―¿Lo pudiste reconocer?
―No sé quién era.
―Seguramente un cómplice de Itachi. Siempre pensé que alguien debió ayudarlo. Ni si quiera mi hermano era tan fuerte como para destruir a todo el clan Uchiha, a mi padre, a la Policía de Konoha…
―Sasuke-kun, ese hombre ―Hinata frunció los labios― tenía el Sharingan en uno de sus ojos. De eso estoy segura ―Hinata lo soltó lentamente, estudiando el rostro de Sasuke. Era como si le hubiesen lanzado una cubeta de agua fría encima y pensara lentamente en todo lo que le estaba diciendo―. Era como si fuese dos personas a la vez.
―¿Sharingan en uno solo de sus ojos? ―preguntó de nuevo, lentamente.
―Sí ―Hinata asintió―. ¿Sabes de quién estoy hablando? ¿Conoces a alguien que sólo tenga un Sharingan en uno de sus ojos?
―Ven. Sígueme.
Sasuke caminó rápidamente por el pasillo, como si quisiese correr en vez de caminar. El corazón le retumbaba en los oídos a Hinata producto de la ansiedad que le provocaba recordar todo lo que había ocurrido durante la noche en que Itachi y ella huyeron de Konoha. Finalmente, Sasuke dobló por el pasillo y caminó directo hacia la habitación que él solía usar. Hinata lo siguió adentrándose en un lugar que parecía un territorio sagrado. Ahí, junto a su cama, Sasuke tomó un marco de foto y se lo estiró a ella.
En la imagen estaba Sasuke, de unos diez o doce años de edad, con una camiseta azul, brazos cruzados y rostro de pocos amigos. Junto a él había una preciosa niña de cabello rosa. La recordaba, su nombre era Sakura Haruno, un nombre muy referente a la primavera. La recordaba de la academia pues al igual que a ella, Sakura solía ser víctima de burlas. En el extremo opuesto, junto a Sakura, estaba Naruto Uzumaki. Algo en el interior de Hinata dolió al recordarlo. Lo había olvidado… a ese joven de sonrisa amable y ojos celestes que ella había amado con todo su corazón mientras estaba en la Academia. Parecía que eso había ocurrido hacía tanto tiempo.
Atrás de los tres niños había un hombre de rostro cubierto y era a él a quien Sasuke apuntaba.
―¿Era ese hombre? ―le preguntó.
―No.
―¿Estás segura?
―Sí. El hombre que yo vi era un monstruo deforme, lleno de cicatrices y de cabello oscuro.
―¿Por qué no me dijiste esto antes?
―Ni si quiera lo recuerdo demasiado bien. Intenté decírtelo, pero cada vez que hablo de lo que ocurrió esa noche tú… tú no quieres escucharme. Ni si quiera creíste lo que te dije ese día que nos vimos en la frontera del País del Fuego. Dijiste que era alguien más y me atacaste… me hubieses matado si hubiera dependido de ti ―Sasuke no negó sus palabras, sólo retiró su mirada hacia un costado evitando mirarla―. Hace un tiempo le pregunté a Itachi-san sobre lo que ocurrió y dijo que él… que él había matado a todo el clan Uchiha ―Sasuke cerró los ojos entre adolorido y furioso―. Pero, pero yo… yo no creo que Itachi-san haya matado a esas personas ―necesitaba que Sasuke le creyera, que la escuchara, que supiese que no estaba intentando manipular su verdad sobre lo ocurrido―. Creo que fue alguien más.
―Estás equivocada Hinata. El me mostró una y otra vez como mataba a las personas del clan, a ti, a Shisui, a nuestros padres…
―¡Pero yo estoy viva! ¡Itachi-san nunca me lastimó! ―y esa información pareció implantar duda en los ojos negros de Sasuke―. Por el contrario. Todo este tiempo ha buscado mantenerme a salvo ―la expresión de Sasuke se suavizó en un angustiante gesto, haciéndolo lucir vulnerable y mucho más joven de lo que realmente era. Hinata pensó que si tenía una oportunidad para que él le diese el beneficio de la duda a su hermano, era precisamente ese momento―. Tu hermano, Itachi-san, era muy talentoso entre los Uchiha, ¿Pero lo suficiente como para asesinar a todo el escuadrón de la Policía de Konoha? ―Sasuke la observó como si fuese a quebrarse―. ¿Más fuerte que tu padre? Yo… yo no creo que hubiese podido hacer algo así. Al menos no solo.
―Pero lo hizo ―murmuró Sasuke, como si se rindiera―. Él mató a nuestros padres. Muchas veces desee que fuese sólo una pesadilla. A veces despertaba creyendo que todo había sido sólo un sueño y buscaba por la casa a mi madre. Esperaba escuchar el ruido de la cocina y el olor a onigiris recién hechos, pero nunca… ―y en ese momento, la expresión del joven volvió a endurecerse―. Y todo eso es culpa de Itachi.
―Yo tampoco entiendo por qué pasaron todas esas cosas horribles. Pero de algo estoy segura, y es que Itachi-san no hubiese sido capaz de hacer algo así… sin un motivo. Un motivo lo suficientemente poderoso para hacerlo. Algo que ni tú ni yo comprendemos. Y si vine contigo hasta acá, es para demostrártelo.
No sólo a Sasuke, sobretodo a esa parte de sí misma que quería creer en Itachi Uchiha. Esa parte que lo amaba.
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Nota: Gracias por seguir este fanfic y perdón por no tener el mismo tiempo de antes para actualizar. He pasado por cosas muy fuertes este año que me impidieron escribir cómodamente. Eso no significa que no quiera continuar mis fanfics o terminarlos, simplemente que ya no tengo el mismo tiempo con que contaba.
Si tienen alguna duda pueden dejarlas en sus comentarios. Aprecio todas las críticas.
